lunes, 29 de diciembre de 2014

REVISTA GIGANTES, BALONCESTO, EXTREMEÑO, LA COPA PASA POR GUADALAJARA, / REVISTA DOMINICAL ¿ QUIÉN SE QUEDARA CON MIS LIBROS ?,.

TÍTULO: REVISTA GIGANTES, BALONCESTO, EXTREMEÑO, LA COPA PASA POR GUADALAJARA,.

La Copa pasa por Guadalajara ,.

 El Cáceres Patrimonio de la Humanidad jugará la Copa Adecco Plata, reservada para los dos primeros clasificados al final de la vuelta, ...foto,.

El Cáceres se impone al Tarragona y depende de sí mismo para disputar la final copera,.

Resultado Final-- Cáceres-91- Tarragona-68-,.

Las cuentas ya están claras. El Cáceres Patrimonio de la Humanidad jugará la Copa Adecco Plata, reservada para los dos primeros clasificados al final de la vuelta, si gana el próximo sábado en la cancha del Guadalajara. Incluso, una derrota por 10 puntos le podría servir si el Lucentum también perdiera en la cancha del Opentach Basquet Pla.
Es un 'plan B' o especie de salvaguarda, en el caso de que se torcieran las cosas en tierras alcarreñas, al que el Cáceres Patrimonio se hizo acreedor gracias a su contundente victoria sobre el Tarragona (91-68). Un triunfo que le permite partir en una posición privilegiada en caso de un triple empate por la segunda posición de la tabla con Lucentum y Guadalajara. Pero nadie quiere acogerse a esa posibilidad, ya que, aparte de la Copa, como telón de fondo sigue apareciendo la Liga. Y una derrota la próxima semana le alejaría bastante del puesto de ascenso directo que ostenta el Amics Castelló.
En cuanto al choque ante el CB Tarragona, el partido arrancó muy frío, casi desangelado, con los jugadores quizás desubicados por la obligación de tener que jugar en estas fechas. El primer cuarto transcurrió con un paulatino intercambio de canastas que no acababa de animar a los aficionados. La falta de tensión se tradujo en cierta tibieza defensiva. Hasta seis minutos tardó el Cáceres en cometer su primera falta personal. No así el Tarragona, obligado a fajarse en la pintura para suplir sus visibles carencias físicas. Eso ayudó al Cáceres a disfrutar cuatro minutos de bonus y mantener su ventaja sin sudar demasiado. Añaterve lideraba la vocación ofensiva local, mientras que en los catalanes Ferrán Torres trató de percutir hasta que se vació en apenas 15 minutos. Con 21-15 se cerró el primer cuarto.
Daba la sensación de que el Cáceres Patrimonio podía dejar el partido encarrilado en cualquier momento. Por eso, cuando el Tarragona se acercó al 26-23 en el minuto 13, Ñete Bohigas no dudó en parar el partido para llamar al orden. La circulación de balón no era buena y, sin Añaterve y Marco en cancha, el equipo adolecía de referentes ofensivos. E.J. Kusnyer lo intentó mientras estuvo en cancha, pero no tuvo su día.
La inercia a la baja se acabó plasmando con la última ventaja catalana (26-27). A partir de ahí el Cáceres entendió que no era necesario volverse loco. Bastaba con saber circular el balón para que los resquicios entre el exhausto cuadro tarraconense acabaran apareciendo. Luis Parejo lo entendió mejor que nadie y aceptó liderar a los suyos. Cuando el parcial ya era de 11-3, Berni Álvarez trató de congelar el partido con un tiempo muerto. De nada sirvió cuando en la reanudación Marco y Añaterve Cruz acabaron de explotar para perpetuar un definitorio parcial de 23-3 al descanso (49-30).
El inicio de la segunda parte trajo sucesivas máximas superiores en torno a los 20 puntos. Todos parecían tener en la cabeza que no era conveniente perder la ventaja de cara a posibles empates. Si alguien se atrevía a levantar el pie del acelerador, aparecían los brazos en alto de Ñete desde el banquillo. Enfrente, un Tarragona muy mermado -aún más por las faltas personales- tampoco es que esgrimiera demasiados recursos para enjuagar la brecha. Se podría decir que el 70-47 del final tercer periodo era a lo máximo que podría a aspirar.
El último cuarto fue de cara a la galería, con dos alley-oops de Mansour Kasse y un par de tapones que levantaron al público de sus asientos. Fue lo más rescatable de unos últimos minutos que se convirtieron en un pequeño correcalles y que permitió al Tarragona salir del Multiusos con una derrota que bien pudo ser más sangrante (91-68).

