martes, 2 de abril de 2024

La Hora Musa - 'La jaula de los monos': Un (Museo) ABC por fascículos ,. Martes - 9 , 16 - Abril ,. / Cachitos de hierro y cromo - Miquel Barceló y el milagro de la cerámica como 'pintura amplificada' La Pedrera de Barcelona acoge una gran retrospectiva dedicada a las cerámicas del artista mallorquín ,. Martes - 9 , 16 - Abril ,./ Locos por las motos - A la altura del mejor Márquez ,.

 

   TITULO: La Hora Musa -   'La jaula de los monos': Un (Museo) ABC por fascículos,. Martes - 9 , 16  - Abril ,.


 'La Hora Musa', presentado por Maika Makovski ,a las 22:55 horas, en La 2 martes  - 9 , 16 - Abril  , fotos,.

   'La jaula de los monos': Un (Museo) ABC por fascículos,.

 Ilustración sobre Barcelona datada en 1988 de Montesol

Puede ser un martes o un miércoles, preferiblemente el martes, que para eso el refranero lo propuso como el día en el que no cabía casarse ni embarcarse, es decir, momentos para dedicarse a placeres mundanos. Hay quien espera al fin de semana, pero últimamente ese par de días suele ser sagrado. Al cierre semanal no se le puede pedir demasiado, si acaso que sirva de tránsito feliz para regresar a la rueda laboral sin demasiados altibajos y con la vida más o menos recompuesta. Optemos por el martes, como haría Rob Fleming, el protagonista treintañero de aquella novela que Nick Hornby tituló Alta Fidelidad (1995) y que iba de todo menos de las excelencias de reproductores fieles —no me refiero a hombres leales, sino a aparatos que trasladasen del modo más genuino posible la música que otros grabaron como expresión personal para nuestro deleite y para que nuestro cerebro acabe embebido en dopamina. No, el libro iba de otra cosa. “El martes por la noche”, cuenta el bueno de Rob, “me dedico a reorganizar mi colección de discos (autobiográficamente); es una cosa que suelo hacer en época de altibajos emocionales. Habrá gente a quien le parezca una forma bastante aburrida de pasar una velada, pero yo no estoy entre ellos. Mi vida es mía, es ésta, y resulta agradable sumergirse en ella hasta los codos, tocarla con los dedos.” Sea un martes, pues.

"Estamos a martes, y toca ordenar la discoteca. Se encuentra en el lugar noble de la casa, si es que hay nobleza en un comedor exiguo permanentemente envuelto en el ruido de un tráfico infernal"

El ejemplar de la novela que manejo perteneció a alguien que viajó con el libro de Milano a Malpensa en el Malpensa Express y guardó el billete del viaje como punto de lectura para que yo lo encontrara en una librería de lance años más tarde. Se trata de la primera edición española (Ediciones B, Barcelona, 1995), y traía como subtítulo “una comedia sobre el miedo al compromiso, el odio a tu trabajo, enamorarse, y otros éxitos del pop”. Hoy edita la novela Anagrama, que tiene el grueso de la producción de Hornby en castellano, desde Fiebre en las gradas a Funny Girl, pasando por esa joya infravalorada que es 31 canciones. Por aquel libro que saltó de Italia a España, transitaba, como digo, Rob y sus despropósitos. Alguien ha visto un exceso de misoginia en la novela, pero eso acaso se deba a una pérdida actual de olfato ante el uso del registro irónico que nos asola en estos tiempos de ingenuidades pueriles y flaquezas emocionales. Puede que el peterpánico Rob, al que John Cusack insufló vida con brío en la película que protagonizó bajo la dirección de Stephen Frears (2000), diese voz a algunos lugares comunes sobre las relaciones entre hombres y mujeres, o más bien sobre lo que hombres como él opinan del galimatías emocional del universo femenino (distinto, aunque igual de embrollado que el masculino: en compensación ha aparecido un serial televisivo casi literal a la película, con Zöe Kravitz de protagonista); pero sólo es eso, su punto de vista, su mirada maravillada ante lo supuestamente incomprensible. Y se deja llevar, como ocurre con frecuencia cuando nos enamoramos, o así lo confiesa el mismo Hornby al hablar de dos de sus tres pasiones, en orden intercambiable, el fútbol y las mujeres (el tercero es la música pop): sucede “de repente, sin explicación, sin hacer ejercicio de mis facultades críticas, sin ponerme a pensar en el dolor y en los sobresaltos que la experiencia traería consigo”. Si también incluye la tercera de sus pasiones se debe a que, a pesar de las alegrías que comporta vivir inmerso en la música pop, a veces hay dolor y sobresaltos, sobre todo, cuando la magia de un grupo se desvanece, cuando el resultado no se acerca a las expectativas creadas, cuando fallece ese miembro querido de tu familia alternativa, cuando, en fin, el mundo se hunde bajo tus pies y sabes que ya nada será igual.

