El domingo -25- noviembre a las 18:00 por La Sexta, fotos,.
El guardián del 'far west' español ,.
El Mar Menor se salva de la muerte... de momento
En la frontera con Portugal hay una barrera invisible e insalvable para los buitres. Es un muro que no se ve desde el aire, pero las aves necrófagas chocan contra él como las golondrinas que se estampan contra el cristal de una ventana. El mapa que dibujan los millones de puntos GPS de los emisores que los científicos les ponen a ambas especies carroñeras -buitre negro y leonado- transforma una frontera política en una barrera ecológica. Los buitres no quieren cruzar a Portugal. Estos resultados -publicados este año por el equipo del investigador de la Estación Biológica de Doñana José Antonio Donázar en la revista Biological Conservation- responden a un motivo sociopolítico más que ecológico, pero cuentan la historia de cómo el empeño de científicos y naturalistas a pie de campo pueden doblar el brazo de hierro de Bruselas en algunos casos y hacer que levante el pie del cuello de algunas especies amenazadas.
En el año 2001, tras la crisis de las vacas locas, la Comisión Europea prohibió el abandono en el monte de los cadáveres de ganado. Tenían que ser quemados o enterrados. Esa medida puso contra las cuerdas a las aves que se alimentan de la carroña, entre las que se encuentran algunas en peligro de extinción como el buitre negro o el quebrantahuesos. Esto impulsó una fuerte reacción de investigadores, ecologistas y técnicos locales de la Administración para explicar en Bruselas el daño que hacía esa medida a la biodiversidad en la península Ibérica. Y la UE reaccionó: en 2005 comenzó a flexibilizar la legislación, aflojó la mano y estas aves pudieron respirar de nuevo. Pero sólo en los países donde se quiso hacer algo por estos animales. Las nuevas leyes no eran de obligado cumplimiento. Así que Portugal continúa anclada en una política muy restrictiva con los cadáveres heredada de aquella crisis sanitaria de hace 20 años y España no. De ahí esa barrera invisible que se levanta centenares de metros sobre la superficie de ambos países.
Pero en tierra, ese muro imaginario aún se está derribando con el trabajo de lucha y de conservación de un puñado de héroes anónimos que llevan años tratando de romper esa frontera ecológica entre ambos países. Carlos Sánchez es uno de ellos, quizá el que más ha hecho por defender y conservar los valores naturales del Oeste Ibérico, esos cerca de 2,5 millones de hectáreas en las que Portugal y España se mezclan desde los Arribes del Duero hasta la Sierra de San Pedro en Cáceres.
Él ya campaba en estas fincas en sus primeras correrías naturalistas antes de cumplir los 18. Aunque vivía en Santander, las raíces familiares de su padre estaban en la Sierra de Gata, en pleno corazón del far west español. Así que la defensa y puesta en valor de este espacio natural olvidado y remoto ha estado siempre en su cabeza, desde los años en los que se integró de muy joven en la Sección Naturalista de la Asociación de Amigos de Ciudad Rodrigo (Sena) hasta el momento -hace 25 años- en el que creó la Fundación Naturaleza y Hombre desde la que pelea en la actualidad por este cuartil español que apenas sale en los telediarios.
Su empeño ha sido siempre conservar esa identidad ecológica labrada durante siglos de matrimonio entre la actividad humana -ganadera y agrícola- y biodiversidad salvaje. Pero protegiéndola de la sobreexplotación, de la cortedad de miras y de la avalancha de cerdos de pata negra cuyo jamón de bellota se vende a precio de oro en Madrid o en Barcelona, pero que apalean con una crueldad excesiva a las dehesas de encinas de Salamanca o Cáceres.
Y no es una cuestión de presencia, si no de número. "Esto era una finca ganadera que sólo buscaba rentabilidad económica y el propietario metía todo el ganado que podía", cuenta Carlos Sánchez mientras recorre la finca de Campanarios de Azaba, en la frontera salmantina con Portugal. "Aquí lo que hemos hecho es una desintensificación de la actividad ganadera para regenerar la dehesa y recuperar la biodiversidad".
El paisaje cambia nada más cruzar la valla de las 600 hectáreas de la reserva biológica que protegió la fundación que dirige Sánchez hace ya casi 10 años. La dehesa, en las fincas vecinas limpias como una alfombra entre pie y pie de encina (Quercus ilex), aún se deja intuir entre la vegetación que se está regenerando bajo la sombra de los árboles más viejos. Pero hay que alejarse y mirarla desde lejos. En primer plano, las retamas y las encinas pequeñas que le prometen un futuro a ese bosque mediterráneo distraen demasiado como para acordarse de que, hace años, aquello era un tapiz comido y pisoteado por el ganado.
El proyecto ha sido un éxito rotundo, y prueba de ello es el Premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad que recogió ayer Carlos Sánchez de manos del presidente de la entidad, Francisco González. Pero para ello ha tenido que centrar los esfuerzos en la propiedad privada. La mayor parte de su actividad se centra en fincas compradas por su propia fundación -como la de Campanarios de Azaba u otra de 500 hectáreas en la Sierra de Gata y en la que hay más de 40 nidos de buitre negro- gracias a fondos europeos y de donantes privados que han entendido la necesidad de crear estas reservas para la biodiversidad. Uno de ellos fue el también salvador de Doñana, Luc Hoffman, el multimillonario propietario de los laboratorios Roche y mecenas de la Fundación MAVA dedicada a financiar proyectos de conservación de la naturaleza por todo el mundo, quien de hecho visitó con su familia la Reserva Biológica de Campanarios durante una semana poco antes de morir y quedó fascinado. De hecho, la recuperación de la zona la convirtió en poco tiempo en la primera reserva entomológica -de insectos¬- de España.
Pero Sánchez también hace esa labor de gestión sostenible en otros espacios privados mediante acuerdos de custodia del territorio con sus propietarios. La fundación que dirige Sánchez gestiona en la actualidad más de 13.000 hectáreas y ha creado el llamado Club de Propietarios en esta mancha natural que compone el Oeste Ibérico -incluidos algunos espacios en Portugal- para poner fin a los problemas ambientales asociados a las actividades agrícolas, ganaderas y cinegéticas: creación y restauración de charcas, rejuvenecimiento de la dehesa, mejora de bosques de ribera, reducción de los efectos de la seca o aportes de carroña en muladares para el buitre negro.
Para entender en profundidad el objetivo último del proyecto de este rincón de España es necesario conocer primero su contexto social y económico. El far west español es una zona marginal, deprimida, históricamente maltratada en lo económico y en lo social. Es demasiado extenso, poco fértil, con un clima duro, alejado de las grandes capitales, sin centros económicos o demográficos destacados y administrativamente dividido en dos naciones. La ecuación perfecta para la despoblación: apenas tiene una densidad de población de 20 habitantes por kilómetro cuadrado (Madrid tiene casi 5.400). En el pueblo de Espeja, el más cercano a la reserva, sólo hay siete niños en la escuela y en 2016 el colegio no pudo ni siquiera comenzar el curso porque no se llegaba al mínimo de cuatro alumnos.
Este es el escenario en el que trabaja Carlos Sánchez en el Oeste Ibérico. El declive rural ha hecho que se vaya la gente joven. «En estos pueblos falta una generación», cuenta. El territorio se ha abandonado donde no es rentable y donde la ganadería aún supone una forma de vida se ha optado por la intensificación, en ocasiones excesiva. Pan para hoy y hambre para mañana. La falta de regeneración de la dehesa de la que se alimentan los cerdos ibéricos, que de por sí es un bosque anciano, la hace especialmente susceptible a enfermedades como la seca, que avanza por estos árboles centenarios y por estas dehesas desarmadas sin una sola oportunidad de sobrevivir.
Esta realidad social tan dura tiene su contrapartida positiva para la naturaleza. La baja densidad de población y la poca presión que impone la falta de infraestructuras de comunicación permite que aún se conserven niveles de biodiversidad excepcionales. Para Sánchez, la gestión sostenible de estos bosques es la única manera de evitar estos dos extremos, el abandono y la intensificación de la ganadería. Si se va a explotar un territorio, que se garantice que se podrá seguir explotando en el futuro; y si ha quedado despoblado, habrá que encontrar una forma de mantenerlo, evitar riesgos como los incendios forestales y obtener una rentabilidad económica.
El ecoturismo es la vía que ha encontrado Sánchez para convertir la falta de recursos en una oportunidad para la zona. Campanarios de Azaba es uno de los mejores lugares para avistar especies como el buitre negro, la gineta, el milano real, la cigüeña negra o la garduña, entre muchas otras. Un lodge y una red de hides para avistar y fotografiar especies ya ha empezado a dar sus frutos y la afluencia de naturalistas (sobre todo centroeuropeos) es casi constante a lo largo del año y supone una nueva fuente de financiación para la fundación que dirige Sánchez. Una nueva oportunidad sostenible para la zona deprimida a ambos lados de la frontera. Y una nueva forma de mirar al mundo rural que podría servir para derribar ese muro invisible que separa España y Portugal.
TITULO: ESPAÑOLES POR EL MUNDO -Hamelin, una leyenda hecha ciudad,.
Hamelin, una leyenda hecha ciudad,fotos.
Hay
lugares que solo con nombrarlos remueven una parte de nosotros que se
relaciona con la infancia, con esa época de ilusión, de curiosidad
infinita, de creer en todo aquello que nos contaban.
También,
hay lugares que están asociados a un hecho histórico significativo,
para bien o para mal y luego, están aquellos otros que han quedado
grabados en el acervo cultural universal y cuando tienes la oportunidad
de visitarlos, toda aquella magia de la infancia vuelve de nuevo a
inundar tu corazón.
Eso es lo que nos ha pasado en nuestro roadtrip
por Alemania, hemos pisado localidades de leyenda, zonas históricas y
ciudades patrimonio de la humanidad, pero por encima de todas ellas, nos
topamos sin planificarlo con las huellas que dejaron los hermanos Grimm
a través de localidades de la Baja Sajonia. ¡Bienvenidos a nuestro
emocionante paseo por Hamelín, una ciudad de cuento!,.
El flautista de Hamelín, cuento de los hermanos Grimm
“Érase
una vez una alegre localidad donde todos sus vecinos vivían en paz. De
repente, un día, centenares y centenares de ratas hacen acto de
presencia acabando con la paz aldeana.
Los
habitantes hacen todo lo posible para eliminarlas, pero sus actos son
inútiles por lo que piden al alcalde que haga alguna cosa para combatir
la plaga. A pesar de la intervención del alcalde no hay nada que consiga
acabar con ellas.
Una
soleada mañana aparece en Hamelín un extraño hombre vestido de alegres
colores. El personaje hace una propuesta al alcalde: “yo me encargo de
las ratas a cambio de una recompensa”, el alcalde y los aldeanos aceptan
y deciden dotar al extraño con una buena suma de dinero si consigue
ahuyentar a los animales.
El
personaje, que lleva una flauta como único equipaje, comienza a tocar
una extraña melodía. A su paso las ratas salen de las casas, de las
tiendas, de las alcantarillas, le siguen hipnotizadas hasta las afueras
de la ciudad y allí caen al río Weser y desaparecen ahogadas.
El
flautista regresa para cobrar su recompensa, pero el alcalde le niega
lo pactado y le dice que el trabajo no ha supuesto ningún esfuerzo y por
lo tanto, no se merece ninguna recompensa, el extraño personaje se
marcha.
Días
más tarde, mientras el pueblo se prepara para una fiesta, el flautista
regresa y hace sonar su flauta. La melodía en esta ocasión causa
estragos entre los niños que sin saber por qué comienzan a seguirle. Los
aldeanos no saben cómo pararlo.
El
flautista toca ahora una extraña melodía y ciento treinta niños
desaparecen ante los ojos impávidos de los mayores. Solo tres consiguen
salvarse, un cojo que no puede seguir el ritmo, un sordo que no escucha
la música y un ciego que no puede ver hacia dónde van.
Este es un resumen del cuento Der Rattenfänger von Hameln
(El cazador de ratas de Hamelín) que en castellano fue traducido como
El flautista de Hamelín, escrito por los hermanos Grimm basándose en una
antigua leyenda del siglo XIII.
El encuentro con el cuento
Hemos llegado hasta Alemania en nuestro propio coche desde Barcelona. A lo largo de veinte días viviremos un interesante roadtrip que nos llevará por Francia, Luxemburgo, Bélgica y Alemania.
La localidad de Dörentrupp, donde reside nuestra couchsurfer, será el campamento base desde el que hemos planificado las diferentes visitas y rutas.
Será una casualidad las que nos lleve hasta Hamelín. Mientras realizábamos una ruta cercana a la casa de nuestra couch,
Larissa, un cartel llama nuestra atención. Hameln indica la flecha
amarilla. Mi cabeza de repente se ilumina ¿Hameln=Hamelín?, enseguida le
pregunto a Larissa.
Ella
confirma mi correlación ¡exacto, Hameln es la localidad del flautista!
Acto seguido, planificamos una escapada para conocer la localidad e
inmiscuirnos en la ruta de cuento de los hermanos Grimm.
Hamelín
es una de las localidades que forma parte de la interesante ruta de
cuento de los hermanos Grimm y se encuentra en la región de la Baja
Sajonia alemana, muy bien conectada por autopistas, carreteras
nacionales y transporte público.
La ciudad con el aeropuerto más cercano es Hanóver, conectada con Hamelín por Sbahn,
que son como los cercanías españoles. Berlín queda a tan solo tres
horas de tren y a unas cinco horas en autobús (para aquellos que quieran
ahorrar algo en el billete), por lo que supone una interesante escapada
si viajas la capital alemana.
Nuestro paseo por Hamelín
Iniciamos
la visita en la sede de la promoción turística de la ciudad porque aquí
han superado la vieja concepción de oficina de turismo elevando el
concepto a todo un proyecto de marqueting de ciudad.
El
imponente edificio de turismo contrasta con el delicado y medieval
casco antiguo, repelto de casas de cuento, pero es el lugar idóneo para
recopilar información sobre los puntos a visitar y las opciones
culturales.
Al lado de la oficina se sitúa un parque municipal (Der Bürgergarten),
ideal para descansar, hacer un picnic improvisado (si el día lo
permite) o tomarle el pulso a la ciudad desde un punto de vista local,
ya que hasta aquí se desplazan los habitantes para realizar actividades
al aire libre.
Repletos de interesante información retomamos el paseo
por Hamelín. La mejor manera y más divertida de conocer la ciudad es
seguir a las ratas, suena mal, pero cuando miras al suelo entiendes que
en Hamelín, se les tiene mucho cariño a estos animalitos. ¡Solo queda seguir su rastro para adentrarte en una ciudad de cuento!
Para demostrar su amor por estos “odiados” animales, ¡Hamelín cuenta con un musical propio, Rats! No es tan conocido como el famoso Cats, pero aquí se sienten muy orgullosos de él.
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