viernes, 1 de marzo de 2019

El larguero La Ser - El Transistor Onda Cero - El Extremadura se juega más que tres puntos . / Al filo de lo imposible -El que nace pobre muere pobre en España,.

TITULO: El larguero La Ser - El Transistor Onda Cero -  El Extremadura se juega más que tres puntos .

 El larguero La Ser ,.

El larguero es un programa deportivo radiofónico español, dedicado en su mayoría al fútbol, que se emite en la Cadena SER todos los días, a partir de las 23:30 horas. Su director y presentador principal es Manu Carreño.1​ El programa es presentado los viernes y sábados por Yago de Vega, y excepcionalmente lo presenta Francisco José Delgado o Álvaro Benito en ausencia de ambos., etc.

El Transistor Onda Cero ,.

El Transistor es el programa deportivo creado y dirigido por José Ramón de la Morena. Inició su primera emisión el 4 de septiembre de 2016.
Su horario es de lunes a domingo a partir de las 23.30 horas.
José Ramón de la Morena inicia esta andadura deportiva en Onda Cero con colaboradores de su anterior etapa en el Larguero de la Ser: Carlos Bustillo, David Alonso, Eduardo Pidal, Ana María Rodríguez, Aitor Gómez , Ángel Rubiano, Jorge Valdano, el ciclista Perico Delgado, el ex subdirector de As Juanma Trueba, Sebastián Álvaro Lomba , el alpinista que creó y dirigió en TVE Al filo de lo imposible, los doctores José González y Antonio Escribano ., etc.


 El Extremadura se juega más que tres puntos,.


Perea se lamenta en el último partido en casa. :: J. M. Romero/
Perea se lamenta en el último partido en casa. foto,.

Eduardo Vílchez busca una victoria que le haga continuar y que el equipo se reenganche a la liga ante un Francisco de la Hera que rozará el lleno,.

El Extremadura tiene una nueva oportunidad para engancharse de veras a la lucha por la salvación y para darle una alegría a la afición en un partido en el Francisco de la Hera. Esta es la enésima prueba para los azulgranas en casa para intentar dejar de ser el peor equipo local en liga. Los azulgranas solo suman 11 puntos en Almendralejo, una cifra muy pobre para un equipo que quiere buscar la salvación.
Además, el partido ante el Numancia supone el debut como primer entrenador de Eduardo Vílchez en el Extremadura. El segundo técnico de Rodri ha tomado las riendas del equipo azulgrana tras el despido del propio Rodri, por lo que para Vílchez el partido es algo más que 90 minutos. El entrenador va a pasar un examen como interino, pero si el Extremadura consigue pasar la prueba con nota, no es descartable que Eduardo Vílchez se haga con el puesto de forma definitiva.
En el Francisco de la Hera habrá lleno y la mejor entrada de la temporada. El club colgó el 'No hay billetes' el pasado viernes, por lo que se va a vivir uno de los mejores ambientes de toda la campaña y justo en el momento clave de la temporada. La afición, una vez más, va a acompañar al equipo en su peor momento, aunque alberga la ilusión de ver una victoria más de un mes después.
Y el nuevo entrenador azulgrana, para intentar ganar, admite que hará pequeños cambios en el juego del equipo para poder competir mejor y poder ganar el partido ante un Numancia que llega de empatar ante Osasuna y con ocho puntos de ventaja sobre el conjunto almendralejense, por lo que de momento está fuera del peligro del descenso. Así, Vílchez confirma las variantes en el equipo titular y en la forma de jugar: «El míster hizo un trabajo impresionante y es un entrenador que seguro va a encontrar su sitio, porque en cuanto a conocimientos no tiene parangón. Voy a seguir insistiendo, pero con matices, porque cada persona los tiene», señala Vílchez.
Otro de los matices que ha introducido el nuevo entrenador ha sido dar la convocatoria para el partido. Cuando el partido es en casa, los anteriores técnicos no daban lista de convocados, sino que hacían los descartes antes del choque. Pues bien, Vílchez ha cambiado eso y en su primera lista ha dejado fuera de la convocatoria a Aitor Fernández y a Chuli. Además, Perone tampoco está disponible debido a su lesión, pero sí entra Ángel Bastos en sustitución de Aitor Fernández. Los que siguen sin entrar en la lista de convocados, al igual que la pasada semana, son el extremo Javi Álamo y el mediocentro Lolo González.
Con este panorama, la pregunta está encaminada a saber qué cambios va a introducir Vílchez. Uno de los posibles es que el doble pivote formado por Fausto y Zarfino se vea modificado con la entrada en el 'once' titular de Olabe. En el ataque, Diego Capel también se quedó fuera de la convocatoria, aunque los fichajes invernales pueden darle el plus de calidad que necesita el equipo de cara a gol.

