TITULO: BOLIGRAFO Y LIBRETA - EL BINGO - Maestros de la Costura - La rutina definitiva de cuidado facial que necesitas cada día para una piel radiante ,. Miercoles - 9 , 16 - Octubre ,.
BOLIGRAFO Y LIBRETA - EL BINGO - Maestros de la Costura - La rutina definitiva de cuidado facial que necesitas cada día para una piel radiante , . Miercoles - 9 , 16 - Octubre , fotos,.
La rutina definitiva de cuidado facial que necesitas cada día para una piel radiante,.
Haz que tu rostro luzca radiante y jugoso esta temporada,.
El cuidado facial es imprescindible en otoño e invierno,.
Cuando llega el otoño y los meses más gélidos del año, debemos cambiar nuestra rutina de cuidado facial hacia una rutina mucho más hidratante, ya que, con el frío y el viento, nuestra piel se reseca mucho más. Por ello, es necesario que introduzcamos en nuestro neceser una buena crema hidratante acorde a nuestro tipo de piel -seca, mixta o grasa- y aplicarla tanto de día como de noche, haciendo hincapié en aquellas zonas más resecas, como por ejemplo las mejillas y la zona de la ojera. Sin embargo, no es el único paso en nuestra rutina de cuidado facial, pues el sérum es muy importante. Es esencial que lo apliquemos a pequeños toquecitos y, seguidamente, masajea de abajo hacia arriba, es decir, desde la barbilla hacia la frente, muy suavemente con los dedos para ayudar a estilizar la piel y evitararrugas prematuras. Aunque es vital que tengamos los productos esenciales para cuidar nuestra piel en el día a día, nunca está de más que expertas en belleza y cuidado facial nos aconsejen y nos den sus trucos a la hora de conseguir una piel jugosa, hidratante y sana. Rachel Keys, experta en el campo del cuidado dermatológico, nos revela sus secretos para que nuestra piel del rostro luzca radiante y saludable obteniendo unos resultados sorprendentes.
Rachel Keys hace mucho hincapié en la importancia de ser constante en la rutina diaria de cuidado facial, tanto de noche como de día, como pilar fundamental para que nuestra piel esté luminosa y luzca juvenil. Para ella "la clave está en la consistencia y en elegir productos adecuados para tu tipo de piel", afirma la experta en belleza y cuidado dermatológico.
Además, ella añade que su rutina se basa en cuatro pasos simples pero muy efectivos, que son: "limpieza, exfoliación, hidratación y protección solar. La limpieza es esencial para eliminar impurezas y preparar la piel para absorber los productos posteriores". Por ello, para empezar nuestra rutina de cuidado facial tanto de mañana como de día, lo esencial es tener un limpiador suave que no contenga fragancias y que se adapte a las necesidades específicas de cada uno. Seguidamente, la exfoliación de manera regular es vital, pues, según Rachel Keys"ayuda a eliminar las células muertas de la piel y a estimular la renovación celular", comenta la experta. Además, añade "los exfoliantes deben ser suaves, especialmente aquellos que contienen ingredientes naturales como ácido glicólico o enzimas de frutas". La hidratación es un paso que para Rachel Keys es fundamental, pues "es importante mantener la piel hidratada para prevenir la sequedad y mantener su elasticidad. Para ello, escoge una crema hidratante acorde a tu tipo de piel y contenga ingredientes como ácido hialurónico o ceramidas", comenta. Por último, pero no menos importante, la protección social diaria es esencial "los daños causados por los rayos UV son una de las principales causas del envejecimiento prematuro de la piel", advierte. Ella recomienda el uso de un protector solar de amplio espectro con un SPF adecuado para proteger la piel de los rayos UVA y UVB. Estos son algunos de los productos que Rachel Keys, experta en el campo del cuidado dermatológico recomienda.
Al seguir esta rutina de cuidado facial, Rachel Keys asegura que se pueden lograr resultados notables en la apariencia y la textura de la piel. "La constancia y la elección de productos adecuados son clave. Una piel radiante está al alcance de todos", concluye Keys.
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El Juego Rana - El Juego Oca - RADIO ANTIGUA - Vendré a las ocho,.
El
Juego Rana - El Juego Oca - RADIO ANTIGUA - Vendré a las ocho ,
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Vendré a las ocho,.
