domingo, 29 de junio de 2014

LA CENA DEL DOMINGO, ENTREVISTA A ANTONIA SAN JUAN ACTRIZ,. / ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! MILLAN SALCEDO, NO ME ECHARON DE LA TELE ME FUI YO,./ DOMINGO CINE, ¿ EN QUE PIENSAN LAS MUJERES,.?,

Antonia San Juan, en Barcelona.
TÍTULO: LA CENA DEL DOMINGO, ENTREVISTA A ANTONIA SAN JUAN ACTRIZ,.

el aforamiento es dar por hecho que vas a delinquir,.
LA CENA DEL DOMINGO, ENTREVISTA A ANTONIA SAN JUAN ACTRIZ,.-fotos

entrevista CON LA ACTRIZ | ESTRENA MONÓLOGO EN EL ARTERIA

Antonia San Juan: «Estoy harta de que nieguen mi feminidad»

Vuelve con Lo mejor de Antonia San Juan, recopilación de sus mejores monólogos y de alguna pieza de cuando, hace 25 años, recorría con su desparpajo los bares de Madrid.
Antonia San Juan, foto

-¿Habla usted de su vida?-No, es todo inventado. Los textos son de Félix Sabroso, Enrique Gallego y míos. Hago 13 personajes: una madre fálica y prepotente, una mujer abducida por un ovni, una modelo egocéntrica, a la que dejan sola...
-¿Usted ha sufrido la soledad?-Nunca, porque siempre he trabajado. Es lo único que no te va a faltar. Cuando a uno se le muere un ser querido o se separa, si tienes trabajo no te quedas sola, es lo más importante, sobre todo para la mujer.
-Trabaja siempre con su marido, Luis Miguel Seguí, productor de esta obra y con quien compartió planos en la serie La que se avecina. ¿Encontró usted su media naranja?-Yo he encontrado una naranja entera. Somos como siameses. Todo el día estamos juntos y no nos cansamos nunca, nos llevamos muy bien. Y llevamos así 13 años.
-Otro de sus personajes aborrece de todo. ¿A usted qué le da asco?
-La doble moral, que la gente no se haga responsable de lo que dice y hace. Y me choca que en el siglo XXI la gente siga creyendo en la religión. Eso es que no leyeron; donde no hay pensamiento ni ciencia, hay religión. Si no lees crees en Dios. ¡Con lo intolerante que es la Iglesia, sobre todo con las mujeres! En la obra me despacho bien: «... y con la ayuda de Dios y de la Virgen, porque para ser tan talibana y tan hija de puta hay que llevar a Dios metido en las venas...». Yo soy un poco punk.
-También carga contra la prensa del corazón... ¿Tan mal se lleva?-No me llevo. Me parece terrible que exista. Pagar una carrera a tu hijo para que termine haciendo lo que hacen y han hecho siempre las abuelas en los pueblos sin cobrar. Y eran bravas, ponían a parir a todos, estaban pendientes de con quién se acostaba cada uno.
-Usted le debe mucho a su abuela.-Yo tuve a una abuela muy leída, me enseñó las fábulas de Esopo, de Samaniego. Me las aprendía y luego en los bares mi padre me subía a la mesa y las recitaba.
-Así empezó su carrera.-El problema fue que los del bar querían darme dinero pero mi padre decía que no. Tuve serios problemas para cobrar; lo veía como algo malo, me costó varias sesiones de psicoanálisis, creía que debía trabajar de forma altruista. Al final entendí que debía cobrar, ¡y me va increíble!
-La volveremos a ver como la Estela Reynolds de La que se avecina.-No, prefiero que quede como una actriz de culto y que no digan: ya está la pesada esa otra vez.
Del lado del verano. ¿De qué trata?-Es una crítica a la familia. Como institución, después de la Iglesia, es lo más decadente que hay. No creo en la familia tradicional, donde solo se prohíbe. Va bien si eres un drogadicto o tienes problemas, pero si eres un individuo sano, a la familia hay que visitarla, llevarle flores a la madre y respetarla. Pero no hay que quedarse allí a los 40, ni a los 25 años, jodiendo a esa señora, dejándole los hijos para que te los cuide. Hay que aprender de los animales.
-Ha dirigido una nueva película,
-¿Usted dejó el nido muy pronto?-A los 18 me fui de Canarias a Madrid con 25.000 pesetas, que me gasté enseguida. Me tuve que espabilar.
-¿Le molestó la ambigüedad sexual sobre su persona tras interpretar al transexual Agrado en Todo sobre mi madre, de Almodóvar?-Estoy harta de que me nieguen mi feminidad, no se lo permito a nadie. Me molesta porque niegan todo lo que soy y me convierten en un ser marginal, en alguien al que miran por debajo. Necesitan denigrarme para poder relacionarse conmigo, eso tan cristiano de «te quiero porque eres pobre, pero si ganas más que yo, ya no te quiero...» Agrado me lo arregló todo pero también me encasilló, me fagocitó e hizo que nadie me diera trabajo. Si te ven como ese personaje, ¿qué te van a dar?

