TITULO : A Crush, la pasta te aplasta - Entrevista a - Libertad por los pelos las esclavas africanas en Colombia,.
El viernes -7- Diciembre a las 22:00 por La 1, foto.
Libertad por los pelos las esclavas africanas en Colombia,.
San Basilio de Palenque
es un pueblo ardoroso que parece congelado. En el parque, frente a una
iglesia pequeña pintada de descoloridos azul y rosado, se impone el
monumento al gran cimarrón que se atrevió a desafiar a la corona
española en el año 1600 y que convirtió a Palenque en el primer pueblo
libre de América: Benkos Biohó. (Haga clic aquí para ver una galería de imágenes)
La imagen del negro nace
desde la cintura de un pedestal mohoso. La mano derecha la tiene
erguida, como queriendo alcanzar algo; en la izquierda, empuña el
eslabón de una cadena rota. Su rostro es de victoria, pero también de
dolor.
A dos cuadras del
monumento queda la casa de Emelina Reyes, una mujer pequeña y de
apariencia frágil, de 56 años, que habla con una voz carrasposa. Ella,
al igual que todas las mujeres y niñas palenqueras, lleva una trenza que
amansa el pelo arisco. Pero la suya, como el resto trenzas que se ven
por ahí, no es producto del azar.
"Esta se llama la 'puerca
paría', por el poco de hijitos que tiene", suelta la mujer; agacha la
cabeza y describe la obra que ella misma elaboró con maestría: pequeños
globitos de pelo distribuidos adelante, atrás, al frente y a los lados,
como si fuera un racimo de cerditos amamantándose de la madre.
Emelina es de las
trenzadoras más famosas y antiguas de un pueblo que, literalmente, fue
tejido con el pelo de sus mujeres y que conserva viva la tradición
ancestral de los peinados. "Yo no fui a estudiar, eso no se usaba en mi
época; pero desde pequeña me enseñaron que las trenzas son una forma de
ser libre", cuenta ella que es madre de seis hijos -dos muertos -,
vendedora de cocadas y voz líder de Las alegres ambulancias de San
Basilio de Palenque, un grupo musical que interpreta bullerengue y
lumbalú, este último, un ritual africano para despedir a los muertos.
La historia, ampliamente
documentada, le da toda la razón a Emelina cuando se refiere a la
trenzada libertad. Benkos, el héroe de la estatua, no estuvo solo en su
gesta contra la esclavitud. Sin su mujer, Wiwa, y sin otras esclavas, no
hubiera podido escabullirse desde Cartagena por entre las faldas de los
Montes de María hasta llegar al lugar donde hoy se levanta Palenque,
como es conocido este corregimiento del municipio de Mahates (Bolívar),
de cerca de cuatro mil habitantes.
El camino a la libertad
lo tejieron las esclavas de una forma muy particular: en su pelo, a
través de las trenzas. Eso lo argumenta Emilia Valencia Murraini,
presidenta de la Asociación de mujeres afrocolombianas (Amafrocol),
quien desde hace 30 años investiga todo el entramado de los peinados de
las palenqueras.
Como ellas no estaban tan
vigiladas -narra Emilia-, podían husmear por los caminos que recorría
el amo. Divisaban el paisaje, los ríos, las montañas y las tropas del
ejército español. Y en su pelo tejían lo que veían, a través de mapas de
huida en marañas trenzadas, delimitando los senderos transitados. De
esta manera los esclavos, liderados por Benkos, planearon la fuga,
armados de lo que sería una brújula peluda.
"Los españoles jamás
pensaron que los esclavos podían huir y menos que las negras los
pudieran engañar de una forma tan sencilla: con el pelo", cuenta Basilia
Pérez Márquez, licenciada en administración educativa y representante
de la Asociación de mujeres raíces de Benkos. "De ahí, todos esos
peinados que aún sobreviven en la cultura palenquera", sigue la mujer,
luciendo un pelo rojo esponjoso, atrapado en una trenza en forma de
corona.
