TITULO:
Mi casa es la tuya - Kubo . , Viernes -7- Agosto ,.
Mi casa es la tuya',.
Este viernes -7- Agosto a las 22.00, Telecinco emite una nueva entrega de 'Mi casa es la tuya', con Bertín Osborne charlando con Kubo . , foto.
Kubo,.
Oficial: Kubo, al Villarreal,.
El club amarillo lanzó un gancho en redes sociales haciendo alusión a Japón y posteriormente confirmó el fichaje. Llega cedido por una temporada.
Kubo es el primer fichaje que ha anunciado el Villarreal esta semana pero no el último ya que tal y como anunció AS anoche, en exclusiva, Parejo y Coquelin también serán amarillos tras haber llegado a un acuerdo el Valencia con el Villarreal para el traspaso de ambos futbolistas.
TITULO:
Pekín Express - Juan Carlos I y el régimen del 78 ,.
Pekín Express ,.
Cristina Pedroche conduce 'Pekín Express: La ruta de los elefantes', una aventura en mitad del Índico, en la que 10 parejas con perfiles muy diferentes, etc.
Juan Carlos I y el régimen del 78 ,.
39 años para reinventar el país,.
El rey propició un marco solvente para desarrollar la etapa democrática más larga de la historia de España, modernizando sus estructuras y dotando de un alto grado de autogobierno a las nacionalidades,.
Fue
el Rey -escribió Raymond Carr en 1981- quien legitimó la llegada de la
democracia; sin él, la habilidad de Suárez, por decisiva que fuera, no
habría servido de nada». El hecho es incontestable. Contra los
proyectos continuistas de la dictadura de Franco, la monarquía de Juan
Carlos I vio el restablecimiento del sistema de libertades en España. El
nuevo rey resultó ser, en efecto, un rey para la democracia. Entendió
que la figura restaurada que él encarnaba no podría ser otra cosa que la 'Monarquía de todos', la posición que su padre, don Juan, había mantenido desde 1943-45 en el exilio.
En la Transición (compleja, difícil, presidida por la incertidumbre y el azar), se acertó en lo sustancial: en el procedimiento, una reforma política desde la propia legalidad franquista; y en el hombre, Adolfo Suárez, nombrado por el rey jefe de gobierno en julio de 1976, tras cesar al último presidente de gobierno de la dictadura. Supuso, en cualquier caso, la construcción de un orden político nuevo: liquidación del continuismo franquista; atracción e integración de la oposición democrática (incluido el Partido Comunista y los partidos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco); superación del trauma histórico que fueron la guerra civil de 1936-39 y la propia dictadura; y una reforma en profundidad de la organización territorial del Estado.
Con la Constitución de 1978, España se configuró como una Monarquía democrática -en la que el rey perdía toda capacidad ejecutiva, y adquiría poder simbólico y moderado- y como un Estado que confería un alto grado de autogobierno a nacionalidades (Cataluña, País Vasco, Galicia) y regiones. La democracia española cristalizó en un régimen estable y plural, integrado en la Unión Europea desde 1985, y (hasta la crisis de 2008) en una de las economías más dinámicas de Europa. El rey Juan Carlos fue esencial en la neutralización del Ejército a todo lo largo de la transición, un ejército hasta los años ochenta nada favorable a las reformas acometidas; y en la acción exterior del país, especialmente en América Latina y en las relaciones -siempre condicionadas por factores personales- con los países árabes y especialmente, con Marruecos.
El papel del rey fue pues esencial. En palabras de Hobsbawn, la Monarquía iba a ser en España desde 1975 un marco solvente para la democracia, como en otros países europeos. La Constitución de 1978 definió a España como una Monarquía parlamentaria y como un Estado social y democrático de derecho. Reconoció el derecho a la autonomía de nacionalidades y regiones, garantizó las libertades democráticas, constitucionalizó partidos y sindicatos, proclamó la libertad de enseñanza y la aconfesionalidad del Estado (desde el respeto a las creencias religiosas de los españoles) y abolió la pena de muerte. Entre 1978 y 1983, se constituyeron un total de diecisiete comunidades autónomas, más las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, todas ellas dotadas de amplísima capacidad de autogobierno. Fue, como diría García de Enterría, la hazaña de la democracia.
Como mostraría sobre todo el fracaso del intento de golpe de estado de 23 de febrero de 1981, la democracia española estaba mejor construida que las anteriores experiencias democráticas del país. Suárez (1976-81) restableció la democracia, creó las bases para la reforma económica (Pactos de la Moncloa, octubre de 1977), aprobó la Constitución, democratizó la administración local e inició el proceso autonómico. Calvo Sotelo (1981-82) completó la «transición exterior» y alineó a España en el mundo occidental (OTAN). Felipe González (1982-96) propició la entrada en Europa, la reconversión industrial, la reforma militar, la modernización de las infraestructuras del país, la plena recuperación del papel internacional de España y varios años de fuerte crecimiento económico. Aznar (1996- 2004) dio estabilidad a la acción de gobierno, mantuvo el crecimiento económico, reforzó la lucha contra el terrorismo y la autoridad del Estado, y llevó a España a la integración monetaria europea.
Los problemas del país, muchas veces graves y urgentes, se derivaban ahora, como en otras democracias occidentales, no de carencias del sistema político o del entramado institucional del Estado, sino de la propia práctica política, y de los usos y prácticas que en la gestión de la vida colectiva pudieron hacer poder público y sociedad civil. El problema nacionalista no era ya un problema estructural derivado o del centralismo del Estado o de la vigencia excluyente del nacionalismo español. Tal vez era al revés: se derivaba de la debilitación del poder central en beneficio del poder de las comunidades autónomas que generaba el estado de las autonomías, y de la deslegitimación del nacionalismo español que siguió, en la democracia, a la abusiva asociación durante cuarenta años (1939-1975) entre franquismo y españolidad.
La democracia estaba consolidada. El cambio fue, en efecto, extraordinario. Aunque subsistiesen desigualdades, pobreza y desequilibrios regionales y sectoriales, la riqueza nacional se duplicó entre 1976 y 2000. En 2000, España era un país urbano y moderno. Reconversión industrial, privatización del sector público, fusiones bancarias, inversión extranjera y grandes obras de infraestructura (autopistas de peaje y autovías, aeropuertos, tren de alta velocidad) revolucionaron la economía: servicios, construcción, comercio, turismo, banca, transportes y comunicaciones eran los motores del nuevo dinamismo económico. España invirtió en América Latina en los años noventa unos 60.000 millones de dólares. Cerca de cuatro millones de inmigrantes se habían establecido en el país entre 1990 y 2003, otro cambio histórico formidable.
La población española pasó así de 35,8 millones de habitantes en 1976 a 44,1 millones en 2006. En 2005, el 79% de la población, unos 34 millones de personas, vivían en las grandes áreas urbanas del país, y la agricultura, causa histórica de su atraso y de su pobreza, representaba apenas el 3% del Valor Añadido Bruto de la economía española.
Desde mediados de los años 80, eran ya más las mujeres que los hombres que cursaban estudios universitarios. La tasa de ocupación femenina pasó del 22,7% en 1983 al 44,1% en 2008. En 2004, las mujeres eran el 64 por 100 del total de jueces del país. En ese año, había un total de 12.205 mujeres en las Fuerzas Armadas españolas (de un total de 119.698 efectivos). La libertad había sido recuperada. La Transición configuró un nuevo marco cultural para el país: plena recuperación de la libertad creativa, nuevos medios de comunicación (prensa, radio, televisiones públicas y privadas), oficialización de lenguas y culturas de nacionalidades y regiones, nueva y amplísima oferta y demanda culturales (museos, bibliotecas, auditorios, orquestas, universidades…).
