TITULO: La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA - Quiosqueros resistentes ,.
La hora de los Fósforos - La Cope - CARLOS HERRERA - Quiosqueros resistentes ,.fotos,.
Monte
Bianco es una cafetería-pastelería de Cáceres situada donde la calle
San Pedro empieza a hacerse plaza de San Juan. En Monte Bianco, entras
quemado porque es lunes, porque vas a la oficina, porque llevas tres
horas trabajando... Entras quemado y sales feliz porque sirven cafés con
sonrisas y frases de ánimo. Tú lo pides con leche, solo, cortado o
americano y viene con el sobre de azúcar y con unas palabras y un gesto
que te hacen olvidar que es lunes, que vas a la oficina o que llevas
tres horas trabajando.
En Monte Bianco, me encuentro algunas mañanas con el quiosquero de San Juan, que me comenta los artículos. «El de ayer, sobre la enseñanza en Portugal, un poco flojo», me dice sincero y a mí me encanta eso de que los quiosqueros de prensa sean críticos de periódicos con más fundamento que nadie. En ese quiosco de San Juan, se vendían hasta hace nada el Financial Times, el Corriere della Sera, el Herald Tribune, La Gazetta dello Sport, el Wall Street Journal y el Daily Telegraph, además de toda la prensa nacional y regional, pero la presencia poderosa de Internet ha acabado con esta antología de prensa europea.
La semana pasada, acompañé durante una visita a Cáceres a un diplomático japonés y me confesaba que él no se hacía a la prensa on line, que necesitaba el papel para comprobar cómo destacaba cada periódico las noticias y cómo las situaba en la página, algo que le parecía imprescindible para saber a qué atenerse y estar bien informado. Pero el caso de este diplomático nipón, aunque está más extendido de lo que parece, no deja de ser una excepción y el quiosco de San Juan ha prescindido de los periódicos europeos, aunque, afortunadamente, no ha cerrado y ahí sigue resistiendo y adaptándose a la remodelación de la más castiza de las plazas menores cacereñas.
Su caso, como el del diplomático, es excepcional. En Cáceres y en cualquier ciudad española, los quioscos lo pasan mal para aguantar y es una pena porque gracias a ellos y a sus periódicos aprendimos a leer críticamente, a interpretar y a entender el mundo y el entorno. Ese quiosco de San Juan lo llevó Pedro Olivenza hasta la segunda mitad de los 90 y después pasó a Gabriel Benítez.
No lejos de allí, en la calle Pintores, estaba otro clásico, el quiosco de Juan José Garrido Téllez, que fue de Eugenio Lido entre los 60 y los 90 del siglo pasado. Pero el quiosco de Pintores desapareció y fue la señal de que la calle más comercial de la ciudad había empezado a dejar de ser lo que era.
En la gran 'Calle Mayor' de Cáceres, desde la Cruz de los Caídos hasta la Plaza Mayor, los quioscos marcaban las etapas y los descansos. Empezabas y empiezas, junto a la Cruz, con el de Valentín Harto, abierto en 1970, que primero lo llevó su madre, Margarita, hasta 1988. Sin salir del paseo, justo antes de la fuente luminosa, había un quiosco que ya ha cerrado, el de Manuel Galán.
Cruzabas la doble calzada, dejando a la izquierda la fuente, y nada más volver a pisar el paseo, otro quiosco de prensa salía al encuentro. Era el de Rogelio Cordero, medio siglo vendiendo periódicos hasta que la vida dijo basta y con la vida se fue también uno de los puestos de prensa más importantes de la ciudad porque estaba en la ruta de los funcionarios hacia el Múltiples.
Afortunadamente, al final de Cánovas, nos encontramos con otro quiosco resistente, el de Julián y Guadalupe. Es el más antiguo de la ciudad. Empezó el padre, Fidel, en la plaza del Duque, en plena posguerra, después se trasladó a la Cruz de los Caídos y ahora se mantiene junto a las populares escaleras del Requeté, una tienda desaparecida hace años que fue nuestro Eroski de los 70.
Rogelio, Guadalupe, Gabriel... Quiosqueros resistentes en la 'Calle Mayor' de Cáceres. Gracias a ellos, a su capacidad para reinventarse, y a otros quiosqueros de los barrios y de las avenidas periféricas, podemos comprar cada día el periódico calentito y mantener la ilusión de que, en lo esencial, la ciudad no ha cambiado.
En Monte Bianco, me encuentro algunas mañanas con el quiosquero de San Juan, que me comenta los artículos. «El de ayer, sobre la enseñanza en Portugal, un poco flojo», me dice sincero y a mí me encanta eso de que los quiosqueros de prensa sean críticos de periódicos con más fundamento que nadie. En ese quiosco de San Juan, se vendían hasta hace nada el Financial Times, el Corriere della Sera, el Herald Tribune, La Gazetta dello Sport, el Wall Street Journal y el Daily Telegraph, además de toda la prensa nacional y regional, pero la presencia poderosa de Internet ha acabado con esta antología de prensa europea.
La semana pasada, acompañé durante una visita a Cáceres a un diplomático japonés y me confesaba que él no se hacía a la prensa on line, que necesitaba el papel para comprobar cómo destacaba cada periódico las noticias y cómo las situaba en la página, algo que le parecía imprescindible para saber a qué atenerse y estar bien informado. Pero el caso de este diplomático nipón, aunque está más extendido de lo que parece, no deja de ser una excepción y el quiosco de San Juan ha prescindido de los periódicos europeos, aunque, afortunadamente, no ha cerrado y ahí sigue resistiendo y adaptándose a la remodelación de la más castiza de las plazas menores cacereñas.
Su caso, como el del diplomático, es excepcional. En Cáceres y en cualquier ciudad española, los quioscos lo pasan mal para aguantar y es una pena porque gracias a ellos y a sus periódicos aprendimos a leer críticamente, a interpretar y a entender el mundo y el entorno. Ese quiosco de San Juan lo llevó Pedro Olivenza hasta la segunda mitad de los 90 y después pasó a Gabriel Benítez.
No lejos de allí, en la calle Pintores, estaba otro clásico, el quiosco de Juan José Garrido Téllez, que fue de Eugenio Lido entre los 60 y los 90 del siglo pasado. Pero el quiosco de Pintores desapareció y fue la señal de que la calle más comercial de la ciudad había empezado a dejar de ser lo que era.
En la gran 'Calle Mayor' de Cáceres, desde la Cruz de los Caídos hasta la Plaza Mayor, los quioscos marcaban las etapas y los descansos. Empezabas y empiezas, junto a la Cruz, con el de Valentín Harto, abierto en 1970, que primero lo llevó su madre, Margarita, hasta 1988. Sin salir del paseo, justo antes de la fuente luminosa, había un quiosco que ya ha cerrado, el de Manuel Galán.
Cruzabas la doble calzada, dejando a la izquierda la fuente, y nada más volver a pisar el paseo, otro quiosco de prensa salía al encuentro. Era el de Rogelio Cordero, medio siglo vendiendo periódicos hasta que la vida dijo basta y con la vida se fue también uno de los puestos de prensa más importantes de la ciudad porque estaba en la ruta de los funcionarios hacia el Múltiples.
Afortunadamente, al final de Cánovas, nos encontramos con otro quiosco resistente, el de Julián y Guadalupe. Es el más antiguo de la ciudad. Empezó el padre, Fidel, en la plaza del Duque, en plena posguerra, después se trasladó a la Cruz de los Caídos y ahora se mantiene junto a las populares escaleras del Requeté, una tienda desaparecida hace años que fue nuestro Eroski de los 70.
Rogelio, Guadalupe, Gabriel... Quiosqueros resistentes en la 'Calle Mayor' de Cáceres. Gracias a ellos, a su capacidad para reinventarse, y a otros quiosqueros de los barrios y de las avenidas periféricas, podemos comprar cada día el periódico calentito y mantener la ilusión de que, en lo esencial, la ciudad no ha cambiado.
TITULO: RADIO - TELEVISION - Cixí, la última gran emperatriz de China,.
RADIO - TELEVISION - Cixí, la última gran emperatriz de China, fotos.
Cixí, la última gran emperatriz de China,.
La emperatriz viuda Cixí ejerció el poder efectivo en China desde el año 1861 hasta su muerte en 1908.
La emperatriz oficial, Ci'an, no pudo darle a Xianfeng el heredero que necesitaba, algo que sí logró, en 1856, Cixí; gracias a su vástago imperial, ascendió del cuarto grado del concubinato al segundo. El emperador falleció en 1861, sucediéndole en el trono el hijo de la concubina, Tongzhi. Fue una muerte extraña y circularon numerosos rumores sobre una posible implicación de Cixí. El pequeño Tongzhi tenía sólo cinco años cuando accedió al trono, por lo que la concubina se vio investida como madre del nuevo emperador. Cixí fue nombrada Sikung –Emperatriz del Oeste–, mientras que la esposa oficial del fallecido fue bautizada como T´seungan –Viuda de Dignidad–, además del apelativo Tungkung –Emperatriz del Este–. Ambas se erigieron en tutoras del nuevo emperador-niño, aunque Cixí era la que gobernaba en realidad.
Cixí arregló un matrimonio para su hijo con la princesa mongola Ha-Lu-Te y delegó el poder en Tongzhi. Sin embargo, el joven emperador murió de viruelas muy pronto (1871), dejando otra vez el poder en manos de la antigua concubina. A la muerte de Tongzhi, su esposa estaba embarazada. Si ese niño hubiese nacido, la regente hubiera sido la princesa mongola y no Cixí, pero como la viuda de su hijo se suicidó, ya no hubo posible heredero. Muchas voces hablaron de un envenenamiento, que se convirtió en doble supuesto asesinato cuando falleció la otra regente, Ci'an.
El poder para los sobrinos
Con estas dos muertes, todo el poder cayó en manos de la antigua concubina, ahora emperatriz del Este y del Oeste. Cixí hizo elegir como sucesor en el trono a un sobrino de cuatro años y ella se erigió de nuevo en regente.Tras la Primera Guerra Chino-Japonesa (1894-1895), la emperatriz se arrepintió de esta decisión y eligió como heredero a un sobrino suyo nacido en 1905: Puyi, que sería el futuro Xuantong, el último representante de las 22 dinastías de emperadores.
Cixí murió el 14 de noviembre de 1908, no sin antes haber envenenado al emperador Guangxu para allanar así el camino de su elegido Puyi.
TITULO: EL TRANVÍA DEL TIEMPO - Desmadre en el tranvía del Besòs,.
EL TRANVÍA DEL TIEMPO - Desmadre en el tranvía del Besòs, fotos,.
Desmadre en el tranvía del Besòs,.
El incivismo y el fraude se extienden en el Trambesòs, donde patrullan sólo dos vigilantes - Los conductores denuncian amenazas y exigen más seguridad,.
Los conductores del tranvía del Besòs evitan cualquier trato con los usuarios. Se meten en su cabina -la "burbuja", la llaman- y allí se sienten cómodos. Miran al frente y se concentran, o fingen concentrarse, en lo que pasa en las vías. Lo que ocurre a sus espaldas es mejor no saberlo. Si alguien anima el cotarro con un repertorio de grandes éxitos de Camela, si se lía un porro y lo pasa a los amigos, o si golpea los cristales, ni caso. El conductor siempre mira hacia adelante y cruza los dedos para que pase la tormenta. No vaya a ser que se entrometa y acabe siendo la diana de todos los dardos.
"No somos héroes. Esto cada vez va a peor y no nos vamos a jugar la cara si alguien no paga el billete. Y menos desde lo que le pasó al compañero", cuenta Rafa. Son casi las dos de la mañana del viernes. Hace fresco y el hombre, en mangas de camisa y deseando irse a casa, se dispone a cubrir el último trayecto de la jornada entre Sant Adrià de Besòs y Badalona.
La reciente agresión a un compañero ha despertado el temor de los conductores
La empresa estudia contratar a más vigilantes para reforzar la seguridad
Los Mossos d'Esquadra no tardaron en detener a los culpables, dos muchachos de 17 y 18 años. La víctima, que sufrió lesiones en una mano y en la cara, todavía se recupera del susto. Ha sido la primera agresión de tal magnitud en cuatro años de funcionamiento del Trambesòs. Sin embargo, ha despertado temor entre los más de 50 conductores que cubren diariamente las líneas T4 (Ciutadella-Sant Adrià), T5 (Glòries-Badalona) y T-6 (Badalona-Sant Adrià).
Los representantes de los trabajadores y la empresa Tram, que gestiona el servicio, se han reunido para estudiar cómo aumentar la seguridad en las áreas más conflictivas. En este momento, una sola pareja de vigilantes de seguridad se encarga de controlar todas las paradas (más de 25) y los convoyes de las tres líneas del tranvía del Besòs. Una portavoz de la empresa admitió esta situación, pero aseguró que las cosas mejoran: desde este año, los vigilantes van de arriba abajo durante el tiempo que dura el servicio. O sea, que la vigilancia antes era parcial. Además, cuentan con el apoyo de los Mossos d'Esquadra, que acuden cuando la cosa se pone fea.
Dos personas que patrullan solas por una línea "muy conflictiva" son "totalmente insuficientes", asegura el delegado de UGT en el Trambesòs, Ángel Casermeiro. "Además, los seguratas casi siempre están con los revisores, para asegurarse de que la gente paga. Los conductores nos sentimos desamparados", agrega. A juicio de los sindicatos, la reciente inauguración de la línea T6, que atraviesa el barrio de La Mina, "obliga a poner más recursos", dice Casermeiro.
Su colega en Comisiones Obreras, Daniel Boix, indica que otra petición unánime es que la empresa instale cristales tintados en la cabina del conductor. "Así iríamos protegidos y evitaríamos contactos innecesarios con los usuarios", remarca. Tram, sin embargo, no está por la labor, ya que esta solución bloquea la visibilidad a los pasajeros. La empresa sí ha decidido, como medida provisional, contratar a un par de vigilantes más, que este viernes han permanecido quietos en el escenario de la agresión: la estación de Sant Adrià.
De pie, Rafa controla los minutos que le faltan para subir al tranvía y empezar su último viaje. Ha sido un día duro. "Me han escupido dos críos al cristal. Pero eso no es nada. Una vez, un señor de mediana edad me lanzó una botella contra la cabina. Estaba en mitad de la vía. Yo le hice luces y activé la sirena para que se apartara, y por lo visto se lo tomó a mal".
Rafa nunca sabe cómo acertar para aplacar a los usuarios que se dedican a armar jaleo y molestar a otros. "Si frenas un poco más bruscamente de lo normal, te amenazan porque se han hecho daño. Si vas despacio y un semáforo se pone rojo, te amenazan porque quieren llegar rápido a su destino". Cuando le insultan, o cuando le hacen gestos simulando que le van a cortar el cuello, él ni se inmuta. Va a lo suyo. Pero la situación no deja de molestarle. "Trabajar así es difícil. Es normal que estemos incómodos, en tensión", relata.
Los sindicatos coinciden en que las terminales -las paradas que están al comienzo y al final de cada línea- son los puntos más conflictivos. "Somos más vulnerables, sobre todo sin seguridad privada", dice Boix. Este verano ha sido especialmente conflictivo por la apertura de unas carpas que han atraído a cientos de jóvenes cada noche. Excitados por el alcohol, se apelotonaban en el tranvía a primera hora de la mañana.
"Una compañera debía esperar tres minutos para salir, porque tenemos que respetar unas frecuencias. Aporrearon el cristal, le dijeron que la iban a matar... y tuvo que salir antes de tiempo", recuerda Casermeiro. Este viernes, la discoteca de verano ya no funciona -el pasado fin de semana fue la última sesión- y el ambiente es más tranquilo.
Fiesta en el convoy
Más allá del riesgo para conductores y pasajeros, el incivismo es la estrella del Trambesòs. La empresa asegura que carece de un listado de incidentes relacionados con actos vandálicos o ataques verbales y físicos, pero admite ciertos problemas. El tranvía es, a menudo, una fiesta improvisada en la que todo vale. "Oye dame un porrito, compadre", dice un joven de etnia gitana, mientras un grupo de muchachas toca las palmas y canta a pleno pulmón, y varios niños saltan de un asiento a otro. El resto del convoy va en silencio. Nadie ha pagado. Y ésta del viernes, coinciden los trabajadores, es una noche de lo más plácida.La gratuidad del tranvía es golosa, porque no hay obstáculos que franquear. Y si los vigilantes están en otra parte -de Glòries o Ciutadella hasta Sant Adrià o Badalona hay un trecho- tienen vía libre. "Para algunas personas, este tranvía es gratuito", dice Boix, de CC OO. Casermeiro, de UGT, prefiere reír antes que llorar: "¡Aquí no paga ni Dios! No sé yo si a la empresa le sale a cuenta", ironiza.
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