TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - LOS COLECCIONISTAS LOCOS POR LOS VINILOS,.
fotos, LOS COLECCIONISTAS LOCOS POR LOS VINILOS,.
Como en los noventa, la venta de vinilos generará este año mil
millones de dólares. Cifra récord. Preguntamos a los que más y mejor
saben -los coleccionistas-sobre las claves de esta nueva pasión.
La música puede llevarnos al periodo en que escuchábamos una
determinada canción. Nos hace evocar todo lo que sentíamos, olíamos,
palpábamos. Casi hasta lo que pensábamos». Así explica Eloy Gala su
pasión por el coleccionismo de discos (y
singles, revistas,
postales…, todo lo relacionado con la música de los cincuenta, sesenta y
setenta). «Ahí nace todo -dice a sus 61 años-: en buscar esas canciones
que nos permiten evocar nuestra infancia y adolescencia. El
coleccionismo es querer poseer todo aquello, tenerlo. No sirve con
escucharlo o disfrutarlo, quieres tenerlo físicamente». Ahí está la
clave, subraya: en hacerlo tuyo. Por eso, no le valen Spotify, YouTube
ni otras plataformas
on-line.
Eloy Gala lleva 40 años
coleccionando vinilos. Tiene ya 20.000 de música de los 50, 60 y 70. No
duda en viajar al extranjero solo para comprar un disco
«Esos álbumes en formato digital no son tuyos, son de todo el mundo».
En cambio, los casi 20.000 discos que alberga en la habitación que su
mujer llama ‘Freakylandia’ son solo suyos. Y hacerse con ellos le ha
llevado más de cuatro décadas. Años de ferias, de viajes relámpago a
Utrecht, Barcelona o Londres. Compró sus dos primeros
singles -uno de Led Zeppelin y otro de Patxi Andión- a los 12 o 13 años.
Ahora compra muy poco: «Hace tiempo que no encuentro nada que me
atraiga. Cada vez es más difícil». ¿El motivo? Muchos de los que acudían
a las ferias o a mercadillos como el Rastro madrileño ahora apuestan
por la venta
on-line. Y eso a Eloy no le convence. «Para mí es
impagable seguir encontrando discos en los cajones de los amigos o de
las ferias. Cuando das con una pieza así, la sensación es
indescriptible».
Aunque Eloy ya casi no encuentre discos que lo satisfagan,
lo cierto es que cada vez se venden más vinilos. Este año, según la
consultora Deloitte, las ventas en todo el mundo supondrán un negocio de
mil millones de dólares; principalmente, gracias a la venta de discos
recién editados (
Blackstar, de David Bowie, fue la estrella en
2016; el año anterior, 25, de Adele), pero también a la compraventa de
usados y tocadiscos. Hay que remontarse a los años noventa para
encontrar cifras similares. Eso sí, el mismo informe arroja también un
vaso de agua fría: en 1981 se vendieron en todo el mundo mil millones de
vinilos.
No les valen Spotify ni Youtube: “Esos álbumes -dicen- no son tuyos, son de todo el mundo”
Este año rondarán los 40 millones. Con todo, es indiscutible que las
ventas llevan más de un lustro creciendo. ¿A qué se debe? «A mí me da
igual si es o no por moda -cuenta
Álvaro Portela, gallego de 32 años, desde una de sus tiendas preferidas-, pero a los que nos gusta nos beneficia: se están reeditando discos que eran difíciles de conseguir. Es una buena noticia».
Con la música a otra parte:
Álvaro Portela, gallego de 32 años, tiene 1500 álbumes. Pero tuvo que desterrarlos
Él sí compra por Internet. Pero cuando es un disco
especial prefiere ir a la tienda de confianza y ‘pinchar’ el vinilo,
abrirlo, verlo, tocarlo… Álvaro tiene unos 1500 álbumes. Aunque ha
tenido que desterrarlos: «Era o mi novia o los discos, y en este caso la
elección estaba clara». Tiene, eso sí, las joyas, los discos clave en
casa. Como el primero que se compró (
And justice for all, de
Metallica). Y mantiene su ritual a la hora de ponerlos: «Es un momento
tranquilo, con una cervecita o un vinito. Y el proceso de elegir el
vinilo, limpiarlo, colocarlo en el tocadiscos…».
Eso sí, no es de los maniáticos: «No soy de los que tienen que
ponerse los guantes para tocar un disco. Los discos, más si los compras
de segunda mano, han pasado muchas fiestas, arañazos, batallas.
¡Estupendo! Me parece que el vinilo hay que disfrutarlo como lo que es:
un trozo de plástico… ¡no nos pongamos tan exquisitos!».
El estado de los discos es, precisamente, el problema al que se
enfrenta Eugenio Gómez, de 49 años y ambientador de decorados en una
cadena televisiva. Claro que lo suyo es el
rock and roll, el doo wop,
rockabilly o los grupos vocales desde los años treinta «hasta llegar a los Beatles».
No se habla de dinero…
No es solo el paso del tiempo el que ha hecho mella en los vinilos
que Gómez colecciona, sino también la tecnología que se empleaba para
escucharlos.
Un valor nada seguro: Eugenio Gómez
prefiere no hablar de dinero. «Esto es muy subjetivo. Las compañías de
seguros ni siquiera mandan a un perito. ¿Cómo tasas tu colección?»
«En los años cincuenta -dice- se escuchaban en los llamados
pick ups,
aquellos tocadiscos portátiles con agujas que parecían clavos. Los
discos se llevaban a los guateques, se mojaban, se caían… Conseguir uno
impecable hoy es difícil». Cuenta, además, que, como muchos
coleccionistas, trata de mejorar la copia que posee. No basta con
tenerla. si das con una en mejor estado, la quieres.
“¿Guantes? ¡No seamos tan exquisitos! Hay que disfrutar del vinilo como el trozo de plástico que es”
Eso sí, no suelta prenda sobre precios. Pocos coleccionistas lo
hacen, por mucho que insistas. «No me parece de recibo entrar en eso
-dice-. Cada coleccionista tendrá su cruz: un disco por el que ha pagado
lo que no está escrito, y se entera que otro lo ha comprado una semana
después por la mitad de precio». Afirma que lo del valor, como en tantas
otras facetas del arte, no deja de ser subjetivo. Lo ha vivido de
primera mano con las compañías de seguros. «Ni siquiera mandan a un
perito a valorar tu colección. Es normal. ¿Cómo la tasas?». El precio
cambia mucho, y en los últimos años han ocurrido cosas sorprendentes.
«Discos que se sobrevaloran, o al revés, cuyo precio cae en picado.
Quizá porque el último coleccionista que estaba dispuesto a pagar ese
precio ya ha conseguido su copia».
Aunque ellos no suelten prenda, algunas cifras sí han trascendido. Como el álbum de John Lennon y Yoko Ono,
Double fantasy,
firmado por el propio Lennon en 1980 y vendido, casi dos décadas más
tarde, por 400.000 dólares. Claro que el fan que recibió el autógrafo no
fue uno cualquiera, sino Mark David Chapman, quien cinco horas más
tarde disparó al músico a las puertas de su residencia en Nueva York.
Algunas rarezas de la Velvet Underground o de Bob Dylan se han vendido
por 25.000 o 35.000 dólares.
Españoles más cotizados
Entre los más cotizados de la música española se encuentran algunos
títulos sorprendentes, como aquella primera edición del disco homónimo
de Vainica Doble que un japonés adquirió por 2700 euros. O aquellos
primeros EP de Los Nikis valorados en mil. ¿Por qué? Porque son tiradas
de apenas 200 ejemplares, con las portadas pintadas a mano por los
propios músicos.
“Cada coleccionista tiene su cruz y seguro que ha pagado por un disco el doble que otro días después”
Daniel Gutiérrez tiene alguno de estos. Aunque lo
más característico de su ecléctica colección es la rumba madrileña, en
especial la que editaba un peculiar sello del que poco se sabe: Acropol.
Experto en rumba: lo más
característico de la ecléctica colección de Daniel Gutiérrez -dueño de
8000 discos- es la rumba madrileña. Sacó incluso un recopilatorio
La pasión llevó a Dani Gutiérrez a juntar fuerzas con otro apasionado
del sello al que conoció por Internet. «Esto hay que difundirlo,
pensamos. Y con pocos medios y poco tiempo sacamos un recopilatorio de
este sello». En vinilo, por supuesto. Habla con pasión de estos gitanos
que se saltaban las normas del flamenco para grabar sus propias
canciones, hablando de sus problemas, de su vida. En su dormitorio, las
paredes están cubiertas de estanterías abarrotadas de discos,
singles
y casetes. «Aquí habrá unos 8000 discos -dice-. He llegado a tener
25.000, aunque por temas de espacio o de “pasta” me he deshecho de
muchos. Han quedado esos de los que no podría desprenderme».
José Luis Ibáñez, de 49 años, compró su primer disco con 12: el single ‘Divina’, de Radio Futura.
Su colección: unos 2000 vinilos. Tiene a su vez su sello propio
También a José Luis Ibáñez la afición lo llevó a dar un paso más allá
y montar su propio sello. Trilobite Records es fruto de la suma de su
esfuerzo y el de su socio. Sacan discos mimados, de buen gramaje, con
diseños mimados… y con los músicos que les gustan. ¿Por qué? «Por eso,
por afición. ¡A otros les da por coleccionar coches de Scalextric!».
Pues es cierto. O incluso casetes. El año pasado se vendieron en Estados
Unidos 129.000 copias, según Billboard. Puede no parecer mucho, pero
supone un incremento del 74 por ciento respecto a 2015. ¿El próximo
‘boom’ irá por ahí? Tiempo al tiempo.
LOS MÁS BUSCADOS DE AYER Y HOY
Los más Vendidos
David Bowie: 54.000 vinilos. El año pasado se
vendieron en Gran Bretaña 54.000 unidades de Blackstar, el último álbum
de Bowie, publicado un par de días antes de que falleciese. Todo un
récord. Otros clásicos suyos figuran en el top. The Rise and Fall of
Ziggy Stardust ocupa el puesto 13; Hunky Dory, el 16.
Adele y su álbum ’25’, líder de ventas. Ocupó el
primer puesto de ventas de vinilo en 2015, vendió la mitad que Bowie.
Llama la atención que en 2016 una decena de títulos logró vender más de
10.000 discos en el Reino Unido. Y este año? Un disco que promete es
Triplicate, un álbum triple de Bob Dylan. El primero tras el Nobel.
Los más cotizados
Dylan: el más deseado. Dylan tiene mucho material codiciado por los coleccionistas. Se lleva
la palma la primera edición de The Freewheelin, del 63. Un ejemplar de
la edición original se vendió en 2006 por 35.000 dólares. Y 900.000
dólares pagó un comprador en eBay por Black America. The sounds of
History.
¿Y entre los artistas patrios? Eche un vistazo a su
colección, podría albergar alguna joya. El single Esto no es Hawaii (que
wai), de Loquillo y Trogloditas, puede alcanzar los 200 euros. Déjame,
de Los Secretos, en versión EP, en torno a 100. ÿ En España se vendieron
433.000 vinilos el año pasado, casi un 20 por ciento más que en 2005.
TITULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - PISTA PARA LOS MOTORES ECÓLOGICOS,.
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La Fórmula E, con sus monoplazas movidos por electricidad, no es el
futuro. Es el presente. Cada año hay más escuderías. Y en MotoGP pronto
pasará lo mismo. La alta competición se ha vuelto ecológica.
Lo primero que sorprende es el silencio que impera en el circuito.
Del motor de los vehículos no emanan atronadores rugidos, sino un
zumbido constante: pese al imponente aspecto de estos bólidos -que
estéticamente no tienen nada que envidiar a sus ‘primos’ de la Fórmula
1- y a pesar de su nada desdeñable velocidad, el sonido no acompaña: sus
80 decibelios superan por poco el ruido generado por un turismo
convencional (70 decibelios) y se quedan por debajo de los 90 de un
autobús.
Hay quien ve, con razón, un logro en cuanto a contaminación acústica se refiere.
Y hay, al mismo tiempo, quien considera que este silencio le resta
emoción a la Fórmula E. Lo cierto es que la tecnología está todavía
lejos de alcanzar las cifras de la Fórmula 1. Y no se trata solo de un
tema de velocidad: 225 km/h frente a los 350 que alcanza un monoplaza
con motor de combustión. Hay otros motivos que aún impiden que el
público se acerque de forma masiva a esta nueva ‘fórmula’. Aquí, cuando
el piloto se acerca al
pit lane, no lo hace para cambiar sus
neumáticos o cargar gasolina, sino que directamente cambiará de coche.
¿El motivo? Las baterías no aguantan una carrera completa, pese a que la
competición está programada para durar una hora, frente a las dos horas
de la Fórmula 1.
Los 28 kW de las baterías de litio empleadas en esta tercera
temporada de la Fórmula E -fabricadas por Williams- permiten correr unos
25 km a máxima velocidad. Por eso, el ahorro de energía es
parte fundamental de las habilidades del piloto y su escuadra. Eso sí,
es ya un 25 por ciento más que hace solo un par de años. Y para la
quinta temporada -dentro de aproximadamente año y medio- se espera ya
que los coches sean capaces de aguantar la carrera completa.
Investigar y seducir
Todo es fruto de la investigación que hay detrás de una competición
que nace con un objetivo claro: servir de impulso para los coches
eléctricos. No solo incrementando sus capacidades técnicas, sino
sirviendo de escaparate que seduzca a los futuros usuarios: la
organización estima que ayudarán a vender 77 millones adicionales de
coches eléctricos de aquí al año 2040. ¿Cómo? Seduciendo al gran
público. Demostrando que los motores eléctricos pueden competir con los
de gasolina. Y creando competiciones que se desarrollan en el centro de
grandes ciudades como París, Nueva York o Moscú. La Torre Eiffel o la
Estatua de la Libertad son un reclamo importante. Pero no se trata solo
de eso: la ONU estima que para el año 2050 dos tercios de la humanidad
vivirán en ciudades; frente al 54 por ciento que habitaba en un entorno
urbano en 2014.
Sébastien Buemi, suizo de 28 años,
se alzó con el título en la pasada edición y va camino de hacerlo
también este año. El piloto del equipo Renault e.dams corrió en Fórmula 1
con Toro Rosso
El hecho de correr en el centro de las ciudades pretende llamar la
atención sobre la importancia de buscar una alternativa a los motores de
combustión interna si queremos respirar un aire de calidad. Un estudio
de la firma Ernst and Young estima que, gracias a la ‘buena prensa’ que
el evento produce para el motor eléctrico -y esos cerca de 80 millones
de vehículos eléctricos vendidos entre 2015 y 2040-, podría evitarse el
consumo de 4000 millones de barriles de petróleo y la emisión de 900
millones de toneladas de CO2 a la atmósfera (lo mismo que Italia emite
en dos años).
Los coches ya alcanzan los 225 km/h, pero el problema es que la carrera solo dura 1 hora. Las baterías no aguantan más
La primera carrera de Fórmula E tuvo lugar en septiembre de 2014.
Pero la idea surge en marzo de 2011, en la sobremesa de un restaurante
parisino. Comparten mesa Alejandro Agag, fundador y actual CEO de
Fórmula E; Jean Todt, presidente de la FIA (el organismo detrás de las
competiciones de Fórmula 1, entre otras); y Antonio Tajani, presidente
entonces del Parlamento Europeo. Hablan del futuro de los deportes de
motor y se enciende la bombilla. había que crear una competición de
vehículos eléctricos. Un gran evento que sirva de escaparate y de
laboratorio para los vehículos eléctricos. Hace tan solo unas semanas
Carmelo Ezpeleta, el español que maneja los mandos del Mundial de MotoGP
desde su puesto de consejero delegado de Dorna, anunciaba que habrá
categoría de motos eléctricas en 2019. Las dos ruedas se suman así al
esfuerzo de la FIA por difundir las virtudes de los motores eléctricos.
Alta velocidad con cero emisiones, un ‘matrimonio’ impensable hace solo
algunos años que es ya realidad, y cada vez ganará más peso. Por
supuesto, no todos los avances se quedarán en los monoplazas o en las
motos de competición. Los kilómetros recorridos en los circuitos aportan
un conocimiento del que ya se benefician los coches eléctricos e
híbridos destinados al público general. Si ya alcanzan una autonomía
cercana a los 400 km se debe, en gran parte, a las inversiones en I+D de
los fabricantes de monoplazas de competición, como ocurre en la Fórmula
1 tradicional.
Gracias a la inversión en I+D para los coches de competición, los
vehículos destinados al público han ampliado su autonomía hasta los 400
km
Y cada vez son más los que se suben al carro. Si en aquella primera
temporada todas las escuadras competían con un mismo vehículo -el
Spark-Renault SRT 01E-, en la tercera temporada había ya siete
constructores de monoplazas. Y para la quinta habrá marcas como Audi,
BMW, Jaguar o Mercedes. Incluso un clásico de la alta velocidad,
Ferrari, ha demostrado su interés por la Fórmula E. «Necesitamos estar
involucrados en la Fórmula E porque la electrificación va a ser parte de
nuestro futuro», ha declarado Sergio Marchionne a
Auto, la
revista oficial de la FIA. Unas palabras que dan un rotundo espaldarazo a
la ‘categoría E’ y que han tenido que sonar como música celestial para
todos los involucrados.
ASÍ FUNCIONAN LOS MOTORES DE FÓRMULA E
El bólido eléctrico es ligeramente más grande y pesado que un monoplaza de Fórmula 1, pero aspira a la misma potencia.
LOS EMPRESARIOS DETRÁS DE LA FÓRMULA E
Alejandro Agag
Alejandro Agag el ‘Eccleston’ de la E
El yerno de José María Aznar es el consejero delegado de la empresa
matriz del evento, Formula E Holding, y el cerebro que lo ‘inventó’. Es
también la persona que ha conseguido que sea rentable (o casi) un evento
que arrancó con importantes (y esperadas) pérdidas. Hay que seducir a
fabricantes, público e inversores y Agag, que se inspiró y apoyó en su
amigo Briatore, lo está consiguiendo.
John Malone y Richard Branson
Jaime Alguersuari, piloto ya retirado, Richard Branson, empresario de Virgin, y Sam Bird piloto
Malone, el magnate estadounidense, dueño de Liberty Global (propietaria a su vez de
Virgin Media, el imperio de Richard Branson)
y de Discovery Channel, es el actual inversor de referencia. Adquirió
en septiembre del año pasado el grueso de las acciones de Enrique
Bañuelos, el empresario valenciano creador de la inmobiliaria Astroc,
que participó en el arranque del evento deportivo y en las primeras
rondas de financiación y hoy está fuera del negocio. Se suman a la
inversión de cien millones de dólares que Liberty realizó en 2015.
TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - LA SAL, LA POSADA, ABELARDO Y EL CHIVO,.
foto - reloj - LA SAL, LA POSADA, ABELARDO Y EL CHIVO,.
Ya he descrito en estas páginas, años ha, lo que supone conocer
Zamora de la mano del arquitecto y artista renacentista Paco Somoza:
cada piedra tiene una explicación y un significado. El castillo, la
catedral, el románico abrumador, el modernismo, el atardecer en El
Troncoso, una cerveza en Olivares… y La Sal, en la calle Herreros. Unas
horas zamoranas combinando piedra y río, con su «larga estrofa de agua»,
concluyeron en el real sitio de Rubén, Nariz de Oro y Mano de Santo.
Todo lo que he probado en un par de días en Zamora y provincia es un
monumento al producto, lo que me lleva a pensar que va a ser verdad eso
de la sobriedad castellana y su poca o nula tendencia a la mentira. La
adecuación de la sardina ahumada y el inquietante pisto de La Sal, junto
con un tomate apetitoso y un arroz tostado sorprendente, hizo que mi
noche fuera un prólogo perfecto para mi localización de exteriores del
Camino Sanabrés, que debe de ser el único que me queda por hacer. Desde
Zamora a Tábara, luego a Santa Marta de Tera, después a Mombuey y,
finalmente, la soberbia Puebla de Sanabria, antes de atreverse uno con
El Padornelo y La Canda y meterse en tierras de Orense. Ese es el
tránsito.
Puebla, de cuesta en cuesta, es un reducto de piedra y gusto, de
visita inevitable. Incluso lugar para pernoctar y saborear, de nuevo, la
honradez en la cocina. La Posada Real de las Misas, magnífico caserón
en plena Costanilla y Plaza Mayor, en todo lo alto, es un lugar
definitivo para el sueño y el reequilibrio alimentario: los habones y
las carnes y la milhoja de pimientos y ventresca merecen subir la cuesta
de rodillas. Debe su nombre a que la primera inscripción registral la
hizo un cura, que se la quedó en pago por una deuda de misas. La barra
del pueblo puede que sea, junto con otras muy meritorias, la de
Abelardo. Su mesón es una garantía de algunas cosas que no suelen darse
por ahí: se habla mucho de su pulpo, que es muy correcto, y de su
empanada, que es magnífica, pero de verdad lo que merece la pena pedir
es algo por lo que se pena en España en la inmensa mayoría de los bares:
la tortilla de patatas. De cada cien tortillas exhibidas en las barras
del país, noventa y nueve son engrudos incomibles, hechas a mayor gloria
de las suelas de zapatos, sin sabor ni gracia ni textura. La tortilla
de Abelardo es una tortilla de verdad, sabrosa, esponjosa, blanda, que
no líquida, y sin peste a cebolla. Probablemente cuesta el mismo trabajo
hacer una tortilla buena que una mala, pero a la mayoría de la gente le
da igual que sea una piedra insípida. Afortunadamente, a unos pocos
Abelardos que hay en España no.
Y llegó la cumbre: ¿conocen ustedes a Agustín el
Chivo? A
pocos kilómetros de Toro, en la provincia de Zamora, se localiza Morales
de Toro. Pues en ese pequeño pueblo, de calle larga en forma de
carretera, se encuentra un acudidero con el nombre de su propietario. El
Chivo. Agustín anduvo años aprendiendo el oficio por San Sebastián y a
fe que aprovechó el tiempo: entendió que el producto es lo primero y el
tratamiento lo siguiente, y en virtud de ello prepara el mejor pescado
del país, además de otras cosas. No exagero: en la provincia de Zamora
me he comido el cogote de merluza más delicioso y sabroso de muchos
años. Maneja plancha y horno con destreza de maestro y sabe elegir el
bicho sin que le engañen a él y sin que él engañe a sus clientes. Y asa
animales propios de la tierra con la soltura que se le supone a un
lugareño de Castilla y León. Debo reconocer que salí perplejo del lugar.
Cada día me sorprendo más de lo que desconozco y de lo mucho que me
queda por aprender de este apasionante país, lleno de mesas y barras
prodigiosas.
Me espera el Camino. Esa será otra, a su debido tiempo.