sábado, 18 de octubre de 2014

SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO,. DESMONTANDO A SISSI,./ NOCHE AMOR, CORAZONES ( QUE NO QUIEREN SER ) SOLITARIOS,.

TÍTULO: SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO,. DESMONTANDO A SISSI,.

Al cumplir 30 años, Isabel de Baviera, Sissi, decidió ocultar su rostro con velos y protegerse con un abanico de la mirada de los curiosos. Ella ...foto,.

Al cumplir 30 años, Isabel de Baviera, Sissi, decidió ocultar su rostro con velos y protegerse con un abanico de la mirada de los curiosos. Ella, que había sido considerada una de las mujeres más hermosas de Europa, estaba harta de ser vista como un ídolo y prohibió que nadie la fotografiase. También se negó a interpretar el papel de encantadora emperatriz de Austria en una corte anticuada y perversa donde siempre se sintió una extraña. Viena, la ciudad que tanto odió, celebra el 10º aniversario del Museo que lleva su nombre, en los apartamentos imperiales del antiguo palacio de Hofburg. La muestra intenta romper con la aureola romántica tejida alrededor de la emperatriz a raíz de las películas de Romy Schneider. 

En sus salas se recorre desde su despreocupada infancia en Baviera a su llegada a Viena, a los 16 años, para casarse con su primo el emperador, y su asesinato en 1898. Basta recorrer sus aposentos privados para descubrir a la verdadera Sissi, la princesa díscola y rara que asombró a las casas reales con sus desplantes y su menosprecio al rígido protocolo de los Habsburgo. Isabel dormía en una sencilla cama de hierro en el centro de la habitación, sin almohada, para mantener su porte regio. En el tocador, frente al espejo, es donde pasaba más tiempo. El cuidado de su espléndida melena requería entre dos y tres horas, y otras tres más para vestirse. 

Cuando se lavaba el pelo, con una mezcla de coñac y yema de huevo, el proceso duraba un día entero en el que no estaba para nada más. Aprovechaba para leer a Shakespeare, Homero y Goethe, o para aprender griego. Tras el tocador aún puede verse su cuarto de baño, el primero que se construyó en Hofburg, con su bañera chapada en cobre donde se bañaba con leche de burra y aceites para embellecer la piel. Se podrían llenar páginas con sus extravagancias, fruto de una enfermedad que hizo de su vida un infierno. Sissi era anoréxica y bulímica; apenas comía, se mataba haciendo ejercicio, se sometía a curas de sudor para adelgazar y su hiperactividad la obligaba a estar en continuo movimiento. Practicaba gimnasia a diario y mandó instalar en todas sus residencias anillas, barras y espalderas. Obsesionada con su figura, logró mantener hasta su muerte su peso de 50 kilos y su cintura de 47 cm. De los más de 300 objetos personales que se exponen, hay uno que desmonta el mito.
En el botiquín que usaba en sus viajes, no falta un frasco de morfi na y una jeringuilla para inyectarse cocaína. Lo llevaba consigo cuando la alcanzó la muerte en Ginebra y era ya una mujer enferma y desquiciada. La emperatriz de Austria está enterrada, contra su voluntad, en la lúgubre cripta de los Capuchinos entre ilustres Habsburgo. Seis millones de turistas han visitado su museo atraídos por la leyenda de una mujer de deslumbrante belleza, golpeada por las tragedias personales, que solo en la muerte halló la paz que tanto anhelaba.

TÍTULO: NOCHE AMOR, CORAZONES ( QUE NO QUIEREN SER ) SOLITARIOS,.
 
Hago un viaje relámpago a una ciudad del norte. En el avión de vuelta, me toca al lado de una pareja. Cuando llegan, cargados de bultos, ...foto,.

Hago un viaje relámpago a una ciudad del norte. En el avión de vuelta, me toca al lado de una pareja. Cuando llegan, cargados de bultos, yo ya me he sentado. Me hacen un gesto amable. Me levanto, les ayudo, me vuelvo a sentar.
Ella no para de hablar, con un acento raro que no sé ubicar. Él no tiene ni tiempo para responder. Ella no deja de palmotear ni de reír sus gracias, como una niña chica, aunque hace tiempo que dejó atrás el medio siglo de vida. Él, que pasa de los 60, lleva una camisa de cuadros que no le sienta bien. La mira con arrobo y con la cabeza le dice a todo que sí. Que sí a que desayunarán los sobaos que ha comprado en el aeropuerto. Que sí a que al aterrizar hará calor. Que sí a que ronca mientras duerme, suavemente, como una gatita. Que sí. A todo.
Pienso que lleva toda la vida dándole la razón para complacerla. Yo, que ayer me levanté a las cinco de la mañana para volar aquí y que hoy me he levantado a las seis para volver a mi casa, solo quiero dormir, pero me paso el rato oyendo la vocecita de esta mujer que no puede pasar una semana sin comprar un bolso y por eso los tiene de todos los tamaños y colores, y que no tiene otro plan al llegar a su destino que ponerse morada de marisco, bogavante y langosta, a poder ser, porque nunca los ha probado. 
Le cuenta que tiene un hijo que trabaja duro, en una empresa de plásticos, todo el día a 60 ºC, pobre. Le dice que tiene que comprar un regalo para una amiga, un bolso, porque su amiga, que se llama Dori, siempre le trae algún detalle. Él apenas puede preguntar quién es la tal Dori.
Como ella le ofrece tanta información me doy cuenta de que hace poco que están juntos. Por fin se calla: se ha quedado dormida. Les miro, con disimulo. Ella apoya la cabeza en él, y él mantiene cogida su mano y la mira con ternura, hasta que también le vence el sueño. Les miro, sin disimulo. Ella es morena, tiene los labios gruesos y la cara llena de arrugas. Él es corto de talla, le falta pelo y sus dedos son desproporcionadamente grandes respecto al resto de su cuerpo. Pero mientras duerme, la roza de vez en cuando con el índice, tiernamente, y yo me pregunto cuántas veces les habrán roto el corazón a estos dos que prolongan la caricia incluso dormidos. El avión toma tierra. Ella abre los ojos, me sonríe y aplaude como una niña. “Aterrisamos”, me dice. Le devuelvo la sonrisa. Él le dice: “Sí, vayamos a comer marisco”. Inesperadamente, me pongo contenta. Soy dueña de la prueba fehaciente de que la vida regala segundas oportunidades a los corazones que no quieren ser solitarios.

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