TITULO: Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA - El artesonado mudéjar de la Vía de la Plata resplandece en Valcabado del Páramo,.
El artesonado mudéjar de la Vía de la Plata resplandece en Valcabado del Páramo,.
La localidad paramesa inaugura el 31 de mayo su peculiar artesonado que pone en valor la carpintería de armar del oeste de España,.
La localidad leonesa de Valcabado del Páramo ya ve la luz que resplandece del interior de su iglesia, dedicada a la advocación de Santiago Apóstol. Tras años inmerso en la búsqueda de financiación y las obras de restauración, el 31 de mayo por la tarde inaugurará, de forma oficial, la restauración de la cubierta, armadura de nave, presbiterio y pórtico, que esconden un peculiar artesonado mudéjar que pone en valor la carpintería de armar en la Vía de la Plata, un arte gremial con más de 700 años de historia, netamente hispano - musulmán, cuyo oportuno conocimiento e intrincado secreto constructivo luce en los cielos leoneses.
El acto consistirá en un recorrido por todo el proyecto de restauración de la pieza, sus sinergias y su proyección hacia el patrimonio rural, además de un coloquio con representantes de distintas instituciones y de la sociedad civil que se ha implicado en el proyecto. No obstante, aunque la oficialidad llegará el próximo viernes, los habitantes de la localidad ya han podido disfrutar de su iglesia, abierta al público y con celebración de misas desde hace unos días.
Pero el trabajo de estos años ha resultado arduo, según explican a Ical fuentes Mecenazgo Mudéjar 956. Valcabado del Páramo despliega desde hace unos años un conjunto de actividades que se han trenzado en torno al propósito decidido y ya finalizado de salvar su artesonado mudéjar del siglo XVI (uno de los más grandes al noroeste de la Península Ibérica). Armadura de par y nudillo con almizate ataujerado (lazo en retícula formando azafates harpados) y pechinas con artesón. Su planta es un rectángulo irregular con la cabecera ochavada, con limas mohamares y nueve tirantes.
Un futuro que pasa por la divulgación
A la urgencia de su intervención fueron sensibles la Diputación de León, la Diócesis de Astorga y la Junta de Castilla y León. Si bien cobra especial fuerza la campaña de mecenazgo iniciada con Hispania Nostra, a través de la cual se obtuvieron 30.777 euros. mecenas locales, comarcales y de otras latitudes de la geografía nacional, incluso del extranjero, consiguieron la meritoria recaudación. «El impulso inicial y el anhelo de más de 400 donantes vertebró la restauración de la pieza», exponen.
Castilla y León destaca por ser la autonomía que concentra el mayor número de armaduras de cubierta. Y el sur de la provincia de León cuenta con una riqueza inigualable en artesonados. La asignatura pendiente, explican desde la organización, es la divulgación. Así, las desconocidas joyas mudéjares repartidas por el occidente leonés, vertebrado a su vez por ese corredor de comunicación hispánico que es la Vía de la Plata, es el leit motiv de esta iniciativa que nació al abrigo de esta campaña de mecenazgo para restaurar el artesonado de la iglesia de Santiago en Valcabado del Páramo. Un proyecto que ha demostrado a las instituciones que el pequeño y desconocido patrimonio tiene ese elemento dinamizador que requiere el turismo cultural de interior.
Visitas programadas
En la actualidad son varias las agencias que programan visitas a este paisaje cultural del Bajo Páramo Leonés y Vía de la Plata, con una acogida que, según los propios visitantes, es «sorprendentemente grata». Un patrimonio que ya goza de la difusión que merece en circuitos culturales y en páginas oficiales de turismo como es el caso de la Junta de Castilla y León.
Para completar el proyecto de restauración de la pieza y promoción de la ruta, la localidad dispone del Centro de Promoción Turística e Interpretación de la Carpintería de Armar en la Vía de la Plata y su zona de influencia (edificio polivalente), de titularidad municipal. En esta construcción tan singular y «en línea con la sostenibilidad, al tiempo que mantiene la difusión cultural y patrimonial», surgió la iniciativa de «musealización» de uno de los espacios de este centro, «siendo un punto de referencia único en Castilla y León», tal y como traslada Mecenazgo Mudéjar 956, nombre que tomó el proyecto y que recuerda al año de nacimiento de la población.