Desde la cama, el silencio de la casa le resulta extraño, poco acogedor, y apoya los pies descalzos en el suelo sin saber muy bien qué hora es. Se mueve despacio, nota la cabeza embotada después de una siesta profunda. El parquet no está frío, y aun así busca las zapatillas antes de levantarse. Lo hace en dos tiempos, su espalda necesita unos segundos para estirarse del todo; luego camina lentamente hacia la puerta. Cuando sale al pasillo se queda quieto, desconcertado ante una distribución del espacio que no termina de encajarle. Puertas equivocadas a lo largo de un pasillo demasiado largo, demasiado vacío. Puertas blancas que cubren agujeros negros.
El piso nuevo, joder, murmura entre dientes, y, ahora sí, avanza con más presteza hacia la cocina. Tiene la garganta seca y se sirve un vaso de agua que consigue aclararle las ideas. Enciende la luz; el fluorescente parpadea antes de iluminar a regañadientes el reloj de pared, que marca las ocho y veinte, y se pregunta asombrado cómo puede haber dormido tanto. De repente, la quietud que lo rodea vuelve a pesarle, ahora acompañada por los remordimientos. Salud debe de estar a punto de llegar de la tienda, enfadada, y con razón. En diciembre hay mucho trabajo en la papelería y ella sola no puede con todo, menos aún desde que empezaron a vender también juguetes. Mientras tanto él se ha pasado la tarde durmiendo como un bendito, soñando con Dios sabe qué. Luego, por la noche, le darán las tantas sin poder conciliar el sueño. No es la primera vez que le sucede: caer rendido a media tarde, convertir el día en noche y la noche en vigilia, despierto como un búho hasta la madrugada. Se han acabado las siestas, se reprende con severidad, y un acceso de tos seca y fuerte rubrica su enojo. Es entonces, en plena bronca consigo mismo, mientras intenta sofocar la aridez de su garganta con un segundo vaso de agua, cuando piensa en los chicos.
La niña estará con Salud en la tienda, seguro, es un cielo de bebé y sólo llora cuando tiene hambre, pero Joaquín debería haber llegado. Ahora mismo tendría que estar mirando la tele o haciendo los deberes, aunque esto último pertenece más al reino de los deseos que al de las imágenes comunes. Es más: él le dijo a su hijo expresamente que, durante todo este curso, quería verlo en casa a las siete de la tarde. Nada de deambular por ahí como el año pasado, hasta la hora de la cena; nada de suspender una y otra vez hasta volver a repetir. ¿Qué coño le pasa a ese crío?, piensa, aunque la respuesta le viene de manera automática, sin asomo de duda. Su madre. La culpa, mal que le pese, es de Salud. Se ha pasado los años malcriándolo, excusándole todo, desautorizando a sus maestros y, sí, también a él, a su propio padre, en las contadas ocasiones en que intentó poner orden. Ahora se da cuenta, claro, cuando el cántaro ya se ha resquebrajado y recomponerlo no es tarea fácil, y es inútil echarle en cara las discusiones que mantuvieron al respecto. Inútil y contraproducente. Agua pasada no mueve molino, y si por fin ambos están de acuerdo en que hay que atar corto al chico, mejor es dejarlo así. Y, sobre todo, actuar en consecuencia.
Tarda unos segundos en ponerse una chaqueta y salir, decidido a sacar al niño de donde esté y arrastrarlo hasta casa, a empujones si hace falta. Si está con sus amigos y eso lo avergüenza, peor para él. Se lo dejó muy clarito cuando el curso empezó: este año las cosas se harán a mi manera. ¡Y vaya si piensa cumplirlo!
La calle lo recibe con un viento desapacible, frío incluso para diciembre, que agita las luces brillantes que anuncian la Navidad, y se mete las manos en los bolsillos de la chaqueta en un gesto instintivo. Suelta una imprecación, que a Salud no le gustaría oír, al percatarse de que ha olvidado coger las llaves. Las putas prisas. Y el puto despiste también. Acelera el paso hacia la plaza, uno de los lugares donde los chavales se reúnen por las tardes, cuando anochece. Los ha visto al salir de la papelería: corros de chicos, y también chicas, encadenando un cigarrillo con otro, apoyados en los bancos como bandadas de palomas vagabundas que buscan los rincones oscuros del parque. Joaquín acaba de cumplir catorce años, y pobre de él si lo pilla con un cigarrillo en la boca. De una guantada se lo tiro al suelo, lo juro por la Virgen, y ya puede venir Salud a decirme que no son modos, que a golpes no se enseña ni a las bestias, que así el niño te va a pillar ojeriza y luego no te contará nada, y otras monsergas por el estilo.
Rodea la plaza por dentro, fijándose en los bancos que hoy, sorprendentemente, se encuentran vacíos. Le extraña ver a una chica negra, mulata más bien, y se aleja rápidamente de ella al oírla hablar sola, a gritos. Negra y loca, joder. Ya lo dice Salud: el barrio se está poniendo imposible. Antes, al menos, conocías a todo el mundo, para bien o para mal. Ahora… ahora de hecho no sólo no se ha cruzado con ningún conocido, sino que de repente no consigue saber dónde diantres está. Venía de la derecha y ha recorrido tres cuartas partes de la circunferencia de la plaza, pero lo que tiene delante no es lo que debería haber. Busca con la mirada y suspira, tranquilo. Los bloques verdes están a su izquierda, ahí vivían antes y por ahí sigue rondando Joaquín con sus amigos de vez en cuando. Aprieta el paso y cruza la calle, empujado por un viento que no es sólo climático. Oye un frenazo y un grito, ¡Abuelo, a ver si miramos, coño!, pero prosigue sin prestar atención. Ni a ese coche ni a la gente que lo observa y se aparta ligeramente; ni a una joven rubia que, al contrario de los demás, se le acerca para preguntarle algo que no se molesta en escuchar.
Porque ahora ya no es el enfado lo que dirige su camino ni las ganas de dar una lección a un hijo díscolo. Ahora empieza a sentir un nudo en el estómago que casi lo dobla, como si las tripas se le enredaran. A medida que se acerca a los cuatro edificios de color verde, situados uno frente a otro, en diagonal, nota que los ojos se le humedecen sin saber por qué. Y el aullido del viento, que se cuela como una serpiente entre los bloques, se mezcla con otro que parece salir de sus entrañas, llevándose consigo todas sus fuerzas.
Las rodillas le flaquean y no tiene más remedio que dejarse caer al suelo. ¿Por qué, Joaquín, por qué? ¿Por qué no me has hecho caso?, cree que grita pero en realidad susurra, mirando hacia una de las ventanas del tercer edificio, aturdido, arrepentido de algo que no recuerda, quizá de algo que debería haber hecho y que olvidó; quizá de algo que dijo y de lo que ya no puede desdecirse, aunque no sepa muy bien de qué se trata. Porque lo cierto es que nada sabe ahora mismo, sólo siente, siente un dolor espeso que le sube desde el estómago hasta el pecho y le corta la respiración. A pesar del viento frío necesita despojarse de la chaqueta; erguir la cabeza, abrir la boca para llenar sus pulmones de aire, deshacer el grito que se le ha quedado estancado en la garganta. Como una pena sólida y negra.
Levántese, levántese, oye que le dicen. Y alguien, la chica con la que se ha cruzado unos minutos antes, vuelve a ponerle la chaqueta sobre los hombros. Con suavidad, haciendo gala de la misma gentileza con la que podría haber arropado a un bebé. Él no opone resistencia ante esos ojos azules, desconocidos, que lo miran. La joven se ha arrodillado frente a él y le susurra algo: He avisado a Iago, tranquilo, no tardará en llegar. No, no, es a Joaquín. Busco a Joaquín. A mi hijo. No ha vuelto a casa, ¿sabes? Quizá lo conoces, tiene… tiene tu edad más o menos. Ella mueve la cabeza y saca algo del bolsillo. Teclea rápidamente, como si tuviera delante una máquina de escribir diminuta. Iago ya viene, repite, y él supone que eso debería ser una buena noticia, y de hecho así se lo parece, aunque no tenga muy claro por qué.
—¡Abuelo!
Oye unos pasos a la carrera y de repente se da cuenta de que hay más gente. No sólo la joven rubia sino un par de señoras más, de edad avanzada, y un chico cuyo rostro, ese sí, le resulta definitivamente familiar. ¡Joaquín!, dice con un hilo de voz, aunque enseguida es consciente de que no se trata de su hijo. Los ojos castaños y el pelo más largo, casi rozándole los hombros… A pesar de eso, siente que es con él con quien debe ir. Se deja levantar, oye que ese joven, Iago lo llaman, da las gracias a la chica rubia y tranquiliza a las dos mujeres. Él lo sigue, obediente, pensando que la historia parece haber terminado al revés: no es el adulto quien acompaña al joven a casa, reconviniéndole su conducta, sino al contrario. Aunque ese joven no sea quien debería ser y lleve un monopatín bajo el brazo.
