TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO -
¡ BUENOS DIAS, JAVI Y MAR CADENA 100 ! ¿ DE VERDAD FUNCIONA EL OPEN SPACE ?,.
¡ BUENOS DIAS, JAVI Y MAR ! CADENA 100 ,.
Lo mejor del programa ¡Buenos días, Javi y Mar! que se emite cada mañana en CADENA 100 de 06:00 a 11:00 y que presentan Javi Nieves y Mar Amate.,etc.
EN PRIMER PLANO - A FONDO -
¿ DE VERDAD FUNCIONA EL OPEN SPACE ?,.
¿De verdad funciona el 'open space'?, fotos.
Sin despachos, sin papeles y sin horarios. Las oficinas abiertas llegan directamente de Silicon Valley
a nuestro país. En ellas trabajan entusiastas jovénes ‘millennials´con
‘jefes de toda la vida’. Bienvenidos al mundo ‘posdespacho’,.
¿Se imagina a su jefe sentado en un balón de pilates bebiéndose un batido
detox
que él mismo se acaba de preparar en la cocina de la ‘ofi’ mientras
usted le presenta un informe? ¿No? Pues en compañías como Google,
dirigidas por descamisados (y descorbatados)
millennials, esta escena es rutinaria.
O viceversa, es usted el que manda. Y un empleado llega media hora
tarde. Usted le pide explicaciones y, lejos de excusarse, lo mira con
infinita conmiseración, como si usted no entendiera de qué va esto. En
tal caso, usted convive con empleados
millennials que, por
edad, podrían ser sus hijos y cuya máxima ambición profesional no es
ocupar su sillón, como fue toda la vida, sino que el trabajo no los
distraiga de vivir.
Sea como fuere, en las grandes empresas se está produciendo un choque generacional.
Directivos de la vieja guardia se encuentran al frente de subordinados
en los cuadros intermedios que son, por trayectoria y convicción, unos
insubordinados. O al revés, alguien que acaba de cumplir los treinta
manda sobre empleados de quintas anteriores que hacen las cosas ‘como
siempre se han hecho’. Ambos escenarios plantean desafíos en la gestión.
¿
Están preparadas las empresas para sacarle partido a estas plantillas intergeneracionales?
El nuevo espacio intergeneracional
Los años van pesando… La edad media de los que se sientan en los
consejos de administración de las empresas del Ibex es de 61 años, según
la compañía de cazatalentos Heidrick and Struggles. Si por estos lares
es raro ver a cuarentones en la cúpula, como sucede en Estados Unidos,
ver a treintañeros como Mark Zuckerberg (Facebook) resulta insólito.
Pero las matemáticas son tozudas. En 2020, los
millennials supondrán la mitad del personal laboral del planeta.
La oficina abierta se inventa en Alemania como reacción al orden y mando de los nazis
No solo es una cuestión de edad o de estilo -a ellos no se les forma
un nudo en la garganta si no llevan una corbata que anudar-, también lo
es de filosofía. Los millennials tienen otra cultura empresarial. Según
una encuesta de la Universidad de Harvard, quieren ser jefes no por la
‘pasta’, sino por la oportunidad de influir en las decisiones de su
empresa, de marcar la diferencia. Y la plasmación más rompedora de esa
nueva cultura es el
open space.
Escritorios calientes
El concepto open tiene dos vertientes.
Una
es arquitectónica y afecta a la noción misma de oficina, al territorio
laboral. Es el open plan. Los espacios diáfanos, minimalistas, sin
despachos… La otra se refiere a la gestión; a la manera de
plantear las reuniones, de exponer las ideas sin resultar un tostón. Se
llama ‘desconferencia’. Ambas están imbricadas. Y asociadas a un nuevo
ecosistema en el que las jerarquías implosionan y las relaciones son
horizontales, de igual a igual. Ya no se sabe muy bien de dónde emana la
autoridad, pero sí que los galones se ganan liderando un proyecto. Algo
que no se consigue echándole horas, sino aprovechándolas.
El concepto open space se ha puesto de moda porque Silicon Valley lo ha adoptado y el resto del mundo empresarial se esfuerza en metabolizarlo. Pero no es nuevo.
La oficina abierta se inventa en Alemania después de la Segunda Guerra
Mundial, como reacción al ‘ordeno y mando’ vertical impuesto por los
nazis. Y en los años sesenta la idea la retoma Frank Duffy, un
arquitecto británico. «Había muchas plantas, alguna alfombra y una
disposición orgánica de las mesas», recordaba en una entrevista de la
BBC. ¿Un pelín precario? Puede… Pero Norman Foster no hubiera podido
visualizar la nueva supersede de Apple que se inaugura el mes que viene
-con un estanque, tres kilómetros de caminos para pasear y 9000 árboles-
si aquellos alemanes no hubieran puesto unas macetas.
