Noah, me ha gustado mucho tu libro», dice sin detenerse un anciano que camina con bastón. Noah Gordon le da las gracias. «Casi todos los ...
-foto.Noah Gordon: "La bomba atómica me salvó la vida"
Su novela 'El médico' fue un auténtico
'boom' en España y enamoró a toda una generación. Han pasado más de 20
años y Noah Gordon, a los 87, ha podido ver su sueño cumplido: el 'best
seller' se ha convertido enpelícula. Hablamos con él en su residencia de
Boston sobre una de las cosas que el novelista conoce mejor: la vid
XLSemanal. Usted ha dicho muchas veces que su mujer es la esposa perfecta.
Noah Gordon. Sí... Tengo el matrimonio perfecto. Cuando no teníamos ni un centavo, a ella le parecía lógico que me pasara cuatro años escribiendo un libro. Nunca se quejó. Yo tenía tres hijos, hipoteca, letras del coche... y, cuando me ofrecieron el primer contrato literario, no sabía qué hacer. Y Lorraine me dijo: «Si no lo haces ahora, no lo harás nunca». Y dejé mi trabajo en el periódico. Ha sido una maravillosa mujer de escritor. He tenido suerte.
XL. Hace 27 años que escribió El médico. ¿Qué pensó de su obra cuando la terminó?
N.G. Voy a parecer arrogante, pero pensé: «¿Será tan buena como yo creo que es?». [Risas].
XL. ¿Cómo ha sido ver a sus personajes cobrar vida en el cine?
N.G. Fue bonito y... no tanto. [Risas]. Te das cuenta de que esos personajes están ahí porque tú los has escrito, lo cual es emocionante. Quizá no son como yo los imaginaba, pero ese sentimiento solo duró unos minutos porque la interpretación es excelente.
XL. Curiosamente, el libro arrasó en Europa, especialmente en Alemania y España, pero en los Estados Unidos no. ¿Le ha encontrado ya una explicación?
N.G. Bueno, mi editor cambió de editorial en el peor momento. Cuando eso pasa, dicen que el libro se queda huérfano. Pero un día mi agente me llamó. Un editor alemán se había enamorado de esta obra y se aseguró de que cada librero tuviera una copia. Así se convirtió en un best seller. Y luego, en España, gracias a un editor y una librería independiente de Barcelona, se convirtió también en un fenómeno.
XL. En realidad iba usted para médico...
N.G. Sí, mis padres pensaban que era una forma segura de ganarme la vida, pero yo nunca me lo tomé muy en serio.
XL. Le tiraban más las letras, ¿no?
N.G. Fui un niño de la Gran Depresión. En mi familia no teníamos dinero, pero un día mi hermana me llevó a la biblioteca y allí descubrí un mundo maravilloso. Leía como un diablo. Desde pequeño supe que quería contar historias, pero me alisté en el Ejército.
XL. ¿Quería ir a la guerra?
N.G. Tenía miedo, como todos. Nadie quiere morir con 18 años. Pero, tras graduarnos en el instituto, muchos estudiantes íbamos a la guerra. Además, yo era un joven judío americano y sabía lo que pasaba en Alemania. La guerra terminó cuando yo aún estaba en la fase de adiestramiento. Fui un soldado raso, no un héroe.
XL. Terminó estudiando Periodismo y escribiendo en diarios y revistas, tanto en Nueva York como en Boston. ¿Le gustaba?
N.G. Me encantaba. Fue la mejor formación. Vi de todo. De reportero tienes asientos de primera fila para la vida y la muerte, los negocios, todo tipo de cosas horribles y otras maravillosas. Me lo pasé en grande. Pero siempre había querido escribir ficción. Un día, cenando con un amigo, me preguntó: «¿Qué estás escribiendo ahora, Noah?». Y yo le dije: «Perfiles de científicos prominentes». Y él me contestó: «¡Vago cabrón!» [risas]. Me fui a casa pensando en eso. Poco después conseguí que su agente me representara. Firmé mi primer contrato, pedí una excedencia y así es como escribí El rabino.
XL. Usted es un buen ejemplo del sueño americano. ¿Todavía sigue vivo ese ideal?
N.G. Desde luego. Pero no para todo el mundo. Vienes aquí, trabajas duro y puedes tener éxito o, al menos, trabajo y una vida decente. Pero también puedes estrellarte porque el sistema capitalista tiene sus peligros. Por eso necesitamos fórmulas para evitar que la gente se estrelle.
