TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - YOGA ALLÁ DE LOS 70 AÑOS,.
fotos - YOGA ALLÁ DE LOS 70 AÑOS,.
Mejora la elasticidad, fortalece los músculos y previene el estrés.
La práctica de yoga se ha extendido en nuestro país y cada vez son más
los médicos que lo recomiendan para la gente mayor. Sus maestros
prefieren llamarlo ‘yoga para sabios’.
La sabiduría es una cualidad que aparece a partir de los 75 años. Con
esa edad comienza la etapa más fructífera de la vida. Todo lo anterior
no es más que una preparación o aprendizaje para llegar a ese momento»,
asegura el profesor de yoga Paco Calatrava.
Maby, una de sus mejores alumnas, todavía es muy joven. Tiene 72
años, pero ya está a punto de entrar en ese club de sabios del que habla
Paco: «Cuando mis amigas me dicen que estoy muy bien para mi edad, yo
siempre les contesto lo mismo: es que llevo 15 años haciendo yoga».
Triángulo extendido
Flexión lateral con los brazos en
cruz; la cadera mira al frente; el cuerpo se inclina lateralmente,
manteniéndose en un mismo plano
Según un estudio realizado por el
Instituto Sondea,
el 29 por ciento de los españoles ha practicado yoga alguna vez a lo
largo de su vida. La novedad es que cada día son más los médicos,
fisioterapeutas y psicólogos que recomiendan esta práctica a las
personas mayores y le atribuyen importantes beneficios para la salud
«incluso en casos de enfermedades importantes o que requieren especial
atención», añade Belén Mendoza, profesora, al igual que Paco, en la
escuela The Yoga Shala Madrid.
El arco (postura avanzada)
Flexionar las piernas y sujetar los tobillos con las manos; levantar cabeza, pecho y muslos
Maby está convencida de que el yoga le ha cambiado la vida, y suelta
una carcajada recordando la primera vez que escuchó hablar de ello: «Yo
tenía 20 años cuando vi en la tele a una mujer norteamericana, muy alta y
muy guapa que había empezado a practicarlo con más de 50 años y pensé:
‘Esa vieja ¿qué espera de la vida?’ -se ríe-. ¿Sabes con qué años empecé
yo? Con 54».
Bienestar integral
Las articulaciones se aflojan, los músculos se tonifican, el sistema
nervioso y el endocrino se armonizan y mejora el funcionamiento de todos
los órganos internos: corazón, pulmones… Los beneficios del yoga, según
Belén, son muchos, pero lo más importante es que se va desarrollando la
conciencia de uno mismo en relación con el cuerpo y los procesos
mentales. «Existen ya diversos estudios científicos que muestran que las
técnicas de yoga pueden ayudar a personas que sufren dolencias como
hipertensión, trastornos del sueño, ansiedad, depresión, artritis,
diabetes y problemas de peso», añade Paco.
Postura ecuestre
Abrir el pecho y mirar a un punto al frente; la rodilla delantera no debe sobrepasar el tobillo
Beatriz, otra de sus alumnas, ha cumplido ya 84 años y confirma que
se siente como una rosa. «Me noto mucho más flexible. ¿Quién me iba a
decir a mí que sería capaz de agacharme a coger una cosa debajo de la
nevera?», bromea. «Además, he aprendido a relajarme completamente y,
cuando salgo de una clase, me siento como flotando. Me viene fenomenal
cuando estoy un poquito alterada», asegura.
Los médicos atribuyen al yoga importantes beneficios a cualquier edad
Quizá por eso, y según el estudio realizado por la web especializada
Aomm.tv por medio del Instituto Sondea, el principal motivo por el que
los españoles empiezan a practicar yoga es para reducir el estrés, y el
64,24 por ciento son mujeres. «Los hombres suelen tener mucho más rígido
el cuerpo y eso hace que, al principio, estén más pendientes de este
aspecto y menos receptivos a otros», afirma la profesora. Pero también
esto está cambiando y hay quien llega con mucha receptividad para
aprender las técnicas y conocer el trasfondo filosófico. Como Juan,
compañero de aprendizaje de Maby y Beatriz, que a sus 79 años está
encantado con la parte física de las clases, pero «sobre todo añade- me
gusta cuando profundizamos en el tema de la vida interior y la
meditación».
Suave torsión espinal
Sujetar la rodilla, alargar la columna y rotar columna y cabeza
«Por eso no hay edad ni condición para practicar yoga -garantiza
Paco-, porque nunca es tarde para plantearse crecer como persona y vivir
más conscientemente».
Experiencia vital
Los profesores cuentan que los mayores llegan a la escuela con cierta
inseguridad en el aspecto físico y, si hay algún alumno más joven en la
clase, suelen mirar de reojo para compararse. Pero esa actitud va
desapareciendo. «El yoga tiene más que ver con escuchar al cuerpo que
con lograr la postura. La flexibilidad es solo un detalle dentro del
nivel de sabiduría que implica -dicen-. En general, los mayores son más
disciplinados y comprometidos que la gente joven y mucho más
agradecidos».
Posturas de la vaca y el gato
Las muñecas deben estar justo debajo de los hombros; se ha de arquear la espalda sin despegar las manos
Dentro de las
asanas, los profesores adaptan las posturas a
las condiciones de cada alumno en cada momento. «Además, utilizamos
ayudas como cojines, mantas enrolladas, incluso sillas si alguno las
necesita para determinadas prácticas -apunta Belén-. También hay que
identificar las dolencias y saber las prácticas que están
contraindicadas para ellas. Por ejemplo, las posturas invertidas no son
adecuadas para casos de hipertensión y problemas de corazón».
«El yoga te abre otro nivel de experiencia vital, a veces
desconocido, incluso habiendo cumplido años, y es asombrosa la
receptividad que tienen los mayores hacia esos aspectos», concluye la
profesora.
MABY VÍAS, 71 AÑOS
“El cuerpo me pide colocarse bien”
Fui madre muy joven, estudié Graduado Social y he vivido en muchas
partes por el trabajo de mi marido. Pero ahora estoy muy centrada en el
yoga y, después de estar 15 años practicándolo, ya he conseguido que mi
cuerpo se recoloque casi inconscientemente cuando adopto una postura
errónea o me noto encorvada».
La postura del triángulo extendido tonifica los
nervios espinales, flexibiliza la columna vertebral, masajea los órganos
abdominales y fortalece las piernas, entre otros beneficios.
JUAN BAUTISTA 79 AÑOS
“Me gusta combinar ejercicio y meditación”
Siempre he hecho mucho deporte y no me imaginaba que una clase de
yoga podría ser equivalente a una hora de ejercicio intenso en un
gimnasio. Por eso me gusta practicarlo, porque mezcla la actividad
física con la meditación y la concentración, y eso te hace vivir más el
presente», asegura Juan.
La postura ecuestre forma parte de los saludos al
sol (un ejercicio dinámico de calentamiento), sirve para tonificar los
órganos abdominales y aporta flexibilidad a las piernas, así como a las
caderas.
BEATRIZ MORENO, 84 AÑOS
“Ya tengo controlado el tema de la respiración”
Empecé a hacer yoga hace un año y pico y noto muchísimo la mejoría.
Ya tengo controlado también el tema de la respiración y soy capaz de
relajarme completamente», cuenta Beatriz, que practica yoga, juega al
golf y acude todos los días a un taller de restauración de muebles.
La media torsión espinal es recomendable en dolencias como reumatismo
y escoliosis; y la postura del gato libera tensión de espalda y cuello,
beneficia al sistema digestivo y favorece la concentración.
VANDA SCARAVELLI (1908-1999)
El poder de la columna. Esta reconocida maestra,
nacida en Florencia, llegó al yoga con 40 años y practicó su propio
estilo hasta cumplir los 91. Scaravelli confiaba plenamente en el poder
curativo del yoga y desarrolló un método basado en la
fuerza de la gravedad, la respiración y la correcta alineación de la columna vertebral. Su legado quedó reflejado en su libro
Awakening the spine.
TITULO: REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - EUGENESIA NAZI - ¿ QUÉ HIZO ALEMANIA CON LOS CADÁVERES ?,.
fotos - EUGENESIA NAZI - ¿ QUÉ HIZO ALEMANIA CON LOS CADÁVERES ?,.
En 1990 se enterraron muestras cerebrales de cientos de miles de
personas discapacitadas asesinadas por los nazis: científicos alemanes
las habían conservado desde la Segunda Guerra Mundial para estudiarlas. Las sepultaron tarde. Y mal. Nuevos registros han descubierto muchos más restos.
En una parcela del cementerio muniqués de Waldfriedhof, rodeada de
hayas y tejos, se alza una losa de piedra. «En memoria de las víctimas
del nacionalsocialismo y los abusos a los que fueron sometidas en nombre
de la medicina», se lee en ella.
La sociedad Max Planck colocó esta estela en 1990.
Creían estar cerrando de una forma digna el capítulo más oscuro de la historia de la institución. Bajo la placa enterraron muestras cerebrales de las víctimas del programa nazi de
eugenesia.
Investigadores de las sedes del Instituto Max Planck en Fráncfort,
Colonia y Múnich habían seguido trabajando con esos tejidos muchos años
después de la caída del Tercer Reich.
Se acaban de encontrar en clínicas y
centros del país restos de víctimas de la eugenesia. En el sótano del
Instituto Planck de Múnich había restos de víctimas de los macabros
asesinatos del Tercer Reich: no estaban enterrados como se creía hasta
ahora. Estaban arrumbados en almacenes
Sin embargo, la cúpula directiva del Instituto Max Planck de
Psiquiatría, con sede en Múnich, sabe que la mayor parte de aquel
terrible legado nazi no yace bajo la tierra del cementerio de
Waldfriedhof. Un equipo de científicos encontró en 2016 en el archivo y
el museo del centro numerosas muestras de tejidos y cortes cerebrales
procedentes de víctimas del nazismo. Entre esas muestras figuraban
algunas que, supuestamente, habían sido enterradas en Waldfriedhof.
También encontraron, metidos en baúles, armarios viejos y cajas de
cartón, expedientes de pacientes internados en residencias y sanatorios
nazis asesinados entre 1939 y 1945 bajo el programa de eugenesia.
“Material valioso”
Durante décadas, la investigación psiquiátrica en Alemania no mostró
interés en cerrar el trágico episodio del asesinato sistemático de
enfermos y discapacitados. Muy al contrario: en los años posteriores al
final de la guerra, los científicos decidieron conservar, por
considerarlas un valioso material de estudio, las muestras extraídas a
aquellas víctimas asesinadas por sufrir trastornos de carácter
hereditario.
Más de 70.000 personas consideradas física o intelectualmente
discapacitadas fueron ejecutadas en el marco del programa de
‘eliminación’ de lo que los nazis denominaban ‘vidas indignas
de ser vividas’, llevado a cabo en sanatorios alemanes entre 1939 y
1941. Esta cruel tarea estaba dirigida desde una oficina en el número 4
de la Tiergartenstrasse de Berlín, por lo que tan terrible genocidio se
denominó ‘Acción T4’. A pesar de que el programa se canceló oficialmente
a mediados de 1941, los asesinatos prosiguieron hasta el final de la
guerra.
Se calcula que 300.000 personas fueron víctimas de la eugenesia durante el régimen nazi
La maquinaria de eugenesia nazi llevó a la muerte por gas, hambre o
envenenamiento a unos 300.000 pacientes; entre ellos, muchos niños. A
esa cifra habría que añadir las 400.000 personas que fueron sometidas a
esterilizaciones forzadas, muchas de las cuales no consiguieron
sobrevivir a la intervención.
Envío de tejidos
En un primer momento
se estableció que los cadáveres fueran incinerados después de la ejecución. Pero los científicos protestaron.
Entonces se decidió tomar muestras de tejidos de los enfermos
congénitos y enviarlas a instituciones médicas del Reich para ser
estudiadas. Los laboratorios del Centro Alemán de Investigación
Psiquiátrica, predecesor del Instituto Max Planck de Psiquiatría de
Múnich, recibieron tejidos cerebrales de unas 700 víctimas. En los
archivos y almacenes científicos de todo el país se encuentran decenas
de miles de cortes cerebrales.
En 2016 se encontraron restos metidos en baúles, armarios viejos y cajas de cartón
En los tiempos del Tercer Reich, los científicos escogían como objeto de estudio
post mortem
a los pacientes que más les convenían, por ejemplo, aquellos aquejados
de una esclerosis tuberosa o cualquier otra dolencia hereditaria. Es
decir, el sistema nazi permitía asesinar por encargo a los sujetos
elegidos.
Hasta bien avanzada la década de los ochenta a los médicos alemanes
les costó resistirse a la tentación de usar aquel material heredado de
los nazis. En los años ochenta, el historiador berlinés Götz Aly
descubrió que en Fráncfort todavía había bastantes muestras procedentes
de tiempos de la Acción T4. La Conferencia de Ministros de Educación y
Ciencia exigió que se pusiera fin al uso de esos materiales. El
Instituto Max Planck decidió enterrar todas las muestras procedentes de
la época en cuestión. Encargó a una de sus empleadas, Elisabeth
Rothemund, la elaboración de una lista de casos en los que la sospecha
de eugenesia estuviera más o menos sustentada y que los restos fueran
inhumados en el cementerio de Waldfriedhof.
Niños con trastornos mentales en la Alemania de 1930. Los nazis asesinaron a miles de menores y esterilizaron a 400.000 personas
Por mucho que ahora se insista en que la inhumación se realizó de una
forma digna, la realidad fue otra. Los restos procedentes de Fráncfort,
Colonia y Múnich fueron enterrados en una fosa doble, metidos dentro de
cajas de metal y madera, poco antes del amanecer del 21 de febrero de
1990. Eligieron una hora tan temprana por miedo a llamar la atención de
la prensa sensacionalista. Actualmente sigue sin conocerse a qué
víctimas correspondían las muestras enterradas.
El programa eugenésico del Tercer Reich proclamaba la eliminación de «las vidas indignas de ser vividas»
A pesar de los avances en el esclarecimiento del asunto, los críticos
no están satisfechos. En 2015 aparecieron en el archivo de la Sociedad
Max Planck en Berlín más muestras cerebrales, muchas de las cuales se
podían adscribir sin lugar a dudas a la Acción T4.
Cartel nazi que denuncia lo costoso que resulta para la sociedad alemana el mantenimiento de los discapacitados
Un informe de octubre de 2015, encargado por la propia Sociedad,
afirmaba que había indicios de que numerosos cortes cerebrales habrían
sido apartados para evitar su inhumación, probablemente debido a que
alguien quería preservarlos para sus investigaciones. Pero hay más. de
las muestras apartadas -alrededor de un centenar- han desaparecido
algunas.
Hasta los años 80, algunos médicos alemanes estudiaron el material heredado de los nazis
Aquel informe resultó tan incómodo para la Sociedad Max Planck que su
presidente, Martin Stratmann, ordenó revisar de nuevo todos los centros
adscritos al organismo que dispusiesen de muestras humanas en sus
archivos. Transparencia total fue la directriz de la comisión creada a
tal efecto. En febrero de 2016, Martin Keck -médico jefe del Instituto
Max Planck en Múnich- accedió con otros cuatro investigadores al sótano
del edificio muniqués. El archivo de muestras cerebrales parecía «un
almacén de trastos». En su registro,
los médicos encontraron tres envases con fragmentos de cerebro
que se cree que proceden de víctimas de eugenesia, además de un fichero
con los datos de los pacientes a quienes se les habían extraído las
muestras húmedas conservadas en el archivo. En las fichas no solo estaba
consignado el nombre y el diagnóstico, sino también en qué lugar del
archivo se encontraba cada muestra cerebral, incluidos muchos casos
procedentes del periodo comprendido entre 1939 y 1944.
Las víctimas
Si se hubiese abierto antes ese archivador, se habría podido
comprobar que la inhumación en el cementerio de Múnich dejó mucho que
desear. Y también se habría podido identificar a las víctimas. Por
ejemplo, en un registro de entradas de los años 1939 a 1948 figura una
muestra perteneciente a Kunigunde Schnell, asesinada en el sanatorio
nazi de Kutzenberg, cerca de Bamberg.
Dentro de una caja de cartón apareció una colección de microfilmes
con expedientes médicos de «casos retirados en 1990», además de un
clasificador con anotaciones y la inscripción «Lista de cerebros, lista
Eglfing», en la que las muestras estaban ordenadas en función de los
distintos diagnósticos.
Se necesitan 1,5 millones de euros para catalogar las muestras conservadas en formol
Por otro lado, en una estantería grande se encontraron frascos de
cristal con más de 50 muestras conservadas en formol, en los que
figuraban la fecha de fallecimiento, la edad de los pacientes y la causa
de su muerte. Algunas de las muestras procedían de eugenesias.
¿Por qué no se encontró antes este material?
Varias muestras llevaban rótulos como «idiocia» o «mongolismo», unas
cuantas contenían muestras con fechas comprendidas entre 1939 y 1945… En
otro espacio, que la institución describe como museo, acumulaban polvo
siete frascos más con muestras del año 1939. Algún empleado tuvo que
haberse encargado de cuidar las muestras durante todo ese tiempo. En
otra zona del archivo encontraron nueve armarios metálicos con
historiales médicos y expedientes de los años 1936 a 1945.
En el archivo del Instituto Max
Planck en Múnich han hallado frascos con más de 50 muestras en formol
con la edad, la causa y la fecha de la muerte de los pacientes
Después de la inspección de los sótanos realizada en 2016, el
instituto destituyó a su director. Ahora, un equipo de especialistas
externos trabaja en la reordenación de los fondos. Se calcula que serán
necesarios 1,5 millones de euros para catalogar todos los cortes
cerebrales y muestras conservadas en formol.
El capítulo final será la inhumación de todas las muestras,
esta vez con la mayor transparencia posible. El instituto quiere
inscribir los nombres de los pacientes en la lápida del cementerio de
Waldfriedhof y añadir una placa en la sede de Múnich en recuerdo de
aquellas víctimas olvidadas.
TITULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - La verdad es un cepo para osos,.
foto - reloj Real Madrid -La verdad es un cepo para osos,.
Cepo. Ramona decía siempre la verdad, lo que le
ocasionaba continuos problemas entre los conocidos, que la evitaban, y
los desconocidos, que se la encontraban de sopetón y sin posibilidad de
huida. Desde niña arrastraba esa virtud básica y descarnada que para el
resto del mundo era un defecto. Cada vez que abría la boca soltaba un
animal viscoso y tóxico, si bien, para ella, lo que emitía eran arrullos
de tórtola. En su ánimo no estaba corregir a los otros. No se creía
superior ni era castigadora ni rencorosa. Según Ramona, las palabras
expresaban genuina franqueza sin maldad, espina venenosa o cepo para
osos.
Alpinista. En la escalera de la finca sin ascensor
se cruzó con un hombre con una obesidad manifiesta. Sudaba como si
estuviera en una sauna con abrigo, sombrero y bufanda. Resoplaba y
afrontaba cada escalón con la temeridad del alpinista en el último tramo
del Everest. La mole adiposa alzó la vista y descubrió a la depredadora
moviéndose en sentido contrario, desplazándose desde las alturas con el
sigilo del leopardo de las nieves. Ramona se preocupó por la salud del
individuo, que estaba a punto del colapso cardiovascular más por la
incomodidad de la situación que por el esfuerzo. Ella soltó el hachazo
con la dulzura almendrada del cianuro: «Estás gordo, gordísimo. Eres un
hipopótamo. ¿Por qué no haces un poco de ejercicio? Cualquier día te
encontraremos muerto en la escalera. ¡Ya me dirás cómo moveremos esas
toneladas!». Y con la sonrisa de las buenas personas siguió triscando
hasta la calle.
Matraca. En el autobús quiso sentarse, aunque los
cuatro asientos reservados para ancianas y embarazadas -y alguna otra
categoría englobada en un logo de difícil interpretación semántica-
estaban ocupados por chavales con el cabello tan corto que las ideas les
clareaban. Ramona se plantó ante ellos. La ignoraron con ese desprecio
generacional que convierte a los mayores en invisibles. De los labios
salió un tiro con silenciador: «Menudos sinvergüenzas. Contentos
tendréis a vuestros padres. ¿Nacisteis cansados? ¿Os pesan las piernas?
Vaya juventud. A esta hora, ¿no tendríais que estar en el instituto?
Largo de aquí». Siguió la matraca con una frialdad que les heló la
sangre. No gritó. No alzó el bolso a modo de porra. Les habló con el
tono del capo que deja una pistola sobre la mesa para que el traidor se
suicide. En la primera parada, salieron pitando.
Gotero. Entró en la peluquería y, al verla, la
mayoría de las clientas intentaron escapar. Los secadores de pie
aprisionaban las cabezas e impedían la fuga al trote, a menos que
huyeran como los enfermos que arrastran los goteros por los pasillos de
los hospitales. Caminó con la lentitud del
sheriff bajo un sol
de cactus. Había reservado la hora si bien ninguna de las empleadas
quería acercarse. A una la había llamado ‘golfa’. A la otra,
‘incompetente’. A la de más allá, ‘solterona amargada’. A la de la
esquina, ‘pollina’ y ‘lianta’. Fue la jefa la que tomó la iniciativa y,
para ahorrarse los improperios, se ajustó unos cascos con música
heavy
a toda melena. El cabello de Ramona era una red averiada de pescadores y
mientras se lo reparaban martirizó a la vecina de butacón. Habló con el
tono meloso de las abuelitas: «Tu familia no te quiere. ¿Cuánto hace
que no te llama tu hijo?».
Parietal. De regreso a casa, tras hacer el camino a
la inversa, se encontró con la realidad que denunciaba y que le dolía
como caminar descalza sobre cristales rotos. En la butaca del comedor
aguardaba derrumbado el hombre gordo de las escaleras, con las grasas
sirviéndole de cojín: era el marido. Junto a él, jugando a la Play, uno
de los chicos del autobús con los parietales a cero: el nieto. Al rato
llegó la hija, la madre del chaval: la encargada de la peluquería. Nadie
habló a la esposa, a la madre, a la abuela. En un iceberg habría
sentido más calor. ¿Cuánto hacía que no la llamaba su hijo?,.