sábado, 25 de octubre de 2014

SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO,.Improvisar es un arte,/ NOCHE AMOR, NO VALEMOS PARA GEISHAS,.

TÍTULO: SI TIENES MINUTOS Y DESCANSO,.Improvisar es un arte,.

Hay muchas maneras de viajar y a mí me gusta hacerlo sin pautas, dejarme llevar por cada momento, ir saboreando lo que encuentro en el camino. para celebrar que me ha perdido de vista, pero como es japonés le imagino en alguno de los maravillosos templos budistas o sintoístas a los que me llevó, dando gracias por no haber perdido su exquisita cortesía con una visitante tan díscola como yo. El señor Kazuyoshi fue uno de los guías en mi viaje a Japón y he de reconocer que fue amable en todo momento y no solo me enseñó buena parte de su país, sino que hizo lo imposible porque viera más allá de lo evidente. 
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Pero chocamos a cuenta de lo que yo califi caba de actitud rígida suya, mientras él pensaba que tengo predisposición a la improvisación. El señor Kazuyoshi se empeñaba en no salirse ni una coma del programa, así que tuvimos nuestro primer choque a cuenta de la hora de la comida. El primer día dijo que la costumbre en Japón es comer de 11,30 a 12 del mediodía y, pese a mis protestas, ganó la batalla. El segundo encontronazo fue por insistir en parar en algún templo fuera del programa. “No está previsto”, se quejaba. Yo respondía: “Ya, pero vamos bien de hora y no nos salimos de la ruta”. Él miraba desesperado a mi marido y a mi hijo, buscando ayuda. A veces la encontraba, otras accedía apretando los dientes. Otro choque lo tuvimos cuando nos llevo a Niikko. Diluviaba, terminé calada y estornudando, pero a él no se le movió un musculo: “El programa hay que cumplirlo”, dijo. Y el día que fuimos al monte Fuji poco le importó un tifón. Antes de salir, le insistí que acababa de verlo en la tele, pero sacó el programa y me recordó que tocaba ir al Parque Nacional de Hakone y al Monte Fuji, pasando por Kamakura para ver la gran estatua de Buda.
Había aviso de alerta general, pero el señor Kazuyoshi no es de los que se arredran por un tifón, así que visitamos ese recinto bajo una lluvia y un viento que daban miedo. Seguimos luego hacia los pies del Monte Fuji y comprobé lo que es un tifón in person. Al reprocharle su cabezonería, me dijo que, si no hacíamos los planes, sería por nuestra decisión, porque él estaba dispuesto a cumplir el programa. Y ahí me enfadé. Le dije que admiraba su sentido del deber, pero que no lo podía llevar al extremo, y que verdes las habían segado, que volvíamos a Tokio.
Me impactó conocer a una persona con esa rigidez, al que le superaba un cambio en algo irrelevante como un viaje turístico. Lo contrario de otras guías: Mineko nos enseñó Kioto y sugirió cambios al intuir que nos interesarían. Y Yoko nos guió por Hiroshima y la isla de Miyajima, donde había un almuerzo típico de ostras y anguila, pero no puso objeción cuando le dije que soy vegetariana. Llegué a la conclusión de que las mujeres tenemos más capacidad para adaptarnos a las circunstancias. ¿O será que el señor Kazuyoshi tiene razón y soy demasiado díscola?

TÍTULO: NOCHE AMOR, NO VALEMOS PARA GEISHAS,.

Y es que, sostiene Guiomar, no valemos para geishas; y para conservar una pareja hay que tener espíritu de geisha, porque los hombres ...foto,.

Mi amiga Guiomar no solo es la más dura del grupo, también es la pesimista antropológica. Y sentencia que todas acabaremos solas, sin amor y sin pareja: “Chicas, haceros a la idea: va a ser así, solas, no habrá un hombre a nuestro lado”. Y es que, sostiene Guiomar, no valemos para geishas; y para conservar una pareja hay que tener espíritu de geisha, porque los hombres están condicionados por la fi gura de la madre, una mujer dedicada a atender sus necesidades, volcada en su bienestar y felicidad.
Ejercer de geisha, nos dice, “consiste en mostrarse dulce, cariñosa, complaciente y pendiente de todas las necesidades de nuestra pareja”. Algo que nosotras podemos lograr, añade, “solo a ratitos, esos en los que estamos descansadas y relajadas, cuando hemos conseguido dormir ocho horas, todo está en orden en nuestro trabajo y no hay un solo problema que nos altere”. Entonces podemos fi ngir que somos unas perfectas geishas, reprimir nuestro ser natural, de mujeres independientes, con carácter, un poco dominantes y exigentes, estresadas y pendientes de nuestro próximo objetivo laboral y de los cuatro kilos que hemos ganado este verano. 
Pero terminan los ratitos y mandamos la geisha a paseo y ejercemos de nosotras mismas. Y se acabó, dice Guiomar, es la perdición. Ellos no quieren una igual. Y tarde o temprano nos lo harán saber, en forma, por ejemplo, de otra mujer, aburrida, vulgar, ni siquiera guapa. “¿Pero cómo ha podido cambiarme por esa insignifi cancia? ¡No puedo entenderlo!”, pensaremos. Está perfectamente preparada para ser una auténtica geisha, no como nosotras; he ahí el secreto de Señorita Sosa.
Lo peor de esta teoría de la geisha es que me deja sin réplica, sin un solo argumento con el que desmontarla, yo que tengo argumentos para todo, aunque solo sea por llevar la contraria. Ni con toda mi ingenuidad y esperanza del gran amor puedo con el pesimismo de Guiomar. Y, para empeorarlo, está mi amigo Javier, otro pesimista, que añade el punto de vista masculino. “Desengáñate –me dice–, ese amor con el que tú sueñas, como mucho, puedes encontrarlo en el 20% de los hombres”. “Mira –afirma Javier–, la mayoría está en otra cosa, el 80% de las mujeres busca seguridad económica”. “¿Y el 80% de los hombres?”, pregunto. “Pues, lo que dicen los chistes y refranes es que buscan una asistenta, cocinera, enfermera, amante y madre”, responde. O sea, “una geisha y muy efi caz”. ¡Ay! No sé si retirarme a un monasterio o preguntar a los optimistas para que me suban el ánimo.

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