Una de las iniciativas que se planteará una vez concluya el proyecto de musealización será proponer al Centro de Interpretación de la Carpintería de Armar como lugar de encuentro para talleres, ponencias y conferencias que tengan como contenido este tipo de carpintería, así como programas de divulgación y defensa del patrimonio. Se trata «de apostar por un patrimonio que ya goza de la difusión que merece en circuitos culturales y en páginas oficiales de turismo, con una correspondencia y aprobación claras por parte un público ávido de conocer estas humildes potencialidades de interior».
Un largo camino
El camino ha sido largo hasta llegar a mayo de 2024. En los últimos años se han desarrollado jornadas sobre carpintería de armar en la Vía de la Plata con la Federación de las Sociedades Castellanas y Leonesas en Argentina y con el Centro Región Leonesa en Buenos Aires; tuvo lugar otra más con el Museo Sefardí de Toledo, la Dirección de Patrimonio de la Junta de Castilla y León e Hispania Nostra; y el proyecto participó en ARPA 2020. También se creamos los estatutos para dar forma a la Asociación Carpintería de lo Blanco en La Vía de la Plata y su zona de influencia, de la que forman parte 13 localidades.
Junto al Centro de los Oficios de León se organizó el curso 'Carpintería de armar y de lazo', para construir la armadura del pórtico y atrio de la iglesia de Valcabado del Páramo.
Ya en 2022, mediante la redacción de un nuevo convenio de colaboración entre los ayuntamientos de León, Roperuelos del Páramo y la Junta Vecinal de Valcabado se acometió, por parte del Centro de los Oficios de León y dentro del marco de los cursos de verano para el 2022, una armadura para el presbiterio de la iglesia. Los maestros Agustín Castellanos y Ricardo Cambas, junto con la Asociación Carpintería de lo Blanco en la Vía de la Plata y la Junta Vecinal de Valcabado, «están convencidos de que estos trabajos de iniciación y perfeccionamiento sobre un arte gremial milenario ayudan en la colaboración y esfuerzo de divulgación de la herencia cultural de los trabajos más antiguos, impulsando el respeto y la pervivencia de los valores y saberes tradicionales; implementando su activación y resurgimiento en un territorio con identidad propia».
Por último, entre las muchas acciones desarrolladas en 2023, destaca la realizada través de la Cátedra de Territorios Sostenibles y Desarrollo Local de la UNIE-Ponferrada, en colaboración con los centros asociados de La Bañeza y Benavente, con los que se participó en la 34 edición de los Cursos de Verano de la UNED bajo el epígrafe 'Universos de madera. Carpinterías de Armar entre Zamora y León'.
TITULO: Leyenda del fútbol dice adios - Quince años sin Canito. El rebelde que fue futbolista,.
Quince años sin Canito. El rebelde que fue futbolista.
fotos / El pasado 25 de noviembre se cumplieron quince años de la muerte de Canito, el claro ejemplo del futbolista que acabó de la peor manera tras una carrera más prometedora que consolidada, plagada de extravagancias y excesos.
El legendario Ladislao Kubala, que le hizo debutar con la selección española absoluta y más tarde le entrenó en el Barça, llegó a decir de Canito que «podía haber sido el mejor líbero de la historia del fútbol español». Muchos se atrevieron a compararle con Franz Beckenbauer.
Dotado de un físico privilegiado (1,82 m. de estatura y 80 kg. de peso), destacaba como defensa central o libre y unía clase y grandes facultades físicas: tenía buena colocación y anticipación, no rechazaba el choque y le encantaba salir con el balón controlado, elegante y altivo.
Murió el 25 de noviembre del 2000, con 44 años, en La Pobla de Montornès (Tarragona), en los brazos de su hermana Fina, que es la que cuidó de él en sus últimos meses de vida.
Murió arruinado económicamente y emocionalmente, muy enfermo, prácticamente solo y abrazado al recuerdo del fútbol, que durante mucho tiempo fue el motor que le permitió avanzar por un tránsito vital nada favorable y lleno de obstáculos.
José Cano López, conocido por el diminutivo Canito de su apellido para diferenciarle de otro Cano, más veterano, con el que coincidió en el CF Lloret en sus inicios, nació en Llavorsí, en el pirineo leridano, el 22 de abril de 1956. Su padre (José), un peón albañil, trabajaba en unas obras de aquella zona.
