TITULO: La clave - Sanidad desbordada,.
Sanidad desbordada,.
Cerca de una veintena de médicos jubilados podrían integrarse al servicio en León de forma voluntaria para reforzar la labor en los centros sanitarios,.
La crisis sanitaria provocada por el coronavirus comienza a acercarse al pico más alto. La multiplicación de los casos infectados por el covid-19 se acerca a su punto más alto de la curva, que según algunos expertos, comenzará a verse reducida en las próximas dos semanas.
Ante esta situación de mayor número de casos, así como la falta de medidas de protección sanitaria tomadas por las autoridades competentes para proteger a los profesionales de la salud que tratan a los pacientes en los diferentes centros, ha comenzado a desbordar el sistema, que empieza a notar la sobrecarga de trabajo y las bajas entre su personal. José Luis Villarig, presidente del Colegio de Médicos a novel provincial y autonómico asegura que se trata de algo esperado «ante la falta de medidas oportunas y necesarias».
El esfuerzo sobrehumano de los sanitarios para resolver de la mejor manera esta pandemia es evidente, y sin embargo, aún no ha pasado lo peor: « Han sido unos días muy duros, estamos in-crescendo. Esperemos que con las últimas medidas decaiga esta dinámica y pasemos este pico, no podemos hacer nada más que seguir haciendo lo que hacemos», señala. «La situación es muy variopinta en la comunidad, hay provincias que estan mucho peor, León no es ni la mejor ni la peor, está en medio».
Para reforzar el trabajo de los sanitarios, los colegios profesionales, junto a la Consejería de Salud, han realizado un llamamiento a los jubilados y profesionales en el ámbito privado para incorporarse. De momento, 18 medicos, entre ellos 5 jubilados han contestado al llamado. «Es muy pronto aún, hay que darles tiempo para que respondan». Por parte del mundo de la enfermería, se ha consultado a 280 jubilados entre 63 y 70 años que se podrían incorporar en las próximas jornadas.
«Estamos desbordados»
La cantidad de casos, que han llevado a la evacuación del Hospital Virgen Blanca para su uso exclusivo en casos de coronavirus, implica un exceso de la carga de trabajo en la labor que desempeñan. Esto ha llevado a descuidar algunas de las funciones: «Estamos sobrepasados, No podemos más que pedir disculpas si en algún momento falta información a los familiares. Hacemos lo que podemos», lamenta Villarig.
El aislamiento de los pacientes en el hospital impide que sus seres queridos puedan acompañarlos y poder informarse de la situación, una labor que realizan los sanitarios por teléfono. «El protocolo es para evitar el trato personal con la gente, evitar el contagio cortando la cadena de contacto entre unos y otros».
«Situación dramática para todos»
Sin embargo, la falta de personal en ocasiones impide realizar este trabajo, por lo cual solicitan toda la paciencia que se pueda tener. « Es una situación dramática para todos. Para el paciente, para sus familiares que no pueden estar con él ni tener información y para el profesional que no da abasto», asegura.
Un situación que con la colaboración de todos, «quedándose en casa y guardando el confinamiento», así como con medidas de protección al personal sanitario para evitar su contagio,«la cosa irá mejorando».
TITULO:
La Sexta Columna - La huella de un monstruo de mil cabezas , Viernes -24- Septiembre,.
Este viernes-24- Septiembre a partir de las 21.30, 'La Sexta, foto,.
La huella de un monstruo de mil cabezas,.
Incendio de sexta generación El de Sierra Bermeja (Málaga) ha sido un fuego con vida propia, muy peligroso porque se extendió por un paraje natural salpicado de los pequeños pueblos en los que residen 7.000 habitantes,.
Los incendios queman generaciones a medida que crecen en peligrosidad. Los últimos, los de sexta generación, tienen vida propia. Crean una atmósfera con corrientes internas de aire que suben en grandes columnas de humo con las que impulsarse y forman nubes de ceniza (pirocúmulos) que, si explotan, pueden desatar auténticas tormentas de fuego para extenderse. Sucedió en Pedrógão (Portugal), en julio de 2017, donde murieron 64 personas.
