martes, 18 de junio de 2019

Viva la vida - Maestras contra el sida ,. SABADO -22- JUNIO ,./ VIVA LA VIDA - Alfonso Cruz - El pintor que toreó tiburones,. DOMINGO -23- JUNIO. / Ese programa del que usted me habla con - La lección de los médicos muertos../ Los Toros La Ser - Notable corrida de Valdellán,.

TITULO: Viva la vida -  Maestras contra el sida ,. SABADO -22- JUNIO ,.

El sabado -22- JUNIO a las 16:00 por Telecinco , foto,.

Maestras contra el sida,.


Alice empezó a ejercer la prostitución tras la ruptura con su marido, que la maltrataba. Desde hace tres años trabaja para la ONG informando a sus excompañeras para que se protejan. :: isabel corthier/ REPORTAJE FOTOGRÁFICO:
Alice empezó a ejercer la prostitución tras la ruptura con su marido, que la maltrataba. Desde hace tres años trabaja para la ONG informando a sus excompañeras para que se protejan.

Trabajadoras sexuales de Malaui formadas en salud por Médicos Sin Fronteras asesoran a compañeras a combatir el VIH en uno de los países con mayor tasa de contagios del mundo,.


Bernadette perdió a sus padres cuando tenía siete años. La acogieron sus abuelos, que la enviaban a la escuela sin comida. Simplemente, carecían de recursos para proporcionársela. «Comencé a tener relaciones sexuales a cambio de cosas, porque mi familia no podía mantenerme. Enseguida me quedé embarazada y aquello me llevó a abandonar las clases», relata la joven. A finales del año pasado se mudó desde su aldea en Malaui a Dedza, uno de los distritos centrales de ese país africano. «Cuando me convertí en trabajadora sexual no sabía nada de preservativos ni de ningún otro medio de planificación familiar. Había oído hablar del VIH, pero nunca pensé en que yo misma acabaría contrayéndolo».
Bernadette se queja amargamente de que nunca en su vida había oído hablar de salud sexual o de pruebas de diagnóstico del VIH hasta que, un día, una tal Emily se presentó en el bar en el que vive y se busca su sustento. Se identificó como una trabajadora comunitaria de salud de Médicos sin Fronteras (MSF) y, sin perder la sonrisa, le mostró una luminosa ventana a lo desconocido. «Apareció y organizó una especie de sesión educativa. Sentí como si me estuviera brindando una oportunidad única para ayudarme a estar sana, sin importarle mis circunstancias. Escuchó atentamente todo lo que tenía que preguntarle y, una por una, despejó mis dudas. Ella era una trabajadora sexual como yo y eso hacía que entendiese perfectamente de dónde vengo y cuáles son los dilemas a los que tengo que enfrentarme cada día».
En Malawi, donde los ratios de pobreza y desempleo están disparados, muchas mujeres como Bernadette se ven obligadas a recurrir a la prostitución para salir adelante, a menudo, tras haber tenido hijos a una edad muy temprana y haber sido abandonadas a su suerte por sus familias o sus esposos. Este país del sureste africano, que discurre como una serpiente entre los territorios de Zambia, Tanzania y Mozambique, padece también una de las tasas más altas de VIH del mundo. Y aunque en los últimos años ha logrado grandes avances para atajar la epidemia, las trabajadoras del sexo siguen siendo uno de los grupo de población más expuestos al virus.
«Me han dado una oportunidad única para que pueda estar sana» Bernadette, Trabajadora sexual
«Ayudan a miles de mujeres a superar los estigmas y otras barreras, e ir a un centro de salud» Kate Ribet, Médicos Sin Fronteras
MSF calcula que este colectivo tiene hasta cinco veces más probabilidades de contagiarse que cualquier otra mujer debido, en buena medida, a que disponen de muchos menos canales de acceso a la información sobre salud y a la propia atención médica que el que resto de ciudadanos. Eso, pese a que encaran riesgos mucho más elevados de sufrir embarazos no deseados y de contraer enfermedades de transmisión sexual que la mayoría de las mujeres.
Una de sus quejas más comunes se refiere a las actitudes estigmatizantes y de violencia que padecen en sus vidas cotidianas por parte de agentes de la policía, clientes, dueños de bares e, incluso, de sus parejas. Si bien muchas asumen ese maltrato como parte de su oficio, la ONG considera que su empoderamiento a base de proporcionarles conocimientos y de facilitarles métodos de prevención resulta clave para que, al menos, puedan proteger su salud. Por eso, ha puesto en marcha un novedoso y eficaz programa en cuatro distritos del sur de Malaui, en el que mujeres que comercian o han comerciado con sus cuerpos ejercen de asesoras en temas de salud con sus propias compañeras, lo que está ayudando a miles de trabajadoras sexuales a superar estigmas y otras barreras para acceder a los centros sanitarios. «Gran parte de su éxito reside en que les brindan formación y empleo como trabajadoras comunitarias de salud», explica a este periódico Kate Ribet, cooperante de la organización humanitaria.

Complicidad y respeto

Una de esas maestras de campo contra el sida es Alice Matambo. «Hasta hace muy poco, la mayoría evitaba acudir a los centros de salud por temor a ser discriminadas. Sobre todo, si eran portadoras del VIH. Cuando una mujer necesitaba profilaxis postexposición (PEP) -el tratamiento que previene el VIH si se administra dentro de las 72 horas posteriores a la exposición al virus-, simplemente, no iba al hospital porque sabía que allí no recibiría ninguna ayuda», admite esta trabajadora sexual, ahora integrante del equipo de MSF en Malaui. «Estas personas requieren de asistencia médica en su día a día por si se les rompe un condón, padecen una patología de transmisión sexual o requieren someterse a una prueba de detección de cáncer de cuello uterino», enfatiza.
En colaboración con el Ministerio de Sanidad del país, la ONG ha logrado implementar este plan de choque contra el sida en las ciudades de Dedza, Mwanza, Zalewa y Nsanje. Empezaron por reclutar a mujeres como Emily y Alice, e instruirlas en cuestiones básicas de salud. Quién mejor que ellas para comprender los desafíos y los peligros asociados a la prostitución. Han pasado por muchas de las mismas experiencias que otras compañeras en su misma situación y eso les permite establecer un vínculo cómplice con ellas, entender cuál es su estado de salud y contarles de manera sencilla y eficaz a qué servicios sanitarios deben acudir. «Nos acercamos a ellas de forma cuidadosa y con sumo respeto. Eso hace que confíen en nosotras, que escuchen nuestros consejos y que recurran a ayuda médica cuando la precisan», cuenta Emily.

«Voy de puerta en puerta»

Margret, trabajadora comunitarias de salud en la ciudad fronteriza de Mwanza, cuenta cómo desempeña su labor informativa. «Voy de puerta en puerta, visito las tiendas donde se venden bebidas alcohólicas y también los burdeles. Allí me reúno con las trabajadoras sexuales, les proporciono información relacionada con las pruebas del VIH y les doy recomendaciones para que cuiden bien de su salud. Luego, con aquellas que aceptan hacerse el análisis, concertamos una visita para llevarlo a cabo en su casa».
Esta brigada de ángeles de la guarda también les indican cómo acudir a las clínicas de «ventanilla única» que la ONG tiene disponibles y que se encuentran en los hospitales del Ministerio de Salud, o en locales que alquilan dentro de las comunidades en las que residen o se mueven estas mujeres. «Pueden ir allí en horarios adecuados para ellas, que garantizan las discreción, y reciben una asistencia completa», añade Kate Ribet.
Pese a la crudeza de su día a día, Bernadette se siente afortunada. «Haber conocido a Emily y que me enseñara todo lo que sé, ahora me da fuerza y confianza para negociar con los clientes el uso de protección. Además, sé cómo poner un condón correctamente y también dispongo de un lubricante que me ayuda a prevenir accidentes», dice esperanzada desde el sombrío bar de Dedza en el que batalla por salir adelante y conservar la vida.

TITULO: VIVA LA VIDA ,  Alfonso Cruz - El pintor que toreó tiburones  . DOMINGO -23- JUNIO.


El domingo -23-JUNIO a las 16:00 por Telecinco , fotos,.

  Alfonso Cruz - El pintor que toreó tiburones,.

 

Resultat d'imatges de el pintor que toreo tiburonesEl pintor que toreó tiburones,.




Alfonso Cruz retrata paisajes submarinos por todo el mundo. Buzo profesional, ha llevado el arte, su pasión, hasta el fondo,.




Alfonso Cruz ha visto cosas que no creeríais sin necesidad de viajar más allá de Orión. Le ha bastado con sumergirse en los mares y océanos del planeta y pintar donde nadie lo ha hecho antes. Allí abajo, armado con su lienzo y sus óleos, retrata ese enigmático mundo submarino de sugerentes cromatismos y silenciosos habitantes que pueden deparar sorpresas. En una ocasión, en Cuba, había plantado su caballete en un fondo de arena por el que andaba patrullando una colonia de tiburones toro (dos vocablos que ya meten miedo) capaces de devorar a una persona en cuestión de segundos. Con el cuadro a medio terminar en una mano, Alfonso observó con inquietud cómo uno de los escualos se separaba de la manada dirigiéndose hacia él, atraído por el fuerte olor que desprendían los óleos. Como no sabía muy bien qué hacer, el instinto le llevó a tratar de parar la embestida de aquella fiera de cien kilos echando mano del lienzo como si de un capote se tratara. La insólita estampa de tauromaquia submarina merecería el sonido amortiguado de un olé y la ingravidez de un aplauso, pero básicamente deparó pánico, que es una sensación que no se diluye bajo el agua. «Fue un momento increíble, pero pasé miedo», recuerda desde su casa en Terrassa (Barcelona) este buzo profesional de 61 años que ya hace tiempo que cambió el soplete con el que soldaba cascos dañados por la paleta de colores.

Alfonso, con el lienzo en la mano, momentos antes de la 'faena' con el tiburón toro en el Caribe.
Alfonso, con el lienzo en la mano, momentos antes de la 'faena' con el tiburón toro en el Caribe. / R. C.
Unos años antes de lidiar aquella 'faena' en el Caribe cubano, Alfonso pintaba bajo un atolón al sur de las islas Maldivas cuando percibió de reojo que una sombra negra se aproximaba sigilosamente. «Parecía un submarino, era algo gigante». Se trataba de un tiburón ballena, de 16 metros... «y tan inofensivo como un juguete grande. Jamás ataca». Aquel inocente ejemplar sólo quería curiosear un poco alrededor del artista mientras recorría el arrecife en busca de plancton.

«Despliego el caballete, me arrodillo y empiezo a pintar a lo que veo»
«Despliego el caballete, me arrodillo y empiezo a pintar a lo que veo» Alfonso Cruz
Cruz, que tiene su propio blog, cuenta por miles las anécdotas, tantas como inmersiones ha hecho por todo el mundo. Se formó como buzo en la Escuela de la Armada, en Cartagena, mientras hacía la mili en 1979, y luego se ganó la vida arreglando barcos bajo las turbias aguas del Puerto de Barcelona. «La visibilidad era tan mala que era más seguro trabajar solo para evitar llevarte por delante a un compañero con el soplete».

