Tres diestros extremeños pasan por la Uex para que estudien sus cuerpos, y sus números sorprenden,foto,.
Juan Luis Ambel Barranco en el DNI, Posada de Maravillas en
los carteles taurinos y en casi todo lo demás, mide 1,78 metros, pesa
64,9 kilogramos, tiene un porcentaje de grasa corporal del 7,05 por
ciento, y un 51,1 por ciento de músculo. O sea, hay que pellizcarle con
puntería en la parte más ingrata de la anatomía masculina para que los
dedos agarren algo de pellejo. Extremeño de Badajoz, tiene 20 años, es
novillero y a no mucho tardar será torero, pero su cuerpo es el de un
futbolista o el de un tenista.
No lo dice él, ni ninguno de los taurinos que le
acompañaron ayer en su viaje a Cáceres, sino Guillermo Olcina, decano de
la facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Extremadura.
«Hay que estudiar detenidamente los datos, pero por lo que estamos
viendo, tienen condiciones propias de deportistas de élite, similares a
las de un tenista o un futbolista», apunta el rector mientras a dos
pasos de él, Ginés Marín (17 años, de Olivenza, alumno de cuarto de la
ESO en el instituto Puente Ajuda, 1,77 de estatura, 60,9 kilos, casi la
mitad de ellos músculo) agacha la cabeza sobre el manillar de la bici
estática en la que calienta las piernas.
En dos laboratorios
En esta luminosa habitación de la facultad de Ciencias del
Deporte de la Universidad de Extremadura no se pueden hacer otras muchas
cosas. Correr, pedalear, agacharse y saltar, respirar hondo y soplar
con fuerza por un tubo, tumbarse en una cama con el pecho decorado de
electrodos o dejar que un joven con bata blanca dirija las extrañas
pinzas que lleva en la mano a esa región donde los hombres suelen
acumular años, cervezas y aperitivos. No hay nada de eso en los dos
jóvenes que ayer pasaron primero por el laboratorio de Fisiología del
Ejercicio y después por el del Geadaf (Grupo de Avances en Entrenamiento
Deportivo y Acondicionamiento Físico).
Antes de cruzar la puerta del edificio en el que están esas
instalaciones, Posada de Maravillas, Ginés Marín y José Garrido -que no
pasó las pruebas porque anteayer se lesionó el tobillo jugando al
squash por la mañana y por la tarde acabó de fastidiárselo cuando le
cayó encima un novillo- parecen lo que son: gente de los toros. Si se
sabe que a esa hora y en ese lugar están citados los tres novilleros que
el 26 de mayo harán el paseíllo en Cáceres, no hace falta ser Agatha
Christie para identificarles. Media hora después, en pantalón corto,
camiseta y zapatillas deportivas, con el pecho al aire y empezando a
sudar, podrían ser atletas preparando su próxima competición.
«Un siete por ciento de grasa corporal, aunque se tengan
veinte años, es propio de un atleta de fondo», resume Marcos Maynar,
responsable del laboratorio de Fisiología del Ejercicio. Un 7,76 por
ciento tiene Ginés Marín, que al conocer el dato, pregunta por la cifra
al técnico que le está ayudando con el test. «¿Un siete? -le responden-
Estás fino fino, como un tirachinas».
Antes y después de esa prueba, a Posada y a él le hicieron
otras: correr por una cinta hasta no poder más, agacharse y saltar lo
más alto posible, treinta segundos esprintando sobre una bicicleta
estática al cien por cien de la capacidad... Todo lo que en su día
hicieron los atletas Javier Cienfuegos o Javier Alves o el motorista
Santi Barragán, sólo tres de los muchos deportistas de élite que pasan
con más o menos asiduidad por el campus cacereño. Pero nunca lo había
hecho, al menos en Extremadura, alguien del toreo.
«Cuando me lo propusieron, me encantó la idea», reconoce el
decano de la facultad, que ayer siguió los tests de principio a fin.
«El primer paso -desgrana Guillermo Olcina- son las pruebas en el
laboratorio, y la segunda fase sería tomarles datos durante un festejo o
en un tentadero, y en función de lo que obtuviésemos, ver cuáles son
sus puntos fuertes y débiles, cuáles son sus condiciones y las
exigencias físicas a las que se somete un torero, y adaptar su
entrenamiento a todos esos factores». «Durante muchos años -ilustra el
decano-, los entrenamientos de los equipos de fútbol eran básicamente
correr y correr, y ahora son mucho más variados y completos, están mucho
más profesionalizados, y al final, de lo que se trata es de llevar a la
tauromaquia lo que se lleva haciendo con la mayoría de los deportes
desde hace cuarenta años».
Posibilidades
En esta dirección apunta lo que ayer hicieron Posada de
Maravillas y Ginés Marín, una iniciativa que supone profundizar en un
campo de posibilidades infinitas: la Ciencia del Deporte a escala
universitaria aplicada a la tauromaquia. O lo que es lo mismo: abordar
de forma científica cuáles son las exigencias físicas de un torero. No
es que no se haya hecho hasta ahora, ya que la mayoría de los matadores
incorporan en sus plantillas profesionales de este ámbito. Y en el caso
de los novilleros extremeños, a estas alturas de sus carreras, los tres
reciben asesoramiento profesional. Pero añadirle a todo ello el marchamo
que supone trabajar con una facultad equivale a subir un escalón.
«Esta iniciativa -reflexiona el decano- nos permite, en
primer lugar, responder a una pregunta que genera curiosidad, interés, y
es si el torero se asemeja a algún deportista en concreto; en segundo
lugar, hacer estudios específicos en una materia sobre la que apenas hay
información en nuestro ámbito de investigación; y como tercer punto,
puede abrir un nicho laboral para los estudiantes de esta facultad». O
sea, ganarse la vida como entrenador de toreros. Ya hay quien lo hace en
España, pero esa figura no está tan generalizada como podría.
José Garrido, que entrena a diario y al que «dos o tres
veces a la semana» le acompaña un preparador físico, tiene también su
fisioterapeuta de cabecera. «La muleta -recuerda- pesa tela, como cuatro
kilos, y el toro te lleva al límite muchas veces». Dan fe de ello su
tobillo maltrecho y sus cicatrices. Y las de Posada y Ginés. Almas de
torero, cuerpos de atleta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario