UN PAIS PARA COMERSELO - EL CASO DE LA SEÑORA BAJITA, fotos,.
El caso de la señora bajita,.
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Escribir en provincias te acerca a los problemas de la gente,.
A veces me siento una especie de defensor del pueblo. Para ser más preciso, un defensor de pequeñas preocupaciones de la gente, que yo no acabo de entender, pero que a quienes me paran por la acera les traen por la calle de la amargura. Se trata, en fin, de viandantes desconocidos, que me abordan con mucha alegría y me piden que denuncie una injusticia lacerante o un dislate mayúsculo. El lunes, por ejemplo, una señora me paró por la calle Antonio Hurtado de Cáceres, a la altura de la sede del PP, y me conminó a denunciar algo que la traía a mal traer.
«Mira, en el semáforo de la avenida de Portugal, en la Cruz, hay una señal de tráfico que impide ver si está rojo o verde. ¿Cómo es posible que pongan una señal delante del semáforo? En cuanto me di cuenta de la barbaridad, me dije, se lo tengo que contar a Alonso. Ahora, utilízalo como mejor te parezca, pero denúncialo. Si no, ya te lo recordaré cuando te vea», me soltó y se despidió.
No conozco a la amable señora de nada, pero antes de que me recordara su denuncia y, seguro, me regañara por ser un mal defensor del pueblo, me acerqué al mentado semáforo y no acababa yo de descubrir el escándalo salvo, eso sí, que hay una señal de prohibido aparcar justo delante. Pero se ve perfectamente cuándo puedes cruzar y cuándo está prohibido.
Y volví al susodicho semáforo, y crucé en verde, y a mitad del paso de cebra, me agaché hasta ponerme a la altura de la señora, y efectivamente, no se veía si estaba rojo o verde, y lo denuncio, y me siento un eficaz defensor de las cosas pequeñas que preocupan al pueblo llano.
No me digan que no es bonito escribir en provincias. Me imagino a los grandes colaboradores de periódicos nacionales interpretando las últimas propuestas electorales de Pablo, Pedro, Mariano y Albert, mientras un servidor se dedica a cruzar semáforos agachado, casi en cuclillas, para contar la realidad lacerante de los pasos de cebra cacereños.
No crean que este oficio sobrevenido de defensor de las cosas pequeñas que preocupan al pueblo es sencillo. Como ven, requiere un trabajo de confirmación y contraste bastante peliagudo. Resolver y denunciar el caso de la señora bajita, que no veía el semáforo, ha sido fácil porque el conflictivo paso de cebra me pilla de camino a casa.
Pero en cierta ocasión, una señora estuvo denunciando durante varios días una multa que le habían puesto, según ella, injustamente. Empezó escribiéndome por Messenger, luego por WhatsApp y finalmente me llamaba a casa. Fui a ver el lugar donde la habían multado y resultó ser un vado con una prohibición así de grande. Tanto trabajo para nada. Pero aun así, la señora me acusó de actuar en connivencia con la policía municipal.
Recuerdo otro episodio singular sucedido en la calle Obispo Segura Sáez de Cáceres. Un municipal estaba poniendo una multa a un vehículo en doble fila. Yo hacía tiempo esperando a mi mujer, el guardia creyó que lo observaba y me rogó que no contara nada, como si multar, con justicia y derecho, fuera un delito. Hay incluso quien me para por la calle y denuncia que no han enchufado a su hijo en una oposición, a pesar de habérselo prometido. «Cuéntelo usted», me exigen. Yo intento que el denunciante entre en razón, pero no hay manera. Mi mujer me dice que la gente no quiere soluciones ni denuncias, que solo pretenden desahogarse. Pero yo me resisto. No tengo vocación de confesor, sino de defensor.
TAPAS Y BARRAS - VOLAR A BARCELONA, fotos,.
Volar a Barcelona,.
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Una infame carretera al aeropuerto y hoteles de lujo sin bidé,.
¿Cuándo llegará el día en que viaje desde el aeropuerto de Badajoz y nada me inspire una columna? ¿Cuándo llegaré al aparcamiento de la terminal por una carretera ancha y cómoda, cuándo habrá transporte público entre el aeropuerto y Badajoz, cuándo podré escoger entre varios vuelos y cuándo los extremeños de Plasencia, Cáceres o Don Benito entenderán que el aeropuerto de Badajoz es de toda la región y es competitivo? Supongo que la última pregunta tendrá una respuesta positiva cuando se responda a todas las anteriores.
El caso es que tenía que volar a Barcelona y todo iba bien desde que salí de Cáceres hasta que cogí la carretera de Talavera a la terminal. Ahí, como siempre, empezó el cachondeo. Primero, la carretera estrechísima, sin arcén y con curvas sin peralte, siempre a punto de irte al sembrado si pasas de 50. Después, un tractor al que hay que adelantar midiendo al milímetro. Y, para rematar, cuando ya crees que lo has visto todo, te encuentras un camión parado, cruzado en la carretera y con las puertas de la cabina abiertas. El conductor y su ayudante estaban en un sembrado cercano. Parecía como si negociaran.
El caso es que sorteé el obstáculo pasando a diez por hora, con medio coche por el maizal y el otro medio por el asfalto, y alegremente seguí camino de la terminal, no sin preguntarme si habrá algún aeródromo caribeño o amazónico donde uno pueda encontrar un camión estacionado en la carretera de acceso salvo si se trata del rodaje de una peli de Indiana Jones.
El caso es que llegamos al aparcamiento, magnífico por ser gratuito y estar cubierto del sol, y nos reconciliamos con el mundo de la aviación civil. ¡Me gusta nuestro aeropuerto! No estresa, no hay largas esperas, no te agobias en la cola al quitarte el cinturón y vaciar los bolsillos, todo está limpio, los funcionarios son amables, la pista es segura y amplia, sin accidentes orográficos que te pongan el alma de corbata.
Sin embargo, siempre sucede algo que provoca risa. Esta vez fue que volábamos a Barcelona y la megafonía, que es un ente abstracto y autónomo, se empeñaba en anunciar que el vuelo iba a Madrid, lo que provocaba la desazón de algunos viajeros, que empezaron a ponerse nerviosos y a denunciar que ellos habían pagado un vuelo directo. Por fin se arreglo el entuerto y la megafonía anunció lo que debía. Pero los viajeros ya se habían puesto nerviosos y preguntaban qué fila era la de Madrid y qué fila era la de Barcelona. Y en esto llegó el avión, pequeño y blanco como la leche, sin ningún anagrama de compañía aérea grabado en el fuselaje. 'Viajaremos en un avión de marca blanca', anunció un cachondo y los viajeros rieron nerviosos.
El vuelo iba completo y yo me pregunto por qué hay tan pocos vuelos si los aviones se llenan. Un misterio. Igual es porque ese día todos los aviones llegaban completos a Barcelona, donde coincidían los 100.000 asistentes al Gran Premio de Cataluña de Motociclismo con los 200.000 participantes en el Primavera Sound. Resultado de tanto vuelo completo: hoteles carísimos y lleno hasta en los kebab.
Ada Colau ha impuesto una moratoria a la instalación de nuevos hoteles en Barcelona, pero lo que se debería imponer es una exigencia de calidad: no pueden presumir de cuatro estrellas hoteles con habitaciones de 12 metros cuadrados, luces fundidas, baños sin bidé ni productos para el aseo y todo por el módico precio de 200 euros la noche sin desayuno. El caso es que el avión de marca blanca aterrizó sin problemas, dejé las maletas en el hotel y aquí me tienen, dispuesto a recorrer Barcelona y a fijarme en los detalles.
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