TITULO: Órbita Laika - Ciencia - La luna y la tierra: gravedad y mareas ,.
Lunes - 17 - Junio a las 22:30 en La 2 / foto,.
La luna y la tierra: gravedad y mareas,.
TITULO: Generaciones - Por lo que pueda pasar ,.
Por lo que pueda pasar ,.
foto / Todos nos hemos encontrado alguna vez a alguien que se empeñaba en tener la razón. ¿O no?
Una de esas personas que ve las cosas a su manera y no se plantea que otro pueda verlas diferentes. ¿A que conoces a alguien así?
Pues hoy no voy a hablarte de ellas. Hoy voy a hablarte de ti (y de mí). De cuando tú (y yo), vemos la rigidez en el otro y no somos capaces de verla en nosotros mismos. Es algo que nos pasa mucho ;-).
Queremos tener la razón en una discusión. Queremos que las cosas se hagan a nuestra manera y como nosotros digamos. Queremos que el otro reconozca que las cosas han pasado como nosotros las estamos contando. Nos empeñamos en tener la última palabra sobre quién lo hizo bien, quién cometió un error o de quién fue la culpa.
Todo con tal de tener la razón.
Eso sí, el cabezota siempre es el otro. ¿Rígida e inflexible yo? No, no, ¡eso nunca!
Y lo cierto es que todos tenemos un punto de rigidez, aunque sea más fácil verla en el otro.
Recuerdo una reflexión de la psicóloga Jenny Moix que me encantó. Decía que el mundo está lleno de libros que hablan de cómo convencer al otro, pero ninguno de cómo dejarte convencer. Y así es: la mayoría, cuando tenemos un conflicto, lo que queremos es que el otro cambie su forma de pensar y se venga a la nuestra. ¿O no?
¿Por qué? Porque partimos de la base de que nosotros tenemos siempre la razón y el que está equivocado es el otro.
¡Y es mentira!
¿Sabes cuál es la verdad?
Que todos tenemos razón. Sí, todos tenemos razón, pero es nuestra razón y desde nuestro punto de vista. El problema es que intentamos imponer nuestra razón y nuestro punto de vista a los demás.
A mí misma me pasaba esto. Antes necesitaba tener la razón siempre y que los demás estuvieran de acuerdo conmigo en todo. Era como si el hecho de no tener la razón hiciera que yo valiera menos…. Una de esas trampas del ego que usas para engañarte cuando te sientes insegura. Te crees que por tener la razón vales más y en realidad lo que haces es volverte inflexible, cabezota e infeliz.
Ni te imaginas la paz mental que me da ahora saber que no necesito tener la razón. Entender que mi opinión es mía y que el otro puede tener la suya. Sus razones tendrá y no necesito estar de acuerdo con ellas ni que él esté de acuerdo con las mías.
Tener claro que nada es cierto, más que en la mente de quien lo piensa. De hecho, la mayoría de las personas evolucionamos y cambiamos de manera de pensar muchas veces a lo largo de nuestra vida. Y eso no significa que lo que pensábamos ayer haya dejado de ser válido. Simplemente hemos dejado de entenderlo así.
Por ejemplo, yo antes pensaba que una pareja “normal” tenía que convivir bajo el mismo techo. Que dos personas que llevasen juntas muchos años y quisieran seguir así, en el fondo no se querían. Y hoy, como tantas normas y rigideces que he ido dejando en el camino, pienso que depende.
Que la vida no es rígida, que nuestro punto de vista no es siempre el correcto y que las cosas no tienen que ser blancas o negras.
Que unos eligen vivir su amor de una forma y otros de otra. Que unos se compran una casa y otros se gastan su dinero en viajes. Que unos educan a sus hijos de una manera y otros de otra. Que unos ahorran y otros viven al día. Que unos van al gimnasio en coche y otros salen a andar y no van al gimnasio.
Que nada tiene que ser de una sóla forma y, sobre todo, que nada tiene que ser de mi forma.
El problema son nuestras creencias
El problema es que, de tanto repetirnos que las cosas tienen que ser de una determinada manera, a lo largo de nuestra vida acumulamos creencias y opiniones y nos atamos a ellas como si nada pudiera ser diferente. Llegamos incluso a confundir nuestra identidad con nuestras creencias. Confundimos lo que somos con lo que pensamos. Y a partir de ahí es cuando, si alguien no está de acuerdo con lo que pienso, lo vivo como si me estuviera atacando a mí.
Y me defiendo cada vez que alguien ataca mis ideas porque creo que me está ofendiendo y minusvalorando.
Y, en vez de contrastar lo que pienso, me ato aún más a ello, convencida de que los demás deberían pensar igual y ver las cosas de la misma forma.
