fotos - Reed Hastings - EL HOMBRE QUE HA CAMBIADO LA TELE Y VA POR EL OSCAR,.
Reed Hastings,.
Reed Hastings | ||
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Reed Hastings en 2005. |
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Información personal | ||
Nombre completo | Wilmot Reed Hastings | |
Nombre de nacimiento | Wilmot Reed Hastings, Jr. | |
Nacimiento | 8 de octubre de 1960 (56 años) Boston, Estados Unidos |
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Nacionalidad | estadounidense | |
Familia | ||
Padres | Joan Loomis Wilmot Reed Hastings |
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Cónyuge | Patrician Ann Quillin | |
Hijos | 2 | |
Educación | ||
Alma máter | Universidad Stanford | |
Información profesional | ||
Ocupación | empresario, filantropista, director ejecutivo | |
Conocido por | Netflix | |
Patrimonio | US$1.53 mil millones (2015)1 | |
Miembro de | ||
Hijo de Joan Loomis y Wilmot Reed Hastings. Estudió en la Universidad Stanford. Es el fundador y director ejecutivo de Netflix.2 En 2015 su patrimonio se calculaba en US$1.53 mil millones según la revista Forbes.1
Reed Hastings no entregó a tiempo una película a Blockbuster, por lo cual se negó a pagar una multa de 40 dólares por considerar injusta y excesiva esta cantidad. Así fue como a Hastings se le ocurrió fundar una compañía que no cobraba multas a los usuarios, sino una tarifa mensual por un número ilimitado de alquileres. De este modo nació Netflix y con él, un nuevo modelo de negocio de transmisión en internet conocido como streaming. En el año 2000, Hastings se acercó a los directivos de Blockbuster para ofrecerles la compañía que fundó por 50 millones de dólares. John Antioco, quién fuera director de la empresa de alquiler de películas, consideró que le estaban ofreciendo un negocio con un nicho muy pequeño y lo rechazó. Diez años después Blockbuster se declaró en quiebra y anunció el cierre de más de 1500 establecimientos. Actualmente, Netflix es el gigante pionero de este servicio que factura más de 2600 millones de dólares y cuenta con más de 40 millones de suscriptores, de acuerdo a su último reporte. Hastings es considerado uno de los personajes más ricos de Estados Unidos de acuerdo a la información proporcionada por la revista Forbes.
Contrajo matrimonio con Patrician Ann Quillin, son padres de dos hijos,.
TITULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - SENSIBILIDAD QUIMICA MÚLTIPLE - CUANDO NO PUEDES ABRAZAR NI BESAR A TUS HIJOS,.
fotos - SENSIBILIDAD QUIMICA MÚLTIPLE - CUANDO NO PUEDES ABRAZAR NI BESAR A TUS HIJOS,.
Sensibilidad química múltiple: cuando no puedes ni besar a tus hijos,.
El detergente de la ropa, el abono de las plantas, Ia tinta de los libros… Todo lo que nos rodea dispara en ellos un terrible malestar. Deben aislar sus casas, cubrirse de arriba abajo, renunciar a tocar a sus seres queridos. Las víctimas de la sensibilidad química múltiple nos cuentan cómo viven su tremendo calvario.
No poder besar ni abrazar a tus hijos. Qué dolor tan inmenso. La frustración de necesitar aislarte del mundo. Alejarte de los amigos y familiares. Aferrarte a una única opción: la soledad. De ese calibre es la tragedia que se apodera de las vidas de los afectados por sensibilidad química múltiple (SQM), una enfermedad que afecta sobre todo a mujeres. Muestran una sensibilidad extrema a sustancias presentes -en mayor o menor medida- en el aire, el agua, los alimentos… Sustancias que están por doquier. Es muy difícil escapar a la presencia de fragancias, perfumes, detergentes, cosméticos, desodorantes, insecticidas, aditivos alimentarios y muchos otros químicos industriales omnipresentes en nuestras vidas. En la actualidad hay más de 90.000 sustancias químicas utilizadas en la industria y presentes en todo tipo de productos.Los pacientes de SQM necesitan adaptar su casa, comer orgánico, seguir un protocolo estricto para lavar la ropa y mantener la higiene. Algunos incluso se ven obligados a alejarse de la civilización para poder vivir una vida ‘normal’.