Ciertamente, la crisis que la economía española -como la economía mundial- experimentó desde 2008 puso fin al largo de ciclo de estabilidad y crecimiento económico que España vivía, salvo por alguna breve crisis coyuntural, desde mediados de la década de 1980. Como en otros países europeos, el coste económico y social de la crisis fue en todo caso enorme: durísimas políticas de austeridad y de contención drástica del déficit y del gasto públicos, recortes presupuestarios, subidas de impuestos, recortes salariales y cambios en los sistemas y prestaciones de la seguridad social, flexibilización de los mercados laborales; paro, desigualdad, pobreza, malestar social, protestas callejeras, huelgas generales y sectoriales, marchas, manifestaciones, concentraciones (y con ello, desorientación y debilitamiento de los grandes partidos nacionales y aparición de nuevas fuerzas políticas).
No era exactamente así. La democracia, concretada en el sistema constitucional de 1978, seguía siendo el modelo ideal de la política. El reinado de don Juan Carlos -que abdicó en junio de 2014- era, con mucho, la etapa democrática más larga de la historia española. ETA abandonó la «lucha armada» en 2011. La crisis económica de 2007/08 empezó a ser superada a partir de 2013. La abdicación del rey Juan Carlos en junio de 2014 en su hijo Felipe VI fue sin duda estupefaciente, pero constitucionalmente oportuna e históricamente certera. La Monarquía española era, como quedó dicho, una institución razonable, un marco solvente para la democracia.
La democracia de 1978 no fue sólo un cambio de régimen. La Transición supuso nada menos que la refundación de España como nación. La mayoría de los españoles la vivieron con conciencia clara de lo que realmente fue: un nuevo comienzo, la cristalización de un proyecto permanente de libertad y democracia para España. Comprender la historia, que es lo que el historiador hace y lo que estas líneas pretenden, no es justificar: es nada menos que apropiarse de la verdad.
En la Transición (compleja, difícil, presidida por la incertidumbre y el azar), se acertó en lo sustancial: en el procedimiento, una reforma política desde la propia legalidad franquista; y en el hombre, Adolfo Suárez, nombrado por el rey jefe de gobierno en julio de 1976, tras cesar al último presidente de gobierno de la dictadura. Supuso, en cualquier caso, la construcción de un orden político nuevo: liquidación del continuismo franquista; atracción e integración de la oposición democrática (incluido el Partido Comunista y los partidos nacionalistas en Cataluña y el País Vasco); superación del trauma histórico que fueron la guerra civil de 1936-39 y la propia dictadura; y una reforma en profundidad de la organización territorial del Estado.
Con la Constitución de 1978, España se configuró como una Monarquía democrática -en la que el rey perdía toda capacidad ejecutiva, y adquiría poder simbólico y moderado- y como un Estado que confería un alto grado de autogobierno a nacionalidades (Cataluña, País Vasco, Galicia) y regiones. La democracia española cristalizó en un régimen estable y plural, integrado en la Unión Europea desde 1985, y (hasta la crisis de 2008) en una de las economías más dinámicas de Europa. El rey Juan Carlos fue esencial en la neutralización del Ejército a todo lo largo de la transición, un ejército hasta los años ochenta nada favorable a las reformas acometidas; y en la acción exterior del país, especialmente en América Latina y en las relaciones -siempre condicionadas por factores personales- con los países árabes y especialmente, con Marruecos.
Fracaso del golpe de estado
La joven democracia española derrotó el intento de golpe de estado militar que se produjo el 23 de febrero de 1981. El rey actuó con decisión: a él, a sus asesores y a los altos mandos del ejército y de los cuerpos de seguridad, se debió el mantenimiento de la disciplina militar prácticamente en toda España.El papel del rey fue pues esencial. En palabras de Hobsbawn, la Monarquía iba a ser en España desde 1975 un marco solvente para la democracia, como en otros países europeos. La Constitución de 1978 definió a España como una Monarquía parlamentaria y como un Estado social y democrático de derecho. Reconoció el derecho a la autonomía de nacionalidades y regiones, garantizó las libertades democráticas, constitucionalizó partidos y sindicatos, proclamó la libertad de enseñanza y la aconfesionalidad del Estado (desde el respeto a las creencias religiosas de los españoles) y abolió la pena de muerte. Entre 1978 y 1983, se constituyeron un total de diecisiete comunidades autónomas, más las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, todas ellas dotadas de amplísima capacidad de autogobierno. Fue, como diría García de Enterría, la hazaña de la democracia.
