Once años sin un clásico sin sus clásicos
Presidentes interinos, tensiones políticas, fichajes frustrados e incluso partidos a puerta cerrada han marcado el devenir de Barça y Real Madrid desde la última vez que encararon su pulso sin Messi ni Cristiano,.
Corría el 23 de diciembre de 2007 cuando el Camp Nou acogió un clásico que se perdió Leo Messi tras sufrir la jornada anterior una rotura en el bíceps femoral de la pierna izquierda que le mantuvo más de un mes de baja. Cristiano Ronaldo sembraba por entonces el terror con el Manchester United en la Premier League y faltaba año y medio para que se enfundara la zamarra merengue. El Real Madrid asaltó aquel día el coliseo azulgrana con un tanto de Julio Baptista que dejó al Barça a siete puntos de un rival al que haría pasillo en la segunda vuelta, con Leo en la banda, cuando la escuadra que por entonces tutelaba Bernd Schuster ya había amarrado su trigésimo primer título de Liga. La 'bestia' puso una pica decisiva frente a un cuadro dirigido por Frank Rijkaard que haría implosión al término de aquella campaña de infausto recuerdo en Can Barça y que concluiría tercero a 18 puntos del campeón. Joan Laporta le dio pasaporte al holandés y mandó a Deco al Chelsea y a Ronaldinho al Milan, desembarazándose con la venta de este último de un problemático 'padrino' que amagaba con descarriar al príncipe devenido luego en dios del barcelonismo, al que pasaría a tutelar desde ese verano Pep Guardiola.3.957 días después, el rosarino anda en la enfermería y el luso golea en Turín, privando al pulso que más interés concita dentro del firmamento futbolístico de quienes oficiaron de heraldos de sus escuadras a lo largo de once años que han mutado a dos acérrimos enemigos sacudidos por mil y una peripecias. El tiempo, aunque no lo parezca, también pasa por un clásico que no tendrá este domingo a sus clásicos por antonomasia.
En ese largo discurrir, Barcelona y Real Madrid han tenido tres presidentes distintos cada uno. Joan Laporta y Ramón Calderón departían sonrientes aquella noche en la que sólo Iniesta se revolvió contra la superioridad de los blancos. El que fuera azote de Ramón Mendoza adornó con sendos títulos de Liga sus dos primeros años en la cúpula de Concha Espina, pero menos de catorce meses después de cantar el tanto de Baptista en el Camp Nou tuvo que dimitir, cercado por el escándalo de los falsos compromisarios en la Asamblea del 7 de diciembre de 2008, pasándole el testigo a Vicente Boluda, cuyo corto mandato dejaría para el recuerdo unas bravuconas declaraciones sobre el vaticinado «chorreo» al Liverpool en una eliminatoria de la Champions que acabó con meneo de los 'reds' al bloque de Chamartín.
Antes, el palentino tuvo tiempo de encauzar el fichaje de Cristiano que Boluda, con el Madrid en pleno proceso preelectoral, estuvo a punto de hacer descarrilar y que acabaría rubricando Florentino Pérez para alumbrar la mayor rivalidad individual que haya conocido el fútbol. En las alforjas de Calderón cupo también otra operación difícilmente explicable, la incorporación en calidad de cedido de Julien Faubert, que sólo disputaría 54 minutos a las órdenes de Juande Ramos y que protagonizó su acción más significativa al quedarse dormido en el banquillo del Madrigal mientras su equipo perdía con el Villarreal.
El retorno a la presidencia de Florentino Pérez devolvió la estabilidad a un club que tras su dimisión en febrero de 2006 se había sumergido en una espiral de relevos en la cúpula con los efímeros pasos por la misma de Fernando Martín y Luis Gómez-Montejano. Cuatro Champions y dos Ligas se añadieron desde aquella toma del Camp Nou en 2007 a las vitrinas de una entidad que ha visto desfilar en este periodo once entrenadores y ha gastado 1.162,95 millones de euros en refuerzos, con sonoros fiascos en los despachos como la ansiada llegada de David De Gea que frustró un fax u objetos de deseo que le birló el Barça como Neymar.