Barca hundida con remo.
Barca hundida con remo. / A. C.
Luego, lo dejó todo por el arte, su verdadera vocación junto a la poesía (ha escrito quince libros). Primero se dedicó a la pintura hiperrealista e incluso llegó a exponer en Nueva York. Dedicó quince años a esos retratos que parecen calcos de fotografías, y ya entrado en los 40 decidió dar un giro a su línea artística y cambiar completamente de escenario y de lenguaje pictórico. Entonces se empleó a fondo en la pintura submarina, un arte minoritario pero no tan extraño: cuenta con 150 años de tradición (lo inició un barón austríaco llamado Eugen von Ransonnet-Villez, que, eso sí, descendía a pintar metido en una campana con ventanas) y con artistas como el indio de origen escocés, Zarh Pritchard, fallecido en 1956 y que ya bajaba con escafandra, como un buzo clásico, y que firma obras maestras en el museo del Louvre.

Buceador profesional

El pasado de Cruz como buceador profesional le permitió avanzar rápido en su recién estrenada faceta artística. Eso sí, tuvo que aprender a dominar la técnica, distinta a la de la pintura en seco, pero no tardó en empaparse en la nueva disciplina. Alfonso ya lleva 20 años sumergiéndose con su escafandra, su botella de aire, sus gafas, sus plomos, la linterna... y con el equipamiento de un pintor, que él reduce al máximo por razones obvias: un caballete metálico plegable con un cajón para guardar los óleos, una pequeña paleta para mezclar colores y la espátula que emplea para adherirlos al lienzo. «Todo va dentro de una maleta que me hicieron expresamente en Italia», cuenta.

Cuadro de un cañón de un navío hundido en la Costa Brava.
Cuadro de un cañón de un navío hundido en la Costa Brava.
Para que el cuadro no acabe en papel mojado impermeabiliza la tela con una capa de clorocaucho, ese material azul que se suele emplear para revestir las paredes de las piscinas. Así es como la pintura se adhiere al lienzo sin mayor problema. El óleo (metido en tubitos de plomo que no flotan, luego no pueden salir 'volando') es una pintura grasa que no se disuelve en el agua y resulta fácil de trabajar con la espátula. «Yo la aplico en el lienzo y la esparzo como si fuera mantequilla superponiéndola en capas», explica. Cruz trabaja la textura, el grosor, la mezcla de colores... hasta dar con el resultado que desea, siempre tamizado por la carga de emociones que genera una sensación tan armoniosa como la de bucear y pintar a la vez.

Una de las cuevas pintadas por Alfonso Cruz.

A 30 metros de profundidad

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Alfonso ha pintado bajo el Mediterráneo, el Atlántico, el Mar Rojo, el Océano Índico... y tiene pendiente descolgarse en el Ártico. Suele hacerlo a doce o quince metros de profundidad, pero ha llegado a los 30 (nunca más allá) para retratar fantasmagóricos pecios que gracias a una estudiada técnica recobran vida en sus cuadros. Algunos de esos barcos naufragaron con decenas de tripulantes que se hundieron con ellos. «Cuando pinto uno de esos buques, experimento sensaciones muy fuertes que intento plasmar en mis cuadros. No se trata de bajar y hacer una copia exacta, sino de hacer una interpretación expresionista de lo que estás viendo. Hace poco estuve pintando en un cenote en el Caribe. Pensar que eres el primer ser humano que ha descendido hasta allí a pintar es como muy solemne, muy poético, y eso se refleja en mis obras», ilustra.

Con la pintura al óleo y su paleta de colores hace mezclas de estas características en sus lienzos.
Con la pintura al óleo y su paleta de colores hace mezclas de estas características en sus lienzos. /
Sus lienzos subacuáticos cuelgan en colecciones privadas de Europa, Estados Unidos, México, Cuba, Canadá, Egipto... y en varios museos españoles, que difícilmente tendrán piezas con tanta carga de profundidad. Porque la magia de pintar bajo las olas también se contagia al observador.
Cruz puede permanecer hasta noventa minutos a quince metros de profundidad, el tiempo que por término medio dedica a cada lámina. Busca su modelo allá abajo, planta el caballete, saca la espátula y mientras respira lenta y acompasadamente, empieza a mezclar los colores sobre el lienzo cosechando efectos sorprendentes: por ejemplo, un azul de Prusia superpuesto sobre un verde turquesa para crear el envolvente ambiente de una colonia de esponjas de mar.

Otro cuadro de Cruz con un elemento del 'Reggio Messina', un carguero hundido en la Costa Brava.
Otro cuadro de Cruz con un elemento del 'Reggio Messina', un carguero hundido en la Costa Brava.

Y el abismo detrás

Cuando este abuelo de tres nietos desciende a 30 metros de profundidad sólo dedica a la sesión media hora, el tiempo justo para no entrar en descompresión. A esa distancia de la superficie, recostado en el lecho marino, duerme el 'Reggio Messina', un carguero italiano hundido en la costa del Mongrí (Gerona), uno de sus 'modelos' favoritos. «Tiene cien metros de eslora y aún conserva las vías interiores que transportaban vagones de tren. Es impresionante». Hay otros aún más emocionantes. Cruz se detiene en el 'Cristóbal Colón', un crucero acorazado de la Armada española comandada por el almirante Pascual Cervera y Topete en la batalla naval de Santiago de Cuba. Los 112 metros de eslora del navío, hundido en 1898, están como inclinados, no demasiado lejos de la superficie; la popa como a diez metros y la proa, a 30. Cruz lo ha pintado situándose en la esquina de proa mirando hacia arriba, hacia la popa. Pero justo detrás de él se abre un escalón de cuatro mil metros de profundidad, un abismo que define con tres palabras: «Es poesía pura».

Alfonso pinta desde la proa el 'Cristóbal Colón'; a sus espaldas cuatro mil metros de profundidad. M. Cáceres Suárez
Miles de inmersiones después (en las que también ha sido testigo de la progresiva degradación de nuestros mares por culpa de la contaminación y los plásticos), Alfonso sigue viviendo cada una como una experiencia única. «Me tiro al agua desde una embarcación, me sumerjo y busco una cueva, me meto dentro unos veinte metros, me giro y observo la entrada de la cueva. Me arrodillo allí, instalo mi equipo y empiezo a pintar lo que veo. Esa luz penetrando por las claraboyas abiertas en las rocas, esa gama de colores... da la sensación que estás en una catedral gótica bajo el mar». Está claro que a nuestro buzo-pintor no le hace falta viajar mas allá de Orión para ver cosas que no creeríais. Por si acaso, estos días ya prepara su curiosa maleta italiana para desplegarla en las profundidades del enigmático Triángulo de las Bermudas.

