TITULO: Domingo -22, 29 - Mayo - LIARLA PARDO - José Enrique Sánchez ,.
El domingo- 22, 29 - Mayo - a las 18:00 por La Sexta, foto,.
José Enrique Sánchez,.
José Enrique | ||
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Datos personales | ||
Nombre completo | José Enrique Sánchez Díaz | |
Apodo(s) | Búfalo | |
Nacimiento | Valencia, Comunidad Valenciana 23 de enero de 1986 (36 años) | |
País | España | |
Nacionalidad(es) | Española | |
Altura | 1,84 m (6 ′ 0 ″) | |
Carrera deportiva | ||
Deporte | Fútbol | |
Club profesional | ||
Debut deportivo | 2004 (Levante U. D. "B") | |
Posición | Defensa | |
Retirada deportiva | 2017 (Real Zaragoza) | |
Trayectoria | ||
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José Enrique Sánchez Díaz (Valencia, Comunidad Valenciana, España, 23 de enero de 1986), más conocido como José Enrique, es un exfutbolista español. Se desempeñaba como lateral izquierdo.
Trayectoria
Dio sus primeros pasos como futbolista jugando en el equipo del colegio de su barrio, Benimaclet, seguidamente su categoría infantil la realizó en CD Serranos y de ahí a la escuela del "Colegio Salgui" del barrio valenciano de San Marcelino, de donde salieron jugadores como Fernando Gómez Colomer (excapitán del Valencia CF) para más tarde entrar en la cantera del Levante UD. Posteriormente, en la temporada 2005/06, fue traspasado al Valencia CF, aunque no llegó a disputar ningún partido oficial y fue cedido al RC Celta de Vigo, donde jugó 14 partidos.
En junio de 2006 fichó por el Villarreal CF, llegando a participar en 22 partidos como titular en Liga además de uno en Copa del Rey. En agosto de 2007 fue traspasado al Newcastle United FC de la Premier League de Inglaterra; aunque le costó adaptarse, en su primer año consiguió jugar 23 partidos de Liga, tres en la FA Cup y otros dos en la Copa de la Liga. Marcó su primer gol con el Newcastle en un encuentro ante el Nottingham Forest FC disputado el 29 de marzo de 2010.
En agosto de 2011 fue traspasado al Liverpool FC por una cantidad cercana a los 7 millones de euros.
En septiembre de 2016 es fichado por el Real Zaragoza procedente del mercado de jugadores parados, ya que esta misma temporada no renueva con el Liverpool FC, convirtiéndose en jugador libre.
TITULO: Donde viajan dos - Fuego en el cuerpo,.
Fuego en el cuerpo,.
foto / Cuando llega el calor, los chicos se enamoran y las hortensias se mueren. La que teníamos en el patio no aguantó el verano pasado; la que nos regalaron en marzo tampoco aguantará este. De hecho, ya ha detectado la subida de las temperaturas: está empezando a apagarse, a entristecerse. Cultivar a orillas del Mediterráneo plantas del norte es jugar a ser Dios cuando no le llegas ni a los talones al padre Mundina.
Por mucho que la cuide, sé que la hortensia acabará muriendo, como sé que se estropeará el aire acondicionado. Sucederá lo mismo que sucede todos los años por estas fechas: asfixiados, lo encenderemos, escucharemos un zumbido y permaneceremos atentos, esperando a que salga un chorro de aire frío. Y no saldrá. Ya ves: el aire acondicionado, que se tira el invierno tocándose los filtros, no quiere currar cuando le toca. Macho, es tu trabajo.
Anticipándome al desastre, llamo al técnico. Mira el aparato, lo enciende. Funciona. Lo apaga, lo enciende de nuevo. Vuelve a funcionar. Repasa la máquina, el mando. «Está todo en orden, señora». «Pero se va a romper», insisto. Me mira con la misma incredulidad con la que yo miro a las echadoras de cartas, me chulea un pastizal por no arreglar algo que no está roto y me deja descompuesta y a merced de una profecía que se cumplirá en breve.
