ME RESBALA - AQUEMARROPA ¡ QUE TIEMPO TAN FELIZ ! - EL ALQUIMISTA DE LOS SONIDOS, PHILIP GLASS, fotos.
El alquimista de los sonidos
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Philip Glass, padre del minimalismo, narra en sus memorias su afán por ser un gran músico contra viento y marea,.
Para Philip Glass (Baltimore, 1937), la música «es alquimia», además de «un lugar» y «un pensamiento». Lo dice uno de los grandes músicos contemporáneos, que llegó a la cima contra viento y marea. Fue fontanero, taxista, obrero en una fábrica de clavos y mozo de mudanzas para poder cumplir su sueño. Nunca cejó en su empeño, pero solo superados los cuarenta años comenzó su ascenso hasta erigirse como uno de los genios del minimalismo. Una carrera de obstáculos vencidos a base de talento y tesón que relata en ‘Palabras sin música’, sus memorias nada minimalistas que Malpaso publica en España.
«Mi cerebro es música», afirma un Glass dotado para la palabra y que se descubre como un eficaz narrador, un agudo cronista. Un observador atento al detalle que rescata sus recuerdos para mostrar cómo su evolución personal jugó un papel crucial en el desarrollo de su música.
«La música y la ópera son como un sueño que transforma en oro lo ordinario en un proceso que está al alcance de muy pocos», aseguraba este alquimista de los sonidos ante el estreno mundial de ‘El americano perfecto’, la opera que dedicó a Walt Disney, en el Teatro Real de Madrid en 2013. Explica ahora en sus memorias que «piensa música», que la siente «como un lugar concreto» y que sus innovaciones parten «del respeto y el conocimiento de la tradición».
Asegura que la música «es un lugar, tan real como Chicago o cualquier otro sitio que se le pueda pasar a uno por la cabeza, con todos los atributos de la realidad (profundidad, olor, memoria)». Utiliza la palabra ‘lugar’ de manera poética, «pero lo que quiero transmitir es la solidez de la idea». «Un lugar es una manera de destacar una determinada visión de la realidad. Puedes fijar y llamarla ‘lugar’ para regresar a ella», dice.
Autor de veinticinco óperas, ocho sinfonías, una veintena de ballets y un sinfín de bandas sonoras, como la serie ‘Qatsi’ de Godfrey Reggio, ganador de un Oscar por ‘Las horas’, Glass lleva casi cinco décadas componiendo y no le hace ascos a ningún género. Junto a Steve Reich, Terry Riley y La Monte Young, es uno de los padres de la música minimalista, pero él es el más original y relevante del grupo.
El menor de los tres hijos de una familia judía de Maryland, su madre era bibliotecaria y su padre regentaba una tienda de discos. «Sabía que la música era mi camino», dice Glass, que aprendió a tocar la flauta de crío y se las tuvo que ver con su madre. «Si te vas a Nueva York a estudiar música, acabarás como tu tío Henry, malgastando tu vida, yendo de ciudad en ciudad y viviendo en hoteles», le amenazó Ida Glass recordando la atrabiliaria vida de su hermano, batería nómada. No fue un freno para alguien que se ufana de tener muy desarrollado «un magnífico gen, el gen ‘me-da-completamente-igual-lo-que-pienses’».
Tras graduarse en la Universidad de Chicago y completar estudios en Europa, en un viaje iniciático a la India se convirtió al budismo. Antes de hacerse un hueco en la escena neoyorquina trabajó en mil oficios. «Nunca me molestó ganarme la vida como buenamente pude. Fue bueno», escribe. Los 24 años de trabajos de supervivencia «nunca me pesaron». «Mi curiosidad por la vida se impuso sobre cualquier menosprecio que pudiera haber tenido hacia el trabajo», asegura Glass.
Todo cambió en 1978, cuando con 41 años la Netherlands Opera le encargó ‘Satyagraha’, ópera sobre Gandhi. Con ‘Einstein en la playa’ (1976) logró el reconocimiento internacional e inició una singular trayectoria que alternó iconoclastas composiciones, colaboraciones con el director teatral Robert Wilson y partituras para películas como ‘Koyaanisqatsi’ (1982) y ‘Las horas’ (2002). Ha dedicado óperas a otros grandes genios como Galileo (‘Galileo Galilei’), Franz Kafka (‘El proceso’) o Walt Disney (‘El americano perfecto’).
TITULO: REVISTA CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO - El TSJEx confirma el despido de una cocinera que tiró un cubierto a una clienta ·
REVISTA CAMPO - TAPAS Y BARRAS - UN PAIS PARA COMERSELO -El TSJEx confirma el despido de una cocinera que tiró un cubierto a una clienta · fotos.
El TSJEx confirma el despido de una cocinera que tiró un cubierto a una clienta,.
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La sentencia aprueba la decisión de la empresa porque la trabajadora no justificó su falta al trabajo y además habló mal a su jefe y a sus compañeros,.
Faltar al trabajo sin justificarlo, lanzar un cubierto a un cliente y faltar al respeto al jefe son motivos suficientes para justificar un despido disciplinario. Ésa es la tesis que defiende la sala de lo social del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura (TSJEx) para respaldar la medida disciplinaria tomada por el restaurante Alforno de Badajoz contra una trabajadora que solicitó a este órgano judicial la anulación de su despido.
El proceso judicial al que ahora se da respuesta se inició después de que una mujer que trabajaba como cocinera en ese local desde el 3 de septiembre de 2012 y que recibía un salario mensual de 780,63 euros mensuales fuese despedida el 26 de febrero del año pasado.
Ese día, la empresa le comunicó su salida, entre otras razones porque no justificó su ausencia al puesto de trabajo el día 4 de diciembre de 2015 y, además, se presentó tarde el día 5 de diciembre (debía entrar a las 12.30 horas pero llegó a las 13.03), dándose la circunstancia de que cuando el gerente del local le pidió explicaciones, la cocinera «reaccionó de manera agresiva» diciéndole «¿y qué coño quieres que haga?¿dime de dónde coño quieres que saque el dinero para venir a trabajar».
El comunicado del despido recoge un tercer incidente, denunciado en esta ocasión por una clienta del establecimiento que rellenó una hoja de reclamaciones para dejar constancia de que cuando pidió un cubierto a esta cocinera la empleada le tiró el cubierto a la mesa a la vez que le decía que «se quería ir a su puta casa» y que estaba «harta de que la gente le molestara a última hora».
Comenzó a gritarEsa acusación fue corroborada por una compañera de trabajo y cuando la cocinera conoció el contenido de la reclamación «empezó a gritar en el local diciendo que todo era mentira y dio patadas a las sillas del restaurante así como varios empujones a la puerta del local».
El restaurante consideró que estos tres hechos «constituyen un profundo incumplimiento de los más elementales deberes laborales y denotan una conducta totalmente desleal merecedora del mayor de los reproches», razón por la procedieron al despido disciplinario.
En un primer momento, la cocinera demandó a la empresa ante el juzgado de lo social número 3 de Badajoz, que después de tener conocimiento de lo sucedido sentenció que fue adecuada la decisión tomada por el restaurante. Tras ese revés judicial, la cocinera interpuso un recurso de suplicación ante la sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia de Extremadura en el que exponía que la decisión tomada por la empresa no era proporcional a los hechos cometidos.
No opina lo mismo el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura, cuyo tribunal entiende que los hechos cometidos por la trabajadora reúnen los requisitos necesarios para ser considerados graves (faltar uno o dos días al trabajo sin causa justificada, el uso de palabras irrespetuosas o injuriosas de forma habitual durante el servicio) o muy graves (la falta grave al respeto y consideración al empresario así como a los demás trabajadores y público en general).
El recurso de la cocinera también defendía que esas actitudes inadecuadas habían sido motivadas por una enfermedad mental diagnosticada.
Por este motivo, aportó un informe clínico de la Unidad de Salud Mental de Badajoz en el que se indica que entre el 4 de diciembre y el 28 de diciembre de 2015 padeció un trastorno adaptativo mixto, y que desde el 25 de enero hasta el 19 de mayo de 2016 sufrió un trastorno de ansiedad. En este caso, el tribunal no pone en duda el contenido del informe médico, pero sí afirma que esa «incapacidad temporal» no se daba cuando sucedieron los hechos. «La prueba es que estaba trabajando, resultando, en cambio, probado, que una de esas situaciones terminó ocho días antes y otra empezó veinte días después, sin que tampoco conste que durante la comisión de los hechos estuviera afectada por ningún brote o síntoma de su enfermedad». Con estos argumentos, el TSJEx desestima el recurso y da la razón a la empresa.
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