Un hombre bueno fue elegido por Dios
para salvarse de un terrible diluvio y, de paso, preservar a los
animales y salvar a la humanidad. Así lo cuenta la Biblia. Pero, ¿por
qué otros pueblos de la antigüedad narran una historia similar? En la
India, en Sumeria, en Nueva Guinea, en Australia... Cuando Hollywood
está a punto de estrenar una gran producción sobre Noé, repasamos las
bases históricas de su hazaña.ü
Cuando Austen Henry Layard encontró, en 1844, las
ruinas del palacio asirio de Nínive, no podía sospechar que entre ellas
iba a aparecer el primer relato del arca de Noé.
Layard,
viajero británico, estaba atravesando Oriente Medio de camino hacia
Ceilán. Al llegar a lo que hoy es la ciudad iraquí de Mosul, le dijeron
que bajo unos montículos había enterradas muchas antigüedades y se
decidió a excavar.
Encontró nada menos que las ruinas del
palacio de Nínive, la capital de Asiria, y los restos de la fabulosa
biblioteca de Asurbanipal, el último gran rey asirio. Aquel
tesoro era inconmensurable; ante sus ojos, asombrados, surgieron
estancias vestidas con bajorrelieves en piedra de demonios y
divinidades, escenas de batallas, cacerías reales y ceremonias; puertas
flanqueadas por enormes toros alados y leones; y dentro de algunas
habitaciones, decenas de miles de tablillas sembradas de una extraña
escritura que nunca habían visto.
Layard había encontrado las
primeras tablillas en escritura cuneiforme, los primeros signos escritos
de los que se tiene noticia. Y con ellas halló el origen de una de las
historias de la Biblia, la del Diluvio Universal y el arca de Noé
narrada en el libro del Génesis. Más de 25.000 tablillas se enviaron al
Museo Británico.
En 1857 por fin se lograron descifrar: estaban
escritas en acadio, una antigua lengua semítica. Pasaron otros 15 años
hasta que, a finales de 1872, George Smith conservador del Museo
Británico, se percató de que uno de los fragmentos de aquellas tablillas
narraba la historia bíblica de Noé. Un hombre justo, elegido por los
dioses por su bonhomía, había salvado a su familia y a los animales al
embarcar en una gran nave. Envió pájaros para saber si las aguas habían
bajado; su barco acabó posado en un monte... ¿Les suena? Smith
lo identificó enseguida: «Supe inmediatamente que había descubierto al
menos una porción del relato caldeo del Diluvio», dijo. Había hallado un
documento que probaba que lo que contaba la Biblia tenía una base
histórica. Y enloqueció de alegría: «¡Soy el primer hombre que lee esto
después de más de dos mil años de olvido!», gritaba. Según el relato de
un asistente y testigo de este momento crucial de la investigación,
Smith «comenzó a saltar y a correr de un lado a otro de la habitación en
un estado de gran agitación y, para asombro de los presentes, empezó a
quitarse la ropa».
El 3 de diciembre de 1872, George Smith
hizo público su hallazgo ante la recién nacida Society of Biblical
Archaeology. Habló ante el arzobispo de Canterbury y el primer ministro
Gladstone, que quedaron petrificados, como el resto de la audiencia,
ante el anuncio de que la historia del arca y del Diluvio ya existía en
un primitivo documento de arcilla. Se produjo una enorme
conmoción, pero, pese a la controversia que causó aquello, la
investigación no se detuvo. Se desenterraron más tablillas en Nínive, se
tradujeron, se estudiaron y se fueron encajando los fragmentos hasta
quedar construido Gilgamesh, el relato escrito más antiguo del mundo,
anterior en mil años a La Ilíada. Gilgamesh narra las aventuras de quien
fue rey de la ciudad mesopotámica de Uruk hacia el año 2750 a. C.
Gilgamesh ha perdido a su gran amigo Enkidu y emprende un viaje en busca
de un remedio contra la mortalidad.
En su epopeya se encuentra con Utnapisthim, el Noé babilónico, que le cuenta su salvación en un arca gigante.
Pero
no es este el único Noé no bíblico. Anteriores a Utnapisthim son
Ziusudra, un Noé sumerio, y Atram-Hasis, del tercer milenio a. C., cuyas
historias también aparecieron en tablillas. Yima o Yama es el Noé de
los seguidores de Zaratustra; Manu Vaivasvata es el Noé indio con la
particularidad de que a él lo salva del Diluvio un pez gigante; y
Deucalión, que junto con su mujer, Pirra, emulan a Noé y su familia en
La metamorfosis de Ovidio, es el Noé de la literatura grecorromana. Y
también tienen sus diluvios y sus elegidos la mitología de toda América,
de Nueva Guinea, Australia...
No es una originalidad de la
Biblia el relato de un fin del mundo por inundación... y un nuevo
renacer. «La historia del Diluvio forma parte del patrimonio religioso
universal», explica el biblista y teólogo Jean Louis Ska. Los
estudiosos creen que el origen de la historia se encuentra en
Mesopotamia: cuando se desbordaban los ríos Tigris y Éufrates, anegaban
todo lo que era conocido para los habitantes de la zona, con lo que
universalizaban la inundación y creían que el mundo entero (lo que
abarcaba su conocimiento) estaba bajo las aguas.
