- «Estoy hecho picón!». Las primeras palabras de Teófilo García después de 60 días en coma no pudieron ser más andaluzas. Había abierto los ...
«Estoy hecho picón!». Las primeras palabras de Teófilo García después de 60 días en coma no pudieron ser más andaluzas. Había abierto los ojos unas semanas antes, pero no había podido decir 'esta boca es mía'. Teófilo había perdido el habla, la visión, la movilidad. No podía controlar su esfínter. Era como un bebé. A sus 50 años, debería aprenderlo todo de nuevo... Pero su mujer, María Dolores Corrales, nunca dejó de preguntarle: «Papi, ¿cómo estás?». Teófilo habló por primera vez con la voz ronca por la traqueotomía. Y le dijo a su esposa la verdad, que estaba hecho polvo. «¡Qué susto le di!», recuerda. Ha vuelto a ser el guasón de siempre, aunque lleve pañales y vaya en silla de ruedas.
La odisea de este matrimonio de Linares (Jaén) es la de 420.000 familias en España. El daño cerebral adquirido por un derrame, un traumatismo... ha sido calificado como una epidemia silenciosa. No es para menos, con un nuevo caso en España cada cuatro minutos. La gran mayoría de estos pacientes pasan antes por un periodo de coma, que puede durar varias horas y hasta meses. Es un calvario similar al que está padeciendo el expiloto Michael Schumacher después de su accidente de esquí el pasado 29 de diciembre, y quien al cierre de esta edición continuaba en estado vegetativo. El coma sigue siendo un misterio médico. Es una pérdida severa de consciencia que puede alcanzar hasta cuatro niveles de profundidad, dependiendo de si hay reacción al dolor, reflejos, movimiento de pupilas...
Pero se desconoce por qué algunos pacientes salen del coma y otros se van apagando hasta la muerte cerebral, cuando el encefalograma plano muestra el cese irreversible de actividad. Y por qué otros, aunque abran los ojos, quedan postrados en cama y ausentes del mundo. «El gran problema no es el coma. Es lo que viene después. Cuando el paciente sobrevive, puede evolucionar hacia un estado vegetativo sin respuesta al entorno. O puede darse un estado de mínima consciencia, con respuestas comunicativas y emocionales, aunque muy débiles. Y, por supuesto, puede recuperarse poco a poco», explica la psicóloga Dolors Safont. La recuperación de la consciencia no es instantánea, como en las películas. No se puede reanudar la vida normal como si tal cosa. Si el coma dura meses, la posibilidad de recuperación parcial ronda el 15 por ciento, y la de que sea total es muy baja. Un coma de varios minutos puede dar como resultado una amnesia postraumática de días; un coma de varios días requiere meses de recuperación; un coma de semanas, años...
Se estima que un 70 por ciento de los pacientes padecerán secuelas. «Cada caso es distinto y no se sabe cómo va a evolucionar. Los médicos te salvan la vida, pero luego qué... Son personas que necesitan atención las 24 horas. Las familias se encuentran muy desorientadas. Les cambia la vida», añade Eva Guerrero, neuropsicóloga. Una buena manera de afrontar ese desconcierto es contactar con la Federación Española de Daño Cerebral (teléfono 91 417 89 05 y página www.fedace.org).Irene Vela, trabajadora social, expone: «Suele darse en personas jóvenes. Y hay pocos recursos para ellos. Yo animo a las familias a que soliciten la ayuda de dependencia para que la Administración no pueda argumentar que la quitan porque no hay demanda».
Teófilo y su familia se han mudado a Jaén para seguir con la rehabilitación. «Ahora soy pensionista. Yo trabajaba en una fábrica. Me gustaría volver», cuenta Teófilo. «La fábrica cerró, mi amor», le corrige María Dolores, su esposa. «He perdido la memoria inmediata. Me acuerdo de mi infancia, pero si me pregunta qué cené anoche, a veces lo sé y a veces no se disculpa Teófilo. Pero estoy bien. Deseando andar. Es mi meta».