—¿Adónde ibas? —le pregunta el chico—. ¿A pasear en pijama y zapatillas con este frío? A mamá le va a dar un ataque cuando se entere.
—¿Quién es mamá?
—Mamá. Mi madre. Tu hija Miriam.
Él se detiene un momento. Las palabras de ese joven chocan contra sus pensamientos. A la cabeza le viene una imagen: olas que golpean las rocas, azotándolas sin compasión con fuerza insistente pero inútil, olas que no consiguen deshacer el muro de piedra.
—¿Y Salud? ¿Dónde está Salud?
El chico, Iago, le echa un brazo sobre los hombros.
—¿Ya empezamos? La abuela Salud murió. Hace ya años. Yo apenas la recuerdo.
Otra ola. Otro golpe. Pero la piedra no cede; al revés, resiste, terca, incapaz de permitir ni la más leve grieta.
—¿Murió?
—Sí. Ahora no te acuerdas, ya lo sé. En cuanto volvamos a casa y te calmes lo irás viendo todo más claro. Siempre es así.
A pesar de su juventud hay algo en el tono del chico que lo convence, aunque no termina de saber quién es hasta que el espejo del ascensor le devuelve la imagen de ambos. Él, con cara de viejo loco, de loco viejo avergonzado al verse en pijama, el vello blanco del pecho asomando, lacio y delator. Su nieto, claro, ¿quién va a ser si no?, a su lado. Tiene la mirada triste este chico, o quizá sólo reflexiva; en cualquier caso, Iago siempre fue un niño serio y ahora es un adolescente introvertido, callado pero amable.
—¿Cuántos años tienes? —le pregunta.
—Quince, abuelo. Ya mismo voy a pedirte la moto, así que ve ahorrando.
Él sonríe. Eso lo recuerda: le prometió a su nieto una moto en cuanto cumpliera los dieciséis, y espera tener suficiente memoria para cuando llegue el momento.
El ascensor se detiene y Iago abre la puerta del piso. Él se para en el umbral, le da apuro lo que va a decir y prefiere hacerlo antes de que su nieto encienda la luz.
—No se lo cuentes a tu madre —le pide—. Por favor.
Iago no responde, tal vez también él sienta algo de embarazo ante ese cambio de papeles, ante el adulto convertido en niño travieso que implora complicidad.
—Vale —dice por fin—. Pero no vuelvas a escaparte, abuelo. En serio. Si quieres salir, espera a que estemos en casa mamá o yo, ¿okey?
Han entrado los dos en el piso, que ahora él reconoce perfectamente. Ahí vive desde hace unos meses, con su hija y su nieto, desde que Miriam se empeñó en que no podía seguir solo, aunque ella se pasa el día trabajando, en la peluquería, y en el fondo la soledad únicamente ha menguado un poco.
—Sí, sí. No volveré a marcharme así, de noche. Te lo prometo.
—¿Adónde ibas? —pregunta Iago mientras apoya el monopatín en la pared.
Se dirigen hacia el comedor, él dos pasos por detrás de su nieto.
—Fui… —Toma aire antes de terminar la frase—. Fui a dar una vuelta —miente.
Es una mentira deliberada y consciente que no le hace sentir bien, pero que no puede evitar. Porque ahora sí que lo sabe todo —quién es, dónde está, por qué está ahí—, y los acontecimientos de la hora anterior se le antojan los de un anciano enloquecido que no tiene nada que ver con él. Sólo un demente habría salido en busca de un hijo que murió hace más de treinta años. Sólo un demente habría repetido los actos de esa noche: la maldita noche del 15 de diciembre en que recorrió el barrio entero, una y otra vez, buscando a su Joaquín. Primero enfadado, enojado ante un chico que se le escapaba y al que no parecía poder controlar; luego, ya más tarde, con el corazón en un puño porque nadie, ni los otros muchachos ni las vecinas, cotorras odiosas siempre atentas a todo, sabían darle razón del chaval. A ratos, para reducir la congoja, alimentaba la furia, ya que esta parecía una emoción más positiva, más alentadora, que la desesperación que amenazaba con vencerlo.