Otro verano más pasaré los días y las noches con la piel en llamas, la camiseta empapada y los muslos mojados, pero no como Kathleen Turner en 'Fuego en el cuerpo', atractiva y seductora, sino como un filete de merluza cociéndose en papillote: la personificación de la antilujuria. Con el calor se calientan la vida, las cosas, las cabezas; todo se incendia. Yo también. A pesar de que una sea ya más cenizas que carne.
TITULO : Escala humana - La Feria del libro de Badajoz se reencontrará a partir del viernes con 5.000 niños , Miercoles -25 - Mayo,.
El Miercoles -25- Mayo a las 21:00 por La 2, foto,.
La evolución de la pandemia permite recuperar las visitas de los escolares tras dos años sin ellas. Los operarios ya han empezado a montar las 40 casetas que ocuparán 25 librerías y editoriales,.
Se trata de dos de las principales novedades de una cita literaria que este año contará con más de un centenar de presentaciones de libros. La evolución positiva de la situación epidemiológica también permitirá dar a conocer en persona los dos últimos premios de novela Ciudad de Badajoz: el día 23 le tocará a ‘Alegría’, de Miguel Ángel Carmona del Barco, y el 27 será el turno de ‘Prolepsis’, de Miguel Ángel González González. Carmona también será, precisamente, el protagonista de otra de las actividades que se recuperan este año: la entrega del cuento infantil titulado, en esta ocasión, ‘¿A qué sabe la jota?’. Lo presentará el domingo 22 a la una del mediodía acompañado de su hija Alma, momento a partir del cual se repartirá entre los escolares que visiten la feria o los niños que lo deseen.
Justo después de este acto, a las 13:15 horas, tendrá lugar el fallo y la entrega de premios del XXVI Concurso Infantil y Juvenil de Poesía y Narración donde han participado un total de 119 niños, 29 en la primera modalidad y 90 en la segunda. Además, 14 colegios tomarán parte en otro certamen en el que tendrán que demostrar sus conocimientos sobre la obra ‘Al otro lado de la brújula’, de Fernando Marías y Rosa Masip.
40 casetas
Los operarios ya han empezado a montar en el paseo de San Francisco las 40 casetas que ocuparán 11 librerías, seis editoriales y ocho asociaciones, instituciones y fundaciones. Seis de estos colectivos proceden de fuera de la ciudad: «Han decidido elegirnos como cabecera lectora, como ese centro importante de la cultura en España y como una de las ferias más importantes», señaló Morcillo.
La feria, que abrirá de 10.00 a 14.00 y de 17.00 a 22.00 horas salvo el último día, que cerrará a mediodía, se inaugurará este viernes a las 19.00, y José Luis Gil Soto dará el pregón a las 20.00. Media hora después verá la luz la exposición de la Unión de Bibliófilos, que este año está dedicada a Antonio de Nebrija por el quinto centenario de su muerte. No será la única muestra que se estrene con motivo de la cita literaria: el Archivo Histórico Municipal acogerá hasta finales de junio una con imágenes de Badajoz en los años 60.
Al día siguiente comenzarán las presentaciones de libros. El sábado 21 destacan el cómico Ángel Martín y el cantautor Luis Ramiro; el domingo 22 visitarán la feria Paloma Sánchez-Garnica y Antonio Pampliega; el lunes 23 le tocará el turno a Susana Martín Gijón y Carmen Mola, pseudónimo tras el que se encuentran Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz; el martes 24 firmarán libros María Frisa y Juan Eslava Galán; el miércoles 25 hará lo propio Rafael Tarradas Bultó y Alice Kellen; el jueves 26 será el turno de Inma Rubiales y Carme Chaparro; el viernes 27 estarán presentes Alejandro Palomas, Fernando Rueda y la ‘youtuber’ El mundo de Indy; y el sábado 28 los lectores podrán disfrutar de Inés Martín, Eloy Moreno y el rapero Subze. Aunque el domingo 29 es el último día de la feria, Morcillo aclaró que a lo largo de la mañana habrá presentaciones, firmas de ejemplares y talleres infantiles hasta las 14.00 horas.