XL. La etiqueta de 'escritor de superventas' puede ser un estigma. ¿Lo ha sido?
N.G. Un best seller es un libro que se vende mucho. Ahora... puede ser un buen libro o una basura. ¡No es una categoría! [Risas]. Hay libros que no querría tener que escribir, pero, si estuviera empezando y tuviera hijos, lo haría.
XL. ¿Tuvo que hacerlo alguna vez?
N.G. Sí. En mis tiempos de periodista gané diez mil dólares por reescribir un libro para un millonario que quería parecer buen escritor. También escribí por encargo unos libros con una enfermera de protagonista. ¡Escribí la mejor basura de la que fui capaz!
XL. Para algunos novelistas escribir es un tormento, otros se divierten y hay quien lo utiliza como terapia. ¿Qué tipo de escritor es usted?
N.G. Escribir me resulta agotador, como cavar una zanja. Por eso creo que mi obra de anciano ha sido tan escasa, porque es condenadamente doloroso. Suelo decir que no soy un escritor, sino un reescritor. Solía terminar con montañas de papeles sobre la mesa hasta que me compré un ordenador. Así escribí El médico. Me costó tres meses aprender a usarlo. Lo primero que hice fue pasar la documentación de un año. ¡Y lo borré todo! [Risas].
XL. Como novelista histórico, ¿cree que el ser humano aprende de sus errores?
N.G. Como naciones seguimos cometiendo los mismos errores, ahora exacerbados por la tecnología. Cuando estaba en el Ejército, nos preparábamos para invadir Japón. Si lo hubiéramos invadido, muchos de nosotros hubiéramos muerto. Así que a mí me salvaron Harry Truman y aquella bomba que mató a miles de personas. Es un mundo de locos donde tenemos la capacidad de matar a mucha gente. Y ahora es aún más fácil. Siempre he sido un liberal, pero suelo recordar que yo me salvé de aquella forma. También odio la idea de que alguien escuche mis conversaciones telefónicas, pero me gusta que escuchen otras conversaciones que podrían salvar a mis hijos. Vivimos en un mundo muy complicado.
XL. Mucha gente que apoyó a Obama se siente decepcionada. ¿Le ocurre lo mismo?
N.G. Yo creo que será recordado como un gran presidente, sobre todo si consigue que todo el mundo tenga acceso a la sanidad. Si lo logra, será un hito. Y si fracasa, será recordado como alguien que sinceramente lo intentó y que apostó casi todas sus fichas en ello. Creo que es inteligente, pero los presidentes inteligentes siempre lo tienen difícil.
XL. ¿Qué le parece la radicalización del Partido Republicano?
N.G. Que no quiero vivir en una sociedad en la que se les quitan los cupones de alimentos a las familias necesitadas mientras se les dan beneficios fiscales a los ricos.
XL. ¿Qué acontecimientos actuales acabarán en las novelas históricas del futuro?
N.G. Los cambios sociales que se están produciendo gracias a Internet. Leeremos novelas sobre cómo las redes sociales cambiaron la vida de las personas. Es un mundo nuevo, emocionante, pero que a la vez da miedo.
XL. Con tanta tecnología, ¿la literatura tiene la misma relevancia ahora que hace un siglo?
N.G. Con lo complicado que es el mundo ahora, es más necesario que nunca sumergirse en los universos de ficción. Yo la utilizo para escaparme del mundo. Si estoy enfermo, leo; si me duele algo, leo; si tengo problemas, leo. Soy un lector escapista.
XL. ¿Y sigue siendo fiel al papel o lee en el e-book?
N.G. Me gusta el libro tradicional, pero si estoy leyendo una novela de 600 páginas es incómodo hacer equilibrios con ella en la cama [risas]. Tengo un e-book.
XL. El mundo editorial también está cambiando. Los escritores jóvenes pueden publicar su propio libro electrónico sin necesidad de un editor. ¿Son buenas noticias?
N.G. Por un lado sí, porque los buenos escritores que no tengan un editor sagaz podrán publicar solos, pero por otro es peligroso. Algunos publicarán demasiado rápido, sin la madurez necesaria. Yo, por ejemplo, hubiese estado tentado de publicar mi primera novela. Y no era nada buena. Ahora, me alegro mucho de que nunca viera la luz.
XL. ¿Qué le recomendaría a un aspirante a escritor?
N.G. Antes, siempre tenía una respuesta para eso, pero ya no la tengo. Les decía que buscaran trabajo en cualquier periódico. Pero con tantos despidos y medios que cierran, ya no es posible. Es una tristeza.
XL. ¿Qué está escribiendo últimamente?
N.G. Juego con una novela corta. No estoy muy contento con ella. Pero no me presiono. Me he pasado toda la vida siendo consciente de que debía escribir porque mis hijos necesitaban ir al dentista, un techo, una educación... Ahora, me he quitado ese peso de encima. Eso sí, me gustaría acabarla antes de morirme.
XL. ¿Le da muchas vueltas a ese tema?
N.G. No le tengo miedo a la muerte. No pienso en ella. Eso sí, ¡ser viejo apesta! [risas].XL. Cuando hace balance vital, ¿de qué se siente más orgulloso?N.G. Me da un poco de vergüenza decirlo, pero lo que más me enorgullece es haber sido capaz de retirar a mi padre. Si has sufrido por dinero, sabes lo gratificante que es no tener que sufrir más.
Privadísimo
-Antes de trabajar como periodista, vendió sombreros y zapatos de señora y condujo un taxi.
-Casados desde hace más de 60 años, él y su mujer, Lorraine, tienen tres hijos. El pequeño, Michael, vive en Cataluña y es su representante.
-Escribir una novela suele costarle cuatro años de trabajo. Solo para documentarse, necesita un año entero.
-El médico fue el primer libro que escribió con ordenador. Recibe decenas de e-mails de sus fans a diario. Los lee todos. Antes también los contestaba, hasta que se dio cuenta de que, en vez de escribir libros, solo escribía cartas.
-Para mantenerse en forma, practica natación a diario.
TÍTULO: EN PRIMER PLANO, VIOLADORES, CASO ( RE) ABIERTO,.
- Caso de Juan Manuel Valentín Tejero. Investigador: Francisco Javier Galache"Acatamos la sentencia de estrasburgo, pero nos da mucha ...
En primer plano -foto-Violadores Caso (re)abierto
Los violadores son fríos, calculadores, escurridizos, reincidentes y peligrosos. Y lograr la prueba definitiva que los ponga entre rejas es tarea minuciosa y difícil. Al dolor de las víctimas se une siempre la alarma social. Tres investigadores que estuvieron detrás de alguno de los casos más sonados de los últimos años reviven aquellos días de pesquisas en medio de la polémica por su excarcelación.Caso de Juan Manuel Valentín Tejero. Investigador: Francisco Javier Galache
"Acatamos la sentencia de estrasburgo, pero nos da mucha pena el resultado. no lo esperábamos"
En 1992 descubren, cerca de Valladolid, el cadáver de una niña de nueve años. Se llamaba Olga Sangrador. Había sido violada. Este agente logró que el asesino confesara. Se trataba de un condenado por abuso de menores con permiso penitenciario.
La imagen apareció en los telediarios de la época. Es un breve vídeo de aficionado de dudosa calidad, pero tan elocuente que no hace falta más: es de noche, varios guardias civiles, algunos de paisano, acompañan a un detenido de espesa barba. La luz es dura, tanto como los rostros que se ven en la grabación. El hombre, esposado, trata de desviar la mirada, pero uno de sus vigilantes le impide hacerlo: «¡Mírala, mírala!», exclama, al tiempo que, agarrándole el rostro con las manos, lo obliga a girar la cara. La cámara no lo recoge, pero a sus pies se encuentra el cadáver de la pequeña Olga Sangrador, de nueve años de edad. Estamos a finales de junio de 1992.
En la noche del 25 de junio fue secuestrada, violada y asesinada por Juan Manuel Valentín Tejero, que disfrutaba de un breve permiso penitenciario tras ser condenado por dos violaciones, abusos sexuales a menores y exhibicionismo. «Sí, es ella», musita. «Esta investigación me impresionó mucho», cuenta hoy el coronel de la Guardia Civil Francisco Javier Galache, en la reserva desde finales de 2010; él fue quien obligó al verdugo a mirar a su víctima. «Yo tengo una hija de la misma edad de Olga Sangrador y pasé una época muy preocupado por que le pudiera ocurrir algo parecido». Hoy entiende la alarma producida por la excarcelación de Valentín Tejero, libre desde el pasado 27 de octubre a raíz de la derogación de la doctrina Parot por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo: de haberse aplicado, hubiese permanecido entre rejas hasta 2025. «Acatamos, claro. Es una sentencia muy bien justificada, pero a nosotros nos produce mucha pena el resultado. No lo esperábamos», concluye.El asesino, que hoy tiene 52 años, salió de la cárcel de Herrera de la Mancha con gorra, larga melena y una barba que le cubría el rostro.
Unas gafas de sol ocultaban sus ojos, pero Galache no los ha olvidado: «Desde que salió, no he querido saber nada. Pero no tengo la menor duda de que es mala persona, tiene el odio dentro y en mi opinión volverá a hacerlo si tiene oportunidad. Ha estado completamente aislado todos estos años, sin hablar con nadie ni recibir visitas. Y en nuestros interrogatorios lanzaba una mirada cada vez que le hacías una pregunta... Claro, que las nuestras eran más duras». «Estábamos seguros de que era él, lo habían visto merodeando en el pueblo la noche antes de los hechos, y conocíamos sus antecedentes; solo necesitábamos su confesión o reunir las pruebas suficientes para poder demostrarlo en el juicio», relata Galache. Durante 48 horas, no soltó prenda. Tenían que conseguir que hablara o se verían obligados a dejarlo en libertad a las 72 horas de su detención.
Tras consultarlo con el juez, decidieron realizar una reconstrucción de los hechos en Villalón de Campos (Valladolid), la localidad natal de la pequeña. Había que actuar con discreción: sus habitantes, volcados en la búsqueda de la menor -aún tenían la esperanza de encontrarla con vida-, querían venganza. «Con un par de bemoles lo llevamos al bar donde había estado antes de salir a por la pequeña. Incluso practicamos estrategias de distracción: hicimos creer a la gente que había una pista a las afueras del pueblo, para que se fueran para allá. Iba esposado de manera discreta, para que no se notara que era el detenido, pero él tenía miedo de que lo reconocieran: en realidad son unos cobardes. Allí se empezó a derrumbar».
Unas horas más tarde, lo confesaría todo. En el juicio, que se celebraría al año siguiente, se lo condenó a 50 años por el caso de Olga Sangrador; lo que, sumado a otras condenas por abuso de menores, dio un total de 64 años y nueve meses de condena. A raíz de la sentencia de Estrasburgo se han quedado en 21 años de cárcel. Unos días antes que él, abandonaba la prisión de Alcalá Meco (Madrid) el Violador del Ascensor, condenado a 273 años de cárcel por 18 delitos de agresión sexual y dos asesinatos. Uno de ellos, el de la joven Leticia Lebrato, de 17 años, ocurrió en Valladolid y el mismo Francisco Javier Galache participó en la investigación. Hoy, ambos están libres.
El caso del 'violador del portal'. Investigadora: Mariluz Carro Pereira
"Los violadores en serie son como depredadores a la espera de su presa. y siempre van a más"
'El Sucio' y 'el Limpio'. Así llamaban esta investigadora y sus colegas a Pablo García Ribado y Antonio Barroso Mingo antes de su detención. Un total de 74 violaciones en tres años. Siempre en portales. La agente Mariluz Carro nunca olvidará aquellos días.
Los violadores en serie son como depredadores a la espera de su presa. Y siempre van a más», dice Mariluz Carro, oficial de policía del Servicio de Atención a la Mujer de Madrid. Y sabe de lo que habla: lleva en el cuerpo más de 26 años y ha trabajado en casos como el del Violador de Pirámides: «Fue terrible, porque yo estaba embarazada. Todavía recuerdo la llamada de una menor, que tenía la edad que ahora tiene mi hija». O aquel pederasta que, en el momento de la detención, dijo que los estaba esperando: solo así sería capaz de parar. También pateó las calles de Madrid tras los pasos de Pablo García Ribado, el Violador del Portal. «Llegar hasta ellos implica muchas noches de guardia, buscando algún indicio, algo de lo que empezar a tirar. Especialmente si, como en este caso, no tenemos nada».
