TITULO: MAS QUE COCHES - Ferrari saca la artillería,.
Ferrari saca la artillería,.
Leclerc y Sainz lideran los entrenamientos en Zandvoort por delante de Ocon, Bottas y Verstappen. Avería de Hamilton y sexto de Alonso.
fotos / Pocas veces lució así un circuito de Fórmula 1 en un viernes de entrenamientos, con más de 50.000 aficionados de la invasión ‘oranje’ poblando las gradas de Zandvoort (no está permitido acudir al evento sin asiento) y calentando los accesos para animar a diecinueve pilotos y abuchear a uno en concreto. El ambiente es increíble, aquí también suena 'La Macarena, y la climatología acompaña con una temperatura agradable. Manda el naranja en la grada… y el rojo en la pista, con los dos Ferrari al frente de la tabla de tiempos y las banderas presentes durante toda la jornada.
En el garaje de Maranello se han llevado cierta sorpresa con un SF21 muy rápido sobre el asfalto de la pista holandesa. Por la mañana, Sainz fue tercero a cuatro milésimas de Verstappen. Por la tarde, Leclerc lideró la clasificación con décima y media sobre el madrileño, segundo. La vuelta de Carlos habría sido pareja, o mejor, si no se hubiera encontrado con Ocon en el peralte antes de marcar su tiempo. Con la goma media, representativa para la carrera, Sainz equiparó los registros de Mad Max. En un trazado con una sola recta, que además es corta, las carencias del motor italiano se camuflan y sus virtudes en curva lenta se potencian. Se espera a Red Bull y Mercedes delante, como siempre, pero en Ferrari aspiran firmemente al último cajón del podio, y quién sabe si algo más. Siempre que no pulsen la tecla incorrecta cuando preparen el ‘set-up’ de clasificación.
Una fábrica de banderas rojas
La pole será fundamental porque en este circuito, peligroso y exigente, no se puede adelantar en condiciones normales. La estrategia se verá afectada por otra característica lógica del escenario: estrecho, sin márgenes, con escapatorias de grava y revirado, Zandvoort es una fábrica de banderas rojas y prácticamente cualquier incidente se salda con una. En el primer entrenamiento apenas se rodó por un fallo de motor en el Aston Martin de Vettel que forzó 40 minutos de parón porque un comisario juzgó que el coche podía generar descargas eléctricas (el equipo asegura lo contrario). En el segundo, hubo otras dos suspensiones por salida de pista de Mazepin y por avería en el motor Mercedes de Hamilton, que desató el aplauso de la armada naranja.
Aparte de Ferrari, sorprendió Alpine: Ocon fue tercero por delante de Bottas y Verstappen cuando llegaron los intentos serios de vuelta rápida y Alonso, sexto. El asturiano hizo sus mejores tiempos con los neumáticos usados, hay margen de mejora evidente. Hay un escalón de dos décimas entre el A521 y los Alpha Tauri, McLaren y compañía, aunque tratándose del viejo Renault y sus fabulosos viernes, nunca se sabe. Al menos, lo de Ferrari sí parece real.
"No espero un Mónaco"
Sainz hizo el segundo mejor tiempo del día en Zandvoort. Ferrari va bien, admite el madrileño, pero compararse con Red Bull y Mercedes como hicieron en Montecarlo es un objetivo demasiado ambicioso en Holanda. "Estamos mejor que en Spa, aunque viendo las tandas largas está claro que Mercedes y Red Bull son más rápidos y la bandera roja no les permitió hacer su vuelta con blandos. Lando también es muy rápido con el McLaren. Espero que estén delante, Mercedes y Red Bull, pero que estemos más cerca de lo que hemos estado recientemente", dijo Carlos, que se divirtió “aprendiendo una pista nueva con curvas que no había hecho antes".
¿Dar la sorpresa? “Vamos a intentarlo, aunque no esperaría que Zandvoort sea otro Mónaco para nosotros (Leclerc hizo la pole y Sainz acabó la carrera segundo). Queremos estar justo detrás de Mercedes y Red Bull porque pensamos que estamos más cerca que en otros fines de semana. Lo haremos lo mejor que podamos y lo importante es que el coche funcionó bien sin hacer muchos cambios de ‘set-up’, eso siempre es positivo". Leclerc, primer clasificado de los entrenamientos, reafirma: "Tenemos que seguir trabajando porque estoy seguro de que los rivales tienen más ritmo que aún no han sacado. Estamos en una buena posición, pero no somos tan rápidos cargados de combustible". "Es un viernes positivo. ¿Sorprender? Espero que sí, es una pista en la que los riesgos tienen recompensa y todo es posible en clasificación".