Los detractores señalan como inconveniente la falta de privacidad y las distracciones constantes
Hasta entonces, las oficinas se organizaban como un aula de colegio,
con hileras de escritorios para los subalternos. Y un despacho para el
jefe en un rincón, que si además tenía ventana y secretaria ya era la
monda. Los pioneros del
open space copian una idea de la
Marina, la de la ‘cama caliente’ -en los submarinos había más
tripulantes que literas, así que el que salía de guardia dormía en el
catre que acababa de abandonar el que entraba-. En este caso, es el
‘escritorio caliente’. No hay puestos fijos. Los empleados ocupan el
primero que ven libre.
Territorio común: la oficina se convierte en una espacio diáfano, con la idea de falicitar la comunicacion y el flujo de ideas
Este tipo de oficina fomenta el debate y el espíritu de equipo,
ahorra gastos y se acomoda bien a los horarios flexibles, argumentan sus
partidarios. Se facilitan las microrreuniones espontáneas entre
personal de diversos departamentos, lo que incentiva las soluciones
imaginativas.
Adiós a la confidencialidad
Pero los detractores señalan los inconvenientes. Las distracciones
constantes, la falta de privacidad para reuniones con clientes… Y, sobre
todo, el barullo, que frena la productividad.
En el otro extremo tampoco es fácil. Cuando los ordenadores convirtieron la oficina en una especie de
scriptorium
medieval, con absortos empleados tan atentos a sus pantallas como los
monjes a sus códices, el problema pasó a ser el silencio.
Un silencio que impide, por ejemplo, conversaciones telefónicas con un mínimo de confidencialidad.
Y todavía hay otra pega. En una charla de las célebres conferencias
TED, la escritora y abogada Susan Cain señala que «las oficinas abiertas
están diseñadas para personas extrovertidas que necesitan muchos
estímulos». Los introvertido y precisan de otro tipo de ambiente para
que aflore su talento. Los suecos hicieron un estudio y llegaron a la
conclusión de que la gente que trabaja en un despacho está más contenta.
Nórdicos y centroeuropeos tienen derecho por ley a un espacio de
oficina con luz solar y cierta privacidad, que en el caso de Alemania
está tabulada: 28 metros cuadrados de media. Pero en los países
anglosajones el open space es cada vez más la norma.
Y la
alternativa es deprimente: los cubículos, una solución ‘yanqui’ a base
de biombos que resulta barata, pero que crea un ambiente tristón.
Lo ultimísimo son las soluciones híbridas, como ha hecho la firma de
servicios financieros Ernst & Young, que está completando la mudanza
de 2500 profesionales a su nueva sede en la Torre Azca de Madrid.
Entornos colaborativos y multidisciplinares,sin despachos y sin papel…
Los trabajadores pueden trabajar en cualquier planta del edificio,
porque la tecnología lo permite. Pero también disponen de ‘murallas
chinas’, salas insonorizadas en todas las plantas para mantener
reuniones confidenciales.
Directivos sin despacho
La otra ‘pata’ del open space es la organización. Empezando por la
‘desconferencia’, un formato de reunión en el que la agenda no está
predefinida. La inventó el gurú Harrison Owen en los años ochenta.
Los asistentes proponen los temas. No se trata de
ponencias ni de charlas magistrales, sino de coloquios. Y los asistentes
pueden asumir tres roles: el de facilitador –conduce la sesión,
empezando por un ‘mercadillo de ideas’–; el de ‘abeja’, que va de grupo
en grupo ‘polinizando’ con sus aportaciones el trabajo de los diferentes
equipos; y el de ‘mariposa’, que vuela a su aire y no interviene, pero
que interactúa con los que se toman un descanso. La única ley es la de
los dos pies. Cada cual es libre de moverse por donde quiera.
Y el horario es muy millennial. «Empieza cuando se empieza y termina cuando se termina».
Si a un directivo con unos cuantos quinquenios de antigüedad ya le cuesta adaptarse al
open space, cuando le mientan otras debilidades de los millennials, como las PechaKucha (presentaciones relámpago a la japonesa, que
sustituyen a las somníferas sesiones de ‘diapos’ en PowerPoint)
o las pizarras Kanban para la organización de los flujos de trabajo, la
sensación íntima puede ser de obsolescencia inminente. Siempre quedará
el recurso de dejarse crecer una buena barba, comprarse un Tesla para
disminuir la huella de carbono o llevar un Apple Watch en la muñeca. El
disfraz oficial de
millennial, aunque haya terminado el carnaval.
TITULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - GLENN GOULD,.
¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE,.
¡Atención y obras! es un programa semanal que,
en La 2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial
atención a las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.
REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - GLENN GOULD,.
fotos,.Glenn Gould: el pianista más genial y extravagante del siglo XX,.
Dejó boquiabiertos a directores y músicos de todo el mundo. Fue un
excéntrico, lleno de manías y rarezas, que solo tocaba sobre una vieja
silla paticorta. Un nuevo libro recoge las opiniones de este intérprete
que tuvo la osadía de ‘corregir’ a los grandes maestros.
De esconcierto absoluto en el Carnegie Hall. Antes de comenzar el
concierto de la Filarmónica de Nueva York, el director Leonard Bernstein
sale al proscenio y habla al público. Necesita decir que no está de
acuerdo con la interpretación poco ortodoxa que esa noche se va a hacer
del
Concierto para piano número 1 en re menor, de Brahms. Bernstein no está de acuerdo porque no se van a seguir las indicaciones del compositor.
«Mi estilo me obliga a sentarme más
bajo que la mayor parte de los pianistas», contaba. Sus interpretaciones
son más suaves y lentas. No le iba el grado de intensidad fortissimo y
evitaba utilizar el pedal del piano
«¿Por qué la dirijo?», se pregunta. Porque el intérprete, el pianista
canadiense Glenn Gould, era en su opinión un artista extraordinario y
«su concepción es suficientemente interesante como para pensar que
ustedes merecen escucharla», dijo Bernstein.
“Tenía tres cualidades que hacía que sobresaliese: una memoria
portentosa (leía una pieza y ya se la sabía), una concentración extrema y
un oído absoluto, “que me permite escuchar cerebralmente”, decía
A continuación, los espectadores de aquel concierto del 6 de abril de
1962 vieron aparecer a un hombre de aspecto desaliñado. Se sentó en una
silla vieja, paticorta y sin cojín. Era tan baja que cuando Glenn Gould
se sentaba en ella y se doblaba hacia el piano casi rozaba las teclas
con la nariz. Recordaba a un borrachín en la barra de un bar.
Cuando Gould se adentraba en la interpretación caía en
éxtasis y a veces se quitaba los zapatos o canturreaba ¡en pleno
concierto! Pero lo que inquietaba a los directores y músicos de
las orquestas no eran estas extravagancias, sino que sus
interpretaciones eran totalmente diferentes: en general, más suaves y
lentas.
Gould interpretaba los compositores a
su manera. Leornad Bernstein (en la foto con Gould) reconoció en
público su desacuerdo de tocar un pienza de Brahms y a la vez manifestó
su admiración por el pianista
Era un genio. Una leyenda. Para muchos, el mejor pianista del siglo
XX, admirado por Herbert von Karajan («su estilo abrió el camino del
futuro», dijo de Gould), Yehudi Menuhin y, por supuesto, Bernstein.
Nunca utilizaba partituras, apenas ensayaba, no le hacía falta,
explicaba, porque
«el piano se toca con el cerebro».
Tenía tres cualidades que hacían que sobresaliese: una memoria
portentosa (leía una pieza y ya se la sabía), una increíble capacidad de
concentración y «un oído absoluto, que me permite escuchar
cerebralmente las polifonías más complejas y, por tanto, estudiar o
componer paseando, incluso en medio de una multitud», cuenta Gould en el
libro
No, no soy en absoluto un excéntrico (Acantilado).
Llevaba abrigo, bufanda y guantes en invierno y en verano.
Sumergía las manos y los brazos en agua caliente durante veinte minutos
antes de los conciertos en un lavado que recuerda al de los cirujanos.
Para nadar, utilizaba unos guantes negros de caucho largos hasta las
axilas. Era un solitario pertinaz de personalidad fuerte y compleja: a
menudo cancelaba sus conciertos, se excusaba diciendo que no estaba en
condiciones de dar lo máximo. Y él era el colmo del perfeccionismo. O lo
excelso o nada.
Dejó de dar conciertos a los 34 años, cuando estaba en la cima.
Odiaba los conciertos, le generaban angustia.
No iba a ellos «salvo a los míos claro, a los que asisto
religiosamente», dijo con un fino sentido del humor. «Lo consigo a base
de sedantes», añadió. En los ajenos sufría por los intérpretes: «Me
horroriza pensar que esos desgraciados deben afrontar la misma
responsabilidad que yo cuando toco», explicó.
