foto - Cata Coll, puro instinto,.
La portera de España, que paró un penalti en la semifinal, se entrena desde los 12 años con un preparador específico,.
“Dentro de unos años me acordaré de todo esto. Me acordaré de todo el equipo, hemos sido una piña. Seguro que me acordaré de la final. Me acordaré de Francia, y del penalti. Este Mundial se me quedará marcado”. Habla Cata Coll
(17 años, Marratxí, Mallorca), portera titular de la selección española
sub-20. Es una de las heroínas del equipo, una de las responsables de
que España esté en la final del Mundial.
“Cuando pitó penalti dije ‘lo tengo que parar’. Íbamos 1-0 y sabía que
si lo metían iríamos a la prórroga. Tenía que pararlo por el equipo”,
asiente sobre la acción de la semifinal ante las anfitrionas. “Fue un
momento crítico. Estábamos con una jugadora menos”, recuerda Javier
López Vallejo, entrenador de porteras de la selección. “Yo sabía que lo
iba a parar”, dice, la sonrisa que asoma, María Isabel Rodríguez,
conocida como Misa (19 años, Las Palmas). Aunque ella juega en el
Atlético y Noelia Ramos (19 años, Santa Cruz de Tenerife), la otra
guardameta de España, lo hace en el Sevilla, ha sido toda una juvenil, jugadora del Collerense, un equipo mallorquín de Segunda división, la que les ha ganado el puesto.
“No me esperaba ser titular; ellas me han hecho sacar lo máximo, compiten como nadie en los entrenos”, dice Coll. “Gracias a lo que le aprietan sus compañeras se ha exigido para dar su mejor versión”, cuenta López Vallejo, que le proporcionó toda la información para que tuviera opciones de parar el penalti. “Los avances tecnológicos nos dan hoy más recursos para estudiar al rival. Tú das la información de las pautas que tienen las lanzadoras, pero el mérito es de ella”.
El mérito es de una jugadora admiradora de Dudu Aouate que siempre quiso ser portera, aunque de pequeña no le dejaban. “Jugué de central o de medio hasta los 12. Mi entrenador me decía que lo hacía muy bien y ahí me tuve que quedar. Me gustaba tirarme por el suelo, como los porteros, y hacía las típicas segadas”. Hasta que se plantó. Y empezó a prepararse en la escuela de porteros Pablo Roca, que aterrizó ayer en Francia.
Porque lo que empezó como un hobby se ha convertido en el día a día de Coll. Roca la entrena por las mañanas desde hace dos años; por las tardes, se une a los demás grupos, además de jugar con el Collerense. No descansa ni en vacaciones: trabaja en el centro de tecnificación deportiva de Palma con otros juveniles.
Roca cree que si su pupila paró aquel penalti fue por instinto. Y como resultado de una formación exhaustiva, poco habitual. Es ahora cuando empiezan a verse entrenadores de porteras en los mejores equipos, haciendo un trabajo específico. Coll lo hace desde los 12 años. “Se fija mucho en la posición de la adversaria cuando va a chutar. Les pido que se fijen en cómo colocan el cuerpo. Porque con eso ya deben saber si lanzan a la izquierda o a la derecha. Y Cata tiene ese instinto. Le da unas décimas de segundo para decidir. Se ve en el uno contra uno”.
“A pesar de que solo tiene 17 años tiene una madurez competitiva muy alta y un afán de superación muy grande. Tiene potencia, coordinación y técnicamente ha trabajado muy bien”, añade López Vallejo. Roca destaca su perseverancia para conseguir lo que quiere. Y su actitud: “Cuando explico los ejercicios, los chicos más o menos lo entienden y listo. Ella lo quiere saber todo, cuál es el objetivo de ese ejercicio, para qué le servirá. Va aprendiendo de sus propias experiencias”.
Desde pequeña se entrenó con chicos. Y todavía hoy trabaja con juveniles junto a Roca. Como han hecho muchas de las chicas de esta selección en las edades más tempranas. “Y debería seguir siendo así. Esa fuerza y esa competitividad nos diferencia. Porque dices ‘es un chico y le quiero quitar el balón”, señala Coll. Desde hace unos años juega con el Collerense, “un equipo de barrio, muy humilde; el césped es tan duro como este asfalto”, señala. Un equipo que aspira a regresar a Primera y que es la referencia para las futbolistas en Mallorca: del total de sus 300 fichas, el 42% son femeninas. De allí salió también Patri Guijarro, capitana de la sub-20 e internacional con la absoluta, como Virginia Torrecilla. Todas se formaron en el mismo club. Por eso, su presidente, Tolo Verd, sabe que Coll se marchará pronto.
