TITULO: Cuadernos de paso - La sonrisa del pelícano - Esta noche cruzamos el Mississippi - Crónicas marcianas - Los trastornos alimentarios se disparan durante la pandemia ,.
La sonrisa del pelícano ,.
La sonrisa del pelícano fue un programa español de televisión emitido por Antena 3, Presentado y dirigido por Pepe Navarro,.
Esta noche cruzamos el Mississippi,.
Esta noche cruzamos el Mississippi fue un programa de televisión producido y presentado por el periodista Pepe Navarro y emitido por la cadena española Telecinco entre el 18 de septiembre de 1995 y el 10 de julio de 1997. Se emitía de lunes a jueves en la franja del late night., etc.
Crónicas marcianas ,.
Crónicas marcianas fue un late show de televisión, producido por Gestmusic Endemol y emitido por la cadena española Telecinco entre 1997 y 2005. Estaba dirigido y presentado por Javier Sardá y contaba con Miquel José y Jordi Roca, con quienes Sardá había creado La Ventana en la Cadena SER, como subdirectores y guionistas.
Es el programa de late night más longevo y más visto de la historia de la televisión en España.1 A pesar de ser considerado por muchos como uno de los máximos exponentes de la llamada telebasura en España, obtuvo multitud de premios, como un Ondas, dos de la Academia de la Televisión y seis TP de Oro., etc.
Los trastornos alimentarios se disparan durante la pandemia,.
foto / El encierro y el efecto de las redes sociales han provocado que los casos aumenten un 20% y hayan empeorado los 400.000 que ya existían, todos perjudicados también por el difícil acceso al sistema sanitario,.
Cuerpos esculturales exhibiéndose en redes sociales. Mensajes evocando la necesidad de hacer ejercicio físico y llevar una dieta sana para no abandonarse. Viajes a la nevera que provocan sentimientos de culpabilidad. El último año y medio de pandemia ha sido un gran caldo de cultivo para los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), tal y como coinciden pacientes y profesionales. Un hecho que ha afectado tanto a las personas que ya los sufrían y han visto empeorar su situación —unas 400.000 en España, de las cuales 300.000 son jóvenes adolescentes, según datos de la Fundación Fita (entidad dedicada a la prevención, la sensibilización y la comprensión de las problemáticas de salud mental)—, como a muchas con riesgo de padecerlos que han terminado por desarrollarlos. En un momento caracterizado por el difícil acceso al sistema sanitario, volcado en atender la crisis de la covid, los expertos señalan que los ingresos por TCA se han disparado un 20% durante la pandemia.
Lluna Iglesias (18 años) ingresó este junio en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona por la anorexia restrictiva que sufre desde los 12. Su madre, Flors Moreno, lamenta: “Lo teníamos programado desde antes de la pandemia, pero se retrasó mucho, así que Lluna llegó muy mal”. Moreno denuncia: “Los casos de salud mental son los menos y peor atendidos”. Según la OMS, esta es una de las áreas más desatendidas de la sanidad pública. Con respecto a los TCA, un 16% no son diagnosticados, y más del 30% no reciben el tratamiento que necesitan, según datos de Ita Salud Mental (red de centros especializados en el tratamiento de la salud mental). Para Nina Bozzo (21 años), “el confinamiento fue una vuelta atrás”. Sufre un TCA no especificado (cuadros incompletos de anorexia o bulimia nerviosa) desde los 14, y el encierro supuso un retroceso en su proceso de recuperación. “Vigilaba todo lo que comía, y aumenté mi rutina de ejercicio. Intenté controlar lo de dentro, ya que fuera era todo un descontrol”, admite.
Iglesias y Bozzo representan una realidad que afecta a miles de personas. Carmen Angosto, psicóloga sanitaria en EnMente Psicólogos, lo explica: “Los casos que ya estaban diagnosticados se han agravado, y el número de nuevas consultas se ha multiplicado. No damos abasto”. Anorexia nerviosa, bulimia, trastornos por atracón... Los TCA han campado a sus anchas. Angosto encuentra una de las razones: “Cuando limitas la cantidad de estímulos a un piso, a una habitación, a las pantallas, más espacio hay para las obsesiones”. Eduard Serrano, coordinador de la Unidad de TCA del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, coincide con Angosto: “Los casos que ya existían han empeorado y los nuevos, que son más que antes, son más graves porque no se han cogido a tiempo”.
Quiénes los sufren
El 90% de los afectados siguen siendo mujeres. Entre el 4% y el 5% de las chicas de entre 12 y 21 años en España sufre un TCA, según Ita Salud Mental. También ha descendido la edad en la que comienzan los trastornos. “Algunos niños empiezan a los ocho o nueve años”, detalla Angosto, y añade el retrato del perfil más típico de quien la padece: “Chica de 15 años, de clase social media-alta, con un buen rendimiento académico. En términos psicológicos, son controladoras, perfeccionistas, autoexigentes, rígidas”. Pero, según la Asociación contra la Anorexia y la Bulimia, cada vez hay más hombres, sobre todo chicos jóvenes, que sufren TCA y su portavoz asegura que el número de consultas sobre las variantes de este tipo de trastornos se han triplicado durante los últimos meses.
A Toni Mejías (37 años), cantante de Los Chikos del Maíz, le costó entender y aceptar que sufría anorexia. “No pensaba que podía afectar al sexo masculino”, justifica. En su libro Hambre: mi historia frente al espejo (Aguilar, 2021), publicado el pasado mayo, explica su batalla contra la enfermedad. Mejías recuerda experiencias que le marcaron y lo hicieron más vulnerable a padecerla: “Ser el gordito de tu grupo de amigos, que no se te dé demasiado bien el deporte, que te cueste hablar con chicas...”. Volver es el último tema que han editado Los Chikos del Maíz: “Es la canción que me debía. Escrita en ese camino de vuelta. De vuelta a reconocerme, a reencontrarme, a volver a ser”, publicó Mejías en su perfil de Instagram. “Sé que seré capaz de reeducar mi cerebro igual que lo estropeé y dañé en su día”, asegura. No obstante, confiesa: “En marzo de 2020 estaba en el mejor momento anímico y físico en años y ahora me vuelvo a notar mal”.
A pesar de que el origen de los TCA es “multifactorial”, Angosto afirma que “tiene mucho que ver con las redes sociales, la cultura de la imagen, el culto al cuerpo y la sexualización infantil”. Y subraya: “Son trastornos muy graves que, en el peor de los casos, pueden llevar al paciente a la muerte”. Un final dramático que afecta al 5% de las personas con anorexia.
Las redes sociales, la fosa de los leones
Bozzo recuerda el principio de su TCA, que llegó de la mano de las redes sociales: “Yo quería el cuerpo perfecto de Alexis Ren [modelo y estrella de Instagram]. Ojalá hubiera sabido antes que era fruto de un trastorno alimentario”. Mercedes Jorquera, directora asistencial de Ita Previ Valencia, explica el daño que están causando las redes, que fueron la única ventana al exterior durante el confinamiento: “Están muy de moda el real fooding y el ayuno intermitente. Siempre han existido los mitos sobre la alimentación, pero gracias a las nuevas tecnologías llegan a más y más personas”.
Según Jorquera, esto afecta sobre todo a adolescentes, pues se encuentran en un momento de “cambio y vulnerabilidad”. Desde la Fundación ANAR, de ayuda a niños y adolescentes en riesgo, lo confirman. Cuando comenzaron las primeras salidas después del encierro, los trastornos de alimentación en este grupo de edad aumentaron un 826,3% respecto al 2019, de acuerdo con datos que obtuvieron a partir del número de llamadas atendidas durante el 2020 en sus Líneas de Ayuda: más de 166.000 peticiones de auxilio de menores que estaban sufriendo algún tipo de problema.
Más allá de las redes, “siguen teniendo muchísimo poder las webs que fomentan la anorexia y la bulimia”, se queja Jorquera. Ofrecen consejos, dietas o ejercicios —algunos muy extremos— con los que perder peso rápidamente. Nina Bozzo cuenta su experiencia con estas plataformas: “Al principio, tanteas el terreno. Sabes que hay gente que vomita, que toma laxantes, pero lo ves tan lejos… Luego, terminas sentándote a comer desnuda frente al espejo, tal y como recomiendan, para verte gorda y dejar de comer”.
El papel de las familias
Visibilizar los TCA
Desde hace tres años, la activista feminista Cinta Tort (25 años) visibiliza su experiencia con los trastornos alimentarios a través del arte, las redes sociales y las charlas. “Te dicen que estar delgada es sinónimo de ser feliz, y te lo terminas creyendo”, denuncia. El TCA de Tort empezó cuando tenía 13 años. A los 21 se dio cuenta de que no podía seguir de esa manera, y decidió “hacer las paces” consigo misma mediante la pintura.
Durante los meses de encierro, la artista estuvo trabajando en el proyecto 467 gramos. Relatos de un trastorno invisible en una sociedad gordofóbica. “467 son los gramos que pesan las 20 monedas de plata que hay en el cajón de mi abuela y que ocultaba en mi sujetador cuando iba a pesarme al hospital”, confiesa Tort. Que reconoce: “Durante el confinamiento lo pasé mal. No quería recaer. Perdí tres kilos y la gente me decía ‘qué guapa estás’. Tenemos que dejar de relacionar delgadez con belleza y felicidad”.
Flors Moreno, madre de Lluna Iglesias, reconoce: “Cuando te encuentras con algo así, te lo cuestionas todo”. Con el tiempo, ha aprendido que el trastorno de su hija no depende de ella. “No puedes entrar en su cerebro y cambiarlo”, explica. La madre, el padre, la hermana y el hermano de la joven han ido a terapia, con el fin de entender la enfermedad y acompañar a la joven en su proceso de recuperación. Para Moreno, la familia es “la gran olvidada”: “Todo lo que hemos hecho ha sido por nosotros mismos. Nadie te ofrece ni psicólogos ni grupos de apoyo”. A lo que Iglesias responde: “Mi familia es una de mis dos grandes motivaciones. La otra soy yo”.
Con el paso del tiempo, Flors Moreno se siente el “micrófono” de su hija: “Toda esa tristeza, rabia, impotencia, miedo que tengo dentro, los canalizo trasladando a otras familias el mensaje de que no están solas y de que de todo se sale”. Tal y como refleja la Guía de Práctica Clínica sobre TCA elaborada por el Ministerio de Salud y Consumo, alrededor del 50% o 60% de los casos se recupera totalmente, entre un 20% a un 30% lo hace parcialmente, y solo entre un 10% y un 20% cronifica la enfermedad. Los tratamientos son largos, y en el mejor de los casos duran más de dos años.
Casi siete años después de que estallara su TCA, Bozzo admite que no está curada: “Aunque ahora la que manda soy yo, y no el trastorno, sigo sin poder disfrutar de la comida con tranquilidad”. Sin embargo, la joven ha aprendido que el camino que tomó “solo trae sufrimiento e infelicidad”. Lo que más le cuesta es que su familia y amigos la vean como la de antes: “Me mato por demostrar que no soy solo mi enfermedad”.
Señales de alerta
Eduard Serrano, del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, enumera algunos de los comportamientos que pueden estar relacionados con la posible existencia de un TCA. A nivel físico, destaca “la pérdida importante o cambios bruscos de peso, la pérdida de la menstruación y la caída del cabello”. A nivel psicológico, “la obsesión por la imagen corporal, una baja autoestima, y cambios en el estado de ánimo hacia la tristeza, la irritabilidad y el aislamiento”. A nivel de conducta hay que estar atentos a comportamientos como “hacer dieta o mucho deporte, ir al baño después de las comidas, o cortar los alimentos en trozos muy pequeños”. Serrano insiste en otro aspecto clave: “Al principio, las personas con TCA no tienen conciencia del problema. Es importante que no pase mucho tiempo desde que empieza hasta que sale a la luz”.
TITULO: DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - ¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE - Vivan los novios - Telecinco - Hacia el fin del salvaje oeste en Twitter,.
¡ ATENCION Y OBRAS ! CINE ,.
¡Atención y obras! es un programa semanal que, en
La 2, aborda la cultura en su sentido más amplio, con especial atención a las artes escénicas, la música, los viernes a las 20:00 presentado por Cayetana Guillén Cuervo, etc, foto,.Vivan los novios - Telecinco ,.
Vivan los novios fue un concurso del género Dating show, emitido las tardes de los sábados por la cadena española Telecinco entre 1991 y 1994., Presentador Andoni Ferreño, Arancha del Sol, Natalia Estrada y Gabriel Andres Corrado Andreacchio, etc,.
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - Hacia el fin del salvaje oeste en Twitter.
DESAYUNO - CENA - SABADO - ENREDATE - ¡ QUE HAY DE NUEVO ! - Hacia el fin del salvaje oeste en Twitter, fotos.
- Hacia el fin del salvaje oeste en Twitter,.
Esta semana una noticia sacudía, al tiempo, el mundo de las finanzas y las redes sociales. Elon Musk, el magnate detrás de empresas como Tesla o SpaceX, adquiría Twitter (229 millones de usuarios) por la nada desdeñable cifra de 41.600 millones de euros. Llevaba semanas coqueteando con la compra de la plataforma, de la que es un usuario muy activo -un solo comentario suyo puso en órbita el bitcoin-, hasta que finalmente completó la oferta. Declarado «absolutista de la libertad de expresión», se ha comprometido a reducir la moderación en la red social, argumentando que «la libertad de expresión es la base de una democracia funcional y Twitter es la plaza pública digital donde se debaten asuntos vitales para la humanidad».
.( Desayuno ),.
Para Diego Naranjo, responsable de Políticas de la asociación European Digital Rights, el razonamiento es engañoso. «Lo que quiere decir -explica- es que es absolutista para el más fuerte». Cree Naranjo que la intención de Musk con la compra de la plataforma es acercarse a ese salvaje oeste donde «no hay reglas, yo soy el individuo y yo decido, y el Estado no se puede inmiscuir. Parece muy moderno, pero es lo más antiguo que hay: la ley del más fuerte», desarrolla.
Cena,.
Y pone un ejemplo: «Si tu eres Musk, puedes dedicarte a hacer tuits insensibles e incluso dañar a personas, es tu libertad de expresión. Pero si eres el afectado, alguien con menos recursos, al que pueden destruir su carrera profesional, eres una víctima». Su asociación, continúa, abandera «una regla que siempre hemos defendido, que los derechos humanos sean parte fundamental de cómo se regulan los contenidos que se publican en las plataformas». De ahí que siempre haya insistido en que una parte de los ingresos que obtienen las plataformas se invierta en que se procure una moderación de los contenidos que proteja a las víctimas.
Es precisamente uno de los aspectos en los que hace hincapié la nueva Ley de Servicios Digitales (DSA, por sus siglas en inglés) que acaba de aprobar la UE, cuya puesta en marcha está prevista para 2024. La nueva norma pone freno a las pretensiones que Musk tiene sobre Twitter, al obligar a las grandes redes sociales, entre otras cosas, a incrementar su inversión en moderación -deberían abonar una tasa anual del 0,05% de sus ingresos para financiar esta vigilancia- y a hacer más transparentes sus algoritmos, con riesgo de multas de hasta el 6% de la cifra de negocios global de las empresas que incumplan la norma.
Libertad para los poderosos
Si Twitter quiere seguir operando en la UE, tendrá que acatar sus normas, como ya ha advertido el comisario europeo Thierry Breton. «Sus pretensiones», comenta Miquel Peguera, experto de Derecho de Internet de la Universitat Oberta de Catalunya, «colisionan no solo con esta ley, sino con mucha normativa europea que incentiva la moderación de contenidos», dice Peguera, que hace hincapié en que Musk también ha dejado claro que él por libertad entiende «todo lo que no sea ilegal». En este sentido, Javier Valls, profesor titular de Derecho Penal en la Universidad de Granada, considera que el conflicto «no es para tanto». «Toda red social nueva parte de la escisión de un grupo de gente de otra red social, asegurando que van a conseguir más libertad. En el momento que esa red social consigue un poco de éxito, al final se acaban poniendo límites», argumenta.
No en vano, recuerda Valls, que este 'adalid' de la libertad de expresión bloqueó a un usuario en sus redes que no hacía más que dejarle en evidencia exhibiendo los innumerables trayectos que cubría el dueño de Tesla en avión privado. «La libertad de expresión es esencial para el sistema democrático, pero siempre hay un límite: el código penal y los derechos fundamentales», insiste. Para Óscar Fuente, CEO y fundador de la escuela de negocios IEBS, lo que Musk pretende es «controlar una plataforma que le permite llegar a audiencias gigantescas y condicionar corrientes de opinión». Y va más allá: «Habla de libertad de expresión, pero de la suya».
Dice Musk que su intención es acabar con los 'bots de spam' -creadores de 'basura digital'- y autentificar a todos los humanos. Naranjo lo ve complicado. «Si no lo han hecho ya es que es muy difícil; al fin y al cabo los bots se usan para desinformar o radicalizar». En cambio, para Fuente, la clave puede estar ahí. «Si algo hay que reconocer a Musk es que tiene un equipo increíble, así que yo creo que sí va a poder verificar las cuentas. Si tengo que probar mi identidad y, cuando diga algo, tengo que ser responsable y responder, la toxicidad va a bajar mucho», apunta el CEO de IEBS.
En todo caso, ¿puede acabar la DSA haciendo que las plataformas huyan de la Unión Europea? «Lo dudo bastante -responde Naranjo-. Es raro que estas compañías quieran perder unos 440 millones de clientes. Como mucho pueden hacer lo que hizo Facebook, que es distinguir usuarios de primera categoría, con los datos un poco más protegidos, y de segunda». A juicio de Fuente, todo esto no va más que «acelerar la transición a la economía descentralizada. El futuro pasa por una red blockchain donde no haya nadie que controle y todos seamos controladores».
Las redes sociales estarán obligadas a motivar la retirada de contenidos
Cuenta Diego Naranjo, responsable de Políticas de la asociación European Digital Rights, que el resultado de la nueva Ley de Servicios Digitales es «menos ambicioso» de lo que esperaban. A su juicio, lo mejor de la nueva normativa es que se mantiene la prohibición de que las plataformas vigilen 24 horas al día las informaciones que en ellas circulan. «Pensamos que eso hubiera llevado a estos servicios a convertirse en policía y juez», afirma. Además, «hay una mayor transparencia en los anuncios 'online' y en los algoritmos, de cara a que la Comisión Europea y la sociedad civil puedan entender cómo funcionan».
Sin embargo, Naranjo cree que la normativa se queda corta en lo que se refiere al uso de datos sensibles para mostrar anuncios personalizados o a la hora de limitar el seguimiento a los usuarios cuando navegan por la web.
Por otro lado, la nueva normativa hace más responsable a las plataformas sobre los contenidos que se publican en sus servicios. ¿Habrá más censura? «Esperamos que no. Es cierto que las plataformas van a tener que reaccionar de forma más rápida, pero también van a tener que dar más explicaciones», apunta Naranjo.
Más controvertido es el apartado llamado 'Medidas especiales en tiempos de crisis', surgido al calor de la invasión de Ucrania, en el que, si lo considera, la Comisión Europea pueda limitar cualquier amenaza urgente en un periodo de tiempo de tres meses. «Entendemos que hay escenarios así -dice Naranjo-, pero nos preocupa que se le dé al Ejecutivo una especie de carta blanca». Por su parte, Javier Valls, profesor titular de Derecho Penal en la Universidad de Granada, explica que siempre hay matices. «En una situación normal, claro que es preocupante. Un año antes de la pandemia te hubiese dicho que es superpeligroso ese control estatal, pero en situaciones excepcionales como el asalto al Capitolio, las cosas cambian. Es muy complicado».
TITULO: REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA - VIAJANDO CON CHESTER - Aina Monferrer, el nuevo icono de la música en valenciano.
VIAJANDO CON CHESTER
Viajando con Chester es un programa de televisión español, de género periodístico, presentado por Pepa Bueno, en la cuatro los domingos las 21:30, foto, etc.
REVISTA MUJER HOY DE CERCA PORTADA -Aina Monferrer, el nuevo icono de la música en valenciano,.
foto / A Aina Monferrer no le interesa la etiqueta “música en valenciano”. Doctora en Filología y Culturas Europeas, actualmente es ayudante en la Facultad de Magisterio de la Universitat de València donde investiga en torno a una unidad cultural milenaria y sintética: las canciones. También las hace, porque Aina Monferrer es el origen y mitad de Aina Palmer, la expresión musical con la que está conquistando la escarpada ladera de los carteles de festival. Pero también es una de las expertas más actualizadas de Vicent Andrés Estellés (su tesis cum laude está dedicada a él y a su estilo), autora de cuatro libros, el último de ellos para “docentes hiperdiscursivos, o cómo podemos los profes de lenguas virtualizar nuestro trabajo en espacios como YouTube y las redes sociales”. La cocina de este manual está en su propio canal ‘De mica en mica’, con 750.000 visualizaciones a partir de píldoras que han servido a miles de personas a sacarse las certificaciones de nivel C1 y C2 de valenciano. Una comunidad que interacciona también en Instagram.
“El verano en que acababa el Grado en Comunicación Audiovisual en la Jaime I fue el mismo en que la capacitación para ser profesora pasó de unas pocas semanas a dos años. Estaba llena de rabia y no podía comprender que, por una cuestión de calendario, tuviera que pasarme dos años para ser lo que hubiera sido de haber acabado un año antes: profe de valenciano en cualquier instituto. Así que me fui a buscar al catedrático Vicent Salvador y le dije que quería que me dirigiera una tesis. Me dijo que lo haría si escogía a Estellés y me pasé cinco años estudiándole. Me enamoré y me desenamoré de él, pero agradezco mucho el viaje, porque Estellés rima con todo y a través suya estudié el valencianismo, a Sanchis Guarner, nuestra Transición, Ovidi Montllor o Joan Fuster. Años después, conocer su poesía subversiva, la de posguerra, que es la que me interesa, conocer nuestra historia contemporánea me ha permitido tener una voz, escribir muy libre”, cuenta al diario El País.
Aunque Monferrer (Burriana, 1987) es una experta en el poeta de Burjassot (ensayos, conferencias, artículos…), “no se me tiene en cuenta a menudo para hablar de él en círculos académicos. Quizá, no lo sé, mi afán por curiosear en otras formas de cultura, haciendo música, enseñando en redes, me haya convertido en ‘una rara’ para ese ámbito. Pero, bueno, me hubiera agobiado mucho que me identificaran únicamente con Estellés. Mi vida tienen que ser muchas otras cosas”. Actualmente, vive un momento de plenitud: después de sacarse las oposiciones para ser profesora en la Escuela Oficial de Idiomas, pidió una excedencia y ha conseguido dividir su año en tres periodos: el otoño-invierno, para la investigación en Magisterio; hacia la primavera, cursando alguna investigación internacional (la de este año, en la Universidad de Ginebra); y, por último, el verano, dedicado a la música.
En este último terreno, Aina Palmer es una bomba de relojería necesaria. No es casual que Monferrer haya encontrado en Jordi Palau, ex Orxata Sound System, un compañero de viaje para su alter ego (en formato dúo). Él ya vivió lo que suponía poner patas arriba el statu quo de la ‘música en valenciano’, micro en mano y con “una formación prematura, vanguardista, que en 2022 parece más contemporánea que cualquiera de nosotros”, dice Monferrer. Juntos están consiguiendo que críticos musicales, como el propio Joan Garí en este diario, les califiquen de “antológicamente perversos”. Y es que hay pocas radicalidades en la música valenciana más estimulantes que las de esta investigadora universitaria: Aina Palmer se atreve a manosear el Himno de la Comunidad Valenciana, a parodiar el Autoodi (con Fuster, Climent, Barberá y Reina de por medio) o a convertir en canción el último ensayo del historiador Juan Carlos Usó (Arroz, horchata y cocaína) y cruzar a la cultura de la Ruta del Bakalao con la historia española de las drogas en el primer tercio del siglo XX.
“Antes de que tuviera uso de razón ya estaba haciendo música. Hice los estudios profesionales de violín, pero la exigencia de la Universidad y las oposiciones me llevaron a abandonarla. Ahora que tengo un puesto de trabajo asegurado, he vuelto a mis orígenes y estoy volcando en las canciones algo que me hace muy feliz: tener una voz, expresarme con libertad y hacerlo evitando cualquier cliché; si algo nos suena al pasado, a lo ya escucahdo, lo descartamos”, dice Monferrer. Llevan tres años y tres discos, pero el último de ellos ha aumentado las dosis de incomodidad temática (también publicado a modo de película de videoarte en YouTube). “Al principio todo era más introspectivo. Me atrevía menos. Gracias a Jordi he ido soltándome y esa visión crítica o los conocimientos que estaban en mis artículos, ahora emergen en las canciones y en una puesta en escena provocadora”, cuenta.
De todos sus cánticos, uno parece sonar desde un nivel más personal: ‘Fusilao’, incluido en fallanca (Aina Palmer, 2021), atraviesa la historia del condenado a muerte Vicent Moliner, profesor burrianero como Aina Monferrer. Una canción de trap que presentó en su pueblo, con una performance en el Centre Municipal de Cultura ‘La Mercé’ y las hijas del ajusticiado presentes. A partir del poema ‘La tortura de pensar’, escrito en sus últimos días de vida, un Moliner lleno de una amargura y desencanto parece olvidar el carácter pacífico y dialogante por el que era conocido en Borriana. Algo de esa desesperanza (no future) se filtra en la actitud punk de esta polifacética investigadora y artista. Algo que la hace mantener una posición ultradinámica, pero ácrata. Quizá sea eso lo que conecte con un público casi siempre más joven que ella y que ha hecho de canciones contra el amor romántico como ‘Les ungles’ pequeños grandes himnos que se pasearán por una retahíla de festivales este verano.
TITULO: Viaje al centro de la tele -Tesoro de la tele - De Chenoa a Los Javis: 20 años de 'OT,.
jueves -12, 19 - Mayo a las 22:00 horas en La 2, foto,.
Hace 20 años, el programa fue pionero en la idea de generar un ‘star system’ propio delante de millones de telespectadores,.
A principios del siglo XXI se dio un cambio en el modo de producción de fama. Programas como Gran Hermano, pionero de los reality shows, u Operación Triunfo (OT), decano de los talents, proponían nuevas formas de llegar a ser una celebridad y también nuevas maneras en las que el público podía consumirlas. Si antes el famoso se consideraba un ser lejano, casi tocado por los dioses, ahora el famoso era alguien normal, un vecino, una prima, un cuñado que, de pronto, tras un proceso televisivo, saboreaba las mieles del éxito (y, a veces, se empachaba con ellas). La cosa no acabó ahí: pasado el tiempo surgieron las redes sociales que ahondaron este modelo, democratizando y sectorizando la fama aún más. El líder de opinión en Twitter o el influencer en Instagram, igual que el triunfito, son también celebridades que en una trama espaciotemporal paralela bien podríamos haber sido nosotros mismos. Qué rabia.
Se cumplen 20 años de la primera edición de OT, emitida en La 1 de Radiotelevisión Española, que, al igual que la primera de Gran Hermano, grabó a fuego a un grupo de personas en el imaginario colectivo. Posteriores temporadas también crearon a sus estrellas indiscutibles, como Edurne, Soraya, Aitana, Amaia, Alfred, Lola Índigo, etcétera, pero ninguna edición generó un star system que casi va más allá de la fama para incrustarse en la propia historia de España.