La concejala manifestó que uno de los propósitos de este año es acercar la escritura clásica a la ciudadanía, para lo cual se recuperarán algunos elementos como la pluma y el tintero o la máquina de escribir con el fin, en este caso, de recordar las distintas formas en las que se ha hecho literatura a lo largo de la historia. Para reforzar este objetivo, varios personajes conocidos de obras clásicas se pasearán por San Francisco durante los diez días que dura la feria.
‘Dehesa de papel’
La Feria del Libro de 2020 tuvo que suspenderse por la pandemia y, en lugar de celebrarse en mayo, lo hizo finalmente en septiembre. En su lugar, y aprovechando también el Día del Libro del 23 de abril, el Ayuntamiento de Badajoz organizó una serie de actividades literarias en las redes sociales bajo el título ‘Dehesa de papel’. Ahora, este proyecto coordinado por Cisco Martínez, de la editorial Aristas Martínez, salta a la realidad con una carpa exclusiva en San Francisco con una programación orientada principalmente al público infantil y juvenil.
Acogerá lecturas dramatizadas, presentaciones de libros, charlas, conciertos, mesas redondas, conferencias y talleres de fanzines, de literatura comestible o de escritura creativa, entre otros. Gran parte de los escritores que protagonizarán estas actividades serán naturales de la capital pacense o relacionados con ella para, según explicó Martínez, demostrar a los jóvenes que es posible vivir en Badajoz y dedicarse a la literatura sin tener que salir fuera.
Por otro lado, el lunes 23 tendrá lugar un encuentro entre autores extremeños y portugueses en el marco de la Eurociudad que conforman Badajoz, Elvas y Campomayor donde participarán Etelvina Castel-Branco, Nuno Franco Pires, Luísa Currito, Luís Maia, Cláudia Poeiras, Jorge Alves, Daniel Casado y Santiago Cambero.
TÍTULO: LA MAQUINA DE ESCRIBIR - Esta noche, 'En primera línea - La misma empresa que renunció al contrato de alumbrado iluminará la feria de Badajoz,.
LA MAQUINA DE ESCRIBIR - Esta noche, 'En primera línea - La misma empresa que renunció al contrato de alumbrado iluminará la feria de Badajoz,. , fotos.
El Miercoles -25- Mayo a las 22:00 por antena 3,.
La misma empresa que renunció al contrato de alumbrado iluminará la feria de Badajoz,.
Ximénez, la única que optó al concurso convocado por el Ayuntamiento, se hará cargo de poner las bombillas en San Juan por 177.000 euros,.
San Juan tiene ya un problema menos. El ferial de Caya tendrá luces y las pondrá la misma empresa que renunció a acogerse a la prórroga del contrato de alumbrado de las fiestas de Badajoz. Lo hará por 177.000 euros, es decir, algo más de lo que ha venido ganando los últimos cuatro años por poner bombillas en San Juan.
La junta de gobierno local aprobó a finales de abril el inicio del expediente para modificar el contrato entre el Ayuntamiento de Jerez y la empresa Iluminaciones Ximénez para que esta continúe montando el alumbrado de la Feria del Caballo durante los dos próximos años. El acuerdo actual expira en esta edición, pero se ha decidido ofrecerle otros dos años más dado que no pudo realizar este montaje en 2020 y 2021 debido a la pandemia del coronavirus.
El ejecutivo justifica la ampliación del contrato en que la cancelación de la celebración de la Feria del Caballo por la pandemia le ha producido a la empresa adjudicataria un “perjuicio económico” por unas circunstancias “sobrevenidas” que no son “imputables a ninguna de las partes firmantes del contrato”.
Finalmente, se ha optado por realizar una modificación del contrato ya que, en este caso, la licitación no podía acogerse a uno de los supuestos permitidos por un Real Decreto que permitía prorrogar los contratos afectados por la pandemia de la covid-19. Además, el adjudicatario tampoco había solicitado una ampliación del plazo de adjudicación.
Ante esto, se ha tramitado una modificación del contrato estableciéndose que continuará montando el alumbrado del González Hontoria durante las ferias de 2023 y 2024. En cada uno de esos años el coste del montaje será de unos 861.655 euros (impuestos incluidos).
La pasada semana, la firma Iluminaciones Ximénez remitió un escrito al Ayuntamiento anunciando que aceptaba la propuesta de modificación del contrato. Al día siguiente el gobierno municipal se reunía nuevamente y aprobaba el acuerdo.
TITULO: ESPAÑOLES POR EL MUNDO - Barentsburg, el pueblo noruego de mineros rusos y ucranios en el que la guerra es tabú,.
Barentsburg, el pueblo noruego de mineros rusos y ucranios en el que la guerra es tabú,.
foto / El asentamiento en el archipiélago de Svalbard, cercano al Polo Norte, sufre las consecuencias de las medidas europeas contra Rusia,.
En el pueblo noruego de Barentsburg jamás ha vivido un ciudadano de Noruega. Casi todos sus habitantes son mineros ucranios o rusos, y prácticamente ninguno aguanta allí más de dos años. El asentamiento, uno de los más fríos y remotos de toda Europa, atraviesa sus horas más bajas desde que fue fundado en 1920 por un grupo de holandeses. Faltan compradores para sus toneladas de carbón y su sector turístico está en ruinas: primero, la pandemia; y ahora, un boicoteo por la guerra en Ucrania. “No son tiempos sencillos”, admite Serguéi Guschin, el cónsul general de Rusia en Barentsburg. “Lo hacemos lo mejor que podemos”, continúa.
Barentsburg está gobernado por la empresa de origen soviético que compró el terreno a principios de los años treinta del siglo pasado, y que únicamente opera en el archipiélago noruego de Svalbard, una de las zonas más despobladas del planeta, unos 1.000 kilómetros al sur del Polo Norte. Un tratado de 1920 reconoció la soberanía de Noruega, pero los países firmantes, entre ellos Rusia, tienen derecho a explotar los recursos mineros de las islas, a pescar en sus caladeros de bacalao y a desarrollar actividades científicas.
En Barentsburg solo se habla ruso. Todo, salvo el inmueble del consulado, pertenece a Arctikugol: el hotel, la guardería, el colegio, las construcciones de madera desvencijadas con más de un metro de nieve acumulada ante la puerta de entrada, la piscina cubierta que lleva años en obras, los edificios residenciales de estilo soviético, la tienda de alimentos, o el busto de Lenin expuesto en una plaza. Y, por supuesto, la mina de carbón. “Es el director general de Arctikugol quien decide todo sobre cualquier asunto de aquí. Vive en Moscú, pero viene todos los meses”, explica Guschin en la legación más septentrional del planeta, y la única situada en una localidad con menos de 500 habitantes. No hay policía, las funciones de orden público las ejerce la unidad de rescate de la mina. “Si alguien se emborracha y se pone violento, se lo llevan para que se relaje”, simplifica el cónsul.
Guschin, de 50 años y pelo largo recogido en una coleta, señala que la mayoría de los habitantes son ucranios, “sobre todo de las repúblicas [autoproclamadas y no reconocidas internacionalmente] de Donetsk y Lugansk”, en la región de Donbás, donde milicias prorrusas controlan parte del territorio desde 2014. El diplomático asegura que también hay bastantes familias de Kiev, Járkov y otras zonas de Ucrania, y recalca que desde el inicio del “conflicto” —al que evita definir como guerra— no ha habido ningún ucranio que haya querido renunciar a su trabajo en la mina.
El cónsul, que también es subdiácono de la Iglesia ortodoxa rusa, se mantiene fiel al discurso del Kremlin: considera que Rusia está luchando “para acabar con los nazis y la ideología nazi que está profundamente arraigada en la sociedad ucrania y su Ejército”. Guschin menciona que la invasión de Ucrania provocó “algunas discusiones en las redes sociales”, pero que la convivencia en Barentsburg no se ha visto afectada en modo alguno. El agregado consular, Muradbek Abakarov, de 24 años, detalla que durante las últimas semanas han ayudado a algunos padres ucranios a “traer a sus hijos desde las regiones en las que se realizan operaciones de combate”, facilitando la documentación necesaria para que los menores pudieran cruzar a Polonia y volar hasta Svalbard.
Arctikugol es una empresa profundamente deficitaria. “Pierde muchísimo dinero cada semana”, reconoce Guschin. De las 120.000 toneladas de carbón que se extraen anualmente, más de un 25% se queman allí, para producir electricidad y calentar las viviendas en las que ahora residen poco más de 300 personas. Y en agosto entrará en vigor el embargo de la UE al carbón ruso. “Nuestro objetivo ahora es lograr vender el máximo cuanto antes”, admite Guschin.
Los ingresos son limitados y los costes son enormes para una mina con una producción tan escasa. Los empleados que se contratan en Donbás o en Rusia son trasladados en avión a Longyearbyen, la principal localidad de Svalbard, y desde allí en helicóptero a Barentsburg. Las restricciones por la pandemia y el posterior veto a las aerolíneas rusas complican las cosas. “Básicamente vienen por dinero”, reconoce Guschin. Arctikugol corre con los gastos de transporte y alojamiento, y con los del diminuto hospital o la escuela. La empresa pública también ofrece a los trabajadores y a sus familiares cursos de ballet, danza clásica o yoga. Y bastantes clases de deportes que el cónsul enumera con gusto: “fútbol, voleibol, baloncesto, tenis de mesa, bádminton, ajedrez”. “También hay un club de boxeo”, interrumpe Abakarov, con un tono con el que deja claro que es un lugar que frecuenta.
“Las condiciones aquí son complicadas. El trabajo es muy duro”, sintetiza Guschin, quien durante su estancia en la Embajada de Rusia en Reikiavik perfeccionó el islandés que decidió aprender durante su juventud. Las minas de Svalbard no tienen buena fama en el gremio. En la de Barentsburg, la única de las rusas que sigue activa, ha habido al menos cinco accidentes mortales en los últimos cuatro decenios. Tampoco llegaron a su destino cuatro helicópteros de Arctikugol. Y en 1996, un avión que cubría la ruta entre Moscú y Longyearbyen acabó estrellado en una montaña del archipiélago noruego, en el peor accidente de aviación de la historia del país escandinavo; murieron los 141 pasajeros a bordo y la mayoría eran ucranios que se dirigían a Pyramiden, otro asentamiento minero ruso que se abandonó repentinamente, en 1998.
Los años previos a la pandemia fueron prósperos para Barentsburg. Arctikugol contrató en 2014 a un nuevo responsable para el departamento turístico. Con la llegada de Timofei Rogojín, el lugar vivió una transformación: se renovó el hotel, se abrió un hostal y llegaron más turistas rusos que nunca. De tres empleados, pasaron a ser 80. El futuro de Arctikugol era menos negro gracias a la llegada de Rogojín; pero había algo de él que no le gustaba nada al cónsul: el responsable del turismo en Barentsburg era crítico con el presidente Vladímir Putin, con los oligarcas rusos y con la represión de las manifestaciones antigubernamentales. Guschin informó a Moscú, y el director general de Arctikugol llamó a Rogojín para avisarle de que debía cambiar de actitud si quería seguir trabajando en una empresa estatal. Pero no le iban a silenciar tan fácilmente. Siguió su actividad en Telegram y Facebook hasta que finalmente llegó su carta de despido. Arctikugol no ha respondido a las preguntas formuladas por este diario.
Rogojín vive ahora a sus 46 años en Longyearbyen, una ciudad que, a diferencia de Barentsburg, atraviesa un momento próspero, con una población creciente, más de 50 nacionalidades distintas y una boyante industria turística. “Dedico 16 horas diarias a intentar contar a mis compatriotas la verdad sobre la guerra”, resalta Rogojín, natural de Murmansk, la mayor ciudad del Ártico ruso, en un bar de Longyearbyen. “Mi país se ha convertido en un Estado fascista”, declara. Le traduce del ruso al inglés Darya Belozerova, una joven de 25 años que unas horas después del inicio de la invasión abandonó Járkov, bombardeada por las tropas rusas de manera continua desde el inicio de la guerra. Belozerova decidió regresar a Svalbard, esta vez a Longyearbyen y no a Barentsburg, donde trabajó dos temporadas como recepcionista, en 2016 y 2019.
Rogojín contradice al cónsul Guschin. Asegura que casi todos los ucranios que permanecen en Barentsburg son de Donbás. Y que muchas familias “de Kiev, de Járkov, de Zaporiyia, de Pavlograd” sí se fueron al comenzar la guerra, sobre todo a países de la UE.
“Barentsburg se ha convertido en una ciudad totalitaria”, denuncia Rogojín. “No se puede pensar de manera diferente. Si no estás a favor del Gobierno ruso, no puedes estar allí”, añade. “O te quedas, pero con la boca bien cerrada”, agrega Belozerova al margen de la traducción. Pero no todos los habitantes de Barentsburg están dispuestos a perder su derecho a la libertad de expresión. Natalia Maksimishina, de 32 años, sufre al ver imágenes de Ucrania; también le afectan ciertas generalizaciones que lee o escucha en medios occidentales sobre los rusos. “Fuimos muchos los que hicimos todo lo posible para que cayera Putin. Nos manifestamos, a veces volvimos a Rusia adrede para votar contra él. No sirvió de nada”, lamenta esta historiadora, que llegó en enero a Barentsburg y que, ante la falta de turistas, trabaja como guía, recepcionista y bibliotecaria. “Y ahora se ha vuelto loco con su guerra”, prosigue.
Natalia, que llegó a Barentsburg para profundizar en la historia de las expediciones árticas de la Unión Soviética, se siente doblemente encerrada. Su tarjeta de crédito rusa ha dejado de estar operativa en Noruega. Si quisiera, no podría comprar unos billetes de avión. Y no puede salir de las pocas calles de Barentsburg sin ir acompañada; no tiene rifle ni licencia de armas, requisitos legales para poder moverse por el archipiélago debido al riesgo de ataques de osos polares. Sí puede comprar las pocas cosas a la venta en Barentsburg a través de un sistema interno de pago gestionado por Arctikugol.
Además del bloqueo de sus tarjetas de crédito, la guerra ha tenido más consecuencias negativas para los trabajadores de la ciudad, entre los que también hay unos pocos ciudadanos de Bielorrusia, Moldavia, Uzbekistán o Tayikistán. La mayoría de empresas turísticas de Longyearbyen que organizaban viajes de un día en los que se recorrían los 110 días kilómetros de ida y vuelta en barco o en motos de nieve han reprogramado sus rutas o recomiendan no hacer ningún gasto durante las horas que pasen en el reducto de la Unión Soviética. Aun así, las relaciones entre Longyearbyen y Barentsburg —las dos únicas poblaciones del vasto archipiélago en las que residen más de 50 personas durante todo el año— no se han roto del todo: en marzo se celebró el tradicional partido de fútbol que enfrenta una vez al año a los dos pueblos, y los 30 menores que viven en el asentamiento minero han sido invitados a los eventos que se celebrarán en Longyearbyen con motivo del Día de la Constitución de Noruega.