¿Te das cuenta?
Es como si quisiéramos protegerles de su equivocación y llevarles por el buen camino: el nuestro. Pasa mucho, por ejemplo, en las parejas, ya sea hablando de algo que ha salido en la tele, de una decisión que van a tomar o de eso en lo que uno de los dos debería cambiar. Porque sí, aunque parezca increíble, hay quien cree que sabe cómo debería ser el otro y se lo repite constantemente con la intención de hacerle ver lo erróneo de su manera de ser y comportarse.
Yo tengo razón y tú estás equivocado.
¡Cuánta energía desperdiciada a lo tonto!
Porque resulta que tú puedes tener tu opinión y mantenerla, pero no necesitas defenderla como si se te fuera la vida en ello o como si alguien estuviera dudando de ti sólo por no estar de acuerdo contigo.
Lo que no puedes es ser feliz en la lucha constante. De hecho, si la felicidad es estar en paz, la lucha es todo lo contrario. Es estar en guerra.
Y, como en todas las guerras, las relaciones se deterioran. Porque cuanto más te atas a tus ideas y cuanto menos dispuesta estás a cambiarlas, más te molesta que los demás piensen diferente… No te das cuenta de que cuando eso pasa, en realidad, lo que te enfada no es que los demás opinen diferente, sino la esclavitud que estás mostrando hacia tus propias ideas.
Y, además, vivir así es agotador. Te debilita, te desmotiva y te apaga por dentro. En mi caso hacía que desperdiciara muchísima energía que ahora utilizo para pensar en mí, para hacer cosas que me apetezcan, para alcanzar mis objetivos y para disfrutar de la vida.
Cómo dejar de necesitar tener la razón
La mejor manera de quitarnos la necesidad de tener razón es dejar de reaccionar cuando los demás opinan otra cosa. Porque, cuanto más seas capaz de abrirte y de escuchar opiniones diferentes a la tuya, menos te perturbará que existan.
Esta toma de conciencia es fundamental para dejar de vivir necesitando tener la razón. Pero, además, hay otras tres muy importantes:
1. Deja de ver la vida en términos de verdades absolutas. Todo es relativo. Por ejemplo, esta tarde he visto a un chico caminando por la calle en camiseta, chancletas y pantalón corto. ¿Estaba loco? ¿O los locos éramos los demás por ir con abrigo con lo bueno que hacía? :-).
Todos tenemos opiniones y es lógico que no coincidan, porque no somos la misma persona. Yo puedo ver algo como “lo más lógico y normal” y que eso no lo sea para ti. O al revés, lo que tú ves normal no tiene que serlo para mí. Y no pasa nada. El mundo es perfecto, entre otras cosas, por esa variedad.
2. Reconoce y respeta la verdad del otro y recuerda que todos tenemos una parte de razón en lo que pensamos.
Dale libertad a cada uno para que sea como quiera ser y opine como quiera opinar. Lo mismo que tú no quieres que otro te diga como deberías opinar tú, no se lo digas tú a él.
Quiérele y acéptale sin exigirle, sin imponerle y sin esperar que tenga que pensar como tú. Incluso, aunque sus ideas sean tan extremas que no quieras aceptarlas, siempre podrás aceptar a la persona al saber que es mucho más que sus ideas.
Así que deja de reaccionar a los comportamientos y las ideas que son diferentes a las tuyas. Simplemente manifiesta tu opinión con tranquilidad y deja que el otro tenga la suya.
3. Utiliza las opiniones de los demás para crecer, en vez de para limitarte. Es decir, si alguien opina diferente y tú te atas a como lo ves tú, te estás limitando. En cambio, si honestamente te preguntas qué puede haber de válido en su manera de ver las cosas -aunque finalmente no encuentres nada- te das permiso para crecer y mejorar.
Haz todo lo posible por flexibilizar tus rigideces. O, dicho de otro modo, todo eso que piensas que es de una forma y que nadie podría convencerte de lo contrario.
Y cuando alguien no comparta tu opinión y eso te produzca malestar, para y obsérvate. ¿Qué me está pasando? ¿Qué es eso que me molesta tanto? Esto que me pasa, ¿me está diciendo algo de mí? ¿Realmente es tan importante? ¿Es algo de vida o muerte? Reconoce que tú también te puedes estar equivocando, relativiza y no te lo tomes todo tan en serio.
En definitiva, abre tu mente tanto como puedas, porque a más flexible sea ella, más feliz serás tú.
Viaja, escucha, observa, aprende y elige.
TITULO: Todo Caballo - La gran revolución ,.
La gran revolución,.
foto / Por qué el caballo es el animal más importante de la historia,.