TÍTULO: REVISTA DOMINICAL ¿ QUIÉN SE QUEDARA CON MIS LIBROS ?,.

REVISTA DOMINICAL ¿ QUIÉN SE QUEDARA CON MIS LIBROS ?,.fotos,.

 El formato en papel retrocede ante el digital, que invade el mercado pero no garantiza la herencia de los títulos adquiridos,.

Mis últimos dos artículos han merecido –o han coincidido con la publicación de– sendas respuestas en los blogs de Emiliano Molina y Aharon Quincoces. Se trata de dos artículos muy interesantes con los que estoy de acuerdo y además demuestran que yo estaba equivocado en ciertos aspectos. Aun así, las cosas no son tan sencillas.
Cuando especialistas como Emiliano y Aharon –y Silvia Senz en Twitter– me enmiendan la plana yo me quito la boina y reconozco mi error: la calidad alcanzada en la edición en papel puede ser igualada por la digital. Tal como Emiliano dice en su artículo:
Como es lógico, el universo de la publicación digital está propiciando una miríada de cambios en los procesos editoriales. Sin embargo, considerar que la calidad que se puede alcanzar es inferior a la del texto impreso es un craso error por varios motivos. El principal es que los profesionales son los encargados de innovar, de investigar y de abrir caminos para una mejor labor de edición: como herederos de una larguísima tradición que se ha desarrollado siempre de la mano de los avances técnicos, debemos buscar la excelencia en todas las fases de la edición, desde las primeras correcciones hasta la publicación en formato electrónico.
Mientras que Aharon, en un pasaje de su artículo, afirma:
¿Es necesario ese trabajo por la calidad de edición del libro electrónico? Respondo en dos modos. Si es necesaria en el libro impreso, el libro digital no es menos, por tanto sí, incluso muchos más, porque justamente la percepción de que todo libro electrónico se edita igual está en la base de la idea de una edición automática, que difícilmente puede dar a cada libro electrónico lo que específicamente necesita.
Estoy de acuerdo con ellos: hay que buscar siempre la máxima calidad –y nunca he afirmado otra cosa. El problema es que la calidad no es un concepto platónico ideal; no podemos hablar de calidad sin atender al contexto industrial, técnico y comercial.
Los primeros libros impresos no imitaban la letra manual por capricho: el contexto en el que nacieron valoraba ciertos aspectos, ciertas calidades y cualidades. Hasta bien entrado el siglo XVI no se impusieron los tipos romanos e itálicos porque el público estaba acostumbrado al estilo manual y prefirió, durante décadas, los tipos góticos que lo imitaban.
El público no es el único factor a tener en cuenta, los procesos productivos también son importantes. Técnicamente es posible igualar la calidad de lo digital a la de lo impreso, pero eso no significa que sea económicamente viable; de la unión de la economía y la técnica nacen los procesos productivos que tienen como objetivo vender bienes de consumo generando margen de beneficio en la operación. Ergo la calidad no se puede separar de la realidad.
El proceso productivo del papel era el único posible hasta hace muy poco. Estable, previsible, con unas curvas de innovación y aprendizaje moderadas y una abundante cantera de profesionales bien formados. Eso no impidió que la rentabilidad del formato se degradase hasta tasas de devolución del 40% entre otros lúgubres indicadores del sector del libro. La llegada del libro digital no pilló a los editores en un momento de vacas gordas, al contrario. Si mantener el proceso productivo del papel ya es un combate constante contra la ineficiencia y otros elementos, pretender duplicar el proceso para incorporar otra línea dedicada a digital –dentro de la estructura editorial o externalizando el trabajo– es una utopía pese a las muchas eficiencias con las que cuenta el nuevo formato. Por eso, como dice Emiliano, el 90% de los editores no cuida la calidad de los libros digitales.
Quien dice duplicar también dice tratar el libro digital como un subproducto y un sobrecoste. Eso es lo que pasa cuando seguimos trabajando con InDesign y luego mandamos ese archivo –o el PDF de imprenta– para que lo conviertan a EPUB. Emiliano y Aharon saben que la gran mayoría de editores pagan por la simple conversión del archivo, no pagan por ulteriores procesos de calidad digital, los libros salen como salen y razón tienen en denunciarlo. Pero es que la mayoría de editores no tiene dinero para más si tenemos en cuenta los actuales procesos productivos. Muchos tampoco disponen de los conocimientos necesarios ni del tiempo y el dinero para adquirirlos. Difícil tesitura.
El contexto en el que hablamos de calidad es de caída de las ventas en papel, crecimiento lento de la lectura y la venta digital, un proceso productivo analógico poco rentable e incapaz de dedicar excedentes suficientes a la digitalización, falta de formación, falta de dinero para que las editoriales inviertan en nuevos procesos y un volumen total del negocio editorial que seguirá menguando los próximos años; las vacas gordas de antaño, esas vacas gordas, ¡ay! Nunca volverán. A diferencia de lo que afirma una conocida cadena alemana de supermercados, la calidad sí es cara.
Tenemos una reconversión pendiente que nos pilla sin dinero –que nadie mire hacia las administraciones públicas– y eso no es opinable. Sí lo es cómo la afrontemos. Podemos afrontarla formando a los editores en la edición digital para que sean capaces de duplicar los procesos productivos –aunque no podrán duplicar los recursos humanos– pero eso no los convertirá en especialistas. Podemos seguir como hasta ahora, los editores pueden seguir invirtiendo el grueso del tiempo, el dinero y el esfuerzo en la maquetación de libros a la antigua y dedicando muy poco dinero en la conversión del libro digital. La primera opción requiere de un tiempo del que no disponemos y de unos recursos inciertos. La segunda opción es lo que tenemos ahora y es dudoso que el grueso de editores dedique más dinero a la fase de conversión y calidad del subproducto digital porque no lo considera una inversión sino un sobrecoste y/o no dispone de más dinero.

La calidad ante la falacia del Nirvana

Estamos ante una falacia del Nirvana, un curioso nombre que se puede traducir por esa máxima volteriana que dice que “lo mejor es enemigo de lo bueno”. En un contexto ideal en el que la edición en papel arrojara excedentes suficientes para sostener una vigorosa reconversión estoy seguro que lo mejor sería pasar de un proceso analógico a otro digital con un corto período de transición. Dicho contexto sólo contemplaría la existencia de un formato digital y no el circo de ventanas de exhibición que ahora mismo tenemos, todas ellas compitiendo por la atención de un público lector que seguro que no aumentará mucho más que el habitual 1% anual.
Eso no sucederá. No está sucediendo. Necesitamos otras respuestas a los actuales problemas industriales y parte de estas respuestas deben ser industriales. El siglo anterior a la invención de la imprenta asistió a la aparición de ingeniosos sistemas de copiado manual en cadena, en paralelo y a la masiva adopción del papel, para surtir al creciente público universitario europeo. La solución –la imprenta– no consistió en dedicar más recursos y copistas a hacer lo mismo, la solución fue encontrar un sistema automático. Algunos lo hubieran llamado “botón mágico” con el que las palabras se escribían solas en el papel.
Tanto Røter como otras empresas con idéntico objetivo –ni estamos solos ni somos los primeros– ofrecen esa solución industrial. Se trata de una solución que permite que el editor trabaje una sola vez sobre el contenido y luego exporte a los diferentes formatos –comerciales o no– que necesite. Bajo esa perspectiva el PDF para imprenta es una ventana más junto a los EPUB, MOBI o HTML, una ventana con especificidades técnicas complejas. Actualmente ya hemos resuelto los principales problemas y Røter permite exportar desde HTML un PDF para imprenta técnicamente correcto y que tiene en cuenta requisitos ortotipográficos básicos y de composición. Sabemos que podremos resolver la mayoría de cuestiones pendientes a muy corto plazo de modo que los editores puedan disponer de una herramienta que integre los distintos procesos en uno solo.
Nosotros ya no pensamos en un proceso para cada formato, nosotros creemos que es posible integrar procesos para que el formato de salida sea el menor de los problemas de un editor, justo como hasta ahora: de lo menos que se preocupaba un editor al editar un libro de papel era de la impresión, pues la industria ya había solucionado el problema. El editor siempre se ha centrado en la calidad del contenido y es eso lo que debe seguir haciendo sin preocuparse más de lo necesario en el formato comercial de salida. Conociendo las posibilidades pero sin ser un experto, del mismo modo que no es un experto impresor.

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