Hay
libros y libros y el último en el que ha participado la escritora
cacereña Pilar López Ávila tiene esa capacidad de agarrarte de la mano y
llevarte a otros mundos. Y también de contar historias duras con
luminosidad y dejando que brille, al fondo, una luz esperanzadora. 'La
cometa de los sueños', (editorial Cuento de Luz) coescrito entre López
Ávila y la autora gallega Paula Merlán e ilustrado prodigiosamente por
Concha Pasamar, trata de abrir ventanas a los niños y jóvenes lectores
para que vean más allá de su mundo más cercano.
«Es una
especie de vuelta al mundo, cuenta la historia de niñas y niños donde
las condiciones de vida no son fáciles», explica esta autora de
literatura infantil que ha firmado una decena de obras y publica con
editoriales como Bruño. Hay historias de escasez y violencia como las de
Bolivia, Filipinas, Madagascar, Angola o México. También se ahonda en
el ecologismo, se hace una llamada a un mundo más sostenible con cuentos
situados en Portugal, Haití, en la Amazonia o en Chernóbil. No se dejan
de lado cuestiones como la desigualdad entre géneros en países como
Egipto, en donde las niñas no tienen las mismas oportunidades para
estudiar que los chicos. Se abordan también las dificultades que tienen
algunos niños para acceder a la escuela y se retrata el entorno rural de
China. El mundo occidental también inspira varios cuentos. Niños con
padres muy ocupados, en busca de ese tiempo compartido que rara vez se
consigue. Las cometas representan los sueños de cada uno de estos niños.
Todas ellas terminan reunidas en una playa gallega. «Todos los niños
tienen la ilusión y la esperanza de vivir en un mundo mejor». No son de
ficción las historias que se recogen, sino que están documentadas. «Son
situaciones reales, historias que conocemos, noticias que leemos».
La mitad del dinero recaudado va dirigido a la oenegé Agua de Coco, que trabaja en Madagascar
Se trata de un libro solidario. «La mitad de
los derechos de autor los vamos a dedicar a la oenegé Agua de Coco, que
trabaja en varios países, entre ellos Madagascar, y que ha cumplido 25
años». Fue una iniciativa propia de las autoras, que buscaron una
organización que trabajara en alguno de los países que aparecen en el
libro. «Sacan a los niños de los basureros, les da escolarización y
trabajan con temas de medioambiente».
El contenido va dirigido a
niños que puedan comprender las situaciones que se plantean, entre 8 y
12 años aproximadamente. Las historias son completamente 'alalimón'.
«Paula y yo siempre habíamos hablado de hacer algo juntas, escribí el
primer texto, el de Portugal, y se lo mandé, le dije que llevara la
cometa donde quisiera, y ella la llevó a Bolivia, no sabíamos nunca a
dónde iba a llevar la cometa la otra autora», explica la autora
cacereña, que ha publicado sus relatos en revistas y compendios de
cuentos de distintos escritores, como 'Quiero ir al cole'. La editorial
de 'La cometa de los sueños' es la misma que la de 'Ayobami', una obra
escrita por López Ávila e ilustrada por Mar Azábal que se hizo con un
importante premio de la Biblioteca de Nueva York y el New York Times y
que acaba de ser traducida al chino.
Hay otro detalle del libro
que hay que experimentar leyéndolo: es extremadamente suave y agradable
al tacto. Cuenta con una certificación ecológica ('Cradle to Cradle')
que garantiza que para su fabricación se han utilizado materiales
seguros para el medio ambiente y que permiten su reutilización.
Yo
también he caído más de una vez en la tentación comodona y precipitada,
y a menudo injusta, de criticar a todos los políticos en bloque, sin
hacer distinciones, cuando siempre ha habido, hay y habrá políticos que
se sacrifican por el bien común y que merecen no solo el respeto,
también el agradecimiento de la sociedad por contribuir a la
convivencia, por haber lidiado graves problemas en momentos difíciles,
por haber dado lo mejor de sí mismos cuando en otros lugares habrían
obtenido mejores recompensas.
Pero creo que ahora mismo,
en este año electorero, hay razones para criticar a la clase política de
ámbito nacional por su incompetencia para dialogar y formar gobierno y
por llevarnos a las cuartas elecciones generales en dos años. El
sensorio de la calle encuentra motivos justificados para suspenderlos
por diferentes razones: malhumor, fanatismo, arrogancia, veleidad e
incompetencia.
Y
por tercera vez en el año aquí estamos, con los buzones atiborrados por
la folletería y los sobres de los partidos. Otra vez los debates que no
aclaran nada, con la repetición de los mismos argumentos, con la misma
cascarilla retórica que ya sabemos de memoria, con los pringosos
reproches al adversario y con las peticiones al elector mirando a la
cámara intentando ser convincentes, con la manoseada pretensión de
vender como si fueran de temporada unos productos que ya son de saldo,
que desde el 28 de abril al 10 de noviembre han perdido su sazón y su
frescura y están a punto de caducar.
Ante otra repetición del
mismo espectáculo, que explica que la gente no tenga serenidad para
ponerse a leer, a uno le gustaría pertenecer a uno de esos pequeños
países contentos de cómo son y de lo que tienen.
Por fortuna, esta
campaña electoral solo ha durado ocho días, en los que los candidatos
han apretado más manos y besado más mejillas que en todo un año. Y no sé
si me equivoco, pero me parece que en las calles apenas ha habido
megafonía, como si sintieran bochorno por someternos otra vez al ruido.
Supongo
que sigue vigente aquella buena práctica de limitar el número de
convocatorias que se les permitía a los estudiantes. Creo recodar que
antes, en las carreras universitarias, se concedían seis oportunidades
para aprobar una asignatura, y si no se lograba porque al estudiante no
le daba la gana estudiar, o por falta de dotes, o por sentirse demasiado
consentido por la familia rica, el que suspendía seis veces debía dejar
su pupitre a otro con más voluntad o más talento. No se le permitía
estar más tiempo calentando en vano un pupitre, o haciendo pellas y
derrochando un servicio público que otros con menos medios económicos
podrían aprovechar mejor.
Del mismo modo, contratas a un
informático para que te diseñe una página web y si pasan las semanas sin
resultado, buscas a otro más tenaz o mejor preparado. Si la gestoría de
una comunidad de vecinos no sabe mediar en los conflictos entre los
vecinos ni resolver los problemas, se cancela el acuerdo y se le encarga
el trabajo a otros profesionales.
Sin embargo, esto no ocurre con los candidatos en las elecciones.
Para
evitar que se vuelva a repetir el hartazgo actual, creo que sería muy
beneficiosa una reforma de la ley por la cual los 350 diputados electos,
si no son capaces de llegar a un acuerdo para formar gobierno, sean
enviados a casa e inhabilitados para volver a presentarse durante un
plazo de diez o doce años. Estoy convencido de que, en ese caso,
Sánchez, Casado, Iglesias, Rivera, Abascal, Rufián, Esteban y demás
aprobarían el curso y no agotarían al elector para no agotar su única
convocatoria.
Mientras no exista alguna norma de ese tipo, se
correrá el riesgo de repetir una y otra vez elecciones, porque no hay
ninguna garantía de que las de hoy no terminen en bloqueo y entremos en
bucle con unos resultados similares a los del 28 de abril.
Es mala
suerte que a uno, que no tiene información política privilegiada ni
conoce a nadie en el congreso ni en el senado, le toque publicar su
artículo quincenal el día de las elecciones. Por un lado, no puedes
obviarlas como si fuera un domingo cualquiera; por otro, está limitado
el contenido por hallarnos en periodo de reflexión.
Pero al menos
queda la obligación ciudadana de animar al voto, aun consciente de que a
medida que aumenta el número de comicios participamos con menos
convicción, con más desengaño.
