domingo, 2 de diciembre de 2018

A Crush, la pasta te aplasta - Entrevista a - Libertad por los pelos las esclavas africanas en Colombia ,./ PUERTA CON PUERTA CANAL EXTREMADURA -Valdebótoa da el nombre de su alcalde en la época franquista al centro multiusos ,./ Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA - La vida de mi padre a través de HOY,.

TITULO : A Crush, la pasta te aplasta - Entrevista a - Libertad por los pelos las esclavas africanas en  Colombia,.
 

  El viernes -7- Diciembre  a las 22:00 por La 1, foto.


 Libertad por los pelos las esclavas africanas en  Colombia,.


Resultat d'imatges de libertad por los pelos las esclavas africanas en colombiaSan Basilio de Palenque es un pueblo ardoroso que parece congelado. En el parque, frente a una iglesia pequeña pintada de descoloridos azul y rosado, se impone el monumento al gran cimarrón que se atrevió a desafiar a la corona española en el año 1600 y que convirtió a Palenque en el primer pueblo libre de América: Benkos Biohó. (Haga clic aquí para ver una galería de imágenes)
La imagen del negro nace desde la cintura de un pedestal mohoso. La mano derecha la tiene erguida, como queriendo alcanzar algo; en la izquierda, empuña el eslabón de una cadena rota. Su rostro es de victoria, pero también de dolor.
A dos cuadras del monumento queda la casa de Emelina Reyes, una mujer pequeña y de apariencia frágil, de 56 años, que habla con una voz carrasposa. Ella, al igual que todas las mujeres y niñas palenqueras, lleva una trenza que amansa el pelo arisco. Pero la suya, como el resto trenzas que se ven por ahí, no es producto del azar.
"Esta se llama la 'puerca paría', por el poco de hijitos que tiene", suelta la mujer; agacha la cabeza y describe la obra que ella misma elaboró con maestría: pequeños globitos de pelo distribuidos adelante, atrás, al frente y a los lados, como si fuera un racimo de cerditos amamantándose de la madre.
Emelina es de las trenzadoras más famosas y antiguas de un pueblo que, literalmente, fue tejido con el pelo de sus mujeres y que conserva viva la tradición ancestral de los peinados. "Yo no fui a estudiar, eso no se usaba en mi época; pero desde pequeña me enseñaron que las trenzas son una forma de ser libre", cuenta ella que es madre de seis hijos -dos muertos -, vendedora de cocadas y voz líder de Las alegres ambulancias de San Basilio de Palenque, un grupo musical que interpreta bullerengue y lumbalú, este último, un ritual africano para despedir a los muertos.
La historia, ampliamente documentada, le da toda la razón a Emelina cuando se refiere a la trenzada libertad. Benkos, el héroe de la estatua, no estuvo solo en su gesta contra la esclavitud. Sin su mujer, Wiwa, y sin otras esclavas, no hubiera podido escabullirse desde Cartagena por entre las faldas de los Montes de María hasta llegar al lugar donde hoy se levanta Palenque, como es conocido este corregimiento del municipio de Mahates (Bolívar), de cerca de cuatro mil habitantes.
El camino a la libertad lo tejieron las esclavas de una forma muy particular: en su pelo, a través de las trenzas. Eso lo argumenta Emilia Valencia Murraini, presidenta de la Asociación de mujeres afrocolombianas (Amafrocol), quien desde hace 30 años investiga todo el entramado de los peinados de las palenqueras.
Como ellas no estaban tan vigiladas -narra Emilia-, podían husmear por los caminos que recorría el amo. Divisaban el paisaje, los ríos, las montañas y las tropas del ejército español. Y en su pelo tejían lo que veían, a través de mapas de huida en marañas trenzadas, delimitando los senderos transitados. De esta manera los esclavos, liderados por Benkos, planearon la fuga, armados de lo que sería una brújula peluda.
"Los españoles jamás pensaron que los esclavos podían huir y menos que las negras los pudieran engañar de una forma tan sencilla: con el pelo", cuenta Basilia Pérez Márquez, licenciada en administración educativa y representante de la Asociación de mujeres raíces de Benkos. "De ahí, todos esos peinados que aún sobreviven en la cultura palenquera", sigue la mujer, luciendo un pelo rojo esponjoso, atrapado en una trenza en forma de corona.
Basilia es la secretaria del colegio del pueblo, donde a las 10 de la mañana suena la campana del recreo. Todas las niñas llevan un peinado especial. Unas juegan en medio del alboroto y otras pasan el tiempo acicalándose entre ellas los peinados.
Pero el pelo de las palenqueras también sirvió de botín, cuenta Basilia. En sus cabellos enredados, las esclavas escondían pepitas de oro que lograban escarbar en su trabajo en la minería durante la Colonia. También escondieron en su capilaridad semillas que después sembraron en el que sería su pueblo, garantizando de esa forma la seguridad alimentaria para la comunidad. "Fueron brillantes las primeras palenqueras", concluye Basilia.
Un inventario trenzado
Emelina Reyes peina a una de sus vecinas. Es común ver, afuera de las viviendas, a grupos de mujeres (abuelas, madres, hijas, amigas), matando el tiempo, en un pueblo donde todo parece transcurrir a destiempo, mientras se peinan las unas a las otras. De ahí que todas dominen el arte del trenzado, con sutil maestría, desde los primeros años.
La mujer teje un 'bordebalay': una especie de nido en la mitad de la cabeza que se desprende en cuatro partes, recreando la orilla del balay, un instrumento hecho en iraca en el que los campesinos secan al aire el arroz y el maíz.
Ereilis Navarro ha observado la escena muchas veces. Ella es una docente e investigadora barranquillera que se ha encargado de estudiar el significado de las trenzas de este caserío que, en el año 2005, fue declarado por la Unesco, Patrimonio cultural inmaterial de la humanidad y se reconoció el título del primer pueblo libre de América y su herencia africana, que se conserva intacta en diferentes costumbres, entre estas, la lengua: el palenquero (perteneciente a la familia lingüística bantú). 
En todo este trabajo, Ereilis armó un inventario con 60 clases de peinados, cada uno con un significado especial. Menciona algunos: el 'hundiíto', un diseño inspirado en la topografía de las montañas (alusivos a las rutas de escape); los 'borreguitos', que es el reflejo del sometimiento de los esclavos; las 'carreítas', una secuencia de filas que ilustran los caminos de la región; el 'lío', porque no se sabe dónde comienza ni donde termina, y la 'puerca paría', símbolo de prosperidad.  
La investigación de Ereilis, morena de abundante cabellera y finas trenzas, será publicada en un libro, a finales de este año, y se titulará Motia ri majaná ri palengue, que significa, en la lengua palenquera, "peinados de la gente de Palenque".  
La primera peluquería
Lo extraño es que en un pueblo que surgió de la nada gracias al pelo de sus mujeres, y donde todas lucen elaborados peinados, no hay una peluquería.
María de los Santos Reyes es la vicepresidenta de la Asociación de mujeres raíces de Benkos, que nació hace apenas un año con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las palenqueras a través de capacitación y proyectos productivos.
Actualmente, cuenta María, trabajan en la consecución de recursos para hacer realidad el sueño de la mayoría de palenqueras: un salón de belleza con todas las de la ley, donde los turistas sean peinados por ellas, en un negocio que permita sacarle provecho a su legendario talento.
Juana Erazo tiene 25 años y una piel de ébano. Estudia licenciatura en pedagogía gracias a una beca, está casada y es madre de un niño de 6 años. Ella pica y vende frutas, y también teje trenzas. Pero ahora se dispone a que la peine su amiga María Hernández. Por eso, camina hacia su casa con dos metros de pelo sintético en las manos, que le costaron 12 mil pesos. Sí, los peinados palenqueros han evolucionado gracias a los postizos, que están imponiendo una nueva generación de trenzas.
Las manos de María se mueven con laboriosidad sobre la cabeza de Juana, como esculpiendo una obra de arte en filigrana. Casi ni mira lo que le está tejiendo, que en esta ocasión es el peinado de moda entre las jóvenes: la 'cachetada'.
"Se llama así porque quedan varios dedos de trenzas, de lado, sobre la frente, como si fuera una cachetada. Se hace encima del cabello, con pelo sintético, porque ya ves que el pelo de nosotras no da para esto", explica Juana, cogiéndose un pelo alborotado y eléctrico que le llega hasta los hombros, listo para recibir el postizo.
Después de media hora, Juana queda bellamente peinada. Camina por las calles sin pavimento de Palenque ondeando las trenzas -que le llegan hasta la cintura- al vaivén de sus caderas; orgullosa de su pelo y de su libertad.

 TITULO:  PUERTA CON PUERTA CANAL EXTREMADURA -Valdebótoa da el nombre de su alcalde en la época franquista al centro multiusos,.

Valdebótoa da el nombre de su alcalde en la época franquista al centro multiusos,.

foto / El socialista Luis Tirado (en el centro) y el alcalde Fragoso (derecha), en el descubrimiento del nombre.

El socialista Luis Tirado (en el centro) y el alcalde Fragoso (derecha), en el descubrimiento del nombre. :: hoy/El concejal socialista en Badajoz Luis Tirado Vasco defiende el reconocimiento a su abuelo, Juan Vasco,.

Valdebótoa, pueblo de colonización, celebra estos días los 60 años de su creación. Dentro de las fiestas han bautizado a su centro multiusos con el nombre del primer alcalde que tuvo y que gobernó durante 18 años la pedanía. Se trata de Juan Vasco, que fue regidor en 1961 y abuelo del actual concejal socialista en el Ayuntamiento de Badajoz, Luis Tirado.
Este reconocimiento choca con las directrices de la Diputación de Badajoz, que ha barrido los restos franquistas de la provincia y hace depender las subvenciones de su eliminación. En el caso de los alcaldes en la etapa franquista que dan su nombre a las calle, hacen depender la decisión de los plenos de los ayuntamientos siempre que no exista otro motivo que -para la Diputación- suponga una vinculación mayor con el régimen.
El Ayuntamiento de Badajoz se ha negado a aceptar los requerimientos de la institución provincial al entender que la ciudad y sus pedanías cumplen con la Ley de Memoria Histórica y que, en todo caso, debe ser un juez y no la Diputación la que determine si lo hace o no. «Defiendo el derecho de los municipios a no ser chantajeados por la Diputación», incide el alcalde, Francisco Fragoso.
De hecho, confirmó que el Ayuntamiento ha presentado dos recursos en los juzgados de lo Contencioso-Administrativo. Uno contra las bases del Plan Dinamiza del año 2018 y otro contra las bases del Plan Dinamiza para grandes poblaciones de este año. El Ayuntamiento se ha quedado este año sin un millón de euros de este último plan por desatender los requerimientos de la institución.

Fuente del Maestre

Pero el resto de municipios de la provincia ha eliminado los nombres que le han pedido para no perder las subvenciones. Es el caso, por ejemplo, de Fuente del Maestre (que eliminó el de su alcalde Diego de la Cruz porque fue subjefe del moviemiento en 1939) o de Almendralejo (con Arturo Suárez-Bárcenas, que fue juez durante la guerra civil al haberse sacado la oposición en tiempos de Alfonso XIII). Ambas familias, igual que ocurrió con otras, defendieron a sus antecesores y cargaron contra la institución por entender que estaba cometiendo una injusticia. Varios ayuntamientos presentaron alegaciones, pero la mayoría fueron rechazadas y las calles ya están eliminadas.
En medio de toda esta polémica provincial, el alcalde de Badajoz ha decidido poner el nombre del alcalde durante la época franquista al centro multiusos de Valdebótoa. Fragoso explica que así se lo han pedido la asociación de vecinos, la asociación de mujeres rurales, el ampa del colegio y la asociación juvenil Ciconia. «Elegir otro nombre iría contra la democracia», asegura.
En su opinión, este nuevo nombre no supone ningún incumplimiento con la Ley de Memoria Histórica. Y, advierte, irá a los juzgados a defenderlo en el caso de que la Diputación retirara subvenciones a Valdebótoa por poner el nombre de quien fuera su alcalde durante 18 años. Valdebótoa recibió el año pasado 100.900 euros de la institución.
No obstante, Luis Tirado, el concejal socialista en el Ayuntamiento de Badajoz que es nieto del homenajeado, defiende el reconocimiento a su abuelo. Cree que este nombre no incumple la Ley de Memoria Histórica a pesar de tratarse de un alcalde en tiempos de Franco.
Asegura que su abuelo llegó de Monesterio y se convirtió en alcalde porque era de los más formados de la población. Dice que siempre ayudó a sus vecinos, que nunca cobró dinero público por ejercer ese trabajo ni ocupó cargos en el movimiento. Defiende que la Ley de Memoria Historia está definida y que si los expertos del comité de la Diputación entienden que hay que quitarlo, pues lo tendrán que quitar.
La Diputación de Badajoz, por su parte, prefiere guardar silencio.

  TITULO:  Trastos y tesoros - CANAL EXTREMADURA -La vida de mi padre a través de HOY,.

La vida de mi padre a través de HOY,.

María Dolores Rodríguez y su marido, Manuel Gil, que le ha ayudado en la investigación. :: J. V. Arnelas/
María Dolores Rodríguez y su marido, Manuel Gil, que le ha ayudado en la investigación. foto.

La historiadora María Dolores Rodríguez Doblas rescata el legado del periodista Francisco Rodríguez Arías, redactor de HOY desde 1936 hasta 1978,.

A María Dolores Rodríguez siempre le quedó la espina de la investigación. Estudió Historia en Sevilla. Empezó como docente en Badajoz, saltó a Zafra como agregada y, tras la cátedra, pasó a Montilla, en Córdoba. En Jerez de la Frontera encontró su destino definitivo. Su jubilación la dedica al archivo de la familia Orleans Borbón de esta ciudad. Cuando la Fundación CB le encargó un trabajo de investigación sobre su padre asumió el proyecto como un regalo. No había mejor forma de desquitarse que desempolvando la vida de Francisco Rodríguez Arias.
Poco se sabe de un hombre que da nombre al Premio de Periodismo Ciudad de Badajoz. María Dolores decidió partir de cero y desligarse de los recuerdos familiares. Se ha leído todos los ejemplares de HOY desde 1937 hasta 1978, ha buceado en los archivos personales del periodista y ha consultado algunos estudios de la Económica. El resultado se presenta en un libro mañana lunes, 3 de diciembre, en la sede la Económica de la calle Hernán Cortés.
La historia de Rodríguez Arias parte en Cheles, el pueblo donde nació en 1915. En septiembre de 1936 firma su contrato como redactor del periódico HOY. Con 21 años lo reclutan y lo mandan al frente de Medellín. Aprovecha los descansos mensuales para escribir las crónicas de los primeros enfrentamientos de la Guerra Civil en la provincia de Badajoz.
En 1936 empieza a trabajar en este diario, es movilizado y manda crónicas de la guerra
En esta etapa de reportero de guerra su hija ha descubierto a un entusiasta cronista, ajeno a lo que se estaba fraguando. «Era un niño y se notaba en sus cartas incluso contento de vivir aquello y poder contarlo. A partir del 38, cuando la contienda se recrudece y lo destinan a la Bolsa de la Serena, el tono cambia por completo. Escribe muy preocupado a la redacción por lo que ve y en la correspondencia que mantiene con Narciso Campillo, su director, se muestra pesimista. Incluso aturdido. Aquel episodio le marcó hasta el final de sus días. Murió en 1998 y parte de sus últimas reflexiones escritas tenían que ver con lo que presenció de joven en la zona de Castuera. Al finalizar la Guerra Civil, y tras la reapertura de HOY, Rodríguez Arias se reincorpora a la sección local. En esta primera década del franquismo, a María Dolores le sorprende la habilidad que mostraron su padre y el resto de compañeros para sortear la censura.
«Aprendieron a escribir para los que leen entre líneas, a dar giros al texto para no hablar explícitamente de algo de lo que realmente hablan». Aunque más de una vez cruzó la plaza de San Juan detenido por algo tan simple como saltarse el protocolo de redacción en los actos públicos y citar a la autoridad civil antes que la militar. «Eran años muy duros. En muchos escritos que no publicó pero guardaba en casa se quejaba amargamente de los difícil que resultaba ejercer en esas circunstancias o de las condiciones tan duras que pusieron al periódico para la reapertura». El desencanto resultaba evidente en sus informaciones, pero María Dolores aprecia una evolución en sus primeros años como redactor de local. El corsé de la censura lo rompió saliendo a la calle. Como no podía escribir de política, se dedicó a contar la vida cotidiana de la ciudad. Crítica social envuelta en historias anónimas.
Se atrevía a publicar en la sección Fe de Erratas las que él mismo había cometido el día anterior
Releerlas ahora supone acercarse al día a día del Badajoz de los cuarenta que intenta dejar atrás el conflicto bélico. «Empezó a redactar con mucho sentido del humor, muy ágil». Se fijaba, por ejemplo, en si las balanzas de las panaderías estaban trucadas para sacar panes con menos peso de lo establecido en la cartilla de racionamiento, en lo peligroso que resultaban las piruetas de los caballistas al pasar por San Juan, en las sanciones a los ciclistas que no llevaban la luz trasera o en los problemas del cartero para cobrar el impuesto de la radio. «Siempre fue muy reivindicativo y en cada momento llegó hasta donde le dejaron». Badajoz traspasa las murallas. Se ocupan los Glacis, se abren las avenidas de Santa Marina o Colón y se construyen las primeras viviendas al otro lado de los baluartes, los famosos grupos José Antonio.
En HOY, Francisco Rodríguez Arias inicia una serie de reportajes denunciando el chabolismo junto al río y el hacinamiento en el que vivían los nuevos vecinos que se mudaban a la capital desde los pueblos. Hay reportajes sobre las casas en las que aún se crían cerdos o gallinas y los problemas sanitarios que acarrean.
El volumen de artículos recopilados que trataban el abandono del río y la Alcazaba descubren a un periodista insistente. Siempre, recuerda su hija, con gracia para llegar al lector. Incluso se atrevía a publicar en la sección Fe de Erratas su propias erratas del día anterior o replicaba a artículos de compañeros suyos como Lodio Zabala, López Cida o Soriano, que a su vez le respondían en sus propias secciones.
«Leyendo esos artículos descubres la conexión que tenían con la gente de la calle». Tampoco extraña que en las cartas publicadas algún concejal de la época se refiriera a Rodríguez Arias como el 'concejal honorario' por su interés en mejorar, por ejemplo, el parque de Castelar. No entendía que pusieran como bancos árboles partidos en dos mitades. Habló tanto de aquello que incluso el alcalde Masa Campos publicó una respuesta en el periódico argumentando que Castelar debe ser una zona de paseo y no necesita bancos para sentarse.
Con anécdotas de este tipo, María Dolores rescata a un periodista que ejerció según las circunstancias, pero nunca renunció a denunciar la desigualdad que palpaba en la calle. «Le tocó una época y la vivió como pudo».
Ley Fraga
A partir de los años 60, con la Ley Fraga, percibe un giro decisivo en las publicaciones diarias de su padre. Ya no hay tanto miedo a la censura previa y Rodríguez Arias se fija en los problemas regionales. Es mucho más reivindicativo y crítico. Inició una serie sobre la emigración y la despoblación de los pueblos, sobre la necesidad de contar con una Universidad o en el deterioro del las líneas de tren que pasan por Extremadura.
En su archivo, guarda cientos de escritos que le enviaron alcaldes de la comarca de las Villuercas por defender su tren o de gente que le apoyó en su reclamo de la Universidad. «En 1960 muchos le replicaban que era un petición ridícula. Yo he contado 230 artículos hablando de la Universidad». Rodríguez Arias se prejubiló en el año 78 como subdirector de HOY, según cuenta su hija, se fue antes de tiempo porque se sentía incómodo. Muere Franco, el HOY se traslada a la carretera de Madrid y tanto los nuevos periodistas que se incorporan como los políticos locales de la Transición lo identificaban con el pasado. Se sentía desubicado. Con la libertad de prensa se extendió la idea de que los periodistas que ejercieron durante el Franquismo trabajaron al dictado de las autoridades y fueron complacientes con la clase política. Por eso, explica, se alegra ahora de la propuesta de la Económica. En cierto modo recuerda a una generación juzgada siempre desde una misma óptica.

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