TITULO: Cartas en el tiempo - Suzanne Valadon: la musa de Montmartre que se consagró detrás del caballete ,.
Cartas en el tiempo ,.
Miércoles - 17 - Julio a las 20:00 en La 2 / fotos,.
Suzanne Valadon: la musa de Montmartre que se consagró detrás del caballete,.
El MNAC acoge la primera gran retrospectiva que un museo español dedica a la pintora francesa,.
Gran figura de la belle époque, hizo de modelo de Renoir y Toulouse-Lautrec, creo obras magnas y enamoró a Satie y Degas, pero al morir la prensa sólo la nombró madre y esposa de artistas,.
Si existe un rostro que defina el impresionismo y la bohemia parisina de finales del XIX ese es el de Suzanne Valadon. Su persona puede verse en múltiples cuadros, de la célebre “La resaca”, de Toulouse-Lautrec, a “El baño sagrado”, de Pierre Puvis de Chavannes, que la multiplicó ocho veces en el lienzo. Renoir la inmortalizó en “Los paraguas”, “La trenza” o “El almuerzo de los remeros", donde aparece dos veces. También la vemos joven y radiante en el óleo “En el baile”, de Berthe Morisot. Y en muchos cuadros, pero esta modelo no se contentaba con que la admiraran a ella, también quería que admirasen lo que era capaz de hacer. Así, con con el tiempo, se convirtió en una de las grandes pintoras posimpresionistas y en el personaje más fascinante de la belle époque.
Su vida refleja cómo el mundo no cambia nunca, sólo se repite una y otra vez bajo pequeñas variaciones de vestuario y costumbres. Hija ilegítima de una lavandera suiza de apenas 16 años, pronto se escapa de cualquier escuela o control, abandona su casa en Bessines-sur-Gartempe y vagabundea por la montaña de Montmatre en busca de pequeños trabajos con los que ayudar a su madre. A los diez años la vemos en las calles con un lápiz pintando en el suelo o en la pared porque no tiene dinero para comprar folios o pinturas, y mucho menos para pagarse clases de dibujo. A partir de los once trabaja como limpiadora, florista en una funeraria, niñera, lo que haga falta, hasta que se instala en un puesto de frutas y verduras en Les Halles. Allí, para pasar el tiempo, hace malabarismos con manzanas y equilibrismos entre los diferentes puestos o se sube sobre los caballos gritando que es la hija ilegítima del poeta Françoise Villon, el gran bardo burlón y borracho del siglo XV. Imposible no verla, imposible no preguntarse quién es esa fuerza de la naturaleza.
Su belleza, su excentricidad y su mismo delirio llaman la atención de todo el mundo, incluso del responsable de los circos Mollier, que con 15 años le pide que venga con él y sea su nueva trapecista. Ella acepta, por supuesto, y en poco tiempo domina una disciplina que la convierte en una de las atracciones principales del espectáculo. Allí la descubren pintores como Toulouse-Lautrec o Henri Puvis de Chavannes, que se enamoran de ella y la pintan hasta la extenuación. La amistad con Toulouse-Lautrec incluirá un intento de suicidio y con Chavannes se especulará que sea el auténtico padre del niño que tendrá con 16 años. Tal y como le sucedió a su madre, será una adolescente con hijo, y tal y como le sucedió a su madre, este niño será su mejor regalo y su mayor castigo, pues será el también pintor Maurice Utrillo.
En realidad, su nombre era Marie-Clementine Valade, pero Toulouse-Lautrec empieza a llamarla Suzanne como broma porque siempre está rodeada de artistas viejos, como la Susana bíblica. Cuando empieza a ser conocida como trapecista, un accidente en uno de sus números hace que caiga violentamente al suelo y pierda movilidad en las caderas. Esto la obligará a retirarse como artista de circo, circunstancia que lamentará siempre, pero la ayudará a volcarse en su trabajo como modelo, donde empezará a estudiar a fondo cómo trabajan estos grandes maestros. Su capacidad de observación es prodigiosa y es capaz de copiar cualquiera de sus cuadros. Sin embargo, ella no quiere imitar a nadie, no quiere estar a la sombra de nadie, sólo quiere fraguar su propio destino. “Tuve grandes maestros. Me quedé con lo mejor que tenía cada uno, de sus enseñanzas y ejemplos. Pero no copié a nadie. Me encontré a mi misma, me hice a mí misma, y dije lo que tenía que decir”, aseguraba recordando aquellos años.
Su nombre empieza a convertirse en leyenda. “Eres uno de los nuestros”;, le dice Edgar Degas al ver sus primeros apuntes, dibujos al carboncillo de su hijo Utrillo. Degas, esquivo y asocial, encuentra en el talento y jovialidad de esta jovencita un rayo de luz, y se convierte en su principal mentor, quien la invita a dejar el dibujo y atreverse con la pintura. “Era tan salvaje y orgullosa que no quería pintar. Quería que mi paleta cromática fuera tan simple que no tuviese que pensar en ella”, aseguraba.
Empiezan sus años locos de bohemia. Junto al periodista catalán Miguel Utrillo, quien dará su nombre a su hijo, frecuentan todos los bares y cafés emblemáticos de la época, como “Le Chat Noir”. Se pasea por Montmatre con un ramo de zanahorias acompañada por una cabra, a la que dice dar de comer sólo sus pinturas malas. Sigue su rueda de conquistas. Un día después de conocerla, el músico Erik Satie la pide en matrimonio, pero ella lo rechaza. Destrozado, el músico, al que no se le volverá a conocer relación alguna, le dedica varias composiciones como la enigmática “Vexations”.
Al final, enamora al banquero Paul Moissis, con el que se casará y vivirá una tranquila vida burguesa durante trece años. Eso sí, su marido le permite mantener un piso para ella como estudio en Montmatre para seguir pintando. Degas le compra sus primeros óleos y en 1894 se convierte en la primera mujer en exponer en el salón de la Société Nationale des Beaux-Arts.
Sin embargo, su tranquilidad y buena estrella siempre tiene un pero, su hijo Maurice Utrillo, que a los doce años ya es un alcohólico y a los quince es detenido frecuentemente debido a sus estallidos de violencia. Su carácter depresivo deriva en un talento increíble para la pintura, que su madre intentará promover y aplaudir para darle una dirección a su vida. Y lo conseguirá.
Un amigo de su hijo, un electricista aspirante a pintor llamado André Utter, de tan sólo 21 años, se convertirá en el segundo marido de Valadon, que dejará a su banquero totalmente fascinada por la belleza y juventud de este hombre. Con 44 años, añora a esa chiquilla que se denominaba a si misma “diablo” y que se paseaba sin miedo por las calles de París como un gato salvaje. Utter le devolverá el brillo perdido y comenzará la etapa más fructífera de su vida en un estudio en el número 12 de la calle Cortot, que compartirá con su hijo y con Utter. Éste acabará por convertirse en su marchante. Los tres se denominarán “el trío infernal” y se dedicarán en cuerpo y alma a su arte.
Las obras de Valadon fluctúan entre diversas fuentes de inspiración. De pronto puede realizar un retrato como los de Modigliani como coloristas desnudos como en “Lanzando a la red”, donde pinta por primera vez desnudos masculinos en un cuadro que recuerda a Cezanne. En “Adán y Eva”, se pinta a ella y Utter en un idílico jardín del edén, y sus autorretratos marcan siempre sus ojos vivos y su fuerte mentón, de mujer que se ha hecho a si misma.
Al morir, en 1937, a los 72 años, la acompañaron Derain, Picasso o Braque, entre muchos otros. La esquela del periódico habló de la madre de Maurice Utrillo y de la esposa de Utter. En ningún momento defendió su rol principal dentro del posimpresionismo. Como mujer, se le aparta del discurso oficial, y su papel de modelo que ha aprendido de los maestros la hace ser un personaje sospechoso. Para el canon, sólo es una anécdota graciosa. En los últimos años esto ha ido cambiando, pero con lentitud. ¿Será el siglo XXI por fin el siglo de Suzanne Valadon? Nunca es tarde si la dicha es buena.
TITULO: Las rutas de Ambrosio - La espectacular ruta para disfrutar de los mejores Cerezos en Flor de España ,.
El sabado - 20 - Julio, a las 19:10 por La 2, foto,.
La espectacular ruta para disfrutar de los mejores Cerezos en Flor de España,.
El recorrido cuenta con más de 50.000 árboles de 50 variedades distintas,.
Llega el mes de abril, y con él, uno de los momentos más esperados del año, los cerezos empiezan a florecer. Este año, con este tiempo un poco loco, que pasamos del intenso calor al frío, ya se podían observar estas especies antes de tiempo, pero ahora llega la época del año de mayor esplendor.
Este espectáculo de luz y color surge de "El Hanami", o lo que es lo mismo, "mirar las flores", o la contemplación de los cerezos en flor, que se trata un ritual de origen japonés que se celebra cada primavera. Aunque el fenómeno reúne cada año a muchos japoneses y turistas de todo el mundo, "El Hanami" también ha empezado a exportarse en numerosos países de todo el mundo, entre ellos España.
Esta costumbre se remonta a siglos atrás, cuando la floración de estos árboles marcaba el inicio de la primavera y, por lo tanto, avisaba del momento idóneo para plantar el arroz, alimento crucial para los primeros habitantes de este país. Durante este periodo, los cerezos eran vistos como seres sagrados y se creía que las almas de los dioses de la montaña anidaban dentro de ellos, según explica Wikipedia.
Por ello, los agricultores veneraban a estos árboles y creían que, cuando las flores rosadas del sakura estaban en su máxima floración, era cuando los dioses bajaban a las villas y se convertían en arrozales para ayudar a la producción del arroz. La historia de "El Hanami" nació, por lo tanto, de una tradición religiosa. Sin embargo, no sería hasta el Periodo Nara (710-784) cuando esta costumbre comenzó a transformarse en la festividad sin las connotaciones religiosas que son en la actualidad.
Esta tradición se ha trasladado a nuestro país, y una de las rutas más impresionantes es la del Valle abulense del Tiétar. En los últimos años el espectáculo de los cerezos en flor posibilita que año tras año más gente se acerque hasta la Sierra de Gredos, ya que durante esta época del año el contraste con la abundante vegetación y sus cumbres nevadas ofrecen una panorámica simplemente espectacular, con más de 50.000 árboles de 50 especies diferentes.
Además esta zona cuenta con condiciones climatológicas especiales, mucho más cálidas que el resto de la provincia. Tanto es así, que muchos lo conocen como la Andalucía de Ávila. Su meteorología permite que crezcan en sus campos miles de cerezos con la sierra de fondo. Sin duda, un contraste muy interesante, especialmente cuando llega la primavera. La mayor cantidad de árboles se concentra en las localidades de El Arenal, Guisando y El Hornillo.
Existen diferentes rutas que permiten admirar los cerezos en flor en el Valle del Tiétar. La mayoría se centran en los tres municipios principales y sus atractivos, tanto monumentales como naturales. En ellas, además de descubrir la arquitectura popular de los tres pueblos, es posible reconocer otras especies vegetales como los enebros, alcornoques, encimas, alisedas, castaños, pinares y robles. Pero también, con un poco de suerte, es posible divisar cigüeñas negras, águilas reales, grullas o buitres negros.
El Arenal
Esta bonita localidad montañosa de calles empinadas y estrechas, llama la atención por su arquitectura popular y por su gran número de fuentes. Al mismo tiempo, ofrece un entorno idóneo para practicar senderismo y deportes de aventura en plena naturaleza.
Enclavado en el majestuoso paraje montañés del Parque Regional de Gredos, entre frondosos bosques de pinos, chopos, castaños y nogales, surcado por el Río Arenal, y rodeado de bellas gargantas con innumerables pozas de agua cristalina, se encuentra este precioso pueblo serrano que obtuvo del rey Felipe V en 1732 ( previo pago de 900.000 maravedíes por parte de sus vecinos ), la carta de villazgo con la que consiguió el título de Villa y por tanto, su independencia jurídica y administrativa.