El lunes -20- febrero - por La 2 a las 23:30,.
El Rastro del tiempo, fotos.
El nombre del Rastro hace referencia a la huella de sangre que dejaban las reses sacrificadas en los mataderos de la zona,.
El mercado semanal arrancó en el primer tercio del s.XIX, en esa época llegaron los chamarileros y los anticuarios,.
Hasta hace tres décadas también se instalaban puestos callejeros entre semana,.
La ordenación de la actividad comercial en el Rastro prohíbe la venta de animales vivos y de alimentos,.
Cada día de mercado se levantan en torno a 800 puestos callejeros que miden de 1 a 3 metros,.
Una mañana soleada el Rastro recibe a unos 100.000 visitantes,.
Día de mercado
Poco a poco los puestos callejeros van ocupando su espacio. Los más pequeños miden un metro, los mayores tres. Casi todos llevan unos cuantos años vendiendo en el Rastro, las licencias pasan de padres a hijos. Cada puesto debe tener un titular y un suplente, pagan cerca de 200 euros anuales por cada metro de tenderete. Todos deben tener a la vista el cartón que acredita el nombre del titular, el emplazamiento del puesto y la actividad comercial. Muy posiblemente, a lo largo de la mañana, los agentes de la policía municipal comprobarán que todo está correcto.A esas horas tempranas pueden verse corros de vendedores sin licencia que ofrecen baratijas rescatadas de algún contenedor. Antes más que ahora acudían a esa cita rateros de poca monta con sus artículos prestados.
A las 9 se abre el negocio. El bullicio comienza a apoderarse de Ribera de Curtidores, de las calles Carlos Arniches, Mira el Río Baja, Carnero, San Cayetano, Fray Ceferino González… La gente se arremolina en las plazas de Cascorro, Vara del Rey y Campillo de Mundo Nuevo… Sucede cada festivo. Si el tiempo acompaña un batallón de curiosos, autóctonos y foráneos, invade la zona. Muchos no buscan nada, aunque casi siempre encuentran algo. Los hay casi profesionales; ellos saben que lo mejor es ir pronto, cuando la oferta es mayor, que conviene pararse y mirar despacio, que si el tiempo empeora y amenaza lluvia es posible conseguir mejor precio. Ellos saben dónde puede esconderse un tesoro, aunque hace tiempo que no se encuentran. Cuenta la leyenda que en una de esas calles se vendió un lienzo con la firma de Goya por 1.000 pesetas. Puede ser. Cuando circulaban las pesetas todo parecía más asequible, hasta los cuadros de Goya.
La ordenanza municipal del año 2.000 establece un máximo de 3.500 puestos, pero suelen instalarse unos 800, dice también que no pueden venderse animales vivos ni alimentos, y dice que a las 3 de la tarde finaliza la venta y una hora después los puestos deben estar desmontados. Entonces, la calma vuelve a apoderarse de la zona y Eloy Gonzalo vuelve a reinar solitario sobre su pedestal en la plaza de Cascorro (así se llamaba la localidad cubana donde probó su audacia). Su estatua de bronce permanece allí desde 1902, con el gesto decidido, armado de antorcha, cuerda y petróleo, dispuesto a entrar en el pabellón de los héroes por la puerta grande.
El tiempo y su huella
Fue hace dos siglos cuando comenzaron a proliferar los puestos callejeros que conformaban un mercado de artículos variados, usados en su mayor parte, un mercado frecuentado por gran número de madrileños los domingos y días festivos. La actividad comercial atrajo a la zona a chamarileros y anticuarios, abrieron tiendas de compra-venta de muebles, alhajas, libros antiguos… La oferta se multiplicó; entre enseres y trastos de todo tipo podían también encontrarse cosas de valor. Fue configurándose así un mercado semanal variopinto, diverso y espontáneo. Hasta hace tres décadas se colocaban puestos callejeros también en días laborables.
Pero la historia comercial de esta parte, que acercaba el sur de la capital hasta la ribera del Manzanares, arranca varios siglos antes ligada a la actividad de tres mataderos, el primero de ellos datado en 1497. Dicen las crónicas que ya para entonces acudían a la zona ropavejeros para vender ropa usada. Los otros dos mataderos se construyeron a mediados del siglo XVII -ambos han subsistido hasta 1928- y propiciaron el florecimiento de negocios de carnicería y curtidos de pieles (con fabricación de zapatos, correajes y monturas). Fue por aquellos años cuando el Rastro recibió tal nombre, en referencia a la huella de sangre que dejaban las reses sacrificadas en la cuesta que enfilaba hacía el río.
Hoy los más veteranos recuerdan los años buenos, las décadas de los 50 y 60 de pasado siglo, cuando la actividad era frenética. Entonces, políticos y artistas paseaban su brillo por las Galerías Piquer (inauguradas por Doña Concha en 1950) o por las Nuevas Galerías. El Rastro era un emporio en el mercado de antigüedades, recibía clientes de todo el mundo. Y junto a costosas tablas flamencas o porcelanas Ming, junto a cuadros renacentistas y consolas Luis XV, en los puestos, en el suelo, entre barquilleros, organillos y charlatanes de todo pelaje, se esparcían cachivaches rotos, saleros usados, embudos, botones, transistores sin pilas y pilas sin transistores. Todo podía encontrarse y, a nada que se supiera regatear, comprarse barato.
El paisaje de aquel Rastro de medio siglo atrás aún tenía los lienzos de la calle de los pintores (C/San Cayetano), y los trinos enjaulados de la calle de los pájaros (C/ Fray Ceferino González). Poco, casi nada queda de aquello. Más abajo se alzaba el desorden decadente del Bazar de las Américas, una especie de corrala que agrupaba chatarras, talleres, cartones, almacenes y ruina. En los 80 pasó a mejor vida.
Los 80. Dejaron también su huella. Muerto el dictador por el Rastro comenzaron a desfilar todas las tribus. En Marihuana, que abrió sus puertas en la plaza de Cascorro en el 77, encontraban buen surtido de abalorios, ropa y todo tipo de identificativos tribales. Aquello parecía el Soho. Así que la zona atrajo a los de las chupas, a los de las crestas, a los de las chupas y las crestas, a los de las greñas, a los del flequillo, a los de las tachuelas, a los del charol… Y también a los de la Movida. Porque el gran movimiento renovador de la escena madrileña de los 80 tuvo en el Rastro su primer punto de encuentro (y aquí hay que citar al bar La Bobia), después se trasladaría a Malasaña y se extendería por otros lugares, por otros ámbitos.
Con la Transición el Rastro se contagió de la efervescencia política del momento y no había domingo sin pasquines ni consignas aireadas a fuerza de megáfono. La fiebre bajó pronto.
Y así ha ido cumpliendo años, quemando etapas. Hasta hoy. Ha superado varios intentos de traslado a otra zona de la urbe, el último en 2001, cuando trataron de acercarlo a Mercamadrid y generó tal movilización en contra que se abandonó la ocurrencia. Nunca se moverá de su sitio. Nunca habrá un Rastro lejos de Ribera de Curtidores, ni domingos sin Rastro. Aunque entre semana cambia el panorama; entre semana se respira la soledad y se escucha el lamento. Las calles son las mismas, pero no son iguales.
Las calles lánguidas
Es como el silencio tras el torbellino. Cuando los lunes levantan la persiana, las tiendas del Rastro se sienten extrañas, vacías, tristes y solas. Entre semana las calles del barrio sucumben a la melancolía. Apenas se observa algún movimiento. Muchos comercios permanecen cerrados (abren sólo los días festivos), otros cuentan las horas entre uno y otro cliente, y todos se preguntan a qué se debe tanto abatimiento. Se escuchan lamentos de todo tipo: desinterés institucional, competencia de los hipermercados y de los bazares chinos, restricciones de tráfico que han ahuyentado a los clientes… Y la crisis. La crisis económica se dejó sentir con fuerza entre los negocios de la zona, los que sobreviven han disminuido notablemente sus ingresos. “Parece que lo peor ha pasado -dicen algunos- pero hay días que son más los que entran a vender que los que vienen a comprar”.Tal vez la nostalgia de los buenos tiempos pese demasiado. Ahora se acercan pocos interesados en grandes piezas antiguas; los curiosos que cruzan las puertas no están por desembolsar más de 15 o 20 euros. Así que la fisonomía del negocio también está cambiando: más comercio de eso que llaman vintage y más diversidad en la oferta. Seguramente seguirá cambiando, como lleva haciéndolo desde hace dos siglos, y seguramente habrá mejores tiempos para las tiendas del Rastro, para las que hoy están cerradas y para las que permanecen abiertas.