Del soplete a los pinceles
Alfonso Cruz (Terrassa, 61 años) está casado, es padre de tres hijos y abuelo de tres nietos. Vive cerca de la Costa Brava y viaja constantemente por todo el mundo para pintar sus cuadros bajo el mar. En breve se desplazará al golfo de Tailandia y al Triángulo de las Bermudas. Alfonso se formó profesionalmente como buzo en la Escuela de la Armada, en Cartagena, en 1979, cuando prestaba el servicio militar. De la mili salió con un oficio que le abrió las puertas de los astilleros Vulcano, reparando barcos con soplete bajo las aguas del puerto de Barcelona. Dejó el trabajo por su vocación artística y se enfrascó en la pintura hiperrealista, llegando a exponer en Nueva York. Luego vino la modalidad de pintura subacuática, en la que se encuentra literalmente inmerso. Pero ¿cómo puede pintar sin que el lienzo se eche a perder? El 'truco' para pintar bajo el agua es impermeabilizar antes el lienzo con una capa de clorocaucho, esa especie de resina azul que se emplea para revestir las paredes de las piscinas. Así, la pintura al óleo se adhiere sin problema a la tela y, mediante una pequeña espátula, el artista la va esparciendo. Además, el óleo es una pintura grasa que no se disuelve en el agua. Y como lleva las pinturas metidas en unos tubitos de acero, se quedan 'pegadas' al cajón sin que salgan 'volando'. Los cuadros de Cruz están expuestos en hogares y museos de varios países. 12.000 euros es su obra más cara, un tríptico vendido a una galería privada de Andorra.

 

TITULO: Ese programa del que usted me habla con - La lección de los médicos muertos,.

El martes -18- Junio por La 2 a las 21:30, fotos,.

 

Médicos pacientes


Médicos pacientes

Facultativos de Barcelona que han sufrido graves dolencias crean un laboratorio de ideas para mejorar la experiencia de los enfermos. Tocarles más, aprender a comunicar y ser más humildes son algunas de sus propuestas


Los médicos también enferman. Un día cualquiera, un diagnóstico inesperado los envía al otro lado y prueban su propia medicina. Sufren dolor e incertidumbre. Tienen miedo. Dejan de ser la voz de la autoridad y se convierten en seres vulnerables, sujeto pasivo de un sistema sanitario que de pronto ya no controlan, sometidos a las rutinas y molestias de cualquier otro usuario. Cuando regresan a su trabajo, ya no son las mismas personas. El neurólogo Domingo Escudero, el radiólogo Manel Escobar y el neumólogo Àlvar Agustí pasaron por ahí y, una vez de vuelta al trabajo en la sanidad pública catalana, son otros. Para que su experiencia sirva de algo, han formado el Grupo Janus, un laboratorio de ideas con el que pretenden trasladar a los distintos profesionales sanitarios propuestas positivas, sencillas y baratas para humanizar la medicina. Desde eliminar la barrera entre facultativo y enfermo que representa la mesa de la consulta hasta respetar el sueño de las personas hospitalizadas, pasando por aprender a comunicar las malas noticias.
«Somos un club de elite. Para estar aquí no vale una gripe», bromea el doctor Escudero, superviviente de tres brotes de una encefalitis autoinmune que le mantuvo un mes encerrado en una unidad psiquiátrica por su extrema agresividad. El grupo toma su nombre del dios de dos caras Janus o Jano para simbolizar la «experiencia dual» de los profesionales sanitarios que han sufrido una enfermedad grave.
Creado en marzo con el apoyo del Colegio de Médicos de Barcelona, este foro de trabajo y opinión aspira a mejorar el sistema sanitario público a partir de las vivencias de sus miembros como pacientes. Hace dos semanas acudió a su primera reunión abierta una treintena de profesionales sanitarios, no solo médicos, algunos de ellos de otras comunidades autónomas, para abordar un tema elegido por su transversalidad, las consultas externas. Su objetivo es elaborar cada año un informe con sus recomendaciones y hacerlo público. No pretenden, matizan, resolver problemas estructurales del sistema sanitario público como las listas de espera o la sobrecarga de trabajo del personal.
El techo sucio, la bata abierta y el ruido de hospital son molestos. Pero lo que más duele es ser tratado como una cosa
¿Qué ven estos enfermos cualificados que no vean los demás? El doctor Albert Jovell, que fundó el Foro Español de Pacientes y fue, antes de morir en 2013, el mayor exponente del médico enfermo en España, lo explicaba así:«Somos capaces de transmitir a los médicos lo que quieren los pacientes y a los pacientes, cuáles son las limitaciones de la Medicina». Para Àlvar Agustí, que estuvo casi dos meses en la UCIde su hospital completamente paralizado por el síndrome de Guillain-Barré, el valor añadido es que, como conocedores de las interioridades del sistema, los profesionales saben cuándo algo podría ser diferente. Funcionar como una organización centrada en el paciente, resalta, «es fácil de decir –está en todos los planes sanitarios– y difícil de hacer».