Como mostraría sobre todo el fracaso del intento de golpe de estado de 23 de febrero de 1981, la democracia española estaba mejor construida que las anteriores experiencias democráticas del país. Suárez (1976-81) restableció la democracia, creó las bases para la reforma económica (Pactos de la Moncloa, octubre de 1977), aprobó la Constitución, democratizó la administración local e inició el proceso autonómico. Calvo Sotelo (1981-82) completó la «transición exterior» y alineó a España en el mundo occidental (OTAN). Felipe González (1982-96) propició la entrada en Europa, la reconversión industrial, la reforma militar, la modernización de las infraestructuras del país, la plena recuperación del papel internacional de España y varios años de fuerte crecimiento económico. Aznar (1996- 2004) dio estabilidad a la acción de gobierno, mantuvo el crecimiento económico, reforzó la lucha contra el terrorismo y la autoridad del Estado, y llevó a España a la integración monetaria europea.
Los problemas del país, muchas veces graves y urgentes, se derivaban ahora, como en otras democracias occidentales, no de carencias del sistema político o del entramado institucional del Estado, sino de la propia práctica política, y de los usos y prácticas que en la gestión de la vida colectiva pudieron hacer poder público y sociedad civil. El problema nacionalista no era ya un problema estructural derivado o del centralismo del Estado o de la vigencia excluyente del nacionalismo español. Tal vez era al revés: se derivaba de la debilitación del poder central en beneficio del poder de las comunidades autónomas que generaba el estado de las autonomías, y de la deslegitimación del nacionalismo español que siguió, en la democracia, a la abusiva asociación durante cuarenta años (1939-1975) entre franquismo y españolidad.
817 asesinatos de ETA
Los nacionalismos vasco, catalán y gallego seguían, en cualquier caso, manteniendo sus aspiraciones soberanistas, pero ante todo por razones ideológicas, por la lógica misma de sus concepciones nacionalistas. ETA mantuvo tras 1975 la «lucha armada» -asesinó a 817 personas entre 1975 y 2011- contra el Estado español como resultado de su concepción «estratégica» hacia la independencia; como una opción deliberada por tanto y no como resultado de una necesidad inevitable impuesta por las circunstancias o por la prolongación de un conflicto (vasco) secular y no resuelto. No quiso aceptar la solución que aparecía en la Constitución de 1978, y que se concretó en el Estatuto de Autonomía del País Vasco de 1979. Quiso desbordar el proceso autonómico, ejercer el liderazgo de la causa vasca e imponer, si fuera posible, una negociación al Estado español.La democracia estaba consolidada. El cambio fue, en efecto, extraordinario. Aunque subsistiesen desigualdades, pobreza y desequilibrios regionales y sectoriales, la riqueza nacional se duplicó entre 1976 y 2000. En 2000, España era un país urbano y moderno. Reconversión industrial, privatización del sector público, fusiones bancarias, inversión extranjera y grandes obras de infraestructura (autopistas de peaje y autovías, aeropuertos, tren de alta velocidad) revolucionaron la economía: servicios, construcción, comercio, turismo, banca, transportes y comunicaciones eran los motores del nuevo dinamismo económico. España invirtió en América Latina en los años noventa unos 60.000 millones de dólares. Cerca de cuatro millones de inmigrantes se habían establecido en el país entre 1990 y 2003, otro cambio histórico formidable.
La población española pasó así de 35,8 millones de habitantes en 1976 a 44,1 millones en 2006. En 2005, el 79% de la población, unos 34 millones de personas, vivían en las grandes áreas urbanas del país, y la agricultura, causa histórica de su atraso y de su pobreza, representaba apenas el 3% del Valor Añadido Bruto de la economía española.
