lunes, 10 de abril de 2023

El paisano - Viernes -21- Abril - Regenta la ganadería heredada por sus abuelos en El Castillo de las Guardas ,. / VACACIONES - EUROPA DE PELICULA - Un negocio montado sobre la angustia ,. / HOSPITAL - Los enfermeros piden medidas «drásticas» contra las listas de espera,. / VUELTA AL COLE - Música - El álbum que colapso la industria ,. / EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 19- Abril - Lesley Lokko ,. / EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -21- Abril - Isabel Coixet -Tres pies al gato ,.

 

 TITULO: El paisano - Viernes -21- Abril-  Regenta la ganadería heredada por sus abuelos en El Castillo de las Guardas,.

 

Viernes -21- Abril  a las 22:10 horas en La 1 , foto,.

  Regenta la ganadería heredada por sus abuelos en El Castillo de las Guardas,.

  Los Repobladores | Regenta la ganadería heredada por sus abuelos en El  Castillo de las Guardas

Fernando nació en Tenerife, porque sus padres trabajaban allí.

Con apenas nueve años se marcha a Sevilla donde hizo Magisterio de Educación Física, y luego se licenció en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.

Aunque nunca ejerció de profesor, sí trabajó como preparador físico en la capital, en la Escuela Taurina y lo compaginaba con su trabajo en el campo. Tercera generación de una familia de ganaderos de toro bravo, Fernando reconoce ser un enamorado de este animal y de su crianza.

Fue esta pasión la que le llevó a dejar su trabajo como preparador físico de toreros, para centrarse en tomar el relevo generacional en la finca.

Desde el 2010 vive y trabaja en El Castillo de las Guardas, Sevilla, primero empezó ayudando a su padre, desde hace 4 años, regenta la ganadería heredada de sus abuelos.

  TITULO: VACACIONES - EUROPA DE PELICULA -Un negocio montado sobre la angustia,.

 Un negocio montado sobre la angustia,.

 Vista general de la oficina de la Agencia Tributaria en Madrid.

foto / Vista general de la oficina de la Agencia Tributaria en Madrid.

Parece un ‘vivarium’, pero es una oficina del Estado, no importa ahora de qué ministerio, dirección general o subsecretaría. Lo llamativo es que tanto los que atienden como los que anhelan ser atendidos tienen un aire de Airgam Boys o de Clicks de Famobil. Eran más baratos los segundos que los primeros, pero todos se articulaban por la cintura y por los brazos, creo que también por las piernas, de manera que los podías colocar en distintas posturas en función de a lo que jugaras con ellos. Los que aparecen en la foto están todos sentados o de pie, aunque podrían ponerse de rodillas y quizá alguno tenga la tentación de hacerlo para dar gracias a Dios por haber llegado hasta ahí. 

 

TITULO: HOSPITAL -  Los enfermeros piden medidas «drásticas» contra las listas de espera,.


 Los enfermeros piden medidas «drásticas» contra las listas de espera,.


Satse reclama que se convoque, «de manera urgente», el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud,.

 Los hospitales públicos de la Región de Murcia darán televisión e internet gratis a los pacientes

 foto / Los medios de los hospitales públicos no son suficientes,.

El Sindicato de Enfermería (Satse) reclamó ayer al Ministerio de Sanidad que convoque, «de manera urgente», el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (SNS) para acordar con las consejerías autonómicas soluciones «drásticas» que acaben con el «grave problema» de las listas de espera.

A través de un comunicado, Satse critica que, mientras España alcanza un nuevo récord histórico en listas de espera, el Gobierno y las consejerías de Sanidad «no impulsan de manera conjunta y coordinada las medidas necesarias para ir al fondo de los problemas existentes en nuestro sistema sanitario que provocan las demoras de meses que sufren los pacientes y el conjunto de la sociedad».

El Sindicato subraya que acabar con las listas de espera debe ser una «prioridad de Estado» para Gobierno y CC AA, y les pide que tengan «valentía política» para abordar «de raíz y sin reparos» la actual situación. «Los últimos datos dados a conocer por el Ministerio de Sanidad, y que constatan que hay más pacientes que nunca esperando en España a ser operado (793.521 personas), además de haber aumentado el tiempo medio para una intervención (122 días) y el porcentaje de pacientes que aguardan más de seis meses (22%), tienen que servir al conjunto de administraciones públicas para que, de una vez por todas, prioricen acabar con este problema», han insistido.

Entre las medidas propuestas se encuentra la puesta en marcha de un plan de choque con actuaciones concretas, como generalizar un horario normalizado de atención por la tarde (de 15 a 22 horas), de lunes a domingo; garantizar la disponibilidad de todas las camas que se pueden ocupar en los hospitales; y establecer de manera normalizada las altas de ingresos hospitalarios por parte del personal médico.

TITULO: VUELTA AL COLE - Música - El álbum que colapso la industria,.

 Música - El álbum que colapso la industria,.

 Cómo el '30′ de Adele colapsó la industria y disparó el precio de los  vinilos | EL PAÍS Semanal | EL PAÍS

foto / Durante demasiado tiempo se ha repetido el mantra de «las compañías discográficas no supieron adaptarse a los nuevos tiempos» como razón principal de su colapso y de paso servía de justificación del latrocinio digital (extensible al top manta, brillante definición acuñada por Miguel Ríos en su día). Ya se sabe que una mentira repetida muchas veces acaba convirtiéndose en dogma de fe. Es indudable que algo hicimos mal (me permitirán que use la primera persona del plural al haber sido parte del sector musical: primero desde los medios de comunicación y, desde 1977, en varias discográficas en Madrid, Nueva York y París). Pero el derrumbe no se produce por lo que se nos achaca y sí por lo que resumo en los cuatro aspectos del título del artículo: la cocaína, los medios de comunicación, las tiendas de discos y Wall Street.

Una de las cosas que sí hicimos mal fue no imponer nuestro relato. Sucedió porque no lo teníamos articulado. Tan sencillo como eso. No es de extrañar, conociendo a algunos de los personajes que dirigían el negocio con el cambio de siglo. Los altos ejecutivos rebosantes de coca («la cocaína es la forma que Dios tiene para decirte que estás ganando demasiado dinero», decían en Estados Unidos los más descarados, parafraseando al actor cómico Robin WiIliams) no comprendieron que las prácticas publicitarias habituales para promocionar a artistas y discos eran también válidas en otros medios, más allá de los estrictamente musicales. The Wall Street Journal señalaba al respecto que las discográficas habían perdido la batalla de la comunicación al no invertir publicidad en la prensa que creaba opinión como ellos mismos, The New York Times, Los Angeles Times, Washington Post, Chicago Tribune, The Boston Globe, San Francisco Chronicle, o en revistas como Newsweek y Time. Mientras que las compañías tecnológicas y de telefonía (IBM, ATT, Microsoft, Apple, etc.) sí lo habían hecho. Influyendo, como es fácil adivinar, en el contenido editorial. El objetivo era condicionar a la baja los precios de la música para dotar de contenidos a sus redes (sin tener que producir).

En España la labor de Telefónica, en conjunción con otros actores (fabricantes de CD vírgenes o de aparatos de copia digitales), fue demoledora (incluyendo un anuncio de TV fomentando las descargas). Con el beneplácito y cooperación del Gobierno Aznar y de muchos periodistas. Estos partían de un mismo sesgo ideológico, pontificando sobre cómo deberían funcionar las discográficas (es durante este periodo que las empresas de medios para las que trabajaban empezaron a desmoronarse). Nos alertaban de las maldades de las multinacionales estadounidenses en nuestro país. Hasta en esto fantaseaban y mentían descaradamente. Como enseño al alumnado del Máster de Industria Musical y Estudios Sonoros en la Universidad Carlos III (Madrid) no hubo más de tres multinacionales USA en España: RCA, CBS y WEA (Warner, Elektra, Atlantic). La primera fue RCA, CBS se estableció en 1970 y WEA a principios de los ochenta. En esta década, la de los ochenta, RCA pasó a ser alemana y CBS japonesa. Solo se mantiene Warner. Lo que sí abundaban eran las multinacionales europeas (alemanas, británicas, francesas y holandesas).

Cuando se estableció el conocido como canon digital, un mecanismo creado para compensar por las copias privadas digitales (ya existía en el mundo analógico desde los tiempos de la casete), las mismas voces (interesadas) volvieron a alzarse. Justificaban la subida de precios de equipos y soportes por la aplicación del canon. Quienes alertamos contra esta falacia clamábamos en el desierto. Cuando se eliminó el canon digital los precios, efectivamente, no bajaron.

En una situación paralela, el editor Jorge Herralde, fundador de Anagrama, declaraba a El País el verano del año pasado: «El anuncio de la muerte del libro de papel fue una campaña de los fabricantes de aparatos». ¿No es parecido a lo sucedido con los discos, manteniendo a fabricantes de aparatos (y soportes) y añadiendo a los gigantes de las telecomunicaciones e internet?

El papel de los medios en toda esta campaña no puede ser pasado por alto. Empresas como la editora de El Mundo, que se dedicaba a las promociones y ventas de productos culturales junto con el diario, debían cantidades ingentes a la SGAE (y por tanto a autores y editores musicales). Esto nunca trascendió a la opinión pública. El corporativismo mediático hacía horas extras. Y de paso erosionaban la credibilidad del periodismo.

Sin remontarnos mucho en el tiempo, podríamos decir que los problemas derivados de la coca (arrastrados desde los setenta) estallan en los ochenta, la década de los excesos. Figuras clave como Walter Yetnikoff, el todopoderoso jefe de CBS Records (que incluía compañías tan importantes como Columbia, Epic, más la división internacional), confesaba en su autobiografía Howling At The Moon (escrita junto a David Ritz) que «la coca avivaba mi ego». Yetnikoff, abogado de formación, era más artista que los artistas. Su arrolladora personalidad se acentuaba con las ingestas de alcohol y la inhalación de polvos nasales («en mi época más desmadrada, llegaba a mi despacho por las mañanas y me servía la primera copa y me metía la segunda o tercera raya del día. Venía puesto de casa»). No se mordía la lengua y sus ataques de ira (la irascibilidad propia de los cocainómanos) eran temidos por empleados, artistas y representantes. Las anécdotas y los exabruptos que jalonan su vida profesional son legendarios (fui testigo de varios). Un día coincidimos bajando juntos en el ascensor y unas sospechosas motas blancas adornaban su bigote. No me atreví a decir nada. Por si acaso…

Yetnikoff construyó un imperio discográfico líder mundial, presidiendo los mejores momentos de la corporación, y lo vendió a Sony. Tras el romance inicial, sus modos y maneras chocaron con la formalista cultura corporativa japonesa. La publicación del libro de Fredric Dannen Hit Men fue el detonante que aceleró su caída. En sus páginas (inspiradas por una garganta profunda defenestrada por Yetnikoff) se desvelaban muchos asuntos turbios relacionados con sexo, drogas, las corruptelas de la promoción independiente y sus conexiones con indeseables relacionados con el crimen organizado.

Ahmet Ertegün, presidente y cofundador de Atlantic Records (durante varios años la discográfica n.º 1 de Estados Unidos), era la otra cara de la misma moneda. Un party animal como Yetnikoff. Les diferenciaban los modales, fruto de distintos orígenes sociales. Mientras Ertegün, turco musulmán, era parte de la jet set neoyorquina y, como hijo de embajador, era refinado en sus maneras (un gentleman), Yetnikoff era street smart, judío de Brooklyn. Brilló como estudiante y sacó la carrera gracias a una beca en la prestigiosa Columbia University. Sirvió en el ejército en Alemania, durante la guerra fría, antes de incorporarse a un despacho de abogados y desde ahí pasó al departamento legal de CBS Records. Ahmet y Walter compartían aficiones y vicios. Amigos y rivales, la noche neoyorquina bailaba a su ritmo. El inevitable Studio 54 (y sus míticos privados) era el patio de recreo de ambos.