Mirando al techo

Muchas de las experiencias desagradables que estos galenos vivieron durante sus procesos están relacionados con rutinas arraigadas entre los profesionales o con el entorno físico de los centros sanitarios. A veces son pequeños detalles. Los tres observaron que un enfermo hospitalizado se pasa muchas horas mirando al techo. ¿Y qué ve allí? Pintura desconchada, bombillas fundidas, climatizadores roñosos, manchas inquietantes... Un paisaje deprimente que no ayuda a levantar el ánimo. La sugerencia ya se ha llevado a cabo en las áreas nuevas del Clínico de Barcelona, donde los techos se han pintado con cielos, nubes o ventanas para crear un ambiente más relajante.
También descubrieron que en los hospitales, sobre todo en las UCIs, es difícil dormir. A menudo, al paciente le cuesta conciliar el sueño porque oye las conversaciones del personal, es despertado de madrugada por un técnico de rayos o un celador que mete la cama de otro usuario y al punto de la mañana aparecen las enfermeras a hacerle una analítica. «Esto no debería ser normal», subraya Agustí.
La falta de intimidad, afirma Escudero, aumenta la sensación de angustia e indefensión. En cualquier momento entran en tromba un especialista, dos residentes y tres estudiantes, sin llamar y sin presentarse, a hacer su ronda. La dignidad del enfermo queda en entredicho en muchas ocasiones. Las temidas batas de hospital que se atan por detrás les dejan con el culo al aire, literalmente.A veces la forma en la que se llevan a cabo las técnicas de movilización hacen sentir al enfermo «como un saco de patatas».

La lección de los médicos muertos

Albert Jovell (1962-2013) era médico, sociólogo y doctor en Salud Pública por Harvard. A los 39 años le diagnosticaron un cáncer raro –un tumor en el timo, una glándula endocrina– y, aunque fue sometido a cirugía, radioterapia y quimioterapia, pronto supo que, salvo que se produjera un avance inesperado en el tratamiento, iba a morir joven. Así fue, pero mientras tanto hizo montones de cosas que dejaron huella. Impulsó la creación del Foro Español de Pacientes, que hoy agrupa a un millar de asociaciones, y la Universidad de los Pacientes; continuó su actividad académica y científica; y publicó seis libros, entre ellos 'Cáncer:biografía de una supervivencia'. «Antes de ser un buen médico es importante ser un médico bueno», era uno de sus lemas.
En sus conferencias, hablaba de los profesionales en tercera persona y de los pacientes, en primera. «Ser paciente te permite ver las cosas desde el otro lado de la barrera. Cuando uno tiene una enfermedad grave, la enfermedad pasa a ocupar un puesto relevante en su vida, por encima de su actividad profesional», explicaba hace unos años a este periódico. Por ejemplo, resaltaba, la presión asistencial del actual modelo sanitario no facilita un trato amable, cercano y tranquilo entre el doctor y el enfermo. La comunicación en torno al cáncer éra uno de los temas que le preocupaban. El médico, afirmaba, tiene que valorar si su paciente quiere saber el pronóstico o no y actuar en consecuencia; a menudo también debe reconocer humildemente que no sabe qué ocurrirá, que es imposible prever si una persona sobrevivirá tres meses o un año. «No hay que perder la esperanza, porque la esperanza hace que el enfermo se cuide más y sufra menos», decía. «No debemos caer en el error de creer que con la ciencia vamos a curarlo todo, porque a corto plazo no va a ser así. A muchos pacientes tenemos que explicarles que curar no les vamos a curar, pero les podemos cuidar».
Curso práctico de cáncer
AÁfrica Sendino (1960-2008), especialista de Medicina Interna en el Hospital La Paz de Madrid, le diagnosticaron un cáncer de mama a los 40 años. «La vida acababa de inscribirme en un curso práctico de enfermedad», escribió. Decidió «aprender y volver a la práctica asistencial enriquecida». A su regreso, se formó en cuidados paliativos. Reaccionó bien al tratamiento y estuvo tres años y medio libre de enfermedad, pero sufrió una recaída y apareció metástasis en los pulmones, el hígado, los huesos y el cerebro. Tras su muerte, la revista 'Medicina Clínica' publicó su carta abierta 'El doctor como paciente' y el sacerdote Pablo D'Ors, que la conoció en el Hospital Ramón y Cajal, escribió un librito sobre sus últimas semanas de vida, 'Sendino se muere'.
Estar al otro lado le permitió comprobar por sí misma el «tacto metálico» de los aparatos de diagnóstico y tratamiento, cuando lo que necesitaba era tacto humano. Descubrió «el valor terapéutico que tiene sentir que interesas al médico» y echó de menos a veces un contacto cercano que resulta muy difícil en los grandes hospitales. Aprendió a dar las malas noticias con serenidad y cercanía, tomándose todo el tiempo necesario para escuchar a cada paciente. «Me hace mucho bien que mi oncóloga, después del repaso que hacemos de los síntomas, deje la historia y me pregunte: '¿Y tú, ¿cómo estás?'». Se dio cuenta de que el médico no es un ser omnipotente ni debe aparentar que lo es:a veces es mejor reconocer que no se tienen todas las respuestas.
Hasta las palabras pueden doler. Para el neumólogo, llamar a una persona «el paciente de la cinco», en lugar de «señor Martínez» es una forma de poner distancia y cosificar a los convalecientes.
Pero en ocasiones el entorno físico se alía con la falta de formación en habilidades comunicativas de unos médicos que, además, están sobrecargados de trabajo. «La consulta es hoy casi idéntica a la de hace 60 años –observa Manel Escobar, que en 2012 se autodiagnosticó un cáncer de páncreas y hoy está curado–. Ahora en vez de papeles tenemos ordenadores y entre la mesa y la pantalla hacen que ni miremos al paciente, casi ni le toquemos».

Una cura de humildad

La medicina se ha tecnificado y los médicos se han superespecializado, porque el conocimiento es tan vasto que nadie puede abarcarlo todo. «Eso nos ha distanciado un poco de la concepción más humana de la medicina, de la parte más vocacional que todos teníamos cuando estudiamos», resalta el radiólogo. La educación académica del médico es larguísima y luego se completa con la formación profesional continua. Nunca se le enseña cómo comunicar resultados negativos, empatizar con un paciente o explicarse en un lenguaje más llano.
Todos coinciden en que, para un médico, estar gravemente enfermo es una cura de humildad. «Los médicos tenemos que ser más humildes. A veces nos creemos los reyes del mambo y esa es una mala aproximación», asegura Agustí, quien apuesta por un equipo en el que cada profesional –enfermería, auxiliares, fisioterapeutas, técnicos o administrativos– ejerza su responsabilidad. «Once piqués no ganan», concluye.
«Los médicos transmitimos estrés, prisa y arrogancia –admite el neurólogo–. El enfermo quiere un profesional que esté al 100% por él, que le solucione su problema. A veces basta interesarse, preguntarle de dónde es. Es verdad que son cualidades que unos tienen y otros no, hay gente simpática y antipática, pero en Medicina el estándar debería ser alto y no lo es».
La iniciativa del Grupo Jano no ha caído en saco roto. José Luis Paulín es uno de esos galenos a los que la enfermedad cambió. Médico de familia en Osakidetza y cirujano de Traumatología en la Clínica Pakea de San Sebastián, en 2016 le diagnosticaron un cáncer de próstata, la misma enfermedad que mató a su padre y a su abuelo. En la sanidad pública, donde fue tratado, encontró «gente maravillosa, que lo da todo», pero también personas menos empáticas. «El paciente no tiene la culpa de los recortes, de la masificación, de los malos días que tenga el profesional. Tiene derecho a una atención correcta y humana», afirma.

Al detalle

Prevención organizada
La Fundación Galatea fue creada en 2001 por el Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña para velar por la salud de los profesionales de la salud y realiza periódicamente estudios para conocer el estado, las condiciones de trabajo y estilos de vida. Algunos abarcan a profesionales de toda España. La fundación desarrolla el Programa de Atención Integral al Médico Enfermo, que procura asistencia a facultativos con trastornos mentales o adicciones. Este programa se ha exportado al resto del país gracias a sus buenos resultados.
21%
de las médicas y el 16% de los médicos presentan sufrimiento psicológico, según una encuesta realizada en 2007 por la fundación entre 750 médicos catalanes. Es una proporción muy superior a la de los hombres de su misma clase social. El 16% admitió haber consumido psicofármacos (hipnóticos, tranquilizantes o antidepresivos) en las dos semanas anteriores a la encuesta.
Consejos tengo...
Una parte importante de los médicos, según el citado estudio, no sigue los consejos que suelen dar a sus pacientes: menos de la mitad se vacunan de la gripe (pese a ser grupo de riesgo), un tercio no se hacen análisis periódicos de colesterol y uno de cada siete no se controla la tensión arterial. El porcentaje de fumadores es casi la mitad que en la población general (20%). En cambio, la prevalencia de sobrepeso y obesidad es bastante alta entre los varones (53% y 8%), y mucho menor entre las féminas (19% y 4%).
75%
de los facultativos no tienen médico de cabecera, por lo que cuando se encuentran enfermos piden ayuda a un compañero de trabajo, a un pariente o un amigo médico. La mayoría no tienen una historia clínica abierta en el sistema sanitario público y el 80% se automedican.
Paulín, que ha sido cooperante y médico de pueblo durante años, ya estaba preocupado por el humanismo en la medicina antes de su enfermedad, pero ahora lo ve aún más claro. «Me doy cuenta de lo que vale apartar el ordenador, tocar a un paciente, mirarle a la cara. Tener en cuenta cosas que no están relacionadas con la enfermedad, como las diferencias entre un adolescente y un octogenario, o las dificultades de un inmigrante que acaba de llegar, es tan importante como el conocimiento científico», explica. El médico, concluye, debe cuidar siempre de que el 'caso' no se convierta en 'cosa'.
Àlvar agustí - Guillain Barré Nueve semanas y media paralizado en la UCI
Àlvar Agustí tiene 63 años y es director del Instituto Respiratorio del Hospital Clínico de Barcelona. El 2 de febrero de 2016, se sintió mal y se tumbó en una camilla del hospital para que un colega le explorase. Entonces su cerebro fundió a negro. Un mes después se despertó en la UCI de su hospital y su mujer le dijo que tenía el síndrome de Guillain Barré, una enfermedad en la que el sistema inmunitario ataca a los nervios y produce parálisis que puede durar semanas o meses.
Como médico, eso ya lo sabía, pero no pudo responder nada porque no podía moverse ni hablar. Lo primero que logró mover fue el dedo meñique de una mano y la primera vez que logró levantarse, ocho personas le rodeaban por si su corpulento cuerpo no podía sostenerse solo. Las nueve semanas y media que pasó en Cuidados Intensivos dan título a una charla que dio en el Clínico y que ha difundido por YouTube con bastante éxito. Que nadie espere encontrar ahí a Kim Bassinger; el protagonista es un hombre al que la experiencia de volver a aprenderlo todo le ha cambiado la vida. «Los pacientes me dicen que soy muy cercano, pero creo que ya lo era antes», afirma.
«Durante aquel mes negro, mi mujer me ponía música, y a veces escucho una canción, me suena y me doy cuenta de que es de esa época», recuerda Àlvar, que calcula su recuperación en un 98%. «Hago vida normal, practico deporte, trabajo... pero casi no me puedo reír. La expresión facial no la he recuperado del todo y puede que tarde años en hacerlo», explica sin dramatismo.

