domingo, 21 de mayo de 2017

EN PRIMER PLANO - A FONDO - MODA - CRUZA LA RAYA,./ REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - LA INVASIÓN DEL POLIÉSTER,./ EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - ¿ QUE HAY QUE ESTUDIAR PARA TRIUNFAR EN EL MUNDO DIGITAL,.

TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO -  MODA -  CRUZA LA RAYA,.

Las rayas y el estilo marinero se imponen ante la llegada del buen tiempo,.

In the navy. Tendencia marinera

Resultat d'imatges de cruza la raya moda Las rayas y el estilo marinero se imponenCamisetas de rayas, pantalones capri, estampados de anclas, 'mix' de azul marino y rojo... La estética de alta mar vuelve a la ciudad, foto.


Marina Valera La llevó Audrey Hepburn, Pablo Picasso, James Dean e incluso Kurt Cobain; es símbolo del chic francés pero está ligada a la estética náutica; no hay firma que no haya vendido una, ni mujer que no la haya llevado en su vida. La camiseta de rayas marineras o rayas Bretón es uno de los grandes clásicos del mundo de la moda, inmortal e imperecedera, siempre de absoluta tendencia, favorecedora hasta decir basta y un ejemplo claro de cómo una sola prenda puede abarcar infinitos estilos distintos e incluso opuestos.
Diane Kruger ha sido la última celebrity en lucirla de forma reseñable, en el pasado Festival de Cine de Venencia, con una falda A-line, sandalias planas, una gorra sailor –el accesorio it del otoño– y, para rematar, en formato cropped top. Una forma absolutamente impecable de rescatarla y meterla de lleno en las corrientes estéticas de la última temporada.
Y es que la mítica camiseta de rayas ya no viene sola. Pantalones de estilo capri, estampados de anclas, mocasines, blazers y prendas que mezclan el azul marino con el rojo –disponibles en El Corte Inglés– rescatan, junto a ella, el estilo marinero con el avance de la primavera. ¡Tendencia a la vista!,.

TITULO:REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - LA INVASIÓN DEL POLIÉSTER,.

La invasión del poliéster, fotos.

No se arruga ni se deforma y, sobre todo, es barato. Por eso nos invade: cerca del 60 por ciento de las prendas que usamos lo contiene. Esta fibra artificial es el principal motor de la industria de la moda, pero puede convertirse en un problema medioambiental.

 Cada vez más, antes y más barato’. Es el lema de la moderna industria de la moda, que vive tiempos de cambio. Antes había ropa de invierno y de verano. Y abrigos de entretiempo. Ahora no es raro ver de 12 a 14 colecciones al año. En las tiendas de cadenas como Primark se cuelgan modelos nuevos a diario. Un vestido de Zara solo necesita dos semanas para pasar del tablero de diseño a la tienda. A este carrusel vertiginoso se lo denomina fast fashion, ‘moda rápida’. Entre otras razones, esta moda veloz funciona gracias a que la materia prima con la que se elabora la mayoría de las prendas es el poliéster.

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Roperos de segunda mano: ante la avalancha de ropa usada, ya hay países, como Zimbabue, que han prohibido importarla. En la foto, mercado de segunda mano en Rumanía
En un tiempo en el que vemos las bolsas de plástico como un pecado ecológico, casi el 60 por ciento de nuestra ropa contiene fibras de poliéster. Sin embargo, casi nadie es consciente de esta realidad. Ni siquiera percibimos la omnipresencia del poliéster. Para que un jersey no tenga el mismo tacto que el plástico en el que viene envuelto, los fabricantes lo mezclan con fibras naturales, como el algodón. Cualquier lego en la materia es incapaz de distinguir entre una camiseta de algodón y una con un 80 por ciento de poliéster. La mayoría de los clientes solo se da cuenta cuando estudia la etiqueta al ir a meterla en la lavadora.

Los elevados precios del algodón han contribuido a fomentar el uso del poliéster

«La utilización del poliéster es lo que ha hecho posible el auge de las grandes cadenas de moda rápida», asegura Alexandra Perschau, experta en productos textiles de Greenpeace. Esta fibra sintética es «fácil de producir, fácil de procesar y, sobre todo, muy barata», añade. Los hilos plásticos elaborados a partir del petróleo están disponibles en todo momento y en grandes cantidades, no hay imponderables climatológicos ni condicionantes políticos que afecten a la producción. Y los ciclos cada vez más rápidos de la industria de la moda han «disparado su consumo de una forma explosiva». Más de 60 millones de toneladas de fibras sintéticas salen cada año de las fábricas; la mayoría de ellas, en China. El poliéster es el líder indiscutido del mercado, con casi un 80 por ciento del total.

Toneladas de ropa

El boom del poliéster ha contribuido decisivamente a que las ventas de ropa casi se hayan doblado entre los años 2002 y 2015. Según Greenpeace, en 2014 se produjeron en todo el mundo más de 100.000 millones de prendas nuevas. Hace mucho tiempo que por el planeta circulan más prendas de ropa de las que la humanidad podrá ponerse jamás.
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Hilos de petróleo: es una fibra muy fácil de producir y de procesar
Los elevados precios del algodón también han contribuido a fomentar el uso del poliéster, según explica Andreas Engelhardt, autor del informe The fiber year, en el que recoge la producción mundial de las diferentes fibras tanto naturales como sintéticas. «Una fibra de origen químico como el poliéster es especialmente resistente y longeva, aunque esa ventaja se ve anulada por los ritmos acelerados a los que se mueve la moda actual», añade.

Más de 60 millones de toneladas de fibras sintéticas salen cada año de las fábricas; la mayoría de ellas, en China. El 80% es poliéster

Las firmas de fast fashion no se muestran dispuestas a facilitar cifras sobre su consumo global de poliéster. Tampoco aportan información sobre el porcentaje medio de fibras sintéticas en sus prendas. Pero un simple test rápido arroja resultados significativos. al teclear la palabra ‘poliéster’ en el buscador de la tienda on-line de HyM, aparecen más de 7000 resultados.
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En la tienda: el boom del poliéster ha contribuido a que las ventas de ropa se hayan doblado estos últimos años
En el poliéster, todo son ventajas. Al ser tan ligero, se reduce el coste de producción y el peso en el transporte. Además, no es delicado, mantiene la forma y no se arruga. En los informes de sostenibilidad elaborados por las cadenas de moda no se dice ni palabra sobre el hecho de que la fast fashion está basada en un principio muy claro: lo que hoy es tendencia, mañana acabará en el cubo de basura.

Los ecologistas no predican que se renuncie a este material, pero sí un consumo responsable

La larga vida de las fibras de poliéster debería suponer un freno para la rotación acelerada de la oferta. La triste verdad es que el empleo de estas longevas fibras sintéticas está resultando ser un lastre considerable para el medioambiente.

Las partículas del poliéster

Cuando lavamos la ropa, de las fibras sintéticas se desprenden micropartículas que acaban en los acuíferos y, a través de los mares, también en nuestra cadena alimentaria. Estas diminutas partículas escapan a la mayoría de las plantas modernas de depuración de aguas. Además, no son biodegradables. Ya se están encontrando restos de poliéster en crustáceos y peces del Báltico y del mar del Norte. Pero los consumidores no suelen tener en cuenta este tipo de consecuencias.
La mayoría de las plataformas dedicadas a promover la sostenibilidad medioambiental no predica la renuncia total al poliéster, sino que apuestan por hacer un consumo responsable. Aconsejan a los consumidores que reflexionen antes de comprar ropa. No hay que renunciar radicalmente a comprarse cosas nuevas, pero es preferible optar por la durabilidad antes que por la cantidad. En resumen: el mejor balance ecológico final siempre lo tienen los pantalones que se han llevado puestos durante más tiempo.
Abrazar este sencillo credo y comprar de otra manera no debería ser muy complicado. A fin de cuentas, uno de cada tres europeos admite tener en el armario ropa que apenas se pone o que no se ha puesto nunca. De hecho, en los últimos 15 años se ha reducido a la mitad el tiempo durante el cual usamos la ropa. Las montañas de ropa desechada crecen de forma incontenible. Esta situación preocupa a los activistas medioambientales: la ropa se ha sumado a la larga lista de productos de usar y tirar, con el agravante de que las fibras sintéticas como el poliéster son duras de pelar.

Segunda mano

La recogida de ropa usada tampoco resuelve el dilema; en la mayoría de los casos solo sirve para alargar un poco la vida de las prendas desechadas. Más de la mitad de las prendas usadas se derivan al mercado mundial de ropa de segunda mano, que ya está bastante saturado. Países africanos como Zimbabue incluso han llegado a establecer la prohibición de importar ropa usada. Entre el 30 y el 40 por ciento de los tejidos desechados acaba en máquinas que los trocean y machacan hasta obtener un material que como mucho sirve para fabricar bayetas o aislantes.

Ya se han encontrado restos de poliéster en peces del Báltico. Tarda 500 años en degradarse

Tampoco resulta muy práctica la tendencia que se está generalizando entre las cadenas de moda y que consiste en recoger ropa usada en sus tiendas. Alexandra Perschau asegura que es «una falsedad» que de unas camisetas viejas salgan unos pantalones nuevos. «La recuperación de fibras textiles para nuevos tejidos es mínima», añade.

¿Reutilizar?

Es precisamente el alto contenido de fibras sintéticas el principal obstáculo para la reutilización. Por un lado, el reciclaje de fibras se ve entorpecido por una razón tan banal como es la imposibilidad de identificar los diferentes componentes de los tejidos, debida, entre otros motivos, a que se haya arrancado la etiqueta donde figuraba la composición. Por otro lado, los procesos tecnológicos para separar las distintas fibras y elaborar a partir de ellas nuevos hilos todavía se encuentran en fase de desarrollo. Y todo esto dejando al margen una cuestión capital: si a la industria de la moda de verdad podría llegar a resultarle económicamente interesante el uso de este material reciclado.
El escaso papel que el material reciclado representa en el sector de la fast fashion queda patente en el informe de sostenibilidad de H&M. La empresa sueca va a la cabeza en el uso de poliéster reciclado. Sin embargo, de acuerdo con sus propios datos, no más de un uno por ciento de su producción procede de fibras recicladas, y ni siquiera se menciona una cifra para el poliéster. Y un dato: el poliéster tarda una media de 500 años en degradarse por completo.

En defensa del poliéster.

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Se emplea masiva-mente desde mediados del siglo XX en prendas de moda y también en ropa de seguridad, carpas, tejidos industriales… Ante la preocupación por el impacto medioambiental del uso de este derivado del petróleo, Andrés Borao -secretario general de la Confederación de la Industria Textil- destaca cómo va ganando peso el concepto de ‘reciclabilidad y economía circular’. «El futuro no es recuperar residuos que se tiran, sino diseñar tejidos de tal manera que antes de tirarlos se puedan recoger y reintroducir en la cadena de fabricación», dice. Ya hay empresas que se han aliado con cofradías de pescadores para recoger y procesar las botellas de plástico y utilizar ese material para confeccionar ropa. «Lo importante -concluye Borao- es tener en cuenta que no hay fibras buenas y fibras malas. Lo que tenemos es fibras adecuadas para determinados usos y hay muchos ejemplos del sector textil que van más allá de la moda, y ahí es donde las fibras sintéticas tienen un gran futuro».

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¿Qué máster hay que estudiar para triunfar en el mundo digital?, foto.

Resultat d'imatges de ¿ QUE HAY QUE ESTUDIAR PARA TRIUNFAR EN EL MUNDO DIGITALTras la carrera universitaria llega el máster. Más años de estudio y un dineral. ¿Merece la pena? Responden los expertos y explican cómo los estudios de posgrado influyen a la hora de encontrar trabajo y ganar más dinero.

Los estudios de posgrado han pasado de ser una opción minoritaria, casi elitista, a una etapa de la formación superior que se ha ‘viralizado’. Lo de hincar los codos no se acaba nunca. Y el catálogo de títulos no deja de crecer. El curso pasado se ofertaron 3801 másteres oficiales en España. Y se matricularon en ellos 152.087 alumnos (el 67 por ciento en universidades públicas y el 33 en privadas). Si se compara con el curso 2006-2007, que fue el último antes de la implantación progresiva del Espacio Europeo de Educación Superior -con el fin de armonizar el sistema universitario europeo, contemplado en el famoso Proceso de Bolonia-, la oferta casi se ha quintuplicado en una década y el número de alumnos se ha multiplicado por 9.
Antes de seguir, conviene aclarar conceptos, pues el término ‘máster’ se presta a confusión. En España se llama ‘máster’ a los estudios de posgrado homologados; pero también puede referirse a estudios universitarios no oficiales y a cursos que ofrecen escuelas no universitarias. En este artículo solo hablaremos de los oficiales -con una duración de uno o dos cursos- y que están regulados por el Real Decreto de 2007 que fijó la nueva estructura de la formación universitaria acorde a Bolonia: grado (la carrera de toda la vida), posgrado (máster) y doctorado.
Una de las consecuencias de Bolonia fue que las carreras se acortaron. Un grado suele tener cuatro años de duración, cuando antes, para conseguir el título de licenciado, se necesitaban al menos cinco. Así que la primera utilidad de un máster es la de especializarse. Los críticos hablan de una privatización parcial de la enseñanza universitaria y de que su coste (un máster público cuesta de media unos 3000 euros, aunque puede irse por encima de los 90.000 en el caso de la privada) no se lo pueden permitir muchas familias. Y las becas solo alcanzan para el 30 por ciento. Pero es lo que hay…

Se cifran en unas 700 las profesiones actuales que están en peligro de extinción por la competencia de los robots

Y lo que hay es una jungla. Hace falta un buen machete -esto es, un buen criterio- para abrirse paso a la hora de elegir un posgrado que no acabe convirtiéndose en un adorno en el currículo. Y el criterio, según los expertos, debe ser elegir uno que proporcione al alumno herramientas para adaptarse a un mercado que va a ser muy diferente. Un máster, en definitiva, que le permita sobrevivir a lo que los economistas denominan la ‘Cuarta Revolución Industrial’.
«El futuro del empleo estará hecho de trabajos que aún no existen, en industrias que usan tecnologías nuevas, en condiciones planetarias que ningún ser humano jamás ha experimentado», resume David Ritter, directivo de Greenpeace, en el diario The Guardian. ¿Cómo prepararse para algo que solo se vislumbra? Los motores del cambio vendrán de la mano de las neurociencias, la ingeniería genética, la robótica, la nanotecnología, el big data… Áreas muy especializadas. Pero todas comparten un mismo ámbito: el digital. Y, por tanto, no parece mala estrategia que nuestros hijos -sean de ciencias o de letras- afilen sus armas para sobrevivir en ese ecosistema.

Con una licenciatura se puede aspirar a un sueldo de unos 55.000 euros; con un máster, a uno de 73.000

Las revoluciones industriales anteriores -la máquina de vapor en el siglo XVIII; la electricidad en el XIX y las telecomunicaciones en el XX- iban a paso de tortuga en comparación con la que se está cociendo. Klaus Schwab, director ejecutivo del Foro Económico Mundial, vaticina que la Cuarta Revolución tendrá un enorme impacto «en el mercado del empleo, el futuro del trabajo y la desigualdad en los ingresos». Y lo hará a una velocidad sin precedentes. La automatización completa del proceso industrial es el objetivo.
Esto traerá consigo ganadores y perdedores. Según la consultora Accenture, la economía mundial crecerá en 13 billones de euros hasta 2030 gracias al impulso del Internet de las cosas. Pero, por el camino, se perderán cinco millones de puestos de trabajo en los 15 países más industrializados. Hay cálculos incluso más agoreros. La Universidad de Oxford y el Banco de Inglaterra cifran en unas 700 las profesiones actuales que están en peligro por la competencia de los robots. El que no se adapte no sobrevivirá. «Las soluciones tecnológicas son omnipresentes hoy en cada aspecto de un negocio, desde la logística al reparto de mercancías, los servicios, la experiencia del cliente, los recursos humanos, las finanzas», explica Vijay Gurbaxani, profesor de la Universidad de California.
Un posgrado que permita a los alumnos metabolizar esa transición y convertirla en una ventaja competitiva es una buena opción, según los expertos. El diario británico The Times ha elaborado un informe sobre la figura emergente del CIO (siglas de chief information officer; para entendernos, el jefe digital), que cada vez le pisa más terreno al CEO, el mandamás. El CIO es el estratega que comanda esa transición a la que las empresas, la mayoría creadas en plena era analógica, se ven abocadas.
Interpretar el ‘Big Data’ será una habilidad imprescindible. «Los datos son como el oxígeno. Son invisibles y están en todas partes. Lo sostienen todo», expone Tom Goodwin, jefe de innovación de la financiera Zenith USA en The Times. Saber respirar ese nuevo ‘aire’ será cuestión de supervivencia. Como lo serán las ‘habilidades blandas’, otro mantra. Saber escuchar, trabajar en equipo, improvisar… ¿Y las ‘duras’? Según el Observatorio para el Empleo en la Era Digital, ocho de cada diez jóvenes de entre 20 y 30 años encontrarán un empleo relacionado con el ámbito digital en las carreras que adapten mejor su plan de estudios a este nuevo escenario. Entre las profesiones con más demanda: ingeniero de fábrica ‘inteligente’, jefe digital (CIO), experto en datos, gestor de riesgos digitales, director de marketing digital…
Un máster no garantiza que se ganará más. De hecho, un informe de 2013 sobre el impacto de la formación en las retribuciones de La Salle-ICSA Grupo señala que licenciados y posgraduados ganan prácticamente lo mismo en la franja de edad de 24 a 30 años, unos 25.800 euros brutos. Pero a la larga sí compensa. Se va abriendo una brecha salarial que en la franja de 41 a 50 años es muy considerable: con una licenciatura se puede aspirar a un sueldo de unos 55.000 euros; con un máster, a uno de 73.000.

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