TÍTULO:  ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! MILLAN SALCEDO, NO ME ECHARON DE LA TELE ME FUI YO,.

  1. Millán Salcedo ha regresado después de quince años con 'El pueblo más divertido'.«Mariló Montero me encanta. Es una mujer muy clueca, ...-foto,.

    Millán Salcedo ha regresado después de quince años con 'El pueblo más divertido'.«Mariló Montero me encanta. Es una mujer muy clueca, muy gallina. Te coge, te abraza...»

Se había hecho de rogar Millán Salcedo (Brazatortas, Ciudad Real, 1954). Y quizá el regreso no ha sido el mejor, porque TVE acaba de relegar 'El pueblo más divertido' al 'late night' del martes. Él, personalmente, quedó encantado con la grabación y con el espíritu del concurso, porque él también es de pueblo.

¿Lo más gratificante?
El reencuentro con los compañeros. Hace mucho que no nos vemos, el volver a hacer una 'paridilla' con Josema Yuste. Y luego la gente que ha venido de los pueblos a defender el suyo a capa y espada, ha sido precioso. He engordado con toda la comida que nos traían de cada pueblo.


¿Cómo defendería su pueblo?
¡Ahora soy embajador de Brazatortas! Han puesto una placa en la casa donde nací. Estoy encantado. Yo no me he criado en mi pueblo, porque estuve internado en Madrid. Fui hace poco con mis primos y ha sido un reencuentro impresionante. 'El pueblo más divertido' tiene mucho de eso, de gente entrañable. También le veo cierta relación con el neorrealismo italiano o con las películas de Berlanga. Esa ingenuidad preciosísima que tenemos la gente de pueblo.
¿El defensor más osado?
¿El más usado? ¡Ah! El más osado. ¡Todos! Leo Harlem me hizo muchísima gracia, Pablo Carbonell me encantó. Pablo y yo no es que nos lleváramos mal, pero siempre hemos tenido un poco de competición, y me he reencontrado con él. Hemos conectado tanto que me he planteado la posibilidad. no de casarme con él, pero sí de hacer una obra de teatro juntos.
¿Y con Mariló?
¡He soltado hasta babilla! Me encanta. Ella es una mujer muy clueca, muy gallina. Te coge, te abraza, te da besos y te arrima todo. Y yo que tengo necesidad maternal.
O sea, que 'feeling' a tope.
Si hubiéramos improvisado hubiera sido un desbarajuste y un chocho. Ella es la coherencia del programa, aparte de la hermosura, yo soy la nota discordante.
¿Han cortado muchas veces?
Bueno... al principio había un rincón de humor en el que alguien del pueblo venía a competir conmigo humorísticamente, pero se cagaban un poco y me decían que no me metiera con ellos mucho porque yo era su referente.
«El teatro es mi diván»
¿Se imaginaba presentando un programa a estas alturas?
¡Jamás en la vida! Yo no valgo para presentarlo solo porque me enrollo con dos de pipas y el programa se acabaría en la primera prueba. Por ejemplo, 'Pasapalabra' o el de Sobera -que, por cierto, me confunde con él por la calle-, a lo mejor me hubieran gustado.
¿Dónde se había metido?
He estado haciendo mucho teatro. Volver a la televisión tras 15 años ha sido muy agobiante de entrada, abismal, porque no tiene nada que ver con nuestra época. Es como bajar del cielo a la tierra pero pegándote un ostiazo. El teatro es mi diván, pero para que la gente venga a verte tienes que tener pantalla y salir en la tele. La gente no sabe ni quién eres si no.
¿Ha vuelto por eso?
Para decirle a la gente que de la tele no me echaron, me fui yo.
¿Y cómo es de distinta la tele que se hace ahora?
Todo se hace rapidísimo, nosotros teníamos mucho tiempo.
Y surgió lo de las empanadillas.
Fue lo primero que se le ocurrió a Josema, podía haber dicho huevos fritos con chistorra.
Ha llevado mal el pinganillo.
Nunca más me lo pongo. Lo tuve el primer programa y me lo quitaba porque me parecía una muela. Se cae, hay que ponerle un esparadrapo. ¡A mí que me dejen!
¿Qué ve en la tele?
Los canales temáticos como Canal Historia, me gustan los monologuistas, la gente de 'Muchachada Nui'. A las series no me engancho, quiero seguir soltero y libre, que no virgen, ¿eh?
¿En qué piensan las mujeres?
TÍTULO: DOMINGO CINE, ¿ EN QUE PIENSAN LAS MUJERES,.?,

Reparto
Mel Gibson, Helen Hunt, Marisa Tomei, Alan Alda, Lauren Holly, Mark Feuerstein, Ashley Johnson, Judy Greer, Bette Midler, Valerie Perrine, Delta Burke, Sarah Paulson, Ana Gasteyer, Lisa Edelstein, Loretta Devine, Diana-Maria Riva, Eric Balfour, T.J. Thyne,.
 Después de sufrir un accidente con un secador en la bañera, Nick Marshall, un egocéntrico publicista de Chicago, se da cuenta de que puede escuchar los pensamientos de las mujeres. Esto le permite descubrir que ellas no lo estiman tanto como él cree, pero intentará sacarle partido a este don para triunfar en la empresa.

EL BLOC DEL CARTERO, MIS MUNDIALES ( Y III) / SILENCIO POR FAVOR,.La chica de la tienda / LA CARTA DE LA SEMANA,.EL TORNILLO DEL GRAF SPEE--

TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO, MIS MUNDIALES ( Y III),.
  1.  
    Y llegó Sudáfrica. Y la historia cambió por fin, después de tantos años de sequía, de esperanzas quebradas, de malditismos inexplicables.-foto
     
    Y llegó Sudáfrica. Y la historia cambió por fin, después de tantos años de sequía, de esperanzas quebradas, de malditismos inexplicables. La tradicional mala suerte de la selección se transformó en bendita fortuna, en forma de tobillo de Iker, de penalti fallado por los adversarios o de remate al poste en el último minuto. Ya no era cosa de los penaltis de Eloy o de Joaquín, del codazo a Luis Enrique o el 'no gol' del gran Cardeñosa. La suerte esta vez se alió con el talento de los jugadores españoles... y el combinado nacional, partido a partido, montaña a montaña, llegó a la cumbre de la cordillera.
    Todos los comentaristas de todos los campeonatos acostumbran a inflar las posibilidades de triunfo de sus equipos con el objeto de llamar la atención de los aficionados y espectadores. Por ello nunca fue raro escuchar que España era una de las favoritas. Lo fue siempre que comenzaba un mundial. Luego, claro, pasaba lo que pasaba. En esta ocasión, cuando escuchaba a los compañeros de deportes afirmar sin cortarse que nuestro equipo era uno de los grandes candidatos al título, algo me decía que tenían parte de razón, pero que para llegar hasta una final había que sortear tantos obstáculos que no sería extraño sucumbir ante alguno de ellos.
    El mismo inicio del campeonato lo confirmó: caer ante la modesta Suiza invitaba a pensar que no había nada que hacer, que la mala suerte se cebaba con España, que todos sabían cómo jugarle a la campeona de Europa y que el chasco podía ser monumental. Pues no. En 2010 se demostró que la adversidad puede ser vencida. Cayeron Honduras y Chile y el susto se pasó. Y a la poderosa Portugal de Cristiano y compañía se la venció no sin susto ni tensión. Y ante Paraguay brilló la fortuna que faltó en anteriores torneos. Y ante Alemania se sufrió, pero se venció con raza, casta, entrega. Y Holanda fue la demostración de la impotencia ante el toque virtuoso de unos hombres con goznes bien engrasados. El hatajo de cerdos vestidos de futbolistas que masacraron a patadas a los españoles no pudieron parar finalmente el hambre de triunfos de unos muchachos que representaban a una afición con demasiadas frustraciones a la espalda.
    Casillas alzó la Copa, y nosotros nos echamos a la calle vestidos con camiseta roja e izando banderas españolas en los mástiles de cada brazo y cada mano. Se dio un caso curioso: todos los que torcían permanentemente el gesto por la exhibición de la bandera española consideraron que en el ámbito deportivo ello era tolerable. Daba la impresión de que mesnadas de españoles estaban agazapados a la espera de hallar una oportunidad de blandir banderas sin ser sospechosos de parecer unos cavernícolas. Gracias a esa condescendencia progre, los que salieron salimos vestidos de España lo hicieron hicimos con la tranquilidad de homologarnos a ciudadanos de todo el mundo cuando celebran sus éxitos colectivos.
    Aquella noche en Sanlúcar de Barrameda, con todo abierto, la gente brindando, cantando por la calle, los pasacalles de bar en bar y venga banderas y banderas, resultó inolvidable. Solo por esa noche valieron la pena los nervios, las contrariedades, los disgustos, las decepciones y los cabreos de tantos años vagando de campeonato en campeonato, siempre eliminados por gente que no era necesariamente mejor. Solo por esas horas saboreando la sensación de pertenecer a la comunidad cuyo equipo resultaba ser campeón del mundo valieron la pena los venablos, insultos, injurias, dicterios, mofas, invectivas y vituperios clamados a lo largo de estos años. Y no dejemos atrás las blasfemias, que han sido irreproducibles, como las maldiciones o los reniegos que han salido de mi boca y de la boca de todos los seguidores de la selección a lo largo de los años descritos en esta serie de artículos. La edición de hogaño ha sido un rotundo fracaso, un triste y lamentable fin de ciclo, pero Sudáfrica puso el contador a cero. No importa lo pasado antes de aquel verano. Importa lo que está por llegar... Que volverá a llegar.

    TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR, La chica de la tienda,.

    No cabe duda que todas las etapas de la vida son lindas. Sin embargo, para una gran mayoría, la adolescencia es la más bella de todas porque es cuando se (foto) producen los cambios emocionales más sorprendentes, Es la edad de las nuevas sensaciones y emociones y, al mismo tiempo, de grandes incertidumbres y temores, de las primeras relaciones amorosas, del primer beso y de ese “inolvidable y único gran amor”. Es cuando empezamos a asistir a las fiestas para conocer a las chicas y nos convertimos en protagonistas de las más inesperadas aventuras.
    Es en esta bella etapa de nuestra vida que nos damos cuenta que, de pronto, nuestro corazón late a más velocidad no solo cuando corremos, saltamos, bailamos o subimos una montaña sino, sobre todo, cuando conocemos a alguien que nos atrae y creemos que es la chica de nuestros sueños.
    Esta es también la etapa de nuestras solitarias luchas contra las adversidades porque, casi siempre, nuestros padres jamás tienen tiempo para hablar con nosotros y hasta nos dan las espaldas cada vez que acudimos a ellos en busca de ayuda o de un consejo y nos vemos obligados a recurrir al amigo o al compañero de estudios quienes, generalmente, no están preparados para brindarnos una respuesta correcta y en lugar de tendernos la mano termina burlándose de nosotros y hasta de ridiculizarnos contando los secretos que les confiamos para que se rían en nuestra cara.
    Esa fue una poderosa razón para que Rafael, mi amigo y compañero de clase, no confiara en nadie. Ya estábamos en Quinto de Secundaria y aún no había descubierto lo que era el amor, mucho menos habia tenido una experiencia sexual. Era tan tímido que a veces me daba ganas de zarandearlo porque muchas de mis amigas se morían por él y, nada de nada, cero balas, cero puntos.
    Hasta que un día ocurrió el milagro. Mientras salíamos del colegio me buscó y a boca de jarro me dijo…
    –Te quiero confesar un secreto. Estoy enamorado de una chica, pero ella no lo sabe ¿Qué hago?
    –Ah, ¿Con que por fin cupido dio en el blanco? Mira hermano, la cosa es muy sencilla: Lo primero que tienes que hacer es que ella lo sepa, de lo contrario solo perderás el tiempo. Le respondí, como si fuera un experto conquistador de corazones.

    TÍTULO: LA CARTA DE LA SEMANA: EL TORNILLO DEL GRAF SPEE--

    LA CHICA GUAPISIMA Y EL PERRO Comparto con algunos amigos, más o menos frikis, la afición por pequeños objetos con historia probada, imaginada o legendaria. No soy muy ...-foto

    Comparto con algunos amigos, más o menos frikis, la afición por pequeños objetos con historia probada, imaginada o legendaria. No soy muy de fotos a la vista: de las cuatro que tengo enmarcadas en casa, una es de mis padres, otra de un antepasado bonapartista, y las otras dos son de Joseph Conrad y de Patrick OBrian. Pero objetos con memoria propia o ajena tengo a montones. O casi. Algunos están directamente relacionados con episodios concretos de mi vida: un trozo de estuco de la biblioteca de Sarajevo, la bandera descolorida de mi primer velero, la mascarilla mortuoria de Napoleón, una sortija de plata saharaui, un cargador de AK-47 atravesado por un balazo, o un cuchillo libanés cuya historia, azarosa y de juventud, tal vez les cuente algún día. Otros de esos objetos son recuerdos de familia y cosas así. Vínculos sentimentales. Entre ellos, una copa de plata de un torneo de ajedrez de 1956, abollada y con sólo un asa, y la condecoración de Santa Helena del granadero Jean Gal, abuelo de mi bisabuela, que a los dieciséis años combatió en Waterloo y murió octogenario en Cartagena. También valoro mucho un cenicero de cristal en forma de salvavidas, que me fascinaba desde niño y perteneció a un tío mío, capitán de la marina mercante. Y cuatro navajas que poseyeron, respectivamente, mi tatarabuelo, mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre. A las que con el tiempo, supongo, alguien añadirá la mía: una bregada Aitor clásica con cachas de palisandro.
    Los objetos más interesantes, sin embargo, tienen otros orígenes. Llegaron en diversos momentos y por distintos caminos: regalos de amigos, anticuarios, azares insospechados. Uno de mis predilectos es el catalejo antiguo de ballenero, forrado en piel de cachalote, que hace tiempo me regaló Javier Marías, y cuyo tacto estremece como si te encontraras a bordo del Pequod, gritando «¡Por allí resopla!» mientras el capitán Ahab ordena arriar balleneras. También, cerca de un soberbio sable español modelo 1815 -me lo dio el pintor de batallas Ferrer-Dalmau, indignado porque la mayor parte de mis sables de caballería son franceses-, hay dos botones de uniforme del regimiento español José Napoleón, en el que se inspiró mi relato La sombra del águila, que un amigo encontró en el campo de batalla de Smolensko. No lejos de ellos, próximos a un cenicero original del restaurante Lhardy, están una pelliza de húsar de la Princesa, un remate de la regala de un navío de 74 cañones, balas de mosquete y clavos de bronce de barcos hundidos en Trafalgar -el Trinidad y el Neptuno-, y también un sable cosaco con fecha de 1917, un pequeño busto de Homero, un pisapapeles veneciano, un compás de marcaciones antiguo, una regla de cálculo náutico del siglo XVIII y una banda de música de soldaditos de plomo.
    Sin embargo, mi joya de la corona, mi frikada predilecta, está en un armario acristalado del vestíbulo, entre la maqueta de arsenal de un navío de línea y un hueso de ballena que cogí en Isla Decepción, Antártida, a finales de los 70: una pieza de bronce de una pulgada de longitud, acabada en forma de tornillo, en la que puede leerse parte de la inscripción Deutsche tec..., y que procede de uno de los tres cañones de 28 cm. de la torre Bruno del acorazado alemán Graf Spee, hundido por su tripulación frente a Montevideo en 1939, días después de su legendario combate con tres cruceros británicos. Poseo esa pieza desde hace muchos años: cuando, encontrándome en Uruguay durante una firma de libros, uno de los buzos que trabajaban en el rescate de los últimos restos de ese famoso barco, lector de mis novelas, me causó una inmensa felicidad al ponerla en mis manos. «Pensé que le gustaría tenerla», dijo con toda sencillez antes de alejarse, y ni siquiera me dio una tarjeta con la que recordar su nombre. Y ahí está, como digo. En la vitrina, para envidia de mis amigos aficionados a esta clase de cosas -Agustín Díaz Yanes, Jacinto Antón, José Manuel Guerrero, el mismo Javier Marías-, a los que cuando se dejan caer por allí suelo restregársela sin piedad por el morro; es la única posesión que ante ellos exhibo sin complejos, con desconsiderada aunque justificable chulería de propietario. Del Graf Spee, chaval, les digo. Torre Bruno, la de popa. O sea. Pumba, pumba. Igual gracias a esto le endiñaron unos cuantos cebollazos al Exeter, al Ajax o al Achilles. ¿Cómo lo ves?... Imaginen el efecto del asunto en fulanos que, como yo, se sobrecogieron de niños leyendo lo del acorazado alemán en tebeos de Hazañas Bélicas, o comiendo pipas en un cine mientras veíamos La batalla del Río de la Plata. Un tornillo del Graf Spee, nada menos. Una pulgada del bronce con que están fundidos tantos recuerdos y tantos sueños.