El de Sierra Bermeja (Málaga), controlado el pasado martes, pertenece a esa sexta generación y provocó hasta tres pirocúmulos que obligaron a confinar una comarca, aunque se disolvieron sin descargar todo ese material incandescente. No es el primero de esta categoría en España, pero sí el más peligroso porque se extendió por un paraje natural de enorme valor medioambiental salpicado de los pequeños pueblos que forman el Valle del Genal, en el que residen unos 7.000 habitantes.
En seis días, arrasó 9.963 hectáreas en un perímetro de 83 kilómetros -casi un tercio de la sierra-, obligó a desalojar a 2.670 personas y acabó con la vida del bombero forestal Carlos Martínez (44 años), del retén de Almería. Por el camino, se llevó por delante la fauna -cabras, ciervos, corzos, jabalíes...- y la flora -principalmente pinos, pero también alcornoques, castaños y, lo que es peor, algunos pinsapos, una especie única en el mundo- de un paraje que lleva años reclamando ser parque nacional, lo que ayudaría a su conservación.
La propia dinámica del incendio habla de su extraordinaria complejidad. A las 21.35 horas del día 8, empezaron a arder dos focos junto a la cuneta de la carretera que va de Genalguacil a Marbella. Fue claramente intencionado. Aunque esa fue la causa mediata, hay otros factores que contribuyeron a convertirlo en una tormenta perfecta: la afilada orografía de la zona, el calor, el viento cambiante... pero también el abandono progresivo del campo, el éxodo rural -en 15 años, el valle del Genal ha perdido un 12% de su población- y el cambio climático. En 2019, la temperatura media en España fue de 15,9 grados, uno más que el año anterior.
El fuego avanzó primero hacia la costa empujado por rachas de poniente de hasta 45 kilómetros por hora y llegó a la autopista de peaje a la altura de Estepona, donde los bomberos lograron contenerlo a apenas 20 metros de una gasolinera. Sin embargo, dos días después volvió sobre sus pasos ayudado por el viento de levante y enfiló de nuevo la sierra con llamas de hasta 20 metros de altura.
Fuegos unidos por succión
El domingo, cuando los bomberos del Infoca (servicio de extinción de incendios de la Junta de Andalucía) empezaban a considerarlo estabilizado, fue capaz de crear un nuevo incendio a partir de una pavesa. Ambos fuegos se unieron por succión y el nuevo frente se bifurcó, amenazando a la vez a Casares (al este) y al Valle del Genal (en el norte). A las 6.45 horas del martes, debilitado por la lluvia de la madrugada, quedó controlado. Pero tardará semanas en extinguirse, porque las raíces de los árboles aún siguen ardiendo en el subsuelo.
El agente de Medio Ambiente de la Junta Pepe Montes -«llevo lo forestal hasta en el apellido», bromea- lo define como «un monstruo con mil cabezas» por su capacidad para multiplicarse. Los incendios, explica, se clasifican en tres tipos: de suelo, que son los más fáciles de apagar; de copa, cuando la llama llega a los árboles, mucho más complejos; y de subsuelo, que se extienden por las raíces. «Este ha sido de los tres tipos a la vez», añade.
Montes conduce el todoterreno de Medio Ambiente del Infoca por los carriles del fuego mientras explica que aquí la tierra es de color bermejo debido a la peridotita, una roca de origen ígneo que aflora desde la corteza continental de la Tierra. Las de Málaga (en Ronda y en Sierra Bermeja) constituyen la mayor exposición mundial de estos afloramientos. El lecho es rico en materiales pesados, por lo que no son muchas las especies capaces de adaptarse a él. Las que lo hacen son extraordinariamente singulares -es la zona de Andalucía con mayor densidad de endemismos-, como el abeto pinsapo, un tesoro en peligro de extinción.
El día -este pasado jueves- amanece despejado y la sierra presenta, de lejos, una variedad cromática que resulta pintoresca y triste al mismo tiempo. El verde se mezcla con el ocre y con el negro. Los tonos marrones evocan el otoño, pero es un engaño, un puro espejismo. Los pinos son de hoja perenne y su tonalidad no varía a lo largo del año. El color que ahora tienen es la huella del fuego.
El paraje de Lomas y Ferreira, perteneciente a Júzcar, también conocido como el pueblo pitufo porque la mayoría de sus casas están pintadas de azul, ofrece un contraste desolador. En el perímetro del fuego es donde mejor se aprecia el antes y el después. El suelo sobre el que crece un bosque de pinos todavía humea porque el incendio, ahí abajo, aún no está apagado. «Es muy peligroso y nos obliga a mantener la vigilancia. Los árboles siguen ardiendo por dentro y el fuego circula de manera lenta por la falta de oxígeno, pero se extiende por el sistema de raíces y puede salir una semana después fuera del perímetro», explica Montes, que peina la sierra junto a sus compañeros para localizar los «puntos calientes» y alertar a los bomberos forestales del Infoca.
Miguel Redondo conduce el vehículo autobomba hasta el paraje y lo sitúa lo más cerca posible de las ascuas. El camión, que a diferencia de los vehículos de bomberos urbanos es todoterreno, tiene 3.600 litros y 36 mangueras de 25 metros y diferentes embocaduras que se pueden empalmar para llevar agua a 75 metros de distancia. Es un bien preciado, por lo que los bomberos juegan con la presión. «No se trata de comerse la llama, sino de saber comérsela. Hay que apuntar a la base», detalla Montes.
Un par de minutos después llega el retén ME-207 -M de Málaga, E de Especial y la numeración corresponde al de Tolox- en un todoterreno repleto de herramientas del que se bajan siete bomberos forestales que se mueven como un escuadrón: el primero escarba con el pulaski (o hacha-azada, una herramienta básica para ellos) y el segundo inunda las raíces de un tocón. Todos los retenes son de siete miembros, salvo las brigadas regionales, las llamadas Bricas, que pueden ser de 13 o de 18 integrantes. Unos y otros trabajan «pegados a la candela», como dicen sus compañeros del Infoca, que habla de ellos con admiración.
Accidente de helicóptero
El jefe de grupo es José Morera (55 años) y su hermano Francisco (60), el conductor del todoterreno, que ya sabe lo que es estrellarse con un helicóptero -él y sus ocho compañeros resultaron ilesos- cuando participaba en la extinción del incendio de 1991 en la Serranía de Ronda, que se disputa con el de Sierra Bermeja ser el más grave en la provincia en el último medio siglo. José no tiene dudas: «Este es el peor que he visto. El viento, el terreno... ». La muerte del compañero, confiesa, los ha dejado muy tocados. En casa suelen despedirse de ellos diciéndoles que tengan cuidado. Estos días añadían otra petición que era más una súplica: «Vuelve».
Todos coinciden en la sensación de impotencia. «Lo peor ha sido el viento. Estábamos en un flanco, cambiaba la dirección del aire y de pronto se convertía en la cabeza del fuego. Ha sido muy difícil. Hacías un trabajo de dos o tres horas y de pronto no servía de nada y tenías que salir por patas», cuenta, con la cara tiznada, el bombero forestal Rafael Gómez, que tiene 43 años y entró con 19 en el Infoca.
«Un retén bueno -añade Rafael- es el que mezcla veteranía y juventud». Manuel (27) es el de menos edad y hay dos compañeros más en la treintena. Todos son eventuales: están contratados cuatro meses -la temporada de alto riesgo de incendio, del 1 de junio al 15 de octubre- y se buscan la vida el resto del año mientras escalan puestos en la bolsa de trabajo. La falta de estabilidad empuja a muchos de ellos a cambiar de oficio, con lo que se pierde todo ese caudal de experiencia.
Para los incendios de suelo, usan el ataque directo con mangueras o con «batefuegos», una especie de remos que manejan por parejas para sofocar la llama. En los incendios que están en copa hay que cambiar de estrategia. Paradójicamente, el fuego se combate con fuego, en este caso llamado 'técnico' o 'prescrito', que no es otra cosa que crear cortafuegos para debilitarlo. El retén de Tolox pudo cortar así uno de los frentes: «El incendio venía de recula -cuando avanza ayudado por la pendiente, pero en contra el viento y, por tanto, más lentamente- y no había forma de entrarle al fuego, así que nos apoyamos sobre un carril que nos daba seguridad y quemamos el marrotal que tenía delante». El agente Montes apostilla: «El bombero forestal es capaz de combatir el fuego sin agua. Si tiene, mejor, pero si no, también lo apaga».
El epicentro
El observatorio del Porrejón, a 1.200 metros de altitud, ofrece una panorámica casi completa de la Costa del Sol y es también el epicentro del incendio de Sierra Bermeja. Las llamas se quedaron a escasos 10 metros del puesto de vigilancia, que es, por su ubicación, el más importante de la provincia. Rita Hidalgo (55) es una de las observadoras forestales. Los ojos del Infoca. «Mi compañera me relevó a las 19.30 (dos horas antes). Cuando empezó el fuego, ella tuvo que salir corriendo con su marido. Al coger la carretera hacia Peñas Blancas no pudieron seguir por el resplandor de las llamas y tuvieron que dar la vuelta hacia Jubrique». Para entonces, Rita ya estaba en casa, en Genalguacil, de donde fue desalojada dos días después. «He pasado nervios, miedo y también tristeza. He llorado muchísimo. Que estés siempre mirando, con los prismáticos en la mano, y que en un momento alguien llegue y se lo cargue todo... No hay derecho», expresa.
«Éste es el peor incendio que he visto, por el viento, el terreno», asegura el bombero José Morera, que ha perdido un compañero
Desde el Porrejón se vería el Estrecho de Gibraltar si no fuera por Los Reales, una montaña de 1.452 metros en una de cuyas laderas crece el pinsapar. El Infoca se marcó como uno de sus principales objetivos protegerlo y, aunque se han perdido muchos árboles, el grueso sigue a salvo. En la carretera de subida se cruzan varias cabras monteses que se han librado del fuego y que buscan pasto verde entre el hollín. Pepe detiene el todoterreno para admirarlas y luego muestra una semilla del pinsapo, que vuela como si fuera una hélice para clavarse en el terreno del que puede brotar. Pese a la negra espesura que lo rodea, él sigue viendo verde. «Duele encontrarse esto así. Sé que es un desastre, pero quiero ser optimista. Confío mucho en el poder de la naturaleza».
TITULO: Equipo de investigación - Comunidades eléctricas para abaratar la luz ,. , Viernes - 24- SEPTIEMBRE ,.
Este viernes -24- Septiembre , a partir de las 22.30, 'La Sexta, foto. siempre dirigido por Gloria Serra , foto.
Comunidades eléctricas para abaratar la luz,.
Un futuro cercano En España son todavía una anécdota, pero los expertos vaticinan una rápida creación de pequeñas instalaciones individuales o vecinales de generación y gestión de energía renovable. Ahorras, recuperas la inversión en un máximo de siete años y eres independiente de las grandes compañías,.
Con el precio de la luz en máximos en España, un país que consume ahora el doble de energía que en los años noventa, la apuesta de futuro de los científicos es crear miles de pequeñas comunidades que generen su propia electricidad. Una idea que comienza a abrirse paso en los despachos del Gobierno, que dedicará 100 millones de euros en subvenciones en los próximos tres años para intentar afrontar el problema. También comienza a ser una opción para los ciudadanos, inconscientes del coste ambiental de cada kilovatio hasta que ha empezado a aparecer en la factura.
«Hay muchas formas de desarrollar la energía comunitaria, desde cooperativas informales hasta asociaciones propietarias del sistema eléctrico», explica Vanesa Castán, investigadora de la Universidad de Sheffield y miembro del IPCC. «Usan tecnologías renovables, como paneles solares, turbinas o generadores eólicos, y los beneficiarios tienen un alto grado de control sobre la gestión del servicio que les permite ahorrar, porque proporciona toda la energía de sus casas. También pueden crear una pequeña empresa que vende a la red nacional lo que les sobra».
Con experiencia en Reino Unido y Mozambique, Castán ha intentado encontrar colaboradores en España. «Ha sido muy difícil», asegura. «Me imagino un sistema descentralizado, en el que cada uno genera su propia energía. Aunque va a costar desplazar el modelo español, las cosas cambian rápido. La electricidad se descubrió hace poco más de un siglo y las redes eléctricas se consolidaron después de la II Guerra Mundial, con una liberalización del servicio a partir de los años ochenta. Estos procesos son más rápidos de lo que parecen».
Dentro de menos de una década, España podría llegar a producir 148.000 Gwh (gigavatios por hora) de este tipo de energía, si en cada municipio se instalara al menos una comunidad eléctrica (unas 8.200), asegura Amigos de la Tierra en su informe 'Energía comunitaria', «lo que equivale a casi el 100% de la demanda eléctrica de los sectores domésticos y terciario».