Las víctimas no los reconocían en los álbumes de fotos: no tenían antecedentes. Tampoco es fácil obtener datos: «Imagina cómo nos llega una mujer que acaba de sufrir una agresión sexual». Demasiadas veces no denuncian, y las que lo hacen llegan traumatizadas, en estado de shock. «Había mucha prisa, porque iban a más: llegaron a cometer más de una violación por noche». Fueron meses de calle y analizando las declaraciones en busca de detalles que se hubieran pasado por alto. Una noche se cruzaron con un individuo que coincidía con las descripciones.
Le piden la documentación. «Al identificarlos, incluso en la detención, ellos siguen tan normales. Es gente muy fría. Su cabeza no funciona como la nuestra». Pablo García Ribado y Antonio Barroso Mingo; el Limpio y el Sucio, como los apodaron los investigadores. El primero iba desaliñado y tenía las manos muy sucias: era mecánico. Su compinche iba repeinado y perfumado. García Ribado fue condenado a 1721 años de prisión por 74 violaciones, seis agresiones sexuales y diez delitos de robo. El 13 de noviembre quedó en libertad. Tiene 44 años. «Dicen que no está rehabilitado. Yo no opino. Solo me importa que no se vuelva a repetir.
El caso del violador Antonio García Carbonell. Investigador: Reyes Benítez
"Actuaban con mucha agresividad. se llevaban a las víctimas a un lugar apartado. violaban a la chica y golpeaban al chico"
Cinco años estuvo tras la pista de unos casos de violación que aterrorizaban a Cataluña. Su empeño logró reabrir un expediente cerrado y llevar a la cárcel al verdadero culpable.
Es tal el rechazo que suscitan ciertos casos que a menudo no hay nadie esperando a la salida de la prisión. A Antonio García Carbonell, casado y con diez hijos, lo esperaba un nutrido grupo de familiares, armados con amplias sonrisas y botellas de güisqui. Libre desde el pasado 24 de octubre, fue el primer preso común en quedar en libertad tras la derogación de la doctrina Parot. Tiene 76 años -lo que reduce notablemente el riesgo de reincidencia- y ha pasado 18 en prisión: en 1996 fue condenado a 230 años de cárcel por robo, detención ilegal y violación.
«Todo empezó el 1 de noviembre de 1991. Es el día de la castañada en Cataluña y estaba celebrándolo cuando me sonó el busca», explica Reyes Benítez, destinado entonces en la Policía Judicial de Martorell. Se había producido una agresión sexual. La primera de una serie de ataques similares: dos individuos se acercan a vehículos aparcados en zonas apartadas, se identifican como policías y asaltan con mucha violencia a la pareja. «Se los llevaban a otro lugar, donde violaban por turnos a la chica mientras el otro golpeaba brutalmente al chico». Las víctimas dijeron que hablaban árabe y dos ciudadanos marroquíes -Abderrazak Mounib y Ahmed Tommouch- fueron detenidos y condenados a más de un siglo de prisión. «Qué ocurre, que en 1995, estando ambos en prisión, comienzan a producirse una serie de violaciones casi idénticas. A mí, como a muchos otros compañeros, el tema nos había olido mal desde un principio». Así que decidió hacer una prueba: mostró a las víctimas la foto de Ahmed Tommouch... Y lo identifican. «¡Pero él estaba en prisión! El culpable estaba libre y se seguían produciendo violaciones».
Siguieron meses de investigaciones. Poco a poco obtienen algunos datos, como sus vehículos: un Renault 5, un Volkswagen, una furgoneta... Peinando una amplia zona -se movían en varias provincias catalanas- logran localizar uno de los coches en una estación de tren. Se monta un dispositivo, «hasta que una persona, muy parecida a Tommouch, se acerca. Logró escapar, pero al registrar el vehículo encontramos algunos objetos empleados en los hechos -como una pistola falsa o una barra de hierro- y material sustraído a las víctimas... de 1991». Finalmente detienen a Antonio García Carbonell: de etnia gitana, hablaba caló con su compinche. «La primera vez que lo vi fue en el cuartel de la Guardia Civil de Terrasa. Era clavado a Tommouch». A los primeros acusados se los exculpó de una de las violaciones: la única donde se conservaban muestras de ADN, que demostraron la culpabilidad de Carbonell. Por las demás, cumplieron su pena. Mounib falleció en prisión, por un infarto. Tommouch, ya libre tras cumplir una condena de 14 años, reclama un indulto que no llega.
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