Desde mediados de los años 80, eran ya más las mujeres que los hombres que cursaban estudios universitarios. La tasa de ocupación femenina pasó del 22,7% en 1983 al 44,1% en 2008. En 2004, las mujeres eran el 64 por 100 del total de jueces del país. En ese año, había un total de 12.205 mujeres en las Fuerzas Armadas españolas (de un total de 119.698 efectivos). La libertad había sido recuperada. La Transición configuró un nuevo marco cultural para el país: plena recuperación de la libertad creativa, nuevos medios de comunicación (prensa, radio, televisiones públicas y privadas), oficialización de lenguas y culturas de nacionalidades y regiones, nueva y amplísima oferta y demanda culturales (museos, bibliotecas, auditorios, orquestas, universidades…).
Ciertamente, la crisis que la economía española -como la economía mundial- experimentó desde 2008 puso fin al largo de ciclo de estabilidad y crecimiento económico que España vivía, salvo por alguna breve crisis coyuntural, desde mediados de la década de 1980. Como en otros países europeos, el coste económico y social de la crisis fue en todo caso enorme: durísimas políticas de austeridad y de contención drástica del déficit y del gasto públicos, recortes presupuestarios, subidas de impuestos, recortes salariales y cambios en los sistemas y prestaciones de la seguridad social, flexibilización de los mercados laborales; paro, desigualdad, pobreza, malestar social, protestas callejeras, huelgas generales y sectoriales, marchas, manifestaciones, concentraciones (y con ello, desorientación y debilitamiento de los grandes partidos nacionales y aparición de nuevas fuerzas políticas).
Desafío soberanista
Esta circunstancia, unida a varios y gravísimos escándalos de corrupción política, al creciente desafío soberanista que ahora, de forma ya evidente desde 2010, planteó el nacionalismo catalán -un desafío al orden constitucional-, y a la controversia pública que desde 2011 se generó, por muy desiguales razones, en torno a aspectos de la gestión real, no obstante el reconocimiento que la obra histórica de Juan Carlos I seguía mereciendo, todo ello hizo pensar que España había vuelto a ser un problema.No era exactamente así. La democracia, concretada en el sistema constitucional de 1978, seguía siendo el modelo ideal de la política. El reinado de don Juan Carlos -que abdicó en junio de 2014- era, con mucho, la etapa democrática más larga de la historia española. ETA abandonó la «lucha armada» en 2011. La crisis económica de 2007/08 empezó a ser superada a partir de 2013. La abdicación del rey Juan Carlos en junio de 2014 en su hijo Felipe VI fue sin duda estupefaciente, pero constitucionalmente oportuna e históricamente certera. La Monarquía española era, como quedó dicho, una institución razonable, un marco solvente para la democracia.
La democracia de 1978 no fue sólo un cambio de régimen. La Transición supuso nada menos que la refundación de España como nación. La mayoría de los españoles la vivieron con conciencia clara de lo que realmente fue: un nuevo comienzo, la cristalización de un proyecto permanente de libertad y democracia para España. Comprender la historia, que es lo que el historiador hace y lo que estas líneas pretenden, no es justificar: es nada menos que apropiarse de la verdad.
TITULO: UN BUEN PLAN ES IR AL CINE - Breaking Bad (Serie de TV).
- Reparto
- Bryan Cranston, Aaron Paul, Anna Gunn, Dean Norris, Betsy Brandt, RJ Mitte, Bob Odenkirk, Jonathan Banks, Giancarlo Esposito, Steven Michael Quezada, Jesse Plemons, Christopher Cousins, Laura Fraser, Matt Jones, Charles Baker, Michael Shamus Wiles, Lavell Crawford, Ray Campbell, Krysten Ritter, Ian Posada, Carmen Serano, Emily Rios, Tina Parker, Mark Margolis, Robert Forster, Caleb Landry Jones, Jeremiah Bitsui, David Costabile, Dale Dickey, Jere Burns, Steven Bauer, Daniel Moncada,.
- Serie de TV (2008-2013). 5 temporadas. 62 episodios. Tras cumplir 50 años, Walter White (Bryan Cranston), un profesor de química de un instituto de Albuquerque, Nuevo México, se entera de que tiene un cáncer de pulmón incurable. Casado con Skyler (Anna Gunn) y con un hijo discapacitado (RJ Mitte), la brutal noticia lo impulsa a dar un drástico cambio a su vida: decide, con la ayuda de un antiguo alumno (Aaron Paul), fabricar anfetaminas y ponerlas a la venta. Lo que pretende es liberar a su familia de problemas económicos cuando se produzca el fatal desenlace.
