sábado, 18 de abril de 2015

MUNDO, SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO, ESPAÑOLES EN BERLIN,./ NOCHE LARGA, SEGUIR BAILANDO,.

AMAYA LÓPEZ AYALA (Foto cedida)TÍTULO: MUNDO, SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO, ESPAÑOLES EN BERLIN,.

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El número de españoles que llegan a Alemania se ha multiplicado por dos en solo un año, pero únicamente un tercio de ellos consigue superar los primeros meses de estancia. Amaya, Pedro y Pablo nos cuentan cómo es la vida real de un español en Berlín.
Hey chicos! Llego hoy a Berlín, me mudo indefinidamente y no conozco a nadie, así que me encantaría ir a alguna quedada o incluso simplemente quedar a tomar café, que la soledad es mu mala!
Este mensaje, escrito por una chica llamada Marta, apareció durante el mes de agosto en un grupo de Facebook titulado ‘Españoles en Berlín’ y frecuentado por 4.000 miembros registrados. Otra página similar y con el mismo nombre ya sobrepasa los 14.000 usuarios. En ambos sitios virtuales el objetivo es el mismo: echarse una mano para que la adaptación a Berlín sea menos complicada. Estudiantes, transportistas, ingenieros, artistas, parados, enfermeras… El tablón está lleno de personas que piden u ofrecen ayuda para resolver el cuantioso papeleo alemán o para encontrar a un electricista barato.
También hay personas, como la chica que escribió el mensaje citado, que simplemente solicitan compañía para hacer más llevaderos los primeros días, los más difíciles, en una ciudad extranjera. Estos mensajes abundan más que el resto. Cada vez son más los españoles que prueban suerte en el extranjero. Concretamente, el número de españoles que se mudaron a Alemania incrementó un 50 por ciento en solo un año: mientras que en el 2011 llegaron unos 20.000 españoles, en 2012 fueron casi 30.000, según los datos de la Oficina Federal de Estadística de Alemania.


TÍTULO: NOCHE LARGA, SEGUIR BAILANDO,.
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Cuando no tenía ni veinte años, Germán se dio cuenta de que lo que lo que más amaba en el mundo era la escritura, tomar un portalápices de mina gruesa y emborronar cualquier trozo de papel. Germán trabajaba en la ferretería que ahora era de su padre, que antes fue de su abuelo y que, con toda certeza, iba a ser suya en un futuro no muy lejano. Pero a Germán no le apasionaban los tornillos. Y eso que parece perfectamente normal en cualquier otra persona de cualquier otra familia era una fuente de disputas en la suya.
 Siempre quise volar, pero debí acostumbrarme a vivir entre las nubes. Cuando nací, no se quién tuvo la genial idea de llamarme Viento. Viento, si. Viento como el viento. ¿Y quién le explica a una niña que se llama Viento que no puede volar? Siempre fui un poco rara, cuando era pequeña siempre me andaba quejando de que me dolía el corazón. Pero cómo te va a doler el corazón, hija –me decía mi abuela- eso es imposible. Y qué sabría ella… me pinchaba, me estrujaba, se me abría un hueco de dolor cuando algo me daba pena. Mi abuela siempre decía que yo era muy sentida. La única cosa en el mundo que calmaba mi angustia eran los caramelos. Si, los caramelos. Y mira que me gustaban, eh, pues puedo contar con los dedos de una mano los que me comí en toda mi infancia. Siempre los regalaba. Los llevaba en cualquier bolsillo y los regalaba cuando me dolía el corazón, cuando algo me daba pena. Lo que fuese. Yo regalaba muchos caramelos. Se los regalaba a los árboles que perdían sus hojas, a los niños que se caían en el parque, a las nubes que lloraban y mojaban mis zapatos con sus lágrimas. También se los regalaba a mi abuela, porque mi abuela lloraba muchas veces, aunque ella nunca dejaba que sus lágrimas mojaran mis zapatos.

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