De la agricultura a la guerra, pasando por el transporte, los caballos nos han acompañado desde hace miles de años. Sin ellos, la historia del 'Homo sapiens' sería muy diferente.
Rocinante, Babieca, Bucéfalo, Ártax, Sombragrís... historia y ficción están repletas de caballos inmortalizados por ser las monturas de héroes reales e imaginarios. La importancia de este animal en la mitología sólo se explica por el crucial papel que jugó durante los albores de la civilización humana. De la agricultura a la guerra, pasando por el transporte, los caballos nos han acompañado desde hace miles de años en nuestro viaje. Sin ellos, la historia del 'Homo sapiens' sería muy diferente.
"La domesticación del caballo en la estepa póntica hace unos 5.500 años representa uno de los mayores puntos de inflexión en la historia de la humanidad", asegura a Teknautas el investigador de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) especializado en genética equina, Ludovic Orlando. Y eso que los jamelgos tardaron en llegar a nuestras vidas: el primer animal domesticado fue sin lugar a dudas el perro, hace más de 15.000 años. Después vinieron los animales de consumo como las ovejas, y los de carga como los burros.
En cierto sentido, la guerra fue creada por el caballo
El caballo doméstico apareció 'sólo' hace algo más de 5.000 años, aunque no aprendimos a montarlo hasta hace unos 4.000. Hasta entonces, había sido una presa salvaje de la que alimentarse, demasiado grande para su captura y control. Con este animal, más rápido y fuerte, comenzó una revolución sólo comparable a la llegada del sedentarismo, la invención de la rueda y el dominio del fuego.
Orlando ordena de menor a mayor importancia las aplicaciones más importantes del caballo. En tercer lugar se encuentra la agricultura: el caballo era mucho más grande y fuerte, aunque otros animales ya habían ejercido esa función desde la invención de la ganadería. "Los caballos de granja tuvieron una gran repercusión en la productividad agrícola, sobre todo a finales de la Edad Media".
El transporte ocupa el segundo lugar para el investigador. "Con los caballos, los seres humanos pudieron viajar por primera vez muy por encima de su velocidad habitual y acarrear sus gérmenes, cultura y genes a lo largo de vastas áreas geográficas".
Pero Orlando sitúa, en primer lugar, la guerra como el rol fundamental que hizo que el caballo cambiara la historia de la humanidad para siempre. Jacob Bronowski ya lo dijo en 'El ascenso del hombre': "En cierto sentido, la guerra fue creada por el caballo". Resulta irónico que un animal nacido en los asentamientos del sedentarismo fuera aprovechado por los nómadas para este fin. Hunos, frigios y mongoles dominaron la monta conforme la selección artificial de la domesticación aumentó el tamaño de los corceles.
Orlando coincide con Bronowski: "El desarrollo de carros y caballería fue decisivo para la aparición de imperios transcontinentales. Piensa en las caballerías romanas y persas. O en Genghis Kahn, cuyo imperio fue levantado gracias a los caballos". El mito del centauro nació por el terror de los griegos a los jinetes escitas, y bien conocido es el pánico que sembraron los españoles en las Américas con estos animales.
Los seres humanos pudieron viajar por primera vez por encima de su velocidad y acarrear su cultura y genes a lo largo de vastas áreas geográficas
Con el caballo, el hasta entonces simple pillaje aumentó su planificación y cooperatividad para transformarse en guerra organizada. Las hordas móviles dieron fruto a una mayor estrategia y, al final, los nómadas mongoles cayeron en el sedentarismo al tener que aceptar el modo de vida de los pueblos conquistados. Hoy, el nomadismo es un estilo de vida anecdótico.
¿Significa esto que el caballo ha sido el animal más importante para el ser humano? En opinión de Orlando, sí. Ningún otro animal ha impactado tanto en la historia. Ni siquiera el perro: "No había caballería de perros, ni perros de tiro, y fueron usados de forma marginal para el transporte".
Condenado hoy a un papel secundario, la relevancia del caballo como moldeador de la historia humana sobrevive arraigado en el recuerdo. En EEUU, por ejemplo, comer carne de caballo es un tabú que recuerda al salvaje oeste donde, lejos de la pequeña Europa, un jinete que perdiera su corcel estaba condenado a morir en medio de la nada. Aquí la montura se convertía en compañero y amigo, un vínculo de más de 5.000 años.
TITULO : Zona indie - Cine - Esperando el golpe ,.
Este lunes - 17 - Junio a las 23:30, en la ‘Zona indie’ de La 2 se emite la película, foto,.
Reparto,.Craig Gillespie , Paul Dano, Pete Davidson, Shailene Woodley, Seth Rogen, Vincent D'Onofrio,.