Cómo vivir así
Y los que, como Rosa Nieto, de 39 años, además de SQM padecen electrosensibilidad deben alejarse no solo de torres y cables eléctricos, sino que deben eludir antenas o dispositivos electrónicos y también tienen que escabullirse del wifi, tan difícil de esquivar porque hoy en día se esparce por cualquier lugar. Está en casa de tu vecino, en el bar de abajo, en la calle… ¿Cómo vivir así?Para ir a la ciudad, Rosa se coloca una máscara con un filtro de carbón activado para evitar inhalar perfumes y emanaciones tóxicas para ella. Además se envuelve entera, como si fuera un burka, con una tela tejida con hilos de algodón y plata y que hace de pantalla protectora de la radiación. Su marido hace las gestiones, ella se queda en el coche con el corazón encogido, asustada por si, a pesar de tanta protección, le da una crisis.
Rosa comenzó a sentirse mal hace muchos años. Los síntomas están directamente relacionados con el sistema nervioso central. Incluyen dolor de cabeza, fatiga, mareos, náuseas, congestión, picazón, estornudos, dolor de garganta y el pecho, arritmias, problemas respiratorios, dolor o rigidez muscular, erupción cutánea, diarrea, hinchazón, gases, confusión, dificultad para concentrarse, problemas de memoria y cambios de humor. Sus víctimas viven un sinvivir empeorado por la incomprensión de la gente y la falta de atención de la Administración. España y otros países reconocen la sensibilidad química múltiple como enfermedad: la OMS, sin embargo, no lo ha hecho. Los afectados se quejan de la falta de investigación, tratamientos públicos y centros de salud destinados a ayudar a las cerca de 300.000 personas afectadas por este mal en España. No son cifras oficiales (no hay), son estimaciones independientes calculadas por los pacientes.Los síntomas incluyen dolor de cabeza, diarrea, problemas respiratorios, arritmias, fallos de memoria, fatiga, confusión, náuseas…
Su vida es un calvario
«El miedo, la frustración y la sospecha contaminan tu vida», explica Leonor Martínez, de 58 años, que vive parapetada en su piso de Madrid. «He trabajado duro para adaptar mi casa y poder vivir en ella, pero me tendré que ir porque mis vecinos no me ayudan, incluso me intimidan», confiesa Victoria Ruiz, de 45 años, habitante de Tarifa (Cádiz). «Ojalá pudiera ir a la escuela y visitar las casas de mis amigos», se lamenta Mari Carmen Bartual, de 13 años, hija de Isabel Ariño, de 51 años, y también afectada por SQM.«Poco a poco, nadie quiere saber de ti. Dejar ir a los amigos y familiares es lo más doloroso», añade Pilar Muñoz Calero, una doctora afectada por SQM especializada en medicina ambiental y presidenta de la Fundación Alborada, institución que apoya a estos pacientes y los ayuda a protegerse de las enfermedades ambientales y de la SQM.
«No podía concentrarme ni cuidar de mis hijos», cuenta Rosa. El mayor, de cinco años, era quien despertaba por la mañana a su hermana de un año, la vestía y le daba el desayuno. «Simplemente yo no podía hacerlo», confiesa Rosa. Cuando su marido se quedó en el paro y estaba en casa por la mañana, se percató de la gravedad de la situación. A Rosa le diagnosticaron fatiga crónica. «Al investigar, descubrí que era uno de los trastornos relacionados con la sensibilidad química múltiple y la electrosensibilidad», explica.España lo reconoce como enfermedad, pero no existen centros públicos para ayudar a los cerca de 300.000 afectados
A partir de entonces sacaron de casa los productos químicos y optaron por la alimentación orgánica. Disminuyeron los vómitos y diarreas de Rosa, pero aparecieron temblores, espasmos y pérdidas de conocimiento.Rosa Nieto no tolera la cercanía de productos químicos ni de electricidad. Se ha tenido que ir a vivir al campo. Cuando va a la ciudad, se protege dentro de un ‘burka’
Se mudaron a los Pirineos para alejarse de la contaminación por radiación y productos químicos. Pero no fue suficiente: los fines de semana y durante las vacaciones venía gente al pueblo. Con sus teléfonos móviles. Escaparon de nuevo. «Durante cuatro meses dormí en una tienda de campaña y mi familia, en una caravana», cuenta Rosa.