48 horas en coma
EDUARDO DE LAORDEN, 24 años, Madrid: "Los médicos me llaman "el chico milagro""
Sucedió el 20 de agosto de 2008. Yo estaba entrenando con mi equipo de fútbol y me desmayé. No me acuerdo de nada. Sufrí cuatro paradas cardiacas en el campo. Y la ambulancia no llegaba. Tardó unos 45 minutos porque fue el día del accidente del avión de Spanair. Llegué muy mal al hospital de La Paz. Con la cabeza muy hinchada. Me había faltado oxígeno en el cerebro. Los médicos me bajaron la temperatura en una bañera. Me indujeron el coma».
Y DESPERTÉ... «Fue a los dos días. Lo hice por mí mismo. Pero tenía daño cerebral. No veía, no hablaba. Estaba muy agitado, me arrancaba las vías. Mis padres estaban allí. Podía oírlos. Olerlos. Al principio reconocía a mis familiares por la colonia. La vista la fui recuperando poco a poco. Estuve un mes en la UCI y cuatro en el hospital. Allí hice terapia con psicólogos y empecé con algo de rehabilitación. Mis padres y mis tres hermanos me apoyaron muchísimo. Y cuando me vi mejor, pensé que quizá podría retomar mis estudios de Publicidad y Relaciones Públicas. Me permitieron hacer exámenes orales. Y pude terminar la carrera. Ahora estudio un máster de Protocolo en la Universidad Rey Juan Carlos. Tengo lagunas de memoria. Y mi novia no entendía que no me acordase de fechas señaladas o de los regalos que me había hecho. Al final terminamos dejándolo. Los médicos me han permitido que vuelva a jugar al fútbol. Mi meta es participar con la selección española en los Juegos Paralímpicos de Brasil en 2016. En La Paz me llaman 'el chico milagro'».
70 días en coma
LAURA RIVERA, 36 años, Toledo: "La recuperación no es de hoy para mañana. Nada lo es"
A los 19 años sufrí un aneurisma cerebral. Era de noche y lo último que recuerdo es que me fui a la cama a dormir. Estuve en coma más de dos meses ; y en la UCI , tres meses y medio. Pero todo ese tiempo es como si lo hubiera pasado en blanco».
Y DESPERTÉ... «Fue extraño. Me sentí rara, desorientada. Reconocí a mis padres y eso me tranquilizó. No era capaz de tragar. Me daban agua con una gasa mojada. Así pasaron otros dos o tres meses. Me quedé sin músculos. Empecé con la rehabilitación. Me sigue costando expresarme. A veces no me salen las palabras. En aquella época, yo estudiaba para administrativa. Y era buena estudiante. Pero ahora no me veo con capacidad para acabar los estudios. He aceptado mi situación. Y soy una persona feliz. Me gusta estar con gente. Voy al centro comercial, paseo. Tengo problemas de movilidad, sobre todo en el lado izquierdo. Voy en silla de ruedas. Vivo con mis padres. Debes tener paciencia. Mucha paciencia. La recuperación no es de hoy para mañana. Nada es de hoy para mañana. Me gusta venir a las terapias. Hago trabajos manuales. Hablo con los voluntarios y con otros enfermos. Me relaciono. Soy una persona alegre y positiva. El ruido de la calle a veces desconcierta a otras personas con daño cerebral... les parece demasiada información, pero a mí me gusta».
45 días en coma
JAVIER GARCÉS, 40 años, Castellón: "Vi la famosa luz al final de túnel"
Tuve un accidente de tráfico con 24 años, hace 15. Fue culpa mía. Había bebido. Era un bala perdida. Traumatismo craneoencefálico. Pasé un mes y medio en coma inducido».
Y DESPERTÉ... «Mis padres me contaron que les dije que había visto la famosa luz al final del túnel. Yo no recuerdo nada de cuando desperté. Mi primer recuerdo es el de intentar hablar y que solo me salieran ruidos por la boca. Estuve cinco años trabajando con la logopeda. Todavía tengo dificultad para articular las palabras. Tuve que aprender a escribir... con cuadernos Rubio de caligrafía. Leo mucho. Libros de autoayuda; de Jorge Bucay me lo he leído todo... Mi objetivo es ser yo mismo. No una copia. Cuando te pasa algo así, te cruzas con mucha gente admirable, que te ayuda. Y querrías ser como ellos. Luego, te miras al espejo y ves a un tipo que solo puede sonreír con la mitad de la boca, pero un día aceptas que ese eres tú. Tengo una hemiparesia [dificultad de movimientos] en la parte derecha del cuerpo. No hay que darle más vueltas. Cuesta asumir que la vida te da un giro de 180 grados. No es que vuelvas a nacer. Es que lo pierdes todo y tienes que luchar por ir recuperando cosas básicas. Y te deprimes. Pero ahí estaba mi psicóloga para echarme un cable. Y mis amigos. Tuve la suerte de no perderlos. No suele pasar. Los afectados por daño cerebral suelen encerrarse en la familia, otros afectados... Y de ahí es difícil salir. Entras en un bucle y hay que tener huevos para salir. En mi caso era una proeza ir solo a la barra de un bar a pedir una cerveza y que no lo hiciese un amigo por mí. Pero soy muy extrovertido. Es lo que tiene ser un bala. Y eso me ha ayudado. No me quejo. Soy independiente. Vivo en un piso con Patas, mi perro. Ese nunca me falla. Después del accidente estudié un módulo de administración en FP. No tengo trabajo, pero sí mi pensión. ¿Mi sueño? Vivir cada minuto. Estar hablando con usted ahora mientras nos tomamos un café».
17 días en coma
GERMÁN ROIG, 34 años, Murcia: "Mi encefalograma era una gran mancha blanca"
Tenía 22 años y trabajaba de camarero. Un día, me desmayé en la ducha. Fue un derrame cerebral. Pasé 17 días en coma. Mi encefalograma era una gran mancha blanca. Lo tenía crudo. Decían que lo más probable es que mi estado evolucionase a muerte cerebral. Un compañero de habitación lleva 12 años en estado vegetativo».
Y DESPERTÉ... «¡Había allí una enfermera y pensé que era mi madre! Yo no sabía dónde estaba. Despertar fue apoteósico. Pero entonces empezó lo duro. Muchas secuelas. Perdí la memoria, el habla, la visión. No podía andar ni dar la vuelta en la cama. Estuve un mes sin querer ver a mis amigos. Tampoco sabía cuántos hermanos tenía. Ni leer. Se me paralizó la parte derecha del cuerpo. Pero lo importante era sobrevivir. Mi madre solo quería llevarme a casa. Quitar los marcos de las puertas, arreglar el baño... Ir recuperando mis facultades fue una cuestión de terquedad. Mía y de mi familia. Mi padre se empeñaba en que fuera solo al aseo, aunque tuviera que cogerme a las paredes y arrastrar una pierna. «Utiliza la buena», me decía. Se pasaba las noches moviéndome las piernas para acelerar la rehabilitación. Y mi madre me obligó a estudiar, a no quedarme viendo la tele. Voy a natación, al gimnasio, al instituto... Estudio fotografía. Salgo a caminar solo, aunque llueva, y ya no me pierdo, como me pasaba al principio. No tengo perspectivas de trabajo. Quizá cuando se coloquen los cinco millones de parados... Si pudiera recuperar el movimiento en la mano derecha, pondría un bar».
2 meses en coma
TEÓFILO GARCÍA, 53 años, Jaén: "Abrí los ojos y mi mujer estaba allí. Ella siempre estuvo allí"
Tuve un ictus en octubre de 2011. Estábamos en casa. Me mareé, empecé a decir incoherencias y me oriné encima. Mi mujer me acostó en el sofá y llamó a la ambulancia. La boca se me torcía. Perdí el conocimiento... Estuve dos meses en coma, en la UCI del hospital de Jaén. No me acuerdo de aquello. Mi mujer me ha contado que me ponía mi música: Bruce Springsteen, clásica... Y que me leía una novela de Ken Follet que me gustaba. Mi familia me hablaba. Me decían si llovía o hacía sol, que no me preocupase, que nunca me dejarían solo. Me compraron sonajeros para estimular el oído. Y plumas para hacerme cosquillas en los pies. El pronóstico era muy malo. Un derrame inoperable. Me pusieron un drenaje en la cabeza y se me infectó. A mi familia le dijeron que se preparase para lo peor».