Mientras ellos arrasaban Nueva York (y predicaban con «su ejemplo»), la Costa Oeste no se quedaba atrás. Las discográficas tenían un espejo donde mirarse: la industria del cine. Y una empresa como MCA estaba presente en los dos mundos (los rumores señalaban sus conexiones con la mafia). Algunos sellos de Los Ángeles eran propiedad de camellos de alto standing. Lo mismo podía decirse de varios agentes y representantes de grupos y solistas.

La Casablanca Records and Filmworks de Neil Bogart, fundada en Los Ángeles en los setenta con financiación de Warner Bros. Records (posteriormente Polygram adquirió el 50%), es el ejemplo máximo de los excesos de los setenta y ochenta. Asociada a la disco music e introductora de Giorgio Moroder y Donna Summer en el mercado estadounidense (además de Kiss y éxitos en taquilla con películas como El expreso de medianoche), Casablanca sucumbió financieramente por los desmesurados gastos en exageradas campañas de marketing, fiestas ostentosas y en lo que ya se imaginan.

En nuestro país la cocaína también hizo estragos. Y aprendí dos cosas. La primera fue la existencia de una cirugía que te ponía la nariz de platino (imprescindible para quienes se habían quemado las fosas nasales; otros, en cambio, padecieron del corazón). El jefe de una multi británica fue el primer caso del que oí hablar. Y la segunda enseñanza fue que, al ser un comercio ilegal, era imprescindible comprar con dinero en efectivo. En negro. Lo cual invariablemente conlleva diversas y variadas corruptelas. En ambos casos quedaba establecido algo que en su día denominé «el clan de la coca». Aparte de ejecutivos, artistas y mánagers, contaba entre sus filas con gente de los medios (algunos de los cuales eran de los que despotricaban de las discográficas). Y se producían situaciones chuscas, como la de un director general que guardaba mudas de calzoncillos en su despacho porque las ventosidades de algunos cocainómanos solían venir con regalito…

Las drogas siempre han formado parte del panorama cultural y del mundo del ocio y el entretenimiento. Nada de lo que asustarse en este frente. Desde los setenta la cocaína hizo estragos en todos los estratos de la sociedad. Su uso en Estados Unidos era muy alto. No solo afectaba a industrias como las del cine y la música. También invadió Wall Street. Fue la época en la que los corredores y agentes de bolsa se sentían invencibles y su consumo de coca acrecentaba esta sensación. Eran los reyes del mundo y de las finanzas globales. ¡Y querían vivir como las estrellas del rock! Coincidió con que las compañías discográficas comenzaron a ser sexy. Propiedades cuyo valor empezó a ser apreciado por los tiburones financieros.  

Dos adquisiciones despertaron vivamente la atención de Wall Street, más allá de quienes intervinieron en ellas: la alemana Ariola (propiedad de Bertelsmann) compró RCA Records (1986), formando BMG (Bertelsmann Music Group). Al año siguiente Sony se hizo con CBS Records. Estas dos operaciones más algunas producidas en el sector editorial (de música) atrajeron a canallas (condenados a prisión) como Ivan Boesky (apareció de la mano de David Geffen) y Michael Milken. Eran los reyes del insider trading (el trasiego de información privilegiada) y los bonos basura. De Boesky nos queda una cita que resume perfectamente el modelo a seguir: «la codicia es saludable». La voracidad de estos representantes del nuevo capitalismo, del que Esteban Hernández habla en sus libros y sus artículos en El Confidencial, buscaba los mayores beneficios en el menor tiempo posible. Se traducía en incrementar los repartos de dividendos no reinvirtiendo en el negocio e inflando el valor de las acciones. Funciona a corto plazo, lo cual es inviable en un negocio cultural. Con esta filosofía nunca hubiese existido, entre otros muchos, un Bruce Springsteen: sus dos primeros discos no funcionaron y solo vendió a partir de Born to Run, el tercero.

Claro que las compañías buscaban el pelotazo, el éxito, digamos, fácil (que es más costoso de lo que parece y bastante más difícil de conseguir de lo que se piensa). Pero existía un ecosistema por el que los superventas financiaban las apuestas de riesgo y las carreras de fondo. Las nuevas formas de Wall Street empezaron a imposibilitar las inversiones en artistas a largo plazo. El primer departamento que desapareció en las discográficas, como consecuencia de los primeros recortes que invariablemente se producen tras las adquisiciones y fusiones, fue el de artist development (desarrollo de artistas).

El mercado de los denominados posteriormente bonos basura facilitó que los peces chicos pudieran comerse a los grandes. Así Ted Turner desde Atlanta (TBS y CNN) quiso hacerse con toda la CBS (radio, TV, discos, etc.). Desestabilizó a la compañía, que acabó en manos de los hermanos Tisch y su Loews Corporation. Sony, con el apoyo de Yetnikoff, quiso comprar la división de música grabada (la editorial musical ya había sido vendida en 1986 en un movimiento defensivo frente a los ataques corporativos de Turner y otros). Inicialmente Sony ofertó poco más de un billón de dólares (el billón estadounidense son mil millones). A su favor tenían un yen fuerte y un dólar débil. Al final se hicieron con CBS Records por dos billones tras el crac de la bolsa (el black monday del 19 de octubre del 87). Las reticencias del fundador de CBS, Bill Paley, cedieron ante el interés de los Tisch y otros accionistas y la realidad del crac del mercado bursátil. Turner, por su parte, acabó vendiendo años después (1996) su empresa a Time Warner (otra megafusión), tras haber comprado MGM/United Artists en 1986. Con ese fondo de películas creó varios canales de TV (TNT, Turner Classic Movies y Cartoon Network) y coloreó las de blanco y negro.

A los pistoletazos de salida provocados por las ventas de RCA y CBS siguieron otras movidas (algunas saldrán a colación más adelante). Y acabaron apareciendo grupos de inversores y fondos de inversión. Uno de ellos, el fondo británico Terra Firma, se hizo con EMI en 2007. Y en 2011 acabó en manos de Citigroup, el banco neoyorquino que financió la operación, que resultó un fiasco. En el proceso se despidió a casi dos mil empleados a lo largo y ancho del globo.

Entre los inversores destacan dos: Edgar Bronfman Jr., que estuvo en Universal (hoy controlada por la francesa Vivendi), fruto de la fusión de Polygram y MCA (tras varias compraventas en las que participaron la japonesa Matsushita —compraron MCA como reacción a la compra de CBS por Sony, su máximo rival— y Geffen Records). El canadiense Bronfman pilotó esta operación a través de Seagram, el negocio familiar, y también invirtió en el grupo Warner, hoy Warner Music Group (WMG). Desde 2011 WMG está controlado por el inversor de origen ucraniano Leonard Blavatnik, a través de su firma Access Industries (sus primeras posiciones en Warner datan de 2004). Access vendió su participación en Facebook a finales de 2015 y mantiene acciones en Snap, Deezer, Yelp y Zalando, entre otras tecnológicas.

Cuando dicen que las discográficas no supieron adaptarse a la revolución digital, ¿a qué se refieren? ¿Al impulso que se pretendió dar al streaming en plena oleada del P2P y las descargas ilegales? En su día no funcionó, y actualmente el streaming y servicios como Spotify son los dominadores del nuevo mercado. En el accionariado de Spotify hay varias compañías de música. ¿No sería más correcto decir en este caso que se adelantaron a los tiempos, pero el consumidor quería llenar sus discos duros de toda la música grabada de la historia y además presumía de tener amigos en países donde ni siquiera había estado?

La industria discográfica siempre ha sido pionera en avances tecnológicos. Desde la primera, fundada por Edison para la comercialización de los cilindros y fonógrafos de su invención. Los distintos formatos y soportes (discos de pizarra, sencillos, LP, CD, etc.) han surgido desde sus entrañas. Y siempre se han adoptado los últimos avances en equipos y técnicas de grabación, promoción (los videoclips en 16 mm, por ejemplo), se apoyó a los nuevos medios de difusión (las FM, la TV musical y sus programas), etc. ¿De repente estas continuas prácticas innovadoras cuasi centenarias desaparecen súbitamente? ¿O nos encontramos nuevamente ante un discurso interesado? A continuación, tres casos significativos que se suman a los citados ejemplos del streaming y Spotify.

Time Warner fue comprada en 2001 por el gigante de Internet AOL, el primer operador de acceso a la red de Estados Unidos. AOL se hacía con un clásico del entretenimiento cultural analógico y nacía AOL Time Warner. ¿El signo de los tiempos, que diría Prince? El pinchazo de la primera burbuja de las puntocoms devolvió las aguas a su cauce: Time Warner tuvo que absorber a AOL, su compradora, que desapareció del mapa. Y se vieron obligados a vender la división musical para hacer frente a las pérdidas. Hicieron caja.

En plena vorágine de demandas de las principales discográficas contra Napster y otros sitios de P2P, BMG se desmarcó y adquirió Napster. Pensaban que podrían domar a la bestia. El resto pensó que estaban locos. Pero los alemanes insistían en que actuaban acorde a los nuevos tiempos digitales. Fue su ruina. ¡Una dura forma de adaptarse a los nuevos tiempos! Empezaron fusionándose con Sony, para salir del embrollo y poder hacer frente a las indemnizaciones. Y acabaron siendo absorbidos por los japoneses.

Vevo, el canal de vídeos musicales integrado en YouTube, surgió de una iniciativa de Warner y MTV Networks (hoy Viacom Media Networks, tras la desinversión de Warner Communications y American Express en sus canales de TV Nickelodeon, MTV, VH1The Movie Channel) a la que inicialmente se sumó Universal y posteriormente Sony.

Solo quedan tres multinacionales en el mercado de la música grabada: Sony, Universal y Warner (y las tres han ampliado sus perspectivas de negocio a otras áreas).

Amazon es más que una tienda, es el gran almacén digital. Su expansión ha sido brutal. En paralelo, han ido desapareciendo tiendas y cadenas. Desde puntos de venta locales, como sucedió en Barcelona con Discos Castelló o las tiendas Gong, servicios de venta por correo como Discoplay, distribuidores como Arnedo (y sus tiendas Madrid Rock y Sevilla Rock), hasta grandes cadenas como Virgin, HMV o Tower Records (las tres con presencia en varios países además del propio). ¿También fue culpa de las discográficas? ¿Es Amazon una discográfica? Hasta donde sé, parece que fueron las tiendas las que no supieron adaptarse al cambio digital y a los nuevos usos y costumbres de los consumidores. No creo que nadie les haya ofrecido hasta ahora este punto de vista, que no deja de ser tan práctico como real. ¿O alguien piensa que las tiendas de discos supieron adaptarse a las nuevas tendencias? De momento no sobrevivieron. Y se sigue grabando y distribuyendo música.

La desaparición de puntos de venta tuvo (y tiene) un efecto devastador sobre las compañías de música grabada. ¿Qué haces cuándo tus clientes chapan? ¿Y los impagados? ¿Cómo se afronta un concurso de acreedores, la antigua suspensión de pagos? Solo las grandes pueden sobrevivir. Y no todas (de hecho, solo quedan tres), porque el problema de cada mercado se multiplica y se convierte en global. En el proceso se han perdido miles de trabajos directos y otros tantos indirectos. ¿Interesó esto al periodismo? Asumo que conocen la respuesta. Lo cool era incidir en las maldades de las compañías.

Stephen Witt en su libro Cómo dejamos de pagar por la música (Contra, 2016) nos desveló al gran filtrador de música de la era digital: Dell Glover, un empleado de la fábrica de Universal en Estados Unidos. Se hacía con los CD antes de su edición, los ripeaba en su casa y los subía a la red. Su motivación inicialmente no era profesional, solo buscaba reconocimiento y protagonismo dentro de una comunidad de internautas, su círculo virtual de amistades. Con el paso del tiempo las cosas cambiaron y esta piratería pasó a estar dominada por gente como Kim Dotcom u organizaciones criminales cuyo único objetivo era lucrarse a costa de las inversiones de otros. 

Un último apunte, referido a España: hay que tener en cuenta que nuestro país, en el top 10 de los mercados que más discos vendían en el mundo, se enfrentó a una doble problemática. Una, propia del primer mundo: la piratería vía internet. Y la otra, típica del tercer mundo: el top manta.

 

TITULO: EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 19- Abril -  Lesley Lokko  ,. 

 

En la tuya o en la mía  - Miercoles - 19- Abril  ,.

 

 En la tuya o en la mía', presentado por Bertín Osborne, acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en La 1 a las 22:30, el miercoles - 19- Abril   , etc.

 EN PRIMER PLANO - A FONDO - REVISTA XL SEMANAL PORTADA ENTREVISTA - En la tuya o en la mía - Miercoles - 19- Abril -Lesley Lokko,.

 Lesley Lokko,.

foto / Lesley Lokko
Lesley Lokko.jpg
Información personal
Nombre de nacimiento Lesley Naa Norle Lokko Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento 1964 Ver y modificar los datos en Wikidata
Dundee (Reino Unido) Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Ghanesa
Educación
Educada en University College de Londres Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Novelista, escritora y arquitecta Ver y modificar los datos en Wikidata
Empleador Universidad de Johannesburgo Ver y modificar los datos en Wikidata
Sitio web www.lesleylokko.com Ver y modificar los datos en Wikidata

Lesley Naa Norle Lokko (Dundee, 1964) es una arquitecta, académica y novelista ghanesa-escocesa.1​En 2022 fue nombrada comisaria de la XVIII Muestra Internacional de Arquitectura, de la Bienal de Venecia.2

Primeros años y educación

Lesley Lokko nació en Dundee, y a los nueve meses se fue a Ghana.3​ Es hija de un cirujano ghanés y de una judía escocesa que se fue cuando ella tenía siete años.3​ Creció en Ghana y Escocia (Reino Unido).45​ A los 17 años fue a un internado privado en Inglaterra.6

Comenzó a estudiar hebreo y árabe en la Universidad de Oxford, pero dejó el programa para ir a los Estados Unidos.7​ Estudió sociología,3​se graduó en la Escuela de Arquitectura Bartlett, University College de Londres, y obtuvo un doctorado en Arquitectura por la Universidad de Londres en 2007.8

Carrera

Comenzó a escribir al ver que no podía ganarse la vida como arquitecta.3

Gran parte de la obra de Lokko contiene temas sobre identidad cultural y racial.9​ Da conferencias regularmente en Sudáfrica,5​ y también ha enseñado en el Reino Unido y los Estados Unidos.1​ También escribe regularmente para The Architectural Review.10

Durante 10 meses, fue decana de la Escuela de Arquitectura Spitzer del City College de Nueva York, puesto del que dimitió alegando una carga de trabajo abrumadora y falta de empatía con las mujeres negras.11

Es directora de la Escuela de Posgrado y profesora asociada de arquitectura en la Universidad de Johannesburgo.1213

Lesley Lokko fundó en 2015 la Graduate School of Architecture en Johannesburgo (Sudáfrica) y en 2021 el Africa Future Institute en Accra (Ghana).2

Obras publicadas seleccionadas

  • 2000: White Papers, Black Marks: Race, Culture, Architecture1
  • 2004: Sundowners1
  • 2005: Saffron Skies1
  • 2008: Bitter Chocolate1
  • 2009: Rich Girl, Poor Girl14
  • 2010: One Secret Summer
  • 2011: A Private Affair1
  • 2012: An Absolute Deception1
  • 2014: Little White Lies1

Como editora

  • 2000: White Papers, Black Marks: Architecture, Race, Culture 15

Reconocimientos

Ha formado parte del jurado del León de Oro de la Bienal de Venecia 2021.2

En 2022 fue nombrada comisaria de la XVIII Bienal de Arquitectura de Venecia, a celebrar en 2023,.

 

 TITULO :EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes  -21- Abril - Isabel Coixet - Tres pies al gato,.

MI CASA ES LA TUYA - VIERNES - 21- Abril   ,.

MI CASA ES LA TUYA -', presentado por Bertín Osborne,.

acerca a los espectadores el lado más desconocido de personajes relevantes de diversos ámbitos. Durante aproximadamente una hora, los telespectadores tienen la oportunidad de conocer mejor al invitado y también al propio Bertín Osborne, en Telecinco  a las 22:00, el viernes - 21- Abril -  ,etc.

 

 EL BLOC DEL CARTERO - LA CARTA DE LA SEMANA - MI CASA ES LA TUYA - viernes -21- Abril -Isabel Coixet - Tres pies al gato,.


Isabel Coixet - Tres pies al gato ,.  
 
Isabel Coixet: Tres pies al gato - XLSemanal - Abc

Isabel Coixet - foto,.
 

Ésta es la historia de un hombre, una revolución y un tesoro. La revolución fue la de México, en tiempos de Emiliano Zapata y Francisco Villa. El tesoro fueron quince mil monedas de oro de a veinte pesos de las denominadas maximilianos, robadas en un banco de Ciudad Juárez el 8 de mayo de 1911. El hombre se llamaba Martín Garret Ortiz, y todo empezó para él la mañana de ese mismo día, cuando oyó un disparo lejano. Pam, hizo, seguido de un eco que fue apagándose en la calle. Y después sonaron otros dos seguidos: pam, pam.

Dejó sobre la mesa el libro que estaba leyendo -'La energía eléctrica en la moderna explotación minera'- y se asomó al mirador apartando los visillos. Parecían tiros de fusil disparados a dos o tres manzanas de allí. A un par de cuadras, como decían los mexicanos. Al cabo de un momento sonaron otros, esta vez más cerca. Sobre los tejados de las casas bajas y chatas se levantó una columna de humo primero gris y luego negro que la ausencia de viento mantenía vertical en el azul cegador de la mañana. Ahora el tiroteo era más nutrido, tornándose un chisporrotear de estampidos: pam, crac, crac, pam, crac, pam. Así sonaba, y el eco volvía a multiplicar el ruido. Era un crepitar intenso, semejante al arder de madera seca, que parecía extenderse por todas partes.

Ya empezó, se dijo, excitado. Ya los tenemos ahí.

Era Martín Garret un joven curioso, todavía en esa edad -veinticuatro años cumplidos dos meses atrás- en la que uno cree hallarse a salvo de los imprevistos del azar y de las balas perdidas que zumban en las calles. Pero, sobre todo, se aburría en su habitación del hotel Monte Carlo esperando la reapertura de las minas Piedra Chiquita, cerradas por la inseguridad política en el norte del país. Así que la novedad pudo más que la prudencia. Se abotonó el chaleco y ajustó la corbata, cogió sombrero y chaqueta e introdujo en ésta un pequeño revólver Orbea niquelado con cinco cartuchos de calibre 38 en el tambor. Aquel peso en el bolsillo derecho inspiraba cierta seguridad. Después bajó de dos en dos peldaños las escaleras, pasó junto al asustado conserje, que asomaba apenas los bigotes tras el mostrador del vestíbulo, y salió a la calle.

Quería mirar, verlo todo con sus propios ojos ávidos. Desde que llegó de España, el joven ingeniero de minas había seguido la evolución de los acontecimientos a través de los periódicos nacionales y estadounidenses. Todos hablaban de la inminencia del conflicto, de la inestabilidad del presidente Porfirio Díaz, de cómo los descontentos se unían en torno al opositor Francisco Madero. En los últimos meses se habían sucedido tensiones políticas, hechos ominosos, incidentes que incluían cada vez más sangre. Incluso verdaderos combates. Las partidas de bandidos, pequeños rancheros o campesinos desesperados se agrupaban ahora en brigadas con organización casi militar, bajo cabecillas que reclamaban justicia y pan para el pueblo, sumido en la miseria por hacendados arrogantes y por un gabinete presidencial ajeno a la razón. Para cualquier mexicano de las clases medias y bajas, la palabra gobierno era sinónimo de enemigo. Por eso los insurrectos querían Ciudad Juárez, principal paso fronterizo con los Estados Unidos. Se habían acercado en los días anteriores, ocupando posiciones en torno a la ciudad. Acumulando fuerzas. Ahora empezaba la verdadera lucha y quizá la revolución.

Para cualquier mexicano de las clases medias y bajas, la palabra gobierno era sinónimo de enemigo

Yacía un hombre muerto al extremo de la calle desierta, frente al salón de billares Ambos Mundos. Estaba tirado boca arriba y seguramente alguien lo arrastró hasta allí después de que le dieran un balazo, buscando ponerlo a cubierto, pues había un largo reguero de sangre medio coagulada en la tierra de la calle sin asfaltar. Martín nunca había visto a nadie muerto de forma violenta, ni siquiera en las minas; así que se quedó un momento mirándolo. Le llamaba la atención el desorden de la ropa, los bolsillos vueltos del revés, los pies sólo con calcetines -habían desaparecido los zapatos- y el rostro contraído encarando el cielo, abiertos los ojos que velaba una fina capa de polvo depositada en ellos. Sobre la boca entreabierta revoloteaban moscas, zumbando entre ella y el agujero pardusco que el muerto tenía en el pecho. Era un hombre de edad indefinida, entre los treinta y los cincuenta años, con ropa de ciudad. No parecía un combatiente, sino una víctima del azar, tal vez de alguna bala perdida. Entonces Martín intuyó por qué lo habían arrastrado hasta ponerlo al amparo de los edificios cercanos y bajos. No con intención de atenderlo, pues seguramente ya estaba muerto, sino para despojar con calma el cadáver.

Caminó un poco más, hasta la esquina y luego adelante, procurando hacerlo pegado a las paredes. Las calles permanecían desiertas. Fuera de su vista continuaba el tiroteo, muy violento ahora, que parecía multiplicarse en varios lugares. Anduvo guiándose por el ruido de los disparos más próximos. Su intensidad era mayor por la parte noroeste, hacia el río Bravo y los puentes que cruzaban la frontera al lado estadounidense de El Paso, Texas.

Sintió sed. La tensión le secaba la boca. Las casas disminuían en altura en aquella zona de la ciudad y el sol pegaba fuerte: cada vez más arriba, dejaba pocos espacios de sombra. Se aflojó el nudo de la corbata, secó el sudor de la frente y la badana del sombrero con el pañuelo y miró alrededor. Ni un alma. Nunca había imaginado que la guerra despoblase tanto el paisaje.

Al otro lado de la calle, el rótulo El As de Copas pintado en una fachada indicaba una cantina. La sed seguía torturándolo, así que hizo un rápido cálculo de pros y contras. Tras decidirse, echó a correr para alcanzar el lugar; treinta metros que se hicieron largos, pero nadie le disparó, aunque los tiros sonaban no demasiado lejos. La puerta de la cantina estaba cerrada. Llamó varias veces sin resultado, hasta que al fin se entreabrió un palmo y un rostro cenceño y bigotudo apareció en la rendija.

- Déjeme entrar -dijo Martín-. Tengo sed.

Una duda silenciosa, dentro. Sobre el bigote, dos ojos muy negros lo observaban con recelo.

- Llevo dinero -insistió el joven-. Pagaré por lo que beba.

Tras una corta vacilación le franquearon la entrada. El interior estaba en penumbra a causa de los postigos echados: la luz penetraba por una claraboya alta, iluminando malamente una habitación con mesas y sillas desvencijadas, un mostrador y varios bultos inmóviles, sentados. A medida que sus ojos deslumbrados se acostumbraron, Martín pudo distinguir los detalles. Había allí media docena de hombres y todos lo contemplaban con curiosidad.

- ¿Qué le sirvo, señor?

- Agua.

- ¿Nada más? -lo miró el cantinero, extrañado-. ¿No quiere sotol, o tequila?

- Después. Ahora deme agua, por favor.

Bebió con ansia hasta vaciar la jarra. Uno de los hombres se levantó y anduvo hasta el mostrador, recargándose en él frente al cantinero. Era pequeño, panzudo bajo la chaqueta de dril entreabierta, y un bigote frondoso le ensombrecía la boca. Estudiaba despacio a Martín, que se había quitado el sombrero al entrar y se enjugaba el sudor de la cara con el pañuelo.

- ¿Español? -preguntó.

- Sí.

- Se le nota lo gachupín en el habla.

Asintió Martín, inseguro de si eso era bueno o malo. A menudo se asociaba a los hacendados españoles con los afectos al régimen de Porfirio Díaz.

- Cada quien es de donde es -dijo.

- Claro.

Sin preguntar más, el cantinero le había puesto delante a Martín un vaso de tequila. Se lo llevó a la boca, bebió un sorbo y el alcohol ardiente le hizo crispar la cara. Tequila transparente como el agua y fuerte como el diablo.

- No es día para andarse paseando -opinó el panzudo.

Seguía mirándolo con curiosidad. Afuera sonaban, apagados, los tiros lejanos.

- ¿Son los rebeldes? -inquirió Martín.

Una sonrisa sin humor le torció al otro el bigotazo.

- Lo de rebeldes, señor, según y cómo... Lo que son es maderistas que se fajan a plomazos con los mochos. Y viceversa.

- ¿Los mochos?

- Los soldados, o sea. Los pelones.

- Los llaman así por el pelo al rape -quiso aclarar el cantinero.

- Meros desgraciados contra desgraciados... Obligados por quienes mandan a buscar en el otro mundo lo que aquí no tienen.

El bigotudo panzón hablaba bien, educado. Se veía hombre de cierta instrucción. Indicó la puerta de la calle.

- Yo que usted, señor, me terminaba tranquilo el tequila. Si asoma ahí afuera lo pueden perjudicar.

- ¿Qué está pasando?

- Se brega en varios lugares, y también en la estación -señaló el mexicano a los que estaban sentados-. Aquí los muchachos se lo pueden decir mejor que yo. Está cerca y de allí vienen.

Se fijó Martín en los cuatro: ropa de mezclilla azul manchada de grasa, gorras mugrientas, bigotes en rostros sucios de carbonilla. Ferroviarios. O ferrocarrileros, como decían en el norte. Dirigió un ademán al cantinero.

- Tengo mucho gusto en invitarlos a un trago, si me lo aceptan.

- Pa luego es tarde -dijo uno.

Se levantaron despacio, con dignidad, y se acercaron al mostrador. El cantinero les fue llenando los vasos.

- Los maderistas nos cayeron al alba por el poniente y por el sur -dijo el ferroviario que había hablado antes-. Empezaron de a poquito y fueron llegando más, con todo y caballería, hasta que se agarraron macizo -indicó a sus compañeros-. Nosotros tuvimos que pelarnos de la estación, porque allí se daban bien en la madre.

- ¿Quién está ganando?

- Ah, pos eso aún no se sabe. De un lado dicen que viene don Francisco Madero con los señores Orozco y Villa, que son reduros. Y del otro, a los federales los manda el general don Juan Navarro, que ya son palabras pesadas.

- El Tigre de Cerro Prieto -apuntó el bigotudo panzón.

No sonaba a elogio. Hacía pensar en paredones picados de tiros y hombres colgados de los árboles como racimos de fruta.

EL LIBRO:

  • 'Revolución' de Arturo Pérez-Reverte. Ed.: Alfaguara. 464 págs. Precio: 22,90 euros (ebook, 10,99).

- Así que cuando esto acabe -remató otro de los ferroviarios-, van a sobrar sombreros.

Bebieron todos, aplicados. Fuera, el tiroteo resbalaba hacia el silencio y volvía a crepitar intenso al cabo de un momento, como el vaivén de una ola en las rocas. Encargó Martín otra ronda y nadie dijo no.

- Oiga, amigo...

Con el ceño fruncido y un vaso en la mano, el panzón observaba a Martín. Lo miró éste.

- Dígame.

- ¿Preguntar es ofender?

-En absoluto.

- ¿Qué se le perdió hoy por estos rumbos?

Titubeó el joven, algo desconcertado.

- Trabajo en unas minas, cerca de aquí.

Le lanzó el otro una ojeada súbita, desconfiada, como la de quien de pronto ventea a un enemigo. Vació el vaso de un trago y volvió a mirarlo, reparando ahora en el lado derecho de la chaqueta, más pesado que el izquierdo. Después lo estudió despacio de arriba abajo, midiéndole el estatus.

- ¿Administrador?

- Ingeniero.

- Ah -se relajó el mexicano.

- Siento curiosidad. Nunca he visto una revolución.

- Pos dicen que por la curiosidad se murió el gato, ¿no? -dijo uno de los ferroviarios-. Mejor se nos queda aquí tantito, hasta que afloje.

Lo pensó Martín. Su empeño seguía pesando más que la prudencia. Puso unas monedas sobre el mostrador.

- En realidad, debería...

No acabó la frase. Sonaban golpes en la puerta: repetidos, violentos, amenazadores. No eran de gente que pidiera permiso para entrar, sino de la que exigía paso franco. Por las bravas.

- ¡Abran, jijos de la chingada!... ¡O entramos echando bala!

Entraron con la luz de afuera relumbrando en las carabinas y en el metal de los cartuchos metidos en carrilleras cruzadas sobre camisas de algodón blanco, cazadoras amarillas y chaquetillas charras. Eran una docena y venían cansados, violentos, oliendo a sudor y tierra. Algunos calzaban botas con espuelas que resonaban en las tablas del suelo. Bajo los sombreros de ala ancha traían los ojos enrojecidos y los bigotes agrisados por humo de pólvora.

- Todos a la pared -ordenó el que mandaba.

Obedeció Martín con los otros. Sólo el cantinero permaneció tras el mostrador, seguro de que iban a requerirlo allí. Resignado, sacó otro cántaro de agua y dos botellas y alineó unos vasos delante. No parecía la primera vez que la revolución se colaba en El As de Copas.

A Martín lo registraron como al resto. Un momento después, su billetera y el Orbea de calibre 38 estaban en manos del que parecía el jefe.

- ¿Y esto, amigo?

Le mostraba el revólver en la palma de la mano, estudiando a Martín con irónica desconfianza. Encogió éste los hombros.

- Es un arma de mi propiedad... Nunca se sabe.

- Nunca se sabe, ¿qué?

- Lo que uno va a encontrar en la calle.

- Es buena gente -intervino el panzón.

No se volvió a atenderlo el otro, que ceñía pantalón a rayas descolorido y chaquetilla corta. Llevaba una enorme pistola al costado, en un cinto lleno de balas, y una cruz de pesadas carrilleras sobre el pecho. Había dejado la carabina 30/30 sobre el mostrador, y bajo el ala ancha del sombrero norteño sus ojos negros y duros seguían mirando fijamente a Martín.

- ¿Cómo de güena?

- Se pagó unas copas con mucho gusto -apuntó el otro-. Es ingeniero.

- ¿Español?

- Sí, pero de España.

Asintió el maderista mientras se quitaba el sombrero para enjugar el sudor con una manga. Tenía el pelo y el bigote, que le cubría por completo el labio superior, salpicados de canas prematuras, y una cicatriz como de machetazo de la sien a la mandíbula derecha que aún se veía violácea, fresca, casi reciente.

- Pos tiene suerte de serlo. Si fuera español de aquí, a lo mejor ya estaría colgando de una reata.

Sus hombres se habían acercado al mostrador mezclados con los ferroviarios. Habían dejado en el suelo dos morrales que traían, y también una caja grande, abierta, con asas de cuerda y pintada de rojo. El cantinero les había puesto delante un atado de cigarros La Paloma, que se encendían unos a otros. Echaban humo y todos parecían más relajados.

- ¿Y qué hace su mercé de cantinas con la que está cayendo? -quiso saber el jefe.

- Salí a ver qué pasa -se permitió Martín un amago de sonrisa-. Vivo en el hotel Monte Carlo, a cuatro cuadras.

Seguía serio el otro.

- ¿Es un hotel elegante?

- No es malo.

- De allí acá hay mucha bala que va y viene. Se arriesga a que lo tuerzan gacho.

- ¿Perdón?

- A que le den su agua. Un plomazo.

- Por eso me metí aquí dentro.

Todavía lo contempló el maderista un poco más, dubitativo. Al fin, con una mano le devolvió la billetera mientras con la otra se guardaba el revólver en un bolsillo. Uno de los suyos le acercó un vaso de agua, que apuró en sorbos cortos. Después dio una seca palmada.

- Aprevénganse, muchachos, que nos vamos.

Acabaron los otros sus tragos, dejando los vasos sobre el mostrador, y empezaron a salir sin que nadie hiciese ademán de pagar nada. El cantinero parecía acoger la cosa con resignación: una botella de tequila y otra de sotol no eran un precio alto por que lo dejaran en paz. Cogió el jefe su carabina, y entonces señaló Martín la caja pintada de rojo, sobre la que caía la ceniza del cigarro de uno de los maderistas.

- ¿Puedo decirle algo, señor?

Se detuvo el otro, mirándolo displicente.

- Pa eso nos dio Dios la lengua, amigo, pa decir cosas... Luego la responsabilidá ya es de cada uno.

Volvió Martín a señalar la caja.

- ¿Eso es dinamita?

- ¿Y qué, si lo es?

- Pues que si yo fuera ustedes, no andaría fumando cerca. Los cartuchos son viejos y parecen sudados.

- ¿Y?

- Lo que sudan es nitroglicerina. Se arriesgan a volar por los aires.

Parpadeó el maderista.

- Újole... ¿Usté sabe de eso?

- Ya les dije que es ingeniero -intervino el panzón.

Hizo el otro una mueca despectiva.

- Mi gente -señaló sus caras sonrientes y feroces- no se raja pa bailar con la pelona.

- Tampoco es cosa de ponerlo fácil -replicó Martín-. ¿No cree?

El mexicano pareció pensarlo. Luego se volvió de nuevo a los suyos.

- Ya oyeron. Avienten esos cigarros, no vayan a mandarnos a la fregada.

Salieron todos. Al cabo de un momento, el jefe apareció otra vez en la puerta. Miraba a Martín.

- ¿Usté sabe de explosivos y esas cosas?

- Un poco -admitió él-. Es parte de mi trabajo.

- ¿Ingeniero de qué, me dijo?

- De minas.

Se pasó el otro, pensativo, la uña de un pulgar por el bigote.

- ¿Sabría cómo manejar la dinamita pa romper algo sin romperlo todo?

- No comprendo.

- Pa volar un sitio, pero sólo tantito... Lo necesario.

- Depende de qué se trate, pero supongo que podría.

Una amplia sonrisa iluminó la cara del mexicano.

- Pos me late que nos va a acompañar, amigo. Si no le importa.

A Martín se le hizo un vacío en el estómago. Miró confuso al maderista, pero la expresión del otro no admitía réplica. Así que se puso el sombrero, salió detrás de él y caminaron con los demás por el lado derecho de la calle. No se atrevió a preguntar a dónde se dirigían, y nadie se lo dijo.

 

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