EL PAPEL HIGIENICO ROJO - El Museo del Prado se autorretrata ,. fotos,.
El Museo del Prado se autorretrata ,.
La pinacoteca celebra su bicentenario con un paseo por la Historia: una emocionante exposición que los Reyes inaugurarán el próximo lunes.
«El Prado es más importante que la Monarquía y la República juntas», decía Manuel Azaña. Otro grande, Ramón Gaya,
escribió durante el exilio, en 1953, un ensayo sobre el museo, que
tituló «Roca española». En él confesaba que, estando lejos de España, el
Prado nunca se ve como un museo, sino como una especie de patria.
«Patria, en el sentido de un lugar que genera sentimientos de
pertenencia, objeto de orgullo colectivo y depositario principal de la
memoria de la Historia de España». «Eso es lo que ha generado el Prado
durante 200 años», advierte Javier Portús, jefe de Conservación de Pintura Española (hasta 1700) del museo y comisario de la exposición conmemorativa del bicentenario, «Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria», que el lunes inaugurarán los Reyes, dando así comienzo a un año de celebraciones. Reúne 168 obras (34
de otras instituciones nacionales e internacionales). «El Prado ha sido
algo más que un simple contenedor de pinturas y se ha convertido en un
lugar en el que hemos encontrado ocasiones para reflexionar sobre
nosotros mismos, nuestro pasado o sobre la condición humana», dice
Portús.
Pacto de Estado
Orgullo, prestigio, bien común, patrimonio colectivo.
Son ideas asociadas a este lugar de memoria que es el Prado. Hay pocas
instituciones en España, por no decir ninguna, que concite unánimemente
tanto consenso. De hecho, es lo único en lo que se han puesto de acuerdo
todos los partidos políticos: hay un pacto de Estado por el que el Prado «no se toca». «Desde el principio ha sido uno de los mayores tesoros del país, del que podemos sentirnos más orgullosos», apostilla Portús.
El
primer proyecto para la exposición conmemorativa del bicentenario quedó
descartado, al parecer, por unos préstamos del Louvre que fueron
rechazados. No hay mal que por bien no venga. Ha sido un acierto,
pues ésta es la exposición que el museo tenía que hacer en su
aniversario: un paseo por su historia, un emotivo autorretrato. Y nadie
mejor para comisariar esta exposición que Javier Portús, quien tiene
todo el Prado metido en su cabeza y ha hecho un espléndido trabajo a
contrarreloj.
Donaciones y legados
La muestra no sólo es un viaje a la historia del Prado a través de sus principales hitos (su
paso de colección real a museo nacional, la incorporación de un millar
de obras del Museo de la Trinidad, la desamortización de 1835, el
expolio en la Guerra de la Independencia, los depósitos por toda España,
su profesionalización), sino que rinde homenaje a todas aquellas
personas que han hecho importantes donaciones y legados contribuyendo a
enriquecer sus fondos. Entre los grandes mecenas del
Prado, nombres como Pedro Fernández Durán, Francesc Cambó, Pablo Bosch,
el duque de Alba, Plácido Arango, Ramón de Errazu, la familia Várez
Fisa... Se exhibe una destacada selección de obras, desde la primera que
se donó (el sobrecogedor «Cristo crucificado» de Velázquez) a lienzos
de Goya, Botticelli, Fra Angelico, Van der Weyden, Memling... Caso
aparte merece la duquesa de Villanueva, a quien habría
que hacerle un homenaje: rompió un cheque en blanco de un coleccionista
americano y donó al Prado dos Velázquez, a cambio de que permanecieran
en el museo. Son los retratos de Diego del Corral y Arellano y Antonia
de Ipeñarrieta. Ambos cuelgan en la muestra.
Uno de los apartados de la exposición está dedicado a la República y la Guerra Civil.
Es la única sala de la muestra en la que no hay pintura. Cuelgan dos
grandes fotografías. En una vemos a un grupo de espectadores
contemplando «Las Hilanderas» de Velázquez, pero no están en el museo,
sino en Cebreros (Ávila). La República llevó copias de obras del museo a
más de 170 poblaciones españolas. Son las llamadas Misiones
Pedagógicas. A su lado, una instantánea de la sala IX del museo vacía y
con la huella en sus paredes de los cuadros ausentes. Cayeron nueve bombas sobre el Prado el 16 de noviembre de 1936.
Un proyectil impactó en la cubierta de la rotonda, hubo destrozos en la
sala italiana del siglo XVIII, en la sala Velázquez... Algunos no
llegaron a explotar. No se conservaron, pero un particular donó al museo
un proyectil que cayó en las inmediaciones del museo.
Hay también material que recuerda la evacuación de las obras del Prado a Ginebra,
la exposición que se celebró en la ciudad suiza en 1939 y el regreso a
España de este tesoro. Con el dinero conseguido por la venta de entradas
a la muestra de Ginebra y los catálogos se adquirió «San Andrés y San
Francisco», del Greco, presente en la exposición. «La marcha de las
obras del Prado a Ginebra y de Machado a Colliure son dos símbolos de la
Guerra Civil –comenta Javier Portús–. El Prado se convirtió para los
exiliados en el cordón umbilical que les unía a España».
Defensa del Patrimonio
Uno de los temas fundamentales de la exposición es la idea de patrimonio, explica Portús. Recuerda que en 1779 Carlos III
prohíbe a través de una Orden exportar obras de Murillo y otros
artistas españoles, que tuvo como hito fundamental la Constitución de
1931, «la primera europea en la que hay una mención específica al
patrimonio y las obligaciones del Estado hacia el patrimonio común. Dos
años después, en 1933, se aprueba la ley de Patrimonio,
también pionera en Europa y que en España está en funcionamiento hasta
1985, cuando se aprueba la ley actual». En la exposicion están presentes
la Orden de 1779 y las leyes de Patrimonio del 33 y el 85. Junto a esta
última, «La condesa de Chinchón» de Goya, que pudo comprar el Estado español, gracias al derecho de tanteo, por 4.000 millones de pesetas.
Hay diálogos muy intensos
a lo largo de la exposición: «La Maja desnuda» de Goya junto a «Desnudo
recostado» de Picasso; Fortuny copiando el «San Andrés» de Ribera,
Picasso haciendo lo propio con el «Felipe IV» de Velázquez... La
«Infanta Margarita» de Mazo (que en su día se atribuyó a Velázquez)
inspira obras de Sorolla, Merritt Chase y Sargent, que cuelgan junto a
ella. En otra pared, dos obras de Manet, artista que llegó a España en
1865 y quedó fascinado por el Prado y por Velázquez, a quien bautizó
como «el rey de los pintores». «La Inmaculada
Concepción de los Venerables» de Murillo luce junto a una pintura del
Salón Carré del Louvre, en el que colgaba dicha obra. Fue uno de los
trueques artísticos entre Francia y la España franquista.
Especialmente emotivo, el maravilloso «Cristo muerto sostenido por un ángel», de Antonello da Messina, junto a un estudio preparatorio del «Guernica»,
en el que una mujer llora desconsolada, al igual que el ángel, la
muerte de su hijo. «Si España ha podido ir aumentando su patrimonio y el
Prado su colección, es porque los españoles nos hemos dotado de
instrumentos legales para proteger ese patrimonio, como la posibilidad
de declarar inexportables algunos bienes y los derechos de tanteo y
retracto», explica Portús.
Arte moderno
Alguien
dijo que el Prado es un museo para los pintores y una meca para el arte
moderno. En sus orígenes acogió el arte contemporáneo, entre ellos
muchos artistas vivos, hasta que en 1898 se inauguró el Museo de Arte
Moderno. Hoy el Prado abre sus puertas a Renoir, Manet, Picasso, Miró,
Gris, Pollock, Motherwell, Hamilton u Oteiza, quienes revisitaron las
obras del Prado. Durante el franquismo, el Equipo Crónica «manipuló» «El caballero de la mano en el pecho», incluyendo un puño americano. Antonio Saura deforma la imagen de Felipe II, un símbolo para el franquismo.
Hay dos grandes ausencias: el «Guernica» y la «Dama de Elche», que en su día formaron parte de este museo. En realidad, hay una tercera, «Mujer en azul» de Picasso,
del Reina Sofía, que está prestada al Museo d’Orsay de París. Portús
hubiera querido confrontarla con «La Reina Mariana de Austria» de
Velázquez y «La Reina María Luisa con tontillo» de Goya, ilustrando así
la columna vertebral del arte español (Velázquez-Goya-Picasso), pero no
ha podido ser. Le queda esa espinita clavada al comisario. Los grandes
del arte del siglo XX peregrinaron hasta el Prado:
Francis Bacon, Lucian Freud, Joan Miró, Salvador Dalí, Andy Warhol...
como queda patente en imágenes presentes en la muestra. Y no sólo
artistas. También inspiró a pensadores como Foucault y Eugenio d’Ors
(que pasó «Tres horas en el Prado»), escritores como Buero Vallejo,
María Zambrano y Rafael Alberti.
«Las Meninas»,
cómo no, ocupan un lugar especial en la exposición, aunque el cuadro no
se ha movido de la Sala XII. «Se creó una pequeña sala, hoy
desaparecida, para exponer exclusivamente este cuadro –explica Portús–.
Había un balcón que la iluminaba por la misma zona donde está iluminada
en el cuadro. Había enfrente un espejo». Así se aprecia
en fotografías que cuelgan en la sala, presidida por «Las Meninas» de
Picasso. La exposición cuenta con un epílogo en el que se aborda la
actividad del museo (exposiciones temporales, el Prado online, proyectos
como «El Prado se toca» para invidentes...) y se exhiben varias
fotografías de Francesco Jodice, en las que aparecen visitantes del
museo. El Prado rinde homenaje al público, el gran protagonista de esta historia.
A la altura de la Historia
Miguel Falomir no oculta su emoción: «Soy un director orgulloso de su plantilla
y agradecido por el esfuerzo que ha hecho para que el museo esté a la
altura de su historia en estos 200 años. Esta exposición es visualmente atractiva, importante, necesaria y emocionante. Resulta difícil visitarla sin que se te haga un nudo en la garganta». Javier Portús ofreció una lección magistral
en la presentación de la muestra, que fue recibida con una de las
mayores ovaciones que se recuerdan en el auditorio del museo. Muy
merecida, por cierto.
Horas después saltó una triste noticia: había muerto Francisco Calvo Serraller, ex director de la pinacoteca. Falomir recordaba ayer que apenas dirigió el museo 200 días, entre 1993 y 1994, «pero su amor por él recorrió toda su vida.
Se identificó con lo que el Prado significaba como esencia de las
mejores virtudes de nuestro país. Como director del Prado solo puedo
expresar la orfandad en la que nos deja en este museo que tanto amó y
que, orgulloso, dedica la exposición a su memoria».
TÍTULO: EL D.N.I. - Francisco Calvo Serraller, el crítico como artista,.
EL D.N.I. -Francisco Calvo Serraller, el crítico como artista ,.fotos,.
Francisco Calvo Serraller, el crítico como artista,.
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