“Los referentes son el Olympique de Lyon, el City. Son profesionales. Las jugadoras pueden vivir del fútbol. Aquí sabes que cuando el fútbol se acabe no vas a tener nada, vas a tener que vivir de tus estudios. Ojalá pueda salir y vivir de esto, como hacen los chicos”. Palabra de Cata Coll, puro instinto bajo los palos.
“No me esperaba ser titular; ellas me han hecho sacar lo máximo, compiten como nadie en los entrenos”, dice Coll. “Gracias a lo que le aprietan sus compañeras se ha exigido para dar su mejor versión”, cuenta López Vallejo, que le proporcionó toda la información para que tuviera opciones de parar el penalti. “Los avances tecnológicos nos dan hoy más recursos para estudiar al rival. Tú das la información de las pautas que tienen las lanzadoras, pero el mérito es de ella”.
El mérito es de una jugadora admiradora de Dudu Aouate que siempre quiso ser portera, aunque de pequeña no le dejaban. “Jugué de central o de medio hasta los 12. Mi entrenador me decía que lo hacía muy bien y ahí me tuve que quedar. Me gustaba tirarme por el suelo, como los porteros, y hacía las típicas segadas”. Hasta que se plantó. Y empezó a prepararse en la escuela de porteros Pablo Roca, que aterrizó ayer en Francia.
Porque lo que empezó como un hobby se ha convertido en el día a día de Coll. Roca la entrena por las mañanas desde hace dos años; por las tardes, se une a los demás grupos, además de jugar con el Collerense. No descansa ni en vacaciones: trabaja en el centro de tecnificación deportiva de Palma con otros juveniles.
Roca cree que si su pupila paró aquel penalti fue por instinto. Y como resultado de una formación exhaustiva, poco habitual. Es ahora cuando empiezan a verse entrenadores de porteras en los mejores equipos, haciendo un trabajo específico. Coll lo hace desde los 12 años. “Se fija mucho en la posición de la adversaria cuando va a chutar. Les pido que se fijen en cómo colocan el cuerpo. Porque con eso ya deben saber si lanzan a la izquierda o a la derecha. Y Cata tiene ese instinto. Le da unas décimas de segundo para decidir. Se ve en el uno contra uno”.
“A pesar de que solo tiene 17 años tiene una madurez competitiva muy alta y un afán de superación muy grande. Tiene potencia, coordinación y técnicamente ha trabajado muy bien”, añade López Vallejo. Roca destaca su perseverancia para conseguir lo que quiere. Y su actitud: “Cuando explico los ejercicios, los chicos más o menos lo entienden y listo. Ella lo quiere saber todo, cuál es el objetivo de ese ejercicio, para qué le servirá. Va aprendiendo de sus propias experiencias”.
Desde pequeña se entrenó con chicos. Y todavía hoy trabaja con juveniles junto a Roca. Como han hecho muchas de las chicas de esta selección en las edades más tempranas. “Y debería seguir siendo así. Esa fuerza y esa competitividad nos diferencia. Porque dices ‘es un chico y le quiero quitar el balón”, señala Coll. Desde hace unos años juega con el Collerense, “un equipo de barrio, muy humilde; el césped es tan duro como este asfalto”, señala. Un equipo que aspira a regresar a Primera y que es la referencia para las futbolistas en Mallorca: del total de sus 300 fichas, el 42% son femeninas. De allí salió también Patri Guijarro, capitana de la sub-20 e internacional con la absoluta, como Virginia Torrecilla. Todas se formaron en el mismo club. Por eso, su presidente, Tolo Verd, sabe que Coll se marchará pronto.
“Los referentes son el Olympique de Lyon, el City. Son profesionales. Las jugadoras pueden vivir del fútbol. Aquí sabes que cuando el fútbol se acabe no vas a tener nada, vas a tener que vivir de tus estudios. Ojalá pueda salir y vivir de esto, como hacen los chicos”. Palabra de Cata Coll, puro instinto bajo los palos.
TITULO: El libro de la selva,.
foto - El libro de la selva es, en realidad, una recopilación de cuentos. De cualquier forma, los primeros ocho son parte de una misma historia que comienza cuando un joven matrimonio pierde a su bebé en los bosques de la India mientras trataban de huir del ataque de Shere Khan (un enorme y feroz tigre de Bengala y el villano principal del libro). El bebé aparece en la cueva de una manada de lobos quienes lo salvan de las garras de Shere Khan. Raksha (la madre loba adoptiva) lo llama «Mowgli» —'la rana', dado que no tiene pelo—.
Mowgli es entonces presentado en el Consejo de la Roca, máximo órgano deliberativo de la manada de lobos, para que sea reconocido como uno más de ellos. El Consejo es liderado por Akela, quien señala que, para aceptarlo como lobato al menos dos miembros que no sean de su familia adoptiva deben interceder por él, Baloo (un oso bezudo que enseña la ley de la selva) quien es el único que sin ser lobo es miembro del consejo habla a favor de Mowgli, y el segundo en hablar a su favor es Bagheera, la pantera, quien señala que aun sin ser miembro puede cumplir la ley de la manada ofreciendo a ésta un buey que acaba de matar. La manada acepta de buena gana el regalo y así Mowgli pasa a formar parte de la manada de lobos.
Como cualquier otro lobato, es instruido en la ley de la selva (un conjunto de seis artículos donde se presentan los principales valores que debe tener un lobo) por Baloo. Mowgli vive así diferentes historias que le hacen entender el verdadero valor de las leyes (sobre todo cuando se enfrenta a los Bander-Log —el pueblo mono que no tiene ley—), de la amistad y, sobre todo, del trabajo en equipo.
Sin embargo, a medida que crece (y que sus amigos, como Akela, se vuelven más viejos), las diferencias entre Mowgli y los lobos se hacen más evidentes. Es aquí cuando el poder de Shere Khan se vuelve más fuerte. Mowgli es así expulsado de la manada, y se va a vivir a la aldea cercana, donde es puesto al cuidado de una familia a cuyo hijo presuntamente se lo llevó el tigre y que en ese momento tendría aproximadamente la edad de Mowgli. De cualquier forma, todavía tenía pendiente una tarea dentro de la selva: matar a Shere Khan, tal como lo había predicho Raksha cuando Mowgli no era más que un niño.
En la aldea, Nathoo (nombre del niño al que se llevó el tigre y por el que se conoce a Mowgli) se convierte en un pastor de búfalos, aunque no logra adaptarse completamente al estilo de vida, durmiendo en jaulas, e inventando historias de espíritus de la selva. Sin embargo, es este trabajo el que le provee de la herramienta adecuada para cumplir su tarea. Engañando a Shere Khan, con la ayuda de Akela y Hermano Gris (lobo hermano de Mowgli), logra que todo el rebaño de búfalos —liderado por Rama, el buey— aplaste, literalmente, al tigre en una estampida. Mientras intenta despellejar al tigre, aparece Buldeo, el principal cazador de la aldea y gran fabulador, que considera que la muerte del tigre ha sido un golpe de suerte y que la piel le pertenece por derecho. Mowgli, apoyado por los lobos, lo hace huir y termina su trabajo.
Al volver a la aldea, se encuentra con que Buldeo ha soliviantado a la gente en su contra, contando que el niño es un hombre-lobo, y que el mismo vio como se transformaba. Es rechazado a pedradas y al intentar defenderleo, Massua, su madre adoptiva, es herida levemente por una piedra. Mowgli lanza a los búfalos contra la muchedumbre y abandona definitivamente la aldea.
Esa misma noche, Mowgli cumple su palabra y baila sobre la piel de Shere Khan en la peña del consejo. Los lobos le ruegan que vuelva a la manada, pero los rechaza, como hicieron con él, y comunica que a partir de ese momento solo cazará con Akela y los hijos de Raksha, sus hermanos adoptivos.
En el octavo cuento concluye la historia de Mowgli,con Mowgli y Kaa teniendo un encuentro con una cobra albina que custodia un tesoro en las ruinas(la guarida de los Bander-logs), un duelo entre los lobos y una manada de dholes y Mowgli haciendose adulto yéndose a vivir con su madre biologica donde se casa y tiene hijos; y al mismo tiempo, la unicidad de las historias. De aquí en adelante, todas son historias diferentes, con distintos personajes, y ni siquiera transcurren todas en la selva de Seeonee. Aparecen Kotick, la foca blanca, o Rikki-Tikki-Tavi, la mangosta.
La historia de Mowgli se verá ampliada con relatos ambientados antes y después de su salida de la manada en el segundo libro de "El libro de la selva". En ese volumen también se incluirán relatos no pertenecientes a la historia de Mowgli.