sábado, 13 de septiembre de 2014

REVISTA MUJER HOY, DE CERCA, PORTADA, Lorenzo Caprile, 20 años cosiendo sueños,./ PROTAGONISTA, KATHERINE PANCOL, ESCRITORA,./ SI TIENES MINUTOS, Y DESCANSO,. Photoshop, .,.

  1. Lorenzo Caprile, 20 años de sueños
     
    Parece una obviedad porque Caprile lleva 20 años vistiendo los sueños de princesa de varias generaciones de españolas. Pero este traje no ...foto,.
    De su taller salió, hace 10 años, un maravilloso vestido rojo, uno de los más recordados de la reina Letizia. Pero dos décadas dan para muchos trajes. Repasamos una vida de pasión por la costura
    Lo primero que encuentras al entrar en su taller madrileño de la calle Claudio Coello es un vestido de novia. Parece una obviedad porque Caprile lleva 20 años vistiendo los sueños de princesa de varias generaciones de españolas. Pero este traje no ha pisado el altar. Convirtió a la actriz australiana Margot Robbie en esposa de Leonardo DiCaprio, pero solo en la ficción imaginada por Scorsese para El Lobo de Wall Street. Sandy Powell, la directora de vestuario, le pidió que creara este vestido. “Nos conocemos desde hace tiempo y hemos trabajado juntos en un Rigoletto que Sandy hizo para el Teatro Real”, explica el modista. Su amistad se remonta a hace casi una década, cuando Lorenzo quiso comprobar si se estaba perdiendo algo fuera de su taller. Se tomó unos meses sabáticos, viajo a Los Ángeles y se asomó a Hollywood. “Estaba inquieto y quería probar otras cosas”, cuenta.
    Entre ellas, conoció a Sandy. Pero también le sirvió para darse cuenta de que lo que quería hacer era dedicarse a sus vestidos de novia. “Volví reforzado: como en mi taller, no voy a estar en ninguna parte”. Sus ansias de actividad las calmó en el teatro. Desde entonces ha creado el vestuario de casi una veintena de obras (la última Pluto, dirigida por Magüi Mira y estrenada este verano en el Festival de Teatro Clásico de Mérida) y varias óperas, y ha recibido infi nidad de premios. “El figurinismo es un reto, me obliga a matizar, a hacer un trabajo intelectual. Sobre todo, las más minimalistas, porque soy muy fallero y tengo que hacer un ejercicio de contención”. 
    Lorenzo lleva esta doble vida apoyándose en su equipo: un grupo de 10 personas, que se duplica en temporada alta, de mayo a septiembre. “No quiero crecer, deseo mantenerme pequeñito”. En su opinión, es el secreto para hacer frente a la crisis: conocerte bien y no dejarte engatusar. “Nunca me creí el milagro español y me mantuve diminuto y flexible”, apunta. Quizá por eso es la referencia desde hace 20 años.
    Mujerhoy. Su firma ha cumplido dos décadas. ¿Qué significa para usted? 
    Lorenzo Caprile. Mucho orgullo, mucha satisfacción. Pero no me ha dado tiempo a pensarlo. Ya ves el ritmo que llevamos.
    MH. Si echa la vista atrás, ¿por qué cree que se dedicó a esto? 
    LC. Eso me pregunto yo todos los días. Siempre he sido un friki fashionista. ¿Por qué me interesó más la moda que los insectos? No lo sé. Ha sido una evolución natural. Supongo que infl uiría mi familia: mi madre, que es elegantísima; mis abuelas; el ambiente que se respiraba en casa... Mi familia es italiana y siempre ha habido interés por vestir bien, un gusto diferente al español. Me inicié en la moda muy jovencito, tendría 13 o 14 años cuando empecé de becario en Italia.
    MH. ¿Y por qué hizo prácticas tan joven? 
    LC. Tenía esa inquietud. Mis abuelos son de Como, la capital de la seda. Les pedí que preguntaran entre sus amistades si alguien me podía contratar para trabajar en vacaciones. Por suerte, conocían a uno de los grandes, el señor Ratti. Empecé con él.
    MH. ¿Qué recuerda de aquella época? 
    LC. Momentos preciosos. Fue el boom de las sedas estampadas y Ratti era uno de los primeros espadas. Yo preparaba catálogos, recortaba tela, servía café… Como premio, me llevaban a algún desfi le. Me permitió conocer a los grandes. Allí compraban desde Lancetti, que luego fue mi jefe, hasta el equipo de Valentino o los que hacían los tejidos para Yves Saint Laurent y Ungaro.
    MH. Empezó su formación por los tejidos entonces. 
    LC. Llegué porque me gustaba el dibujo, que es la peor manera de acercarte a la moda. Enseguida me di cuenta de que es solo una herramienta, pero se confunden. En España padecemos esa enfermedad todavía. Muchas señoras me dicen: “Te voy a traer el bocetito de mi hija”. ¡Es una ilustración, nada más! Por eso empecé a tomar clases de patronaje en una academia de corte y confección. La ilustración está bien, pero no es lo esencial.
    MH. ¿Qué es lo esencial? 
    LC. Es comprender que la ropa es un objeto en tres dimensiones. Y que se pone sobre una persona con unas medidas, unos movimientos, que tiene algunos defectos... Los materiales son esenciales, pero las nuevas generaciones no saben nada de ellos. Ni cómo se comporta un tejido ni cómo se mueve. Lo aprendí en Como porque vi cómo se creaban, entendí su peso, su estructura, si se pueden plisar o brocar… Ahora nadie sabe de telas. Hasta Karl Lagerfeld lanza alguna puya en su último libro.
    MH. ¿Ese desconocimiento se da en España o en todo el mundo? 
    LC. Es general. Se quedan con el morbo de la foto, la modelo, la celebrity; la técnica no interesa. La segunda parte es que tenemos otra enfermedad, eminentemente española: desfi litis.
    MH. ¿Aborrece el desfile como concepto? 
    LC. Me encanta el desfile. Pero, como decía Chanel, nunca un botón sin ojal. Un desfi le está muy bien si tiene razón de ser, si no, me parece tirar el dinero, un ego trip. Para eso, hazte una página en Facebook, te sale más barato y no das la lata. Valentino hace un desfi le de alta costura y en su front row no hay cuatro petardas, son señoras que van a elegir vestidos. O una casa como Louis Vuitton hace shows cada vez más espectaculares, porque invirte en publicidad para luego vender bolsos. Pero que un chaval invierta sus ahorros, la jubilación de la familia y la herencia de la tía de Murcia en su primer desfi le me pone los pelos como escarpias. ¿Y luego qué? No sé qué piensan que les va a pasar después.
    MH. ¿Así ve la moda española ahora mismo? 
    LC. En absoluto. La industria goza de una salud excelente. No solo es el fenómeno Inditex, también Mango y Desigual, que lo está haciendo estupendamente. Y la industria del zapato. No olvidemos que Puig es un grupo español. Tous lo considero moda. Y luego hay pequeñas marcas que lo están haciendo fenomenal, como Dolores Promesas. Pequeñas iniciativas que no desfi lan, dicho sea de paso. Pero si hablamos de moda de autor, entramos en otro viaje. Y no me voy a meter, porque no es lo mío.
    MH. ¿Por qué eligió dedicarse al diseño nupcial? 
    LC. Porque me gusta la parte artesana de este trabajo. Si te gusta la vida de taller, tienes que dedicarte a las bodas, no hay otra. Aquí y en todas partes. Mis amigos que trabajan en Valentino, Dior o Chanel, cuentan que el 90% de los encargos son bodas.
    MH. ¿Considera lo que hace alta costura? 
    LC. No soy tan presuntuoso. Hay que tener respeto por las instituciones de nuestra profesión. La alta costura, que yo y mis oficialas sabemos hacer, son horas y horas dedicadas a una prenda, con materiales de primerísima calidad y una concepción artesana. Aquí no lo hace nadie y fuera, cuatro casas… Y luego están los de Oriente Medio. Pero el secreto es que en sus talleres hay 500 mujeres trabajando.
    MH. ¿Se refiere a creadores como Zuhair Murab? 
    LC. Sí. Es una ropa supertrabajada. Y se lo puede permitir porque las condiciones de trabajo son distintas. Elie Saab tiene ofi cinas en París, pero talleres en Líbano. Las telas las hace él: compra las bases, pero esos trabajos maravillosos de bordados, degradés, lazos, los hacen en su taller. Hay gente que me pide una textura tipo Elie Saab. Y yo digo: “Fenomenal, son 100.000 €”.
    MH. ¿Le gusta el universo boda? 
    LC. Sí, sí. Es muy bonito. Lo enlazo con mi carrera de fi gurinista, son como personajes de teatro: la mamá de la novia, la madrina, la amiga… Ayudas a vestir un sueño: “Me caso y monto mi alfombra roja familiar”. No hay otro momento que justifi que una prenda a medida.
    MH. ¿Cuáles son sus hitos profesionales? 
    LC. Recuerdo con cariño el vestido de novia de Carla Royo Villanova, porque con él empecé. Pero no soy mitómano. Mi mejor traje siempre está por llegar. Me acuerdo de los que salen mal, porque los llevas aquí [señala el corazón].
    MH. Y del vestido de novia de la infanta doña Cristina y del rojo de doña Letizia, ¿qué recuerda? 
    LC. Fue una maravilla, algo que pasa una vez en la vida y esperas contar a tus nietos. Y ya está. Me hace ilusión que el traje rojo cumple 10 años y la gente lo sigue recordando.
    MH. ¿Y cómo se los pidieron? 
    LC. De eso nunca hablo.
    MH. ¿Ha vuelto a trabajar para la Casa Real? 
    LC. Lo último fue para la fiesta previa a la boda de Victoria de Suecia. Vestimos a doña Cristina y a doña Elena.
    MH. ¿Le gustaría repetir? 
    LC. Por supuesto, a todos nos haría ilusión y el que diga lo contrario miente. Siempre es precioso que una clienta vuelva.
    MH. ¿Lleva un protocolo complicado o es igual que vestir a otra clienta? 
    LC. Es igual, porque son ellas quienes vienen aquí. De verdad que todo es mucho más sencillo de lo que parece.
    MH. ¿Se plantea dedicarse a ropa que no sea de ceremonia? 
    LC. No, lo tengo muy claro. Mi vida es el taller, no me veo fi rmando prêt-à-porter ni con licencias para un abanico. No me interesa, no es lo mío. Y, si en algún momento estoy en un aprieto económico, cierro con honores y me hago pastor de vacas.
    MH. Y, a pesar de la crisis, la gente se sigue casando. 
    LC. Lo que está afectando, más que la economía, es que nuestra materia prima, los jóvenes, está en vías de extinción.
    MH. ¿Y los gustos? ¿La gente se deja aconsejar? 
    LC. Hay de todo. Hay gente que sueña con vestirse de princesa Disney; gente que viene con ideas, algunas estupendas y otras equivocadas. Y otras se ponen en tus manos.
    MH. ¿Ha cambiando los gustos de las novias? 
    LC. Sobre todo, en los escotes. Fui de los primeros que empecé a escotar. El traje de Carla llamó la atención por el corsé y por el escote. Cuando empecé, había cuellitos a la caja o escotes barco.
    MH. ¿Le ha pedido alguna clienta que le arregle un vestido que le hizo a su madre? 
    LC. Todavía no, gracias a Dios. El día que me pase, me parece que echo el cerrojo. Me va a dar coraje. Lo que empiezo a encontrar son mis trajes en tiendas vintage.
    MH. Porque es usted un gran coleccionista… 
    LC. Sí. Intento conseguir mis marcas fetiche de los 80: Thierry Mugler, Gaultier, Montana, Ungaro, Saint Laurent, Valentino. Y piezas de talleres madrileños: Flora Villarreal, Marbel, Vargas y Ochagavía…
    MH. Y encontrar una de sus creaciones, ¿qué sensación le da? 
    LC. Nada. Hay uno muy bonito que pienso: “¡Madre mía, qué trabajera estoy viendo si lo recompro!”. Hay uno que me gustaría tener. Cuando lo vi, no lo recordaba, pero era una pasada, con una línea superactual, pero un escote ñoño.
    MH. ¿Es fácil localizar vintage español? 
    LC. Sí, en el Rastro encuentras. O te llaman al desmontar la casa de la abuelita. O ves un Humana y echas un vistazo. Pero tienes que ir mucho. A veces aparece un abrigo de Elio Berhanyer, de 1970, por 10 €.
    MH. ¿Y compra vestidos de novia antiguos? 
    LC. No, es lo único que no.
    Muy personal 
    -Lorenzo Caprile nació en Madrid en 1967 y se formó en el Fashion Institute of Technology de Nueva York. Sus primeras práctica las hizo a los 14 años en Ratti, la mítica firma de sedas italiana. En 1988, fue asistente personal del diseñador romano Pino Lancetti.
    -Creó el vestido de novia con el que la infanta Cristina se casó en 1997. 
    -Es el autor del vestido rojo con el que doña Letizia acudió a la boda de Federico de Dinamarca y Mary Donaldson en mayo de 2004, todavía como prometida de don Felipe. 
    -Ha ganado incontables premios de figurinismo, entre ellos, la Biznaga de plata del Festival de Málaga y el ACE Award, de la Asociación de Críticos Latinos de Nueva York, por el vestuario de La dama boba.
     
    TÍTULO: PROTAGONISTA, KATHERINE PANCOL, ESCRITORA,.

    Katherine Pancol

    Katherine Pancol, 2009.
    Katherine Pancol (Casablanca, 22 de octubre de 1954) es una novelista francesa.
    Nacida en el Protectorado francés de Marruecos se mudó a París a los cinco años donde estudió para ser profesora de francés y latín y más tarde estudió periodismo.
    El éxito de su primera novela Moi d’abord en 1979 le permitió irse a vivir a Nueva York donde impartió cursos de escritura en la Universidad de Columbia.
    Tras su segunda novela de 1981 La Barbare empezó a dedicarse exclusivamente a la escritura redactando artículos para Paris Match o Elle y editando más novelas.
    Tiene una hija y un hijo con su marido con quien se casó en Nueva York.

    Bibliografía

    Yo primero, 2012
     
    " Averiguar quién eres te puede llevar toda una vida",.foto,.
     
     Escritora francesa nacida en Marruecos, Katherine Pancol ha sido colaboradora durante años de revistas como Paris Match o Cosmopolitan.
     Tras estudiar literatura creativa en EEUU publicó tres novelas que lograron cierto éxito dentro del mercado francés.

    Su novela de 2006 Los ojos amarillos de los cocodrilos logró vender más de un millón de ejemplares y ganar el premio Maison de la Presse, siendo traducida a  diez idiomas.
     

    1. Por el brutal Photoshop que ha transformado a la famosa de más de 60 años en una mujer que parece 20 años menor y 20 kilos más delgada. foto,.

      Miro la portada y el reportaje fotográfico interior de una importante revista del corazón y me invade una especie de vergüenza y ridículo ajenos. Por el brutal Photoshop que ha transformado a la famosa de más de 60 años en una mujer que parece 20 años menor y 20 kilos más delgada. He visto alguna vez a la famosa encarne y hueso, por lo que el contraste entre la realidad y la fotografía me resulta aún más impactante, más absurdo, más patético. Y, sin embargo, la mentira me produce más sorpresa que irritación. Por su exageración, por su descaro y por la manera en que este tipo de falsificaciones son tan aceptadas socialmente.
      Tanto que lo anormal es la irritación y lo normal y natural, la aceptación. De hecho, casi todo el mundo practica el Photoshop en los medios de comunicación actuales, tanto que ni siquiera se considera una mentira, sino un recurso estético aceptable para conseguir imágenes de mayor belleza. Porque se da por supuesto que los consumidores preferimos el placer estético de la perfección a la realidad de la fealdad y de la imperfección. Las imágenes como un medio de evasión y ensoñación más que de realidad e información. Pareciera que nos fuera indiferente la verdad, la fotografía, en este caso.
      A pesar de que se trata de reportajes donde los personajes exponen no solo su vida privada, sino también sus tendencias estéticas, sus gustos, sus cuidados físicos, su maduración, reportajes donde el aspecto exterior constituye al menos la mitad de la información.
      Pero coincide lo anterior con mis reacciones ante otro tipo de Photoshop no menos descarado y no menos aceptado socialmente. El de los firmantes de libros que no han escrito ellos sino otros escritores a veces anónimos. Y me ocurre con alguien que admiro, la ejecutiva de Facebook Sheryl Sandberg, con cuyas ideas sobre el liderazgo femenino coincido. Cuando descubro, días después de comprarlo, que “su” libro Lean In –unas reflexiones sobre el nuevo papel de las mujeres muy semejantes a las que he escrito yo misma en las páginas de esta revista en los últimos años–, ha sido escrito “en colaboración con” Nell Scovell, lo que, en lenguaje editorial, significa que lo ha escrito Scovell a partir del relato de Sandberg.
      Inevitable en alguien que también reconoce el terror que sintió cuando le pidieron escribir un relato de 10 páginas en la escuela secundaria, el terror habitual de quien no ha nacido para la escritura.Y, sin embargo, tampoco parece enfadarse nadie porque una líder empresarial como Sandberg, que da consejos de liderazgo, recurra a esta descarada artimaña no muy propia de una líder. Porque no ha podido resistir firmar un libro. Porque el márketing ha sustituido a la verdad en los lugares más insospechados. Y con una aceptación social casi generalizada.

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