Después de la UCI, donde su mujer, al pie de cañón, luchaba contra el silencio de sus nervios –«¡Mueve la pierna, mueve la pierna!», le insistía su 'entrenadora personal'–,estuvo varios meses acudiendo siete horas al día al Instituto Guttman de rehabilitación. Allí aprendió a valorar su maltrecha salud, porque podría haber estado peor, como algunos de sus compañeros de fatigas, que ni siquiera podían andar.
Aunque la mayoría de los profesionales sanitarios que le trataron estuvieron a la altura, también encontró motivos para la crítica o «ventanas de oportunidad». «Los médicos tocamos poco», reconoce Agustí. A menudo, el paciente solo quiere ser escuchado y no quiere complicadas explicaciones en jerga técnica; basta con transmitirle un poco de cariño, ánimo y compasión.
Manel Escobar - Cáncer de páncreas El radiólogo que diagnosticó su propio tumor
Manel Escobar, 53 años, director de Radiología y Medicina Nuclear en el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, comenzó a notar en 2012 síntomas «vagos», como dolor abdominal y orina oscura, que pueden indicar una obstrucción de la vía biliar. Le pidió a un técnico de su propio servicio que le hiciera un escáner y, viendo el resultado, él mismo se diagnosticó un cáncer de páncreas localmente avanzado. No tuvo que preguntar: ya sabía que estos tumores están entre los más agresivos y tienen peor pronóstico. Incluso cuando son operables, su tasa de supervivencia a los 5 años es del 20%. «Fui un privilegiado; tuve una suerte tremenda. Aquí sigo en 2019», admite.
Durante meses simultaneó el tratamiento de radio y quimioterapia con el trabajo y solo estuvo un mes de baja después de la operación en la que le extirparon el tumor. «Desde el punto de vista psicológico era importante para mí mantener una vida más o menos normalizada, porque eso influye mucho en cómo afrontas la enfermedad», explica. 

Eso no significa que no hubiera momentos deprimentes. «Después de la primera tanda de quimio me hicieron una resonancia magnética donde vi que el tumor había disminuido de tamaño y en la siguiente sesión le dije al oncólogo que me trataba, un médico joven: 'Al final me vais a a curar'. Y él me respondió: 'Bueno, bueno, eso ya lo veremos'. Me dejó hundido».
«Tenemos una medicina de muchísimo nivel, con unos profesionales y unas tecnologías que nos colocan a la cabeza de cualquier país desarrollado. El arsenal diagnóstico y terapéutico es extraordinario y ha habido mejoras para todo tipo de enfermedades, también el cáncer. Nuestra experiencia es que técnicamente estuvimos muy bien tratados, pero desde el punto de vista de la experiencia como pacientes encontramos lagunas en el sistema», reflexiona.
Como especialista en el diagnóstico y seguimiento del cáncer y, ahora, expaciente, conoce la angustia que viven los enfermos en tratamiento que, tras una prueba de imagen, tienen que esperar a su siguiente cita con el oncólogo o el cirujano para saber cómo ha evolucionado el tumor. La incertidumbre es tremenda. «Este debate existe en la profesión. ¿Deberíamos los radiólogos dar un avance de los resultados? La respuesta no es sencilla», admite.
Domingo Escudero - Encefalitis Un neurólogo con el cerebro enfermo
Domingo Escudero era el jefe del servicio de Neurología del Hospital Can Ruti de Badalona cuando empezó a sentirse mal. Tenía fiebre y fuertes dolores de cabeza y, como experto en el cerebro humano, relacionó sus síntomas con una reciente excursión al campo y apuntó en un papel: encefalitis por picadura de garrapata. Pocos días después, atacó a sus compañeros de trabajo y tuvo que ser reducido y atado con una camisa de fuerza en la unidad de Psiquiatría: había sufrido un brote psicótico. Salió de allí con un tratamiento para el trastorno bipolar con el que no estaba de acuerdo y le costó un año recuperarse y regresar al trabajo. Hasta que en 2009 acudió a una conferencia del doctor Josep Dalmau, un colega que trabaja a caballo entre Estados Unidos y España, sobre una enfermedad que acababa de descubrir: la encefalitis antirreceptores NMDA, que no está causada por una infección externa, como sospechaba Escudero, sino por el sistema inmunitario del enfermo. Los episodios de rabia, agresividad extrema, contorsiones faciales y corporales casi imposibles y deterioro del lenguaje que antiguamente se consideraban 'posesiones demoniacas' –como la de la niña de 'El exorcista'– eran, en realidad, una enfermedad tratable y curable en un 80% de los casos. Pese a ello, Domingo tuvo dos brotes más, en 2011 y 2014.
Con la perspectiva que da el tiempo, admite que nadie tuvo la culpa del error de su diagnóstico –su enfermedad no estaba en los libros–, pero a veces echa de menos que algún colega hubiera admitido lo difícil que fue su caso. La enfermedad le ha hecho más consciente de cómo se sienten los enfermos en la sanidad pública: perdidos. «Hoy en día si veo una persona por el pasillo del hospital, desorientada con un papel en la mano, la acompaño hasta donde tenga que ir y pierdo diez minutos charlando con ella», explica.

Cada una de las recuperaciones ha sido una odisea y le ha pasado factura, pero Domingo no se queja. «Desde el punto de vista funcional me he curado al 100%», afirma. Ahora es el 'embajador' de esta enfermedad –rara, pero no tanto, una entre cien mil personas– en el Hospital Clínico de Barcelona, donde utiliza su doble condición para hacer de enlace entre el equipo de Dalmau y neurólogos de todo el mundo que envían suero y líquido cefalorraquídeo de sus pacientes para realizar el diagnóstico. Ya son miles los que se han beneficiado de este descubrimiento. «Estoy en contacto con asociaciones de pacientes de Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. El Clínico es de referencia para esta patología no solo en España, sino en el mundo. Me encuentro bien con lo que hago», afirma.

TITULO: LOS  TOROS  LA SER -Notable corrida de Valdellán,.


 LOS TOROS LA SER,.
 