Ahora viven en Cantabria. Han construido su casa en una zona libre de señales de antenas y productos industriales. Están aislados. A salvo. «No necesito la máscara para respirar ni las telas apantallantes porque la casa está fuera del tendido eléctrico», cuenta con alivio. Pero hay un precio. La soledad. «Solo hablo con mi esposo o mis hijos. No hay vida social. No hay más que nosotros».
Rosa Nieto, 39 años, Santander
“Solo hablo con mi esposo o mis hijos. No hay más que nosotros”
«Nos mudamos a los Pirineos, pero en vacaciones venía gente con sus teléfonos móviles. Tuvimos que escapar. Dormí cuatro meses en tienda de campaña y mi familia, en una caravana. Ahora vivimos en Cantabria, en una zona sin antenas ni productos industriales.
Allí no uso máscara y me doy baños con sal marina para eliminar la radiación del cuerpo. Pero está la soledad. Solo hablo con mi esposo o mis hijos».
Leonor Martínez, 58 años, Madrid
“Me despierto por la noche con miedo: huelo humo. Me pongo la máscara. Son pesadillas”
«La frustración y la sospecha contaminan tu vida. Temes los riesgos de las actividades diarias comunes. Además, nadie se da cuenta del significado de no poder abrazar a tus seres queridos o la necesidad de saludar a los amigos a distancia porque si entraran en mi casa cambiarían mi pequeño ambiente libre de tóxicos. Eso significa un nuevo dolor, pero en el alma».
Isabel Ariño, 51 años, Valencia
“Fui al dentista (el mercurio con el que se hacían los empastes es fatal) y comenzó la locura”
Trabajaba en un restaurante. Estaba siempre agotada. «Fui al dentista (el mercurio con el que se hacían los empastes es fatal) y comenzó la locura», dice. Usa una sauna portátil para desintoxicar su cuerpo. Colabora con asociaciones «para evitar que otros alcancen los niveles tan altos de intoxicación que yo he tenido».
Victoria Ruiz, 45 años, Tarifa
“Mis vecinos no me ayudan ni me respetan, me intimidan”
«Tuve síntomas desde muy joven. Pero como quería encajar socialmente me obligué a soportar», cuenta Victoria, que ha sido modelo y actriz.
«Es muy frustrante: ha sido duro adaptar mi casa, y la incomprensión de mis vecinos me obliga a dejarla».
Los pacientes de sensibilidad química múltiple cierran las ventanas para que no entren los efluvios químicos de la ropa tendida.
Mari Carmen Bartual, 13 años, Valencia
“Ojalá pudiera ir al colegio, tener amigos y salir con ellos a jugar”
A su madre, Isabel, el embarazo le aceleró la sensibilidad química múltiple. A Mari Carmen la diagnosticaron al nacer. No ha ido al colegio. Recibe clases en casa.
La doctora Carmen Navarro, también afectada por esta enfermedad, dice que estamos expuestos a ella desde el embarazo: las madres transmiten carga química por la placenta y la leche.
TITULO:EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - Prohibido soñar,.
foto - reloj de cuco - Prohibido soñar,.