Personajes
Un recorrido por el Rastro, un domingo cualquiera, es una ocasión extraordinaria para ampliar el muestrario humano de nuestra memoria. Allí se da cita un elenco de personajes que por sí solos, uno a uno, tendrían materia para reportajes y estudios; un reto para la antropología. Hay cantidad y calidad. Para elaborar “El Rastro del tiempo” nos hemos apoyado en los testimonios de varios. Debemos destacar la aportación de algunos de ellos:Mariano Palacios
Nadie como él ha visto transformase el Rastro. Nació hace 92 años en la misma Ribera de Curtidores. Heredó la tienda de sus tíos, con los que se crió. Ellos vendían ropa usada, pero Mariano se pasó a las antigüedades. Comenzó a viajar por todo el país para alimentar el negocio de muebles, relojes, organillos, cuadros… Y ha hecho saga, sus cuatro hijos siguen con el negocio. Los Palacios tienen 3 locales en la plaza Vara del Rey. Mariano ya estaba allí cuando la plaza aún se conocía como el Cerrillo del Rastro, cuando veía pasar ante el escaparate de la tienda de sus tíos a una niña guapa, Amparo, con la que se casaría años después. Hace de eso 60 años.
Mariano Palacios es el decano de los anticuarios del Rastro (y posiblemente de toda España). No deja de acudir a diario a su tienda para trastear con algún reloj, o con un juguete viejo, o una máquina de escribir. Se lamenta de que antes la plaza era una fiesta cada día, acudían comerciantes de toda España y había mercado a diario. Eso fue antes.
Tomás Pérez
Otro clásico. Vive el Rastro desde niño. Su padre, que ya era anticuario, fue de los primeros que abrieron negocio en las Galerías Piquer. Fueron buenos tiempos; el Rastro era referencia mundial en el mercado de las antigüedades y por las tiendas se dejaban ver políticos, artistas y otras especies de postín. Ahora las cosas ya no son lo mismo, pero en sus cuatro locales pueden encontrarse piezas extraordinarias que Tomás muestra con sano orgullo, porque sabe, como pocos, valorar el arte.
La pasión por las antigüedades le ha hecho recorrer miles de kilómetros y pujar en selectas subastas. Cuando estuvimos con él, andaba quejoso porque tiene unas vigas árabes, del siglo X, que iba a sacar a la venta en Londres, pero no se lo permiten. Su esperanza es que se las compre Patrimonio. Seguramente las dejará a buen precio.
Ha superado los 80, aunque en su mirada aún brilla una picardía infantil. Dice que con la experiencia ha aprendido a distinguir perfectamente entre quienes entran en su tienda para comprar y quienes entran para ver. En cualquier caso, sean compradores o curiosos, disfruta conversando con ellos sobre arte antiguo, o lo que se tercie.
Vicente Carranza
Es el paradigma del coleccionista. Siempre ha coleccionado, desde que era niño en su Daimiel natal. Llegó a Madrid, joven, casi niño, para buscarse la vida en la capital, y descubrió el Rastro. En sus calles ha forjado gran parte de la que hoy es la mejor colección particular de cerámica de España. Sus mejores piezas pueden verse en cuatro museos (Reales Alcázares de Sevilla, Centro Cerámico de Triana, Museo de Santa Cruz de Toledo y Museo Comarcal de Daimiel), porque considera que el arte debe estar al alcance del pueblo, del mismo pueblo que lo alumbra.
La vida le ha alejado del Rastro al que acudió por vez primera en 1947 y al que fue fiel durante cincuenta años. “Ha cambiado –dice- poco tiene que ver con el Rastro en el que el arte se respiraba por todos lados, en las calles, en los suelos…El Rastro que tan certeramente describió Ramón Gómez de la Serna”. Ha hecho una excepción y ha regresado con el equipo de CRÓNICAS a esas calles en las que adquirió por 25 pesetas un azulejo del Maestro Zuloaga, el gran renovador de la cerámica española de finales del XIX y comienzos del siglo pasado, esas calles en las que se hizo con la mejor colección de platos de Triana… Esas calles. Allí se ha encontrado con viejos amigos, ha recordado los buenos tiempos.
Isabel Retana
Isabel es todo desparpajo. Del Rastro de siempre, durante años trabajó codo a codo con su marido –“él sí que sabía”-. Enviudó y ahora defiende sola su territorio, un local de alquiler en la calle Mira el Río Baja, junto a otro que lleva su hija. Allí almacena una abigarrada oferta que asciende del suelo al techo. Hay de todo, de lo barato y de lo caro. Se surte sobre todo de pisos que se vacían por cambio de propietarios, y le brillan los ojos cuando recuerda una de sus mejores compras, el piso de la viuda de Banús. “Camiones le saqué. Gané dinero, gané dinero que no te lo puedes ni imaginar. Lento, pero gané mucho dinero”. Claro que no todos los días hay pisos como el de la viuda de Banús. Y menos ahora. Desde hace unos años todo va a peor.
Está desencantada. “Llevo toda la vida y me da mucha tristeza, de lo que era a lo que se ha convertido”. Es de las pocas que mantiene su tienda abierta a diario, mañana y tarde, porque es la manera de mantener clientes, de seguir atrayendo gente al barrio entre semana. Pero la mayoría cierran. Así que “el del cuadro bueno, el del plato bueno, esos ya no vienen; viene el de los 5 euros, de 5 a 10 y de 10 a 5”, se lamenta.
Paco Clavel
Paco Clavel pasea por el Rastro como por su casa. A cada paso se detiene a saludar a unos y otros. Conoce el terreno desde aquellos días que alumbraron la Movida, cuando los jóvenes Almodóvar, Tino Casal, Ouka Lele, Ceesepe o él mismo, hacían corros en el bar La Bobia para poner las cosas en su sitio, en su tiempo. Luego ese impulso pasó a Malasaña y después a todos los rincones de la ciudad recién recuperada del cautiverio.
Como vive cerca, acude a menudo. Alimenta su colección de vinilos rarities (más de medio millón), de ropa, gafas o cualquier cosa que encaje en su particular, diverso, colorido y alegre universo. Paco es de los que han encontrado algún tesoro en el suelo del Rastro.
Patxi Andión
Aunque él sigue considerándose un tipo del barrio, ya no vive en su piso de la torre que se eleva sobre la entrada de Galerías Piquer, pero conserva allí su estudio, el lugar donde se inspira y trabaja. Desde esa terraza Madrid se observa como un océano.
Allí compuso la canción que en el 73 se convirtió en el himno del Rastro (Una, dos y tres). Hoy la canción sería posiblemente distinta, porque la fisonomía de Rastro se ha transformado –“se ha civilizado”, dice Patxi-. Mantiene sin embargo su alma, su sello distintivo, sus particulares códigos. Asegura que en esa identidad tiene mucho que ver la presencia gitana, que ha aportado su cultura, su arte y su carácter, para hacer del lugar un espacio de convivencia.
Eduardo Pampliega
En el Rastro la norma es que los negocios pasen de padres a hijos. No fue el caso de Eduardo. Él llegó en los 90, tras años de trabajo en una ONG. Primero se dedicó a la artesanía, después a las antigüedades. Con el tiempo, el interés y la curiosidad le llevaron hasta los globos terráqueos. Ahora es una especialista. Así se llama su tienda en Nuevas Galerías, Globoterráquea.
Es un apasionado de lo suyo. “Muestran –dice- cómo era el mundo en cada momento. Y cómo ha cambiado”. Habla con entusiasmo de aquellos globos en los que Budapest aún eran Buda y Pest, en los que los ríos escondían sus cauces y las fronteras se extendían entre continentes.
Tiene su propia web, porque entiende el comercio digital es imparable, aunque el ordenador nunca suplirá la satisfacción que provoca un paseo pausado por tiendas como la suya.
Eduardo ha conseguido sobrevivir a la crisis, muchos en el barrio tuvieron que bajar las persianas. Ha salido tocado, pero ahí sigue. Parece que, tras hacer fondo, las cosas comienzan a mejorar lentamente; el Rastro recibe a gente nueva, se reabren algunos locales, pero las antigüedades ahora dejan paso al vintage. Se queja de los problemas de accesibilidad que encuentran quienes acuden a las tiendas de Ribera de Curtidores (entre semana el acceso de vehículos está restringido) porque sólo consiguen ahuyentar a la gente. “El que viene se arriesga a una multa, y aunque nosotros podemos evitarla facilitando permisos, todo requiere una tramitación que acaba alejando a los clientes”. En varios comercios hemos escuchado quejas como la de Eduardo.
Resultado Final -REAL MADRID -99- BC - ANDORRA -93-,foto.
Gana el Real madrid sufriendo mucho contra un gran rival, etc.
Resultado Final -TENERIFE -81- BASKONIA -90-,foto.
TITULO:COPA EUFA FUTBOL - CELTA -0- Shakhtar Donetsk,-1-,.
Resultado Final - CELTA -0- Shakhtar Donetsk,-1-,foto.