domingo, 16 de agosto de 2015

SILENCIO POR FAVOR - David Fernández - ,. / EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA -

TÍTULO: SILENCIO POR FAVOR -  David Fernández,.

Libros y lecturas digitales, con David Fernández - foto

Es el director de Nubico, una de las grandes plataformas de 'e-books' de España. Antes trabajó 20 años en la editorial Planeta. El modelo de entretenimiento, dice, está cambiando y, con él, el modo en que leemos.
XLSemanal. En el sector editorial, de capa caída en España, solo crece el libro digital. Estará contento...
David Fernández. Hombre, no porque el sector esté mal, claro, pero cuando ves que las ventas en papel han caído un 30 por ciento desde 2011 y que las digitales suben un 12 por ciento el último año, igual es que hay que prestar más atención al e-book.
XL. ¿Podría comparar España con otros países? 
D.F. Estamos a años luz del mundo anglosajón. En España, los e-books representan un 5 por ciento de las ventas. En EE.UU., por ejemplo, son ya el 30 por ciento.
XL. ¿Por qué esta diferencia con respecto a España: leemos poco, rechazo al digital, los precios...?
D.F. El romanticismo del papel es, sin duda, una de las causas. El digital tiene grandes ventajas: de peso, capacidad, agrandas la letra, lees de noche con luz, tienes una biblioteca entera... En cuanto la gente lo prueba, cambia de idea.
XL. En EE.UU., la diferencia de precio entre el e-book y el papel es mayor...
D.F. Yo no tengo ese problema. En nuestra plataforma pagas una cuota y lees lo que quieras...
XL. Que no quiere mojarse, vamos... Lo que digo es que poner un libro con poca diferencia de precio entre digital y papel puede indignar al comprador...
D.F. Es que hay gente que piensa que como el e-book es 'solo' un fichero digital tiene que ser más barato.
XL. Hombre, el e-book no requiere distribución, que se lleva el mayor porcentaje del precio...
D.F. Aun así, no tengo claro que un libro deba costar más por estar en papel. Si pago 3 euros y no me gusta, me sentiré peor que si pago 20 o 30 y disfruto como un niño. Mira, si un libro te apasiona, te engancha y cuando faltan 10 páginas para el final te dicen: «Paga 5 euros más y tienes otras 500 páginas con esa tensión», yo pago encantado.
XL. Eso no estaría mal: que el lector fuera el último juez. ¿Es lo que propone?
D.F. Bueno, lo que propongo es lo que hacemos en Nubico. Que si coges 25 libros y solo te gustan uno o dos, ya te merece la pena.
XL. Explíqueme en diez segundos cómo funciona la plataforma que dirige...
D.F. ¿Diez segundos? Suelo tardar más [se ríe]. A ver, imagínate que hace diez años alguien te dice: «Tú y toda tu familia vais a poder ir a una librería con más de diez mil títulos y coger los que os dé la gana sin salir de casa y sin necesidad de devolverlos. Y todo por 9 euros». Es como vivir en una biblioteca sin tener que pisarla.
XL. ¿El e-book crea lectores nuevos o lo usan quienes ya leían en papel?
D.F. Yo pienso que se crean algunos lectores. Eso significaría que estamos consiguiendo que personas que no pisan nunca una librería compren libros. Si no tienes el hábito, es muy difícil, pero gracias a Internet es más sencillo adquirir un libro digital que uno en papel. En todo caso, la cuestión no es digital o papel; la cuestión es fomentar la lectura en general y luego que cada uno elija.
XL. Cada vez hay más sellos o servicios exclusivamente digitales, como SB e&books, Tagus y otros... ¿Es un síntoma de que crece el mercado?
D.F. Claro, claro, y están surgiendo muchos sellos pequeños de libros digitales.
XL. Gracias al e-book crece también la autoedición. En algunas librerías digitales representan ya el 31 por ciento de las ventas...
D.F. En nuestro catálogo no hay libros autoeditados. Solo trabajamos con e-books publicados por editoriales. Tenemos acuerdos con más de doscientas. Es cierto que todos los grandes editores del mundo han rechazado libros que luego han sido éxitos, pero es que el control de calidad que hacen, por pequeñas que sean, sigue siendo la mejor garantía.
XL. ¿Hay una hora punta para comprar 'e-books'?
D.F. Sí, claro. Se lee mucho más por la tarde, entre las cinco y las nueve. Y el domingo es, con gran diferencia, el día que más se lee de toda la semana. Y el lunes el que menos.

TÍTULO: EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - EL  MITO DEL PROGRESO,.

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Tal vez no exista quimera más falaz, maligna y destructiva que el mito del Progreso, levadura de todas las ideologías modernas. Según dicha quimera, la Humanidad avanza hacia un porvenir siempre mejor, en alas de avances científicos cada vez más refinados y de logros políticos cada vez más estimulantes; y tales avances y logros irán produciendo, a su vez, un perfeccionamiento de la propia Humanidad, que merced a la conquista de sucesivos derechos podrá entronizarse a sí misma como un dios (resulta, en verdad, desternillante que las masas se resistan a creer en un Dios trino y no tengan problemas en creer en la Humanidad, un dios mogollónico a modo de hidra de infinitas cabezas). En realidad, el progresismo no es más que un grotesco determinismo eufórico que confía (en contra de las evidencias que nos proporciona la observación empírica) que la vocación natural de la naturaleza humana es ascender por sí misma, ignorando que el hecho más cierto e irrefutable de la historia humana es la Caída, de la que el hombre sólo puede levantarse con Dios y ayuda.
Reflexionaba yo sobre estos asuntos hace unas semanas, mientras contemplaba en el cine una película absolutamente mema, séptima de una saga automovilística y adrenalínica, que se ha convertido en una de las más exitosas de la historia del cine. Muy rápida y furiosa, la película estaba llena de estruendos y pirotecnias apabullantes, pero carecía de sentido, de conflicto dramático, de personajes con encarnadura, de pasiones nobles o plebeyas, de sentimientos dignos de tal nombre, del más mínimo atisbo de raciocinio. Mientras contemplaba con hastío y perplejidad semejante bodrio me pregunté si estaba dirigido a seres humanos, o más bien a alguna especie animal fruto de una involución que necesitase para su supervivencia de entretenimientos botarates que no la expongan al riesgo de pensar. Aquí alguien podría objetar que a una película cuyo fin primordial es pastorear multitudes no debe exigírsele conflicto dramático, ni personajes consistentes, ni parecidas exquisiteces; pero lo cierto es que en otras épocas -sin salirnos del negociado cinematográfico- las películas taquilleras que desempeñaban igual labor se titulaban Lo que el viento se llevó o Ben-Hur, que a la vez que pastoreaban multitudes proporcionaban un entretenimiento que no insultaba la inteligencia. Viendo aquella película rápida y furiosa llegue a la conclusión de que era el producto natural de una época en la que el progreso técnico (muy visible en el bodrio) encubre un retroceso espiritual, moral, en definitiva humano.
La quimera del progresismo se ampara en un espejismo de gran eficacia persuasiva, según el cual el desarrollo alcanzado por la ciencia o la técnica es la muestra más evidente del esplendor de una civilización. En realidad, desarrollo científico y civilización son conceptos que nada tienen que ver entre sí; pues uno se refiere a un ámbito puramente material y el otro a un ámbito espiritual. Que una sociedad disponga de remedios para sanar enfermedades o comunicarse a distancia no significa que sea una sociedad que haya avanzado en la consecución del bien, la verdad o la belleza; incluso podría significar exactamente lo contrario. Lamartine, en su poema La caída del ángel, imaginaba una sociedad en la que florecían de forma prodigiosa todos los refinamientos científicos concebibles; pero esa sociedad, a un intenso progreso científico, unía un manifiesto espíritu de barbarie. Por prejuicio progresista, Lamartine situaba esa sociedad en la prehistoria, aceptando el tópico progresista que pretende que los hombres hemos evolucionado desde la barbarie hasta el refinamiento espiritual. Las llamadas 'distopías', por su parte, juegan a imaginar futuros regidos por la barbarie; pero tal barbarie suele producirse en mundos en los que el progreso científico se ha detenido, o bien en coyunturas políticas dictatoriales. Muy raramente aceptamos la posibilidad de un mundo progresado científicamente, sólidamente democrático, en el que los hombres hayan retrocedido espiritualmente, caminando hacia la barbarie; y la razón por la que no lo aceptamos es porque ese mundo se parece demasiado al nuestro, porque ese mundo tal vez sea ya el nuestro, un mundo rápido y furioso en el que la gente, inmunizada contra la nefasta manía de pensar, ya ni siquiera es capaz de hacer juicios éticos (lo que, según Aristóteles, es el rasgo distintivo del ser humano).
Afirmaba Gracián que «todo móvil instable tiene aumento y declinación». Tal vez los antiguos pecasen de un cierto determinismo aciago; pero si hay algo más equivocado que el determinismo aciago es el determinismo eufórico.

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