Tengo un amigo profesor que cada año, al empezar sus clases, obliga a sus alumnos a redactar un pequeño texto sobre en qué consisten sus sueños. Es una nota amable y anónima que algunos componen con bromas chuscas, como decir que su sueño es acostarse con Elsa Pataky o Justin Bieber, pero que finalmente se convierte en una manera de tomar el pulso a cada curso. Mi amigo guarda esas fichas en su casa, e incluso los chistes, las salidas de tono o los desmanes sirven para proporcionar una foto fija de sus chicos al comienzo del año escolar. Entre los textos, siempre hay varios que deciden expresarse con sinceridad, que cuentan con pasmosa honestidad en qué consisten sus sueños. Algunas veces, mi amigo y yo nos dedicamos a repasar los muchos cursos que ya acumula, el perfil de esos chavales que siempre tienen la misma edad, por más que el mundo a nuestro alrededor no se detenga nunca. Hace poco mi amigo me hizo una observación que nos obligó a correr a comprobar en las fichas guardadas si se trataba de una impresión errónea o corroborada con pruebas.
Nuestra búsqueda provocó un tremendo desasosiego. Porque su impresión era cierta. Sostenía mi amigo que notaba en los últimos tres años que los muchachos incurrían en una cierta depresión, al enunciar sus sueños con candidez, pero advertían de que sería imposible llevarlos a cabo. De hecho, en muchas de las redacciones breves se translucía que nada importaba demasiado en lo que dijeran porque la vida les tenía reservado el castigo habitual de no poder dedicarse a lo que anhelan, de no poder llegar a ser quien querrían ser. Al correr a chequear los textos de casi veinte años atrás, el contraste no pudo ser más descorazonador, porque esa deriva fatalista no estaba impresa entre los alumnos de entonces. Así que nos tocaba indagar sobre qué está pasando. El proyecto de análisis continúa y no hemos llegado a ninguna conclusión que merezca la pena, pero hay algo que sí nos provoca a ambos la misma alarma.
En los últimos años se ha impuesto un discurso público deprimente. Tiene sus razones objetivas. La crisis económica se ha llevado por delante reformas pendientes como la mejora de la igualdad, el cuidado de los mayores, la protección ambiental, la lucha contra el hambre. Basta analizar el recorte de nuestros gobiernos sobre los planes de cooperación internacional o investigación y desarrollo, la amputación de partidas para servicios sociales, para entender que el dinero manda sobre la solidaridad. Pero no ha bastado con eso para imponer un clima de derrota social. No faltan quienes dicen que carecemos de líderes con proyecto interesante, algo con lo que no estoy del todo de acuerdo. Quizá carecemos de espíritus colectivos para encontrarlos, para elegirlos, para destacarlos entre la masa social, y preferimos encumbrar a arribistas, charlatanes y fanáticos. El resultado es que los padres piensan que legarán a sus hijos un mundo peor que el que recibieron y, no conformes con esa percepción tan negativa, se dedican a pregonarla por las cuatro esquinas mediáticas.
El empeño por contarles a los jóvenes que el esfuerzo no compensa, que el sacrificio no lleva a nada, que la búsqueda del talento y la belleza carecen de importancia frente al pelotazo, la fama y la riqueza, que el premio es la meta y nadie repara en la labor bien hecha, que el destino es una cloaca y la perversión es más grata que la bondad, ese discurso diario posibilista y cínico ha calado en los jóvenes. No entienden que esas deprimentes impresiones responden a vidas ya consumidas, pero que hay, como pasó en todos los tiempos, una realidad distinta, a veces muy silenciada, cuando menos no enseñada en nuestros medios de comunicación, tan reacios a dar cabida a lo que no es abyecto, y que apunta a gente estupenda, con proyectos muy apreciables. Da la sensación de que alguien ha decidido que los jóvenes actuales no tienen derecho a soñar tan solo porque sus sueños particulares no se cumplieron. Quizá esa atmósfera malsana condiciona las redacciones de los alumnos que llegan a la clase de mi amigo. Habrá más cosas, seguro, pero esa deriva del discurso público podríamos cambiarla.
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