Se cree que esta narración se puede referir a un diluvio prehistórico real.
En
las excavaciones de Ur, una antigua ciudad del sur de Mesopotamia hoy
ubicada en Irak, se encontraron en 1854 restos de una civilización
presumeria debajo de una gran capa de lodo de cuatro metros de espesor,
que prueban que algo así sucedió. Los babilonios buscaron una
explicación divina a aquella terrible inundación. Imaginaron así el
hartazgo de los dioses ante unos hombres ruidosos y folloneros.
Los dioses estaban molestos por «el alboroto de la humanidad, empeñada
en igualarse a los dioses, desertando del puesto asignado de servirles»,
explica Jesús García Recio, director del Instituto Bíblico Oriental.
Para librarse de los hombres bulliciosos, se programa el Gran Diluvio,
pero la diosa Ea se apiada de Utnapisthim (que se traduce como 'el dueño
de la vida') y le advierte y aconseja que construya el arca.
Es
muy probable que esta historia la escucharan los israelíes durante su
exilio en Babilonia, hacia el 597 a. C. Les pareció una buena
explicación a su propia situación: estaban expulsados, necesitaban un
renacer, una historia de esperanza. Adaptaron la epopeya de Utnapishtim.
La convirtieron en monoteísta, le dieron a Noé un aspecto
sacerdotal y echaron también sobre los hombres la responsabilidad del
cataclismo ('diluvio', en griego): era un castigo divino a la maldad que
el hombre había extendido sobre la Tierra. El relato circuló de manera
oral y en el siglo I de nuestra era se incluyó en el texto oficial de la
Biblia en hebreo. Es la historia de una segunda creación.
Dios
crea a Adán y Eva, de su descendencia procede la humanidad, pero, al ver
que el mal y la crueldad se han extendido, decide eliminarlos; a todos,
salvo a Noé (cuyo nombre significa 'descanso'), al que elige para dar
al hombre una segunda oportunidad.
En el capítulo 5 del
Génesis se cuentan los antecedentes familiares de este patriarca, diez
generaciones posterior a Adán: Noé es hijo de Lamec y nieto del campeón
de la longevidad, Matusalén. Él mismo es un hombre muy anciano: concibió
a sus hijos, Sem, Cam y Jafet cuando tenía 500 años.
En los
capítulos 6, 7 y 8 se narra la gesta del héroe del Diluvio, las burlas
que sufrió de sus coetáneos, la estrategia para salvar a las diversas
especies del reino animal y la construcción del arca. En el 9, Dios
bendice a Noé, su mujer (de la que desconocemos todo, incluso el
nombre), sus tres hijos y sus nueras, los ocho supervivientes de la
humanidad después de que la paloma regresase con la rama de olivo que
certificaba el fin del Diluvio. «Creced y multiplicaos», les
ordena Dios. Les permite cazar animales y comer carne, pero sin su
sangre, y de ahí procede la negativa de los testigos de Jehová a recibir
transfusiones, y también de ahí proviene la kashrut, el conjunto de
normas alimentarias judías para que la comida sea conveniente (kosher). Y
hace Dios una promesa a los hombres, no habrá más diluvios, que rubrica
con un sello muy peculiar, el arcoíris.
El primer hombre
del tiempo. Noé es uno de los primeros personajes de las leyendas
históricas que alertan sobre los desastres climatológicos. Recibió
burlas y críticas por ello, pero con su empeño salvó a la humanidad.
Hollywood ha decidido convertirlo en un héroe a quien encarna Russell
Crowe en la película Noé, que se estrena en abril.
¿Y si el arca fuese redonda?
-Manual de instrucciones. En
1985, Douglas Simmonds entregó al Museo Británico una de las tablillas
en escritura cuneiforme que había heredado de su padre, dueño de una
magnífica colección de antigüedades. Simmonds quería descifrar su
contenido. Se encargó de estudiarla Irving Finkel, asiriólogo y
arqueólogo. A Finkel casi le da un colapso cuando, el año pasado, logró
traducir aquella tablilla: era el manual de instrucciones del arca.
-Como un iphone.
La tablilla del arca tiene las dimensiones de un teléfono móvil, está
diseñada para que quepa en una mano. Contiene 60 líneas, escritas en
acadio y a dos caras, y los expertos están convencidos de que su autor
era un escriba experimentado.
-Redonda e impermeable. Lo
más llamativo es que los planos dibujan un arca circular. Se trataría
de una barquilla gigante, fabricada con juncos, fibra de palma y raíces,
similares a las que todavía elaboran artesanos de Irak. Por el texto se
deduce que la embarcación tiene una doble cubierta y un tejadillo. Se
dedica mucho espacio a la impermeabilización, que se realiza con betún.
-De dos en dos. La
tablilla del arca es rica en información: se habla de compartimentos
para separar especies depredadoras de sus víctimas habituales; e incluso
se especifica que los animales embarcan de dos en dos.
¿Y dónde está el arca?
-El monte Ararat. Desde
la antigüedad se han localizado presuntos restos del arca. Ya habló de
ello Josefo en el siglo I d. C. Se han fijado varios sitios como el
lugar en el que quedó encallada: en Arabia Saudí, en Irán, Armenia...
Pero el punto preferido de los buscadores es el monte Ararat, en
Turquía. Allí han acudido expediciones de lo más variopintas. Incluso el
zar Nicolás II envió una.
-Maderas antiguas. En
2010, una expedición turco-china aseguró haber encontrado restos del
arca en el monte Ararat. Dataron la madera en 4800 años a. C., pero
varios arqueólogos desacreditaron el hallazgo. De hecho, ningún
descubrimiento ha logrado avales suficientes como para que sea
medianamente creíble.
-El arca y Moisés. Tebah,
la palabra hebrea que designa al arca, solo aparece en la Biblia de
nuevo para nombrar la cesta en la que Moisés se salva en el Nilo.
TÍTULO: ¿ POR QUÉ LAS ENFERMEDADES RARAS NO SE INVESTIGAN?,.
Es curioso. Cuando se compara el gasto que comporta el cuidado de las mal llamadas enfermedades raras con el que provocan ...-foto
Es curioso. Cuando se compara el gasto que comporta
el cuidado de las mal llamadas 'enfermedades raras' con el que provocan
enfermedades masivas como la diabetes, tendemos a creer que en el primer
caso se trata un número poco significativo de personas afectadas. Error de cálculo: las dos enfermedades afectan en España a más de tres millones.
¿Por
qué, tratándose de un volumen similar de afectados, consideramos que
solo la diabetes es una patología muy compleja? Es cierto que la
diabetes es una enfermedad compleja, ya que sus causas incluyen tanto la
genética como los hábitos de vida de las personas y la influencia de su
entorno. Por todo eso, esta enfermedad atrae una gran
inversión pública y privada en cuanto a investigación y desarrollo de
tratamientos. Las enfermedades raras no gozan de la misma suerte. Por su
excepcionalidad, estas patologías no logran captar la atención de los
laboratorios farmacéuticos. A sus ojos, no son rentables... a sus ojos.
Pero en conjunto las más de siete mil enfermedades raras que se conocen
afectan en España a unos tres millones y medio de personas, según
estiman los expertos.
Este es un dato equiparable al de la
diabetes. Es decir, en su conjunto, las enfermedades raras deberían ser
objeto obligado de investigación, pues no son, en absoluto, la
excepción.Además, me gustaría aclarar algo: la mayoría de las
enfermedades raras no tienen un origen tan complejo como la diabetes o
el cáncer. Muchas de estas patologías tienen un origen genético
muy concreto. Es decir, un gen o un conjunto de genes que no funcionan
adecuadamente, que son defectuosos o que quizá estén ausentes.
Estoy
convencido de que, si se pudieran reparar o suplir esos genes,
podríamos frenar un buen número de estas enfermedades, que se ceban cada
año con los pacientes más jóvenes y con sus
familias.Desafortunadamente, no existe una conciencia generalizada a
dedicar mayores esfuerzos a investigar estos males, olvidados por la
gran mayoría. Y es este trabajo investigador lo que mantiene
encendida la llama de la esperanza de las familias y las personas
afectadas por estas patologías.
Hay que aprovechar los
grandes pasos con que evolucionan la ciencia y la tecnología. Hoy
disponemos de armas muy potentes para combatir estas enfermedades; solo
falta aplicarlas, saber sacarles partido. La terapia génica, por
ejemplo, es una de las principales. Mediante esta técnica se
podrían reparar genes defectuosos y vencer esas limitaciones que sesgan
la vida de tantos niños cada año. Un mayor conocimiento genético
permitiría incluso frenar a tiempo el desarrollo de ciertas enfermedades
raras. Y conocer los antecedentes familiares y tener información del
acervo genético del padre y la madre permitirían prevenir el desarrollo
de estas enfermedades incluso antes de la concepción.
Así,
la clave está en el conocimiento, y este solo se consigue dedicándole
horas de investigación. La innovación y la creatividad serán el motor
para que este conocimiento siga creciendo; para que el progreso
científico y tecnológico siga su curso y no se estanque por el camino.
Este proceso debe ser efectivo y dar sus frutos. Y esos frutos tienen un
nombre: 'medicamentos huérfanos'. Hablo de fármacos y tratamientos que
deben lograr concentrar incentivos públicos que permitan a los
laboratorios profundizar y acercarlos al mercado. La
investigación en este campo requiere el imprescindible apoyo de la
conciencia social. Por eso, días como el dedicado el 28 de febrero a las
víctimas de enfermedades raras son fundamentales para conseguir calar
en las emociones de la gente y despertar su implicación.
Este es el camino. Esta es la ruta que conseguirá que la esperanza de la investigación se convierta en realidad. Espero que esto sea en un futuro bien próximo, pues la necesidad es urgente. Apremia. ¡No se puede parar!