Estamos a martes, y toca ordenar la discoteca. Se encuentra en el lugar noble de la casa, si es que hay nobleza en un comedor exiguo permanentemente envuelto en el ruido de un tráfico infernal, la banda sonora de la recogida neumática de basuras, el camión del reciclaje del vidrio, el de enseres muebles, el autobús de línea, el botellón nocturno y el rugir de un compresor que no sé de dónde viene, pero que produce un sonido de bajas frecuencias que impide la medición de decibelios de las autoridades municipales, pero suficiente para que uno no pueda pegar ojo en toda la noche. Así no hay modo de conciliar el sueño ni de mantener los nervios a raya. La discoteca está en el comedor, sí, pues hube de elegir entre el placer inmediato que proporciona la música o el más moderado en el tiempo que generan los libros. Al final, estos últimos acabaron en el trastero, que es el lugar que la arquitectura contemporánea ha convertido en metáfora del alma para estos tiempos indignos. El lugar oscuro sin apenas tránsito para nuestros sueños postergados: no hay todavía olvido para ellos, pero están enterrados a varios pisos bajo nuestros pies.

"Caigo en la cuenta de que existen unos cuantos volúmenes de mi discoteca que funcionan como trampantojo, como esos fake books que comercializa la influencer francesa Maddy Burciaga"

En ese trajinar de discos, caigo en la cuenta de que existen unos cuantos volúmenes de mi discoteca que funcionan como trampantojo, como esos fake books que comercializa la influencer francesa Maddy Burciaga y que se hicieron famosos durante los días de confinamiento por la pandemia: plafones que imitaban los lomos de libros selectos, un potencial decorativo que, como ha señalado Patricio Pron, sirven a su vez para “obtener el respeto y el capital simbólico que quienes no tienen por costumbre leer otorgan a quienes sí lo hacen”, o como dice la especialista en adicción a los libros Jessica Pressman en Bookishness. Loving Books in a Digital Age (Columbia University Press, 2020), para “construir y proyectar identidad a través de la posesión y la presentación de libros”. En mi caso, sin embargo, su presencia tiene que ver con un asunto de practicidad: ¿han probado de colocar esos libros de hojas satinadas y formato mayor en una estantería Billy®? Se comban a la menor ocasión, si es que han conseguido hacerse con un ejemplar, que me dicen los amigos que haberlas haylas, y que Ikea no deja de reeditarlas, pero que cuesta dios y ayuda hacerse con una de ellas (tal vez ahora, con la idea de Burciaga, sea más fácil, ya se verá).

Junto a esos libros objeto, compendio de álbumes que por varios motivos tienen interés por su diseño, por su valor artístico o simplemente como ejemplares que responden a una época determinada, existen otros volúmenes en la misma estantería Kallax® —no me puedo permitir otra— que funcionan como discotecas alternativas. Son estos un tipo de libros donde aparecen registradas discotecas ajenas, con sus fotografía extensibles, como si fueran las primeras páginas de la revista Hola, en las que se muestran fotografías de las casas de los famosos. Aquí lo que se ilustra son las discotecas de ensueño de algunos de los líderes espirituales en lo que concierne a la colección de discos de vinilo. Puro fisgoneo enfermizo, oigan; pero también valen como lo que les decía, como discotecas potenciales, a modo de metacolecciones: una colección que incluye en ella lo que otros coleccionan, como si fuera un dibujo infinito de Escher en el que se sustituyera la cinta de Moebius por la disposición libérrima de los álbumes, maxis y singles. Todavía queda la tarea de montar un volumen de la serie Unpackin My Library: Writers and Their Books (Yale University, 2011), del profesor de inglés de Harvard Leah Price, donde se sustituya el título por un posible Unpackin My Discotheque: DJs and Their Vinyls. Es una idea.

El caso es que esa acumulación de libros en formato vinilo sobre la cofradía de amantes del surco funciona como ilusión, porque de esto va esta columna, de ilusiones. Uno cree escribir sobre los discos que le importan, cuando en realidad está escribiendo su autobiografía. Eso imaginaba al menos Ricardo Piglia cuando hablaba de la labor entre líneas de crítica literaria. No andamos demasiado lejos de la idea de ese otro argentino universal. Va de ilusiones, de trampantojos y de retromanía, que es el amor fervoroso por el tratamiento con aire añejo de cualquier novedad unido al amor por todo lo antiguo, objetos y actitudes que por el hecho accidental de haberse depositado el paso del tiempo en ellos se les otorga un valor añadido, que no porque a veces resulte justificado deja de catalogarse de desmedido.

"Hoy, en cambio, prima la triple A. Todo analógico, por favor. Así lo querría Rob, y seguro que también sus amigos Barry y Dick."

La retromanía, la nostalgia de que cualquier tiempo pasado fue mejor, unida al alocado consumo de artefactos culturales como forma de autoconocimiento y de recuperación ilusoria de unos años que ya no volverán. De eso hablaba precisamente Simon Reinolds en su libro homónimo, que subtitulaba La adicción de la cultura pop a su propio pasado (Caja Negra, 2012), esto es, el mundo visto desde el punto de vista de arqueólogos, profanadores y archivistas. Una obra que se pregunta si este fenómeno revivalista “supone una sentencia de muerte para toda originalidad o si llegará nuevamente un tiempo en el que el pasado dejará de ser un museo y un archivo para volver a ser un conjunto de recursos utilizados en la búsqueda de territorios sonoros desconocidos.” Por ahí andará nuestro querido Rob Fleming y sus famosos Top 5. Tal vez tendría en su discoteca, por muy pop que se precie el personaje —alter ego del propio Nick Hornby—, ejemplares de Triplicate (Columbia, 2017) de Bob Dylan, con su aire de álbum de los tiempos en que el joven ilustrador, diseñador y tipógrafo Alex Steinweiss tuviera la idea de ilustrar las carátulas de los discos, allá a finales de los años Treinta. Valga como dato que en 2007 Dylan ya había sacado una triple caja de CDs cuyo diseño imitaba los logos de la antigua Columbia que produjera las primeras portadas de Steinweiss y reproducía en ese deluxe box set en cofre de tela roja una impresión de los ejemplares de CDs imitando los surcos de vinilo en riguroso negro acetato.

Nos movemos en un tiempo en el que se denosta aquella por entonces preciada leyenda que traían los discos digitales en los Ochentas, la que respondía a las siglas DDD (grabación digital, masterización digital y producción digital). Hoy, en cambio, prima la triple A. Todo analógico, por favor. Así lo querría Rob, y seguro que también sus amigos Barry y Dick, los dependientes de la tienducha londinense —en la película de Frears la acción se trasladaba a Chicago y Rob pasaba a apellidarse Gordon— que era el cuartel de operaciones del infame trío de posesos musicales. Si Walter Benjamin los hubiese conocido, seguro que le hubieran inspirado la frase que recogió en una de sus Iluminaciones (Taurus, 2008) cuando hablaba de que “para el coleccionista auténtico, adquirir un libro (disco) significa hacerlo renacer”, renacer él y renacer el disco, añadiríamos. De seguir con la tienda y con la colección, Rob y su tribu se habrían hecho con las tres versiones del último disco de Leon Bridges, Gold-Diggers Sound (Columbia, 2021), la original, la de acetato dorado comercializada por Amazon y la de portada alternativa Indie para tiendas de barrio fuera del circuito de grandes almacenes.  A la portada en dorado brillante y al libreto interior con veinte páginas con la reproducción de las letras correspondientes a las once canciones, Leon Bridges añade una tipografía vintage (ya salió la palabrita), consejos impresos en la funda interior sobre los cuidados que requiere una grabación de alta fidelidad vinílica y un sonido envolvente y orgánico. La información que contiene el álbum desea poner al alcance de los fans advenedizos los tesoros del universo del microsurco, desde la etimología de las siglas LP (Long Playing 331/3 rpm, revoluciones por minuto), curiosidades como la de las causas de anchura variable en los surcos, también las notas técnicas de la producción de discos, los cuidados que requiere el formato, hasta un decálogo de las bondades y ganancias que proporciona una grabación de estas características más allá de su simple placer musical, todas en la línea del renacimiento del formato para alegría de la comunidad de amantes de las cosas bien hechas y de las agujas de diamante o zafiro. Se ha citado a Leon Bridges pero podría haberse hablado aquí de Sob Rock, el octavo álbum de estudio de John Mayer (Columbia, 2021), con esa atmósfera ochentera, los colores pastel de la portada, la pose de icono pop adolescente, la imagen de walkman-cassette rodante cuando se pincha una de sus canciones en Spotify, los adhesivos de “The Nice Price” que nada tienen de nice ni de price, y si no que se lo pregunten a los millennials (eso en la época estaba reservado a las series medias, la segunda vida del disco para bolsillos humildes, tras meses en las cubetas de novedades reservadas a pudientes o a fanáticos intrépidos que conocían el bolsillo interior del monedero de sus madres), o esa etiqueta donde debiera estar impreso el precio pero que se dedica a publicitar el año en que Spotify o Apple Music han incluido la grabación en su catálogo. La cosa se ha puesto seria. Pero si hasta una pionera de las revistas de Jazz (ahora también de “Blues & Beyond”) como Downbeat, en la que me vanaglorio de haber publicado, acaba de sacar en su número de julio de 2021 una sección especial llamada “We Love Vinyl!”.

"Diviértanse y recuerden que, como diría el Padrino del Rap, la revolución no será televisada, será retransmitida en un podcast de Spotify"

Así están las cosas. Suerte que nos queda el mensaje del irreductible Gil Scott-Heron para poner las cosas en su sitio. Se trata de un manifiesto que vale como evangelio, no exagero. El texto aparece en los créditos de la funda interior de su última grabación en vida, el fantástico I’m New Here (XL, 2010), el mismo disco que luego el baterista y arquitecto sonoro Makaya McCraven reimaginaría como palimpsesto para crear en We’re New Again (XL, 2020) una nueva pieza repleta de maravillas añadidas a las originales del rapsoda del Bronx, aunque nacido en Chicago y criado por su abuela en Jackson (Tennesse). Lo traduzco literal. Dice así:

“Existe un procedimiento adecuado para aprovechar cualquier inversión. La música, por ejemplo. Comprar música es una inversión. Para amortizarla al máximo debes…

ESCÚCHALO POR PRIMERA VEZ EN CONDICIONES ÓPTIMAS.

No en tu automóvil o en un reproductor portátil a través de auriculares.

Llévalo a casa.

Deshazte de todas las distracciones (incluso de él o ella).

Apaga tu móvil.

Apaga todo lo que suene o vibre o retumbe o silbe.

Ponte cómodo.

Reproduce tu LP.

ESCÚCHALO hasta el final.

Piensa en lo que tienes.

Piensa en quién agradecería esta inversión.

Decide si hay alguien con quien compartir esto.

Ponlo de nuevo.

Diviértete.”

El martes no ha acabado. Así que, con su permiso, yo sigo a lo mío. A ver si entre tanta reordenación de la discoteca aparece un mensaje que me diga, finalmente, quién soy, qué hago aquí y qué va a ser de mi vida. Todo bueno si tengo la música cerca y a alguien a mi vera con quien compartirla. Diviértanse y recuerden que, como diría el Padrino del Rap, “la revolución no será televisada”, será retransmitida en un podcast de Spotify, afirmo. Dedíquense un martes, al menos un martes por semana. Será siempre un día de ganancias y así evitarán lo que le sucedió al protagonista de El hombre que ordenaba bibliotecas (Pre-Textos, 2021), la elegante primera novela del también poeta Juan Marqués (contarlo sería destripar el relato). Lo dicho, resérvenle unas horas a su discoteca. No serán horas perdidas en vano. Para cualquier reclamación, razón aquí.

 

TITULO:  Cachitos de hierro y cromo -  Miquel Barceló y el milagro de la cerámica como 'pintura amplificada' La Pedrera de Barcelona acoge una gran retrospectiva dedicada a las cerámicas del artista mallorquín  ,. Martes - 9 , 16  - Abril  ,.

   El martes -  9 , 16 - Abril  a las 22:30 horas por La 2, fotos,.

 Miquel Barceló y el milagro de la cerámica como 'pintura amplificada' La Pedrera de Barcelona acoge una gran retrospectiva dedicada a las cerámicas del artista mallorquín ,.

Miquel Barceló ojea un catálogo de la exposición de sus cerámicas en La Pedrera,.
 