Y DESPERTÉ... «Pero un día abrí los ojos y mi mujer estaba allí. Siempre estuvo allí. Siempre está conmigo. A ella también le ha cambiado la vida. Tuvo que dejar el trabajo y ahora solo se ocupa de mí. Yo no hablaba. Quería moverme y no podía. Solo los dedos de los pies. Perdí hasta el paladar. No distinguía los sabores. Yo, que era un cocinillas... Pero estoy bien. Deseando andar. Es mi meta. Aunque tarde años. Y cuando lo consiga, me pondré otro objetivo».
TÍTULO: A FONDO, CARL ICARHN, EL AUTÉNTICO LOBO DE WALL STRET ( AUNQUE NO LO PAREZCA ).
- Carl Icahn acaba de cumplir 78 años y tiene más dinero que nunca. Es el hombre más rico de Wall Street (20.000 millones de dólares), por delante ... brókeres y abogados de su fondo de inversiones para preparar el ataque.
Carl Icahn, el auténtico lobo de Wall Street (aunque no lo parezca)
Este hombre con pinta de no haber roto un plato es una verdadera máquina de hacer dinero. Sin miramientos. La revista 'Time' asegura que es la inspiración del personaje que encarna Leonardo DiCaprio en su última película. Compra y trocea todo tipo de empresas. Y disfruta 'pasando a cuchillo' a sus consejeros delegados. A sus 78 años sigue en plena forma. Su última presa: Apple.¿Qué quieren que haga todo el día? ¿Jugar a la petanca?». Carl Icahn acaba de cumplir 78 años y tiene más dinero que nunca. Es el hombre más rico de Wall Street (20.000 millones de dólares), por delante de George Soros. Ya no madruga ni está pendiente minuto a minuto de las cotizaciones. No le hace falta. Un par de periódicos económicos, su olfato de siempre y la temeraria frialdad que exhibía jugando al póker le bastan y le sobran. Matemáticas, testosterona y la suerte de los campeones. Así que se pasa las mañanas remoloneando en su ático de la Quinta Avenida y las tardes bebiendo martinis dobles, charlando de obras de caridad con su segunda esposa, escribiendo cartas incendiarias y paternalistas (palo y zanahoria) a los altos ejecutivos de las empresas a las que ha echado el ojo o anunciando a sus 144.000 seguidores en Twitter su próxima dentellada. Y a la caída de la noche se reúne con los brókeres y abogados de su fondo de inversiones para preparar el ataque. Porque sus movimientos en Bolsa siempre son hostiles. Con nocturnidad y alevosía.
Según Time, Icahn es la auténtica inspiración del personaje que encarna Leonardo DiCaprio en la película El Lobo de Wall Street y no el corredor de Bolsa Jordan Belfort, que no es más que un pícaro comparado con el rey de los hunos, Icahn el Bárbaro, como se lo conocía en los años ochenta. Pero no sería la primera vez que Hollywood se fija en Icahn. Michael Douglas, en Wall Street, y Richard Gere, en Pretty woman, reconocieron su influencia. Marcó un estilo de hacer negocios. «Es el hombre más avaricioso sobre la faz de la Tierra», dijo sobre él el presidente de la compañía aérea TWA, que Icahn despedazó sin miramientos. Lo extraordinario es que a Carl se le creía dormido... o por lo menos saciado. Se supone que su tiempo ya pasó. ¿Qué hace un septuagenario como él en un mundo empresarial como el de hoy, que lo único en común que tiene con el de su época dorada es la codicia?
