domingo, 16 de marzo de 2014

CONOCER, ARQUELOGIA,. La verdadera historia de Noé,./ ¿ POR QUÉ LAS ENFERMEDADES RARAS NO SE INVESTIGAN?,.

  1. Imagen de la película 'Noé', al que encarna Russell Crowe.
    Pero, ¿por qué otros pueblos de la antigüedad narran una historia similar? En la India, en Sumeria, en Nueva Guinea, en Australia... Cuando ...
     
    Arqueología

    La verdadera historia de Noé

    Un hombre bueno fue elegido por Dios para salvarse de un terrible diluvio y, de paso, preservar a los animales y salvar a la humanidad. Así lo cuenta la Biblia. Pero, ¿por qué otros pueblos de la antigüedad narran una historia similar? En la India, en Sumeria, en Nueva Guinea, en Australia... Cuando Hollywood está a punto de estrenar una gran producción sobre Noé, repasamos las bases históricas de su hazaña.ü
    Cuando Austen Henry Layard encontró, en 1844, las ruinas del palacio asirio de Nínive, no podía sospechar que entre ellas iba a aparecer el primer relato del arca de Noé.
    Layard, viajero británico, estaba atravesando Oriente Medio de camino hacia Ceilán. Al llegar a lo que hoy es la ciudad iraquí de Mosul, le dijeron que bajo unos montículos había enterradas muchas antigüedades y se decidió a excavar. Encontró nada menos que las ruinas del palacio de Nínive, la capital de Asiria, y los restos de la fabulosa biblioteca de Asurbanipal, el último gran rey asirio. Aquel tesoro era inconmensurable; ante sus ojos, asombrados, surgieron estancias vestidas con bajorrelieves en piedra de demonios y divinidades, escenas de batallas, cacerías reales y ceremonias; puertas flanqueadas por enormes toros alados y leones; y dentro de algunas habitaciones, decenas de miles de tablillas sembradas de una extraña escritura que nunca habían visto.
    Layard había encontrado las primeras tablillas en escritura cuneiforme, los primeros signos escritos de los que se tiene noticia. Y con ellas halló el origen de una de las historias de la Biblia, la del Diluvio Universal y el arca de Noé narrada en el libro del Génesis. Más de 25.000 tablillas se enviaron al Museo Británico. En 1857 por fin se lograron descifrar: estaban escritas en acadio, una antigua lengua semítica. Pasaron otros 15 años hasta que, a finales de 1872, George Smith conservador del Museo Británico, se percató de que uno de los fragmentos de aquellas tablillas narraba la historia bíblica de Noé. Un hombre justo, elegido por los dioses por su bonhomía, había salvado a su familia y a los animales al embarcar en una gran nave. Envió pájaros para saber si las aguas habían bajado; su barco acabó posado en un monte... ¿Les suena? Smith lo identificó enseguida: «Supe inmediatamente que había descubierto al menos una porción del relato caldeo del Diluvio», dijo. Había hallado un documento que probaba que lo que contaba la Biblia tenía una base histórica. Y enloqueció de alegría: «¡Soy el primer hombre que lee esto después de más de dos mil años de olvido!», gritaba. Según el relato de un asistente y testigo de este momento crucial de la investigación, Smith «comenzó a saltar y a correr de un lado a otro de la habitación en un estado de gran agitación y, para asombro de los presentes, empezó a quitarse la ropa».
    El 3 de diciembre de 1872, George Smith hizo público su hallazgo ante la recién nacida Society of Biblical Archaeology. Habló ante el arzobispo de Canterbury y el primer ministro Gladstone, que quedaron petrificados, como el resto de la audiencia, ante el anuncio de que la historia del arca y del Diluvio ya existía en un primitivo documento de arcilla. Se produjo una enorme conmoción, pero, pese a la controversia que causó aquello, la investigación no se detuvo. Se desenterraron más tablillas en Nínive, se tradujeron, se estudiaron y se fueron encajando los fragmentos hasta quedar construido Gilgamesh, el relato escrito más antiguo del mundo, anterior en mil años a La Ilíada. Gilgamesh narra las aventuras de quien fue rey de la ciudad mesopotámica de Uruk hacia el año 2750 a. C. Gilgamesh ha perdido a su gran amigo Enkidu y emprende un viaje en busca de un remedio contra la mortalidad. En su epopeya se encuentra con Utnapisthim, el Noé babilónico, que le cuenta su salvación en un arca gigante.
    Pero no es este el único Noé no bíblico. Anteriores a Utnapisthim son Ziusudra, un Noé sumerio, y Atram-Hasis, del tercer milenio a. C., cuyas historias también aparecieron en tablillas. Yima o Yama es el Noé de los seguidores de Zaratustra; Manu Vaivasvata es el Noé indio con la particularidad de que a él lo salva del Diluvio un pez gigante; y Deucalión, que junto con su mujer, Pirra, emulan a Noé y su familia en La metamorfosis de Ovidio, es el Noé de la literatura grecorromana. Y también tienen sus diluvios y sus elegidos la mitología de toda América, de Nueva Guinea, Australia... No es una originalidad de la Biblia el relato de un fin del mundo por inundación... y un nuevo renacer. «La historia del Diluvio forma parte del patrimonio religioso universal», explica el biblista y teólogo Jean Louis Ska. Los estudiosos creen que el origen de la historia se encuentra en Mesopotamia: cuando se desbordaban los ríos Tigris y Éufrates, anegaban todo lo que era conocido para los habitantes de la zona, con lo que universalizaban la inundación y creían que el mundo entero (lo que abarcaba su conocimiento) estaba bajo las aguas.
