domingo, 19 de junio de 2022

DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -JUEVES - VIERNES - El obispo de Huelva y el don de la oportunidad ,. / EL PAPEL HIGIENICO ROJO - EL D.N.I. - Los que no buscan que se les haga caso ,. / Donde comen dos - Pecado jamonal ,.

          TITULO:  DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -JUEVES - VIERNES - El obispo de Huelva y el don de la oportunidad , .

 DESAYUNO - CENA - MARTES - MIERCOLES -JUEVES - VIERNES -  El obispo de Huelva y el don de la oportunidad  , fotos .

El obispo de Huelva y el don de la oportunidad ,.


Colea la polémica por el sermón del prelado onubense pidiendo a los votantes cristianos atención a los principios de la Iglesia,.( Desayuno,. ) 

Durante una cena en la recién celebrada Feria de Jerez, una pareja cuenta la historia del dueño de una venta cercana con fama de espabilado que, en cuanto intuye que el cliente de ocasión dispone de posibles, intenta mejorar de una tacada su cuenta de resultados. En el caso de que la víctima, al recibir la factura, se queje al camarero, el dueño lo atiende personalmente y, sentado a su lado como si fueran viejos amigos, le refiere una anécdota en forma de parábola: “Mire, un día vino por aquí un obispo y pidió unos huevos fritos con patatas. A la hora de pagar, se quejó del precio elevado y me dijo con esa voz meliflua que gastan los del ramo:

—Disculpe, ¿es que escasean los huevos por aquí?

Y yo le respondí: ‘No, monseñor, lo que escasean por aquí son los obispos”.( Cena ) 



No se descarta que el obispo en cuestión fuera el de Huelva y, aprendida la mundana lección en carne propia, se plantara el otro día en El Rocío dispuesto a ser él quien diera la estocada. La ocasión nunca la habían pintado tan calva. En una época de iglesias con eco y monjas de importación, monseñor Gómez Sierra observó la explanada de la ermita a rebosar de fieles, multiplicados además por la señal de Canal Sur en directo, y se vino arriba. La que se armó. El obispo advirtió en su sermón de que los votantes cristianos deben de atenerse a los principios morales de la Iglesia, y aún colea la polémica en Twitter, donde —qué novedad tan española— se formaron enseguida dos bandos. A la izquierda, los que consideran una barbaridad que el obispo aprovechara el gentío, la campaña electoral y la tele pública para arremeter contra el aborto, el matrimonio homosexual y la eutanasia. A la derecha, los que defienden que un obispo puede decir desde el púlpito lo que le parezca conveniente, ya sea campaña electoral o Pascua de Resurrección.

Y ahí siguen, a golpe de tuit, enterrados hasta las rodillas. “Es un mitin por el PP y Vox”, reza, por ejemplo, un tuit de Cristianos Socialistas.

El mes que viene se cumplirán nueve años del primer viaje internacional del papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio participó en Río de Janeiro en la Jornada Mundial de la Juventud. En el vuelo de regreso a Roma, y en el transcurso de la primera rueda de prensa de un pontífice sin límite de preguntas ni censura previa, una periodista brasileña protagonizó con el Papa un interesante diálogo:

—En Brasil han aprobado una ley que amplía el derecho al aborto y permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Por qué no ha hablado sobre esto?

—La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso. No era necesario volver, como tampoco hablé sobre la estafa o la mentira, u otras cosas, en las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara.

—Pero es un asunto que interesa a los jóvenes…

—Sí, pero no era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos, ¿no es cierto? Además, los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia.

—¿Cuál es la postura de Su Santidad? ¿Puede hablarnos?

—La de la Iglesia. Soy hijo de la Iglesia.

O lo que es lo mismo, Bergoglio y el obispo de Huelva se rigen por los mismos principios, pero tienen un concepto distinto del don de la oportunidad. Delante de una multitud, con la televisión en directo y en plena campaña, monseñor pudo abrir los brazos, pero prefirió empuñar la espada. Como diría el ventero de Cádiz, no escasean los huevos, sino los obispos.


TITULO:   EL PAPEL HIGIENICO ROJO - EL D.N.I. - Los que no buscan que se les haga caso,.

 EL PAPEL HIGIENICO ROJO - EL D.N.I. -  Los que no buscan que se les haga caso ,  fotos,.

 Los que no buscan que se les haga caso,.

Un tipo mató a un hombre, fue condenado a 20 años de prisión y se escapó antes de entrar en la cárcel. Se escondió delante de todos, en Barcelona, y formó una familia,.

En una película independiente que dirigió Mario Iglesias, De bares, un hombre llega a un bar, se acerca a la barra y trata de pedir algo, sin éxito. Le pasa una y otra vez. No es invisible, pero lo parece. Son cosas que ocurren a menudo. Incluso tipos o tipas despampanantes, que atraen toda la curiosidad del local, de repente se vuelven invisibles a ojos del servicio, como si en el radar de este no importasen


tanto las llamadas de atención convencionales como un sexto sentido que les exige fijar la atención en otro sitio. En Manuel Vicent, por ejemplo, que un día dijo que viajar consiste en que te conozcan por tu nombre los pianistas de los grandes hoteles. O en Óscar Tusquets, que, cuando se fue del hotel Connaught de Londres dejando atrás varias camisas en la lavandería, se las encontró planchadas sobre la cama tres años después. Ese reconocimiento es todo lo que uno tiene que pedirle a la vida.

El protagonista de La Sombra (Libros del KO), de David Cabrera, no es, definitivamente, Manuel Vicent. Ese protagonista mató a un hombre, fue condenado a 20 años de prisión y se escapó antes de entrar en la cárcel; en lugar de salir a algún país remoto, se escondió delante de todos, en Barcelona, y formó una familia. Sin identidad, eso sí: un ciudadano inexistente para el Estado, alguien sin número. La historia es alucinante. A fuerza de supervivencia (“mi instinto es muy fuerte”, dice) consigue hacer voluntariamente lo que aquel protagonista de De bares: pasar desapercibido llamando a gritos a un camarero o que la gente no repare en él después de apalizar a alguien en plena calle. Ser exactamente eso: una sombra, aquello que ves o intuyes, pero no le pones nombre. Por esas páginas de un hombre desconocido y anónimo con hábitos de superespía (memoria prodigiosa, autocontrol, resistencia psicológica y una extraordinaria capacidad natural para mentir) pasa además un retrato estupendo de la degradación de las administraciones: se puede vivir sin ellas si las corrompes lo suficiente.

En un momento del libro, el protagonista conoce a su madre, que lo abandonó cuando él tenía dos años. Es un reencuentro extraordinario por lo que tiene de real: no hay emoción, ni sentimientos, ni cámaras rodando una película que no existe. Son dos desconocidos presentándose y despidiéndose con dos besos en la mejilla, pero emplazándose para una nueva ocasión y otra. Y la mala madre cuenta qué pasó. Harta de las palizas de muerte de su marido, cogió a los niños y huyó; el hombre la encontró, se los quitó y la amenazó de muerte si volvía a acercarse a ellos.


Es impresionante cómo de repente La Sombra lleva, por inercia, a otra novedad, Las abandonadoras (Destino), de Begoña Gómez Urzaiz. Al contrario de lo que ocurre en esas páginas del libro de Cabrera, el de Gómez Urzaiz no es una reparación ni una exculpación de madres que dejan a sus hijos. Intenta responder a la pregunta que formula al principio: ¿qué clase de madre abandona a su hijo? Hay muchas respuestas, a veces dadas por las propias protagonistas. Quizá mi preferida sea la de la hija de Ingrid Bergman tras dejar la actriz a su familia en Estados Unidos para irse con Roberto Rossellini: “Mi madre nos dejó porque se fue a Italia a follar con un señor”. A veces tampoco hay que darle muchas vueltas a las cosas: a veces, incluso, una madre abandona a sus hijos por la misma razón que los padres.


TITULO:  Donde comen dos -Pecado jamonal ,.


Pecado jamonal ,.

El jamón, sabiéndose intocable por incomestible, sigue ahí, defendiendo su sitio como si fuera un fuerte, ocupando un espacio que me hace falta, sin darse por enterado cada vez que le doy un empujón para llegar hasta la tostadora.


foto / Tengo un jamón sobre la encimera de la cocina desde hace meses. Cuando llegó, lo plantamos allí con la misma liturgia con la que se coloca una ofrenda en el altar del sacrificio, y mi santo, sacerdote pagano, procedió a afilar el cuchillo para meterle mano. Ante nuestra sorpresa, no nos salió jamón, sino rana: estaba medio crudo, correoso y muy salado, y al quinto corte dejamos de creer en que aquello mejorara milagrosamente. Pero el jamón, sabiéndose intocable por incomestible, sigue ahí, defendiendo su sitio como si fuera un fuerte, ocupando un espacio que me hace falta, sin darse por enterado cada vez que le doy un empujón para llegar hasta la tostadora.

No sé cuántas veces he ido a tirarlo, pero siempre pasa algo que me lo impide. Tengo que contestar a un wasap inoportuno o darle la vuelta al asado; tontunas así. He empezado a pensar que esa incapacidad para deshacerme de un jamón que no vale ni para caldo procede del hambre atávica que llevo en la masa de la sangre, la que me transmitió mi abuela, que se comía el pan del día anterior porque decía que tirar comida era un pecado. Y si tirar pan duro es una ofensa a Dios, no quiero ni pensar cuántos mandamientos incumples si haces lo mismo con un jamón.

Para algunos, el simple hecho de comérselo ya lleva implícita la culpa: según contaba Pilar Cernuda, cuando Ariel Sharon fue a Casa Lucio se puso el plato de jamón sobre las rodillas, escondiéndolo bajo el mantel para que nadie lo viera comer un animal impuro. Mira, igual que un par de veganos que conozco, que le piden perdón al cerdo antes de enjamonarse vivos. Total, que aquí estoy, ante la pata incorrupta. Y ahí se va a quedar. Bastantes pecados cometo ya como para añadir otro más a la lista.


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