En efecto, «con la superficie que existe para instalar sistemas renovables se podría cubrir toda la demanda residencial, que es el 30% de la totalidad», sostiene Tomás Gómez, director del Instituto de Investigación en Ingeniería Energética de la Universidad Politécnica de Valencia. De hecho, «hay tres veces más generación de energía renovable que demanda. Tenemos más de 100 Mwh (megavatios por hora) instalados y consumimos unos 40. La reducción de emisiones equivaldría a 17 millones de toneladas de CO2, calcula Amigos de la Tierra, como si más de siete millones de coches dieran la vuelta al planeta.
Ahorro y subvención
Donde las comunidades de energía eléctrica funcionan cumplen con un doble papel: ahorrar dinero a los consumidores y disminuir las emisiones de CO2. Por ejemplo, en Gran Bretaña existen 424 comunidades energéticas con una potencia instalada de 319 Mwh de electricidad renovable, y se calcula que sus 358.000 beneficiarios ahorraron 3,4 millones de euros en sus facturas en el año 2020. Unos diez euros menos en la factura de la luz al año por familia, similar al incremento que se vive en España en los últimos dos meses.
Aunque en España la creación de comunidades eléctricas está en mínimos, con unas pocas instalaciones de autoconsumo puntual en zonas rurales -calefacción en bodegas o riego agrícola-, se espera que exista un impulso con dinero del 'Plan de recuperación, transformación y resiliencia' «para las comunidades energéticas locales, con el objetivo de democratizar el sistema energético», responden desde el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), adscrito al Ministerio para la Transición Ecológica. Las «nuevas líneas de ayuda» de 100 millones de euros, aseguran, saldrán «próximamente».
EN CIFRAS
100 millones de euros es el monto que prevé el Gobierno en el 'Plan de recuperación' para subvencionar la instalación de comunidades eléctricas en los próximos tres años.
Ahorro de 3,4 millones en Reino Unido Los 358.000 beneficiarios británicos de las cooperativas energéticas pagaron 10 euros menos por cabeza en 2020, a pesar de la tendencia alcista que sufre el mercado en toda Europa.
1.500 euros por familia es el coste promedio de la instalación fotovoltaica, más otros 3.000 que se deben gastar en la adquisición de baterías, según los expertos consultados. Esta inversión se recupera en cuatro años, si el precio de la electricidad se mantiene como este verano. Y en 7 si vuelve a parámetros más normales.
La vicepresidenta de Transición Ecológica Teresa Ribera refrendó este pasado jueves su apoyo a las comunidades energéticas. Esta «aventura colectiva» tiene las ventajas «de producir energía de proximidad, gestionadas por personas que conocen su territorio y pueden hallar el equilibrio entre el entorno y la economía», dijo Ribera, que imagina en el corto plazo una red de 500.000 tejados, en «cada uno de los pueblos, comunidades y polígonos», que «reducen el consumo y aumentan el confort de los usuarios». La ministra anunció que reservará en las subastas de energía casi un 10% para estas asociaciones.
Sin embargo, «para la mayoría de la gente, acceder a las subvenciones es súper difícil», advierte Castán. «La manera en que se está desarrollando el sistema energético es muy opaco. Las compañías gigantes han creado un mapa legal imposible de navegar, lo que se une a una falta de habilidades de los usuarios, cuya relación con la energía consiste apenas en encender un interruptor».
La posible inversión en los próximos cinco años es inmensa. Para la «transición energética justa e inclusiva» se destinará el 9,2% de los 69.500 millones de euros de los fondos europeos, indica el 'Plan de recuperación'. «Ya veremos qué empresas se llevan los fondos 'next generation'», dice escéptico Eugenio García-Calderón, fundador Light Humanity, una iniciativa privada para el autoconsumo.
1.500 euros más las baterías
La creación de comunidades energéticas españolas enfrenta «dos grandes problemas: los costes y la gestión administrativa», analiza Gómez. El primero se empieza a resolver porque, por una parte, bajan los precios de los componentes. «La inversión es variable. De media, por familia de cuatro miembros con una vida normal sería de unos 1.500 euros, aunque depende de la potencia de la planta», calcula Gómez. «Si se busca no depender de la red eléctrica, se deben comprar baterías para almacenar la energía, lo que representa otros 3.000 euros. Ahora bien, con unos precios de electricidad en torno a los 70 euros por Mwh se recupera la inversión en unos siete años. Con los precios actuales, se tardaría la mitad».
La gestión de las comunidades energéticas constituye el segundo obstáculo para su desarrollo en España. El gran muro llega cuando se pretende vender electricidad a la red. «La normativa en España existe desde hace poco tiempo, pero es confusa y no están atados los pequeños detalles», afirma Alejandro Díaz, director general del grupo Vagalume, responsable de una comunidad energética de 700 kwh en el polígono de Novo Milladoiro (Galicia).
«Nuestra historia del autoconsumo es un delirio y, para rematar, en 2015 salió el 'impuesto al sol'»
Eugenio García-Calderón | Light Humanity
En estas once naves industriales, Vagalume comenzó la instalación fotovoltaica a finales de 2020. «¿Pero qué hacemos con el excedente?», se pregunta Díaz. «Para venderlo dependemos de una comercializadora y una distribuidora. Como hay un oligopolio tremendo, ponen muchos problemas. Nosotros llevamos doce meses intentando legalizar las instalaciones como autoconsumo colectivo para mover los excedentes entre un usuario y otro. En teoría, se puede hacer legalmente. Pero es una fantasía. No les interesa que la gente se una para pagar menos».
En la actualidad «el apoyo de las instituciones públicas es descoordinado y escaso», asegura García-Calderón. «La historia del autoconsumo español es un delirio. Primero se subió a caballo ganador a nivel mundial en la instalación fotovoltaica y el desarrollo de tecnología, pero luego el Gobierno quitó su apoyo con carácter retroactivo y, para rematar, en 2015 sacó el 'impuesto al sol', un peaje a las placas fotovoltaicas. Ha sido un parón de diez años. Todavía hay gente que piensa que es ilegal».
«Van a ir de prisa por los precios altos de la energía, las renovables baratas y la concienciación»
Tomás Gómez Universidad politécnica Valencia
«En España, las comunidades energéticas van despacio, pero van a saltar y a ir muy deprisa, debido a tres factores: los precios altos de la energía, la generación renovable barata y la concienciación del público», prosigue Gómez. «Ya ha pasado en Alemania y Dinamarca. También podría suceder que haya una reacción del mercado, que baje los precios para detener su expansión y mantener el dominio».
La independencia de la gente frente al poder de las eléctricas es una de las cualidades que defienden los científicos para lograr los objetivos ecológicos y de justicia social que se logra con este tipo de comunidades. «La soberanía energética es similar a la alimentaria», concluye Castán.
La Cañada Real, ejemplo a un paso del centro de Madrid
Al ahorro que representan las comunidades energéticas para las familias y la menor generación de emisiones de CO2 se suma otro objetivo crucial para los próximos años: la transición justa. La pobreza energética tiene su exacta representación a 14 kilómetros del centro de Madrid, en la Cañada Real, donde las eléctricas, con la indiferencia gubernamental, cortaron el suministro a esta barriada. En medio de la penumbra de las velas y la brasa de los troncos, la solución comienza con la creación de pequeñas comunidades energéticas. «Unimos a familias para que tengan una planta de generación eléctrica compartida», expone Eugenio García-Calderón, fundador Light Humanity, que trabaja en la zona con diez familias y esperan llegar a 40 antes de final de año. «El reto es la gestión global por parte de los usuarios».
Instalar una comunidad energética es como poner un ascensor en una finca antigua. Algunos vecinos suben más plantas, otros no lo necesitan. «No tiene que ser perfecta para funcionar», dice Vanesa Castán, científica de la Universidad de Sheffield y del IPCC de Naciones Unidas. «Los vecinos, con ponerse de acuerdo, tendrán soberanía energética, y podrán decidir de dónde provienen sus recursos».
«Está en su mano»
La democratización de la energía es el otro rol de las comunidades energéticas, para impulsar «un mercado que funcione mejor», indica Tomás Gómez, investigador de la Universidad de Valencia. «Estos precios superaltos mandan un mensaje muy claro a la demanda: consumir de otra forma y gestionar mejor. Pero todavía hay una masa crítica de personas que no entiende que está en su mano hacer algo».
En el proyecto de la Cañada Real, los beneficiarios deben devolver el crédito en tres o cuatro años. «La clave está en medir la cantidad de energía que consume cada familia», dice García-Calderón, «y estipular un precio justo».
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