Pero Icahn ha vuelto... y está desatado. «Lo qué más me motiva en la vida es hacer dinero», reconoce. En los últimos dos años ha entrado como elefante en una cacharrería en el accionariado de catorce compañías. Y no se conforma con empresas renqueantes a las que dar la puntilla. Va a por las joyas de la corona. Su obsesión por Apple lo ha catapultado a los titulares. Pero antes fueron Yahoo!, Dell, Netflix, eBay, Motorola... Gigantes tecnológicos que primero reaccionan desdeñando las pretensiones de un abuelo que llama por teléfono a la centralita y que pide que le pongan con el presidente ejecutivo. «¿De parte de quién?». «De un accionista». Pueden ridiculizarlo, pueden tenerlo esperando días o semanas... Pero al final, cuando los magnates de Silicon Valley aquellos mozalbetes que iban al instituto cuando Icahn amasó su fortuna se percatan de que el abuelo tiene cash para firmarle el finiquito a medio consejo de administración y amenaza con poner en pie de guerra a miles de accionistas insatisfechos, se ponen al teléfono.
Tim Cook, el sucesor de Steve Jobs al frente de Apple, lo hizo. A las cinco de la madrugada. Una hora perfecta para Icahn, que nunca se va a la cama antes. «Tim, Apple tiene demasiado dinero. Y no es un banco. ¿Qué estáis haciendo? No entiendo por qué no repartís las ganancias», le soltó. Para entonces, Icahn ya había comprado 4100 millones de dólares en acciones de Apple, porque consideraba que estaban baratas [habían caído un ocho por ciento porque el mercado de móviles está saturado]. Y publicó una carta abierta en su blog para pedir que Apple recomprase acciones por valor de 50.000 millones. Básicamente estaba poniendo el cazo en su nombre y en el de los pequeños accionistas. Porque según sus biógrafos, Icahn se considera a sí mismo un activista del capitalismo, un renegado, casi un Robin Hood; con la salvedad de que le roba a los ricos para hacerse más rico. Cook se resistió primero. Tenemos que centrarnos en nuevos productos y blablablá... Icahn le respondió desde Twitter sugiriendo que ya iba siendo hora de que la compañía sacase un producto rompedor, porque el último había sido el iPad, hace cuatro años. A buen entendedor: en vida de Jobs. Al hilo del tuit, las acciones de Apple cayeron otro uno y pico por ciento. Y Cook le vio por fin las orejas al lobo; y anunció una recompra de acciones de 14.000 millones.
Bastante menos de lo que exigía Icahn, pero este se ha conformado. Y las acciones de Apple suben de nuevo.Cook puede alegar que le ha parado los pies al abuelo. Pero Icahn ha hecho negocio. A él le gustan las ganancias inmediatas, adrenalínicas. Nada como una gran pila de fichas sobre el tapete verde. Que sea irónico y le guste hacer chistes «mi gran contribución a la humanidad fue abandonar la carrera de Medicina» no implica que no tenga un alto concepto de sí mismo. Es orgulloso. Y se le nota cuando lo comparan con Warren Buffett. ¿Quién es el mejor inversor de todos los tiempos: Buffett o Icahn? Es una pregunta que se hace el analista Andrew Feinberg. «Icahn no entiende que todo el mundo ame a Buffett y a él le hagan picadillo». Atendiendo al porcentaje de ganancias, Icahn ganaría por goleada. Su fondo, Icahn Enterprises, ha tenido un asombroso rendimiento del 840 por ciento desde el año 2000, mientras que Berkshire Hathaway, liderado por el Sabio de Omaha, ha ganado el 250 por ciento.