TITULO: Para Todos La 2 - Para pensar «Hace falta valentía para reconocer la cobardía» ,.
Para pensar «Hace falta valentía para reconocer la cobardía» ,.
«Hace falta valentía para reconocer la cobardía»,.
para pensar,.
Reconocer consciente y críticamente la propia cobardía es un acto de valentía,.
Este aforismo es un buen ejemplo del modo de pensar y de vivir de A. Ortiz-Osés, filósofo aragonés afincado en Bilbao durante cuarenta años y recientemente fallecido. Siguiendo una tradición que viene de lejos, su filosofía se basa en el reconocimiento de que los opuestos están entrelazados (o co-implicados), por lo que, contra lo que puede parecer, no se excluyen. Este principio de entrelazamiento rige tanto en este nivel psico-social como en la realidad física, donde encontramos la compleja relación que hay entre la onda y la partícula.
El modo más humano de humanizarse no consiste, según esto, en luchar heroicamente con el 'monstruo' de nuestros defectos y carencias («humanos, demasiado humanos», como decía Nietzsche), intentando acabar con ellos en busca de una perfección imposible. Humanizarse sería, más bien, afrontarlos, reconocerlos, convivir y amigarnos con ellos para, así, poder transmutarlos y articularlos. Reconocer consciente y críticamente la propia cobardía es un acto de valentía.
TITULO: Gigantes de La 2 - Dani García . - Jueves -2-Septiembre.
Gigantes de La 2 - Programa de entrevistas, de cincuenta minutos de duración y emisión semanal, para La 2 Jueves -2- Septiembre - 23:50 de Televisión Española. Presentado por Mari Cruz Soriano,.
Dani García,.
foto / Dani García: «He dejado de creer en la alta cocina actual»,.
Presenta 'Hacer de comer', el programa de cocina que este lunes emite La 1 «No me avergüenza explicar en la tele cómo hacer unas croquetas», dice,.
Se retiró justo al alcanzar la tercera estrella Michelin. En la cima, como Jordan, con el mismo número de anillos de la NBA en su primera retirada. Dani García (Marbella, 43 años) no sabe cuánto durará su aventura fuera de la alta cocina, en esa 'liga menor' de los fogones que a día de hoy le hace más feliz. El cocinero renunció al estrellato para centrarse en nuevos proyectos, que incluyen la «apertura de cinco restaurantes».
Además, el chef cuenta ahora con un programa propio en La 1 de TVE, 'Hacer de comer', que se emite de lunes a viernes a partir de las 13.25 horas. «Mi vida es bastante complicada como para tener hábitos televisivos normales; hay días que me cuesta bastante verme», confiesa, aunque asegura que intenta aprovechar los domingos para recuperar los capítulos que no ha podido ver a lo largo de la semana.
¿Qué significó esa tercera estrella Michelin?
En la alta cocina es lo máximo. Al final, cuando uno empieza en este tipo de restaurantes con aspiraciones de vanguardia, modernos, de lujo. como queramos llamarlo, hay una cosa que te marca quién eres en el mundo entero, y eso son las estrellas Michelin. A medida que las consigues vas apreciando la importancia que tienen, sobre todo a raíz de la primera. Yo la recibo con tan solo 24 años. Toda la prensa llama, te mandan felicitaciones del restaurante de Arzak. Te marca de por vida. Hay un máximo, las tres estrellas, y tú ves que tus ídolos, espejos y gente a seguir, las tienen. Sigues con ahínco un sueño, y yo me siento completamente feliz por haber podido cumplir algo que está al alcance de muy pocos.
¿Y por qué decidió dejarlo?
Son muchas circunstancias. Comprendo que todo el mundo quiera buscarle un porqué concreto, pero no lo hay. En este camino también he tenido muchas heridas, muchas cicatrices, lo he pasado mal. El año 2012 fue tremendamente malo para mí, me planteé muchísimas cosas: si merecía la pena continuar en la alta cocina, si realmente la gente entendía lo que hacía. Empecé a reflexionar sobre la posibilidad de encarar otros proyectos, montar otro tipo de restaurante, acercarme a otros públicos. Me siento cocinero, de todo tipo, y no me avergüenza ser tres estrellas Michelin y explicar en la tele cómo hacer unas croquetas o una ensaladilla rusa. Ya hace tres años pensé que me encantaría dejar la alta cocina, pero no me gustaba la idea de hacerlo con dos estrellas.