Duda en el delantero

Así, la duda está en si Vílchez seguirá confiando en Kike Márquez junto a Perea y a Reyes; y si el delantero es Ortuño -que ya ha contado con varias oportunidades- o Dani Schahin, que está más cerca de su forma física óptima y que puede aportar gol y remate.
Por su parte, el Numancia llega a Almendralejo con un López Garai recién renovado en el banquillo soriano y con la tranquilidad momentánea de no estar en peligro de descenso. El equipo soriano llega con varias bajas importantes al choque del Francisco de la Hera que pueden hacer que el nivel del equipo baje. Así, Pichu Atienza, Luis Valcarce, Ripa, Mateu, Alain Oyarzun y Dani Nieto no han entrado en la convocatoria. Jugadores importantes que no estarán en Almendralejo para tranquilidad de la afición local. Aun así, el partido no será nada fácil, pero el Extremadura cuenta con el apoyo de un Francisco de la Hera, que rozará el lleno, y con la ilusión del estreno de Eduardo Vílchez.


 TITULO: Al filo de lo imposible -El que nace pobre muere pobre en España,.

 El que nace pobre muere pobre en España,.


El que nace pobre muere pobre en España

El siglo XXI ha traído a España una movilidad social estancada, donde se hereda tanto la riqueza como la pobreza y cada vez resulta más difícil superar el estatus de los padres, foto,.

Hace dos siglos, Charles Dickens era un niño perteneciente a una familia de clase media. Bien, teniendo en cuenta lo difícil que podía ser la vida en la Inglaterra previctoriana. Pero su padre, un oficinista de la Armada bastante manirroto y aficionado al juego, acabó en la cárcel por las deudas y hasta allí lo acompañó su familia (entonces podían vivir juntos en la celda), a excepción del pobre Charles, al que con 12 años condenaron a trabajar diez horas diarias en una fábrica de betún, ganando los chelines con los que debía pagar cama, comida y contribuir a la supervivencia familiar. Y aunque una pequeña herencia alivió este panorama, sus progenitores consideraron que debía seguir pegando etiquetas en los botes de crema para zapatos. Años más tarde, cargaba sus novelas de corrosiva crítica social, denunciando el trabajo infantil y la paupérrima existencia proletaria en varios libros; en 'David Copperfield', un espejo de su propia vida, escribió: «Yo no recibía ningún consejo, ningún apoyo, ningún estímulo, ningún consuelo, ninguna asistencia de ningún tipo, de nadie que me pudiera recordar...». Un niño solo, encerrado en la parte más baja de la sociedad y sin ayuda para escapar.
Dos siglos después, no existe el trabajo infantil en nuestro país y, en principio, los críos no deberían sentirse como se expresaba el personaje de Dickens, pero estamos lejos aún de que todos ellos tengan las mismas oportunidades, de que cualquier niño que nace pueda llegar a lo que aspire, igual que los demás, de que los que duermen en la cuna más humilde puedan ofrecer una mejor a sus propios hijos. El último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), titulado '¿Un ascensor social descompuesto? Cómo promover la movilidad', habla de las generaciones que hacen falta en el mundo para dejar atrás la pobreza y escalar hasta una posición que proporcione el nivel promedio de ingresos. En España se necesitan cuatro, frente a las tres de los países nórdicos, las seis de Francia y Alemania, y las once de Colombia.
Ana Llena-Nozal, una de las responsables del estudio –elaborado con encuestas sobre el nivel de ingresos de hijos y las características socioeconómicas de los padres–, explica las consecuencias negativas de la escasa movilidad social: «Primero, puede erosionar los fundamentos del crecimiento económico al limitar las oportunidades educativas y de trabajo de jóvenes desfavorecidos. Segundo, la falta de perspectivas reduce la participación democrática y la confianza en las instituciones de gobierno. Tercero, en sociedades con poca movilidad existe un mayor riesgo de exclusión y conflicto social. Y, finalmente, todo esto afecta a la satisfacción y el bienestar de los individuos».

Panorama

El 80%
de los niños pobres lo serán también de adultos, según un estudio de Cáritas. Otro informe de Oxfam-Intermón dice que los ricos viven 11 años más que los menos favorecidos.
Soluciones:
Para desatascar el ascensor social, la OCDE propone mejorar la salud desde el embarazo, acceso a guarderías de calidad, asesoramiento a los padres para reforzar competencias socio-emocionales, combatir el abandono escolar, mejorar el acceso a la educación terciaria, políticas redistributivas, de empleo y conciliación laboral y seguridad en los ingresos.
Y en medio, los niños, que acaban siendo, como Dickens, herederos de la mala o buena fortuna de sus padres, un vaticinio que se concreta en un informe de Cáritas de hace dos años que abocaba al 80% de los críos pobres a seguir siéndolo de adultos, y fundamentado en más datos de la OCDE: el 72% de las familias pertenecientes al estrato más adinerado perpetúan, generación tras generación, su estatus. Un ascensor averiado, parado. «Aunque no significa que no funcione –explica Ildefonso Marqués, sociólogo de la Universidad de Sevilla–, sino que los flujos de cambio social no están creciendo como hasta ahora en nuestro país. Desde los años 60 hasta finales del siglo pasado, cada vez más gente de clase obrera accedía a la clase media, y esto iba aumentando con cada generación y daba expectativas muy positivas de tu futuro a través de tu educación. Actualmente, hemos llegado a una estabilidad en las tasas de movilidad y esto implica un compartimento estanco: Mira, aquí no hay más cambio social, te vas a quedar como estás. Si vienes de clase obrera puedes tener suerte o no, cuando anteriormente pensabas que la ibas a tener». Esto se produce en parte porque el título educativo no asegura un empleo cualificado, «porque hay más titulados y porque el empleo cualificado no crece y eso crea un problema gordo y complejo».

El 'efecto techo'

Ayuda a entender el alcance de estos datos Xavier Martínez-Celorrio, profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona: «La situación es peor en Francia o Alemania, donde los más pobres necesitan hasta 6 generaciones para llegar a clase media, y España está mejor que el promedio de la OCDE (4,5) y cerca de Noruega, Finlandia y Suecia (3). En cambio, puntúa peor en movilidad de trayectoria de un mismo individuo a lo largo de la vida, no en comparación a sus padres. Dentro del 20% más pobre, el 64% queda atrapado ahí toda su vida, más que la media de la OCDE (57%). Se explica por el mayor abandono de los estudios, la menor resiliencia educativa fruto de la segregación escolar, la elevada pobreza infantil y la falta de una apuesta pública por la formación profesional y una post-secundaria más modular y flexible».
Otra vez el peso de la cuna. Llena-Nozal explica que aunque la OCDE no ha investigado exactamente el impacto de la conciencia social sobre la movilidad, sí ha analizado el de la mentalidad sobre los resultados educativos: «Los niños de un nivel socio-educativo desfavorecido suelen tener peores resultados en PISA, aunque hay algunos que destacan y esto tiene que ver con el sistema educativo en parte, pero también influye la motivación, la confianza en sus capacidades y el tener un bajo estrés con respecto a los exámenes». Solo hay que imaginar a un crío que debe estudiar con demasiados hermanos concentrados en pocos metros cuadrados y unos padres agobiados por una situación de paro.
Marqués recuerda que la pobreza infantil genera «un daño terrible en las aspiraciones y en la cognición» y aconseja atacar ahí para detener el círculo de desigualdad. Confía sobre todo en la educación preescolar:«Los alumnos llegan a Primaria con una serie de handicaps que la enseñanza infantil puede revertir; en los países nórdicos es pública para todos porque garantiza la igualdad, porque hay niños que llegan a primero casi sabiendo leer y escribir mientras que otros ni comprenden al profesor».
«La poca movilidad conlleva un mayor riesgo de exclusióny conflicto social»
«Hay que superar todo estigma y fatalismo por haber nacido pobre»
«Unos pueden sacarse la carrera a los 30, otros deben trabajar con 18»
Recomienda que la inversión pública se centre en ese aprendizaje de los primeros años de vida, para paliar el 'efecto techo', que la falta de educación de los padres limite las expectativas de los hijos: «Si eres periodista y tu padre también, conoces las reglas del juego y puedes hacer una inversión que conlleve ciertos riesgos porque sabes cómo funciona el mundo, pero cuando tienes un desconocimiento no puedes arriesgarte: si tu padre está en paro, aunque tengas beca, quieres trabajar para ayudar». Lo llaman el coste de oportunidad, lo que se deja de ganar por estar estudiando, «y es mucho mayor para un niño de clase obrera que para el hijo de unos médicos que puede repetir, tripetir o sacarse la carrera con 30 años». Alerta contra el discurso de que el esfuerzo todo lo compensa, «como Trump, un hijo de millonarios que defiende al hombre hecho a sí mismo ¡y que se pone como ejemplo!».

El 'descensor' social

Martínez-Celorrio pone el acento no solo en la democratización de una educación pública y gratuita desde los 0 a los 25 años, como en Finlandia, sino en el grado en que las relaciones sociales son más o menos igualitarias. «Más en los países escandinavos pero mucho menos en los países latinos por la debilidad de sus estados del bienestar y la precarización consentida por la clase empresarial que elude el nivel de justicia fiscal que le toca». Argumenta que no se puede delegar la igualdad de oportunidades sólo a la escuela, «dejando intocables otras esferas institucionales determinantes del nivel de pobreza y desigualdad que genera nuestra economía, el mercado de trabajo, el modelo fiscal y los precios abusivos de la vivienda».
El experto alerta de que el 'descensor' también funciona, sobre todo en épocas depresivas y de crisis: «Los hijos de familias acomodadas están mejor protegidos, pero no exentos de riesgo, sobre todo si van mal en los estudios. En Cataluña, un 12% de los hijos de familias superiores con dobles ingresos no han ido más allá de la ESO y han seguido trayectorias caóticas y precarias. Aunque la 'dominancia del origen' funciona: a igual nivel educativo entre distintas clases, el logro profesional y salarial de los hijos de familias acomodadas es mayor». En cualquier caso, apuesta por potenciar un «enfoque de capacidades y empoderamiento que supere todo estigma y fatalismo por haber nacido pobre». Ya lo dijo Dickens: «Hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes».
Cayetano Martínez de Irujo, empresario «La gente no se cree que hemos vivido en una austeridad total»
Martínez de Irujo posa para una entrevista.
Martínez de Irujo posa para una entrevista.
Acepta hablar Cayetano Martínez de Irujo, representante de la Casa de Alba –que hunde sus raíces, títulos y posesiones en el siglo XIV– desde la parte más favorecida, pese a que piensa que tenemos una idea errónea de su posición. Posee una explotación agrícola, una línea de alimentos gourmet y es accionista de una marca de ropa: «Si no hubiéramos reconstruido desde las cenizas el palacio... Hemos vivido todo lo opuesto a lo que la gente cree, en una austeridad total. Las casas y las propiedades cuestan mucho, y aunque no nos ha faltado de nada, lujos ninguno. Cuatro años me costó conseguir una vespino, otros dos subir a una 125; me compraron mi primer coche, un Renault 5, pero el resto ya los compré yo, con mis caballos, con el polo, con mi trabajo... Y hemos heredado propiedades, pero ni un céntimo». Pese a las informaciones que hablan de 55 millones en líquido... «No hay nada más difícil de combatir que la ignorancia, ni un céntimo en 'cash'. Se ha quedado el mayor con todo lo que renta».
– Pero haría falta hacerlo muy mal para que acabara visitando un comedor social.
– Ya los he visitado.
– Para comer, me refiero.
– Eso sí, pero si somos tan valorados es porque hemos traído un patrimonio hasta aquí que otros han dilapidado. Como no me quedé en Madrid siendo el niño bonito, me fui de España y estuve 11 años fuera, nadie me ayudó con mis caballos... A los 16 años atropellé a una señora y estuve solo en el juicio, afronté una indemnización fuerte: una parte, la aseguradora y el resto, yo con un dinero para... En fin, espaldas cubiertas, sí.
– ¿Se sentía un niño privilegiado?
– En el mal sentido, tuve unas medidas muy estrictas, no entendía por qué no podíamos hacer la vida de los demás, parecía que estábamos en la guardia real inglesa.
– ¿Algún momento de crisis?
– Compré una casa con hipoteca y metí 20.000 euros en hostelería con un amigo que me robó y pagué 250.000. No pude afrontar las facturas un par de meses. Lo pasé mal al morir mi madre porque mi hermano me dejó sin ingresos seis meses, tuve que pedir un crédito, que te lo conceden sin problema en buenas condiciones. No puede compararse con otra gente, pero...
– ¿Sabe que el 10% más rico de la población española concentra más riqueza que el otro 90%?
– Me imagino que pasará aquí y en todas partes. Es que si tú le das 100 euros a diez personas, dentro de un mes uno tendrá 200, otro 5, otro 20... Una de las cosas más importantes es ayudar a los demás, y eso lo he hecho hasta el máximo, he tenido durante años a familias en mi casa, africanos, sirios, afganos que ya están integrados aquí.
– ¿Conoce el ascensor social?
– Soy muy empático con lo difícil que lo tiene la gente, sobre todo fuera, porque aquí hay más oportunidades, cuánta gente rica ha salido de abajo. Los políticos se emborrachan de poder, y deberían darse cuenta de que son gestores de sociedades. Hay que dar oportunidades a los países para desarrollarse, pero como lo tengan que hacer Putin y Trump, vamos listos.
Padre Ángel, Mensajeros de la Paz «El que nace pobre suele morir pobre, es una realidad»
El padre Ángel, en la Iglesia de San Antón (Madrid).
El padre Ángel, en la Iglesia de San Antón (Madrid).
Primero, la mala noticia: «Es una realidad que los que nacen pobres suelen morir pobres». Y ahora la buena: «Decir que ser pobre es una virtud es una barbaridad. No debemos conformarnos en ser pobres», pese a que ello implique sudar la camiseta para despegar. «No estoy de acuerdo con eso de bienaventurados los pobres aunque lo diga el Catecismo; bienaventurados los que salen de la pobreza. Nos han enseñado que hay que conformarse con lo que Dios, la sociedad y nuestros padres nos dieron, nos decían que cuantos más dolores, más cielo tendríamos... Y hay que tener cielo arriba, pero aquí también».
Quién no conoce al padre Ángel, de Mensajeros de la Paz, el sacerdote sin pelos en la lengua que gusta por igual a ricos y a pobres, aunque su discurso se incline sin ambages por el lado desfavorecido de la vida. «Mi generación luchó por salir de la pobreza, había líderes que querían que se repartiese la riqueza y por eso iban a la cárcel, por querer compartir con los demás. Hay que ser un poco revolucionario, no podemos conformarnos con la situación. Sabemos que hacen falta varias generaciones para escapar de la pobreza, pues también hacen falta dos o tres generaciones para que surjan políticos que consigan que en España haya menos pobres, aunque aquí estamos mucho más cerca de esa revolución que en países de América o África, y mientras hablamos, los bebés que están naciendo serán los que hagan un mundo más justo –promete confiado–. Y también en la Iglesia, aunque haga falta alguna generación más, porque no han nacido los obispos ni los papas ni las papisas que entusiasmen de nuevo, que logren vocaciones».
Es cura, aunque bien podría parecer un revolucionario de los de antes. «Necesitamos gente más entregada, que ilusionen, aquellos Che Guevara, aunque uno no esté de acuerdo cuando hay violencia, pero arrastraban a los jóvenes y les hacían ponerse camisas distintas. Eso falta, y los nuevos que han llegado no han sido los líderes que uno imaginaba, hay que esperar a otros, porque algunos hay, pero muchas veces prefieren ser ricos en vez de líderes sociales».
Reconoce que es una labor del Estado, aunque también confía en la solidaridad de los más favorecidos:«Hay algunos pocos que tienen conciencia, lo que hay que hacer es llevarles a un hospital o un país donde se mueren con la barriga hinchada de hambre. Los que entran en la iglesia de San Antón y ven a los indigentes durmiendo con la maleta, preguntan qué pueden hacer. A veces les escondemos, les hacemos invisibles, y ellos siguen en su palacio, pisando alfombras en los Senados, sin tocar la tierra, sin ir a los extremos. A Vallecas, a Usera, adonde no tienen ni agua caliente en casa».
Antonio de la Torre, actor «Yo he dado el salto social, pero tengo conciencia de pobre»
El actor, en la cena del premio Fotogramas de Plata.
El actor, en la cena del premio Fotogramas de Plata.