TITULO: EL
JUEGO LA PERA - EL JUEGO RELOJ - Universo Valdano - Liga
Fútbol - El Sevilla reina en el último derbi de Jesús Navas ,
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JUEGO LA PERA - EL JUEGO RELOJ - Universo Valdano - Liga Fútbol
- El Sevilla reina en el último derbi de Jesús Navas ,
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Liga Fútbol - El Sevilla reina en el último derbi de Jesús Navas ,.
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Liga Fútbol - El Sevilla reina en el último derbi de Jesús Navas ,.
Los de García Pimienta derrotan a los verdiblancos con un gol de penalti de Lukebakio y despiden por todo lo alto Navas, que ha jugado su último derbi de la ciudad,.
El derbi de Sevilla terminó como casi siempre desde hace mucho tiempo: en un cuento de hadas para los de Nervión, que se las apañan para derrotar a su vecino sin importar el momento que vivan los dos equipos, y pesadilla para el Betis, que otra vez se hizo pequeño cuando tenía enfrente a su máximo enemigo y casi ni supo inquietar a Nyland en la segunda mitad. El Sevilla reinó en el último derbi de Jesús Navas, que se convirtió en el futbolista con más presencias en gran partido sevillano por delante de Joaquín, y con Lukebakio como MVP del partido y autor del único gol, que llegó de penalti. El belga y Ejuke complicaron a un Betis que propuso poco y que no tuvo ni temperamento ni ideas. Había dado Pellegrini descanso a muchos de sus jugadores clave en Varsovia el jueves anterior, pero eso no sirvió para que los verdiblancos aparecieran dominantes en el Sánchez-Pizjuán. Fue el Sevilla el que mandó la mayor parte del tiempo, con mucho nervio y poniendo velocidad y empuje para compensar la falta de fútbol,.
No es un equipo exquisito el de García Pimienta, pero sí que está convencido de sus fortalezas y las explotó. Los dos extremos sevillistas encararon siempre que pudieron sin complejos, valientes, mientras que en el otro área, ni Lo Celso pudo hacer que la grada de Nervión pasase algo de miedo cuando estaba por delante en el marcador.
El partido se decidió desde el punto de penalti, después de una mano de Llorente, que saltó con los brazos abiertos y cortó, seguramente sin querer, porque estaba de espaldas, un toque de cabeza de Agoumé. Lo vio el árbitro, Martínez Munuera, y sus compañeros del VAR le confirmaron el penalti. Lukebakio no perdonó desde el punto de penalti, como sí que hizo después, cuando el partido entraba en la recta final, y por dos veces dejó al Betis con vida. Primero con un remate tras un recorte y un pase de Ejuke que quiso poner cerca del palo y lo mandó fuera. Y después, en un balón a la espalda de la defensa con todo el espacio del mundo por delante. Remató de primeras y por bajo a portería vacía, pero apareció Rui Silva recuperando la posición para evitar el 2-0.
Dio igual que perdonara el Sevilla, porque el Betis ya estaba descompuesto, con Natan llorando desconsolado porque estaba lesionado y no podía ni andar, y los que habían entrado desde el banquillo: Ruibal, Bakambu y Chimy, incapaces de mejorar lo de los titulares. Un par de balones descolgó Nyland en los siete minutos de añadido mientras la fiesta se desataba en Nervión con Navas como protagonista. Acabó a hombros junto al gol Norte el capitán, también con alguna lágrima en el ojo, pero de alegría porque era su último derbi y se marchaba con victoria.
"Es un orgullo vestir esta camiseta y hacer disfrutar a esta gente. Cada vez me queda menos, es complicado porque amo el fútbol y correr en este campo con mi gente. Hasta el último día quiero disfrutar. Me acuerdo de mi familia, de mis niños y de esta afición, que me quiere mucho. Me han enseñado a darlo todo en cada entrenamiento, en cada partido, que los que vienen de abajo vean lo que es el Sevilla. Hasta el último día lo voy a dar todo", decía Navas en Movistar, feliz en su último gran derbi.
Ficha técnica - Resultado Final ,.
1 - Sevilla: Nyland; Carmona, Badé, Nianzou, Pedrosa (Kike Salas, 79); Agoumé (Sambi Lokonga, 72), Gudelj; Lukébakio, Peque (Suso, 79), Ejuke (Marcao, 91); Isaac Romero (Jesús Navas, 72).
0 - Betis: Rui Silva; Bellerín, Diego Llorente, Natan, Ricardo Rodríguez (Perraud, 86); Marc Roca (Aitor Ruibal, 64), Johnny Cardoso; Fornals, Lo Celso, Abde (Chimy Ávila, 79); y Vitor Roque (Bakambu, 64).
Gol: 1-0, M.50: Lukebakio, de penalti.
Árbitro: Martínez Munuera (Comité Valenciano). Expulsó por dos tarjetas amarillas al sevillista Nianzou (89'). Amonestó a los visitantes Ez Abde, Natan y Chimy Ávila, y a los locales Gudelj, Nyland, Carmona y Agoumé (en el banquillo).
Incidencias: Partido de la novena jornada de LaLiga EA Sports disputado en el estadio Ramón Sánchez-Pizjuán, que se llenó con 42.571 espectadores, entre ellos cerca de seiscientos seguidores del Betis ubicados en la zona para la afición visitante.
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El país de Bildu y PNV presionan a Junts para salvar la legislatura ,.
El Martes - 15 - Octubre 22:00 por la Sexta,foto,.
El ambiente es pesimista y los socios ya no garantizan la continuidad de Sánchez: «Va a ser agónico», vaticinan,.
El Gobierno se niega a dar por perdido al bloque de investidura para evitar dar alas a la derecha y reconocer que no cuenta con el respaldo del Congreso. Sin embargo, sus socios ahora –más que nunca– se abonan al pesimismo.
Tanto el Gobierno de coalición como el bloque de investidura siempre ha tenido presente que las elecciones del 23J derivaron en un hemiciclo muy complejo donde el diálogo y el acuerdo debían ser las máximas ante una composición plural y, sobre todo, ante una mayoría de derechas que, a su vez, dieron los votos a Pedro Sánchez –PNV y Junts–. Con estos mimbres, el Ejecutivo buscó amasar una mayoría progresista que esta legislatura se ha demostrado muy débil. Hasta 35 derrotas parlamentarias ha sufrido Pedro Sánchez en este primer año y este jueves, con la senda de déficit, se espera otra nueva, salvo sorpresa.
El Ejecutivo traslada mensajes de serenidad ante la ajustada aritmética parlamentaria que la pasada semana volvió a pegar un revolcón al Gobierno. Junts propició una nueva derrota al tumbar una proposición de ley de Sumar que pretendía regular los alquileres de temporada. El ambiente, en los últimos meses, se ha vuelto irrespirable en el Congreso y ello hace que cada vez sean más las voces de los aliados que se desahogan al asegurar que la situación es «insostenible» a la hora de tratar de sacar adelante la legislatura. «Sabíamos que era complicado, más que en la anterior, pero no que íbamos a trabajar con un partido a la contra cuando se trata de iniciativas para mejorar la vida de la gente», lamenta una fuente en el Congreso, muy enfadada con el voto en contra de Junts, un movimiento que encuadra en un intento de hacer valer sus siete votos, es decir, de demostrar a Pedro Sánchez que son quienes «tienen la sartén por el mango».
La sensación que recorre el hemiciclo es de hastío, según puede comprobarse al hablar con varios diputados del bloque de investidura, quienes ya prefieren no quemarse, es decir, no defender a capa y espada la durabilidad de la legislatura. «El camino va a ser agónico para el Gobierno», vaticinan desde Podemos, donde echan la culpa a Sánchez. «Es incapaz de articular una mayoría democrática y plurinacional», censuran.
En el bando menos pesimista se encuentran PNV y Bildu, que buscan trabajar para que la legislatura dure porque si bien dudan del poder de convicción en estos momentos del Gobierno respecto a Junts, no ven otra mayoría alternativa a la de Sánchez. Así se explican en el PNV, donde tienden la mano para seguir trabajando. El objetivo de los aliados más leales es el de presionar a Junts y atarle al bloque progresista, para que no deje caer al Gobierno. El propio lendakari, Imanol Pradales, hizo un llamamiento esta semana para «intentar favorecer» que el Ejecutivo tenga «estabilidad». Su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, también mostró su apoyo al Gobierno, mientras que desde Bildu piden «voluntad» a los aliados para seguir adelante. «Sabiendo que está complicado, todos debemos tener voluntad de que la legislatura siga adelante: esa es nuestra responsabilidad y lo intentaremos», dijo Mertxe Aizpirua.