Basilia es la secretaria
del colegio del pueblo, donde a las 10 de la mañana suena la campana del
recreo. Todas las niñas llevan un peinado especial. Unas juegan en
medio del alboroto y otras pasan el tiempo acicalándose entre ellas los
peinados.
Pero el pelo de las
palenqueras también sirvió de botín, cuenta Basilia. En sus cabellos
enredados, las esclavas escondían pepitas de oro que lograban escarbar
en su trabajo en la minería durante la Colonia. También escondieron en
su capilaridad semillas que después sembraron en el que sería su pueblo,
garantizando de esa forma la seguridad alimentaria para la comunidad.
"Fueron brillantes las primeras palenqueras", concluye Basilia.
Un inventario trenzado
Emelina
Reyes peina a una de sus vecinas. Es común ver, afuera de las
viviendas, a grupos de mujeres (abuelas, madres, hijas, amigas), matando
el tiempo, en un pueblo donde todo parece transcurrir a destiempo,
mientras se peinan las unas a las otras. De ahí que todas dominen el
arte del trenzado, con sutil maestría, desde los primeros años.
La mujer teje un
'bordebalay': una especie de nido en la mitad de la cabeza que se
desprende en cuatro partes, recreando la orilla del balay, un
instrumento hecho en iraca en el que los campesinos secan al aire el
arroz y el maíz.
Ereilis Navarro ha
observado la escena muchas veces. Ella es una docente e investigadora
barranquillera que se ha encargado de estudiar el significado de las
trenzas de este caserío que, en el año 2005, fue declarado por la
Unesco, Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad y se reconoció el
título del primer pueblo libre de América y su herencia africana, que
se conserva intacta en diferentes costumbres, entre estas, la lengua: el
palenquero (perteneciente a la familia lingüística bantú).
En todo este trabajo,
Ereilis armó un inventario con 60 clases de peinados, cada uno con un
significado especial. Menciona algunos: el 'hundiíto', un diseño
inspirado en la topografía de las montañas (alusivos a las rutas de
escape); los 'borreguitos', que es el reflejo del sometimiento de los
esclavos; las 'carreítas', una secuencia de filas que ilustran los
caminos de la región; el 'lío', porque no se sabe dónde comienza ni
donde termina, y la 'puerca paría', símbolo de prosperidad.
La investigación de
Ereilis, morena de abundante cabellera y finas trenzas, será publicada
en un libro, a finales de este año, y se titulará Motia ri majaná ri
palengue, que significa, en la lengua palenquera, "peinados de la gente
de Palenque".
La primera peluquería
Lo
extraño es que en un pueblo que surgió de la nada gracias al pelo de
sus mujeres, y donde todas lucen elaborados peinados, no hay una
peluquería.
María de los Santos Reyes
es la vicepresidenta de la Asociación de mujeres raíces de Benkos, que
nació hace apenas un año con el objetivo de mejorar la calidad de vida
de las palenqueras a través de capacitación y proyectos productivos.
Actualmente, cuenta
María, trabajan en la consecución de recursos para hacer realidad el
sueño de la mayoría de palenqueras: un salón de belleza con todas las de
la ley, donde los turistas sean peinados por ellas, en un negocio que
permita sacarle provecho a su legendario talento.
Juana Erazo tiene 25 años
y una piel de ébano. Estudia licenciatura en pedagogía gracias a una
beca, está casada y es madre de un niño de 6 años. Ella pica y vende
frutas, y también teje trenzas. Pero ahora se dispone a que la peine su
amiga María Hernández. Por eso, camina hacia su casa con dos metros de
pelo sintético en las manos, que le costaron 12 mil pesos. Sí, los
peinados palenqueros han evolucionado gracias a los postizos, que están
imponiendo una nueva generación de trenzas.
Las manos de María se
mueven con laboriosidad sobre la cabeza de Juana, como esculpiendo una
obra de arte en filigrana. Casi ni mira lo que le está tejiendo, que en
esta ocasión es el peinado de moda entre las jóvenes: la 'cachetada'.