Cismas y filósofos
Tres 'orejonas' ha alzado en estos once años el Barcelona, que ha impuesto su tiranía en el ámbito doméstico con siete Ligas y otros tantos inquilinos de su banquillo seleccionados por los tres mandatarios que han regido al club azulgrana en un lapso de tiempo en el que ha invertido 1.288,94 millones de euros en incorporaciones, algunas de tanto relumbrón como las de Neymar, Luis Suárez o Coutinho pero en las que también ha habido espacio para patinazos como los de Chygrynskiy, Arda Turan o Douglas y divorcios como el de Ibrahimovic con el «filósofo» Guardiola.Los 28 títulos que ha amasado el Barcelona desde que cerrase en blanco aquel nefasto curso 2007-2008 se han visto acompañados de una serie de convulsiones que han sacudido una entidad cuyo brillo sobre el terreno de juego ha quedado salpicado por tensiones políticas y procesos judiciales. Joan Laporta, que tomó las riendas del club tras ganar las elecciones convocadas en 2003 tras la dimisión de Joan Gaspart, dejó pasó en 2010 a quien había sido su mano derecha, Sandro Rosell, que luego se revolvió contra él en un cisma en el que desempeñó un destacado papel la destitución en 2005 de Josep Maria Bartomeu como responsable de la sección de baloncesto.
Rosell trató de despolitizar una entidad que Laporta había entregado al soberanismo. Pero sus oscuros tejemanejes en el fichaje de Neymar tumbaron su presidencia y sus turbios negocios le arrastraron a la cárcel. A finales de julio de este año se le abrió juicio oral por la apropiación de fondos de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF).
La caída de Rosell elevó a Bartomeu, quien como su predecesor ha tenido que lidiar con las presiones políticas, cuyo cénit se alcanzó con el partido sin público que el Barcelona disputó frente a la U.D. Las Palmas el 1 de octubre de 2017 en protesta por los acontecimientos del 1-O. Una decisión que tomó el propio Bartomeu tras hablar con los jugadores y que dejó una estampa para la historia con el silencio en la grada, las posteriores lágrimas de Piqué y un 3-0 al cuadro canario con doblete incluido de Messi.
TITULO: LEYENDAS DEL BARCELONA - Julio Salinas,.
foto - Julio Salinas maltrata al Barca,.
El Deportivo obtiene en el descuento la recompensa a su mejor fútbol,.
Julio Salinas le descontó un punto al Barça cuando el partido ya agonizaba. Muy propio del Largo. Fue un tanto de oportunista, de un paquete
-como dirán sus detractores-, a quemarropa, sin otro mérito que el de
fusilar al portero en los minutos de la basura, aquellos que se juegan a
criterio del árbitro. Vivió mucho tiempo el Barça de goles de Salinas
como el de anoche.
El choque ya nació torcido. La pizarra provocó una mueca de disgusto entre los partidarios de uno y otro bando. Optó Arsenio por Villarroya en el puesto natural de Nando y dejó delantero y medio en punta.
Muy propio de un. entrenador contemporizador. El, al fin y al cabo, trabajó siempre con el mismo guión y sólo cambia los intérpretes secundarios. Cruyff, sin embargo, dejó con la palabra en la boca a sus pregoneros: vistió a Sánchez Jara de titular para que cubriera y abriera una banda, mientras Ferrer se echaba al centro con Nadal, Sergi tomaba a Aldana y Eusebio campaba por el otro lateral con Koeman en la sala de máquinas. Un grupo poco reconocible en un técnico que apuesta por el talento.
El grupo de Cruyff vivió de la limosna del colectivo de Arsenio. El Deportivo manejó la contienda. Cortó la línea de pase hacia Stoichkov y Romario, dejando que el balón. lo transportaran Eusebio y Sánchez Jara por las bandas, y se estiró con las diagonales de Fran y Aldana a la espalda. de los zagueros barcelonistas. Tuvo llegada desde la salida y armó dos mano a mano que provocaron que la hinchada se persignara. Nadal dejó la pierna en ambas y Manjarín cayó en la última. El árbitro no atendió a las protestas visitantes que reclamaban penalti. La jugada descompuso a los gallegos. No estuvieron acertados en el repliegue y cedieron la tercera falta en la frontal del área. Entonces llegó el zapatazo de Koeman.
El Barça se agarró al gol de Koeman. Sancionado Guardiola, con Romario estresado y Stoiclikov frenado por la hierba, los azulgrana vagabundearon. Jamás hubo dos pases interiores seguidos (Romario, eso sí, falló la sentencia al Cuarto del segundo tiempo) ni más de una apertura digna a las bandas. Está seco el equipo. No llega. Nadie se juega el bigote: en el último pase.
La fluidez estuvo de parte del Deportivo. El encuentro fue un monólogo gallego. Tocaron y tocaron los de Arsenio hasta ahogar a los azulgrana en la playa del Camp Nou dado el arenal que revuelca a la hierba. Nadie podía, sin embargo, con Busquets. Entonces salió Salinas y puso las cosas en su sitio. El Largo maltrató a un Barca que, privado del arte, ha perdido hasta su efectividad y pragmatismo. La máquina está parada.
El choque ya nació torcido. La pizarra provocó una mueca de disgusto entre los partidarios de uno y otro bando. Optó Arsenio por Villarroya en el puesto natural de Nando y dejó delantero y medio en punta.
Muy propio de un. entrenador contemporizador. El, al fin y al cabo, trabajó siempre con el mismo guión y sólo cambia los intérpretes secundarios. Cruyff, sin embargo, dejó con la palabra en la boca a sus pregoneros: vistió a Sánchez Jara de titular para que cubriera y abriera una banda, mientras Ferrer se echaba al centro con Nadal, Sergi tomaba a Aldana y Eusebio campaba por el otro lateral con Koeman en la sala de máquinas. Un grupo poco reconocible en un técnico que apuesta por el talento.
El grupo de Cruyff vivió de la limosna del colectivo de Arsenio. El Deportivo manejó la contienda. Cortó la línea de pase hacia Stoichkov y Romario, dejando que el balón. lo transportaran Eusebio y Sánchez Jara por las bandas, y se estiró con las diagonales de Fran y Aldana a la espalda. de los zagueros barcelonistas. Tuvo llegada desde la salida y armó dos mano a mano que provocaron que la hinchada se persignara. Nadal dejó la pierna en ambas y Manjarín cayó en la última. El árbitro no atendió a las protestas visitantes que reclamaban penalti. La jugada descompuso a los gallegos. No estuvieron acertados en el repliegue y cedieron la tercera falta en la frontal del área. Entonces llegó el zapatazo de Koeman.
El Barça se agarró al gol de Koeman. Sancionado Guardiola, con Romario estresado y Stoiclikov frenado por la hierba, los azulgrana vagabundearon. Jamás hubo dos pases interiores seguidos (Romario, eso sí, falló la sentencia al Cuarto del segundo tiempo) ni más de una apertura digna a las bandas. Está seco el equipo. No llega. Nadie se juega el bigote: en el último pase.
La fluidez estuvo de parte del Deportivo. El encuentro fue un monólogo gallego. Tocaron y tocaron los de Arsenio hasta ahogar a los azulgrana en la playa del Camp Nou dado el arenal que revuelca a la hierba. Nadie podía, sin embargo, con Busquets. Entonces salió Salinas y puso las cosas en su sitio. El Largo maltrató a un Barca que, privado del arte, ha perdido hasta su efectividad y pragmatismo. La máquina está parada.