 Los toros es un programa radiofónico que dirige el periodista especializado Manuel Molés en la Cadena SER. Desde abril de 2015 se emite los lunes de madrugada tras ser sustituido de su horario habitual de emisión de los domingos por el programa Contigo dentro. Contó con la colaboración de Antonio Chenel Antoñete, fallecido en Madrid el 22 de octubre de 2011, siendo uno de los espacios más antiguos del panorama radiofónico nacional ya que continúa emitiéndose de manera ininterrumpida desde 1982.
 Es un espacio taurino a modo de repaso informativo semanal. Consta de tertulias, entrevistas con los personajes de actualidad y crónicas de los eventos taurinos más destacados de la jornada., etc.

 Notable corrida de Valdellán,.



El diestro Fernando Robleño a un pase a uno de sus astados. :: efe/
El diestro Fernando Robleño a un pase a uno de sus astados. ,. foto,.

Representación de los santacolomas de Salamanca, la ganadería leonesa, debutante en San Isidro, sirve un toro extraordinario y un conjunto de interés,.


No la única, pero la virtud mayor de la corrida de Valdellán fue la de ser distinta a cualquiera de las veintiuna jugadas por delante en la feria. Lo fue para bien. Distinta a las cuatro de común estirpe -la de La Quinta y las tres de identidad Albaserrada- y muy diferente de las de sangres Domecq, Núñez o Atanasio. La referencia de los santacolomas de Salamanca es en San Isidro historia pasada y perdida, y no olvidada pero casi. La corrida de Valdellán la devolvió al que fue su escenario habitual en los años 50 y 60, y no tanto a partir de entonces.
Seis toros, a su vez, bastante diferentes entre sí. Las hechuras, el volumen, el cuajo, el remate, las caras. Generoso escaparate. Un primero negro berrendo y calcetero; dos cárdenos oscuros y no claros, tercero y cuarto; dos negros bragados; y un quinto entrepelado, que fue pinta distintiva del encaste y ya no. Tres toros cinqueños, que se abrieron en lotes, y cuatreños los otros tres, que dieron más promedio de pesos que sus mayores.

FICHA DEL FESTEJO

Toros
Seis toros de Valdellán (Fernando Álvarez).
Toreros
Fernando Robleño, palmas en los dos. Iván Vicente, silencio en los dos. Cristian Escribano, pitos tras dos avisos y palmas.
Cuadrilla
Francisco Navarrete y Adríán Navarrete, padre e hijo, picaron a modo a tercero y sexto. Brega competente de Joselito Rus y José Chacón. Raúl Cervantes prendió al sexto dos pares soberbios.
Plaza
Madrid. 29ª de San Isidro. Soleado, fresco, muy ventoso. 13.988 almas. Dos horas y siete minutos de función.
La palma en la báscula se la llevó un sexto de 656 kilos, que, todo nobleza y en un primer choquetazo brutal, puso a prueba el corazón del único tordo de la cuadra de caballos de José García y el del picador que lo montaba, Adrián Navarrete, que debutaba en San Isidro. Lo mismo que el ganadero, Fernando Álvarez, criador por amor al arte de criar reses bravas. Su fama bien ganada en el circuito de la Francia torista propició el debut de hierro, ganado y ganadero en Madrid el pasado septiembre. Fue la sorpresa del calendario de desafíos ganaderos, antes llamadas corridas de encastes minoritarios. Con las bendiciones del sector torista de las Ventas, Valdellán se ganó el derecho a debutar en San Isidro. Sin contar a un ganadero de la categoría del mexicano Alberto Bailleres con el hierro de Zalduendo, que es otra historia, quien en rigor se estrenaba era Fernando Álvarez.
La corrida se vivió en ambiente torista y con los jacobinos a favor de obra. Al ambiente y las expectativas respondió la corrida, no toda entera, pero con la balanza a favor. Solo hubo un inconveniente muy grave: una tarde de viento enredadísimo, que hizo estragos y no dejó sin barrer ni un solo rincón del ruedo. El viento condicionó la lidia de cuatro de los seis toros -solo tercero y sexto se libraron algo de la maldición- y, con matadores y cuadrillas tantas veces al descubierto, el juego se vio muy trampeado.
Hubo en la muleta, y antes en el caballo pero no tanto, un tercer toro extraordinario, el más en el tipo fijado en la ganadería de procedencia -Pilar Población-, que, puro carbón, hizo al embestir el surco con son de auténtico vértigo, irrefrenable codicia, repeticiones de escándalo y, solo al tomar engaño, una fijeza sobresaliente. Cuando no embestía tan en torrente, entre pausas parecía distraerse a capricho. Veintitantas embestidas de antología, que no le vinieron ni grandes ni pequeñas a un matador debutante también en San Isidro, Cristián Escribano, solo que en un momento dado le tocó vivir el vuelco de la gente sin condiciones a favor del toro. Indeciso con la espada, sufrió la afrenta de los dos avisos y casi tres.
No fue el único toro de nota. La bondad y el tranco a compás del sexto y el temple de un quinto tan playero que costaba ajustarlo en la muleta -y el viento por medio- llamaron la atención. El bravo cuarto fue toro demasiado celoso y de cortar, por tanto, viaje. Los dos primeros no corrieron la misma fortuna. El primero se soltó muchísimo, pero metió la cara por el pitón derecho con buen aire. Se acabó largando por su cuenta. El segundo fue con diferencia el de peor nota en todo: caballo, banderillas y más después.
Robleño, recibido con una ovación, manejó la cosa con fino instinto de digamos perro viejo. Habilidoso, le ganó por la mano al primero, que lo miró mucho, y resolvió la papeleta del pegajoso cuarto sin sufrir. A los dos los tumbó de notables estocadas. Iván Vicente fue el más castigado por el viento, que hizo imposible la pelea con el agrio segundo y lo puso dificilísimo con el playero quinto, y más cuando se dejó sentir la toma de partida por el toro. Cristián Escribano anduvo sereno y calmoso, sin aflicciones ni dudas, con el monumental sexto. Tres toreros de la provincia de Madrid. Una mera coincidencia.

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