¿Y esperó hasta conseguirla?
Sí. Tenía la sensación de que podía ser y decidí seguir intentándolo. Si hubiera tardado dos años más en conquistarla, pues habría estado cinco desde que tomé la decisión. O a lo mejor hubiera llegado al año siete y hubiese dicho: 'Pues no valgo para tres. Soy un cocinero de dos y punto'. Que también está muy bien, claro... Esto, lo que hago ahora, es algo que necesito. He dejado de creer mucho en el formato de la alta cocina que impera en la actualidad.
¿Y en cuál cree?
En uno mucho más exclusivo, donde puedas conseguir un producto que sea absolutamente inédito. Esa es la alta cocina en la que creo y que, si algún día vuelvo, haré. Algo tremendamente pequeño y muy cercano a la gente, donde podré explicar a los comensales absolutamente todo lo que se van a encontrar en los platos, y no como muchas veces ahora, que tenemos un servicio entre el día y la noche de ochenta y noventa personas. Eso me sabe a poco a nivel personal. Después de más de veinte años dedicados en cuerpo y alma a la vanguardia, prefiero hacer otra cosa. Creo que hay una segunda revolución en la parte media de la tabla, en los restaurantes de 30, 40, de 50 euros. Hay mucho trabajo por hacer y quien mejor puede hacerlo es la gente que ha estado en la punta de la pirámide.
¿Aquí también se ha marcado algún objetivo, alguna fecha?
No, no. Depende de cómo me sienta. Tenemos la apertura de cinco restaurantes por ahora, seguramente aparecerá alguno más, pero no me he marcado ninguna fecha. Si veo que tengo esa necesidad interior dentro de un año, dos, tres, cuatro, cinco... me lo plantearé, sin prisas y pensando que lo que quiero hacer es pequeñito y diferente.
Una nueva profesión
Entretanto, tiene un programa de cocina en televisión.
Sí, y es muy gratificante. Una especie de profesión nueva que me encanta. Creo que se me ha pegado de ver a tipos como José Andrés. Todo suma. Lo notas también en la gente de la calle; su reacción me llena tanto de orgullo como cuando un cliente te dice en el tres estrellas Michelin que ha sido la mejor experiencia gastronómica de su vida. Transmitir a tu manera lo que has aprendido a la gente que está en su casa es muy bonito.
¿Y de juez en 'MasterChef', no se ve?
No, no, no... Les tengo un profundo respeto a Samantha, a Jordi y a Pepe. Recuerdo que en el primer programa que grabé con ellos, Pepe me preguntó qué tal me encontraba. Le dije que mal, que eso era muy complicado. Pero me dio cuatro o cinco consejos esa mañana, y se lo agradeceré toda la vida. Hacen un trabajo bestial, pero yo prefiero estar en mi programa, y que ellos estén en el suyo. Encantado de ir a verlos, y de que ellos vengan al mío, que ya han pasado todos, y espero que lo sigan haciendo.
¿Cómo juzga el tratamiento de la gastronomía en televisión?
Diría que es algo fundamental. 'MasterChef', en concreto, ha hecho que la mentalidad de la gente cambie, que los niños busquen a los chefs para hacerse fotos, que hablen en el recreo de cocina, y eso es brutal. Ahora quieren ir a restaurantes, conocen a los cocineros. Es cultura.
TITULO: ¡ Atención obras ! -Cine - No te encuentro los ojos ,.
No te encuentro los ojos,.
Creyó que estaba dormida, o borracha, hastaque la tocó y notó el frío de su piel,.
foto / Te miro a la cara y por más que lo intento una y otra vez no te encuentro los ojos. Los busco para tratar de entender lo que hay dentro de ti que te ha permitido convertirte en mi objetivo. Lo que hay o lo que falta, de lo que en una mujer de veintinueve años, como tienes tú, como tengo yo, debe haber para no dejar jamás que se la pueda acusar de los cargos que acabo de leerte. A tu lado, la abogada de oficio trata también de entender, porque intuye que la acusación está fundada. Que no voy de farol.