- TITULO: Días de cine - Cine - Alan Parker ,. Viernes -7- Agosto,.
Días de cine',.
- Viernes 7 de Agosto a las 20:35 horas en La 2 / foto,.
Días de cine’ recuerda el legado y las obras de dos cineastas fallecidos la semana pasada.: el británico Alan Parker y Julio Diamante.
En sus 76 años de vida, Alan Parker pudo
presumir de ser uno de los fundadores del Director’s Guild of Great
Britain, una organización profesional que representaba a los directores
de cine, televisión, teatro, radio, publicidad, videoclips y
documentales, que agrupó a una generación de cineastas formados en la
publicidad, como Ridley Scott o Hugh Hudson.
Su legado deja películas inolvidables como ‘Fama’, ‘El expreso de medianoche’, ‘Birdy’ (ganador del Gran Premio del Jurado en Cannes), ‘Arde Misisssippi’, ‘Pink Floyd: El muro’, ‘El corazón del ángel’ y ‘Las cenizas de Ángela’, entre otras.
Julio Diamante, director y guionista de cine, teatro y televisión,
fallecido a los 86 años, fue miembro destacado del Nuevo Cine Español.
Nacido en Cádiz, se encargó durante muchos años del Festival de Cine de
Autor de Benalmádena. Entre sus obras destacan ‘Los que no fuimos a la guerra’, ‘Tiempo de amor’, ‘El arte de vivir’, ‘La Carmen’ o ‘Sex o no sex’.
Además, hablamos de los estrenos que llegan a los cines, como ‘The way back’, en la que Ben Affleck interpreta a un entrenador de baloncesto con problemas de alcohol. Otras novedades son ‘Color out of space’, una película que combina terror con ciencia ficción, y ‘Papicha', cine feminista hecho en Argelia.
Por último, el director de ‘Full Monty’, Peter Cattaneo, estrena una película de mujeres y música llamada ‘¡Que suene la música!’.
TITULO: Saber Vivir - Santiago de Compostela: La piedra silente,.
Santiago de Compostela: La piedra silente,.
De la ciudad solemne, de los encuentros felices y de mi peregrinar sin fin,.
Al llegar a Galicia, rellenamos el cuestionario del Servizo Galego de Saúde: cuando hemos puesto las localidades que hemos visitado en los últimos catorce días, la página web ha colapsado. En fin, Feijóo, si tú preguntas, yo te contesto. Hecha ya nuestra labor ciudadana, nos recibe un Santiago brumoso, pero seco. Por mucho que mi suegra, ferrolana trasplantada a Cartagena, diga que «en Santiago sempre chove», lo cierto es que hemos venido seis o siete veces y nunca nos ha llovido. Porque nosotros venimos mucho por aquí. Y, cuando digo nosotros, digo cuarenta personas. O casi: treinta y siete nos juntamos la última vez. Y eso que solo íbamos los íntimos. En el caso de mi santo, la familia nuclear es una bomba. Una cosa discretísima, de meternos en cualquier sitio: harta estoy de tener que pedirle permiso al delegado del Gobierno cada vez que organizamos un aperitivo familiar en casa. El próximo me lo busco hijo único.