Recitar sus nombres es como recitar el panteón de los dioses griegos: David Bustamante, Chenoa, David Bisbal, Rosa López (o Rosa de España), Manu Tenorio, Nuria Fergó, Naím Thomas o el malogrado Álex Casademunt, que falleció este año en un accidente de tráfico. Hasta los menos conocidos hoy en día, como Javián, Juan Camus o Geno Machado, tienen su rinconcito en el corazón de muchos españoles. La textura de la celebridad de los miembros de OT1 muestra otra calidad, otra densidad, otro tacto que la de sus sucesores: son más míticos. Muchos de los momentos que tuvieron lugar en aquella primera temporada tienen carácter cosmogónico: el idilio entre Bisbal y Chenoa, el proceso de superación de Rosa, las lloreras de Bustamante, la canción Mi música es tu voz o las giras posteriores (y las grandes ventas de discos, cuando se compraban discos). El fugaz éxito del grupo Fórmula abierta, con cuatro triunfitos a ritmo veraniego.
“Ahora hay talent shows casi cada día”, dice Jaime Pérez-Seoane, director de la agencia de marketing e influencers Go-Talents. “En 2001 todo el mundo sabía quién era Bisbal, pero también sus compañeros. Hoy en día, todo el mundo conoce a Aitana, pero les costará decir con quién concursó en OT. Los talents ya solo impactan en sus nichos y la fama es más efímera”, afirma. El efecto de ser la primera vez, la notoriedad que eso les dio, no se lo puso fácil a aquel grupo de jóvenes. María Palacín, psicóloga de la primera edición del programa, que ahora dirige el máster Autoliderazgo y Conducción de Grupos de la Universidad de Barcelona, explica: “Eran personas anónimas, sencillas, que venían de otro mundo. Solo llegar a la Academia ya fue un gran triunfo para ellos. Cuando salieron por primera vez no sabían nada del fenómeno fan que se había formado fuera y a muchos les costó gestionarlo”. Los fans son seres muy particulares: de tanto amar a sus ídolos pueden llegar a resultarles hostiles, y los triunfitos se vieron escapando de ellos por doquier: se había generado una verdadera fiebre nacional. “Fue un shock para ellos, un gran impacto a nivel emocional, hubo mucho llanto”, recuerda la psicóloga. La fama: queremos conseguirla a cualquier precio aunque luego sea amarga.
¿A qué se debía tal éxito? María Dolores Cáceres, catedrática de Sociología de la Universidad Complutense y estudiosa del programa, dice: “El formato fue novedoso, un programa blanco, que no ofendía a nadie y que supo combinar una serie de elementos clave”. Esos elementos eran unos valores propios del paradigma socioeconómico, como son la competitividad y el ansia de fama (por eso el título era Operación Triunfo y no Operación Canción). “También el canalizar, a través de procesos de proyección e identificación, las aspiraciones, deseos y sentimientos del público, que sufría y disfrutaba con las peripecias de los chicos en la Academia”, añade la catedrática. La familia al completo se sentaba frente a la pantalla y cada miembro tenía su favorito, aquel con el que se identificaba. Había drama, pero el colofón era el final feliz: el esfuerzo siempre alcanzaba su premio, como en una fábula meritocrática moralizante.
En 2016 se celebró OT, el reencuentro, unos programas especiales que reunieron a los viejos compañeros, ya convertidos en señores y señoras de mediana edad, y ahí, además de la cobra que le hizo Bisbal a Chenoa, se pudo comparar, tres lustros después, cómo la vida había tratado a cada uno. Quiénes se habían convertido en verdaderas estrellas (aunque Rosa fue la ganadora de la edición y compitió en Eurovisión, Bisbal fue el que mejor consolidó su carrera internacional), quiénes eran clase media artística o quiénes habían regresado a una vida anónima, ajena al brillibrilli, carne de la sección Qué fue de… La sociedad puede ser muy cruel con aquellos a los que la fama ha abandonado (o viceversa), como juguetes rotos, aunque sean personas felices, satisfechas o exitosas en sus proyectos vitales lejos de las cámaras. Se vieron aquí viejas rencillas, pequeñas envidias, frustraciones larvadas: a pesar de la nostalgia y del clima de fraternidad, no todo había sido de color de rosa en la Academia.
Después de un parón de seis años, OT regresó renovado en 2017, en su novena edición. Ahí se observó un cambio de rumbo, en el que se escenificó la fusión entre el mainstream y el hipsterismo, entre lo “comercial” y lo “alternativo” que se ha dado en estos años dentro del ámbito de la cultura popular. De pronto, OT9 era más moderno. La amplia fama de Los Javis, por ejemplo, procede de su participación como profesores en el programa, y algunos de sus participantes coquetearon sin complejos con la música indie o los ritmos urbanos, como es el caso de Amaia, Alfred, Mimi (luego llamada Lola Índigo) o Aitana. Se acababa el dominio de la canción melódica y el gorgorito. En esta nueva serie de temporadas los debates sociales en torno a la cuestión de género, lo LGTBI, la tauromaquia o el ecologismo comienzan a visibilizarse en el show, cosa que no gustó en la parte derecha del arco político. OT se vuelve como todo lo que le circunda, de las panaderías a los ensayos literarios: moderno y comprometido.
La actual obsesión por la fama, el anhelo de transcendencia y reconocimiento, la sensación de que tenemos esa fama al alcance de nuestra mano, se han fortalecido en este siglo XXI, en parte gracias a programas como OT. Las redes sociales han radicalizado las cosas. “Hacerse famoso en 2021 es muy diferente a 2001″, explica Pérez-Seoane. Hoy en día se tiene acceso a las celebrities de forma mucho más cotidiana gracias a las redes y la notoriedad se ha segmentado por nichos. “Pero esta fama horizontal convive con la fama más vertical: sigue habiendo ídolos en la cima de la pirámide, como C. Tangana, Rosalía, Aitana o Mbappé, que generan atención, tendencias y dinero. La gran figura de 2021 es, en mi opinión, Ibai Llanos”, concluye el experto. Veremos en qué se ha convertido la fama dentro de 20 años y de qué modo podremos alcanzarla.
TITULO: Me voy a comer el mundo - El hambre contra América,.
- El hambre contra América,.
foto / Tendrían que ser antónimos. América Latina y hambre son palabras que nunca deberían juntarse. América Latina produce comida: lleva 500 años dedicada a producir comida –y algunos minerales. En América Latina viven unos 660 millones de personas; según los últimos recuentos, más de 60 millones pasan hambre. Uno de cada diez latinoamericanos no come suficiente.
(Es fácil de decir: uno de cada diez latinoamericanos no come suficiente. Pruebe, estimado lector, a imaginar la situación: no comer suficiente. Irse a la cama con el estómago vacío; no saber si va a conseguir comida para mañana; sentir que su cuerpo se debilita porque le faltan los nutrientes necesarios; ver llorar a sus hijos y no tener qué darles. Pruebe, estimado lector, y después cómase una buena fruta o una verdura orgánica, que son tan saludables.)
“Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. No hay nada más frecuente, más constante, más presente en nuestras vidas que el hambre –y al mismo tiempo, para la mayoría de nosotros, nada más lejos que el hambre verdadera”, escribió un autor casi contemporáneo. “Entre ese hambre repetida, cotidiana, repetida y cotidianamente saciada que vivimos, y el hambre desesperante de quienes no pueden con él, hay un mundo de diferencias y desigualdades. El hambre ha sido, desde siempre, la razón de cambios sociales, progresos técnicos, revoluciones, contrarrevoluciones. Nada ha influido más en la historia de la humanidad. Ninguna enfermedad, ninguna guerra ha matado más gente. Todavía, ninguna plaga es tan letal y, al mismo tiempo, tan evitable como el hambre.”
Hambre es un cuerpo comiéndose a sí mismo. Un cuerpo que se come porque no tiene nada que comer, alguien que se consume por falta de consumo, una persona que deja de serlo.
“Yo no pienso en el futuro. Lucho diariamente, estoy en el día a día. Lo hago por mi hijo, no lo puedo dejar morir”, dice José Luis, caraqueño de 50, analfabeto en un inmenso barrio de chabolas, el Petare. Hace mucho que no consigue empleo; para comer pide en la calle, rebusca en basureros. “A veces se consiguen cosas. La otra vez vimos una bolsa, la rompimos, y conseguimos un arroz y una pasta que estaban nuevos, los habían botado sólo porque tenía gorgojos. Me los llevé y en la casa los limpiamos, los calentamos y nos lo comimos”, dice, recordando esa vez en que sí tuvo suerte. Otras veces no tiene: “De vez en cuando me levanto y me acuesto sin haber comido”.
En América Latina, otros 220 millones de personas –una de cada tres– viven en “inseguridad alimentaria”, uno de esos conceptos que el idioma burocratés inventó para decir sin decir demasiado. Significa, en última instancia, que quien la sufre no está seguro de poder comer pero quizá sí pero quién sabe no y a ver: que no sabe si va a comer todos los días. Comer, para tantos millones, no es un placer ni un deber; es un problema.
Y así ha sido a lo largo de toda nuestra historia. Hubo, hace años, un momento, pero ese momento ya pasó. Fue hacia 2015: una década larga de aumento de los precios de las materias primas había conseguido reducir la pobreza y el hambre en América Latina a sus mínimos históricos. Parecía que la desgracia más persistente de la región por fin retrocedía, que empezaba una época nueva. La “inseguridad alimentaria grave” –personas que han pasado un día o más sin comer– bajó, en 2014, hasta los 47 millones, y se decía que seguiría bajando; en 2021 fueron 93 millones de personas, casi el doble.
La pandemia tuvo buena parte de la culpa: en una región donde la mitad de los trabajadores está en negro, donde la mayoría se busca la vida con trabajos de fortuna, donde tan pocos tienen resto, el cierre de las ciudades fue un desastre. Los trabajadores perdieron una de cada cinco horas laborables: redujeron sus entradas en un 20 por ciento mientras los precios subían y subían. Fue un desastre y lo sigue siendo, pero el retroceso había empezado años antes con la caída de los precios de las materias primas que exportamos. Y se complica ahora, con su aumento: los más pobres suelen sufrir las consecuencias de una cosa y su contraria. Si el maíz o el trigo suben en los mercados internacionales porque hay una guerra en el este de Europa o porque los especuladores globales lo deciden, sus precios suben también en los mercados locales de los mexicanos o peruanos o panameños que quieren comerlos –y ya no pueden. Un ejemplo: en Colombia, el precio de los alimentos subió en los últimos doce meses el 26 por ciento. O sea: millones de colombianos pueden comer un cuarto menos que el año pasado.
Lilian es paraguaya pero lleva casi veinte de sus 44 años en Buenos Aires. Lilian limpia casas de otros y maneja un comedor popular en una villa miseria, la 21-24, donde viven 45.000 personas. Lilian dice que la pandemia fue tremenda: “Cada vez venía más gente al comedor, nunca era suficiente. Estirábamos las raciones como podíamos para tener algunas más”. Pero ahora, dice, la situación no es mucho mejor: “Sin los comedores mucha gente en Argentina se moriría de hambre”, dice, y que está lleno de personas que se alimentan a base de mate y “reviro”, una masa de harina, agua, aceite y sal.
El hambre de fondo va más allá de pandemias y subas eventuales: es, como suele decirse, estructural. El problema decisivo está en cómo se reparten y se usan esos alimentos, la forma en que funciona su producción y su comercio: no para satisfacer las necesidades de la mayoría sino para que sus productores y distribuidores y especuladores ganen más dinero. Se suele decir que la causa del hambre es la pobreza; en realidad, su causa principal es la riqueza –de unos pocos.
Es la concentración de la riqueza alimentaria que muestra con modestia el famoso Dilema de la Vaca. El Dilema es, por supuesto, una simplificación –muy ilustrativa. En síntesis: si un agricultor cosecha diez kilos de cereal se enfrenta a un dilema: puede venderle un kilo cada una a diez familias, y que cada familia se lo coma y satisfaga su apetito. O puede venderle –más fácil y más caro– los diez kilos a un ganadero para que se los coma su vaca, que los transformará en un kilo de carne que el ganadero podrá vender a una o dos familias por mucho más dinero. Así, ese cereal que tantos necesitaban se transforma en carne que pocos pueden pagar; así se priva a quienes lo precisan de un alimento que se usa para proveer a los mercados ricos; así se concentra la riqueza alimentaria.
“Aquí sufrimos mucho, no hay trabajo y de comer bien no tenemos, de desayuno me como tortilla con sal, salsita si se puede, y si hay dinero vamos por huevito, que es lo típico que hay aquí y así, dos comidas nada más”, dice Raúl, 28, mexicano de un pueblo de Oaxaca. El pueblo se llama San Simón: tiene cinco mil habitantes, diez iglesias y ninguna carnicería.
Varios países ñamericanos están entre los principales productores mundiales de trigo, maíz, soja, carne, mariscos, café, azúcar, uva, plátano y tantos otros frutos. Pero la palabra “productor” debería reemplazarse por la palabra “exportador”. América Latina, en general, no produce comida para que coman sus personas sino para que medren sus dueños, mayoristas, comisionistas varios.
Eso explica los casos inexplicables: por ejemplo, el hambre en países que se dedican sobre todo a cultivar comida. La Argentina produce alimentos que podrían satisfacer a unos 400 millones de personas; sin embargo, sobre su población de 46 millones, más de cuatro millones no comen suficiente. La explicación es casi simple: la mayor parte de esa producción se exporta, soja para los chanchos chinos. Así, sus dueños cobran dólares y sus compatriotas pasan hambre.
Es la condena ñamericana desde siempre: países que se dedican a producir materia prima para la exportación y que, para hacerlo, no necesitan mucha mano de obra –no necesitan a sus pobres para producir– ni necesitan un gran mercado interno –no necesitan a sus pobres para consumir–. Desde hace siglos, los ricos americanos no necesitan a sus pobres: solo precisan que no jodan demasiado. Para eso les sirven sus estados: para contenerlos. El estado ñamericano es, antes que nada, un estado contenedor, que primero recurre a las dádivas y, cuando ya no funcionan, a la buena vieja represión.
En América Latina una de cada cinco personas vive del asistencialismo, limosnas que contribuyen a mantener el sistema clientelar que, a su vez, sirve para desnaturalizar la representación política: consigue que grandes sectores de la población voten y obedezcan a los que les están dando esa limosna –para que sigan dándosela, para no caer en el hambre más extrema.
En Estados Unidos, el país más rico del mundo, nadie se muere de hambre. Pero uno de cada diez americanos, más de 35 millones de personas, mayoría de negros y de hispanos, necesita algún tipo de ayuda para conseguirlo: food stamps, distribuciones de alimentos, comedores populares. Las colas de los que esperan un bocado son habituales en todas las ciudades; Carlos Marroquín, 62, guatemalteco, décadas en California, organiza uno de estos repartos en Los Ángeles: “La gente que no tiene dinero debe decidir entre comprar comida o pagar la renta”, dice. Y que sí, que “se pueden crear programas donde se le da comida a la gente, pero lo vamos a hacer eternamente si no cambiamos el sistema.”
El hambre es la enfermedad que más mata en el mundo –y también en América Latina. Y es, al mismo tiempo, la más fácil de curar: con comida. Pero eso solo podrá solucionarse cuando haya, para empezar, empleos legítimos para la mayoría. Y cuando aceptemos que no acaparar los alimentos es la forma más primaria de solidaridad humana. El hambre tiene muchas causas; la falta de comida no es una de ellas. Vivimos un momento crucial: por primera vez en su historia la humanidad es capaz de producir alimentos suficientes para todos. Nuestro planeta podría criar comida para 12.000 millones de personas, muchos más que los que somos; para eso, los 2.000 millones más ricos deberíamos dejar de comer como comemos, tirar comida como la tiramos, pensar también en los demás.
Hay pocos lugares donde eso sea tan claro como en Latinoamérica: alcanzaría con ciertos cambios estructurales para que el hambre desapareciera. Y sin embargo no los hacemos: no hacemos al respecto casi nada. El hambre de millones de personas no forma parte de nuestras preocupaciones, nuestros debates, nuestras expectativas. Siempre me pregunto por qué hablamos sin parar de la amenaza ambiental que puede arruinar en el futuro tantas vidas, y casi nunca de todas esas vidas arruinadas hoy, ayer, mañana, por falta de comida. La respuesta más tonta –la más cruda– suele ser la más cierta: porque la amenaza ambiental nos amenaza a todos mientras que el hambre, pareciera, siempre lo sufren otros.
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