Ni para todos, ni para siempre / fotos,.
Lunes 29 de enero a las 23:30 en CRÓNICAS de La 2,.
Los minerales baratos que sustentan nuestra economía están limitados,.
Su consumo ha crecido de forma exponencial en el último siglo,.
Las nuevas tecnologías utilizan materiales raros y escasos en la naturaleza,.
Se reciclan menos del uno por ciento. Estamos tirando a la basura el capital mineral del planeta,.
#CRreciclado,.
El aluminio de una lata de bebida, el acero de un coche, el cobre de
los cables eléctricos, el oro de los móviles, el wolframio de las
turbinas de los aviones o el neodimio de un molino eólico, son metales y
elementos de la tabla periódica que nuestra economía necesita para
“funcionar”. Pero más allá del petróleo o del gas, no nos hemos parado a
pensar cuántos minerales nos quedan, a qué velocidad los consumimos o
si los vamos a poder sustituir cuando sean cada vez más caros.
El agotamiento de los recursos minerales de la tierra es un debate pendiente, porque ni va a haber para todos, ni para siempre.
Una visita al Parque Tecnológico de Valdemingómez, en Madrid, nos enseña la cruda realidad. Del total de residuos domésticos que llegan, consiguen reciclar una tercera parte, y eso está muy lejos del cincuenta por ciento que Europa nos va a exigir dentro de dos años.
Un vertedero puede llegar a ser un yacimiento mineral. De hecho, algunos se están volviendo a abrir para rescatar todos los metales que contienen. Aluminio, cobre o hierro se pueden reciclar una y otra vez sin que pierdan sus propiedades.
Cuando reciclamos aluminio, ahorramos un 95% de energía respecto a la extracción, un 85% si hablamos de cobre y casi un 75% en el caso del hierro.
El reciclaje es la solución para acabar con esa dinámica de locos de “usar y tirar” en la que se basa nuestra economía. Las chatarrerías del siglo XXI son auténticas minas urbanas donde ecología y economía se dan la mano.
Las plantas de recuperación y reciclaje trituran el coche viejo o la lavadora inservible, separan los distintos metales y los mandan a la fundición. Allí dejarán de ser lo que fueron para adoptar otras muchas formas y tener otras muchas vidas.
Toda planta de recuperación y reciclaje que se precie, por pequeña que sea, vive pendiente de la Bolsa de Metales de Londres, porque el precio al que venden sus productos se referencia a ese mercado internacional de materias primas.
Por eso, cuando ya no sirven, hay que llevarlos a una chatarrería autorizada o a un punto limpio para que se hagan cargo de su gestión las plantas especializadas en este tipo de residuos. Ellos se encargarán de convertir esos desechos en materias primas secundarias.
Y lo mismo sucede con otros elementos mucho más extraños y críticos. En las tripas de un dispositivo electrónico hay indio, tántalo, estaño, litio, paladio y “tierras raras” como gadolinio, lantano, neodimio o praseodimio; más de cincuenta elementos de la tabla periódica. Aunque estén en cantidades ínfimas, hay que tener en cuenta que hay casi tantos teléfonos móviles como personas en el planeta, y que el tiempo medio de vida de cada uno de ellos no llega a dos años.
Las energías verdes como la fotovoltaica o la eólica, también funcionan gracias a estos elementos tan críticos. ¿Sustituir el petróleo por energías que utilizan recursos muchos más escasos? Es una reflexión que hay que hacer.
Si la respuesta es “no”, tenemos un problema. Y también tenemos un problema si, como sucede ahora, las llamadas “ tierras raras” están en manos de muy pocos países, como China. El Centro Internacional de Investigación en Materias Primas Críticas para Tecnologías Industriales Avanzadas, ubicado en Burgos, colabora con las Instituciones Europeas para hacer frente a este problema. En líneas generales, se pueden hacer tres cosas: encontrar nuevos yacimientos, reciclar esas materias primas o sustituirlas a través de herramientas tan poderosas como la nanotecnología.
El agotamiento de los recursos minerales de la tierra es un debate pendiente, porque ni va a haber para todos, ni para siempre.
Los residuos serán las materias primas del futuro
Si tiramos un envase de refresco al campo o a la playa, la naturaleza tendrá que hacer un esfuerzo titánico para deshacerse de él. Si lo echamos al cubo de la basura donde van todos los residuos mezclados, acabará en el vertedero, pero también tardará muchas decenas de años en descomponerse. Lo mismo pasa con una vieja cacerola o el despertador que ya no nos sirve. El cubo de la basura no es su lugar. La mejor solución es recuperar y reciclar, convertir nuestros residuos en recursos.Una visita al Parque Tecnológico de Valdemingómez, en Madrid, nos enseña la cruda realidad. Del total de residuos domésticos que llegan, consiguen reciclar una tercera parte, y eso está muy lejos del cincuenta por ciento que Europa nos va a exigir dentro de dos años.
Un vertedero puede llegar a ser un yacimiento mineral. De hecho, algunos se están volviendo a abrir para rescatar todos los metales que contienen. Aluminio, cobre o hierro se pueden reciclar una y otra vez sin que pierdan sus propiedades.
Chatarrerías, las minas urbanas del siglo XXI
Una mina acaba agotándose, o cada vez es menos rentable porque a medida que se extrae mineral su concentración disminuye. Eso implica mover muchas más rocas, utilizar mucha más agua y consumir mucha más energía.Cuando reciclamos aluminio, ahorramos un 95% de energía respecto a la extracción, un 85% si hablamos de cobre y casi un 75% en el caso del hierro.
El reciclaje es la solución para acabar con esa dinámica de locos de “usar y tirar” en la que se basa nuestra economía. Las chatarrerías del siglo XXI son auténticas minas urbanas donde ecología y economía se dan la mano.
Las plantas de recuperación y reciclaje trituran el coche viejo o la lavadora inservible, separan los distintos metales y los mandan a la fundición. Allí dejarán de ser lo que fueron para adoptar otras muchas formas y tener otras muchas vidas.
Toda planta de recuperación y reciclaje que se precie, por pequeña que sea, vive pendiente de la Bolsa de Metales de Londres, porque el precio al que venden sus productos se referencia a ese mercado internacional de materias primas.
Basura electrónica, la que más crece y menos se recicla
Crece tres veces más deprisa que la basura doméstica, y es difícil de gestionar. Son los llamados RAEES, residuos de aparatos eléctricos y electrónicos. Traducido a la vida cotidiana, todo lo que funciona con electricidad o pilas, desde un cepillo de dientes hasta un despertador, un frigorífico o un ordenador. Su tratamiento, como puede deducirse, es difícil, porque estamos hablando de aparatos con diseños, formas y volúmenes muy distintos que también llevan componentes peligrosos. Un dato: dos o tres pilas de mercurio pueden contaminar un pantano.Por eso, cuando ya no sirven, hay que llevarlos a una chatarrería autorizada o a un punto limpio para que se hagan cargo de su gestión las plantas especializadas en este tipo de residuos. Ellos se encargarán de convertir esos desechos en materias primas secundarias.
La mitad del oro mundial no se recicla
Esto no había pasado nunca. La pregunta es por qué estamos despreciando el metal más valorado de la historia. Sencillamente, porque la electrónica utiliza más oro que la joyería. El oro de los móviles o los ordenadores está en cantidades microscópicas que a muy pocas empresas les sale rentable recuperar. Necesitan un millón de móviles para conseguir un gramo de oro.Y lo mismo sucede con otros elementos mucho más extraños y críticos. En las tripas de un dispositivo electrónico hay indio, tántalo, estaño, litio, paladio y “tierras raras” como gadolinio, lantano, neodimio o praseodimio; más de cincuenta elementos de la tabla periódica. Aunque estén en cantidades ínfimas, hay que tener en cuenta que hay casi tantos teléfonos móviles como personas en el planeta, y que el tiempo medio de vida de cada uno de ellos no llega a dos años.
Las energías verdes como la fotovoltaica o la eólica, también funcionan gracias a estos elementos tan críticos. ¿Sustituir el petróleo por energías que utilizan recursos muchos más escasos? Es una reflexión que hay que hacer.
Si la respuesta es “no”, tenemos un problema. Y también tenemos un problema si, como sucede ahora, las llamadas “ tierras raras” están en manos de muy pocos países, como China. El Centro Internacional de Investigación en Materias Primas Críticas para Tecnologías Industriales Avanzadas, ubicado en Burgos, colabora con las Instituciones Europeas para hacer frente a este problema. En líneas generales, se pueden hacer tres cosas: encontrar nuevos yacimientos, reciclar esas materias primas o sustituirlas a través de herramientas tan poderosas como la nanotecnología.
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