Santa Clara resucita el dominio de Mérida sobre el reino visigodo,.
Está previsto incluir en 2020 nuevas tecnologías para los visitantes a través de aplicaciones para móviles | La colección de piezas de la iglesia es la más importante sobre esta cultura,.
La sala se cerró el pasado 22 de marzo para evitar posibles desprendimientos de materiales tras la aparición de fisuras en la cúpula de la iglesia. Una vez realizados los estudios previos, el Ministerio de Cultura y Deporte inició las obras el 15 de julio. Se trataba de asegurar la estructura de la cúpula y del muro medianero del coro. La inversión total ha ascendido a 17.413 euros.
La iglesia del Convento de Santa Clara fue la primera sede del Museo Arqueológico de Mérida desde su creación en 1838. Tras el traslado al nuevo edificio, al actual, en 1986, la Iglesia ha acogido la exposición permanente de la colección visigoda. La iglesia fue construida entre 1625 y 1675 con un esquema clásico de planta de cruz latina y nave única, con cúpula sobre el crucero.
La directora del MNAR, Trinidad Nogales, de quien depende este otro museo, explica que esta colección es la más importante de Hispania en su género. «Muchas de estas obras se custodiaron en las colecciones emeritenses desde la Edad media y el siglo XVI en palacios, conventos y casas. Y desde el siglo XIX se tiene constancia de la exposición de piezas visigodas en la Iglesia del Convento de Santa Clara, destinada a Museo desde 1838».
Las piezas que se pueden ver son de carácter monumental, especialmente decoración arquitectónica: pilastras, cimacios, canceles, capiteles, relieves... Pero también hay cerámicas, epigrafía, metalistería... Obras muy representativas de esta cultura, heredera del mundo romano en Hispania.
Se integran, como complemento y parte esencial, en el discurso expositivo del Museo, que abarca desde la fundación de la colonia a la Antigüedad tardía.
«Lo que la comunidad científica conoce con el nombre de Antigüedad tardía abarca principalmente la época en que los visigodos reinaron en la Península Ibérica. Pero también algo más. Durante esos siglos, que irían desde el V hasta el VIII d.C., Mérida fue capital de Hispania, después capital del reino suevo y, finalmente, una de las principales ciudades del reino visigodo, por lo que tenía un destacadísimo papel en la defensa del catolicismo frente a la doctrina arriana de los pueblos germánicos», explica Nogales.
Escultura decorativa
Materialmente no estamos ante restos tan impresionantes como los de época romana. Pero sí con una de las mejores colecciones del periodo en toda la Península Ibérica. En ella encuentran representación casi todos los puntos antes tratados, unos más y otros menos. «Lo que más destacaría sería la escultura decorativa, en especial asociada ahora a la Iglesia», asegura. Le siguen en importancia las inscripciones, la mayor parte funerarias.En cuestión de numismática, se han adquirido por compra muchas piezas bizantinas y visigodas, algunas de ellas raras y valiosas. Y entre los utensilios vuelve a dominar la cerámica. Tampoco podemos olvidar que algunos mosaicos, en el caso singular de Mérida, pudieron ser usados, restaurados o incluso producidos hasta avanzado el Siglo VI.
Las piezas de época visigoda expuestas al público, en espera de la creación de una sede específica para su correcta exhibición, se distribuyen entre la Sala VIII de la planta segunda de la sede principal del Museo y el edificio de Santa Clara.
Desde 1986, al inaugurarse el nuevo edificio del MNAR, las piezas visigodas se instalaron en la sede de Santa Clara. Las más representativas son las que se eligen para las conferencias y actividades. Allí forman la colección visigoda, que depende del MNAR en gestión y programación.
El edificio fue adaptado para la colección en el año 1986. Se editó una guía breve, hoy agotada, y se ha planificado incluir nuevas tecnologías de información a los visitantes de aplicaciones para móviles en 2020.
En la programación actual del MNAR el ciclo de conferencias se desarrolla en esta sede, que ha vuelto a despertar el interés del público.
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Un país para escucharlo,.
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El Circuito del Botellón,.
Zafra, Cáceres y Badajoz, en la ruta estatal del kalimocho y la maceta,.
Pero más allá de estas vicisitudes, hay un aspecto que consagra la feria segedana y es que desde hace años forma parte del Circuito Nacional de Botellones de España (CNBE). No es fácil alcanzar este galardón que en Extremadura solo ostentan el Womad de Cáceres, el Carnaval de Badajoz y el certamen ferial de Zafra.
Formar parte del CNBE significa que Renfa, Avanza y ALSA, las tres compañías que más viajeros mueven en España, organizan viajes especiales para asistir a estos eventos. Se refuerzan las expediciones, se triplican los viajes, se ofertan precios especiales y se coordinan los horarios para que los turistas del botellón lleguen a las ciudades del circuito al anochecer y regresen al amanecer.
En esta selecta constelación del botellón, están las fiestas más populares de España, caso del Descenso del Sella asturiano, la Tomatina de Buñol, la Semana Santa heavy de Cuenca, la Festa da Auga de Vilagarcía de Arousa y las principales ferias de España, que culminan con el Pilar de Zaragoza y el tradicional y antiquísimo certamen ganadero de Zafra. Hay incluso empresas turísticas como una radicada en Asturias cuya especialidad es organizar excursiones por la ruta del CNBE, adaptando los horarios y las fechas a cada macrobotellón y preparando los autocares para tales eventos, sobre todo pensando en la vuelta: higiénicos retretes en el bus, botellas de agua anti resaca, surtido abundante de bolsas para vómitos... En fin, todos los servicios necesarios para hacer más llevaderas las consecuencias de un buen botellón.
Entrar en el CNBE provoca una mezcla de orgullo y preocupación en los ayuntamientos y las fiestas que consiguen tal galardón. Por un lado, la visita de las masas bebedoras y marchosas asegura algo de dinero, sobre todo los gastos que los turistas del circuito hacen en bocatas, paninis, chuches y porciones de pizza. En alcohol se gasta menos porque suelen traerlo puesto de casa. Pero por otro, lado está la basura que generan los macrobotellones, las incidencias inevitables que provoca una multitud de 10.000 congregados para pasarlo bien y, en algunos casos, una consecuencia de índole estética: la fiesta se desvirtúa y pierde su gracia y la filosofía que la vio nacer.
En el caso de la Feria de Zafra, haber entrado en el CNBE no influye para nada en la esencia de la celebración, al fin y al cabo, el hecho de que 10.000 beban kalimocho y macetas de cerveza no entorpece las subastas de ovejas merinas ni estresa a los toros limusines de imponente presencia. Pero en el caso del Womad de Cáceres, haber entrado en el circuito de los grandes botellones nacionales está poniendo en peligro la raíz del festival, que nació con vocación cultural, musical y universal y constata cada año cómo la mitad del público forma corros de espaldas al escenario y adora las bolsas llenas de diversidad alcohólica antes que los conciertos de músicas diversas.
¿Tan difícil es beber una maceta de cerveza mientras se disfruta de los conciertos y cuando la maceta está vacía arrojarla a un contenedor? Así procedía el público que asistía días atrás a los festivales Europa Sur y de Blues en la plaza de Santa María de Cáceres y daba gusto disfrutar de la música, de la compañía, del ambiente y de la limpieza. Esperemos que el Blues, el Europa, el Stone o el antiguo Badasom no entren nunca en el CNBE.
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