Así que toca apretar los dientes y
votar, aunque sea renunciando a la política ideal para facilitar una
salida a la política real, porque podemos permitirnos la indiferencia
partidista, pero no el desinterés cívico. Toca despojarse de la pereza,
del cansancio, de las ganas de seguir en la cama. Y quizá todavía, en el
último momento, ya en la puerta del colegio electoral, sintamos el
impulso de pasar de largo y seguir con el grato paseo del perro… Pero,
haciendo un esfuerzo, debemos entrar hasta las urnas, con la esperanza
de que esta vez aprueben su asignatura, logren hacer el trabajo que les
estamos encargando y poder tener cuatro años de tranquilidad, que tanto
necesitamos en este país.
TITULO:
¿Te lo vas a comer ? - Una tarde de otoño ,.- Cocina
-.Alberto
Chicote ,.
El Miércoles -20 - Noviembre a las 22:45 por La sexta ,fotos,.
Una tarde de otoño,.
Fue la de ayer una tarde de otoño. Y no sólo porque despuntarán
en Madrid la lluvia, la melancolía y la necesidad de calentarse las
manos con un consomé. Se nos apareció Simon Keenlyside la Zarzuela para
trasladarnos el espíritu de la nueva estación. Que permanecía oculta
bajo el señuelo de un verano que nunca terminaba de capitular.
Interpretó el barítono británico la "Canción de otoño" de
Schubert, acaso como resumen conceptual de la velada, pues la apariencia
de un recital heterodoxo -de Schubert a Britten, de Eisler a Brahms,
de Wolf a Schoenberg- alojaba en realidad el estado anímico de los
poetas escogidos por Simon Keenlyside -Heine, Pascal, Blake, Goethe-
respecto a la nostalgia otoñal, la penúltima estación, el cuarto
menguante, la vida que se nos empieza a escapar cuando iniciamos a
comprenderla.
Comprende Keenlyside los textos que canta. Los interioriza para
luego exponerlos desde el pudor. Quiere decirse que el cantante
-cantante es una definición demasiado restrictiva de este artista-
contiene incluso sus evidentes facultades para evitar cualquier peligro
de exhibición o de opulencia. Es un gran cantante de ópera. Y
polifacético, de Papageno a Wozzeck -¿caben extremos más radicales?-,
pero Keenlyside, barítono lírico, de voz bella y timbrada, se atiene al
protocolo del liederista. Se trata de interpretar en la acepción más
sublime. De declamar, cuando Britten conmina a hacerlo. De gesticular,
cuando Brecht exige descaro a las canciones que escribió Eisler en el
exilio de Hoollywood, represaliado por el régimen nazi como artista
degenerado. Igual que Schoenberg, protagonista de la apertura del
recital -"Erwartung"-, demostrando que Keenlyside no recalaba en Madrid
con la pirotecnia de un programa de trámite.
Llegó a agradecer la paciencia del público. Lo hizo en el
trance de las propinas, insistiendo en los peligros que entrañan los
recitales de baúl, resueltos convencionalmente y desprovistos de la
audacia y de la implicación.
Implicarse se implicó Keenlyside en su actuación deslumbrante.
Quizá haya adjetivos mejores, sobre todo si queremos afinar la
moderación de la velada. Los espectadores terminaron poniéndose en pie y
el barítono fue generoso en las propinas con dedicatoria predominante a
Schubert, pero el recital nunca incurrió en el alarde vocal ni en el
"espectáculo", en parte gracias a la atmósfera sonora, otoñal, que había
predispuesto Malcolm Martineau desde el piano. Parecía un gondolero en
el atardecer de Venecia, transitando por el Gran Canal en una tarde de
melancolía, arropando a su "compadre" en los vaivenes del agua,
procurando un estado de ánimo en claroscuro.
El público tuvo su lugar y su mérito, en el silencio y en la
atención. Pasábamos las páginas del programa a la vez, como si
estuviéramos en misa o en una lección de historia. Y conseguíamos
transmitir a los artistas nuestra devoción telepática. Comprendimos
enseguida la naturaleza del recital. Cuándo aplaudir. Cuándo silenciar.
Cuándo dejar marchar a los músicos, caminantes de una tarde de otoño con
más preguntas que respuestas en la experiencia de la transfiguración,
guiados por el resplandor de las estrellas,.
TITULO: Ven a cenar conmigo - Voto anticonstitucional ,.
foto / HOY
los españoles estamos convocados a votar en unas elecciones generales
por cuarta vez en cuatro años. La sensación general es de hartazgo,
cuando no de cabreo. Y lo peor es que el resultado seguramente cambie
algo para que todo siga igual. Para formar Gobierno, Pedro Sánchez
seguirá teniendo solo dos vías: o pacta con la derecha, o pacta con la
izquierda. Aunque tire los dados cuantas veces se le antoje, no logrará
el resultado que ansía. Es más, probablemente vaya de mal en peor. Las
encuestas vaticinan que casi nadie ganará con esta repetición electoral,
salvo el PP, si bien no le servirá para recuperar la Moncloa, y, sobre
todo, Vox.
El partido de ultraderecha ha crecido en
intención de voto como la mala hierba al calor de la sentencia del
'procés' y los disturbios que ha provocado en Cataluña. El ala más
radical del independentismo no solo ha encendido las calles catalanas y
ha envalentonado al ultramontano testaferro del no menos ultramontano
Puigdemont, el tal Torra, sino que ha avivado el fuego del patrioterismo
carpetovetónico que enarbola Santiago Abascal y cierra España. Los
antagonismos se retroalimentan. En tiempos de la Segunda República ya
advirtió el periodista sevillano Chaves Nogales que «el separatismo es
una rara sustancia que se utiliza en los laboratorios políticos de
Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Cataluña como
aglutinante de las clases conservadoras».
Pero
los extremos se tocan y las propuestas de Vox para resolver el problema
catalán -ese que, según José Ortega y Gasset, no se puede resolver,
solo conllevar- son tan anticonstitucionales como las del
independentismo. Tan anticonstitucional es la declaración unilateral de
independencia del 27-O como querer acabar con las autonomías,
reconocidas y garantizadas por nuestra Carta Magna. Unas autonomías que,
al contrario de lo que argumenta falazmente Vox con estadísticas
deformadas en el lecho de Procusto, no agrandan las diferencias
territoriales, según un informe del FMI que sitúa a España entre los
miembros de la OCDE, el club de los países ricos, con menos desigualdad
regional y pone en valor la descentralización como la mejor forma de
redistribuir la riqueza.
Asimismo, tan anticonstitucional es el
referéndum del 1-O como la exhortación a ilegalizar los partidos
separatistas que Vox sacó adelante en la Asamblea de Madrid con el apoyo
del PP y Ciudadanos. Partidos estos a los que, como ha advertido Pedro
Sánchez, Vox «está devorando electoralmente» porque, cual Darth Vader,
ha conseguido atraerlos al lado oscuro de la Fuerza. Lo aún más
preocupante es que también está atrayendo al líder socialista, que en su
afán de captar votos por su derecha ha endurecido su posición sobre
Cataluña con medidas de dudosa constitucionalidad como el decreto ley
con el que pretende cortocircuitar la «república digital catalana». Un
decreto más propio de países liberticidas como China y que internautas
han calificado de 155 virtual porque permite al Gobierno, sin necesitar
autorización judicial, intervenir las comunicaciones electrónicas y
cerrar páginas webs «en determinados supuestos excepcionales».
Mi
maestro Manuel Unciti decía que hay separatistas y separadores. Y Vox y
los que compran su discurso nacionalpopulista son de los segundos, de
los que, parafraseando a Miguel de Unamuno, «tienen testículos en vez de
sesos en la mollera» y por culpa de los cuales quizás «merecemos perder
Cataluña». No se lo permitamos. A la hora de votar, empleemos más
neuronas y menos testosterona.