A icahn le gustaría ser el gurú del mundofinanciero, pero no lo es por dos razones. Cuando Buffett entra en una empresa, es para quedarse, durante décadas si es preciso... Es una bendición que causa un efecto llamada a largo plazo. A Icahn lo temen demasiado. Es cierto que se ha descrito un 'efecto Icahn', efervescente y efímero, cuando compra acciones de una compañía. Los inversores cortoplacistas lo imitan. Pero al cabo de unos meses o unos pocos años los valores caen, e incluso la empresa puede acabar descuartizada y en liquidación. Pero antes de que suceda, Icahn ya vendió oportunamente sus participaciones. La otra gran diferencia es que Buffett maneja sobre todo dinero de sus inversores, aunque su patrimonio personal casi triplica el del neoyorquino. Pero en Icahn Enterprises el 93 por ciento de los fondos son de Icahn. Él se lo guisa y él se lo come. Aunque ahora se ha encaprichado de las tecnológicas, le gusta el picoteo variado: farmacéuticas, inmobiliarias, medios de comunicación, casinos... Pero su fuente de liquidez es la energía. Tiene una flotilla inmensa de vagones cisterna para el transporte desde las refinerías y es uno de los que más tajada están sacando en los Estados Unidos a la revolución del fracking, la controvertida técnica de fracturación hidráulica que ha destapado grandes reservas de petróleo y gas, a costa de seísmos y contaminación de acuíferos.
Otro rasgo superlativo de la personalidad de Icahn es que tiene una necesidad casi patológica de demostrar que él tiene razón. Primero a su padre, que nunca aprobó sus métodos. Ni los entendió. Cuenta Icahn que una vez, siendo ya anciano, fue con una libreta a que le explicase qué es lo que hacía y por qué ganaba tanto dinero. Cuando habla de él, lo suele hacer con unas gotas de sarcasmo. «Nací en Brooklyn y crecí en Queens, barrios duros. Mi padre era un cantante de ópera frustrado que se resignó a cantar en un coro. El hecho de que fuese un ateo dogmático no lo ayudó exactamente a avanzar en su profesión y después de unos años se convirtió en profesor sustituto. Mi madre también trabajó como profesora. Fui a la escuela pública. Y luego a la Universidad de Princeton. Mi madre quería que fuese médico, así que después de licenciarme en Filosofía, en 1957, fui a la Escuela de Medicina. Enseguida me di cuenta de que no era lo mío. Y tras dos años me alisté en el Ejército. Poco después volví ansioso a Nueva York y empecé mi carrera en Wall Street».
Que un chico judío de barrio estudiase en Princeton es una hazaña de la que Icahn siempre ha presumido. Y más teniendo en cuenta que su padre solo le pagó la matrícula. «No tenía para comer ni dónde dormir. Pero en verano trabajaba como chico de mantenimiento en unas cabañas de playa en Long Island. Compraba grandes cantidades de hielo para vendérselo a los clientes en los días calurosos. Y por las noches jugaba al póker con los dueños. Me compré tres libros, estudié el juego y los desplumé». Cuatro mil dólares que le sirvieron para pagarse manutención y estancia durante su vida académica en la élite.
Su talento para las matemáticas y el enchufe de un pariente le abrieron las puertas de la compañía Dreyfuss en 1961, donde destacó como corredor de Bolsa y se hizo con una buena cartera de clientes. Pero Icahn siempre quiso volar solo. Y en 1968 fundó su propia compañía. Dio la campanada con la adquisición de la Trans World Airlines (TWA) en 1985, en lo que se ha calificado como una de las acciones más rastreras de la historia del capitalismo moderno, pero que creó escuela. Celebró la compra eufórico, poniéndose un uniforme de piloto. Lo que hizo Icahn fue pedir un gran préstamo para comprar la línea aérea y luego trocearla e ir vendiéndola para devolverlo mientras se hacía de oro. Lo liquidó todo, desde los aviones hasta las carritos de las azafatas. Y mandó a miles de empleados al paro. Nostálgico, todavía conserva la maqueta de un Boeing con el logo de TWA en su despacho.
La fama de carroñero lo acompaña desde entonces. La web Salon.com lo coloca entre las diez peores personas que aparecen en la lista Forbes de millonarios. Para él es injusto. «Le encanta ganar, y le encanta el dinero, pero ganarlo solo es una forma de demostrar que por fin se le reconoce lo que vale y lo que ha conseguido», explica el inversor de capital riesgo Leon Black, fundador de Apollo Global Management, un gigantesco fondo 'buitre'.