Sorprende ver la ciudad casi despojada de gente, silenciosa, exuberante y solemne
Sin familia a la que atender, paseamos por
un Santiago nuevo para nosotros. Acostumbrados a las multitudes de la
plaza del Obradoiro, a las colas para entrar a la catedral y a las
aglomeraciones que se forman en las calles cercanas, nos sorprende ver
la ciudad casi despojada de gente, expuesta en toda su compostura y
exuberancia. Silenciosa, hecha de piedra y solemnidad, de callejuelas y
jardines, de sol gallego y sombra monumental, es un gozo pasearla. Por
primera vez, deambulo por Santiago sin turistas que me interrumpan el
paso. Y la disfruto. No llevamos plano en la mano, tan solo el recuerdo
de los lugares en la cabeza. Tampoco tenemos prisa ni rumbo, pero
siempre acabamos volviendo a la catedral, centro gravitatorio de
Santiago. Entramos sin tener que esperar.Adorar a un plasma
Dentro hay poca gente. Se oyen los ruidos de los trabajos de restauración del interior; la catedral sigue en obras. «No, al apóstol no se le puede visitar ahora, pero puede verlo en la pantalla que hay a la entrada». Vaya: ir hasta Santiago para adorar a un plasma. Pero da igual. Cualquier iglesia, ya sea catedral apostólica y metropolitana o parroquia de barrio, ya tenga un retablo barroco o una cruz desnuda, sirve para refugiarse del calor despiadado del verano, del frío crudo del invierno, del dolor atroz del espíritu. Te proporciona un minuto, o dos, o quince, de silencio en medio del bullicio cotidiano, el suficiente para rezar o para acordarte de los tuyos. Y yo me acuerdo de los míos. Y enciendo unas velas, y les pido protección, y les digo lo mucho que les quiero, y doy gracias por el tiempo que los pude disfrutar. Ojalá hubiera sido más.Al salir, vemos varios grupos de peregrinos. Unos chavales italianos se desploman sobre sus mochilas en la plaza, una chica sale corriendo para que le sellen la compostelana, una pareja de ciclistas llega hasta la puerta de la catedral. Aún subidos en sus bicicletas, a los ciclistas se les saltan las lágrimas por encima de la mascarilla, y se emocionan, y se besan. Ha sido un beso corto, pero precioso. Un beso por la satisfacción de haber logrado algo juntos. Un beso pegamento, de los que mantienen a las parejas unidas. Un beso que les ha hecho olvidar el cansancio, las discusiones, las rodillas machacadas por el pedaleo en las cuestas. Porque si el Camino nunca es fácil, este año lo es aún menos: muchos albergues han tenido que cerrar, y los pueblos de las rutas se han visto afectados por la falta de peregrinos. Pero el espíritu de los caminantes sigue siendo el mismo: tres chicas de Bilbao esperan en la puerta de la Oficina del Peregrino. Vienen desde Ponferrada; han sido nueve jornadas «un poco duras, pero ha estado bien». Quieren repetir el año que viene.
El desastre del saludo
Sin darnos cuenta, se ha hecho de noche. En la plaza del Obradoiro busco a las marines. No las veo. La tuna está tocando 'Clavelitos'. De repente, oigo mi nombre resonar en medio de la plaza. Son unos amigos de Murcia, que acaban de llegar a Santiago. La sorpresa, la risa debajo de la mascarilla, la alegría de encontrarse y el desastre del saludo, que una nunca sabe si dar el codo o hacer el saludo vulcano. Al día siguiente, comemos juntos en el mercado. El camarero nos intenta convencer para acabar con unas ostras y un espumoso, pero servidora sabe que tiene que escribir por la tarde. Y también sabe que, si le tira al espumoso, el artículo será un galimatías y tendrá que corregirlo en el coche camino de Sanxenxo. Responsabilísima y muy profesional, digo que no, que ni ostras ni vino ni nada. Las renuncias que hago yo por esta mi profesión.Y con el disgusto que tengo: servidora iba dispuesta a hacerse la encontradiza con el rey Juan Carlos en el Club Náutico para sacarle el tema de los esponsales entre su nieta y mi heredero, que hasta me había dejado apalabrado un Balenciaga en Getaria para la boda, y resulta que el emérito se ha ido. Que se ha pirado. Así no hay manera de concertar un casorio que me saque de pobre, que ya me veo otro verano más arrastrada por las carreteras de España. Pues desde aquí te lo digo, jefe: el camino de reportera es más duro que el de Santiago. Y todavía me quedan cinco artículos. Cuando vea la puerta de mi casa, me voy a poner más contenta que los peregrinos cuando ven la fachada de la catedral. A mí sí que se me van a saltar las lágrimas. Y los botones de los vaqueros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario