David Trueba. Madrid, 1969. Soy periodista, director de cine, actor y
escritor. Acabo de publicar mi quinta novela, ‘Tierra de campos’
(Anagrama), sobre un cantante que cumple 45 años y hace un repaso de su
vida.
XLSemanal. Una novela que se puede leer como un ensayo o a la inversa. ¡Se ha comido bien el coco! David Trueba. Siempre me como mucho el coco [ríe].
Me tomo muy en serio mi trabajo, pero muy poco en serio a mí mismo. Este
libro es un viaje interior y exterior con mucha carga de profundidad.
Hay gente que me dice que mis novelas son muy filosóficas, pero yo trato
de hacerlo con palabras menores. XL. ¿Esta novela es un canto a los ideales, casi siempre inalcanzables? D.T. Es que los ideales son imperfectos, pero merece
la pena navegar hacia ellos. los necesitamos. Las personas sin sueños
ni ideales son peligrosísimas; pero las que solo tienen ideales y sueños
también. Como en el Quijote, lo mejor para un idealista es
tener cerca a alguien con los pies en el suelo; y lo mejor para un
realista es tener a un idealista a su lado. XL. Dani viaja en un coche fúnebre para enterrar a su padre en su lugar de origen. D.T. Él cuenta que la última limusina que tomas en
tu vida es el coche de muertos; que en este caso es un espacio rarísimo
en el que pasa de todo. En España hay un negociado terrorífico con la
muerte. XL. ¿Es cierto que su padre vendía seguros de entierro? D.T. Sí y lo hacía muy bien. Yo a veces lo
acompañaba y le escuchaba decir a la gente: «Voy a venderle algo por lo
que su familia le recordará siempre bien. usted va a costear su propio
entierro para que no deban hacerlo ellos». La muerte es dramática, pero
como todo lo dramático tiene un lado ridículo y algo grotesco. XL. Su madre, cuenta, rezaba para ver en la universidad a su hijo más pequeño. D.T. ¡Que era yo! [Sonríe]. Mis padres no tuvieron
acceso a la educación, pero sus ocho hijos fuimos a la universidad. Eso,
para una familia como la mía, suponía un logro increíble, una felicidad
total. XL. Le dedica la novela a su hermano Fernando, que ha vivido tiempos difíciles con su última película, La reina de España. D.T. Se ha transmitido una imagen contraria a la
suya. Él es una persona deliciosa, generosa y buena. Quizá ha dado miedo
lo que quiso decir: que no debemos mirar tanto nuestro carné de
identidad ni la partida de nacionalidad. Esto aún hoy irrita a muchos.
Lo que más me ha herido es que gente que está bordeando la delincuencia,
señoritos con una hoja de servicios al país más que dudosa, que no
conocen lo que Fernando ha hecho por los demás ni el grado de justicia
con que se mueve hayan sido capaces de juzgarlo así. La hoja de
servicios de mi hermano es intachable.
Desayuno: domingo y lunes - Nada de leche…
Cena - domingo y lunes - pinchos de carne foto.
«Desayuno con mi hijo, que tiene trece años. Tomo zumo de naranja y
tostadas con aceite y tomate. Nunca café y menos con leche: la odio».
TITULO:LA COCINA DOMINGO - LUNES - A QUE SABEN LOS GRILLOS,.
A qué saben los grillos,.
Un restaurante cacereño sirve escarabajos, gusanos y escorpiones,.
¿A qué saben los grillos fritos? Abraham dice que a
cacahuetes; a Jesús, el camarero, le saben a palitos de pan integral;
Jhonny, el fotógrafo, asegura que a él no le saben a nada y a mí me
supieron a chanquetes churruscaditos y un pelín picantes. El martes
probé grillos fritos. Lo hice en un restaurante cacereño-mexicano que
desde hace dos semanas sirve por 30 euros un menú de insectos. A saber:
de primero, grillos fritos con guacamole; segundo plato, tres
quesadillas rellenas de queso fundido y de gusanos de maguey, de gusanos
de la harina y de saltamontes; de postre, se puede elegir entre tarta
de chocolate con escorpiones, tarta de queso con alacrán o cajeta (dulce
de zumo de caña) con escarabajo.
Me resistía a probar los grillos, pero me los pusieron
delante y acabé zampándome uno. Y de perdidos al río, no bien engullí el
grillo, ataqué los gusanos de maguey, que dice Abraham que saben a
camarones, pero yo les encontré cierto retrogusto a pipas de calabaza
fritas. Sea como fuere, lo importante es que los platos con insectos han
desembarcado en la hostelería extremeña, llegan desde granjas de Reino
Unido y Francia y la gente se los come con ganas.
«Lo primero que se acabó fueron los alacranes, fue visto y
no visto, llegó el primer pedido y ese día se acabaron las existencias.
Tardan más en salir las cochinitas de agua. Los clientes no se atreven
porque tienen fama de ser el bicho más venenoso junto con unas ranitas
amarillas, pero a nosotros nos llegan sin veneno y deshidratadas como
los demás insectos. En todo caso, el primer pedido de insectos ya está
casi agotado y acabamos de hacer el segundo», explica Andrés García, 58
años, patriarca de la familia.
Andrés nació en la finca Cantillana Baja, entre Herreruela y
Aliseda. Emigró con su familia a Guamuchil (Sinaloa-México) en 1971,
donde trabajó como transportista con camión propio. El año 2000, regresó
a Cáceres y empezó a transportar frutas y verduras a Alemania, trayendo
productos congelados. La crisis complicó lo del transporte, dejó el
camión y abrió con sus hijos el restaurante Los Plebes en el barrio
cacereño del Perú. El local se quedó pequeño y en noviembre se mudó al
número 22 de la avenida de Alemania, donde sus hijos Nahúm, Marisol,
Abraham y María José llevan el negocio.
«Esto es una taquería, es decir, servimos la comida mexicana
de la calle, la casera, la del pueblo, pero sentados y en un ambiente
relajado. Gustan mucho nuestras tortitas de harina, nuestros chilaquiles
(nachos con queso mexicano que se funde, pollo desmenuzado, salsa de
tomate y pimientos secos) y nuestras arracheras (carne de ternera y de
pierna de cerdo maceradas)», detalla Andrés los platos estrella de una
carta donde la comida mexicana 'normal' es la regla. En esa carta, se
ofrecen tacos dorados (5,50 euros), chiles rellenos (8,50), enchilados
(7,50), fajitas (6,90-8,90), burritos variados (4-5,20), tortillas de
trigo rellenas de queso con múltiples ingredientes (4-6,10).
Los insectos son una excepción, aunque sean la comida del
futuro, pero se han convertido en algo más que curiosidad o anécdota.
«El menú está saliendo mucho y hay gente que repite. No crea que solo
vienen jóvenes, la media de insectívoros es de entre 30 y 50 años y hay
clientes que vienen todos los sábados a comer insectos», cuenta Andrés,
que reconoce que en casa de herrero, cuchillo de palo: «La verdad es que
los escorpiones no los he probado. No me atrevo, me da no sé qué».
¿Y a qué saben los escorpiones? «No es un sabor
desagradable, responde Abraham, el hijo, pero la carcasa es dura, algo
así como si te comieras unos cacahuetes con la cáscara».
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