"Se llama así porque
quedan varios dedos de trenzas, de lado, sobre la frente, como si fuera
una cachetada. Se hace encima del cabello, con pelo sintético, porque ya
ves que el pelo de nosotras no da para esto", explica Juana, cogiéndose
un pelo alborotado y eléctrico que le llega hasta los hombros, listo
para recibir el postizo.
Después de media hora,
Juana queda bellamente peinada. Camina por las calles sin pavimento de
Palenque ondeando las trenzas -que le llegan hasta la cintura- al vaivén
de sus caderas; orgullosa de su pelo y de su libertad.
TITULO: PUERTA CON PUERTA CANAL EXTREMADURA -Valdebótoa da el nombre de su alcalde en la época franquista al centro multiusos,.
Valdebótoa, pueblo de colonización, celebra estos días los 60 años de su creación. Dentro de las fiestas han bautizado a su
centro multiusos con el nombre del primer alcalde que tuvo y que gobernó durante 18 años la pedanía. Se trata de
Juan Vasco, que fue regidor en 1961 y abuelo del actual concejal socialista en el Ayuntamiento de Badajoz,
Luis Tirado.
Este reconocimiento choca con las
directrices de la Diputación de Badajoz,
que ha barrido los restos franquistas de la provincia y hace depender
las subvenciones de su eliminación. En el caso de los alcaldes en la
etapa franquista que dan su nombre a las calle, hacen depender la
decisión de los plenos de los ayuntamientos siempre que no exista otro
motivo que -para la Diputación- suponga una vinculación mayor con el
régimen.
El
Ayuntamiento de Badajoz se ha negado a
aceptar los requerimientos de la institución provincial al entender que
la ciudad y sus pedanías cumplen con la Ley de Memoria Histórica y que,
en todo caso, debe ser un juez y no la Diputación la que determine si
lo hace o no. «Defiendo el derecho de los municipios a no ser
chantajeados por la Diputación», incide el alcalde, Francisco Fragoso.
De
hecho, confirmó que el Ayuntamiento ha presentado dos recursos en los
juzgados de lo Contencioso-Administrativo. Uno contra las bases del Plan
Dinamiza del año 2018 y otro contra las bases del Plan Dinamiza para
grandes poblaciones de este año. El Ayuntamiento se ha quedado este año
sin un millón de euros de este último plan por desatender los
requerimientos de la institución.
Fuente del Maestre
Pero
el resto de municipios de la provincia ha eliminado los nombres que le
han pedido para no perder las subvenciones. Es el caso, por ejemplo, de
Fuente del Maestre (que eliminó el de su alcalde Diego de la Cruz porque fue subjefe del moviemiento en 1939) o de
Almendralejo
(con Arturo Suárez-Bárcenas, que fue juez durante la guerra civil al
haberse sacado la oposición en tiempos de Alfonso XIII). Ambas familias,
igual que ocurrió con otras, defendieron a sus antecesores y cargaron
contra la institución por entender que estaba cometiendo una injusticia.
Varios ayuntamientos presentaron alegaciones, pero la mayoría fueron
rechazadas y las calles ya están eliminadas.
En medio de toda esta
polémica provincial, el alcalde de Badajoz ha decidido poner el nombre
del alcalde durante la época franquista al centro multiusos de
Valdebótoa. Fragoso explica que así se lo han pedido la asociación de
vecinos, la asociación de mujeres rurales, el ampa del colegio y la
asociación juvenil Ciconia. «Elegir otro nombre iría contra la
democracia», asegura.
En su opinión, este nuevo nombre no supone
ningún incumplimiento con la Ley de Memoria Histórica. Y, advierte, irá a
los juzgados a defenderlo en el caso de que la Diputación retirara
subvenciones a Valdebótoa por poner el nombre de quien fuera su alcalde
durante 18 años. Valdebótoa recibió el año pasado 100.900 euros de la
institución.
No obstante, Luis Tirado, el concejal socialista en el Ayuntamiento de Badajoz que es nieto del homenajeado,
defiende el reconocimiento a su abuelo. Cree que este nombre no incumple la Ley de Memoria Histórica a pesar de tratarse de un alcalde en tiempos de Franco.
Asegura
que su abuelo llegó de Monesterio y se convirtió en alcalde porque era
de los más formados de la población. Dice que siempre ayudó a sus
vecinos, que nunca cobró dinero público por ejercer ese trabajo ni ocupó
cargos en el movimiento. Defiende que la Ley de Memoria Historia está
definida y que si los expertos del comité de la Diputación entienden que
hay que quitarlo, pues lo tendrán que quitar.
La Diputación de Badajoz, por su parte, prefiere guardar silencio.
TITULO: Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA -La vida de mi padre a través de HOY,.
A
María Dolores Rodríguez
siempre le quedó la espina de la investigación. Estudió Historia en
Sevilla. Empezó como docente en Badajoz, saltó a Zafra como agregada y,
tras la cátedra, pasó a Montilla, en Córdoba. En Jerez de la Frontera
encontró su destino definitivo. Su jubilación la dedica al archivo de la
familia Orleans Borbón de esta ciudad. Cuando la
Fundación CB le encargó un trabajo de investigación sobre su padre
asumió el proyecto como un regalo. No había mejor forma de desquitarse
que desempolvando la vida de Francisco Rodríguez Arias.
Poco se sabe de un hombre que da nombre al
Premio de Periodismo Ciudad de Badajoz.
María Dolores decidió partir de cero y desligarse de los recuerdos
familiares. Se ha leído todos los ejemplares de HOY desde 1937 hasta
1978, ha buceado en los archivos personales del periodista y ha
consultado algunos estudios de la Económica. El resultado se presenta en
un libro mañana lunes, 3 de diciembre, en la sede la Económica de la
calle Hernán Cortés.
La historia de Rodríguez Arias parte en
Cheles, el pueblo donde nació en 1915. En septiembre de 1936 firma su
contrato como redactor del periódico HOY. Con 21 años lo reclutan y lo
mandan al frente de Medellín. Aprovecha los descansos mensuales para
escribir las crónicas de los primeros enfrentamientos de la Guerra Civil
en la provincia de Badajoz.
En 1936 empieza a trabajar en este diario, es movilizado y manda crónicas de la guerra
En esta etapa de reportero de guerra su hija
ha descubierto a un entusiasta cronista, ajeno a lo que se estaba
fraguando. «Era un niño y se notaba en sus cartas incluso contento de
vivir aquello y poder contarlo. A partir del 38, cuando la contienda se
recrudece y lo destinan a la Bolsa de la Serena, el tono cambia por
completo. Escribe muy preocupado a la redacción por lo que ve y en la
correspondencia que mantiene con Narciso Campillo, su director, se
muestra pesimista. Incluso aturdido. Aquel episodio le marcó hasta el
final de sus días. Murió en 1998 y parte de sus últimas reflexiones
escritas tenían que ver con lo que presenció de joven en la zona de
Castuera. Al finalizar la Guerra Civil, y tras la reapertura de HOY,
Rodríguez Arias se reincorpora a la sección local. En esta primera
década del franquismo, a María Dolores le sorprende la habilidad que
mostraron su padre y el resto de compañeros para sortear la censura.
«Aprendieron
a escribir para los que leen entre líneas, a dar giros al texto para no
hablar explícitamente de algo de lo que realmente hablan». Aunque más
de una vez cruzó la plaza de San Juan detenido por algo tan simple como
saltarse el protocolo de redacción en los actos públicos y citar a la
autoridad civil antes que la militar. «Eran años muy duros. En muchos
escritos que no publicó pero guardaba en casa se quejaba amargamente de
los difícil que resultaba ejercer en esas circunstancias o de las
condiciones tan duras que pusieron al periódico para la reapertura». El
desencanto resultaba evidente en sus informaciones, pero María Dolores
aprecia una evolución en sus primeros años como redactor de local. El
corsé de la censura lo rompió saliendo a la calle. Como no podía
escribir de política, se dedicó a contar la vida cotidiana de la ciudad.