Empecé a imaginar esa mirada que no quieres enfrentar a la mía cuando me encontré a aquella chica doblada sobre sí misma en el banco del parque, poco después del alba. A mí me llamó el comandante del puesto local, pero quien la descubrió fue un hombre que salía a correr temprano por ese parque, cuando aún nadie había pasado por allí desde el día anterior. Me dijo que creyó que estaba dormida, o borracha, hasta que la tocó y notó el frío de su piel, demasiado para una noche de finales de agosto, y luego le puso un dedo en el cuello y advirtió que allí hacía tiempo que no latía ya nada. El primer examen, a falta de signos de violencia, sugería una muerte por sobredosis. A ello inclinaban los restos del consumo que hallamos junto al cuerpo, justo encima del banco. Pero algo en la disposición de la chica y de aquella papelina me hizo sospechar que allí podía haber otra mano que no era la de la víctima. Una mano que era la tuya.
Lo primero que llamaba la atención era su edad. He dicho antes una chica: en realidad era una niña de quince años, aún a medio camino de las formas de mujer. Una criatura que habría encajado mejor con una Barbie o con un unicornio que con la papelina sucia que quisiste presentar como su último juguete. Lo segundo era la piedrecita que alguien —ahora sé que eras tú ese alguien— había colocado sobre la papelina para que no se volara por culpa de la brisa nocturna. Para asegurar que desde la impresión inicial, que luego corroboraría la autopsia, aquello se interpretaba como un accidente debido al uso de sustancias por alguien no lo bastante avezado para controlar la medida. Lo tercero era lo bien sentada que estaba, con el tronco caído hacia el interior y hacia el respaldo del banco. No quisiste simular lo que habría sido mucho más probable, que al perder la sujeción de la columna se venciera hacia delante y hacia fuera, acabando por caer al suelo y quedar allí tendida de cualquier modo.
Aquello dio pie al barrunto que acabé convirtiendo en una investigación. No me habían llamado allí como especialista en homicidios, sino en mujeres y menores. Quien había marcado mi número pensaba más en alguien que supiera lidiar con el dolor de unos padres, labor para la que de entrada se suponía que me facultaba mi especialidad. Una vez en el lugar, comprendí que no podía quedarme en la superficie de aquel mensaje, demasiado obvio, que habías querido enviarme. O quizá fuera que aquella niña era demasiado niña, demasiado frágil para poder dormir tranquila durante el resto de mi vida sin haber hecho el esfuerzo de averiguar quién le había puesto esa droga en las manos.
Te llevaste su teléfono móvil. Fue una buena precaución: dondequiera que lo tirases desaparecieron los mensajes que te habías intercambiado con ella en aplicaciones de mensajería. Sin embargo, desde otro punto de vista, fue una imprudencia que me ratificó en mis sospechas: por qué a una chica muerta sin más de sobredosis le desaparece el teléfono móvil. Si alguien se lo ha llevado, y así ha de ser, porque pese a todos sus avances los teléfonos inteligentes no han desarrollado aún capacidad ambulatoria, sólo puede ser un ladrón interesado en el valor del aparato o alguien que tema del acceso a su contenido. Aquel cincuenta por ciento de probabilidades justificaba darle una vuelta al asunto, tratar de obtener de la juez un mandamiento para echar un vistazo al listado de las llamadas de la chica.
Y ahí, porque no habías tenido siempre el cuidado que se le exige a una asesina, seguramente porque decidiste serlo sobre la marcha, estabas tú. No una, ni dos veces. También había más gente, para tu desgracia. Hombres, entre los treinta y tres y los sesenta y ocho. Y no uno ni dos. Lo tuve claro: fui examinando sus perfiles uno por uno y escogí los tres más blanditos. El que te delató como la administradora de la agenda de la chica, y la que cobraba por sus servicios en efectivo o vía Bizum, fue el de sesenta y ocho. Un funcionario jubilado, con nietos. Y nietas. Tendrías que haberle oído implorar y sollozar. Otro fue el que me contó que en las últimas semanas la niña estaba de mal humor y que se había negado a un servicio previamente concertado.
Se te estaba escapando, quizá llegó a amenazarte. Sigues sin mirarme a los ojos, tan sólo miras mi uniforme verde, mis tres galones amarillos. Hay una mujer debajo, que recuerda bien las lecciones de su maestro: «Zahara, mírales a los ojos, los ojos son el espejo del alma». Así es como va a escribirse tu perdición.
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