Recuerda a su madre, «casi analfabeta, yendo a una escuela de adultos para aprender algo, y a mi padre, que con 3 años quedó huérfano del suyo y con 12 empezó a trabajar. Yo ya viví otra cosa porque mi familia se enganchó al desarrollismo y empezó a ir un poco mejor. Así que no he padecido esa pobreza, pero sí mi madre. He dado el salto social con respecto a ella, que contaba con humor cómo tenían una batata y la partían en rodajas para repartir o cómo la cena de Nochebuena era un huevo frito, algo excepcional. Su propia madre tuvo diez hijos y a adultos solo llegaron cinco».
Rememora el actor los testimonios de la guerra, a su abuelo materno, «un anarquista al que fueron a buscar los nacionales y cuando les informaron de que ya había muerto, les dijeron 'Ha tenido suerte'». Y al paterno, que colaboró en la construcción de un puente en Zamora que se convirtió en lugar de peregrinación de su familia... «Esas son las historias que me han contado, aunque llegaran a una mesa con comida. En mi casa la comida era un tema, teníamos la nevera llena como en todas los hogares donde se ha pasado hambre». Y en medio de aquello, la solidaridad «que ha permitido a las generaciones sobrellevar la pobreza... Hago una reivindicación del estado de bienestar, de la sanidad y la educación pública. Y eso que, aunque no sea Cayetano de Alba, he dado un salto y soy un actor de los pocos que pueden vivir bien de esto».
Dice que de niño tuvo lo justo –«tres pantalones sin marcas, ni siquiera de pirateo»– y la conciencia de que los vecinos estaban en un nivel superior, aunque luego su padre despegara y pudiera comprar un apartamento en la playa. Estudió en la escuela pública, y al ver a los niños que iban con uniforme a la privada, le decía a su padre que le apuntara «a esos colegios... De niño no entiendes, porque no se hablaba, veníamos del franquismo donde todo se silenciaba». Reflexionando sobre cómo el ambiente en el que uno crece influye en las propias aspiraciones, clama contra «la gran mentira del liberalismo que supone que todo depende de tu voluntad, de que te esfuerces, y eso que yo creo en la voluntad, pero en esos círculos de la riqueza, los ricos llevan al cole a sus hijos ricos que se juntan con otros ricos para terminar mandando a mis hijos, que van a colegio público. Ese es el gran cáncer de la democracia, privilegiar los contactos frente a los méritos, conceder plazas a dedo y dar títulos que no se merecen».
Acaba de encarnar al expresidente uruguayo José Múgica: «Y hace reflexiones como que tiene el sueño de que este individualismo tan loco sea una desviación, y que si logramos que esto se meta en las cabezas de la mayoría pues igual se puede cambiar algo, porque la única revolución posible es pacífica y de valores. Igual sí hacen falta generaciones para escalar, pero hay que empezar a cambiar la mentalidad ya». Manda un mensaje «a los ricos o los que quieren serlo: Cuando compras una cosa no la compras con dinero, dice Múgica, sino con el tiempo que invertiste en ganar ese dinero, y el tiempo es precisamente lo único que no puede comprar el capitalismo».
Juan Manuel Periche, empresario en la ruina «Tuve 690 trabajadores y hoy vivo en una pensión»
Periche, junto a su 'tríplex' embargado.
Periche, junto a su 'tríplex' embargado.
No ha tenido mucha suerte últimamente Juan Manuel Periche (Jaén, 1955), empresario nacido en una familia andaluza y jornalera aunque emigrado con sus padres a Cataluña, luego a Francia, y después retornado y afincado en Ibiza, donde sobrevive como puede al mal de párkinson que lo aqueja desde hace años y a la ruina que le provocó la crisis y el desinfle de la burbuja inmobiliaria. Sí tuvo fortuna en el pasado; fue un hombre hecho a sí mismo, de esos pocos elegidos que saliendo de la nada llegan lejos, aunque esos precisamente caen sin red si las cosas se tuercen. Su familia marchó a Francia para la campaña de la vendimia y ya se quedaron. Allí su padre fue escultor de piedra para la Administración, y su madre, que empezó de limpiadora en casa de un mariscal, llegó a ser su ama de llaves. Vivían junto al ferrocarril, y de crío salía con un capazo a recoger el carbón que caía a su paso para sacarse un dinerillo colocándoselo a los vecinos. «Mi padre siempre me decía que tenía que estudiar para superarle a él», recuerda Periche, que se define como un «buscavidas».
De joven, lo mismo instalaba timbres eléctricos que iba de puerta en puerta vendiendo productos de belleza o se plantaba en las autopistas francesas colapsadas para ofrecer bebidas frías a los hastiados conductores. Instalado ya en Ibiza, encontró un nicho para prosperar en la construcción de carreteras, asfaltado, alcantarillado... Montó una empresa que llegó a tener 690 empleados y facturaba entre dos y tres millones al mes. «Vivía bien, sin lujos porque no me gustan, además ni bebo ni fumo, pero he viajado mucho y tenía un 'tríplex' muy bonito del que me han desahuciado y ahora vivo en una pensión». La crisis le pilló con un par de pagarés pendientes y sin fondos... «Se terminaba 2008 y tenía que pagar el finiquito de mis empleados, el sueldo del mes y la paga de Navidad, y tuve que elegir entre pagar a Hacienda o a los trabajadores. Elegí lo segundo», explica él.
La deuda con la Administración creció hasta tal punto que al final afrontó un juicio por delito fiscal que lo llevó en 2014 a pasar un año en la cárcel, aunque fuera en el hospital de la prisión por su enfermedad y disfrutara de beneficios por su buen comportamiento. Para pagar su deuda le embargaron la casa y a partir de ahí, todo cuesta abajo. Ahora, con 1.300 euros al mes por su invalidez y viviendo en la pensión, busca un piso para compartir. Aunque eso no quiere decir que se dé por vencido, ni mucho menos. La piscina y el gimnasio lo ayudan a lanzar lejos el pesimismo y ya tiene un proyecto para el que busca inversores; un restaurante de lujo donde solo se escuchará música clásica. Ya ha tenido alguna llamada.
Sagrario Rey, jubilada «Fuimos clase media baja, y ahora somos obrera, obrera»
Quién le iba a decir a sus 70 años a Sagrario Rey, madrileña por los cuatro costados, que iba a acabar recurriendo a las ayuda de una ONG como Mensajeros de la Paz para poder comer. Con un hijo de 35 a su cargo con una depresión aguda que no le deja incorporarse al mercado laboral y cuatro nietos de su otra hija de los que se ocupa mientras ella trabaja. Proviene de hogar obrero, de padre dependiente de tienda y madre ama de casa, donde no faltó un plato en la mesa, pero nada más, sin ningún tipo de lujos y muy pocas comodidades. «Mi infancia la recuerdo normalita, viviendo al día, hice la escuela primaria y luego, a ganar dinero para aportar».
Divorciada durante su segundo embarazo, ha pasado 42 años trabajando, en el aeropuerto, en una peletería, 20 años en un local hostelero... Su propia madre cuidaba de sus dos hijos. Después de toda una vida, hace tres meses fue desahuciada de su piso de renta antigua en el centro de la capital porque quieren construir allí apartamentos turísticos. Se trajo a su hermano a vivir con ella para poder pagar un piso entre los dos, pero él, enfermo de cáncer, murió el pasado diciembre a los 24 días de mudarse, y ahora ella tiene que hacer frente a un alquiler de 700 euros con su pensión de 600. «Así que tengo que ir a por la comida y los artículos de aseo y limpieza que me dan en Mensajeros de la Paz, a la espera de que a mi hijo le concedan una pensión por su incapacidad».
Pero es muy optimista, la voz fuerte y segura, y cree que las cosas cambiarán. prefirieron dejar la escuela y ponerse a cotizar para ayudar. «Yo les decía que era muy imporante que acabaran los estudios, pero no quisieron... Y resulta que ahora mi hija, con 40 años, trabajando y con cuatro hijos, ha cogido otra vez los libros para acabar la ESO... Pues muy bien». «A mi edad no tendría que estar así, es cuando mejor puedes vivir, y no debería necesitar pedir comida, pero qué le vamos a hacer, hay gente que está peor». Es uno de los casos de pertenencia a familia de clase obrera que acarició por un momento las clases medias por su parte más baja, y ahora ha vuelto a los inicios. «Incluso peor, porque ahora somos clase obrera, pero obrera, obrera», admite.

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