Crítica social envuelta en historias anónimas.
Se atrevía a publicar en la sección Fe de Erratas las que él mismo había cometido el día anterior
Releerlas ahora supone acercarse al día a
día del Badajoz de los cuarenta que intenta dejar atrás el conflicto
bélico. «Empezó a redactar con mucho sentido del humor, muy ágil». Se
fijaba, por ejemplo, en si las balanzas de las panaderías estaban
trucadas para sacar panes con menos peso de lo establecido en la
cartilla de racionamiento, en lo peligroso que resultaban las piruetas
de los caballistas al pasar por San Juan, en las sanciones a los
ciclistas que no llevaban la luz trasera o en los problemas del cartero
para cobrar el impuesto de la radio. «Siempre fue muy reivindicativo y
en cada momento llegó hasta donde le dejaron». Badajoz traspasa las
murallas. Se ocupan los Glacis, se abren las avenidas de Santa Marina o
Colón y se construyen las primeras viviendas al otro lado de los
baluartes, los famosos grupos José Antonio.
En HOY, Francisco
Rodríguez Arias inicia una serie de reportajes denunciando el chabolismo
junto al río y el hacinamiento en el que vivían los nuevos vecinos que
se mudaban a la capital desde los pueblos. Hay reportajes sobre las
casas en las que aún se crían cerdos o gallinas y los problemas
sanitarios que acarrean.
El volumen de artículos recopilados que
trataban el abandono del río y la Alcazaba descubren a un periodista
insistente. Siempre, recuerda su hija, con gracia para llegar al lector.
Incluso se atrevía a publicar en la sección Fe de Erratas su propias
erratas del día anterior o replicaba a artículos de compañeros suyos
como Lodio Zabala, López Cida o Soriano, que a su vez le respondían en
sus propias secciones.
«Leyendo esos artículos descubres la
conexión que tenían con la gente de la calle». Tampoco extraña que en
las cartas publicadas algún concejal de la época se refiriera a
Rodríguez Arias como el 'concejal honorario' por su interés en mejorar,
por ejemplo, el parque de Castelar. No entendía que pusieran como bancos
árboles partidos en dos mitades. Habló tanto de aquello que incluso el
alcalde Masa Campos publicó una respuesta en el periódico argumentando
que Castelar debe ser una zona de paseo y no necesita bancos para
sentarse.
Con anécdotas de este tipo, María Dolores rescata a un
periodista que ejerció según las circunstancias, pero nunca renunció a
denunciar la desigualdad que palpaba en la calle. «Le tocó una época y
la vivió como pudo».
Ley Fraga
A partir de
los años 60, con la Ley Fraga, percibe un giro decisivo en las
publicaciones diarias de su padre. Ya no hay tanto miedo a la censura
previa y Rodríguez Arias se fija en los problemas regionales. Es mucho
más reivindicativo y crítico. Inició una serie sobre la emigración y la
despoblación de los pueblos, sobre la necesidad de contar con una
Universidad o en el deterioro del las líneas de tren que pasan por
Extremadura.
En su archivo, guarda cientos de escritos que le
enviaron alcaldes de la comarca de las Villuercas por defender su tren o
de gente que le apoyó en su reclamo de la Universidad. «En 1960 muchos
le replicaban que era un petición ridícula. Yo he contado 230 artículos
hablando de la Universidad». Rodríguez Arias se prejubiló en el año 78
como subdirector de HOY, según cuenta su hija, se fue antes de tiempo
porque se sentía incómodo. Muere Franco, el HOY se traslada a la
carretera de Madrid y tanto los nuevos periodistas que se incorporan
como los políticos locales de la Transición lo identificaban con el
pasado. Se sentía desubicado. Con la libertad de prensa se extendió la
idea de que los periodistas que ejercieron durante el Franquismo
trabajaron al dictado de las autoridades y fueron complacientes con la
clase política. Por eso, explica, se alegra ahora de la propuesta de la
Económica. En cierto modo recuerda a una generación juzgada siempre
desde una misma óptica.