lunes, 8 de septiembre de 2014

EL BLOC DEL CARTERO,.El macarrón, ¿no? / LA CARTA DE LA SEMANA, ¿ QUE DISTINGUE EL PENSAMIENTO CIENTIFICO DEL DOGMA ?


  1. Al regresar de las vacaciones, la lavadora estaba averiada. Al abrir las llaves de paso, las tuberías de toda la casa ya gruñeron como los ...foto,.
    Al regresar de las vacaciones, la lavadora estaba averiada. Al abrir las llaves de paso, las tuberías de toda la casa ya gruñeron como los submarinos que, al huir de las cargas explosivas del enemigo, alcanzan profundidades cuya presión apenas pueden soportar las costuras de acero. Parecía que la casa iba a eructar y que saldríamos todos despedidos por la ventana. Poco a poco, todo fue recuperando las constantes vitales. Como cuando se va encendiendo el tablero de mandos del Halcón Milenario. ¿Agua? Afirmativo. ¿Luz? Afirmativo. ¿Freigaplatos? Afirmativo. ¿Televisión por cable? Afirmativo. ¿Aire acondicionado? No tenemos, boludo. Todo, excepto la lavadora. Ahí yacía, con la portezuela circular abierta como el rictus de un muerto.
    En estas ocasiones, en la casa se genera una expectativa acerca de mis poderes taumatúrgicos. Como si los conocimientos más diversos, en este caso sobre fontanería, formaran parte de las capacidades por las que fui no ya elegido como marido y padre, sino directamente ungido como macho proveedor de una partícula social patriarcal. Y por ello, por patriarcal, olvidada por el progreso en la jungla del anacronismo como esas tribus amazónicas que de vez en cuando experimentan su primer contacto con el hombre blanco porque son avistadas desde una avioneta. Me sentí obligado a no defraudar a mi progenie, por temor a que un simple incidente fallido con un electrodoméstico sembrara tales dudas acerca de mi infalibilidad que la estructura familiar entera pudiera colapsar. Como en un «dejadme solo» taurino, exigí que fuera evacuada la cocina para fingirme algo así como el hombre que susurraba a las lavadoras y las traía de vuelta de la muerte.
    Después de jugar al Pac-Man cerca de una hora, salí de la cocina. Mientras caminaba por el pasillo, me sentí un poco como el cirujano que va a transmitir malas noticias acerca del resultado de la intervención a un paciente crítico: «¿Familiares de la Bosch Maxx 6 con centrifugado adicional? Nada pudo hacerse». Abrevié el relato de la agonía diciendo que las heridas internas eran demasiado severas, que el alternador había perdido el eje respecto del conducto central y que eso siempre resulta fatal en lavadoras de carga reticular, y que no había que ponerse tristes, porque ahora estaría en la granja donde van todas las lavadoras para jugar entre ellas. ¿Queréis que ahora me ocupe de alguna tarea de bricolaje? «Mañana a primera hora llamás a un fontanero de verdad», fue la respuesta que provocó el anticlímax. «Sí, querida», dije, con esa autoridad avasalladora que otorga gobernar una partícula patriarcal.
    El fontanero de verdad llegó puntual. Por suerte, estábamos solos en la cocina en el preciso instante, transcurridos 47 segundos desde que pulsó el timbre, en que abrió una llavecita de paso que me dejé cerrada y por las venas de la lavadora, impulsiva, viva, centelleante de pilotitos rojos, volvió a fluir el agua. ¡Albricias! Una resurrección más rápida que la de Lázaro, una sanación por imposición de manos, ¡en mi cocina! Reparé enseguida en el peligro que yo corría y susurré al fontanero: «Tenemos que hablar».
    El fontanero, sostén él mismo de otra partícula patriarcal, esclavo también encadenado al deber de la ejemplaridad, lo comprendió todo sin que apenas necesitara explicárselo. También él sabía que una debilidad en el campo de la fontanería podía ser olida como sangre por cualquier vástago que entonces se propusiera un vuelco de poder. Desparramó herramientas y piezas por el suelo. Se embadurnó una mejilla con grasa, de forma que, cada vez que mi mujer se pasó por la cocina para recibir información actualizada, se encontró a dos hombres con profundos conocimientos técnicos trabados en una lucha desigual contra lo imposible. Cuando por fin gritamos «¡funciona!», el fontanero hasta simuló haber seguido mis esclarecidos consejos, bendito sea, de forma que la familia me miró como si recién entonces hubiera empezado a maravillarse de mí: «El macarrón, ¿no?, te dije».

    TÍTULO:  LA CARTA DE LA SEMANA, ¿ QUE DISTINGUE EL PENSAMIENTO CIENTIFICO DEL DOGMA ?,.

     Una línea de pensamiento que reconforta es tratar de adivinar por dónde van a ir los tiros. No es verdad que todo el mundo está convencido ...-foto,.

    Una línea de pensamiento que reconforta es tratar de adivinar por dónde van a ir los tiros. No es verdad que todo el mundo está convencido de que las cosas van a ir mucho mejor en el futuro. La creencia de que estamos a punto de superar la crisis les corresponde defenderla a los políticos, pero no es cierta. Hay datos o tendencias que tienden a oscurecer la verdad y las hay que tienden a desvelar la realidad.
    El primer error es atribuir las afirmaciones a un único factor. Se dice, por ejemplo, que los datos que anticipan un aumento del producto nacional son una prueba irrefutable de que está variando la coyuntura económica. Pero no es cierto. Como explican los partidarios de la llamada 'economía de la atención', lo decisivo es conocer cómo percibe la gente lo que los demás están diciendo, y el tiempo que le dedican. Eso quiere decir que el mensaje puede caer en papel mojado, o bien que la gente no le dedique suficiente atención al aumento del producto nacional y, en cambio, esté anonadada por el discurso abrumador de que el país esté postrado por tanto hastío y pesimismo.
    No se puede culpar de esto a los economistas sensatos, que se limitan a interpretar de una determinada manera el movimiento cíclico de las principales variables económicas. Es lo que les hemos enseñado en la escuela y lo que han aprendido. Como han sugerido los mejores biólogos, la vida es una equivocación que cuesta años superar: cuando cambian las causas que todo lo explicaban -o lo explicaban a medias- hace falta mucho tiempo para descubrir las nuevas razones que parecen iluminar casi todo.
    Más de un galardonado con el premio Nobel ha intentado explicarme lo mucho que le ha costado -a raíz de haber aprendido a mirarla de otra manera- formular una nueva y útil versión de la vida.
    Ahora acabamos de aprender que una cosa es lo que explicamos en la prensa y otra muy distinta cómo entendemos los demás lo que está ocurriendo. Y esto es lo verdaderamente importante.
    El lenguaje digital ha dado lugar a una forma neuronal de transmitirnos señales unos a otros. Estamos en otro mundo. Como le hizo decir un autor nuevo al niño pesado e intratable: «Mamá, no es un déficit de atención mi supuesta falta de interés, es que no me interesa nada de lo que dices».
    La primera característica que se desprende del análisis científico más moderno es un nivel de humildad y modestia que jamás tuvo el pensamiento dogmático que lo precedió. Una alegría de los últimos años -como recordaba yo mismo en El viaje al poder de la mente- ha sido la convergencia del economista Richard Layard, el neurólogo Eric Kandel y el psiquiatra Elkhonon Goldberg en el mismo campo de investigación científica. Afortunadamente, la separación del pensamiento dogmático del pensamiento científico -que postula la vigencia temporal de lo sugerido hasta que se pruebe y experimente lo contrario- está cristalizando. 
    «¿Por qué ese retraso incomprensible en adecuar la mente a la realidad?», me preguntaba ya entonces. Tiene mucho que ver, justamente, con las ofuscaciones de la mente, el poder abrasador de las convicciones heredadas y la falta de humildad que conlleva seguir considerándose el centro del universo. ¿Cómo negar que siguen existiendo esas tres malfunciones?

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