Seguramente, la muerte prematura de su progenitor fue el detonante del comportamiento posterior de Canito.
Con 6 años de edad, su madre (Antonia), incapaz de mantener a toda la familia, le dejó en acogida en el colegio de La Salle de Nuestra Señora del Port de Barcelona, donde creció entre huérfanos y niños abandonados e hizo vida callejera en la Zona Franca de la capital catalana.
Su único contacto con la familia era con un hermano mayor, que también jugó al fútbol, pero esa relación se truncó cuando éste se casó. Más tarde la retomaron, en un intento desesperado para que dejase las drogas.
Nada amante de los libros, dejó los estudios con 14 años. Prefería jugar al fútbol, aunque fuera de manera nada seria. Además, trabajaba esporádicamente, muchas veces haciendo de mozo de carga y descarga de camiones en Mercabarna.
Empezó a jugar al fútbol con el equipo del colegio donde estaba internado. En categoría juvenil, fichó por la Penya Barcelonista Anguera, convencidos sus valedores que rápidamente le captaría el Barça. Pero su rebeldía y falta de compromiso aplazaron su llegada al Camp Nou. En la Penya Anguera cobró su primer sueldo en el fútbol: 500 pesetas por partido.
Destacó en categoría regional con el Club Atlètic Iberia (1973-74), el equipo del barrio barcelonés donde se crió, y con el CF Lloret (1974-75). A pesar de su juventud, gobernaba los equipos desde la defensa.
En el mes de marzo de 1975, con 18 años, el RCD Espanyol le sometió a una prueba con el primer equipo. Le acompañó el extremo goleador Jaume Ventura, también del Lloret. Pero solo les convenció Canito, que ese verano fichó por el RCD Espanyol, tras seducir también al Real Madrid, que se interesó por su situación.
Confirmado su fichaje, el club blanquiazul decidió cederle la temporada 1975-76 a la UE Lleida, de Tercera división, con la intención de que el disciplinado y exigente técnico Juanito Vázquez, inquilino del banquillo leridano, domara su carácter e ímpetu juvenil y encauzase su carrera futbolística.
Pero en Lleida, a pesar de contar con solo 19 años, Canito regaló diferentes episodios extravagantes, que posteriormente serían una constante en su carrera.
En Lleida le llamaban «el pólvora», por su carácter explosivo: acabó volviendo loco al entrenador Juanito Vázquez, a quien destituyó la directiva leridana a media temporada, y se lió a tortas con el periodista local, Lluís Visa, por no estar de acuerdo con la crónica de un partido.
Solo la intervención del directivo del Español, Carlos Carenzi, logró calmar los ánimos y el Lleida reconsideró la intención de devolverle a su club de origen.
El sustituto de Vázquez en el banquillo del Lleida, Jordi Solsona, congenió mejor con Canito, que pretendía ser la estrella dentro y fuera del campo.
En Lleida se sacó el carnet de conducir, sorprendiendo a los más incrédulos con su capacidad intelectual, y echó un pulso a la directiva cuando exigió que le compraran el mismo traje blanco que lucía un directivo para seguir jugando.
Entre las extravagancias que cuentan sus excompañeros del Lleida destacan que, para llamar la atención, era capaz de ir en manga corta en el día más frío del invierno leridano o presentarse con el abrigo más grueso en el día más cálido de verano.
En la UE Lleida Canito jugó 32 de los 38 partidos de liga en el grupo tercero de Tercera división, compartiendo línea con Tanco, posteriormente destacado jugador del Rayo Vallecano y del Sabadell.
Entonces su ídolo referencial era el defensa del Real Madrid José Antonio Camacho, un año mayor que él. Canito soñaba en voz alta: «Quiero ser como Camacho y pasar de jugar en Tercera a Primera división en una sola temporada».
Y lo consiguió. La temporada 1976-77 regresó al Espanyol y el técnico José Emilio Santamaría le hizo debutar en Primera división el 24 de octubre de 1976, con 20 años, en el partido jugado en Sarrià frente al Elche CF (2-0). Canito sustituyó a José Manuel en el minuto 71.
Esa temporada jugó 12 partidos de liga en Primera y marcó 1 gol.
El servicio militar le llevó a jugar con el Cádiz CF la temporada 1977-78, también en Primera división.
Jugando en el Camp Nou con el equipo cadista se atrevió a hacerle un globo a Cruyff, a quien se encargaba de marcar. Era el 19 de febrero de 1978 y el Cádiz arrancó un punto al Barça (1-1).
La temporada 1978-79 regresó de nuevo al Espanyol y Canito se consolidó como un futbolista que enamoró por su potencial. Estaba en plenitud.
Ladislao Kubala le hizo debutar con la selección española absoluta el 21 de diciembre de 1978, en un amistoso en Roma frente a Italia (con derrota 1-0). Sustituyó a Eugenio Leal. Fue su única aparición con el combinado absoluto español.
Canito también fue una vez internacional con la selección española sub-21 (1976); 2 con la selección Amateur (1979), en la fase de clasificación para los Juegos de Moscú; y jugó en una ocasión con la selección B (1981).
Su buen momento deportivo se tradujo también en mayores ingresos económicos y pudo permitirse todos los caprichos que soñó de pequeño: por fin pudo comprarse un coche Seat 1430 metalizado, hacerse trajes exclusivos hechos a medida y alternar en la sala Bocaccio, famoso local de ocio de la Barcelona de la época.
Su vida desahogada y de lujo trascendió y se llegó a decir que Canito estrenaba coche cada mes, novia cada semana y ropa cada día.
Era tal su obsesión por vestir bien que llegó a hacer la apuesta de que vestiría ropa nueva cada día durante una temporada. Y no perdió la apuesta.
Pero ni en los mejores días, Canito se olvidó de sus amigos de las casas baratas, ni de los internados en el colegio de la Salle de Nuestra Señora del Port, a quienes visitaba para hacerles regalos y también para prestar dinero. Su generosidad era tan grande como su inocencia salvaje.
Finalizada la temporada 1978-79, con un Canito pletórico futbolísticamente, el presidente del Barça, Josep Lluís Núñez, se adelantó al Real Madrid y lo fichó al RCD Espanyol, a cambio de un traspaso de 40 millones de pesetas y los jugadores Bío, Fortes y Amarillo.
Con solo 23 años llegó a la cima de su carrera, pero a partir de entonces la caída sería imparable.
Nunca congenió con la camiseta azulgrana, a pesar de que la temporada 1979-80 la empezó de titular y en la segunda jornada de liga le marcó 2 goles al Betis. Los entrenadores Joaquim Rifé, primero, y Helenio Herrera, después, adelantaron su posición al centro del campo y esto le incomodó. Perdió protagonismo y afloró su rebeldía. No se adaptó.
Se hablaba más de sus extravagancias que de su juego. Se acostumbraba a presentar a los entrenamientos con ropa carísima, con sombreros Borsalino y acompañado de sus perros. Su excompañero en el Barça Carrasco explica que algunas veces se entrenó con la camiseta del Espanyol debajo de la azulgrana. Nunca ocultó que su corazón era blanquiazul.
El 20 de abril de 1980 recibió la bronca del Camp Nou tras celebrar ostensiblemente un gol del Espanyol en el campo del Hércules anunciado en el marcador.
Canito jugaba de titular contra el Athletic, en un partido muy trabado para el Barça, que acabó ganando 1-0, con gol de Simonsen de penalty, y la afición no entendió que el defensa aplaudiese y festejase de manera exagerada, desde el centro del campo, el gol de Morel en Alicante, que ayudaba al Espanyol en su objetivo de evitar el descenso a Segunda división.
La temporada 1980-81 fue su última temporada en el Barça, primero con Kubala en el banquillo y posteriormente otra vez con Helenio Herrera. Solo jugó 6 partidos de liga. Ese curso ganó el único título en su carrera futbolística, la Copa del Rey.
El 3 de diciembre de 1980 empezó a despedirse del cuadro azulgrana cuando, en el partido de vuelta de la Copa del Rey, en el Camp Nou, contra la UE Lleida, le expulsaron en el minuto 7, con tarjeta roja directa, por una dura entrada a un rival. En el momento de abandonar el campo, el público le silbó y él respondió desafiante aplaudiéndoles.
El Barça le expedientó y Helenio Herrera le puso definitivamente la cruz por su indisciplina y falta de compromiso.
En el verano de 1981 se produjo su tercer y último regreso al Espanyol, propiciado por el traspaso del portero Urruti al Barça.
Su última etapa en el equipo de Sarrià empezó con una anécdota que ejemplifica el carácter más infantil que malévolo de Canito: el 7 de junio de 1981, en la final del Trofeo Ibérico disputado en El Vivero de Badajoz, entre el At. Madrid y el Espanyol (4-1 para los colchoneros), se sintió tan agraviado por su expulsión que, al final del partido, entró en el vestuario arbitral y puso a remojo toda la ropa de calle del árbitro Ausocua Sanz y de sus auxiliares.
Pero en el cuadro blanquiazul coincidió con otro entrenador que no aceptó sus desplantes, José María Maguregui, con el que nunca congenió y aceleró su marcha del club de su vida al final de temporada.
Entonces fichó por el Real Betis Balompié, donde jugó 2 temporadas en Primera división (1982-84). En Sevilla se casó en la catedral y dio muestras de su generosidad enfermiza: en un conocido restaurante, muchos fueron a comer con la cuenta a cargo de Canito; y una mañana pidió cambio de 5.000 pesetas en billetes de 100, que dio a cada niño que se le acercó a pedir un autógrafo.
Pero también fue capaz de pelearse con un jugador juvenil bético durante un partido de entrenamiento o con un aficionado que le recriminó alguna acción desde la grada.
Marchó del Betis, sin cumplir las 3 temporadas que tenía de contrato, porque no se sentía suficientemente querido y no entendía que el público valorase más a su compañero Mantilla que a él.
Le dejaron a deber 15 millones de pesetas. Al cabo de un año le avisaron del Betis que podía ir a cobrarlos. Se presentó en Sevilla y, al ver que solo le pagaban 14.300.000 pesetas, se enfadó y rompió el cheque en mil pedazos. El Canito de los excesos.
Su último equipo en España de Primera división fue el Real Zaragoza (1984-85), que le fichó a última hora como relevo de urgencia del defensa internacional Salva. No tenía ficha. Era el único jugador de la plantilla que solo cobraba un sueldo mensual de 110.000 pesetas. El club maño se curó en salud por sus antecedentes disciplinarios.
Su mala relación con el entrenador Enzo Ferrari, con el que casi llegó a las manos, precipitaron su marcha del club.
Una muesca más en su trayectoria de pésima sintonía con la mayoría de entrenadores que le dirigieron.
En total, Canito jugó un total de 179 partidos de liga en la Primera división española, repartidos entre 5 equipos: RCD Espanyol (1976-77, 1978-79 y 1981-82, 74 partidos), Cádiz CF (1977-78, 20 partidos), FC Barcelona (1979-81, 25 partidos), Real Betis Balompié (1982-84, 54 partidos) y Real Zaragoza (1984-85, 24 partidos).
Tras su paso por Zaragoza, Canito decidió abandonar el fútbol español, argumentando que presionaba demasiado a los jugadores profesionales, y emigró al fútbol portugués para jugar una temporada en el CF Os Belenenses (1985-86).
De regreso a España empezó su descenso a los infiernos. Con 30 años, su físico ya no respondía y pasó con más pena que gloria por los clubes que le promocionaron en sus inicios: lo intentó primero en el CF Lloret, de Tercera división, donde tenía una ficha de 800.000 pesetas, toda una fortuna para la categoría, pero no acabó la temporada 1986-87. El Real Murcia de Kubala intentó recuperarlo para el fútbol profesional, pero sin éxito. Y su último equipo fue el del barrio, la Gimnástica Iberiana (1987-88), donde ya era una sombra de lo que fue.
A partir de los 33 años, sin el timón del fútbol al que agarrarse, la vida de Canito discurrió por el alambre. El coqueteo inicial se convirtió definitivamente en dependencia de las drogas y del alcohol.
Abandonado por su mujer y sus supuestos amigos se quedó solo y completamente arruinado: invirtió en pisos y videoclubs que tuvo que malvender muy mal asesorado.
Quizás fuera más fantasía fanfarrona que realidad, pero en su momento presumió de haber tenido más de 200 millones de pesetas en el banco.
Extremadamente generoso con sus amigos, muchos le traicionaron cuando su vida tocó fondo y encontró muy pocos apoyos.
Recurrió a algunos excompañeros del fútbol para poder comer y pagarse una pensión y saciar sus vicios cada vez más destructores con un cuerpo otrora atlético.
Muchas noches las tuvo que pasar en algún banco de las calles de Barcelona, durmiendo entre cartones y periódicos para protegerse del frío y habiendo ingerido solo grandes cantidades de Coca Cola, como estimulante para sustituir la droga cuando no tenía dinero para comprarla.
En enero de 1996, cuatro años antes de morir, reconoció a la revista Interviu sus excesos. Bajo el desgarrador titular «Pido una oportunidad para poder sobrevivir» explicaba: «He tomado todo lo que se puede tomar (…) Desde los 33 a los 35 años me metía de todo en el cuerpo, hasta alucinógenos. Me daban seguridad en la vida, porque las palabras me salían solas y me ayudaba a que las mujeres me escucharan (…) No tengo muchas esperanzas en el futuro, me siento pesimista. Mi panorama es muy negro. Por la mañana me levanto temprano, busco trabajo y algo para comer y pagar la pensión».
El FC Barcelona atendió su petición de auxilio y, a través de su Agrupación de Exjugadores, le sufragó primero una pensión en la calle Escudellers de Barcelona y posteriormente, visto su grave problema de drogadicción, concertó su ingreso en centros de la asociación Egueiro en Valls y Santes Creus, pero sirvió de muy poco porque, a pesar de su deterioro físico, con gravísimos problemas de circulación en sus piernas, Canito continuaba siendo un díscolo indisciplinado imposible de controlar.
Pocos meses antes de morir se fue a vivir con su hermana Fina, en una casa de una urbanización de La Pobla de Montornès, a unos 20 kilómetros de Tarragona.
Las agrupaciones de exjugadores del FC Barcelona y del RCD Espanyol aportaban cada una 15.000 pesetas al mes, que ingresaban en la cuenta de su hermana, para ayudar en la manutención de su exfutbolista.
Canito falleció con 44 años el 25 de noviembre del año 2000. Murió entre los brazos de su hermana Fina. A las dos y media de la tarde empezó a encontrarse mal mientras estaba comiendo. Se levantó de la mesa y llamó a su hermana quejándose que le dolía la garganta. Fue el último gesto del rebelde que fue futbolista.
TITULO: Domingo
- 16 - Junio - LA SEXTA TV - Ambulancias, en el corazón de la
ciudad - ‘Abertzale’, el noveno apellido vasco ,.
El domingo - 16 - Junio , a las 21:30 por La Sexta, foto,.
‘Abertzale’, el noveno apellido vasco,.
La palabra, que significa “patriota” en euskera, se utiliza casi exclusivamente para definir a EH Bildu,.
La banda utilizó Festival de Cine de San Sebastián como plataforma para difundir sus objetivos, pero nunca lo atacó de forma directa,.
El 27 de septiembre de 1987, a las 15.30 horas, una potente explosión levantó de la siesta y de la sobremesa a los vecinos de San Sebastián y a los turistas y gentes del cine que seguían en la capital donostiarra para recoger el atrezo de la 35 edición del festival internacional. También estaba el actor Glenn Ford, que había prolongado su estancia tras recoger el segundo Premio Donostia. Aquello no eran efectos especiales. ETA había hecho explotar un coche bomba en el corazón del Zinemaldia, entre el palacio Victoria Eugenia y el María Cristina, donde la estrella de Hollywood se alojaba. El evento se había inaugurado diez días antes y la ciudad hacía un esfuerzo para sobreponerse al drama del terrorismo y apoyar el festival. Fernando Rey e Ingrid Thulin, en presencia de Bernardo Bertolucci, entregaron el galardón a Ford.
En homenaje al actor y a la glamurosa Rita Hayworth se proyectó 'Gilda'. Hacía cuatro meses que había fallecido la actriz, alcoholizada y víctima del azhéimer, así es que Ford no pudo evitar las lágrimas. En la habitación del hotel tenía una foto de Rita, su amor imposible, junto a la que todos los días colocaba una rosa que le servía una camarera. Vaquero, matón, mafioso, gángster, extorsionador, predicador, detective... Glenn Ford encajaba como un guante en aquella Euskadi de pistoleros y víctimas.
