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A vivir que son dos días - A vivir - Cadena SER,.
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Faye Dunaway, intérprete de mujeres destruidas ,.
foto / Faye Dunaway,.
A Faye Dunaway la recuerdo en su creación de Wanda Wilcox de El borracho (1987), una de esas cintas que suenan mejor citadas por su título original —Barfly—, con la que Barbet Schroeder —siempre tan acertado como interesado en las personalidades bizarras— inició su filmografía estadounidense. Cuando Henri Chinaski (Mickey Rourke) la descubre, bebiendo y esperando como una mosca del bar, al fondo de la barra del Kenmore, donde la luz es más tenue, se le antoja “una diosa caída”. Al acercarse a ella, con esos quiebros que solo dan quienes han resuelto dedicar su vida a vaciar botellas, Schroeder, el gran Barbet Schroeder, retrata a Chinaski en un plano medio, todo lo dinámico que requiere la situación, pues está inmerso en una panorámica de seguimiento. Entre los borrachos, las otras moscas que el tomavistas va dejando atrás en su recorrido, reconocemos a Bukowski, autor del guion, y modelo del que Chinaski es trasunto.
Y si el realismo sucio tuvo un abanderado, ése fue, no cabe duda, Charles Bukowski, el “viejo indecente” que se autodenominaba. Sin embargo, puesto a escribir el papel de Wanda para Faye Dunaway, fue un poeta maldito como François Villon al concebir La balada de los ahorcados (1489). Para Wanda imaginó a una mujer destruida que no quiere volver a enamorarse nunca más. Vive para beber y bebe merced al dinero que le pasa aquel que la dejó fatalmente marcada para el cariño. Hasta que, en esa panorámica por la barra del último bar, la aborda el “vagabundo con más clase” que ha conocido en la vida.
Chinaski no se lava ni se cambia de ropa: aún luce en la camiseta las manchas de sangre de cuando le abrieron las cejas a trallazos y le machacaron la boca por el mismo procedimiento. Aún no se ha terminado de recuperar de la última pelea en el patio trasero del Kenmore cuando se acerca una diosa caída que odia al mundo entero tanto como a toda la gente que lo habita. A la mañana siguiente, tras el delirio de la primera noche juntos, a Wanda su nuevo amante le ha parecido “un noble loco”. Chinaski, exultante de lirismo, asegura que nunca se ha enamorado nadie de él. Después alaba sus largas y maravillosas piernas. Parece ser que Schroeder rodó esa panorámica descriptiva, por las impresionantes piernas de su actriz, a instancias de la propia Faye. Se sabe porque hablamos de un plano que consta en los anales. Casi tanto como el de Marilyn Monroe aireándose mientras revolotean las faldas de su vestido blanco en Manhattan sobre la rejilla del respiradero del metro de la avenida Lexington y la calle 52, en La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955). Casi tanto, pero en un orden mítico bien diferente.
Pocas mujeres beben de esa manera que lo hace Wanda. Ni en Culver City, ni en el Wilshire Boulevard ni en todo el Downtown de Los Ángeles. Y pocas actrices aceptarían un papel de semejantes características. Sin embargo, hay constancia de que Schroeder, en gran medida, consiguió sacar Barfly adelante por el interés de Faye Dunaway en protagonizarla.
En 2019, cuando el realizador visitó Madrid para presentar un ciclo que la Filmoteca Española dedicó al conjunto de su filmografía, recordó lo difíciles que se le pusieron las cosas cuando, recién llegado a California para su primer rodaje estadounidense, Menahem Golam, su principal productor, decidió reducirle drásticamente el presupuesto. Esto significó que el tiempo para la filmación se vio acortado en la misma medida, y todos, desde Bukowski hasta Francis Coppola —distribuidor del filme a través de Zoetrope—, tuvieron que poner en Barfly un interés mayor que el meramente crematístico.
Aquel esfuerzo mereció la pena. Descubrí esta película en su estreno en la cartelera madrileña. Tantos años después, Wanda Wilcox me sigue pareciendo la mejor representación que se haya visto en una pantalla de un mito de Bukowski: la mujer que bebe hasta matarse, como si fuera un tío. Aunque hay veces que, al volver sobre Faye Dunaway dando vida a Wanda Wilcox, recuerdo a la otra gran borracha que ha retratado el cine: la Kirsten Arnesen Clay incorporada por Lee Remick en Días de vino y rosas (Blake Edwards, 1962). Ya desintoxicado Joe Clay (Jack Lemmon), su marido —amén del hombre que la llevó a la priva—, cuando vuelve a verla, el padre de ella le recuerda que su esposa solo es una borracha que se va con cualquiera que le ofrezca una botella.
Llamo “aventuras cínicas” a esas cintas, puestas en marcha tras la derogación del Código Hays en 1967 —en realidad fue un olvido, ya que hablamos de unas normas con las que se venía autocensurando Hollywood desde 1934, que no de ninguna legislación vigente—, que presentaban a los villanos tradicionales, los malotes clásicos, como personajes románticos, en la linde de los buenos. Antes de que este nuevo planteamiento se convirtiera en una constante en el retrato de los fuera de la ley del Hollywood de los años 70, hubo un par de paradigmas: Bonnie and Clyde (Arthur Penn, 1967) y Dos hombres y un destino (George Roy Hill, 1969). Esta segunda fue la respuesta de Hollywood al spaghetti western; la primera, la continuación, por parte de la nueva pantalla estadounidense de los años 60 —que tuvo en Penn a uno de sus realizadores señeros— del filme noir pre-code: Hampa dorada (Mervyn LeRoy, 1931), El enemigo público (William A. Wellman, 1931), Scarface (Howard Hawks, 1932)…
Así las cosas, Faye Dunaway encontró su primer gran personaje en la recreación de Bonnie Parker, la chica que junto a Clyde Barrow —Warren Beatty en las secuencias de Penn—, su chico, entró en la leyenda del pistolerismo estadounidense de la Gran Depresión, y en la de los grandes amantes de todas las épocas. Como siempre en estos casos, no acaba de estar claro eso de que robasen a los ricos para dárselo a los pobres. Es raro jugarse la vida por semejantes altruismos. Como también lo es permanecer unidos hasta que la muerte separa a quienes se han querido mucho.
Sin embargo, ésa fue la historia de Clyde Barrow y Bonnie Parker, amantes y forajidos, atracadores de bancos, desde que se dieron el primer beso hasta que fueron acribillados juntos en Bienville, Luisiana. Fue una emboscada porque cantó un soplón, una operación conjunta de la policía de Texas y la de Luisiana. Faye Dunaway encontró en Bonnie a su primer gran personaje. Inolvidable en esos planos delante del Ford V8, vacilando con la pistola, como la auténtica Bonnie en las fotos suyas que han llegado hasta nosotros.
Hace unos días, escribiendo una pieza con motivo del óbito de Norman Jewison, recordé mi descubrimiento de esta actriz en El caso de Thomas Crown, estrenada por Jewison en 1968, aunque yo la vi antes que Bonnie y Clyde. Aunque era para mayores de 18 años y yo aún era un niño, como me conocían en el cine de mi barrio me dejaban entrar, pese a que el programa no fuera tolerado. La elegancia, la sofisticación de Faye recreando a Vicky Anderson, la detective del seguro dispuesta a demostrar que ha sido Crown (Steve McQueen) quien ha atracado su propio banco —aunque se acaba enamorando de él—, me dejó impresionado.
Al mismo prototipo, el de mujer moderna y sofisticada, obedece la Gwen de El compromiso (Elia Kazan, 1969). En su dilatadísima filmografía —casi 120 producciones— sobresalen algunas de las cintas más celebradas de su época: Los tres días del cóndor (Sidney Pollack, 1975), junto a obras maestras de la altura de Chinatown (Roman Polanski, 1973). Yo me quedo con la estrella heterodoxa, la de las mujeres bizarras, que empezó a darse a conocer incorporando a la señora Pendrake de Pequeño gran hombre (Arthur Penn, 1970).
Supongo que Faye ya era una de esas actrices de otra época, que amenizan su otoño con actuaciones estelares televisivas, cuando en 2016, entre las 66 imágenes de la muestra que dedicó a Terry O’Neill la Fundación Telefónica de Madrid, descubrí una de ella. Nos la mostraba desayunando junto a la piscina de un hotel de Beverly Hills el 29 de marzo de 1977. La noche anterior había sido distinguida con el Oscar a la Mejor Actriz por su trabajo en Network, un mundo implacable (Sidney Lumet, 1976) y todos los periódicos tirados por el suelo, alrededor de sus zapatos de tacón de aguja —las mujeres como Faye Dunaway nunca calzaban zapatillas— hablaban de ella.
En aquella instantánea volví a admirar sus maravillosas piernas: las mostraba igual que en Barfly a aquel borracho que no quería que nadie supiera su nombre ni su significado. “Nadie que escriba algo que merezca la pena puede estar tranquilo”, aseguraba Chinaski a su diosa caída.
No pudieron ser como dos que se cruzan en un pasillo, recordé ante aquellas piernas gloriosas. Aquella imagen, tomada por Terry O’Neill —conviene resaltar, porque habría de ser el segundo marido de la actriz—, ya anticipaba aquel célebre plano de Barfly. Pocas han sido capaces de interpretar como Faye Dunaway a una mujer destruida.
TITULO: LA BRUJULA ONDA CERO - La Linterna La Cope - Emotiva despedida en Herat al soldado John Felipe Romero ,.
La Brújula es un programa de radio de la emisora española Onda Cero, presentado y dirigido por David del Cura.
Es el tercer espacio en audiencia en la franja nocturna,
retransmitiéndose entre las 20 y las 24 horas, tiempo que dedica a un
análisis de la actualidad, el deporte, la economía (con el espacio
denominado La Brújula de la Economía) y el debate político., etc,.
La Linterna La Cope ,.
'La Linterna' es el programa de radio informativo, político y económico, cultural y de debate nocturno de la Cadena COPE. Dirigido y presentado desde 2009 por Ángel Expósito, se emite de lunes a viernes de 19:00 a 23:30 horas, correspondiendo la última hora de los viernes a 'La Linterna de la Iglesia', dirigida y presentada por Faustino Catalina,.
Emotiva despedida en Herat al soldado John Felipe Romero,.
foto / John Felipe Romero,.
El militar de origen colombiano fallecido el lunes en un atentado en Afganistán recibió el homenaje de sus compañeros en un acto presidido en la base española por la ministra de Defensa. Sus restos viajan en el avión de Carme Chacón y llegarán a Barcelona a las 21.00.
Las tropas españolas en Afganistán han despedido este martes al soldado John Felipe Romero Meneses, fallecido el lunes en atentado, en un acto solemne y emotivo celebrado en la base de Herat y presidido por la ministra de Defensa, Carme Chacón.
Tras un breve funeral, sus compañeros, con lágrimas en los ojos, han llevado a hombros el ataúd con los restos mortales del fallecido y lo han introducido en el Hércules que lo trasladará hasta Kabul, donde posteriormente será embarcado en un Airbus de las Fuerzas Aéreas que aterrizará en Barcelona hacia las 21.00.
Romero Meneses, colombiano de 21 años, falleció el lunes al saltar por los aires el vehículo blindado BMR en el que viajaba, a consecuencia de una explosión de un artefacto, en un atentado que también dejó otros seis militares heridos.
Su despedida se ha celebrado en un hangar improvisado del aeropuerto de Herat, en las proximidades de la base española, en un ambiente de tristeza y tensión al mismo tiempo.
El acto se ha celebrado 24 horas después del ataque a las tropas españolas y ocho horas después de que la base de Herat registrara un ataque con cohetes, sin daños materiales ni personales.
Una bandera española cubría el féretro mientras se oficiaba el funeral ante unos 400 militares, la mayoría de ellos de la jefatura de Montaña, que tiene unidades repartidas en Aragón y Cataluña.
El acto incluyó un responso del capellán de la misión y la imposición de la Medalla de la OTAN sobre el féretro del militar.
Previamente, en sus palabras al contingente español, la ministra de Defensa recordó que John Felipe Romero ha perdido la vida "por un mundo más seguro y una vida más segura para los ciudadanos".
Ha transmitido el pesar y el dolor del Rey y del presidente del Gobierno, así como la gratitud de los ciudadanos españoles a las Fuerzas Armadas.
Chacón ha afirmado que la presencia española en Afganistán "es necesaria, al igual que los más de 80.000 soldados de 43 países que nos acompañan", en alusión a la misión ISAF de Naciones Unidas liderada por la OTAN.
Ha dicho que es necesario seguir en Afganistán hasta que este país se valga por sí mismo y deje de ser una amenaza para el mundo.
Chacón ha subrayado que la operación en Afganistán es "la más dura, compleja y arriesgada" de todas las misiones en el exterior en las que ha participado España en su historia y "para una misión dura se necesita corazón. Para una misión compleja, inteligencia. Y para una misión arriesgada, valentía".
La ministra de Defensa española llegó a Herat acompañada por el jefe del Estado mayor de la Defensa (JEMAD), general José Julio Rodríguez,y el jefe de Estado Mayor del Ejército (JEME), general Fulgencio Coll.
Antes de asistir a la ceremonia de despedida del fallecido y emprender viaje de regreso a España, la ministra ha visitado a los heridos en el atentado, ingresados en el hospital Role 2 de la base de Herat.
Todos ellos están fuera de peligro, según los médicos que les atienden, y tres de ellos vuelven a España -los que presentan pronóstico más grave-, que son el teniente Jordi Francesc Rubio y los soldados Daniel Ospina y Josua Alcalá.
Los otros tres, los soldados Gerson Jaime Rodriguez, Juan Morales y Carlos Gatos, que presentan heridas leves, han decidido quedarse y completar la misión.
Se prevé que el avión con los restos mortales del soldado fallecido llegue hacia las nueve de esta noche a Barcelona, donde se encuentra la unidad a la que pertenecía y en la que mañana se oficiará el funeral.
Actualmente España tiene desplegados de forma permanente 998 militares en la misión de Afganistán, repartidos entre la base de Herat y el PRT de Qala e Naw.
Además, España tiene previsto enviar otros 511 soldados más para atender las demandas de la administración estadounidense y de la OTAN ante la nueva estrategia en Afganistán.
Están integrados en la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán (ISAF) de Naciones Unidas.