Se hizo la luz, se multiplicaron los panes y los peces y, milagro, Miquel Barceló tocó el cielo no solo como pintor y artista de vanguardia, sino también como ceramista. 300 metros cuadrados de lienzo cerámico, 2.000 fragmentos y una nueva piel de barro hecha a golpes y puñetazos. «Esta cerámica es igual que un cuadro. Es otra forma de pintar«, dijo entonces Barceló para resumir su trabajo en la Capilla del Santísimo de la Catedral de Palma de Mallorca. «La cerámica es la pintura amplificada. El proceso de cocción, petrificar lo que era blando (como la pintura) lo revista de relevancia. La cerámica es la madre de la pintura», leemos ahora en la sala de exposiciones de La Pedrera, donde un par de planchas preparatorias del retablo dan cuenta de la magnitud de la empresa.

A su alrededor, una generosa y extensa representación de toda esa 'pintura amplificada' que el mallorquín ha venido creando con regularidad desde que moldeó en Mali sus primeras mezclas de arcilla y excrementos de animales. Un Pinocho muerto, un torso, una máscara. Cabezas de animales y los bustos de Domo, Amo y Amassagou.

«Hay artistas que en un verano hacen veinte cerámicas y ya está, pero en el caso de Miquel se ha convertido en un aspecto central de su obra», apunta Enrique Juncosa, comisario de una exposición que, por primera vez, muestra de forma cronológica tres décadas de trabajo cerámico. Más de 4.000 piezas resumidas en las cerca de ochenta creaciones que se pueden ver en La Pedrera hasta el 30 de junio y con las que Barceló viaja del neolítico al siglo XXI sin abandonar sus talleres de Vietri Sul Mare o Vilafranca de Bonany. Además, la muestra reúne también cuadernos preparatorios y pinturas que contextualizan y complementan el discurso expositivo.

Tejas, ladrillos y arcilla

Esta misma semana, el artista de Felanitx ha presentado su monumental Grotte Chaumont, un 'monstruo' de cerámica de casi ocho toneladas instalado en un bosque del valle de Loria, pero lo que puede verse en La Pedrera es el camino de puntos que , paso a paso, lo ha llevado hasta ahí. De los bustos africanos, las ánforas antropomórficas y los autorretratos irónicos la Capilla del Santísimo, el bosque francés y los tótems fantasmagóricos hechos a partir de grandes ladrillos de barro.

 
Barceló posa para los fotógrafos ,.

«Cuando caen los imperios, se destruyen los palacios, las pinturas, se funden los bronces, pero la cerámica se conserva, porque al fin y al cabo no vale nada», defiende el propio artista, quien hace suyo el 'todos somos griegos' del poeta romántico Percy Bysshe Shelley para convertirlo en lema de la exposición.

«Está claro que él la cerámica la toma en serio», asegura Juncosa. «Cuando expuso en Barcelona en 1988, le invitaron a escoger piezas de museos de la ciudad, y el 80 por ciento de lo que escogió ya eran cerámicas de Guinea Ecuatorial y Grecia», añade el comisario. En aquel momento, Barceló ya había experimentado con la materia en transformación y las imágenes que surgían de la propia viscosidad de los materiales, pero fue un feliz accidente el que le introdujo en la cerámica como forma de expresión artística.

A mediados de los noventa, durante un viaje a Mali, las fuertes tormentas de viento llenaban de polvo los cuadros y convertían la pintura en una auténtica odisea, por lo que empezó a trabajar con arcilla «a partir de la técnica tradicional de la zona, donde se mezcla con excrementos de animales, como vacas o asnos, que dan como resultado unas obras muy frágiles, que rápidamente son sustituidas por otras». Y es que la cerámica, asegura Barceló, «es el material que mejor recoge los defectos y las imperfecciones, sobre todo cuando se cuece con leña», como hacían las mujeres en Mali.

 
Detalle de los tótems de Barceló ,.

En 2008, después de concluir el encargo para la catedral de Mallorca e iniciar una «larguísima conversación» con Gaudí que, dijo, sigue «aquí en La Pedrera», Barceló compró una antigua tejería en Vilafranca de Bonany (Mallorca), puso en marcha un taller dedicado exclusivamente a la cerámica, y empezó a experimentar con pigmentos, colores y temas troncales en toda su obra como la naturaleza, la zoología o la tauromaquia.


También llevó su trabajo con arcillas blandas al Festival de Aviñón, donde junto al coreógrafo Josep Nadj presentó el espectáculo 'Paso doble', del que se puede ver un fragmento en video justo antes de enfrentarse a los Tótems de Barceló: enormes construcciones modulares con guiños a las culturas clásicas y a algunos animales fantásticos que conectan directamente con el monstruo dentado de la Grotte Chaumont.

 

TITULO:  Locos por las motos - A la altura del mejor Márquez ,.

 

A la altura del mejor Márquez,.

La victoria de Martín en Portimao le dio a Ducati su undécimo triunfo consecutivo en MotoGP. El récord histórico son las 12 de Honda en 2014 que redondeó Marc.

A la altura del mejor Márquez - AS.com

foto / Nunca antes se había dado un periodo tan dominador en la era MotoGP como el de Marc Márquez junto a Honda en 2014. El curso comenzó con 10 triunfos consecutivos para el español, y aunque la racha se interrumpió en el GP de la República Checa con una victoria de Dani Pedrosa, esa actuación mantenía a la marca del ala dorada imbatible en la clase reina. Hace una década el fabricante japonés estaba en una posición completamente opuesta a la actual, pues en este inicio de curso están luchando por intentar no cerrar la tabla, y esa racha de carreras en lo más alto del podio se prolongó hasta las 12 gracias a la carrera que se llevó el ocho veces campeón en el GP de Gran Bretaña. Cifra que hasta día de hoy, sigue marcando el récord histórico de victorias consecutivas en la máxima cilindrada.

Valentino Rossi con la Yamaha en su gran premio de casa (San Marino) fue el encargado de acabar con una racha que parecía inalcanzable. Pero en el último lustro esa palabra ha desaparecido del diccionario de Ducati y el triunfo de Jorge Martín en Portimao, deja a la casa de Borgo Panigale a la altura del mejor Márquez y la mejor Honda en MotoGP. O al menos así los dicen los números. La victoria del piloto de Pramac en el trazado portugués supuso la undécima consecutiva para la Desmosedici en la clase reina. Hay que retroceder hasta el GP de Cataluña de 2023 para encontrar la última carrera que no conquistó la moto italiana (se la llevó la Aprilia de Aleix Espargaró) y desde entonces, seis pilotos han tenido el privilegio de ir engordando la historia de los de Bolonia en el Mundial.

El propio Martín (4), Bagnaia (3), Bezzecchi, Zarco, Bastianini y Di Giannantonio se han encargado de distribuir entre ellos las victorias en estas últimas once carreras que ha celebrado MotoGP. En el caso de Honda el reparto de las 12 consecutivas fue cosa de dos pilotos (Marc y Pedrosa), y Márquez se encargó de alcanzar esa cifra máxima a la que ahora aspira Ducati. El ocho veces campeón le dio la duodécima a la marca del ala dorada y lo que puede parecer casualidad, igual es cosa del destino: ahora los de Borgo Panigale pueden alcanzar el registro del fabricante japonés en Las Américas.

La próxima visita que marca el calendario de MotoGP lleva al Mundial hasta el circuito de Austin. Desde que el trazado americano debutó en el campeonato (2013) hasta 2021 (en el 2020 no hubo competición por la COVID-19), Márquez conquistó todas las citas en Texas, con la única excepción de un 2019 donde perdió el triunfo a causa de una caída cuando lideraba. Las Américas se convirtió en el jardín de Marc y de la misma manera en la que el ocho veces campeón culminó ese récord de 12 triunfos para Honda, ahora tiene la oportunidad de igualar con Ducati dicha cifra.

Ducati solo ha ganado con Gresini en Austin

Los históricos le dan el último triunfo en Las Américas a la Honda, gracias a una victoria de Rins que al mismo tiempo fue la única del fabricante japonés en 2023. Sin embargo, con un Márquez lastrado por su lesión de hombro que marcó la trayectoria del español en el Mundial desde 2020 hasta el pasado curso, el otro triunfo que se repartió (2022) fue para una Ducati... del Gresini. Bastianini se impuso en el trazado americano con la Desmosedici, y esa fue la primera y única vez que la moto italiana salió como ganadora de Austin. De volver a conseguirlo entrarían en los libros de historia y Marc, tiene la oportunidad de acompañar a los de Borgo Panigale en esa aventura. Ya lo hizo en el pasado con Honda y en Texas, es casi infalible.

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