Como algunas de las películas que se proyectaron, con títulos muy significativos: 'El beso del asesino', 'Paseo por el amor y la muerte', 'Clandestinos', 'Vidas rebeldes' o 'Los intocables de Elliot Ness'. Aquella edición había transcurrido sin sobresaltos, a diferencia de otras ocasiones en las que el certamen había estado precedido de un tiroteo entre policías o etarras, o en las que familiares de los presos o jóvenes radicales habían interrumpido la gala para llamar la atención ante la Prensa internacional. El domingo, apenas 24 horas después de la clausura del Zinemaldia, un coche bomba explotó junto a dos escenarios emblemáticos del festival, ante el asombro y el pánico de decenas de turistas. Desde la otra orilla del Urumea, José Miguel Latasa Guetaria 'Fermín', miembro de un comando en el que destacaba José Antonio López Ruiz 'Kubati', accionó el mando a distancia de un vehículo cargado con 20 kilos de amonal y 50 de tornillería, que hizo saltar por los aires una furgoneta de la Policía Nacional.
Un policía asesinado
Glenn Ford, que había descubierto el ambiente de las tabernas y de las barras de pintxos, pretendía estirar su estancia en lo que suponía un paraíso. Su habitación en el María Cristina retumbó por la fuerte explosión. Aquello no era un decorado para una película de ficción, era la pura realidad de un país zarandeado por el totalitarismo de ETA. Si tuvo oportunidad de asomarse descubriría un paisaje propio de un escenario de guerra. Hasta 16 coches calcinados, mobiliario urbano agujereado, hierros esparcidos, baldosas arrancadas del pavimento... Y un furgón policial incrustado contra un autobús lleno de viajeros, turistas canadienses, como Ford, nacido en Quebec. Y lo peor: el cuerpo destrozado de un policía nacional en una furgoneta y otros agentes heridos o mutilados. La víctima mortal era Wenceslao Maya Vázquez, de 31 años y natural de Badajoz, que dejaba viuda y dos hijos.
ETA alfombraba con sangre las calles de Euskadi y la onda expansiva de sus acciones retumbaba también en el Zinemaldia, que respiraba cada vez que se echaba el telón. La amenaza de ETA siempre rondaba la cabeza de los directivos del festival, temerosos de que la organización terrorista actuara contra el evento y arruinara el trabajo de todo un año. Pero la banda nunca atacó el certamen de manera directa. Había una presión sutil. A ETA le interesaba el único acontecimiento cultural de esa envergadura que se celebraba en Euskadi con repercusión internacional, y que los periodistas acreditados hablaran de ellos en sus crónicas. Era un buen altavoz para difundir sus reivindicaciones de independencia y para que se hablara de sus presos. Ese papel estaba reservado para la izquierda abertzale, que aprovechaba para establecer contactos, y para los jóvenes radicales con 'ekintzas' muy puntuales. Era un evento que abría telediarios y su archivo es un vivero de historias, que arrancan ya en 1976. El 8 de septiembre de aquel año, en vísperas de la apertura del Zinemaldia, hubo una manifestación en Hondarribia en favor de la amnistía y contra la desaparición de 'Pertur' (exdirigente de ETA político militar), que se saldó con un sindicalista de CC OO muerto por disparos de la Guardia Civil.
Muchas organizaciones exigieron la cancelación del evento, pero se celebró. En la jornada inaugural, mientras se proyectaba la película 'El inocente' de Visconti, en el exterior del Victoria Eugenia tenía lugar una batalla campal entre manifestantes y policías. Esa noche, radicales arrojaron basura sobre la mesa que compartía el jurado. El contexto conflictivo de la época tenía su reflejo en el festival.
Lo mismo ocurrió en 1978 mientras se proyectaba la cinta danesa 'Skytten', traducida como 'El tirador: la violencia antinuclear', protagonizada por un terrorista. Euskadi era una olla a presión contra la central de Lemoiz y ETA ya había perpetrado dos atentados contra la planta. La dirección del festival intentaba aparentar normalidad y mantener el programa, cayera la que cayera. No podía impedir la actividad de la izquierda abertzale en el exterior. En 1979 llamó la atención los pasquines que llevaba en sus manos al entrar en el María Cristina el actor y director del cine francés Pierre Clementi (famoso por su participación en películas de Buñuel, Bertolucci, Pasolini o Visconti), con el anagrama de las Gestoras pro Amnistía. Siempre estaban en el comité de bienvenida. También intentaron reventar las galas de apertura y clausura exhibiendo pancartas, lanzando octavillas o profiriendo gritos.
Asalto al Victoria Eugenia
En 1985, año en que se recuperó el carácter competitivo, se produjeron fuertes disturbios tras el asesinato de cuatro miembros de ETA en el hotel Mombat de Baiona a manos de mercenarios de los GAL. El 27 de septiembre, en el marco de una huelga general convocada por la izquierda abertzale contra la 'guerra sucia', se levantaron barricadas en San Sebastián y hubo duros enfrentamientos entre manifestantes y policías. Medio centenar de radicales superó la línea de seguridad e irrumpió de manera violenta en el teatro Victoria Eugenia. Las actrices Jaqueline Bisset y Stefania Sandrelli se encontraban entonces por allí.
El 23 de septiembre de 1988, a muy poca distancia de donde se estaba celebrando el festival, se produjo un tiroteo entre agentes de paisano de la Policía y miembros de ETA. En el enfrentamiento murió el militante Mikel Kastresana, de 30 años, que se encontraba en la ciudad con la misión de reconstruir el 'comando Donosti'. En la sección Zabaltegi se proyectaban las películas 'Demasiado viejo para morir joven' y 'No matarás'. Román Polanski era una de las figuras de aquella edición, al igual que Vittorio Gasman, que recogió el Premio Donostia. En 1993 fue Robert Mitchum quien recibió ese galardón. El actor se empeñó en cenar en la Parte Vieja, donde radicales abertzales lanzaban el mobiliario en una protesta. Protagonista de numerosos 'western' en los que volaban las sillas, el tipo duro de rostro granítico ni se inmutó. De película.
Paco, la víctima de Josu Ternera que sobrevivió a 12 balazos
'12 balazos en el alma' (Círculo rojo) es el libro de memorias que ha escrito Francisco Ruiz Sánchez para recoger una vida llena de sobresaltos. Paco, como le conocía todo el mundo, colgó la caja de herramientas de fontanero para convertirse en policía municipal en la localidad vizcaína de Galdakao y por ese oficio acabó ametrallado por un comando de ETA en el que participaba Josu Ternera. El agente acompañaba al entonces alcalde de ese municipio, Víctor Legorburu, cuando ambos fueron emboscados por cuatro pistoleros en un fuego cruzado que dejó el asfalto alfombrado de casquillos. «Las balas rebotaban y soltaban chispas como si se hubieran desprendido los cables del tendido eléctrico. Todos nos tiramos al suelo», recuerda un testigo. El regidor fue rematado en la acera, mientras el policía recibía una nueva ráfaga de metralleta cuando se parapetaba entre dos coches. Era una fría mañana de febrero de 1976.
El atentado se produjo a muy pocos pasos del domicilio del agente, donde a esa hora –las 8.10–, su mujer Marisa daba de desayunar a sus cuatro hijos de 7, 6 y 2 años, y la benjamina de 9 meses. Precisamente, a cuenta del bebé, este periódico les había hecho un reportaje porque Paco había encontrado un ratón en el bote de leche en polvo cuando lo abrió para prepararle el biberón. La noticia tuvo una gran repercusión a nivel nacional. Tiempo después, la familia volvía a las primeras páginas de la prensa por ETA.
Paco sobrevivió al tiroteo, aunque pasó por múltiples operaciones y una larga y dura rehabilitación. A su tragedia, se sumaba que apenas dos años antes su padre, Pascual, había muerto abrasado en una trágica explosión en la fábrica Unión Española de Explosivos (luego Río Tinto), conocida como 'La Dinamita', el mismo nombre del barrio obrero en el que se había criado con numerosas familias de inmigrantes. El era de La Mancha.
Y lo peor vino luego. Comprobó el rechazo social cuando su mujer Marisa le paseaba en silla de ruedas por el pueblo. El motivo: él era policía y el alcalde un carlista que se sentía vasco y español. Asfixiados por aquel ambiente hostil, la familia regresó a su Valdepeñas natal. Allí se vieron obligados a pedir ayuda a Cáritas hasta conseguir abrir un estanco que les permitió prosperar hasta que la vida le volvió a poner a prueba. Le diagnosticaron una enfermedad cardíaca crónica de muy difícil tratamiento y en esta batalla anda.
Ahora vuelve a salir a la luz pública en el documental de Jordi Évole estrenado el viernes en San Sebastián, donde comparte cámara con el hombre que quiso quitarle la vida. Su verdugo tampoco le pide perdón 47 años después.