Pero él no se considera un buitre. él suele fijarse en empresas que suelen estar muy vivas y saludables, aunque infravaloradas. Es un depredador corporativo. Hace acopio de un buen montón de acciones y se lanza a por el consejo de administración; critica, influye, presiona, amenaza con un motín de accionistas... Es lo que hacía en los ochenta y lo que vuelve a hacer ahora, poniendo en la picota a los perplejos presidentes de las compañías por las que apuesta, poco acostumbrados a recibir collejas. No es solo una manera de negociar, hay algo muy íntimo. Una animadversión personal hacia los altos directivos. «Mercenarios como Goldman Sachs», despotrica cuando recuerda los viejos tiempos, en los que una legión de abogados y banqueros intentaban pararle los pies con tácticas igual de discutibles que las suyas. En última instancia y cuando se veían perdidos, los consejeros recurrían al 'paracaídas dorado', asegurándose jugosísimas indemnizaciones y despidos millonarios antes de recibir la patada. Otra práctica que ha perdurado.
Icahn tiene dos hijos treintañeros de su primer matrimonio: Brett y Michelle. A Brett lo educó a su imagen y semejanza. Lo ha tenido once años en la empresa y lo trató como a un empleado más. «Tienes que empezar desde abajo y sin ventajas», le dijo. En cierta ocasión, Brett le pidió 300 millones para un negocio. Papá Icahn dijo nones. Aprendió la lección y, como le sucediera a su padre, cuando supo de qué iba la historia, voló solo. Ahora tiene su propio fondo de inversiones e incluso le ha mojado la oreja a su progenitor en una ocasión, ganando más que él en el forcejeo con la dirección de Netflix, la empresa de streaming. Y eso que él ganó 800 millones. «Siempre fue un chico receptivo y atento. Y heredó mi cinismo sobre Wall Street», se vanagloria. Y le queda Michelle, que iba para maestra de escuela, como su abuela, pero que tiene el gen de los negocios en la sangre y se ha unido a la firma. Así que Icahn puede descansar tranquilo. Pero no lo hará.
Los ceo en la diana de Icahn
TIM COOK. Apple. Con Tim Cook lleva forcejeando meses. Le deja recados en Twitter. El mensaje: «Apple no es un banco y tiene mucho dinero, ¡que lo repartan!». Cook ha anunciado que recomprará a sus accionistas en 2014 un tercio de lo que pedía Icahn. El magnate parece conforme... de momento.
JERRY YANG Yahoo! La batalla en 2008 entre el fundador Yahoo!, Jerry Yang, e Icahn fue titánica. «Allí donde va el tiburón, la acción se hunde», se mofó Yang. Pero Icahn compró 60 millones de acciones a 24 dólares y al mes las vendió a 33. ¡Qué más le daba lo que pasase después!
JOHN DONAHUE. ebay. Las nuevas camadas de ejecutivos ya no tiemblan ante su presencia como en los ochenta. Nada más desembarcar en eBay, Icahn le recomendó a John Donahue que el servicio de pagos de PayPal se independizase. Más que una sugerencia fue una orden. Donahue se encogió de hombros y le plantó cara.
REED HASTINGS. Netflix. El presidente de Netflix le advirtió tras comprar el diez por ciento de la compañía y de presionarlo para que se repartiesen dividendos: «Si quieres guerra, la tendrás». Hastings recurrió a una maniobra de bloqueo. Pero no pudo impedir una retirada gloriosa de Icahn: en enero se embolsó 800 millones.
MICHAEL DELL. Dell. El verano pasado se querelló contra Dell para impedir que el fundador de la compañía de ordenadores la privatizase. Icahn, que controlaba el 9 por ciento, acabó rindiéndose. «He perdido», reconoció. Pero luego tuiteó que retiraba la demanda porque tenía «cosas mejores que hacer con los 2000 millones» ganados en la venta de sus títulos.
domingo, 23 de febrero de 2014
EN PRIMER PLANO, Despertar después de días en coma,./ A FONDO, CARL ICARHN, EL AUTÉNTICO LOBO DE WALL STRET ( AUNQUE NO LO PAREZCA ).
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