miércoles, 14 de octubre de 2015

UN PAIS PARA COMERSELO - TAPA Y BARRAS - LA CHICA DEL TE,.

TÍTULO: UN PAIS PARA COMERSELO - TAPA Y BARRAS - LA CHICA DEL TE,.

UN PAIS PARA COMERSELO - TAPA Y BARRAS - LA CHICA DEL TE, fotos.

Cecilia Quijano, en su tienda de té en Cáceres. :: Armando MéndezLa chica del té,.

  • Cecilia y su pareja trashumante embarcan en una aventura con teína,.

    Cuando Cecilia te cuenta los problemas que ha tenido para abrir la tienda, se te quitan las ganas de montar un negocio, de ser eso, tan venerado oficialmente, tan zancadilleado realmente, que llaman emprendedor. Pero cuando te enseña sus cajas de té y te guía, entusiasmada, por un laberinto aromático de jengibre y de jazmín, entiendes por qué, a pesar de las trabas, esta mujer ha sido capaz de hacer realidad su sueño.
    Resultat d'imatges de UN PAIS PARA COMERSELO -Hoy les hablo de la chica del té, de Cecilia Quijano, 29 años, de Piedrahita, provincia de Ávila, que llegó a Cáceres hace dos años, embarazada de su segunda hija y acompañando a su pareja, Natalio, trashumante: toda su vida y la de su familia bajando con las vacas desde la zona de Ávila hasta la zona de Trujillo.
    Resultat d'imatges de TAPA Y BARRAS -«Yo soy muy independiente, extremadamente independiente. Natalio y yo tenemos un proyecto de vida en común, pero él responde por el ganado y yo respondo por el té», aclara Cecilia, resuelta, luchadora y con un encanto especial para hacerse querer, tanto que dos de sus profesores del instituto la han apoyado emocional y económicamente para que diera forma a su sueño: abrir una tienda de té en la que cada gramo es el resultado de mil catas, comparaciones y taquicardias. «Durante días probé té a mansalva para escoger los que quería y se me aceleraba el corazón con tanta teína», recuerda sonriente.
    A Cecilia le ha gustado siempre el té. Su madre le decía que era una bebida de enfermos, pero ella buscaba desde muy jovencita nuevas variedades, entraba en cuanta tienda de té encontraba y así fue modulando su gusto y sus conocimientos. Tras nacer su segunda hija, ya en Cáceres, tuvo claro lo que quería: alquiló un local en la calle Donoso Cortés, lo arregló y decoró con la ayuda de Natalio mientras sus hijas de uno y tres años los apoyaban emocionalmente a gatas, buscó por Internet las mejores variedades del mundo y los proveedores más serios y hace un mes abrió un paraíso de olores, sutilezas y matices al que ha dado en llamar 'El calor del té'.
    Se llama así, aunque no se sabe mucho porque le han hecho quitar el cartel. Tampoco ha podido instalar unas banderolas porque por esa calle pasan las procesiones de Semana Santa y podrían rozar a las imágenes. El caso es que hay que adivinar que aquello es una tienda de té acercándose mucho. Mejor, así entra uno en contacto con Cecilia y en unos minutos te convierte a su devoción.
    «Mira, este es el té Perlas de Dragón, que son hojas enrolladas a mano, secadas con flores de jazmín, y este es el Mini Tuocha, un té Puerh o rojo prensado en bambú, que se hizo así para que se transportara más cómodamente», explica mientras muestra una especie de anillos gruesos de té envueltos en papel, una maravilla difícil de encontrar. Abre Cecilia preciosas cajas de latón y nos invita a oler un té verde Matcha para ceremonias japonesas, otro blanco cocido al vapor y secado en paños de seda al que llaman de la eterna juventud.
    Provoca después la sonrisa al señalar una infusión de anís, hierbaluisa e hinojo llamada Adiós Hinchazón. O la tisana más relajante, Contando Ovejitas, a base de melisa, azahar, valeriana y lúpulo. Cecilia convierte su pasión en pedagogía y así consigue hacernos entender que el té proviene todo de la misma planta, Camellia Sinensis. Es el proceso lo que da lugar a los diferentes matices. Así, el té es verde si se seca, es negro si se fermenta y es blanco si se elabora con los brotes más tiernos de la planta. La doble fermentación da lugar al té rojo; la mezcla de verde y negro es el té oolong y el rooibos no es té como a veces se cree, sino que proviene de otro arbusto.
    Llegados a este punto, la emoción ha superado a los problemas. Cacilia está segura de que vencerá a la burocracia. La inquieta un temor: «¡Me da un miedo tener que cerrar!». Pero la animan sus dos niñas, sus profesores-ángeles de la guarda, Natalio y su espíritu de trashumante luchador y, sobre todo, el calor del té.

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