Maksimishina agradece que en Barentsburg pueda adquirir comida de origen estonio, algo que no ya está al alcance de los que viven en Rusia. Le gusta pasar tiempo en la biblioteca, que contiene más de 50.000 volúmenes escritos en todas las lenguas oficiales de las antiguas repúblicas soviéticas. En general, disfruta de su tiempo en Barentsburg. “Para mí, está siendo toda una experiencia antropológica. Está siendo un placer, pero también un reto”, comenta la joven, que explica que las interacciones humanas en la pequeña y dura localidad tienen poco que ver con las de su San Petersburgo natal. Maksimishina, que espera poder realizar un doctorado en alguna universidad occidental, aprecia el grado de solidaridad que ha observado entre los que viven en Barentsburg. También reconoce que son unos cuantos los que aprueban el brutal ataque contra Ucrania.
Tanto Maksimishina como Rogojín descartan por completo volver a Rusia a corto plazo. No saben cuándo ni dónde se reencontrarán con sus familiares. Junto a la pequeña iglesia ortodoxa —a la que en contadas festividades acude un sacerdote ortodoxo que vuela desde Moscú—, Maksimishina reconoce que le inquieta su futuro: “Puede que me quede a vivir aquí para siempre”, dice con una sonrisa amarga, antes de lamentar lo complicado que resulta para los ciudadanos rusos obtener un permiso de residencia en los países occidentales. De momento, confía en que pronto estará en alguna universidad europea o estadounidense aprendiendo todavía más sobre los exploradores soviéticos que arriesgaron sus vidas para llegar a donde no había llegado nadie.
Un interés puramente geoestratégico
Moscú siempre ha defendido que merece una posición privilegiada en el archipiélago. Como firmante del Tratado de Svalbard, Rusia reconoce la soberanía noruega, pero el Kremlin considera que lo que ocurre en las islas no es asunto exclusivo de Oslo.
La razón de ser de Barentsburg ya no es la minería de carbón. Tiene un interés esencialmente geoestratégico. Andreas Oshtagen, investigador del Instituto Fridtjof Nansens, explica por teléfono que “Svalbard ya es una zona de mayor importancia que hace 10 años”. El aceleradísimo deshielo en la región ofrece oportunidades económicas: nuevas rutas marítimas, muchísimos más peces en los caladeros y la posibilidad de realizar más prospecciones petrolíferas y gasísticas.
Los roces entre las autoridades rusas y noruegas en torno a Svalbard han sido continuos. Moscú se ha quejado reiteradamente de que Noruega ha limitado notablemente sus posibilidades al declarar como zona protegida más del 70% de las islas. Arctikugol también reclama a Oslo que le permita utilizar helicópteros para actividades turísticas, y no únicamente para las mineras. El Gobierno del país escandinavo deniega esa licencia al considerar que no encaja en lo regulado en el tratado firmado hace más de 100 años. El veto a los barcos rusos en los puertos noruegos que entró en vigor el pasado sábado no se aplica en Barentsburg.
“Si alguna vez Rusia se enfrentase militarmente con la OTAN, lo primero que querría es establecer una especie de perímetro de protección para los submarinos nucleares de la Flota del Norte”, comenta Oshtagen. “Y Svalbard podría ser una pieza clave para lograr ese objetivo”, añade.
A pesar de que Rusia es el único de los 46 países firmantes del Tratado de Svalbard que extrae carbón en Svalbard —junto a Noruega, cuya única mina activa está en fase de desmantelamiento—, varios Estados sí que realizan actividades científicas en virtud del acuerdo. Como China, que tiene una base meteorológica en Ny-Ålesund, el asentamiento permanente más septentrional del planeta.
Los países que no han ratificado el Tratado de Svalbard todavía pueden hacerlo. El acuerdo también permite a los ciudadanos de los países firmantes establecerse en el archipiélago sin tener que cumplir los requisitos de residencia que son aplicables en el resto de Noruega. El último Estado en adherirse fue Eslovaquia, en 2017. El año anterior, lo hizo Corea del Norte.