“Como no devolvía los golpes, a los otros niños les divertía meterse
conmigo. Pero es exagerado decir que sucedía habitualmente. A lo sumo
cada dos días”
Se retiró de los escenarios en 1964, pero no de la música. Se dedicó a
las grabaciones. Decía que así había que escuchar la música, enlatada y
en casa, y que la tecnología era ‘benefactora’. También grabó dos
películas y varios programas de radio: Le encantaba la radio. le
tranquilizaba. Igual que los hilos musicales: «Me pasaría la vida
subiendo y bajando en un ascensor», dijo. También le gustaba el
teléfono: huía de la gente, pero podía tirarse horas y horas hablando
por teléfono: por supuesto, de música.
Mi farmacia portátil
Dicen ahora que es posible que este pianista genial que falleció en 1982, a los 50 años,
padeciera síndrome de Asperger.
Quizá. Lo cierto es que él negaba ser un excéntrico. Reconoce, eso sí,
algunas particularidades. «Como me negaba a devolver los golpes cuando
me pegaban, a los muchachos del vecindario les divertía meterse conmigo.
Pero es exagerado decir que esto sucedía habitualmente. A lo sumo, cada
dos días».
Empezó a tocar el piano a los 3 años, con su madre
-pianista aficionada- como profesora. «Supe leer música antes que
palabras», contó. A los 11 años fue al conservatorio y a la vez
estudiaba piano, órgano y composición. A los 19 dejó de estudiar: ya no
podía aprender más de otros.
No interpretaba las piezas como los demás. Según
Bruno Monsaingeon -el director de cine que trabajó con él-, Gould
«afirmó la autonomía del intérprete frente a la partitura». Si un
cineasta adapta una novela al cine, Gould adaptaba a Brahms, Bach,
Schönberg o Strauss. Era más que un pianista. «Con él desaparece la
distinción entre creación e interpretación», dice Monsaingeon.
Sus dos grabaciones de las
Variaciones Goldberg, de Bach,
son piezas míticas. Únicas. Una rareza, además, porque es una de las
poquísimas veces en su vida que repitió grabación, lo hizo en 1955 y
1981 y solo por razones de proceso tecnológico.
El público no le interesaba. Le parecía prescindible, como los aplausos,
aclamaciones o silbidos, que, en su opinión, pueden confundir a
«intérpretes fácilmente impresionables». Lo que sí necesitaba eran las
medicinas. Viajaba cargado con una farmacia portátil. Tanta
automedicación le perjudicó: no le prestaron atención cuando se quejó de
los dolores de cabeza que
eran síntoma de la infección que lo mató.
Glenn Gould solo tocaba sentado en
su vieja silla de patas recortadas. Viajaba con ella. Respondió muchas
veces a las preguntas sobre la silla. «Está totalmente destartalada,
pero no la cambiaría por otra»
Era imprevisible en sus opiniones: sí a Petula Clark, no rotundo a
los Beatles; sí a Richard Strauss, no a Verdi -me pone enfermo»- y
Puccini -«me indigna»-; sí a la literatura, leía muchísimo; odio feroz a
la pesca. Vivía a orillas del lago Simcoe, en Canadá, y cuando veía
pescadores ponía el motor de su lancha a toda potencia y los rondaba
para espantar a los peces. Los pescadores pensaban que era un loco
antipático, pero quienes lo trataron (muy pocos) destacan de él su
dulzura y sentido del humor. Fue único.
Encorvado y cantando sobre el escenario
El pianista canadiense Glenn Gould tenía un estilo muy especial:
entraba como en trance, canturreaba mientras tocaba, encorvado sobre el
teclado, sentado siempre en la misma silla extraña. A veces incluso se
descalzaba. Sus interpretaciones no eran ortodoxas: no seguía las
indicaciones de los compositores. Su versión de las Variaciones
Goldberg, de Bach, es una pieza mítica.
Soledad
Le parecía indispensable para la creación. «La llamada ‘disciplina’
que no es más que una manera de excluirse de la sociedad- es algo
absolutamente indispensable», decía Glenn Gould. Hay quienes sostienen
que padecía síndrome de Asperger.
Concentración
Según Gould es lo mñas importante de la personalidad de un músico.
Podría componer en medio de la multitud “Como tengo la constumbre de
utilizar los brazos para dirigir la música que oigo en mi mente, suelo
llamar la atención” dijo.
Manos
«Cuidarme las manos revela simplemente buen juicio», explicó.
Utilizaba abrigo, bufanda y guantes (a veces dos pares a la vez) en
invierno y en verano. Para nadar, usaba unos guantes de caucho hasta las
axilas.
TITULO: LIGA FUTBOL - ATLETICO MADRID -3- SEVILLA -1-,.
Resultado Final - ATLETICO MADRID -3- SEVILLA -1-, foto.
El Atlético gana al Sevilla y acecha la codiciada tercera plaza., etc.