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Ray Loriga: «Escribir es una subversión constante»,.
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«Rebelde y auténtico son palabras tan manoseadas que han perdido su sentido», dice el autor de 'Rendición',.
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«El hilo de la extrañeza cose todas mis novelas», asegura el narrador, cineasta y último ganador del premio Alfaguara,.
Palabras como «rebelde» y «auténtico» van quedando arrumbadas en el vocabulario de Ray Loriga (Madrid, 1967). «Están tan manoseadas que han perdido su sentido», lamenta el escritor, que, cumplidos los 50, regresa con 'Rendición', una novela «sin drogas ni rock and roll». Le dio el vigésimo premio Alfaguara y habla de las disidencias, de su coste en un tiempo de libertad solo aparente, de consensos impuestos en nombre del presunto bien común. Se niega Loriga a ser etiquetado de rebelde y de narrador maduro, dice ser «un disidente a ratos» que «nunca se ha rendido del todo».
«No me he rendido nunca de la literatura. Escribir es una subversión constante. Un acto de insurrección, de arrogancia y petulancia. Para seguir adelante en la vida hay que hacer rendiciones parciales», admite Loriga, que cumple un cuarto de siglo de actividad literaria.
«Rendirme definitivamente sería abandonar este oficio, y no está en mis planes», insiste Jorge Loriga Torrenova, Ray para el mundo casi desde su infancia. Otra cosa son esas rendiciones parciales, que justifica «como una cuestión de aerostática». «Hay que tirar lastre después de llenar el globo, porque si no, se queda en el suelo. Hay que marcar prioridades y renunciar a algunas cosas», admite.
«Más que de rebeldía hablo de disidencia. La palabra rebelde, una vez que se apropiaron de ella los anunciantes de vaqueros, ha perdido significado. Está tan manoseada, se ha vendido tan barata que intento no usarla. Hablo de cierta extrañeza y capacidad de duda del mensaje de lo común», resume.
Una disidencia que para Loriga es «personal e íntima». «Supone no aceptar de buen grado ni unas ni otras comandas de lo que parecen los movimientos dominantes». «Si lo logras, ya tiene una posición de individuo pensante», asegura el escritor, sabiendo que «la disidencia tiene un precio alto y es el aislamiento».
«Auténtico es también una palabra muy falsa. Una de las que menos me gusta», dice Loriga sacudiéndose otra etiqueta. «Auténtico ya no quiere decir nada. Es sano cambiar de ideas. Hay que tener un retén de alerta sobre tu propia estupidez. Ser pensante y cambiante antes que cualquier otra cosa», propone.
'Rendición' es una novela sin héroes ni nombres con ecos de una terrible guerra difusa, sin territorio, sin frente. Una contienda global que está hoy ante nuestras narices, sin declaraciones de hostilidad ni campos de batalla. «Vivimos una guerra mundial de formato diferente en la que se han minimizado los daños. Los chicos de 18 años ya no van al frente, pero los actores principales son los de la Primera Guerra Mundial, prácticamente los mismos que en Lawrence de Arabia», sostiene.
Uno de esos actores es el yihadismo. «No se puede ser más malo que el Daesh. Son como los nazis, y como ellos tienen la desfachatez de proclamarlo en sus vídeos promocionales». El otro paradigma de la maldad es Kim-Jong-un, «el playmóbil de Corea del Norte, que no se si es un puro invento de lo increíble que es».
Cree Loriga que si hay un hilo que cose sus dispares novelas «es el de la extrañeza». «Todos mis personajes y voces están marcados por una cierta extrañeza ante la vida y el grupo, que les supera en lo social y en lo político. Todos comparten una visión un poco esquinada de lo que les rodea», explica.
Orgulloso de una carrera que dura ya 25 años, con el respaldo del lector y críticas más que elogiosas -The New York Times le declaró estrella del rock de las letras europeas-, no le agrada que se hable de su madurez. «Pudrirse es lo que viene después de madurar», dice con una maliciosa sonrisa.
«Han sido años fabulosos, de evolución constante», explica Loriga, que no cree que cualquier tiempo pasado sea mejor - «Ahi está Treblinka»- ni que todo sea avance y mejora. «Se pierde energía, fuerza y capacidad de riesgo. Mi pretensión ha sido no repetirme, aunque hay escritores de una sola nota a los que admiro mucho, como Simenon. Pensé que sería de ese palo y al final acabé sorprendiéndome», dice sin atreverse a definir el 'estilo Loriga'. «Supongo que existe, pero serán otros quienes deban definirlo. Me resulta bochornoso y sonrojantes hacerlo yo. Pero como dijo Belmonte, se torea como se es».
TITULO: El tranvia del tiempo - LEILA SLIMANI, BUSCO LA UNIVERSALIDAD DEL DOLOR,.
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Leila Slimani: «Busco la universalidad del dolor»
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La escritora francesa presenta en España 'Canción dulce', la novela con la que ganó el premio Goncourt, el más prestigioso de la literatura francesa.
A Leila Slimani mucha gente le ha dicho que no va a leer su nueva obra porque, según le confiesan, les da miedo; y eso que no se trata de un 'thriller' ni de una obra de terror. Lo que hace 'Canción dulce', sin embargo, es ahondar en uno de las grandes angustias de cualquier padre: qué les ocurrirá a mis hijos cuando los dejo con una niñera. En el caso de la novela de Slimani, esos niños son asesinados por la persona encargada de cuidarlos. «Pero se trata de un suceso excepcional. De hecho, yo estaba embarazada mientras escribía el libro y he tenido un bebé durante la promoción y no me he vuelto loca», explicó este jueves en Madrid la escritora franco-marroquí (Rabat, 1981) durante la presentación de su libro.
Galardonado con el premio Goncourt, el más prestigioso de las letras francesas, 'Canción dulce' (editorial Cabaret Voltaire) se ha convertido en la revelación de la temporada literaria en Francia, con más de 550.000 ejemplares vendidos. La obra de Slimani no es una novela femenina, sino que «busca la universalidad del dolor». Así, la autora huye de las etiquetas y de los géneros y se centra en «los temas universales que interrogan la organización de nuestra sociedad». «Los cuentos de hadas son historias horribles. A los niños les comen los ogros o las brujas y son abandonados por sus padre. Hay que pasar por un relato trágico que haga de catarsis con el miedo», subraya.
Hija de un banquero marroquí y de una médico francoargelina y casada con un banquero protestante, Slimani (Rabat, 1981) estudió ciencias políticas y periodismo y trabajó como periodista en 'L'Express' y 'Jeune Afrique' antes de dedicarse a la escritura. Su primera obra se título 'En el jardín del ogro' (2014): inspirándose en la figura de Dominique Strauss-Kahn, trató la adicción sexual desde el punto de vista femenino.
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