sábado, 15 de noviembre de 2014

QUE HAY DE NUEVO- IRIS APFEL- MODELO,./ 7 DIAS CITAS, HORROR VACUI,./ NUESTRA COCINA, CHULETA CON PURE NEGRO Y AJO ASADO,.

TÍTULO: QUE HAY DE NUEVO- IRIS APFEL-MODELO,.

Iris Apfel se ha convertido a sus 93 años en la anciana más 'cool' del mundo de la moda. Existen muchas It Girls pero solo una y genuina It ...foto,.
ris Apfel se ha convertido a sus 93 años en la anciana más ‘cool’ del mundo de la moda. Existen muchas It Girls pero solo una y genuina It Grandma y es ella.
Iris es una leyenda viva de la decoración de interiores y una auténtico icono de moda. La fama le llegó a la inusual edad de 84 años tras una exposición en el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York en 2005 (Iris Apfel: rara avis) donde se pudieron ver más de 80 trajes de su peculiar colección de moda en la que hay piezas de Dior, Dolce & Gabbana, Nina Ricci, Geoffrey Beene, Lanvin, etc.
La anciana reconoce reírse de la situación pues afirma que lleva más de 70 años haciendo exactamente lo mismo y de repente, ahora, se ha convertido en una ‘estrella geriátrica’ y se ha encontrado con montones de revistas llamando a su puerta.
 La nueva aventura en la que se ha sumergido Iris viene de la mano de & Other Stories, la firma de moda sueca de los mismos dueños de H&M, que ha querido contar con la diseñadora para mostrar que “se pueden conseguir piezas únicas a precios asequibles”. Apfel ha protagonizado un espléndido reportaje fotográfico ejecutado por su amiga Ari Seth Cohen en su casa de Nueva York,.

TÍTULO:  7 DIAS CITAS, HORROR VACUI,.




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Esta semana tengo que dar las gracias a la célebre revista Science por explicarme un defecto que siempre he atribuido a mi loca cabeza. Se supone que un escritor es alguien que no precisa estímulos exteriores para sentirse bien. Alguien a quien le encanta cerrar los ojos y pensar, alguien que adora la soledad. Muy bien, pues de esas tres premisas la única que es cierta en mi caso es la tercera. Me encanta la soledad, pero desde luego sí necesito estímulos exteriores (de hecho, soy una oreja a un transistor pegada: lo primero que hago al abrir un ojo es poner la radio); y pensar me gusta, pero siempre que pueda compaginarlo con otra actividad, como conducir, pasear, hacer punto o cualquier otro trabajo manual. Hasta ahora siempre había pensado que esta fobia mía a dejar la mente en blanco, como se supone que hacen los verdaderos sabios, demostraba que yo era un poco neura, para decirlo suavemente. Sin embargo, ahora resulta que investigadores de Harvard y de la Universidad de Virginia han descubierto que el 67 por ciento de los hombres y el 25 por ciento de las mujeres participantes en un estudio, a los que se los conminó a estar diez minutos sin pensar en nada absolutamente, no lo consiguieron. Prefirieron interrumpirlo antes de dicho lapso de tiempo, aunque sabían que hacerlo estaba penalizado con una descarga eléctrica.
Hagan la prueba, intenten no pensar en nada. Tal vez les produzca la misma desazón que a los voluntarios (de muy diverso nivel intelectual, distintos tipos de extracción social, edad, etcétera) que tomaron parte en este extenso experimento. Según ellos, estar tanto rato con la mente completamente en blanco era como «embarcarse en un esquife a la deriva sin esperanza en medio de una pesadilla de oscuridad y vacío». A la vista de estos resultados podría dar la impresión de que ese horror al vacío que sintieron los voluntarios es consecuencia directa del ritmo enloquecido de la sociedad en la que vivimos, abducidos por Internet, los videojuegos, la televisión; abrumados también por infinitos tweets, e-mails, whatsapps... Sin embargo, los responsables de la experiencia sostienen que es exactamente al revés. Que todo ello existe para paliar el pavor del ser humano a quedarse a solas con sus pensamientos. Y que, si bien ahora los medios de evadirse son más tecnológicos y sofisticados, la misma función la cumplían antes los libros. O practicar deporte. O bordar tapices y hacer calceta. En arte existe la expresión hórror vacui, o miedo al vacío, que sirve para describir lo que los críticos llaman «la necesidad de rellenar todo espacio vacío en una obra de arte con algún tipo de diseño o imagen». Se trata, por tanto, de esas obras abigarradas repletas de arabescos o dibujos propias del arte barroco y rococó, pero que también se dan en los diseños celtas, vikingos, en la decoración islámica y también en la victoriana. Eso por no mencionar el arte chino, azteca o incluso maorí. Si ese horror al vacío es común a culturas tan distantes y distintas, algo debe de querer decir de todos nosotros.
Los estudiosos de Harvard han recurrido a una cita de Milton y su famoso Paraíso perdido para tratar de darle una explicación: «La mente es su propia morada escribió Milton y por sí misma es capaz de hacer un infierno del cielo y del cielo un infierno». Los psicólogos que han llevado a cabo esta investigación incluyen en su estudio otros muchos ejemplos de ese horror a estar a solas con nuestros pensamientos, pero dejan para más adelante sus conclusiones sobre este curioso fenómeno que ellos llaman «la pasión de la gente por hacer cualquier cosa en lugar de estar a solas con su mente». Yo desde luego no soy científica ni he estudiado en Harvard, pero voy a aventurar mi teoría al respecto. Es posible que ese hórror vacui del que ellos hablan sea un arma creativa y social de primer orden. Con tal de no estar a solas con ese monstruoso vacío que anida en su interior, el hombre pinta, compone música, hace literatura, baila, estudia. Es precisamente ese horror a la nada el que nos hace también sociables, colaboradores, leales, fieles, amantes, cómplices. Lo importante, por tanto, no es tener dentro un agujero negro, sino saber con qué llenarlo. El cómo queda enteramente a discreción. A unos les da por componer la Novena sinfonía, a otros solo por matar marcianitos en la videoconsola... 

TÍTULO: NUESTRA COCINA, CHULETA CON PURE NEGRO Y AJO ASADO,.


Ingredientes:-foto
-Para la chuleta: 1 chuleta de ternera de 1,5 kg, 1 cucharada sopera de aceite de oliva virgen extra y 30 g de mantequilla. Para el puré: 600 g de patata, 65 g de olivas negras sin hueso, 10 alcaparras, 5 filetes de anchoa, 100 g de aceite de oliva virgen extra, 50 g de mantequilla, 3 cucharadas soperas de nata, sal y pimienta.
-Para el ajo asado: 1 cabeza de ajo entera, media cucharada sopera de aceite de oliva virgen extra y una pizca de sal gorda.
Elaboración:
-Del ajo asado: se envuelven la cabeza de ajo, el aceite y una pizca de sal en papel de aluminio y se mete en el horno a 180 ºC durante 50 minutos.
-De la chuleta: se deja atemperar la carne fuera de la nevera. En una sartén con aceite bien caliente se marca la chuleta 3 minutos por cada lado. Se retira y se deja reposar 10 minutos en una rejilla. Se calienta nuevamente la sartén y se vuelve a asar la chuleta 2 minutos más por cada lado. Cuando vayamos a darle la vuelta, se añade la mantequilla, rociando frecuentemente la carne con esta grasa. Se retira del fuego, se devuelve a la rejilla y se echa por encima el jugo de la sartén. Se deja reposar 5 minutos más cubierta con papel aluminio con tres agujeros antes separar la carne del hueso y cortarla en trozos de bocado.
-Del puré: se echan en un vaso americano las olivas, las alcaparras y las anchoas, y se trituran añadiendo el aceite poco a poco. Se reserva. Se pela la patata, se corta en trozos grandes y se pone en una cazuela con agua fría. Se cuece de 20 a 25 minutos.
Acabado y presentación: cuando la patata esté tierna, se escurre y aplasta hasta obtener un puré. Se añaden la nata, la mantequilla y el tapenade, y se rectifica de sal y pimienta. Se sirve el puré junto con la chuleta sazonada con flor de sal y el ajo asado.
Mis trucos
Para evitar que las patatas se deshagan al cocerlas, añada un chorrito de vinagre al agua de la cocción. Si las patatas para el puré son viejas, las debemos añadir cuando el agua esté caliente; si son nuevas, la cocción debe empezar en frío.
Reinos de humo, por Carlos Maribona
Esas bolitasgrises
Escribía Julio Camba, uno de nuestros grandes gourmets, que «una buena tartina de caviar al comienzo de la comida y todo irá como la seda». Y es que a Camba, como a tanta gente, le gustaba mucho el caviar («lo más delicioso del mundo»), pero además lo consideraba un estimulante del apetito. Años más tarde, otro gran maestro de la literatura gastronómica española, Josep Pla, en su libro Lo que hemos comido, aseguraba con ironía que el caviar es excelente, «pero si fuese más barato seguiría siendo excelente».
Los huevos de esturión siempre han sido un producto exclusivo, con su propio ritual: recipientes de cristal o porcelana a los que dedicaron su tiempo los mejores diseñadores; cucharillas de nácar o marfil, nunca de metal. Esas pequeñas bolitas grises y pegajosas, de olor delicado y sutil, que para Pla tenían un sabor «sustancioso, ligero y original», se pueden tomar al estilo ruso, en un blini con crema agria acompañado de un vasito de vodka, o en una tostada con mantequilla y regada con un buen champán. Incluso simplemente a cucharadas. Para comerlo, no hace falta irse muy lejos. Desde hace unos años se produce caviar en España. Los más destacados son Riofrío, en Granada, y Per Se, en Navarra. Caviar auténtico, con una calidad muy digna y precio más asequible.

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