    Se cree que esta narración se puede referir a un diluvio prehistórico real. En las excavaciones de Ur, una antigua ciudad del sur de Mesopotamia hoy ubicada en Irak, se encontraron en 1854 restos de una civilización presumeria debajo de una gran capa de lodo de cuatro metros de espesor, que prueban que algo así sucedió. Los babilonios buscaron una explicación divina a aquella terrible inundación. Imaginaron así el hartazgo de los dioses ante unos hombres ruidosos y folloneros. Los dioses estaban molestos por «el alboroto de la humanidad, empeñada en igualarse a los dioses, desertando del puesto asignado de servirles», explica Jesús García Recio, director del Instituto Bíblico Oriental. Para librarse de los hombres bulliciosos, se programa el Gran Diluvio, pero la diosa Ea se apiada de Utnapisthim (que se traduce como 'el dueño de la vida') y le advierte y aconseja que construya el arca.
    Es muy probable que esta historia la escucharan los israelíes durante su exilio en Babilonia, hacia el 597 a. C. Les pareció una buena explicación a su propia situación: estaban expulsados, necesitaban un renacer, una historia de esperanza. Adaptaron la epopeya de Utnapishtim. La convirtieron en monoteísta, le dieron a Noé un aspecto sacerdotal y echaron también sobre los hombres la responsabilidad del cataclismo ('diluvio', en griego): era un castigo divino a la maldad que el hombre había extendido sobre la Tierra. El relato circuló de manera oral y en el siglo I de nuestra era se incluyó en el texto oficial de la Biblia en hebreo. Es la historia de una segunda creación. Dios crea a Adán y Eva, de su descendencia procede la humanidad, pero, al ver que el mal y la crueldad se han extendido, decide eliminarlos; a todos, salvo a Noé (cuyo nombre significa 'descanso'), al que elige para dar al hombre una segunda oportunidad.
    En el capítulo 5 del Génesis se cuentan los antecedentes familiares de este patriarca, diez generaciones posterior a Adán: Noé es hijo de Lamec y nieto del campeón de la longevidad, Matusalén. Él mismo es un hombre muy anciano: concibió a sus hijos, Sem, Cam y Jafet cuando tenía 500 años. En los capítulos 6, 7 y 8 se narra la gesta del héroe del Diluvio, las burlas que sufrió de sus coetáneos, la estrategia para salvar a las diversas especies del reino animal y la construcción del arca. En el 9, Dios bendice a Noé, su mujer (de la que desconocemos todo, incluso el nombre), sus tres hijos y sus nueras, los ocho supervivientes de la humanidad después de que la paloma regresase con la rama de olivo que certificaba el fin del Diluvio. «Creced y multiplicaos», les ordena Dios. Les permite cazar animales y comer carne, pero sin su sangre, y de ahí procede la negativa de los testigos de Jehová a recibir transfusiones, y también de ahí proviene la kashrut, el conjunto de normas alimentarias judías para que la comida sea conveniente (kosher). Y hace Dios una promesa a los hombres, no habrá más diluvios, que rubrica con un sello muy peculiar, el arcoíris.
    El primer hombre del tiempo. Noé es uno de los primeros personajes de las leyendas históricas que alertan sobre los desastres climatológicos. Recibió burlas y críticas por ello, pero con su empeño salvó a la humanidad. Hollywood ha decidido convertirlo en un héroe a quien encarna Russell Crowe en la película Noé, que se estrena en abril.
    ¿Y si el arca fuese redonda?
    -Manual de instrucciones. En 1985, Douglas Simmonds entregó al Museo Británico una de las tablillas en escritura cuneiforme que había heredado de su padre, dueño de una magnífica colección de antigüedades. Simmonds quería descifrar su contenido. Se encargó de estudiarla Irving Finkel, asiriólogo y arqueólogo. A Finkel casi le da un colapso cuando, el año pasado, logró traducir aquella tablilla: era el manual de instrucciones del arca.
    -Como un iphone. La tablilla del arca tiene las dimensiones de un teléfono móvil, está diseñada para que quepa en una mano. Contiene 60 líneas, escritas en acadio y a dos caras, y los expertos están convencidos de que su autor era un escriba experimentado.
    -Redonda e impermeable. Lo más llamativo es que los planos dibujan un arca circular. Se trataría de una barquilla gigante, fabricada con juncos, fibra de palma y raíces, similares a las que todavía elaboran artesanos de Irak. Por el texto se deduce que la embarcación tiene una doble cubierta y un tejadillo. Se dedica mucho espacio a la impermeabilización, que se realiza con betún.
    -De dos en dos. La tablilla del arca es rica en información: se habla de compartimentos para separar especies depredadoras de sus víctimas habituales; e incluso se especifica que los animales embarcan de dos en dos.
    ¿Y dónde está el arca?
    -El monte Ararat. Desde la antigüedad se han localizado presuntos restos del arca. Ya habló de ello Josefo en el siglo I d. C. Se han fijado varios sitios como el lugar en el que quedó encallada: en Arabia Saudí, en Irán, Armenia... Pero el punto preferido de los buscadores es el monte Ararat, en Turquía. Allí han acudido expediciones de lo más variopintas. Incluso el zar Nicolás II envió una.
    -Maderas antiguas. En 2010, una expedición turco-china aseguró haber encontrado restos del arca en el monte Ararat. Dataron la madera en 4800 años a. C., pero varios arqueólogos desacreditaron el hallazgo. De hecho, ningún descubrimiento ha logrado avales suficientes como para que sea medianamente creíble.
    -El arca y Moisés. Tebah, la palabra hebrea que designa al arca, solo aparece en la Biblia de nuevo para nombrar la cesta en la que Moisés se salva en el Nilo.

    TÍTULO: ¿ POR QUÉ LAS ENFERMEDADES RARAS NO SE INVESTIGAN?,.

     Es curioso. Cuando se compara el gasto que comporta el cuidado de las mal llamadas enfermedades raras con el que provocan ...-foto

    Es curioso. Cuando se compara el gasto que comporta el cuidado de las mal llamadas 'enfermedades raras' con el que provocan enfermedades masivas como la diabetes, tendemos a creer que en el primer caso se trata un número poco significativo de personas afectadas. Error de cálculo: las dos enfermedades afectan en España a más de tres millones.
    ¿Por qué, tratándose de un volumen similar de afectados, consideramos que solo la diabetes es una patología muy compleja? Es cierto que la diabetes es una enfermedad compleja, ya que sus causas incluyen tanto la genética como los hábitos de vida de las personas y la influencia de su entorno. Por todo eso, esta enfermedad atrae una gran inversión pública y privada en cuanto a investigación y desarrollo de tratamientos. Las enfermedades raras no gozan de la misma suerte. Por su excepcionalidad, estas patologías no logran captar la atención de los laboratorios farmacéuticos. A sus ojos, no son rentables... a sus ojos. Pero en conjunto las más de siete mil enfermedades raras que se conocen afectan en España a unos tres millones y medio de personas, según estiman los expertos.
    Este es un dato equiparable al de la diabetes. Es decir, en su conjunto, las enfermedades raras deberían ser objeto obligado de investigación, pues no son, en absoluto, la excepción.Además, me gustaría aclarar algo: la mayoría de las enfermedades raras no tienen un origen tan complejo como la diabetes o el cáncer. Muchas de estas patologías tienen un origen genético muy concreto. Es decir, un gen o un conjunto de genes que no funcionan adecuadamente, que son defectuosos o que quizá estén ausentes.
    Estoy convencido de que, si se pudieran reparar o suplir esos genes, podríamos frenar un buen número de estas enfermedades, que se ceban cada año con los pacientes más jóvenes y con sus familias.Desafortunadamente, no existe una conciencia generalizada a dedicar mayores esfuerzos a investigar estos males, olvidados por la gran mayoría. Y es este trabajo investigador lo que mantiene encendida la llama de la esperanza de las familias y las personas afectadas por estas patologías.
    Hay que aprovechar los grandes pasos con que evolucionan la ciencia y la tecnología. Hoy disponemos de armas muy potentes para combatir estas enfermedades; solo falta aplicarlas, saber sacarles partido. La terapia génica, por ejemplo, es una de las principales. Mediante esta técnica se podrían reparar genes defectuosos y vencer esas limitaciones que sesgan la vida de tantos niños cada año. Un mayor conocimiento genético permitiría incluso frenar a tiempo el desarrollo de ciertas enfermedades raras. Y conocer los antecedentes familiares y tener información del acervo genético del padre y la madre permitirían prevenir el desarrollo de estas enfermedades incluso antes de la concepción.
    Así, la clave está en el conocimiento, y este solo se consigue dedicándole horas de investigación. La innovación y la creatividad serán el motor para que este conocimiento siga creciendo; para que el progreso científico y tecnológico siga su curso y no se estanque por el camino. Este proceso debe ser efectivo y dar sus frutos. Y esos frutos tienen un nombre: 'medicamentos huérfanos'. Hablo de fármacos y tratamientos que deben lograr concentrar incentivos públicos que permitan a los laboratorios profundizar y acercarlos al mercado. La investigación en este campo requiere el imprescindible apoyo de la conciencia social. Por eso, días como el dedicado el 28 de febrero a las víctimas de enfermedades raras son fundamentales para conseguir calar en las emociones de la gente y despertar su implicación.
    Este es el camino. Esta es la ruta que conseguirá que la esperanza de la investigación se convierta en realidad. Espero que esto sea en un futuro bien próximo, pues la necesidad es urgente. Apremia. ¡No se puede parar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario